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Este año la Comisión Episcopal de Medios de la Conferencia Episcopal ha decidido conceder su Premio ¡Bravo! de cine a la película Un Dios prohibido, de Contracorriente Producciones, y dirigida por Pablo Moreno. En un año en que se han estrenado títulos como Cristiada, Tierra de María u October baby, entre otros, es interesante reflexionar acerca de los méritos que acredita esta película sobre los mártires de Barbastro. El primer mérito, muy grande, es la naturaleza de la productora. Vivimos unos años de crisis económica que ha arrasado el sector audiovisual, dejando en el paro a realizadores, técnicos, guionistas… Por supuesto, los jóvenes que acaban sus carreras universitarias de Comunicación Audiovisual aspiran en el mejor de los casos a entrar de becarios sin sueldo en cualquier sitio que explote su incierta esperanza de terminar trabajando allí. Pues bien, en una pequeña ciudad de Salamanca, no lejos de Portugal, unos universitarios, capitaneados por Pablo Moreno, empezaron hace años una productora, con vocación evangelizadora, y que ahora da trabajo a un grupo de jóvenes profesionales que están ilusionados e implicados en unos cuantos proyectos. Esto es Contracorriente, la productora de Ciudad Rodrigo. Ahora que está de moda el concepto de “emprendedores”, Pablo Moreno y sus amigos son un ejemplo inmejorable. En la sombra está un hombre que ha hecho de su trabajo educativo con jóvenes un camino real de posibilidades para muchos: Juan Carlos Sánchez, un sacerdote que ha entendido que educar en la fe es acompañar en la aventura de la vida.
Aparte de esta cuestión, Un Dios prohibido es una película de encargo, con poco presupuesto y sobre un tema muy delicado. Y esos tres factores han sido abordados de la mejor manera posible: una película de encargo convertida en una cinta muy personal; un escaso presupuesto exprimido con inteligencia hasta el último euro, y un tema controvertido resuelto con inteligencia, equilibrio, ponderación, sin que nadie pueda verse herido por planteamientos sectarios, parciales o ideológicos.
Y lo más importante: es una buena película. Se merece un ¡Bravo! aunque no le hubieran concedido el homónimo premio.
Juan Orellana
Director del Dto. de Cine
Fuente:: Agencia SIC
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Mons. Carlos Osoro Cuando este Domingo pasado meditaba el texto del Evangelio, intuí que debía de escribiros esta carta y darle el título que veis: “No tengáis miedo: atreveos a ser santos”. Y es que hoy, con la misma valentía que Juan Bautista mandó a sus discípulos a preguntar a Jesús “¿eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”, con el mismo entusiasmo, debemos aceptar la respuesta de Jesús: “Id y contad a Juan lo que oís y veis”. Es cierto, quien acoge a Jesucristo en su vida tiene una luz en sus ojos y en su corazón que le hace ver lo que antes era impenetrable, le hace caminar con la elegancia que Dios regala al corazón de quien se deja invadir por Él, lo cura de las heridas más profundas que la vida le hace y tiene una atención especial para escuchar la mejor palabra que un ser humano puede oír, como es la que viene de Dios. En definitiva, se hace verdad en su vida lo que el Señor dijo a la gente con respecto a Juan, “el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él”. ¿Sabéis por qué el más pequeño es mayor que Juan Bautista? Porque los que pertenecemos al Reino tenemos la vida que Jesucristo nos ha dado, somos santos porque el Santo que es Cristo está en nosotros. Por eso podemos decir con San Pablo, “no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.
¿Quién es un santo? Simplemente, una persona a quien Dios ha concedido tomar como tarea esencial y fundamental de su vida este mandato: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Dt 6, 5; Mt 22, 37. 39). Todos los días cuando cogemos el calendario litúrgico, vemos como están llenos de santos, de personalidades cristianas, que han vivido con una dignidad singular la realidad de haber sido invadidos por la vida del Señor. Precisamente por ello, en la tradición cristiana, se nos ponían nombres cristianos, es decir, de hombres y mujeres que habían conmovido a los demás por la identificación de su vida con la de Jesucristo, en algún aspecto singular de la misma. En este Adviento, tengo la necesidad de invitaros a ser santos, a no tener miedo a serlo, a ser valientes para entregaros a esta tarea apasionante de dar rostro al Señor. Como nos ha dicho el Papa Francisco: “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Ser santos es saber brindar a todos los que nos encontremos por el camino la misericordia de Dios, la que nos ha revelado Jesucristo, la misericordia que es la justicia de Dios.
Atrevámonos a involucrarnos en dar esta misericordia. Para ello es imprescindible asumir en nuestra vida tres tareas esenciales: 1) Dejarnos lavar los pies por el Señor. Nos identificamos con su entrega eucarística. Acojamos y hagamos vida el texto de Juan 13, 1-17. Es el texto del lavatorio de los pies. Recordad cómo es la reacción de Pedro cuando el Señor llega a él: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?” Y descubrid, ante la insistencia de Pedro de “no me lavarás los pies jamás”, la respuesta de Cristo: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. “Tener parte con” es la descripción más hermosa de lo que es la comunión, pues significa tener en común la posesión de lo que es de Él. En definitiva, es el Señor el que nos acoge en la comunión con Él. Y es que la experiencia de comunión y de vida con el Señor no se inicia en mi persona, sino en la persona del Señor. Es Él quien toma la iniciativa. Por eso nos dirá: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?… Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”. 2) Ser y vivir un solo Cuerpo. Nos asimilamos e incorporamos a Él. Reunidos en un solo Cuerpo. La comunión no se hace sino que se recibe. Esto es lo que decimos en la celebración de la Misa cuando el Señor se hace presente realmente en el Misterio de la Eucaristía y el sacerdote dice “este es el sacramento de nuestra fe”. ¡Qué maravilla! Cristo se da a sí mismo por nosotros. Nos llama a tomar parte con Él, instaura unas relaciones nuevas, las que son verdaderas, pues construyen y hacen crecer a uno mismo y a los demás. Participando de este Misterio, prolongamos su muerte y resurrección y la testimoniamos con nuestra vida. 3) Vivir de este misterio: “haced esto en memoria mía”. Aquí descubrimos la razón de ser de la Iglesia y de su misión. En el fondo, nos está diciendo el Señor que, haciendo memoria, realizamos la comunión y lo hacemos presente en el mundo, regalamos su misericordia, su tierna misericordia que nos lanza a la misión. ¡Qué hondura tienen las palabras del Papa Francisco!: “El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifiesta su potencia liberadora y renovadora” (EG 24).
Tenemos que darnos cuenta de todo el significado que tenía ser santo en la Iglesia primitiva. Lo comprobamos cuando San Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, la inicia diciendo ese saludo que tantas veces hemos escuchado: “Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en Acaya”. Y en la misma conclusión dice: “Todos los santos os saludan…”. ¿Quiénes son estos santos? Se refiere a todos los cristianos que él ha conocido, que les ha dado testimonio de Jesucristo y ellos han acogido al Señor, su Buena Noticia, la han aceptado por la fe y han renacido a la vida nueva por el Bautismo. Y es que, en el inicio del cristianismo, hacerse cristiano era algo extraordinario, pues se desprendían de la manera de vivir anteriormente, hasta el punto de que se hacía extraño el modo de vivir y de estar en el mundo que tenían y que el mismo apóstol había vivido. De tal manera que, quien era cristiano daba por amor a Dios un paso que no sabía las consecuencias a las que le iba a llevar, pues podía ser hasta la muerte. Por ello, San Pablo habla de los santos, de aquellos hombres y mujeres que conocían la grandeza que daba el acoger a Jesucristo en la vida. Vivir una existencia nueva dada y regida por Dios mismo era su aventura, su testimonio y su propuesta a todos los que les rodeaban. Esta es la propuesta que se nos hace en el Adviento, prepararnos para acoger a Jesucristo en nuestra vida. Es cierto que, cuando los cristianos aumentan en número, a veces se banaliza ese amor sin reservas a Dios.
Atrevámonos a ser santos del modo y manera a la que el Señor nos llame, pero siempre con esa exigencia del amor de Dios que nos saca de lo cotidiano y banal, y nos impulsa a realizar algo extraordinario en la vida de cada día y al lado de todos los hombres. Seamos testigos de esa grandeza eternamente nueva que se hace posible solamente por Jesucristo. Reflejemos la luz del Señor acuñando modelos y mostrando objetivos y caminos nuevos. Seamos testigos del amor de Dios, que es camino de totalidad, de ese camino del que nos habla el mandato del Señor: con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente. En medio de la vida que suele enredarse en el egoísmo y la mentira, mostremos lo que determinó la vida de los hombres en la creación y en el rostro de hombre que nos revela Jesucristo, que no es poner en primer lugar la propia voluntad, sino poner por delante de la voluntad de Dios. Querer la voluntad de Dios, eso es amor. Y eso es mostrar el rostro de la misericordia que es Jesucristo.
Con gran afecto os bendice
+ Carlos Osoro,
Arzobispo de Valencia
Fuente:: Mons. Carlos Osoro
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Mons. Jesús Sanz Hay un árbol de navidad en la plaza de San Pedro del Vaticano. Han puesto este año también un Belén que nos recuerda lo que en estos días celebramos. Figuritas de las clásicas, pero ¿hay más? Sí, más cosas, muchas más, porque si no correríamos el riesgo de caer en una Navidad costumbrista que sólo obedece y responde al dictado comercial de un calendario, o a la simple escenificación de unos nobles sentimientos que pueden quedar nada más que en sentimentalismo.
El Papa Francisco nos ha puesto en pista para completar el verdadero sentido de la Navidad cristiana. Porque no sobran ni el árbol ni el Belén, pero si nos faltan los pobres de todas las pobrezas por los que Jesús vino y no deja de venir entre nosotros, no habríamos comprendido el sentido de estos días. No son ellos un adorno para la ocasión, sino la herida continua que nos recuerda que nuestro mundo sigue siendo algo inacabado, lento, torpe y a veces también algo mezquino. La pobreza tiene muchos rostros y en las listas de la insolidaridad está con tantos nombres. Por eso conviene que los cristia-nos no usemos las fiestas navideñas que se acercan como un paréntesis de tregua ama-ble, sino como un tiempo para comprometernos. Esta es la lección que Dios nos quiere dar, la que no ha dejado de ofrecernos a través de nuestros dos mil años de historia.
Y el modo como Francisco nos alerta junto al árbol y al Belén es decirnos algo tan incómodo de escuchar como casi la incomodidad de quienes sufren en carne propia su particular tragedia que no tiene resuello aunque lo diga o lo finja la agenda de estas fechas entrañables. Hoy la pobreza en la que se ha fijado el Papa Francisco, se llama con un viejo nombre que no nos resulta extraño: hambre, hambre de hombre, este es su nombre hambriento.
Promovida por Cáritas Internacional bajo el lema “Una sola familia humana, alimentos para todos”, el pasado 10 de diciembre dio comienzo una campaña especial con motivo del día mundial de los Derechos Humanos. El Papa Francisco pide en su mensaje que la campaña sea “un rugido capaz de sacudir al mundo”, frente al escándalo de casi mil millones de personas que sufren severamente el hambre. Asimismo el Santo Padre reza para poder “ver un mundo en el que nadie deba morir de hambre”.
Cáritas, extendida por todo el mundo, lleva adelante el corazón de la misión de la Iglesia. El Papa invita “a todas las instituciones del mundo, a toda la Iglesia y a cada unos de nosotros mismos, como una sola familia humana, a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se convierta en un rugido capaz de sacudir al mundo. Esta campaña quiere ser también una invitación a todos nosotros, para que seamos conscientes de la elección de nuestros alimentos, que con frecuencia significa desperdiciar la comida y usar mal los recursos a nuestra disposición. Es también una exhortación para que dejemos de pensar que nuestras acciones cotidianas no tienen repercusiones en la vida de quienes – cerca o lejos de nosotros – sufren el hambre en su propia piel”.
No es problema de falta de recursos sino de insolidaridad. Y en el Belén de la vida, siempre habrá pobres a los que atender reconociendo en ellos a aquellos por los que Jesús se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Nos advirtió que siempre los tendríamos con nosotros, y nos envió para que a ellos no les faltase nunca el amor que Él nos trajo como el más precioso don.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Fuente:: Mons. Jesús Sanz
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Mons. Ramón del Hoyo Suelen ponerse durante estos días, en las cadenas de televisión, películas, sobre todo americanas, en que se alude al espíritu de la Navidad.
Se pretende, al parecer, hacernos pensar claramente que en los días navideños deben reinar entre nosotros la concordia, la reconciliación, la generosidad, etc. Y uno se pregunta: ¿por qué sólo durante esos días y no durante todo el año?
También en nuestras ciudades y pueblos se rodea todo de un ambiente navideño: luces en las calles y comercios, belenes, árboles de Navidad, felicitaciones, regalos, comidas familiares y de amigos. Suelen aparecer también rasgos muy positivos de solidaridad, pero se impone, sobre todo, un ambiente fuertemente consumista, dándonos a entender que cuanto más consumamos más felices seremos.
Hace unos días me preguntó una niña, de unos doce años, en un Colegio de Jaén, después de haberme enseñado su Director los alimentos que habían entregado los alumnos y profesorado para repartirlos: “¿dónde están los pobres?”.
Importante pregunta de quien desee acercarse a la verdadera Navidad. Esta niña apuntaba a lo esencial.
Es tiempo ciertamente de especial alegría y de profunda reflexión.
De alegría para el creyente porque sabe que Dios no se ha limitado a enviarnos ángeles como mensajeros suyos y profetas que preparaban el inconcebible acontecimiento futuro de la Encarnación de Dios en el seno de una mujer, María de Nazaret. Es que vino a nosotros el mismo Dios haciéndose hombre, y desde entonces, la divinidad se ató a nuestra humanidad con lazos de amor tan fuertes que nadie podrá ya desatar.
Camina con nosotros. Dios y el hombre se encuentran. Dios bajó hasta nosotros para elevar nuestra dignidad a límites insospechados. ¡Cómo no cantar y alegrarnos ante este misterio de fe y de amor!
Días de Reflexión también. Dos viajeros de Nazaret de hace dos mil años, José y María, no encontraron posada en Belén, la ciudad de David. Tuvieron que refugiarse en una gruta habilitada para establo y, a María Virgen, le llegó allí la hora de dar a luz. Desprovista de toda asistencia, en la noche y en un albergue destartalado. Ahí va a nacer, ¡qué paradoja!, quien iba a ser la luz del mundo y el rey del universo.
Aquella cueva sería su palacio y, por trono, un pesebre. Sus primeros embajadores, unos pastores; más adelante serían ciegos, paralíticos, cojos y enfermos. Al final de su vida le coronan con espinas, muere en una cruz y, sobre ella, colocan un letrero para mofarse de él. Estaba escrito: “Éste es el Rey de los judíos”. Sin buscarlo, proclamaron su verdad.
Quienes creemos y seguimos a Jesús de Nazaret examinaremos estos días nuestra conciencia ante el Nacimiento. ¡Cuánto se aprende delante de tanta humildad, pobreza y sencillez! Es Dios hecho niño, indefenso y llamando a nuestra puerta para que le abramos nuestra casa. Ésta sí es la Navidad.
Es Navidad, sobre todo, para tantos hermanos nuestros desfavorecidos por la vida, pero con rostros propios. A ellos sí llegan, más que a nadie, los destellos de la luz de aquel portal.
Nos enseñan y animan a vivir sencillamente “para que ellos puedan, sencillamente vivir”.
Esta es la Navidad que deseo para todos, junto con mis felicitaciones que quiero hacer llegar a todos los fieles de Jaén, se encuentren lejos o cerca de nosotros; a los hermanos cristianos de otras confesiones; a los hombres y mujeres de todas las religiones y a todos los ciudadanos e inmigrantes, creyentes o no.
¡Feliz Navidad y un Año Nuevo colmado de las bendiciones de Dios!
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
Fuente:: Mons. Ramón del Hoyo
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Mons. Francesc Pardo i Artigas El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo (Navidad) es el regalo.
Estos días la mayoría de nosotros pensamos –y nos preocupa- como conseguir que las personas que queremos y que nos quieren sean más felices durantes las próximas fiestas. Puede que ya hayamos pensado en la comida en familia, en algunos regalos, en la decoración de la casa para que resulte acogedora y todos se sientan bien en ella. Es cierto que la propaganda comercial nos invita a consumir y a comprar, haciéndonos creer que así somos portadores de ilusión.
No me fijo tanto en el aspecto de “consumir regalos”, sino en el deseo de ofrecer algo que muestre agradecimiento, afecto, necesidad de estrechar lazos familiares o de amistad.
No olvido –todo lo contrario- a todos aquellos que a causa de las penurias económicas no cuentan con la posibilidad de ofrecer regalo alguno, sino que son ellos los que tienen necesidad de recibir aquello que haga que su vida sea mínimamente digna. También tienen deseo de manifestar afecto, agradecimiento y necesidad de calor familiar. No podrán hacerlo por medio de ningún regalo material, pero si por medio del mejor regalo que es uno mismo, con su presencia, su afecto, sabiendo que compartimos sufrimiento y angustia.
Pero en Navidad, principalmente, debemos fijarnos en aquello que se nos ofrece a todos, y no tanto en lo que podemos ofrecer. Y ¿qué se nos ofrece? ¿Cuál es este regalo? Pues el propio hecho de la Navidad y su celebración.
El nacimiento de Jesús es el gran regalo de Dios a la humanidad y a cada uno de nosotros.
El nacimiento de Jesús hace posible que conozcamos quien es nuestro Dios y cual es su deseo de vida, salvación, y felicidad para todos nosotros. Nos permite vivir sintiéndonos arropados por el amor de Dios, que nos da fuerza para afrontar tantos momentos difíciles y nos perdona tantas desviaciones en la búsqueda de la felicidad.
Y para que no lo rechacemos, se ha hecho niño, necesitado de todo, para ser después un justo ajusticiado.
El nacimiento de Jesús fundamenta nuestra dignidad como hijos de esta humanidad, como hijos e hijas de Dios. Ha asumido nuestra mortalidad para que participemos de su divinidad.
El nacimiento de Jesús nos incita a contemplar su rostro en el rostro de todo niño, de toda persona y, especialmente, en el de los más débiles, que necesitan de nuestro afecto y de nuestras atenciones.
Por eso celebramos la Navidad, no sólo como un recuerdo del pasado, sino como algo presente, porque el propio Jesús desea nacer de nuevo en la vida de cada uno de nosotros, de nuestros familiares, conciudadanos y compañeros de camino, muy especialmente de los que vivís situaciones semejantes a las de su nacimiento. Debemos alojarle en nuestra vida para que nos aporte aquella luz, aquella palabra, aquellos dones… que salvan, levantan, hacen caminar, y llevan paz y serenidad a cada persona, sea cual sea el momento que este viviendo.
¡Navidad con Jesús es el mejor de los regalos!
¡Feliz Navidad!
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona
Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas
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Mons. José Manuel Lorca En la cuarta semana de Adviento se nos prepara para reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros, Dios está adelantado los acontecimientos y motivando a su pueblo para que nos preparemos bien para las fiestas de la Navidad. El Señor tiene interés en que sepamos acertar en la decisión, por eso se adelanta y da las señales, como ha hecho siempre: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios con nosotros. Que este año, nadie pase de largo sobre este acontecimiento tan grande y nos dediquemos a mirar para otro lado y que la flojera espiritual nos paralice. Me duele mucho pensar en las palabras de Jesús: “Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). El Papa Francisco, en la Exhortación sobre “La alegría del Evangelio”, denuncia la tentación de la acedía paralizante y nos advierte contra las actividades mal vividas, sin motivaciones y sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable, llegando a desgastar la fe y a convertirla en mezquindad.
Debemos despertar de nuestras rutinas y cansancios, ponernos en camino, remar mar adentro, tal como nos pide el Señor, para anunciar el Evangelio, que el mundo tiene hambre de Dios, aunque lo niegue, el mundo necesita a Dios para ser más humano y reconocer a su Creador. Esta es una aventura para valientes y nos costará sacrificios, esfuerzos, persecuciones…, pero no hay que temer, que por delante va el Señor y nos da la fuerza de su Espíritu Santo. A nadie le es lícito permanecer ocioso, con los brazos cruzados, será necesario participar en la tarea evangelizadora y llevar la Luz de Cristo, aunque sabemos que a las tinieblas no le gusta la luz, pero nosotros no podemos renunciar a nuestra condición de testigos de la Luz, porque sabemos que quien salvará a su pueblo es Jesús, Luz y Vida.
Nos debemos preparar bien, con determinación, y esperar al Señor en estos días, deseando el encuentro con Él, salir a su encuentro, porque viene el Rey de la Gloria. Al Señor hay que esperarle con manos inocentes y puro corazón, por eso conviene participar en estos días de la celebración del Sacramento de la Penitencia y alcanzar su misericordia y su perdón, vaciando nuestro interior de todo lo superfluo y vano, hacerle sitio habiendo apostado por sanar las heridas de nuestras relaciones con los otros, de construir puentes y estrechar lazos para aprender a ayudarnos a llevar las cargas.
Que el ejemplo de la Santísima Virgen María nos ayude a tomar la decisión de abrirle al Señor a penas venga y llame, o mejor, salgamos a su encuentro pacificando nuestro interior. Recordemos que la Virgen vivió con gozo el primer Adviento verdadero de la historia. Dios os bendiga.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena
Fuente:: Mons. José Manuel Lorca
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La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha publicado hoy el siguiente comunicado: “El 18 de diciembre -por iniciativa de la Pontificia Comisión Referente de estudio y guía para los Asuntos Económicos y Administrativos de la Santa Sede, y tras el procedimiento formal de concurso y selección-se ha confiado a McKinsey & Company el encargo de una asesoría que contribuya al desarrollo -en estrecha colaboración con los responsables de los departamentos interesados- de un plano integrado para que la organización de los medios de comunicación de la Santa Sede sea más funcional, eficaz y moderna.
El proyecto de asesoría tendrá el objetivo de facilitar a la Comisión los elementos útiles para las recomendaciones oportunas al Santo Padre a ese respecto.
Al mismo tiempo, en colaboración con la Pontificia Comisión Referente de estudio y guía para los asuntos económicos y administrativos de la Santa Sede, se está procediendo a cuanto es necesario para alinear los procedimientos contables de todos los entes de la Santa Sede a las normas internacionales.
El encargo de colaborar en este proyecto ha sido confiado, tras un procedimiento de concurso y selección al network internacional KPMG.
(VIS)
Fuente:: SIC
Tras la Misa exequial que se celebró en Barcelona por la mañana, en la tarde de ayer el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, presidió una segunda misa exequial por el Ricard María Carles, en la Catedral de Valencia.
Junto a él han concelebrado el arzobispo de Valencia, y por el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo; por los obispos de Alicante, Castellón, Mallorca, Ibiza, Lleida, y Tortosa monseñores Jesús Murgui, Casimiro López, Javier Salinas, Vicente Juan, Joan Piris, y Enrique Benavent, respectivamente; el obispo auxiliar de Barcelona, monseñor Sebastià Taltavull, así como por el obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol, monseñor José Gea, y por el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, monseñor José María Gil Tamayo. Asimismo, han acompañado en la celebración un centenar de sacerdotes. El Arzobispo de Barcelona destacó que Mons. Ricard María Carles hacía el bien “no solamente en esta querida archidiócesis de Valencia, en la de Tortosa y Barcelona sino también en el conjunto de las diócesis de España, y en la Iglesia universal como colaborador del Santo Padre”.
Durante su homilía, el cardenal arzobispo de Barcelona ha elogiado la profunda devoción a la Mare de Déu dels Desamparats del cardenal Ricard María Carles, y también por la Virgen de la Merced y la de Monstserrat. Además, “vivía su ministerio presbiteral y episcopal profundamente unido a Jesucristo y los contenidos de las cartas paulinas alimentaban su espiritualidad y oración”.
Por su parte, el arzobispo de Valencia, al término de la eucaristía, ha agradecido la presencia de todos los concelebrantes y ha calificado al cardenal Ricard María Carles como “valenciano y hombre de Dios” con una “pasión extrema” por la Iglesia, que “ha querido regresar a esta tierra que le vio nacer a la vida y la fe”. Igualmente, el prelado ha agradecido a todos los presentes su asistencia porque significa un “reconocimiento a la vida y a las obras de este hombre de Dios que pasó por la vida haciendo el bien”.
A la salida del féretro del templo, los participantes han dedicado una ovación al Cardenal fallecido.
La solemne eucaristía en la Seo de Valencia ha comenzado pasadas las cinco de la tarde, tras llegar el féretro con los restos mortales del purpurado valenciano en un vehículo fúnebre procedente de Barcelona hasta el Palacio Arzobispal de Valencia.
La celebración se ha iniciado con la procesión de entrada del féretro por la puerta románica de la plaza de l`Almoina hasta el altar mayor. En la procesión han participado los cardenales, obispos y sacerdotes concelebrantes. Igualmente, la Coral Catedralicia ha intervenido en la eucaristía interpretando el Requiem de Fauré y la asamblea de fieles que ha participado con cantos gregorianos.
Concluida la eucaristía, el féretro con los restos mortales del Cardenal ha sido llevado a hombros desde la Catedral, otra vez por la puerta románica, hasta la Basílica de la Virgen en la que ha entrado por la puerta de bronce a los pies del templo, del que han sido retiradas todas las sillas al término de la misa de las 17.30 horas. A la salida del féretro de la Seo, los presentes han despedido los restos mortales del cardenal Carles con una intensa ovación.
(Archidiócesis de Barcelona/ Archidiócesis de Valencia)
Fuente:: SIC
Asociación de seglares, que se dedica a trabajar en la Nueva Evangelización, en estrecha comunión con el Santo Padre, los Obispos y Sacerdotes de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima
C/ Balbina Valverde, 23 – Local
28002 Madrid – España
Tel. +34 912 770 770
Whatsapp +34 667996265
correo@salvadmereina.org
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