En Brasilia, Concierto de Navidad en memoria de las víctimas del tifón Haiyan, en las Filipinas

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Brasilia (Martes, 17-12-2013, Gaudium Press) En sociedad con la Cáritas Brasileña, el Coro Totus Tuus, formado por niños entre 8 y 14 años, realizó un Concierto de Navidad especial, en razón de las víctimas del tifón Haiyan, en las Filipinas, en el Santuario Don Bosco, en Brasilia.

El evento, realizado en el marco de la campaña «SOS Filipinas», recordó también el gran número de niños víctimas de la tragedia ocurrida en el país asiático.

El Coro Totus Tuus busca rescatar la música Sacra y desarrollar acciones dirigidas para el arte y la cultura. (LMI)

 

Fuente:: Gaudium Press

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Representación del nacimiento de Jesús. / Foto: Asociación de Belenistas San Sebastián de los Reyes.

Madrid (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press) Niños y adultos podrán apreciar hasta el próximo 6 de enero de 2014 el Belén Monumental que organiza la Asociación de Belenistas de San Sebastián de Los Reyes, localidad madrileña, que permanecerá abierta al público en el Edificio Municipal Polivalente.

Con unos 70 metros cuadrados, y elaborado con materiales como corcho, musgo, 3.500 litros de agua que están incluidos en un lago, 3 metros cúbicos de arena, además de otros materiales, el inmenso pesebre recrea varios de los acontecimientos bíblicos más importantes del nacimiento de Jesús.

Entre las escenas que se recrean, y que es una novedad este año, los belenistas han incluido un puerto que contiene embarcaciones de los tiempos de Jesús. Asimismo se ha implementado un moderno sistema computarizado que permite regular los elementes electrónicos que se han incluido en el pesebre.

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Junto al belén monumental, la Asociación de Belenistas de San Sebastián de los Reyes también ha instalado la exposición de Arte Belenista «La Natividad al detalle», con figuras que recrean diferentes escenas en torno a la natividad del Salvador. Evento con el que se pretende conmemorar también el 20º aniversario de la entidad española.

Como ha comentado José María Esteban, Presidente de la asociación, a un medio local, con la elaboración del pesebre, no solo se busca apreciar el arte del Belén, sino transmitir el mensaje cristiano de la Buena Noticia de Jesús, que es también el compromiso de las asociaciones de belenistas.

Se prevé, como ha ocurrido en años anteriores, que el número de visitantes que aprecien la muestra y el pesebre monumental oscile entre los 40 y 50 mil.

Con información de la Archidiócesis de Madrid y Asociación de Belenistas de San Sebastián de los Reyes.

 

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Ciudad del Vaticano (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press) Un clima familiar se apoderó de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta por el Papa Francisco, en medio de las conmemoraciones por sus 77 años de vida, este martes 17.

Aprovechando la ocasión, el Secretario de Estado, Mons. Pietro Parolin, y el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, enviaron un saludo deseando felicitaciones al Santo Padre.

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Además de eso, cuatro moradores de la calle, que viven en los alrededores del Vaticano, fueron invitados por el Pontífice a participar de un desayuno con él.

En su homilía, reflexionando el Evangelio del día (Mt 1,1-17), el Santo Padre habló sobre la genealogía de Jesús. Esta historia contenida en el Evangelio, según el Papa, posee un abordaje importante, pues el Señor, como decía el Papa León I, envió a su Hijo, Jesús, que era consubstancial al Padre. Pero también inseparable de la Madre, que era una mujer.

Para el Pontífice, Dios no vendría para salvarnos sin que hayamos hecho una historia en la tierra, pues Él quiere hacer nuestra historia con nosotros.

El Papa contó además que el Señor hizo historia incluso con los más pecadores, de alto nivel, que no respondían a todo lo que Él pedía y pensaba para ellos.

«Pensemos en Salomón, tan grande e inteligente, terminó pobre, sin saber para qué fue llamado. Sin embargo, Dios estaba con él. Dios es consubstancial a nosotros. Él hace historia con la gente», subrayó.

«Deje que el Señor escriba nuestra propia historia», finalizó el Santo Padre. (LMI)

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Roma (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press) El Papa Francisco fue sorprendido el último sábado 14, por un grupo de niños del dispensario pediátrico Santa Marta que resolvieron adelantar la conmemoración del aniversario del Santo Padre.

La sorpresa ocurrió al mediodía, cuando el pontífice recibió a las familias atendidas por el dispensario pediátrico. Después del saludo de la hermana Antonieta Collacchi, FdC, y del testimonio de Elizabeth, una de las madres del grupo, diecinueve niños vestidos con camisetas blancas con grandes letras amarillas estampadas formaron la frase «Felicidades Papa Francisco».

En seguida vino la torta y los niños cantaron felicidades al Pontífice, que, agradecido, se levantó, los abrazó y sopló las velitas, y recibió de ellos un regalo.

«Muchas gracias por la visita! ¡Gracias por su amor, por la alegría de esos niños, por los regalos, por la torta, que está muy bonita! (…) ¡Muchas gracias! ¡Que Dios los bendiga!», afirmó el Santo Padre.

«Querido papa Francisco, estos nuestros hijos reciben hoy el más bello regalo de Navidad que podrían imaginar: ¡su sonrisa, su caricia, su abrazo!», dijo una de las madres al pontífice. (EPC)

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Londres (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press) En el 2005 se calculaba en 36% los ingleses de entre 18 y 34 años que se declaraban ateos o agnósticos.

Entretanto, un estudio de la encuestadora ICM revela que solo un 14% de británicos insiste en que «nunca» recurrirían a la oración en caso de problemas en su vida, en la de sus amigos o en el mundo.

Más aún: los que se niegan a rezar, sea por lo que sea, son más entre los mayores que entre los jóvenes.

Efectivamente, a pesar de la declaración de ateísmo del 36% de los jóvenes británicos, sólo un 9% de los muchachos de 18 a 24 años dicen que nunca rezarían por nada, mientras que son un 17% los que declaran eso entre los 55 y 65 años. Pasados los 65 años, de nuevo escasean los que se oponen a toda oración: apenas un 9%.

O dicho de otra forma: se podría deducir que tres de cada cuatro jóvenes ateos o agnósticos están dispuestos a rezar en ciertas circunstancias.

Entretanto, aun cuesta reconocer la necesidad del perdón

El estudio muestra además que:

– un 85% de mujeres británicas estaría dispuesta a orar por algo

– un 31% de encuestados oraría por la paz en el mundo; un 27%, contra la pobreza; otro 27%, por familiares

– Sólo un 15% orarían pidiendo a Dios orientación o sanación para sí mismos

– Sólo un 10% pediría pidiendo a Dios perdón (coincide con el número de ingleses practicantes)

Con información de Religion en Libertad

 

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Y los Ángeles proclamaban ¡’Gloria’!…

Redacción (Martes, 17-12-2013, Gaudium Press) Falta poco para el día de Navidad. Ya estamos dentro de la novena que antecede tan importante conmemoración. Tal vez sea esta la ocasión oportuna para introducirse en el ambiente de las celebraciones navideñas con mucho provecho: acercándose al pesebre. Este artículo tiene esa intención:

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¡Gloria! ¡No existe nadie que no la desee! Y cuántos hay
que la buscan, en vano…

En una noche fría y silenciosa, por las montañas y campos de Judea, resonó un cántico sonoro y festivo, trayendo un mensaje a la humanidad: «Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos, y paz en la Tierra a los hombres, objeto de la buena voluntad de Dios» (Lc 2, 14)! A lo largo de los tiempos, en cada Navidad los labios de los fieles repiten este himno, mientras sus corazones se sienten, una vez más, invadidos por las armonías celestiales que impregnaron aquella Noche Santa en que «el Verbo Se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14).

Por los siglos venideros, la Iglesia jamás cesará de recordar el jubiloso homenaje que los coros de los Ángeles prestaron al Dios Niño, nacido en Belén: «Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos».

¡Gloria! ¡No hay quien no la desee! Y cuántos corren atrás de ella… Entretanto, pocos la encuentran. Hay algunos que basándose en los propios dotes – reales o imaginarios – creen ya haberla conquistado, atribuyendo al propio mérito aquello que de Dios recibieron o que su fantasía forjó para sí. Tal gloria, con todo, es enteramente subjetiva, pues solo es comprobada por la propia persona.

Otros, aunque constatando sus deficiencias, buscan revestir sus acciones de una apariencia extraordinaria, con la intención de ser tenidos en gran cuenta y ganar los aplausos de los demás. También esta es una gloria irreal, ya que, lejos de fundamentarse en hechos, procede de la opinión errónea de otro.

Ahora, la gloria verdadera alcanza su ápice cuando alguien, notando en sí la excelencia de una virtud, reconoce no estar en él el origen de ella, sino en una dádiva divina.

Ejemplo incomparable encontramos en el pesebre de la Gruta de Belén. Allí está reclinado el dulce Niño Jesús. Él tiene un conocimiento absoluto de Sí y de su origen eterno, como Unigénito de Dios, como también tiene perfecta consciencia, como Hombre, de la gloria que le fue concedida por el Padre al entrar en el mundo y ser constituido centro del universo, Juez de los vivos y de los muertos.

De los hombres, pobres criaturas, Él apenas exige un reconocimiento simple: nuestras alabanzas nada le agregan, sin embargo, solo el tributo humilde del homenaje que le debemos, como podrían ser las aclamaciones hechas por niños, colocadas a la orilla del camino, a un vencedor en su desfile triunfal.

Dios es el único Ser que merece toda la gloria. En esta Navidad, unamos las voces de nuestros corazones a los cánticos angélicos y acerquémonos al Pesebre donde reposa el Divino Infante para rendirle nuestra adoración. ¡Confesemos nuestra contingencia y reconozcamos su infinita grandeza, que se dignó asumir nuestra carne para tornarnos partícipes de su gloria por toda la eternidad!

Por la Hermana María Beatriz Ribeiro Matos, EP

(In Revista Arautos do Evangelho, Dezembro/2013, n. 144, p. 50-51)

 

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Sonsón Rionegro (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press) Con el propósito de dar a conocer de una manera diferente la historia del nacimiento de Jesús, la diócesis de Sonsón Rionegro, en Colombia, en unión con el Seminario Nacional Cristo Sacerdote, ha elaborado una serie radial para la Navidad.

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Es posible descargar los nueve capítulos desde la página web de la diócesis de Sonsón Rionegro.

Bajo el título «Caminando hacia Belén» la serie radial comprende nueve capítulos de 30 minutos de duración que, a través de un narrador y la interacción de varios personajes, presentan varios episodios evangélicos sobre los acontecimientos que se desarrollan alrededor del acontecimiento de la salvación.

Tal como comenta uno de los narradores, el propósito de la serie radial es seguir un camino de nueve días para preparar el corazón comprendiendo los misterios y lo que vivió la Virgen María y José para el nacimiento de su hijo, y así cada quien reciba a Jesús con alegría.

José y sus amigos, Desposorios de María y José, La Anunciación, La Crisis de San José, José se disculpa con María, El Edicto del emperador Augusto, María y José llegan a Belén y El nacimiento de Jesús, son los nueve capítulos que conforman la seria radial.

El material es posible descargarlo desde la sección «Radio» en la página web de la diócesis de Sonsón Rionegro www.diosonrio.org.co.

Con información de la CEC.

 

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Redacción (Miércoles, 18-12-2013, Gaudium Press)

Evangelio:

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque las potestades de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, lleno de poder y gran majestad. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no aturdir sus corazones por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque vendrá sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán estar de pie ante el Hijo del hombre» (Lc 21, 25-28.34-36).

I – Las dos venidas de Cristo

La despreocupación con que juegan los niños proviene en gran medida de su confianza en el apoyo -a sus ojos infalible- del padre o la madre. Esa saludable seguridad es, sin duda, una de las razones para la relajada y contagiosa alegría infantil.
Hay semejanza entre esa relación de orden natural entre hijos y padres con la existente entre el hombre y Dios en el orden espiritual. Algo que la Sagrada Escritura expresa poéticamente cuando dice: «No, yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí» (Sal 130, 2).

Dios es mucho más que un padre terreno

Dios, Padre incomparable, nos ama verdadera e incondicionalmente, y siente agrado cada vez que pedimos su auxilio, sin importar la situación. No obstante, al revés de los niños, quienes no olvidan nunca a sus progenitores, somos proclives a vivir nuestra vida cotidiana sin considerar cuánto dependemos de la Divina Providencia, la cual nunca deja de velar por nosotros. Y esa propensión a la autosuficiencia sería mucho más grande de no existir nuestras debilidades, limitaciones e infortunios, que nos recuerdan a menudo cuánto requerimos la ayuda divina.

Dios es mucho más que un padre terreno para nosotros, porque dependemos de Él de forma absoluta, esencial y única. En primer lugar, Dios nos creó: le debemos nuestra existencia. Además Él nos mantiene, sostiene nuestro ser, algo que no puede hacer ningún padre humano por su hijo; por así decir, si Dios dejara de pensar en nosotros un solo instante, regresaríamos a la nada, dejaríamos de existir. Tenemos, pues, una dependencia total con respecto a Dios.

Además -¡misterio de amor!- el Señor se encarnó para redimirnos. Y el costo de esa Redención fue la muerte de Cruz, derramando en ella toda su Sangre por nosotros. En verdad, no podría hacer más por la humanidad.

Debemos tomar esa Bondad de Dios, Padre que nos ama y nos redime, como perspectiva para entrar al período de Adviento que comienza hoy, y también para conmemorar en la liturgia de este domingo las dos venidas de Nuestro Señor.

Una venida en la humildad, la otra en la gloria

En la primera venida, que ya ocurrió, el Niño Dios apareció pobre, humilde, sin manifestación de grandeza: «Revestido de nuestra fragilidad, vino la primera vez a realizar su eterno designio de amor y abrirnos el camino de la salvación». 1 La segunda sucederá de manera muy diferente, al final de los tiempos, cuando Nuestro Señor venga a juzgar a los vivos y los muertos: «Revestido de su gloria, Cristo vendrá una segunda vez para traernos la plenitud de los bienes prometidos, los que hoy, vigilantes, esperamos». 2

El gran Bossuet muestra que Dios quiso asumir la naturaleza humana en las condiciones más modestas, humillándose hasta lo inconcebible: «Él parece caer del seno de su Padre al de una mujer mortal, de ahí a un establo, y desde ahí baja sucesivos peldaños de anonadamiento hasta la infamia de la Cruz, hasta la oscuridad de la tumba. Reconozco que no era posible caer más bajo». 3

Pues bien, así como el nacimiento de Jesús fue humilde, así será gloriosa su segunda venida, con respecto a la cual dice San Gregorio Magno: «Al mismo a Quien no quisieron prestar oídos cuando se les presentó humildemente, lo verán descender entonces en gran poder y majestad, y experimentarán su poder con tanto más rigor cuanto menos doblen ahora la cerviz del corazón ante su paciencia». 4

El acentuado contraste entre ambos momentos hace exclamar al P. Dehaut: «¡Qué diferencia entre esta segunda venida de Cristo y la primera! En la primera, se presentó ante los hombres en la debilidad de la infancia, en la pobreza y la indigencia, escapando de los emisarios de un tirano sanguinario. En la segunda, descenderá rodeado de gloria y majestad, como Rey del Universo». 5

Las cuatro semanas de adviento

El Tiempo de Adviento se compone de cuatro semanas, representación de los siglos y milenios que la Humanidad esperó la llegada del Redentor. Durante esta época toda la Liturgia estará imbuida de austeridad -se omitirá el Gloria, los paramentos tendrán color morado y no habrá flores adornando el interior de los templos- para recordar «nuestra condición de peregrinos, anclados todavía en la esperanza», como afirma el famoso liturgista Manuel Garrido. 6

Mons. Maurice Landrieux, obispo de Dijon, explica por qué en este primer domingo el Evangelio se refiere a la segunda venida del Señor: «La Iglesia nos habla del fin del mundo, vale decir, de los Novísimos, para recordarnos el sentido de la vida, desapegarnos del pecado y alentarnos a la práctica del bien. Dios nos ha creado para la vida eterna. En esta tierra no tenemos morada permanente: estamos aquí de paso, camino al Cielo». 7

Por eso, al comienzo mismo de la Celebración Eucarística la Iglesia hace esta oración: «Concede a tus fieles el ardiente deseo de poseer el Reino del Cielo. Para que acudiendo con nuestras buenas obras al encuentro de Cristo que viene, seamos reu-nidos a su derecha en la comunidad de los justos».

Así pues, en esta inauguración del año litúrgico tenemos dos preparaciones: una para conmemorar dignamente el nacimiento de Jesús en Belén, y otra para el grandioso acto de clausura de la Historia humana, como es el Juicio Final. «El recuerdo de la última venida de Nuestro Señor, inspirándonos un saludable horror que nos aleja del pecado y nos conduce al bien, nos prepara además para celebrar santamente la primera venida». 8

La segunda y tercera semanas toman en cuenta aspectos del Precursor, y en la semana final la liturgia aborda una preparación más directa del nacimiento del Redentor, considerando la espera y las oraciones de la Virgen, de los patriarcas y de los profetas como factores que aceleraron la llegada del Mesías a la tierra.

II – Jesús anuncia su segunda venida

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque las potestades de los cielos se conmoverán.»

San Juan Crisóstomo ofrece una interesante conjetura sobre estos versículos, al decir que Nuestro Señor indica en ellos una serie de señales que presagian el fin del mundo, mientras que en otros pasajes afirma que vendrá en un momento inesperado (cf. Mt 24, 42). 9
Para explicar esta aparente contradicción, el Crisóstomo plantea que en los últimos tiempos se desatarán guerras y persecuciones pero, en un momento dado, todo volverá a una aparente tranquilidad en medio del desorden del pecado. Los buenos quedarán reducidos a contemplar, impotentes, toda clase de abominaciones. No obstante, cuando parezca cosa evidente el triunfo general y definitivo del mal, dando a entender que Dios no existe, el Juez Supremo se presentará de manera repentina para juzgar a vivos y muertos. 10
San Agustín comenta por su parte que los fenómenos de la naturaleza, descritos en estos versículos, «deben entenderse como referidos a la Iglesia, que es sol, la luna y las estrellas; ella ha sido llamada hermosa como la luna, elegida como el sol, pero no brillará en aquella época debido a la furiosa persecución». 11

«Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, lleno de poder y gran majestad.»

Veamos la hermosa relación que establece el P. Julián Thiriet entre este versículo y la primera venida del Señor: «Ellos verán venir al Hijo del hombre con gran poder y majestad. Es decir, con fuerza invencible, para confundir y castigar a sus enemigos, pero también con gloria resplandeciente, con majestad divina, para recompensar y coronar a sus elegidos. Así, después de haber aparecido bajo una forma humilde y despreciable en su primera venida -‘se anonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo’ (Fl 2, 7)-, aparecerá en la última venida como poderoso Rey y soberano Señor del cielo y de la tierra. Todos los hombres verán en su Cuerpo las gloriosas cicatrices de sus llagas, y los pecadores, como dijo el profeta Zacarías, reconocerán al que traspasaron». 12

Que Cristo venga sobre una nube lo relaciona el mismo autor con el día de la Ascensión: «Las nubes que le sirvieron de carro triunfal para subir al Cielo, dice Orígenes, le servirán como trono cuando descienda a juzgar la tierra». 13

San Agustín hace un comentario más circunstancial, considerando dos interpretaciones posibles acerca de este pormenor:

«Se puede entender esto en dos sentidos. Cristo podrá venir a la Iglesia como sobre una nube, de la misma manera en que no cesa de venir ahora, según lo dicho en la Escritura: ‘A partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo’ (Mt 26, 64). Pero vendrá entonces con gran poder y majestad divina porque manifestará más en los santos ese poder y majestad divina, aumentándoles así la fortaleza para no sucumbir en la persecución. Puede entenderse también que venga en su Cuerpo, que está sentado a la derecha del Padre, en el cual murió, resucitó y subió al Cielo, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: ‘Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos’. Y ahí mismo dijeron los ángeles: ‘Vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo’ (Hch 1, 9.11). Así pues, tenemos motivos para creer que vendrá, no tan sólo en Cuerpo, sino también encima de una nube; vendrá tal como se fue, y al irse una nube lo ocultó. Es difícil precisar cuál es el mejor de ambos sentidos». 14

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.

Las palabras de Jesús en este versículo invitan a levantar el ánimo y a tener confianza, puesto que junto al castigo llegará también la hora de la liberación para quienes hayan seguido fieles. Por eso afirma San Gregorio Magno: «Cuando las plagas aflijan al mundo, levantad vosotros la cabeza, es decir, que se alegren vuestros corazones, porque mientras se acaba ese mundo del cual no sois verdaderamente amigos, se acerca vuestra redención, esa que tanto habéis procurado». 15

Mons. Maurice Landrieux, glosando las palabras del Señor, nos convida también a acrecentar nuestra esperanza y alzar nuestros corazones al Cielo en tal hora: «Si el día del Juicio Final ha de ser terrible para los réprobos, en cambio será consolador para los elegidos, quienes entrarán de cuerpo y alma en la gloria completa, tan anhelada. Por ello, cuando estas cosas empiecen a suceder, mientras los pecadores se marchitarán de terror y serán presa de la desesperación, vosotros, amigos y servidores míos, levantad la cabeza y mirad; fortaleced vuestra fe y vuestra esperanza, desviad de la tierra vuestro espíritu y vuestro corazón y elevadlos al Cielo; alegraos, porque se acerca vuestra liberación. Esta liberación o redención será para los elegidos el término absoluto de todos los males, la perfecta satisfacción del alma y del cuerpo, el gozo incomparable de la eterna bienaventuranza». 16

Y concluye con esta exclamación: «Día de pavor y desesperación para los impíos, los pecadores: dies iræ, dies illa! Pero de indecible esperanza para los justos de Dios, para los pequeños y los humildes desconocidos, despreciados, repudiados, execrados, explotados, maltratados, oprimidos de todas las formas en esta tierra». 17

Ahora bien, si al final de los tiempos los castigos de Dios contra los malos equivalen a la liberación de los buenos, al punto de afirmar San Agustín que «la venida del Hijo del hombre sólo infunde temor a los incrédulos», 18 podemos sacar una conclusión para nuestra época: aunque las angustias y las penurias opriman a los buenos en la actualidad, aun así éstos no deben temer, puesto que Dios no abandona nunca a quien se le ha confiado.

Es lo que afirma San Cipriano: «Quien espera la recompensa divina debe reconocer que no podrá haber miedo alguno en nosotros ante las borrascas del mundo, ni tampoco vacilación, porque el Señor predijo y enseñó que esto ocurriría, exhortando, instruyendo, preparando y fortaleciendo a los fieles de su Iglesia con miras a soportar los acontecimientos futuros». 19

III – Preparación de los corazones

«Tengan cuidado de no aturdir sus corazones por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque vendrá sobre todos los que habitan la faz de la tierra.»

«Tengan cuidado de no aturdir sus corazones». En esta segunda parte del Evangelio seleccionado por la Iglesia para este domingo, el Divino Maestro alude a esas almas que sin negar formalmente la fe, tampoco se maravillan, ni vibran, ni se conmueven ante las más hermosas enseñanzas, ceremonias o acontecimientos, incapaces ya de reconocer la voz o la presencia del Salvador.

«Como una trampa» caerá el terrible día del Juicio Final sobre los habitantes de la tierra; así pues, para no ser tomados por sorpresa, debemos estar alertas e impedir que nuestros corazones se aturdan con los vicios y las preocupaciones por los bienes efímeros de este mundo.

Excesos, embriaguez y preocupaciones de la vida

Jesús menciona en primer lugar los excesos, que otras versiones traducen más definidamente como gula, pecado que en nuestros días puede ser considerado incluso en sentido inverso, vale decir, la preocupación excesiva por controlar el peso en detrimento de la propia salud. El equilibrio consiste en comer lo necesario para mantenerse y enfrentar las dificultades de la vida.

Pero hay también una gula de los ojos: la excesiva curiosidad. O de los oídos: el deseo inmoderado de conversar, de estar al tanto de todas las novedades. Para no alargar demasiado la lista de vicios relacionados a la gula, mencionaremos sólo uno más (y de los más nefastos): el ansia de atraer la atención hacia uno mismo.

En cuanto a la embriaguez, Orígenes destaca la profunda degradación a la que conduce, al afectar cuerpo y alma simultáneamente: «En otros casos puede ocurrir que el espíritu se fortalezca cuando el espíritu se debilite, como dice el Apóstol (cf. 2 Cor 12, 10); y ‘aunque nuestro hombre exterior se corrompa, nuestro hombre interior se renueva’ (cf. 2 Cor 4, 16). Pero en la enfermedad de la embriaguez se deterioran al mismo tiempo el cuerpo y el alma; el espíritu se corrompe junto a la carne. Se debilitan los pies y las manos, se embota la lengua, se oscurece la mirada y el olvido cubre la mente, de modo que el hombre ya no entiende ni siente». 20

En nuestros días este vicio sirve como claro símbolo de la ebriedad ante cosas materiales como el automóvil, el ordenador, el teléfono móvil, Internet y otros aparatos útiles y hasta necesarios pero que, cuando se los emplea sin el control de la virtud de la templanza, contribuyen a aturdir el corazón y volverlo insensible a las realidades sobrenaturales.

Viene al caso una elocuente metáfora del mismo Orígenes para enfatizar cuánta necesidad tenemos de atender a la advertencia del Divino Maestro, en el Evangelio de este domingo: «Imaginemos a un médico sabio y experimentado que entrega prescripciones parecidas a ésta, recomendando por ejemplo: ‘Cuídese de beber en exceso el jugo de tal hierba, porque puede ocasionar una muerte repentina’. No me cabe duda que todos, para preservar su salud, obedecerían dicha advertencia. Ahora bien, es el Médico de las almas y los cuerpos, Nuestro Señor, quien ordena cuidarnos de la hierba de la embriaguez y de la crápula, así como de los negocios mundanos y de las bebidas mortales que hace falta evitar». 21

Por consiguiente, no sólo quien se entrega a vicios degradantes como la gula y la embriaguez termina con el corazón pesado, insensible, incapacitado para elevarse hasta Dios; también le ocurre a quien se llena de preocupaciones excesivas por los bienes terrenos. Otra vez Orígenes ofrece comentarios esclarecedores: «La última advertencia de Jesús apunta en ese momento a tener cuidado con aquellas cosas de la vida que, sin poder considerarlas pecados graves, sino actividades aparentemente indiferentes, obnubilan sin embargo nuestra conciencia en lo referido al inminente regreso del Señor y a la llegada repentina del fin del mundo». 22

Al respecto, San Basilio recomienda: «La curiosidad y las preocupaciones de esta vida, aunque no parezcan perjudiciales, deben evitarse cuando no fomentan el servicio de Dios» 23. Y el docto Tito nos alerta: «Tengan cuidado para que no se oscurezca la luz de vuestra inteligencia, porque las preo-cupaciones de esta vida, la crápula y la embriaguez ahuyentan la paciencia, hacen vacilar la fe y provocan el naufragio». 24

A esto añade Mons. Landrieux: «Poned mucho cuidado en evitar que vuestro corazón se apegue a la tierra a través de los placeres groseros de los sentidos o el goce desenfrenado de los bienes de este mundo, o por cuidar en exceso vuestra situación, todo lo cual os expondría a ser sorprendidos por la muerte súbita: et superveniat in vos repentina dies illa. En cambio, sed vigilantes y orad, sed prudentes, recurrid a los medios sobrenaturales para lograr que la mano de Dios os sostenga en tales pruebas, de manera que podáis permanecer de pie en el día del Juicio: stare ante filium hominis». 25

Vigilancia y oración

«Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán estar de pie ante el Hijo del hombre.»

Los profesores de Salamanca observan que San Lucas no ilustra su relato con parábolas, como los demás sinópticos, sino que trae una simple exhortación general. «En compensación, expresa bien el sentido de esa vigilancia constante en pureza de vida y oración». 26

Estar prevenidos significa estar siempre preparados para el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen, conservando muy abiertos los ojos no sólo del cuerpo, sino sobre todo los del alma, porque son éstos los que pueden indicar la cercanía del Señor. Debemos, pues, vivir en estado de oración continua incluso en el cumplimiento de nuestras tareas habituales; es la única manera de estar preparados para los grandes acontecimientos que predijo Jesús y comparecer «de pie ante el Hijo del hombre», es decir, íntegros, honestos y virtuosos. En suma, en estado de gracia.

Mantener la gracia de Dios en la vida terrena importa mucho más que conservar la salud, el dinero o cualquier otro bien. Debemos esforzarnos para no ofender a Dios, jamás; pero si tenemos la desgracia de caer en pecado, debemos buscar de inmediato el sacramento de la Confesión para reconciliarnos con Él. A esto nos exhorta san Gregorio Magno: «Enmendaos, cambiad vuestras costumbres, venced las tentaciones y castigad con lágrimas los pecados cometidos, porque algún día veréis la llegada del eterno Juez sintiendo tanta más seguridad cuanto más hayáis prevenido su severidad por medio del temor». 27

IV – La «Tercera Venida»

La liturgia del primer domingo de Adviento se orienta por completo a la conmemoración de la primera venida de Nuestro Señor, cumplida con su nacimiento en la gruta de Belén, y a la preparación de la segunda, que tendrá lugar en el fin del mundo para juzgar a la humanidad entera.

Sin embargo, de acuerdo a San Bernardo de Claraval, hay tres venidas de Nuestro Señor: «La primera, cuando vino por su Encarnación; la segunda es cotidiana, cuando viene a cada uno de nosotros por su gracia; y la tercera, cuando venga a juzgar al mundo». 28 El Doctor Melifluo especifica en otro pasaje que este segundo adviento de Cristo es oculto y «solamente los elegidos lo ven en sí mismos, y con ello salvan sus almas». El Señor viene continuamente a nosotros para «nuestro reposo y consuelo». 29

Así pues, a cada momento somos convidados a un encuentro con Jesús. Ocurre sobre todo en la Eucaristía, pero también, por ejemplo, al meditar este primer Evangelio de Adviento, o al escuchar una palabra inspirada de algún ministro de Dios. En realidad, nuestra vida debería girar en torno a una Navidad permanente, iniciada al despertar en la mañana y sin terminar siquiera al dormir en la noche, porque para todo dependemos de la gracia de Dios y debemos estar a la espera continua de su auxilio.

Permanezcamos atentos y aprovechemos estas valiosas invitaciones de la gracia para estar en condiciones de recibir, no con pavor y desesperación, sino con regocijo, al justo Juez que descenderá del Cielo con toda pompa y majestad, y dirá a quienes confiaron en su misericordia y cumplieron sus mandamientos en esta tierra: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25, 34). Quien tenga siempre ante sus ojos esta finalidad, sentirá ánimo redoblado para ejercitar la virtud y presentarse sin miedo al encuentro definitivo con el Señor.

¡Preparémonos, porque Él vendrá cuando menos lo esperemos!

Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, E.P
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1 Prefacio de Adviento, 1.
2 Ídem.
3 BOSSUET – Œuvres choisies. Versailles: Lebel, 1822, p.156.
4 GREGORIO MAGNO, San – Obras de San Gregorio Magno. Madrid: BAC, 1968, p.538.
5 DEHAUT, P. Pierre Auguste Teóphile – L’Évangile expliqué, défendu, médité. París: P. Lethielleux, 1868, vol. 4, p. 405.
6 GARRIDO, Manuel – Iniciación a la Liturgia de la Iglesia. Pelícano, p. 275.
7 LANDRIEUX, Mgr. Maurice – Courtes gloses sur les Evangiles du dimanche. París: G. Beauchesne, 1918, p. 2-3.
8 THIRIET, P. Julien – Explication des Evangiles du dimanche. Hong-Kong : Societé des Missions Étrangères, 1920, p.2.
9 Véase también 1 Tes 5,2; 2 Ped 3,10; Ap 16, 15.
10 CRISÓSTOMO, San Juan – Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 76 y 77.
11 AQUINO, Santo Tomás de – Catena Aurea.
12 THIRIET, op.cit., p.5.
13 Ídem.
14 AGUSTÍN, San – Carta 199, 41-45. In Comentarios de San Agustín. Valladolid: Estudio Agustiniano, 1986, p.52-53.
15 AQUINO, Santo Tomás de – Catena Aurea.
16 THIRIET, op.cit., p.6.
17 LANDRIEUX, op.cit., p.7.
18 Apud ODEN, Thomas C.; JUST, Arthur A. – La Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia. Madrid: Ciudad Nueva, 2000, p.431.
19 CIPRIANO, San – Sobre la mortalidad, 2. Apud ODEN-JUST, op.cit., p. 434.
20 Homilías sobre el Levítico, 7, 1-237. Apud ODEN-JUST, op.cit., p. 434-435.
21 Ídem.
22 Apud ODEN-JUST, op.cit., p. 432.
23 AQUINO, Santo Tomás de – Catena Aurea.
24 Ídem.
25 LANDRIEUX, op.cit., p.8-9.
26 TUYA, o.p., Padre Manuel de – Biblia Comentada. Madrid: BAC, 1964, p. 904.
27 GREGORIO MAGNO, San – op. cit., p.541.
28 THIRIET, op.cit., p.2.
29 BERNARDO DE CLARAVAL, San – Obras Completas de San Bernardo. Madrid: BAC, 1953, p.177.

 

Fuente:: Gaudium Press

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El hombre es el apellido de Dios: El Señor, en efecto, toma el nombre de cada uno de nosotros —seamos santos o pecadores— para convertirlo en el propio apellido. Porque encarnándose, el Señor hizo historia con la humanidad: su alegría fue compartir su vida con nosotros, «y esto hace llorar: tanto amor, tanta ternura».

El apellido de Dios

Con el pensamiento puesto en la Navidad ya cercana, el Papa Francisco comentó, el martes 17 de diciembre, las dos lecturas propuestas por la liturgia de la Palabra, tomadas respectivamente del libro del Génesis (49, 2.8-10) y del Evangelio de san Mateo (1, 1-17). En el día de su septuagésimo séptimo cumpleaños, el Santo Padre presidió como de costumbre la misa matutina en la capilla de Santa Marta. Concelebró, entre otros, el cardenal decano Angelo Sodano, quien le expresó la felicitación de todo el Colegio cardenalicio.

En la homilía, centrada en la presencia de Dios en la historia de la humanidad, el Obispo de Roma señaló en dos términos —herencia y genealogía— la clave para interpretar respectivamente la primera lectura (referida a la profecía de Jacob que reúne a sus hijos y anuncia una descendencia gloriosa para Judá) y el pasaje evangélico que presenta la genealogía de Jesús. Centrándose en especial en esta última, destacó que no se trata de «una lista telefónica», sino de «un tema importante: es toda historia», porque «Dios envió a su Hijo» en medio de los hombres. Y, añadió, «Jesús es consustancial al Padre, Dios; pero también consustancial a la madre, una mujer. Y es esta la consustancialidad de la madre: Dios se hizo historia, Dios quiso hacerse historia. Está con nosotros. Ha hecho camino con nosotros».

Un camino —continuó el Obispo de Roma– iniciado hace tiempo, en el Paraíso, inmediatamente después del pecado original. Desde ese momento, en efecto, el Señor «tuvo esta idea: hacer camino con nosotros». Por ello «llamó a Abrahán, el primero que se nombra en esta lista, en este elenco, y le invitó a caminar. Y Abrahán comenzó ese camino: generó a Isaac, e Isaac a Jacob, y Jacob a Judá». Y así sucesivamente, adelante en la historia de la humanidad. «Dios camina con su pueblo», por lo tanto, porque «no quiso venir a salvarnos sin historia; él quiso hacer historia con nosotros».

Una historia, afirmó el Pontífice, hecha de santidad y de pecado, porque en la lista de la genealogía de Jesús hay santos y pecadores. Entre los primeros, el Papa recordó a «nuestro padre Abrahán» y «David, que tras el pecado se convirtió». Entre los indicados en segundo lugar, «pecadores de alto nivel, que cometieron pecados grandes», pero con quienes Dios igualmente «hizo historia». Pecadores que no supieron responder al proyecto que Dios había imaginado para ellos: como «Salomón, tan grande e inteligente, que acabó como un pobrecillo que no sabía ni siquiera cómo se llamaba». Sin embargo, constató el Papa Francisco, Dios estaba también con él. «Y esto es hermoso: Dios hace historia con nosotros. Es más, cuando Dios quiere decir quién es, dice: yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob».

He aquí por qué ante la pregunta «¿cuál es el apellido de Dios?», según el Papa Francisco es posible responder: «Somos nosotros, cada uno de nosotros. Él toma de nosotros el nombre para hacer de ello su apellido». Y en el ejemplo presentado por el Pontífice no están sólo los padres de nuestra fe, sino también gente común. «Yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, de Pedro, de Marietta, de Armony, de Marisa, de Simone, de todos. De nosotros toma el apellido. El apellido de Dios somos cada uno de nosotros», explicó.

De aquí la constatación que, tomando «el apellido de nuestro nombre, Dios hizo historia con nosotros»; es más, aún más: «dejó que la historia la escribiésemos nosotros». Y nosotros aún hoy seguimos escribiendo «esta historia», que está hecha «de gracia y de pecado», mientras que el Señor no se cansa de venir a nuestro encuentro: «ésta es la humildad de Dios, la paciencia de Dios, el amor de Dios». Por lo demás, también «el libro de la Sabiduría dice que la alegría del Señor está en los hijos del hombre, con nosotros».

He aquí, entonces, que «acercándose la Navidad» al Papa Francisco —como él mismo confesó al concluir su reflexión— se le ocurrió naturalmente pensar: «Si Él hizo su historia con nosotros, si Él tomó de nosotros su apellido, si Él dejó que nosotros escribiésemos su historia», nosotros, de nuestra parte, deberíamos dejar que Dios escriba la nuestra. Porque, aclaró, «la santidad» es precisamente «permitir que el Señor escriba nuestra historia». Y este es el deseo de Navidad que el Pontífice quiso expresar «a todos nosotros». Un deseo que es una invitación a abrir el corazón: «Haz que el Señor escriba tu historia y tú permite que Él la escriba».

Fuente:: News.va

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La muerte del cardenal Ricardo María Carles Gordó

El cardenal Ricardo María Carles Gordó, arzobispo emérito de Barcelona (España), falleció el martes 17 de diciembre, por la mañana, en el hospital de Tortosa donde estaba ingresado desde el 25 de noviembre, al ser afectado por un ictus cerebral. Tenía 87 años: había nacido el 24 de septiembre de 1926, en Valencia. El funeral se celebrará en la catedral de Barcelona el jueves 19 de diciembre, a las 11, presidido por su sucesor, el cardenal Lluís Martínez Sistach, a quien el Papa Francisco envió un mensaje de pésame en el que recuerda la generosa obra pastoral llevada a cabo por el cardenal Ricardo María Carles Gordó.

Fuente:: News.va

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