Vitoria diaconos 2013Este próximo sábado, día 21 de diciembre, a las 12 del mediodía, el Obispo de Vitoria, Mons. Miguel Asurmendi, ordenará tres nuevos diáconos en la Parroquia de San Pedro (Vitoria Gasteiz).

Ellos son David Ruiz, seminarista diocesano – aunque natural de Bilbao – que lleva un largo tiempo realizando diferentes tareas pastorales; Daniel Galindo, madrileño, pasionista desde el año 2005, que después de un año de trabajo pastoral en la selva peruana y su formación en Vitoria afronta la esta ordenación como un paso intermedio; y David Arranz, de 28 años y nacido en Urretxu, que  pertenece también a la congregación de los pasionistas, y que se ordena después de su experiencia pastoral en la República Dominicana y Puerto Rico y la formación recibida en Bilbao y Vitoria.

Fuente:: SIC

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Terrassa Jornadas TransmetLos días 14 y 15 de diciembre la diócesis de Terrassa ha organizado las II Jornadas Transmet, un encuentro de formación y profundización de la fe en el contexto de la nueva evangelización. En esta ocasión ha sido sobre “Cuando el servicio se convierte Buena Nueva”. Y han tratado sobre la acción caritativa y social y la nueva evangelización. Desde las delegaciones episcopales de Cáritas , Apostolado Seglar y Pastoral Universitaria y Cultura, se han coordinado este año las jornadas.

El sábado, a las once de la mañana, tuvo lugar en el Casal Borja de Sant Cugat la inauguración. Asistieron 250 personas. El Obispo de TerrassaMons. Saiz Meneses, recordó en sus palabras el origen y la finalidad de las jornadas, en el contexto actual de nueva evangelización y ante la fuerte crisis económica y de valores que pide una respuesta de Iglesia. Agradeció todo el trabajo que se realiza desde la acción caritativa y social e invitó a reflexionar sobre los retos que el momento presente plantea a la Iglesia.

Seguidamente pronunció la conferencia Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia y Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española, que tuvo por título el propio de las jornadas. Con un tono vibrante y experiencial, remarcó la necesidad de comunión en la Iglesia y puso como ejemplo el fragmento del lavatorio de los pies en la Última Cena  presentando la comunión como el hecho de tener parte con Cristo. Continuó reflexionando sobre la importancia de confesar la fe en el contexto eucarístico. Finalmente abordó lo que significa dar nosotros de comer a los otros, según la invitación de Jesús en el texto evangélico de la multiplicación de los panes. Aquí remarcó varios elementos importantes: tener conciencia del momento presente sin resignarse, dejarse con acompañar por Cristo, conectar con lo más íntimo del corazón humano y ofrecer esperanza, sentirse acogidos por Dios y acoger a los demás, y finalmente trabajar por el desarrollo integral del ser humano.

Por la tarde, y en el mismo Casal Borja , tuvo lugar una mesa redonda que presentó la acción caritativa de la Iglesia a través de experiencias concretas. Ejerció de moderador el Sr. Salvador Obiols, Director General de Cáritas diocesana, e intervinieron D ª. Carmen Borbonès, presidenta de Cáritas Catalunya, Eusebio Argueta, miembro de la Delegación de Pastoral Obrera, Dª. Concepción Cabanes, miembro de Manos Unidas y la Sra. Pilar Taché , Secretaria General de Cáritas diocesana.

A las sies de la tarde tuvo la segunda conferencia que cerraba el trabajo de la jornada. El Sr. Carlos Losada, profesor titular del Departamento de Estrategia y Dirección General de ESADE y antiguo director de ESADE habló sobre “Una economía al servicio de las personas”. Ofreció una visión general del estado de la economía mundial, remarcando las muchas y grandes diferencias que se dan en varios aspectos (crecimiento , infraestructuras, sanidad, educación, contaminación … ), dependiendo del desarrollo económico de las diversas áreas geográficas. Afirmó que la calidad de las instituciones, muy deterioradas hoy, es parte fundamental para un crecimiento económico y por ello es indispensable una fuerte calidad democrática. Invitó a recuperar la convicción en los valores (confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, laboriosidad, cohesión social … ) como palanca para un cambio, es indispensable sentir la cosa pública como cosa de todos. Se tienen que promover criterios económicos que promuevan estos valores y favorezcan las relaciones humanas. Hay también una regeneración de los partidos políticos y las instituciones internacionales que genere una nueva confianza.

El sábado hubo también dos momentos culturales importantes. A la una de la tarde Pere Moliner interpretó “Héroes anónimos: un canto a todos los voluntarios” , ya las diez de la noche en el Monasterio de Sant Cugat tuvo lugar un concierto solidario a beneficio de la Marató de TV 3 , donde se interpretaron fragmentos de El Mesías de Händel y los Pastores a Belén.

El domingo continuaron las jornadas con una mesa redonda en la Fundación Busquets de Terrassa, a las 10:30 horas de la mañana, con testimonios sobre la pobreza como lugar evangelizador. Intervinieron Sor Eduarda Vergara, Visitadora Provincial de las Hijas de la Caridad , y un representante d ela Comunidad del Cenáculo de Fogars , ubicada en Gualba . Moderó la Sra. Núria Gispert , antigua directora de Cáritas Española.

A las 12 del mediodía tuvo lugar la celebración de la Misa en la Catedral de Terrassa, presidida por Mons. Saiz Meneses y celebrada en rito hispanomozárabe, como cierre de las jornadas. El Obispo en la homilía centró su palabra en la liturgia dominical y en la centralidad de la acción caritativa y social de la Iglesia

Fuente:: SIC

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Tarragona Canto de la SibilaEl canto de la Sibila es un drama litúrgico que se acostumbraba a representar a las iglesias de la Edad Media, durante la madrugada de Navidad. Ahora, puede volver a escucharse antes de la Misa del Gallo, a las 23:15 horas, en la catedral de Tarragona.

El concierto busca respetar con la máxima fidelidad las referencias y documentaciones que han quedado. El canto de la sibila será interpretado por la soprano Marta Mathéu, acompañado por el grupo vocal Ensemble O Vos, la Capilla de Minitrers de Tarragona y dirigido por Xavier Pastrana. El músico Josep Mateu interpretará el órgano. Este acto cuenta con la colaboración del Cabildo de la Catedral de Tarragona.

Su origen

El origen del canto de la sibila es incierto. Se trata de una representación musical medieval que mezcla el canto gregoriano y el drama litúrgico. Probablemente se comenzó a cantar a partir del siglo X. Durante la última década se ha recuperado o recreado en la Seo de Urgel, Lérida , Barcelona y Alghero. En el ámbito tarraconense, el musicólogo Higini Inglés describe una serie de manuscritos con música gregoriana y cita los del Archivo Histórico Archidiócesano en el libro La música en Cataluña hasta el siglo XIII. El canto de la sibila disfrutó de una gran popularidad en los Países Catalanes hasta mediados del siglo XVI.

(Arquebistat de Tarragona)

Fuente:: SIC

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Nuestra esperanzaMons. Braulio Rodríguez      ¿Es posible alcanzar la alegría en Navidad? Depende como consideremos el asunto. Si lo que pretendemos es llenar unos días de fiestas en el calendario en curso, como el 24/25 de diciembre, el 31 de diciembre/1 de enero o el 6 de enero, con algunos alicientes para alegrar algo nuestra vida (comida, bebidas, regalos, desenfado…), tal vez logremos una cierta frustración al final de esas fiestas. Y cosecharemos también vacío en el corazón. Si buscamos otra realidad, que nace del Evangelio, entonces debemos cambiar el rumbo de nuestra búsqueda. La alegría llega a nosotros cuando salimos de nosotros mismos, porque sabemos que Alguien nos ha encontrado; para ello es preciso que ese Alguien haya venido y recorrido la distancia entre lo más grande y nuestra pequeñez; la distancia entre nuestras constantes frustraciones y anhelos no logrados y la plenitud que intuimos nos da Él; entre lo inestable de la vida humana y la fortaleza que nace de Dios.

Los cristianos creemos que Dios envió a su Hijo para nuestro desvalimiento, para llenarnos con su gracia, incluso aunque no hubiéramos pecado, de modo que nuestros objetivos como seres humanos se cumplieran. Esto sucedió en el nacimiento de Jesús de Nazaret, de María Virgen, en Belén de Judá hace más o menos 2012 años, en un determinado año de la fundación de la ciudad de Roma, en tiempos de Augusto César, bajo Herodes el Grande. Esa venida fue muy importante, de las cosas más importante que le ha sucedido al mundo en el que estamos; pero fue venida en debilidad, porque el lamado Cristo, cuyas obras y palabras son admirables, se hubieran frustrado tras su muerte y sepultura, pues, como otro hombre cualquiera, su vida no hubiera dejado huellas duraderas, o algunas tan tenues que se hubieran borrado de la memoria de la humanidad.

Pero he aquí que Jesús resucitó y se mostró a sus discípulos –testigos oculares de su resurrección– en su cuerpo glorioso, que vive de otro modo, pero no menos real de lo que vivió en los 30/33 años de su existencia. La muerte ya no tiene dominio sobre Él. Lo cual desencadenó una potencia de vida que el que cree en Él no muere para siempre; la vida de los que son alcanzados por Cristo resucitado cambia de signo, de orientación; sienten su presencia en un encuentro con Él inaudito que, por los llamados sacramentos de Iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) participa en la vida resucitado, del eternamente vivo.

De manera que la posibilidad de ese encuentro abre el futuro a otra venida, ahora definitiva, que cambiará la figura de este mundo que pasa. Y lo que es todavía posible: que su venida, su encuentro conmigo, sea posible a lo largo de mi existencia, como una gracia constante. Ahí radica la posibilidad de una vivencia distinta de la Navidad y, en definitiva, del tiempo y la eternidad. Entonces sí que es posible alegrarse y vivir con sencillez todo lo que la Navidad encierra: la ternura, el bullicio, algunos regalos, el cantar juntos villancicos, desear la buena Navidad, acercarse a aquellos de los que estábamos alejados, y compartir…

Compartir con los más pequeños, los más pobres el amor y cuanto tenemos; también la distinta fortuna o posibilidades de vida y oportunidades, sin humillar. Entonces sí; entonces puedo ver las cosas de otro modo, por ejemplo la economía: «No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso no es equidad (…) Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar» (Papa Francisco, La alegría del Evangelio, nº53). Todo eso lo ha cambiado y lo debe cambiar la venida de Jesucristo. Es una oportunidad que de nuevo tenemos.

X Braulio Rodríguez Plaza

Arzobispo de Toledo

Primado de España

 

Fuente:: Mons. Braulio Rodríguez

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Cartagena Lorca PlanesMons. José Manuel Lorca     Este es el grito del hombre de hoy. Son tantas las carencias y las promesas falsas que le han prometido y que nunca se cumplen, que está harto de esperar y esperar que los mercaderes de sueños le puedan mostrar un signo de verdad en medio de tantas palabras huecas. De tal forma que cuando oye la Palabra de Dios le causa tanta admiración, que despierta en su ser deseos de ver el rostro del Señor, ganas de gritar: ¡ven, Señor, y sálvanos! En las lecturas de este domingo escucharemos como Isaías ya anunciaba que Dios mismo, en persona, se haría presente en medio de nosotros para ofrecernos la salvación y con poder para alejar la pena y la aflicción y ¡esta Palabra está cumplida!

La Palabra nos está llamando a gritos para que participemos de la alegría perpetua y del gozo que nos regala el Señor, de los cánticos de alabanza a Dios y de la libertad que nos regala, ¿no lo estáis viendo? El Papa Francisco, como un nuevo Juan Bautista, ha salido al desierto del mundo diciendo en voz alta que escuchemos la voz de Jesucristo, que estemos atentos a las señales que nos ofrece, que no son humo, sino que nos libra de los pesos muertos que llevamos sobre nuestros hombros que nos impiden caminar: nuestros pecados, todas las tristezas individualistas que brotan del corazón cómodo y avaro, del vacío interior y del aislamiento, que te impide gozar de la alegría de su amor; nos libra el Señor de ser seres resentidos y quejosos, seres sin vida. El Papa Francisco, con voz de profeta, nos dice que renovemos ahora mismo el encuentro personal con Jesucristo, o al menos que tomemos la decisión de dejarnos encontrar por Él, de intentarlo cada día. ¡Dios quiere que saltes de gozo, que no eres una criatura sin nombre, el Creador te ha puesto un precioso nombre, “hijo mío”, así que, si confías en el Señor, puedes esperar bienes de Él, gozo eterno y misericordia!

Benedicto XVI explica con mucha claridad, que la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo. En el Evangelio de esta semana se puede ver como el Señor Jesús es quien nos da verdaderas señales de su presencia entre nosotros: cura nuestras enfermedades, resucita a los muertos, restaura nuestros sentidos y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Esta señal es tan evidente, que la recuerda el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, 48: “La evangelización dirigida gratuitamente a los pobres es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”. 

El Adviento nos sigue preparando al encuentro con el Señor Jesús, Luz del mundo y fuente de alegría. Piensa que tú mismo puedes ser una de esas personas-luz, otra antorcha de alegría para este mundo que vive a oscuras, pero no olvides que la luz verdadera es de Cristo y que tú, sólo la reflejas. Dios os bendiga.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

Fuente:: Mons. José Manuel Lorca

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Mons. Ciriaco BenaventeMons.  Ciriaco Benavente       Seguimos, en el tercer domingo de Adviento, acompañados por Juan el Bautista, al que ahora vemos encarcelado por orden de Herodes en las mazmorras de un viejo castillo engastado en un promontorio rocoso del desierto de Moab.

Probablemente Juan, como muchos de los que escuchaban a Jesús, participaba de algunas de las corrientes mesiánicas  de su tiempo: Tenían metida en la cabeza la idea de un Mesías glorioso, que traería la liberación de la opresión de su pueblo ya, aquí y ahora. Soñaban con un Mesías justiciero, que libraría a Israel de sus enemigos, que vendría empuñando el hacha para cortar todo árbol improductivo, que traería el bieldo en la mano para separar el trigo y aventar la paja.

Parece que las noticias que le llegan a Juan sobre Jesús y su manera de actuar le desconciertan, o desconciertan al menos a sus discípulos. ¿No se habrá equivocado? Porque resulta que el Mesías a cuyo anuncio él se había entregado en cuerpo y alma no se impone por la fuerza, no arrasa con poder, no cuenta con otra fuerza que la de su amor, vive rodeado de gente pobre y sencilla. A la oscuridad de la mazmorra se suma otra oscuridad en el alma del  Bautista.

Sabe Juan que lo más probable es que no salgo vivo de aquella cárcel. Frente a la propia muerte es normal que una persona se pregunte qué sentido ha tenido su vida. Las situaciones extremas suscitan siempre preguntas radicales, que Juan, hombre de coherencias, no elude. Por eso, envía a sus discípulos  a Jesús con la pregunta que lacera su alma. “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. La confianza en Dios no está exenta de momentos de crisis.

Es una buena pregunta para el creyente y para el no creyente, para el hombre del siglo XXI, para todo hombre que, por muy grande y autosuficiente que se crea, si se toma en serio, no debe eludir. Dios nos desconcierta siempre que esperamos que responda a la imagen que nos formamos de él: ¿Por qué no libra a los que están encarcelados por su causa? ¿Por qué la palabra profética es silenciada por alguien tan estúpido como Herodes? ¿Por qué Dios calla cuando tantos le acusan? ¿Por qué tanto mal, tanto sufrimiento y tanta muerte en su creación?

Jesús les respondió: ´Id a decir a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Nueva”. Jesús no responde directamente a la cuestión. No dice que “Él es el que tenía que venir”. Provoca a que sea Juan mismo quien encuentre la respuesta. Remite a la Sagrada Escritura, a unos pasajes de Isaías, que indican qué mesianismo es el suyo: Un mesianismo que no se manifiesta en gestos triunfalistas y justicieros, sino por la cercanía y compasión hacia los desfavorecidos y los que sufren: ciegos, cojos, sordos, leprosos… El sentido profundo de su acción se descubre sobre todo en los dos últimos enunciados: los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. El verdadero signo de que el Reino de Dios está ahí, de que ha comenzado, es que la fuerza del Dios que es amor ha irrumpido en el mundo. La respuesta de Jesús a Juan Bautista se convierte para cada cristiano y para la Iglesia en una inquietante pregunta: ¿Seguimos ofreciendo los signos de Jesús?

Al marcharse los discípulos de Juan, Jesús hizo de éste el mayor elogio que la Sagrada Escritura ha hecho de nadie. Pero, paradójicamente, Juan, al que veíamos el domingo pasado a la orilla del Jordán, invitando a la gente a convertirse, es invitado él mismo a dar un paso más hondo en su fe, a creer en Dios incluso en su cautividad, a aceptar no su liberación por un Dios omnipotente, sino la propia muerte, convirtiéndose así en el anunciador también de la muerte de Jesús.

Es una buena lección también para nosotros, que en la próxima Navidad seremos provocados a reconocer a nuestro Salvador en alguien tan inerme y tan débil como un recién nacido, acostado en un pesebre. Pero esto, ¿no es algo absurdo, insensato, escandaloso? ¡Claro que lo es! ¿Quién puede imaginar un Dios, un Salvador así? Las palabras que cierran este episodio de la vida de Jesús también son desconcertantes: “Dichoso aquel que no se escandalice de mi”.

+ Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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El silencio, regalo de DiosMons. Juan José Omella      Dios se hizo hombre en el silencio de una noche. “Un silencio sereno lo envolvía todo y, al mediar la noche su carrera, tu palabra poderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos” . La noche, en su silencio, es tiempo de salvación.

He observado que en muchas de nuestras iglesias han puesto, en sitio destacado, la siguiente advertencia: “Para hablar con Dios no necesitas el móvil”. Y es muy cierto. Como también es cierto que nos ha tocado vivir un tiempo en el que predomina el ruido, la algarabía, las voces, el griterío, el alboroto. Los aficionados al campo sabemos que Dios está en todas partes, pero su presencia destaca en el silencio de un valle, a la vera de un río, en el murmullo de una playa.

Pero donde Dios está de forma muy singular es en el templo y en el corazón. Nuestros mayores han definido – con una precisión que nace de la verdad y del afecto – el templo, la iglesia, como “la casa de Dios”, el lugar donde Dios vive. Y, asimismo, el pueblo cristiano ha descrito nuestros cuerpos, siguiendo a san Pablo y a la mejor tradición de la Iglesia, como verdaderos “templos de Dios, templos del Espíritu Santo” .

¿En qué hemos convertido nuestro cuerpo? Y ¿en qué hemos convertido algunos de nuestros templos? En una época como la nuestra, en la que predomina el culto al propio cuerpo a menudo fuera de todo sentido, ¿podemos decir que tratamos a nuestro propio cuerpo como un templo del Espíritu Santo? No podemos olvidar que esta realidad teologal no es algo que se queda en un puro plano teórico. ¡No! Las exigencias ascéticas – esta es la palabra adecuada – son evidentes. Voy a recordaros lo que nos dice san Lucas a propósito de María, y como resumen de su actitud ante los hechos de la infancia de su Hijo. Dice textualmente que “su madre conservaba todo esto en su corazón, en tanto que Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” . Quiere decir que María, no solamente se mostró como una mujer reflexiva, se mostró, sobre todo, como una mujer dada a la contemplación, a rumiar en su interior y a buscar el perfil sobrenatural y último de cada uno de los acontecimientos que marcaron su vida. De ellos, no cabe duda, el mayor y más importante fue el dar a luz al Dios hecho hombre. Y lo más excelente de su yo, de su ser, lo evidenció en ese dar vueltas en su corazón a lo que Dios le había puesto delante. Esto no podía ser factible si no es en un contexto de silencio, de meditación, de presencia de Dios.

El silencio, en nuestro yo, en nuestro entorno, nos ayudará a vivir la presencia de Dios – ¡estoy siempre delante de Dios! -, la acción de Dios en nosotros. ¡Qué impresión tan estupenda nos produjo a todos los que, ya hace un tiempo, tuvimos la oportunidad de visionar la película titulada “El gran silencio”! No se trata del silencio por el silencio. Así planteado sería una realidad estéril. Se trata del silencio como medio para llegar a Dios, para encontrarnos con nosotros mismos, para encontrar la paz.

Vuelvo ahora a la consideración del templo como casa de Dios. Nuestras iglesias en La Rioja han sido siempre objeto de un desvelo entrañable en su cuidado, en su conservación y en su mejora, por parte del pueblo cristiano. En muchos casos son un verdadero tesoro por su calidad artística e histórica. Todos ellos son dignos de la más sabrosa contemplación estética. Pero no han sido hechos y mantenidos solamente y principalmente para eso. Fueron construidos con mucho esfuerzo para dar culto y alabanza a Dios, a su Madre Santísima y a los santos patronos y protectores. Para tratar a Dios. Para orar.

La oración, personal y comunitaria, requiere un contexto de silencio. Y me duele enormemente descubrir que eso no es siempre realidad en muchos de nuestros templos. Por mor de decir que es la casa de todos y que allí tenemos que expresar la fraternidad no solo hemos convertido nuestras iglesias en una plaza pública llenada de conversaciones y griterío, sino que impedimos que otros puedan orar. ¿No está el pórtico y la plaza delante de la Iglesia para saludarse, intercambiar noticias y poder tener una charreta fraterna?

Pongamos todos gran empeño en respetar el lugar sagrado que es el templo y hagamos lo posible para que sea un lugar de silencio y oración. “Que mi silencio, Señor, dé lugar a tu Palabra”, decía bellamente san Juan Crisóstomo. Ese respeto nos ayudará también, estoy seguro de ello, a saber respetar los templos que son cada uno de los hermanos, especialmente los más pobres, y a saber escucharles con atención porque la mejor ayuda que podemos prestarles es, ciertamente, el que se sepan escuchados y respetados en sus derechos.
Con mi afecto y bendición,

+ Juan José Omella Omella,
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Fuente:: Mons. Juan José Omella

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garcia_burilloMons. Jesús García Burillo      Queridos diocesanos:

En nuestro camino hacia el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús y porque hemos festejado ayer a nuestro querido san Juan de la Cruz, me gustaría que reflexionáramos brevemente sobre la relación personal que tuvieron estos dos grandes místicos abulenses.

Dos castellanos universales, maestros del espíritu, doctores de la Iglesia. Con sus testimonios y escritos muestran el camino que conduce a la santidad: la experiencia de Dios. Teresa de Jesús y Juan de la Cruz compartieron la hermosa y sacrificada misión de renovar, desde la radicalidad de su carisma, no sólo la
Orden del Carmen ofreciendo un nuevo camino en la vida religiosa, sino también un nuevo horizonte evangelizador para la Iglesia universal. Teresa como fundadora, y Juan como colaborador fiel y primera piedra en la rama masculina.

Teresa de Jesús y Juan de la Cruz se encontraron por primera vez en Medina del Campo, en 1567. Juan había ingresado en la Orden del Carmen en Medina, en 1563, tenía 21 años, y profesó en el verano del año siguiente. De Medina pasó a Salamanca para estudiar filosofía y teología(entre 1564 y 1568). Pero el verano de 1567, su encuentro con Teresa cambiaría el horizonte del camino de ambos.

En aquella entrevista Teresa de Jesús, que ya tenía permiso del Padre General de la Orden para dar comienzo a la reforma de los frailes, disuade a fray Juan de pasarse a la cartuja y lo gana para la causa de la reforma. Fray Juan de Santo Matía (así se llamaba entre los carmelitas calzados) le promete que abrazará el
género de vida que la Santa le propone.

Un segundo encuentro entre los dos se da en Valladolid. Al terminar el curso de teología en Salamanca, fray Juan vuelve a Medina y desde allí se traslada a Valladolid, donde la Santa le informa bien del modo de vida de ladescalzez, a la que va a dar comienzo. A primeros de septiembre de 1568, sale de Valladolid y va a Duruelo, para preparar en una pobre casa, «portalito de Belén» -lo llama Teresa-, el futuro del primer convento. Así, Duruelo será el primer convento de la reforma masculina.

La nueva vida del Carmelo masculino comienza en aquel lugar el 28 de noviembre de 1568. Allí cambió su nombre por el de Juan de la Cruz. Fray Juan se entrega en aquella soledad a la oración, la contemplación y al apostolado por los pueblos de la comarca. Como primer compañero de camino tiene a fray Antonio. Teresa, que los visita en la cuaresma de 1569, da fe y se alegra enormemente de aquel apostolado entre los humildes y los pobres.

Entre 1572 y 1577, a requerimiento de la Santa y por orden del comisario Pedro Fernández, Juan se estableció en Ávila para llevar la dirección espiritual del monasterio de la Encarnación, de la que Teresa era priora. El encuentro espiritual entre los dos, habido durante este periodo de tiempo, alcanza una de las cumbres místicas más importantes de la historia de la Iglesia.

En sus muchos escritos, ambos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, se manifestaron una gran estima recíproca. Dos menciones explícitas de Juan denotan su relación de calidez: en vida, para él Teresa era “nuestra maestra” (Ct 6.7.1581) y, ya difunta, añade el calificativo de “bienaventurada”. Comentando la gracia mística de la trasverberación, en claro paralelismo con la de Teresa, asegura Juan de la Cruz que son pocas las almas que llegan a tanto, «mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza» (Lib 2,12).

Por su parte, Teresa tiene una amplia y gozosa letanía de elogios a fray Juan; decía la Santa: «Aunque es chico, entiendo es grande a los ojos de Dios»; «Tiene harta oración y buen entendimiento»; «Un hombre celestial y divino»; «Todos le tienen por santo»; además, cuando alude a él en su correspondencia no necesita otras aclaraciones: “santo” es como el apellido de fray Juan.

Queridos diocesanos, esta estima mutua entre Teresa de Jesús y Juan de la Cruz es la propia de los amigos de Cristo, que saben valorarse justamente desde su relación con el Maestro, con Aquel que sabemos nos ama. Todos los santos están “conectados” interiormente por la sabia y la fuerza del Espíritu de Cristo y por el celo apostólico; es lo que llamamos en el Credo “la comunión de los santos”. Esa llama de amor viva que animaba la vida y el camino de Juan de la Cruz es la misma que atraviesa el corazón de santa Teresa y la impulsa a la
misión. Es la llama que se enciende en la amistad con Cristo, la llama de la fe que crece y fortalece el corazón y la vida del creyente para poder ser testigo valiente de Cristo y un agente activo de evangelización. Seguir su camino nos llenará de luz, de belleza y de energía interior.

Con mi afecto y bendición,

+ Jesús García Burillo,

Obispo de Ávila

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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garcia_burilloMons. Jesús García Burillo      Queridos diocesanos:

En nuestro camino hacia el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús y porque hemos festejado ayer a nuestro querido san Juan de la Cruz, me gustaría que reflexionáramos brevemente sobre la relación personal que tuvieron estos dos grandes místicos abulenses.

Dos castellanos universales, maestros del espíritu, doctores de la Iglesia. Con sus testimonios y escritos muestran el camino que conduce a la santidad: la experiencia de Dios. Teresa de Jesús y Juan de la Cruz compartieron la hermosa y sacrificada misión de renovar, desde la radicalidad de su carisma, no sólo la
Orden del Carmen ofreciendo un nuevo camino en la vida religiosa, sino también un nuevo horizonte evangelizador para la Iglesia universal. Teresa como fundadora, y Juan como colaborador fiel y primera piedra en la rama masculina.

Teresa de Jesús y Juan de la Cruz se encontraron por primera vez en Medina del Campo, en 1567. Juan había ingresado en la Orden del Carmen en Medina, en 1563, tenía 21 años, y profesó en el verano del año siguiente. De Medina pasó a Salamanca para estudiar filosofía y teología(entre 1564 y 1568). Pero el verano de 1567, su encuentro con Teresa cambiaría el horizonte del camino de ambos.

En aquella entrevista Teresa de Jesús, que ya tenía permiso del Padre General de la Orden para dar comienzo a la reforma de los frailes, disuade a fray Juan de pasarse a la cartuja y lo gana para la causa de la reforma. Fray Juan de Santo Matía (así se llamaba entre los carmelitas calzados) le promete que abrazará el
género de vida que la Santa le propone.

Un segundo encuentro entre los dos se da en Valladolid. Al terminar el curso de teología en Salamanca, fray Juan vuelve a Medina y desde allí se traslada a Valladolid, donde la Santa le informa bien del modo de vida de ladescalzez, a la que va a dar comienzo. A primeros de septiembre de 1568, sale de Valladolid y va a Duruelo, para preparar en una pobre casa, «portalito de Belén» -lo llama Teresa-, el futuro del primer convento. Así, Duruelo será el primer convento de la reforma masculina.

La nueva vida del Carmelo masculino comienza en aquel lugar el 28 de noviembre de 1568. Allí cambió su nombre por el de Juan de la Cruz. Fray Juan se entrega en aquella soledad a la oración, la contemplación y al apostolado por los pueblos de la comarca. Como primer compañero de camino tiene a fray Antonio. Teresa, que los visita en la cuaresma de 1569, da fe y se alegra enormemente de aquel apostolado entre los humildes y los pobres.

Entre 1572 y 1577, a requerimiento de la Santa y por orden del comisario Pedro Fernández, Juan se estableció en Ávila para llevar la dirección espiritual del monasterio de la Encarnación, de la que Teresa era priora. El encuentro espiritual entre los dos, habido durante este periodo de tiempo, alcanza una de las cumbres místicas más importantes de la historia de la Iglesia.

En sus muchos escritos, ambos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, se manifestaron una gran estima recíproca. Dos menciones explícitas de Juan denotan su relación de calidez: en vida, para él Teresa era “nuestra maestra” (Ct 6.7.1581) y, ya difunta, añade el calificativo de “bienaventurada”. Comentando la gracia mística de la trasverberación, en claro paralelismo con la de Teresa, asegura Juan de la Cruz que son pocas las almas que llegan a tanto, «mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza» (Lib 2,12).

Por su parte, Teresa tiene una amplia y gozosa letanía de elogios a fray Juan; decía la Santa: «Aunque es chico, entiendo es grande a los ojos de Dios»; «Tiene harta oración y buen entendimiento»; «Un hombre celestial y divino»; «Todos le tienen por santo»; además, cuando alude a él en su correspondencia no necesita otras aclaraciones: “santo” es como el apellido de fray Juan.

Queridos diocesanos, esta estima mutua entre Teresa de Jesús y Juan de la Cruz es la propia de los amigos de Cristo, que saben valorarse justamente desde su relación con el Maestro, con Aquel que sabemos nos ama. Todos los santos están “conectados” interiormente por la sabia y la fuerza del Espíritu de Cristo y por el celo apostólico; es lo que llamamos en el Credo “la comunión de los santos”. Esa llama de amor viva que animaba la vida y el camino de Juan de la Cruz es la misma que atraviesa el corazón de santa Teresa y la impulsa a la
misión. Es la llama que se enciende en la amistad con Cristo, la llama de la fe que crece y fortalece el corazón y la vida del creyente para poder ser testigo valiente de Cristo y un agente activo de evangelización. Seguir su camino nos llenará de luz, de belleza y de energía interior.

Con mi afecto y bendición,

+ Jesús García Burillo,

Obispo de Ávila

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) presenta un nuevo volúmen de las Obras Completas de Joseph Ratzinger en un acto que se celebrará en el Aula Pablo Domínguez de la Universidad Eclesiástica San Dámaso el próximo martes 17 de diciembre a las 20 h.

Fuente::

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