Ciudad del Vaticano (Jueves, 12-12-2013, Gaudium Press) Un poco de silencio nos hará bien para reflexionar el tiempo de Adviento. Fue lo que dijo el Papa Francisco, durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, este jueves 12.

Nuevamente, tomando como base la lectura del Libro del Profeta Isaías, el Santo Padre destacó que debemos escuchar lo que el Señor viene a decirnos, pues Él habla de la misma forma como un padre o una madre para con sus hijos.

Santa Marta.jpg

«Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llora, y entonces, el padre va hasta él y dice: ‘no temas, no temas, yo estoy aquí’. Así nos habla el Señor».

Según el Papa, cuando vemos un padre y una madre que hablan con sus hijos, a través de gestos y voces similares al de un niño, observamos que «el amor del padre y de la madre tiene necesidad de aproximarse y de bajarse al mundo del niño».

Dios, conforme explicó el Pontífice, es como una brisa suave, o un «hilo sonoro de silencio», pues Él se acerca a nosotros con aquella sonoridad del silencio, propia del amor, así como una música que debemos oír durante nuestra preparación para la Navidad.

«Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho ruido. Un poco de silencio nos hace bien para escuchar estas palabras de amor, de proximidad y de ternura». (LMI)

 

Fuente:: Gaudium Press

Leer más http://es.gaudiumpress.org/content/53921

Santo Domingo – República Dominicana (Viernes, 13-12-2013,Gaudium Press) Los usuarios de aparatos celulares en la República Dominicana contarán con un servicio especial para la Navidad. Eso porque la empresa Claro, a través del Portal Ideas Claro, ofrecerá a sus clientes la posibilidad de descargar en sus celulares imágenes y vídeos sobre el acontecimiento del Niño Jesús.

Mo Catolico.jpg

El servicio, que es ofrecido con la intención de ayudar a los fieles a profundizar durante estos días sobre el Misterio del Nacimiento del Salvador, ofrecer imágenes con temas relacionados al significado de la Navidad, del pesebre, de la espera en Belén, de Nuestra Señora Madre del Redentor, entre otros.

La empresa pretende también enviar mensajes de texto con oraciones, el Evangelio del Día, el Santo del día y la Bendición del Papa.

Para descargar el contenido se debe acceder directamente del celular al site: http://wap.ideasclaro.com.do. (EPC)

Con informaciones de la ACI.

 

Fuente:: Gaudium Press

Leer más http://es.gaudiumpress.org/content/53922

Arzobispado de Santiago elabora mapas geo-referenciales de sus parroquias para identificar «zonas de oportunidad», en Chile

Santiago (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) «Caracterización de Territorios Parroquiales e Identificación de Zonas de Oportunidad» se llama el proyecto realizado por el Departamento Gestión de Ingresos 1% del Arzobispado de Santiago en conjunto con la empresa consultora GFK-Adimark.

Una lámina con una descripción general, datos poblacionales y presencia católica de cada una de las 213 jurisdicciones parroquiales del Arzobispado es el resultado de 9 meses de trabajo conjunto, y que pretende contribuir a los sacerdotes en su labor particular.

1.jpg

El objetivo del proyecto es aportar a los párrocos un mapa que les permitirá tener una visión total de la jurisdicción parroquial en cuanto a cantidad de hogares, perfil socio cultural de los vecinos, presencia de colegios católicos y otros datos, en una sola página.

La coordinación del proyecto lo realizó la encargada del Área de estudios del Departamento del 1%, María Jesús Silva, quien indicó que durante las últimas semanas se han distribuido los mapas a los sacerdotes -por medio del vicario zonal- y que en este momento se está ejecutando la etapa de corrección y la incorporación de nuevos antecedentes.

Hasta el viernes 13 de diciembre se esperan las modificaciones y observaciones al plano, a fin de perfeccionar esta herramienta al servicio de la comunidad y del Evangelio.

Con información del departamento de comunicaciones del Arzobispado de Santiago

 

Fuente:: Gaudium Press

Leer más http://es.gaudiumpress.org/content/53915

Fran-Otero-GEl periodista Francisco Javier Otero Fandiño ha recogido esta tarde el VI Premio Juan Pablo II de Comunicación que otorga la Fundación Crónica Blanca. D. José María Gil Tamayo, Secretario de la Conferencia Episcopal Española y periodista, ha sido el encargado de entregar este reconocimiento que reconoce en los profesionales de la comunicación que lo reciben los valores del comunicador social promovidos por el Beato Juan Pablo II en su rico magisterio, valores en torno a una vocación y una misión basada en el servicio, tal y como les indicó a los periodistas en su primera visita a España: “con vuestro trabajo servís y debéis servir la causa del hombre en su integridad: en su cuerpo, en su espíritu, en su necesidad de honesto esparcimiento, de alimento cultural y religioso, de correcto criterio moral para su vida individual y social (…) Así, desde una dimensión antropológica no reductiva, se podrá ofrecer un servicio de comunicación que responda a la verdad profunda del hombre”.

En las ediciones anteriores este Premio le fue otorgado a Javier Nieves (Cadena 100), en 2008; Juan Pablo Colmenarejo (entonces en Onda Cero), en 2009; Mariló Montero (TVE), en 2010; Ángel Gómez Fuentes (Corresponsal TVE), en 2011; y Ricardo Benjumea (Alfa y Omega), en 2012.

Fran Otero Fandiño es natural de Marín (Pontevedra). Tiene 29 años. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, y ha desarrollado su labor fundamentalmente en el ámbito de la prensa escrita en las especializaciones de periodismo religioso y periodismo social. Tras pasar por el Faro de Vigo, decano de la prensa española, formó parte del equipo de La Gaceta de los Negocios en un proyecto de convertirlo en un diario generalista. Bajo la dirección del periodista Fernando Rayón, trabajó en la puesta en marcha de la sección diaria de información religiosa.

Posteriormente, fue reclamado por Europa Press para ocupar la plaza de responsable de la información religiosa de dicha agencia, en la que también desempeñó otros cargos, como el de corresponsal de asuntos sociales en el Congreso de los Diputados. Fue colaborador del programa Es domingo de la Cadena Cope, dirigido por Manuel María Bru.

En la actualidad es redactor de la revista Vida Nueva, dirigida por Juan Rubio, donde se encarga fundamentalmente de la información de la Iglesia en España. Es miembro de Crónica Blanca y profesor del Máster de Periodismo Social de la Universidad CEU San Pablo.

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/12/12/francisco-j-otero-fandino-recoge-el-vi-premio-juan-pablo-ii-de-comunicacion/

El Papa en Santa Marta: hacia la Navidad en silencio, para descubrir la ternura de Dios
(RV).-Preparándonos para la Navidad nos hará bien guardar un poco de silencio para escuchar a Dios que nos habla con la ternura de un padre y de una madre : esto es en resumen lo que dijo hoy el Papa Francisco, presidiendo la celebración eucarística en la Casa de Santa Marta en este segundo jueves de Adviento.
Inspirado por la lectura del libro del profeta Isaías, el Santo Padre subrayó no tanto “lo que dice el Señor”, sino “cómo lo dice”. Dios nos habla como lo hacen un papá y una mamá con su hijo:
Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando … el papá va y le dice no tengas miedo, no tengas miedo , Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel’ . El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca … Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse, uso esta palabra: empequeñecerse precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor”.
Los teólogos griegos – recordó el Obispo de Roma – explicaban esta actitud de Dios con “una palabra muy difícil: la synkatábis”, o sea “la condescendencia de Dios que desciende para hacerse como uno de nosotros”:
Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ‘¡Mi amor, mi juguete …’ , y todas esas cosas. El Señor dice: ‘Gusanito de Jacob’, ‘ eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho’. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos”.
Dios – explicó Francisco citando el encuentro de Elías con el Señor – es como “la brisa suave”, o – como dice el texto original – “un hilo sonoro de silencio”: así “el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo”. Y “se hace pequeño para hacerme fuerte”; Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir”:
Esta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura …’¡Eres un gusano, pero te amo tanto!’. Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que, como dice el prefacio, estamos en espera, vigilantes”. (RC-RV)

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/se-hace-pequeno-para-hacerme-fuerte-va-hacia-a-la

El Papa en Santa Marta: hacia la Navidad en silencio, para descubrir la ternura de Dios
(RV).-Preparándonos para la Navidad nos hará bien guardar un poco de silencio para escuchar a Dios que nos habla con la ternura de un padre y de una madre : esto es en resumen lo que dijo hoy el Papa Francisco, presidiendo la celebración eucarística en la Casa de Santa Marta en este segundo jueves de Adviento.
Inspirado por la lectura del libro del profeta Isaías, el Santo Padre subrayó no tanto “lo que dice el Señor”, sino “cómo lo dice”. Dios nos habla como lo hacen un papá y una mamá con su hijo:
Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando … el papá va y le dice no tengas miedo, no tengas miedo , Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel’ . El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca … Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse, uso esta palabra: empequeñecerse precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor”.
Los teólogos griegos – recordó el Obispo de Roma – explicaban esta actitud de Dios con “una palabra muy difícil: la synkatábis”, o sea “la condescendencia de Dios que desciende para hacerse como uno de nosotros”:
Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ‘¡Mi amor, mi juguete …’ , y todas esas cosas. El Señor dice: ‘Gusanito de Jacob’, ‘ eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho’. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos”.
Dios – explicó Francisco citando el encuentro de Elías con el Señor – es como “la brisa suave”, o – como dice el texto original – “un hilo sonoro de silencio”: así “el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo”. Y “se hace pequeño para hacerme fuerte”; Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir”:
Esta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura …’¡Eres un gusano, pero te amo tanto!’. Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que, como dice el prefacio, estamos en espera, vigilantes”. (RC-RV)

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/se-hace-pequeno-para-hacerme-fuerte-va-hacia-a-la

Ciudad del Vaticano, 11 diciembre 2013 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre para la la 47 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra todos los años el 1 de enero y cuyo tema es “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”.
 
El Padre Federico Lombardi S.I. Director de la Oficina de Prensa, ha leído el texto de introducción al documento escrito por el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, que se encuentra todavía en Johannesburg (Sudáfrica) como enviado especial del Santo Padre en la conmemoración y las exequias de Nelson Mandela. También han intervenido el arzobispo Mario Toso, S.D.B.,y Vittorio Alberti, respectivamente Secretario y Oficial del mismo dicasterio.
 
La fraternidad -escribe el purpurado- es una cualidad humana esencial , porque somos seres relacionales. Pero eso no hace que sea automática. En nuestro tiempo , como el Papa emérito Benedicto XVI ha señalado, la globalización nos acerca pero no nos hermana. La fraternidad ha sido ignorada o pisoteada en maneras infinitas a través de la historia e incluso hoy en día , como el mensaje de Año Nuevo deja muy claro”.
 
En ámbito bíblico el primer crimen fue un fratricidio . Cada toma de una vida inocente – llámese aborto, asesinato, o eutanasia; llámese delincuencia o hambre o guerra – es, de hecho, un fratricidio ¿Cómo podemos dejar de reconocer que somos hermanos y hermanas , ya que todos tenemos un mismo Padre? ¿Cómo podemos dejar de reconocer que Jesucristo, el Hijo de Dios, es nuestro hermano ? Por su Cruz y Resurrección, reparó una humanidad rota y continuamente ofrece a todos la promesa de la salvación”.
 
En este mensaje el Santo Padre se pregunta por qué existe tal déficit de fraternidad en el mundo actual: ¿El egoísmo nos ciega a nuestra fraternidad fundamental? ¿El miedo y la competitividad han envenenado nuestra incomparable dignidad como hijos e hijas de Dios y ,por lo tanto, hermanos y hermanas entre sí ?”.
 
Pasando a analizar la fraternidad según el Mensaje del Papa, el cardenal Turkson, observa que Francisco cita a sus recientes predecesores para ampliar el significado y la relevancia de la fraternidad como fundamento y camino hacia la paz .Por ejemplo, Pablo VI hizo hincapié en el desarrollo integral, el beato Juan Pablo II llamó a la paz un bien común indivisible: o es de todos, o no lo es para ninguno y Benedicto XVI identificó la fraternidad como un requisito previo para la lucha contra la pobreza.
 
Tres días después de su elección, el Papa Francisco explicaba a los medios de comunicación porqué había elegido ese nombre: “Para mí -dijo entonces- Francisco de Asís, es el hombre de la pobreza , el hombre de la paz , el hombre que ama y protege la creación” y en su primer mensaje de Año Nuevo, el Santo Padre “habla de los pobres, de la paz, y de la creación , bajo el título inclusivo y significativo de fraternidad”.
 
Así, en los capítulos quinto y sexto el Mensaje, trata de cómo la economía puede aportar recursos concretos contra la pobreza y se afirma que las relaciones fraternales pueden expresarse en políticas sociales, en un estilo de vida más sobrio y , a nivel macro en “un replanteamiento oportuno de nuestros modelos de desarrollo económico» .
 
En el séptimo y el octavo se apuntan directrices para reducir y eliminar las guerras de todo tipo, así como la corrupción y el crimen organizado. La fraternidad vence la indiferencia con la que observamos las muchas guerras a una distancia segura y la tendencia a deshumanizar y demonizar al enemigo. Motiva la dura labor necesaria para alcanzar la no proliferación y el desarme, tanto de armas nucleares como químicas , no convencionales y no tripuladas, así como de armas de pequeño calibre. También se recuerda que, en ámbito social, la fraternidad se resiste a la corrupción, al crimen organizado y al tráfico de drogas , a la esclavitud , a la trata de personas y la prostitución, y a aquellas formas de «guerra» económica y financiera que destruyen vidas, familias y empresas.
 
El capítulo noveno plantea la necesidad urgente de preservar y cultivar la naturaleza como nuestro hogar terrenal y la fuente de todos los bienes materiales , ahora y para las generaciones futuras. En espíritu de fraternidad, tenemos que aprender cómo tratar el ambiente natural como un regalo de nuestro Creador, para disfrutarlo en común, con agradecimiento y justicia.
 
El cardenal concluye recordando la figura del “gran Nelson Mandela”, que durante los largos años de prisión resistió a la tentación de buscar venganza y salió de la cárcel con el mensaje supremo de la reconciliación. “Para conseguirla, la triste verdad del pasado tenía que ser descubierta y aceptada . Sólo sobre la base de la verdad y la reconciliación la mayoría de los sudafricanos podrían aspirar a una vida mejor. Con su ejemplo y liderazgo , Nelson Mandela facilitó la conversión de los corazones alejándolos del fratricidio. El Papa Francisco persigue día tras día la conversión de las mentes y los corazones…La fraternidad necesita ser descubierta, sentida, anunciada y testimoniada a través del amor . Otorgada como un regalo, solo el amor de Dios nos capacita para aceptar nuestra fraternidad y expresarla cada vez más plenamente”.
 
Mientras nos preparamos para celebrar la Navidad intercambiando regalos entre amigos y parientes estaría bien hacer una pausa, como Jesús sugiere, cuando dice: “Si te acuerdas que tu hermano o hermana tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete; primero reconciliate con tu hermano o hermana, y después ven y presenta tu ofrenda «. Hoy los pobres, los excluidos, los que sufren en nuestras ciudades, en nuestros países, en nuestro mundo, tienen «algo en contra de nosotros» . Lo que tienen “en contra de nosotros » es nuestra falta de respeto por aquello que más profundamente son y somos: hermanos y hermanas”.
 

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/presentacion-del-mensaje-del-papa-la-fraternidad-v

(RV).- (con audio) Firme condena contra la trata de personas, el Papa apela a la comunidad internacional y a las personas de buena voluntad Además de su profunda repulsa y preocupación por el tráfico de seres humanos, que es «una vergüenza y un crimen contra la humanidad», Francisco dirigió un llamamiento a todos, a los creyentes y no creyentes, a los responsables de la sociedad y de las naciones para aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas. Con su cordial bienvenida a 17 nuevos embajadores ante la Santa Sede, después de dirigir su primer pensamiento a la comunidad internacional, a las múltiples iniciativas que se llevan adelante para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas, económicas, y para socorrer a las poblaciones probadas por diferentes dificultades, el Papa afrontó el tema la trata de seres humanos, crimen que le preocupa mucho, recordando que los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo en los más necesitados
«Hoy deseo afrontar con ustedes un tema que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: la trata de seres humanos. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: a mujeres y muchachas, niños y niñas, discapacitados, a los más pobres, a los que provienen de situaciones de desintegración familiar y social. En ellos, de manera especial, los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados. Otros, que no se refieren a una fe religiosa, en nombre de la común humanidad, comparten la compasión por su sufrimiento, con el compromiso de liberarlos y de aliviar sus heridas».
«La trata de personas es un crimen contra la humanidad», reiteró el Papa Bergoglio, señalando que podemos y debemos aunar esfuerzos para derrotar semejante vergüenza:

«Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del trabajo forzoso – trabajo esclavo – la trata de personas con fines de mano de obra y explotación sexual. Todo esto no puede continuar: es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, así como una derrota para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, que se profesen religiosas o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos más de una vez, con diferentes propósitos, y, finalmente, asesinados, o de todas maneras, dañados en el cuerpo y la mente, para acabar siendo desechados y abandonados. Es una vergüenza. La trata de personas es un crimen contra la humanidad».
Tras recordar que debemos unir fuerzas para liberar a las víctimas y detener este crimen cada vez más agresivo, que amenaza, además de los individuos, los valores y cimientos de la sociedad y también la seguridad y la justicia internacionales, así como la economía, la estructura familiar y la misma vida social, el Santo Padre destacó la importancia de la responsabilidad y de la urgencia de medidas concertadas, así como de un profundo examen de conciencia en distintos ámbitos nacionales e internacionales:
«Se necesita una toma de responsabilidad común y una voluntad política más decida para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia los que han caído víctimas de la trata de personas, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y los criminales eludan la justicia y tengan la última palabra sobre las personas. Una intervención legislativa adecuada en los países de origen, de tránsito y de llegada, también con el fin de facilitar la migración regular, puede reducir el problema.
Los gobiernos y la comunidad internacional, a quienes corresponde principalmente prevenir e impedir este fenómeno, no han dejado de tomar medidas en los distintos niveles para bloquearlo y para proteger y asistir a las víctimas de este crimen, a menudo vinculado con el comercio de drogas, de armas, al transporte de inmigrantes ilegales, a la mafia.
Desafortunadamente, no podemos negar que algunas veces, quedaron contagiados también operadores públicos y miembros de los contingentes que participan en misiones de mantenimiento de la paz. Pero para obtener buenos resultados, es necesario que la acción de contraste incida también en la cultura y la comunicación. Y en este nivel existe la necesidad de un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, de hecho, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca debe ser comprada y vendida como una mercancía. Quien la utiliza y la explota, aunque sea indirectamente, se vuelve cómplice de este abuso».
Antes de concluir su intenso y denso discurso, el Santo Padre renovó su exhortación a la comunidad internacional:
«He querido compartir estas reflexiones con ustedes sobre una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y la fuerza de un esfuerzo concertado para luchar contra ella. Por consiguiente, exhorto a la comunidad internacional para que llegue a un mayor acuerdo y eficacia en la estrategia contra la trata de personas, para que en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres nunca sean utilizados como un medio, sino que sean siempre respetados en su dignidad inviolable».
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/firme-condena-contra-la-trata-de-personas-el-papa

Ciudad del Vaticano, 12 diciembre 2013 (VIS).-”La fraternidad, fundamento y camino para la paz” es el título elegido por el Papa Francisco en su primer Mensaje para la 47 Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de 2014. El documento, fechado el 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, consta de diez puntos, incluidos un breve prólogo y una conclusión, intercalados por dos citas bíblicas :“¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) ; «Y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8), y seis frases con atributos de la fraternidad: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”, “La fraternidad, premisa para vencer la pobreza”; “El redescubrimiento de la fraternidad en la economía”; ”La fraternidad extingue la guerra”;”La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad”; “La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza”.
 
Ofrecemos a continuación el texto integral del mensaje
 
 
1. En este mi primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, quisiera desear a todos, a las personas y a los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer.
 
De hecho, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera. Y es necesario recordar que normalmente la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia, sobre todo gracias a las responsabilidades complementarias de cada uno de sus miembros, en particular del padre y de la madre. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor.
 
El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros. Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación.
 
En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante. A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas.
 
La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Además, las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad. Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados “inútiles”. Así la convivencia humana se parece cada vez más a un mero do ut des pragmático y egoísta.
 
Al mismo tiempo, es claro que tampoco las éticas contemporáneas son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse «prójimo» que se preocupa por el otro.
 
¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)
 
2. Para comprender mejor esta vocación del hombre a la fraternidad, para conocer más adecuadamente los obstáculos que se interponen en su realización y descubrir los caminos para superarlos, es fundamental dejarse guiar por el conocimiento del designio de Dios, que nos presenta luminosamente la Sagrada Escritura.
 
Según el relato de los orígenes, todos los hombres proceden de unos padres comunes, de Adán y Eva, pareja creada por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26), de los cuales nacen Caín y Abel. En la historia de la primera familia leemos la génesis de la sociedad, la evolución de las relaciones entre las personas y los pueblos.
 
Abel es pastor, Caín es labrador. Su identidad profunda y, a la vez, su vocación, es ser hermanos, en la diversidad de su actividad y cultura, de su modo de relacionarse con Dios y con la creación. Pero el asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros. Caín, al no aceptar la predilección de Dios por Abel, que le ofrecía lo mejor de su rebaño –»el Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda» (Gn 4,4-5)–, mata a Abel por envidia. De esta manera, se niega a reconocerlo como hermano, a relacionarse positivamente con él, a vivir ante Dios asumiendo sus responsabilidades de cuidar y proteger al otro. A la pregunta «¿Dónde está tu hermano?», con la que Dios interpela a Caín pidiéndole cuentas por lo que ha hecho, él responde: «No lo sé; ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Después –nos dice el Génesis– «Caín salió de la presencia del Señor» (4,16).
 
Hemos de preguntarnos por los motivos profundos que han llevado a Caín a dejar de lado el vínculo de fraternidad y, junto con él, el vínculo de reciprocidad y de comunión que lo unía a su hermano Abel. Dios mismo denuncia y recrimina a Caín su connivencia con el mal: «El pecado acecha a la puerta» (Gn 4,7). No obstante, Caín no lucha contra el mal y decide igualmente alzar la mano «contra su hermano Abel» (Gn 4,8), rechazando el proyecto de Dios. Frustra así su vocación originaria de ser hijo de Dios y a vivir la fraternidad.
 
El relato de Caín y Abel nos enseña que la humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias: muchos hombres y mujeres mueren a manos de hermanos y hermanas que no saben reconocerse como tales, es decir, como seres hechos para la reciprocidad, para la comunión y para el don.
 
«Y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8)
 
3. Surge espontánea la pregunta: ¿los hombres y las mujeres de este mundo podrán corresponder alguna vez plenamente al anhelo de fraternidad, que Dios Padre imprimió en ellos? ¿Conseguirán, sólo con sus fuerzas, vencer la indiferencia, el egoísmo y el odio, y aceptar las legítimas diferencias que caracterizan a los hermanos y hermanas?
Parafraseando sus palabras, podríamos sintetizar así la respuesta que nos da el Señor Jesús: Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos ustedes son hermanos (cf. Mt 23,8-9). La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano (cf. Mt 6,25-30). Una paternidad, por tanto, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.
 
Sobre todo, la fraternidad humana ha sido regenerada en y por Jesucristo con su muerte y resurrección. La cruz es el “lugar” definitivo donde se funda la fraternidad, que los hombres no son capaces de generar por sí mismos. Jesucristo, que ha asumido la naturaleza humana para redimirla, amando al Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cf. Flp 2,8), mediante su resurrección nos constituye en humanidad nueva, en total comunión con la voluntad de Dios, con su proyecto, que comprende la plena realización de la vocación a la fraternidad.
 
Jesús asume desde el principio el proyecto de Dios, concediéndole el primado sobre todas las cosas. Pero Cristo, con su abandono a la muerte por amor al Padre, se convierte en principio nuevo y definitivo para todos nosotros, llamados a reconocernos hermanos en Él, hijos del mismo Padre. Él es la misma Alianza, el lugar personal de la reconciliación del hombre con Dios y de los hermanos entre sí. En la muerte en cruz de Jesús también queda superada la separación entre pueblos, entre el pueblo de la Alianza y el pueblo de los Gentiles, privado de esperanza porque hasta aquel momento era ajeno a los pactos de la Promesa. Como leemos en la Carta a los Efesios, Jesucristo reconcilia en sí a todos los hombres. Él es la paz, porque de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando el muro de separación que los dividía, la enemistad. Él ha creado en sí mismo un solo pueblo, un solo hombre nuevo, una sola humanidad (cf. 2,14-16).
 
Quien acepta la vida de Cristo y vive en Él reconoce a Dios como Padre y se entrega totalmente a Él, amándolo sobre todas las cosas. El hombre reconciliado ve en Dios al Padre de todos y, en consecuencia, siente el llamado a vivir una fraternidad abierta a todos. En Cristo, el otro es aceptado y amado como hijo o hija de Dios, como hermano o hermana, no como un extraño, y menos aún como un contrincante o un enemigo. En la familia de Dios, donde todos son hijos de un mismo Padre, y todos están injertados en Cristo, hijos en el Hijo, no hay “vidas descartables”. Todos gozan de igual e intangible dignidad. Todos son amados por Dios, todos han sido rescatados por la sangre de Cristo, muerto en cruz y resucitado por cada uno. Ésta es la razón por la que no podemos quedarnos indiferentes ante la suerte de los hermanos.
 
La fraternidad, fundamento y camino para la paz
 
4. Teniendo en cuenta todo esto, es fácil comprender que la fraternidad es fundamento y camino para la paz. Las Encíclicas sociales de mis Predecesores aportan una valiosa ayuda en este sentido. Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. En la segunda, que la paz es opus solidaritatis .
 
Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: «En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad». Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.
 
Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común» . Lo cual implica no dejarse llevar por el «afán de ganancia» o por la «sed de poder». Es necesario estar dispuestos a «‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación– no [puede ser considerado] como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’».
 
La solidaridad cristiana entraña que el prójimo sea amado no sólo como «un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos», sino como «la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo» , como un hermano. «Entonces la conciencia de la paternidad común de Dios, de la hermandad de todos los hombres en Cristo, ‘hijos en el Hijo’, de la presencia y acción vivificadora del Espíritu Santo, conferirá –recuerda Juan Pablo II– a nuestra mirada sobre el mundo un nuevo criterio para interpretarlo», para transformarlo.
 
La fraternidad, premisa para vencer la pobreza
 
5. En la Caritas in veritate, mi Predecesor recordaba al mundo entero que la falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza. En muchas sociedades experimentamos una profunda pobreza relacional debida a la carencia de sólidas relaciones familiares y comunitarias. Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad y a variadas formas de dependencia patológica. Una pobreza como ésta sólo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas.
 
Además, si por una parte se da una reducción de la pobreza absoluta, por otra parte no podemos dejar de reconocer un grave aumento de la pobreza relativa, es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural. En este sentido, se necesitan también políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales– el acceso a los «capitales», a los servicios, a los recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, y puedan desarrollarse plenamente como personas.
 
También se necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta. No podemos olvidar la enseñanza de la Iglesia sobre la llamada hipoteca social, según la cual, aunque es lícito, como dice Santo Tomás de Aquino, e incluso necesario, «que el hombre posea cosas propias» , en cuanto al uso, no las tiene «como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás».
 
Finalmente, hay una forma más de promover la fraternidad –y así vencer la pobreza– que debe estar en el fondo de todas las demás. Es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros. Esto es fundamental para seguir a Jesucristo y ser auténticamente cristianos. No se trata sólo de personas consagradas que hacen profesión del voto de pobreza, sino también de muchas familias y ciudadanos responsables, que creen firmemente que la relación fraterna con el prójimo constituye el bien más preciado.
 
El redescubrimiento de la fraternidad en la economía
 
6. Las graves crisis financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro– han llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de una economía sana. Ya en 1979 Juan Pablo II advertía del «peligro real y perceptible de que, mientras avanza enormemente el dominio por parte del hombre sobre el mundo de las cosas, pierda los hilos esenciales de este dominio suyo, y de diversos modos su humanidad quede sometida a ese mundo, y él mismo se haga objeto de múltiple manipulación, aunque a veces no directamente perceptible, a través de toda la organización de la vida comunitaria, a través del sistema de producción, a través de la presión de los medios de comunicación social» .
 
El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza. Estas virtudes nos pueden ayudar a superar los momentos difíciles y a redescubrir los vínculos fraternos que nos unen unos a otros, con la profunda confianza de que el hombre tiene necesidad y es capaz de algo más que desarrollar al máximo su interés individual. Sobre todo, estas virtudes son necesarias para construir y mantener una sociedad a medida de la dignidad humana.
 
La fraternidad extingue la guerra
 
7. Durante este último año, muchos de nuestros hermanos y hermanas han sufrido la experiencia denigrante de la guerra, que constituye una grave y profunda herida infligida a la fraternidad.
 
Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la Iglesia. Ésta tiene la misión de llevar la caridad de Cristo también a las víctimas inermes de las guerras olvidadas, mediante la oración por la paz, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, a los refugiados y a cuantos viven con miedo. Además la Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta humanidad sufriente y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre.
Por este motivo, deseo dirigir una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas: Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza. «En esta perspectiva, parece claro que en la vida de los pueblos los conflictos armados constituyen siempre la deliberada negación de toda posible concordia internacional, creando divisiones profundas y heridas lacerantes que requieren muchos años para cicatrizar. Las guerras constituyen el rechazo práctico al compromiso por alcanzar esas grandes metas económicas y sociales que la comunidad internacional se ha fijado».
 
Sin embargo, mientras haya una cantidad tan grande de armamentos en circulación como hoy en día, siempre se podrán encontrar nuevos pretextos para iniciar las hostilidades. Por eso, hago mío el llamamiento de mis Predecesores a la no proliferación de las armas y al desarme de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico.
 
No podemos dejar de constatar que los acuerdos internacionales y las leyes nacionales, aunque son necesarias y altamente deseables, no son suficientes por sí solas para proteger a la humanidad del riesgo de los conflictos armados. Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos. Éste es el espíritu que anima muchas iniciativas de la sociedad civil a favor de la paz, entre las que se encuentran las de las organizaciones religiosas. Espero que el empeño cotidiano de todos siga dando fruto y que se pueda lograr también la efectiva aplicación en el derecho internacional del derecho a la paz, como un derecho humano fundamental, pre-condición necesaria para el ejercicio de todos los otros derechos.
 
La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad
 
8. El horizonte de la fraternidad prevé el desarrollo integral de todo hombre y mujer. Las justas ambiciones de una persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar, no se puede defraudar la esperanza de poder realizarlas. Sin embargo, no podemos confundir la ambición con la prevaricación. Al contrario, debemos competir en la estima mutua (cf. Rm 12,10). También en las disputas, que constituyen un aspecto ineludible de la vida, es necesario recordar que somos hermanos y, por eso mismo, educar y educarse en no considerar al prójimo un enemigo o un adversario al que eliminar.
 
La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Y una comunidad política debe favorecer todo esto con trasparencia y responsabilidad. Los ciudadanos deben sentirse representados por los poderes públicos sin menoscabo de su libertad. En cambio, a menudo, entre ciudadano e instituciones, se infiltran intereses de parte que deforman su relación, propiciando la creación de un clima perenne de conflicto.
 
Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo individual que impide que las personas puedan vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente tanto en las múltiples formas de corrupción, hoy tan capilarmente difundidas, como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a aquellos que operan a escala global, que, minando profundamente la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas.
 
Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió al respecto: «Una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento». Sin embargo, el hombre se puede convertir y nunca se puede excluir la posibilidad de que cambie de vida. Me gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, también para aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23).
 
En el contexto amplio del carácter social del hombre, por lo que se refiere al delito y a la pena, también hemos de pensar en las condiciones inhumanas de muchas cárceles, donde el recluso a menudo queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad humana, impedido también de cualquier voluntad y expresión de redención. La Iglesia hace mucho en todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio. Exhorto y animo a hacer cada vez más, con la esperanza de que dichas iniciativas, llevadas a cabo por muchos hombres y mujeres audaces, sean cada vez más apoyadas leal y honestamente también por los poderes civiles.
 
La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza
 
9. La familia humana ha recibido del Creador un don en común: la naturaleza. La visión cristiana de la creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente, es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella y usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, la finalidad y la utilidad de todos los seres vivos y su función en el ecosistema. En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente. En cambio, a menudo nos dejamos llevar por la codicia, por la soberbia del dominar, del tener, del manipular, del explotar; no custodiamos la naturaleza, no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras.
 
En particular, el sector agrícola es el sector primario de producción con la vocación vital de cultivar y proteger los recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la persistente vergüenza del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la tierra? Las sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que se amplíe la brecha entre quien más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser humano. En este sentido, quisiera recordar a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrina social de la Iglesia. Respetar este principio es la condición esencial para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo hombre necesita y a los que tiene derecho.
 
Conclusión
 
10. La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad.
 
El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre. Cuando falta esta apertura a Dios, toda actividad humana se vuelve más pobre y las personas quedan reducidas a objetos de explotación. Sólo si aceptan moverse en el amplio espacio asegurado por esta apertura a Aquel que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz.
 
Los cristianos creemos que en la Iglesia somos miembros los unos de los otros, que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una gracia según la medida del don de Cristo, para la utilidad común (cf. Ef 4,7.25; 1 Co 12,7). Cristo ha venido al mundo para traernos la gracia divina, es decir, la posibilidad de participar en su vida. Esto lleva consigo tejer un entramado de relaciones fraternas, basadas en la reciprocidad, en el perdón, en el don total de sí, según la amplitud y la profundidad del amor de Dios, ofrecido a la humanidad por Aquel que, crucificado y resucitado, atrae a todos a sí: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo les he amado, ámense también entre ustedes. La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se aman unos a otros» (Jn 13,34-35). Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro, también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana.
 
Cristo se dirige al hombre en su integridad y no desea que nadie se pierda. «Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3,17). Lo hace sin forzar, sin obligar a nadie a abrirle las puertas de su corazón y de su mente. «El primero entre ustedes pórtese como el menor, y el que gobierna, como el que sirve» –dice Jesucristo–, «yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,26-27). Así pues, toda actividad debe distinguirse por una actitud de servicio a las personas, especialmente a las más lejanas y desconocidas. El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz.
 
Que María, la Madre de Jesús, nos ayude a comprender y a vivir cada día la fraternidad que brota del corazón de su Hijo, para llevar paz a todos los hombres en esta querida tierra nuestra.
 
Vaticano, 8 de diciembre de 2013.
FRANCISCO
 

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/mensaje-del-papa-para-la-jornada-mundial-de-la-paz

1_0_754676Además de su profunda repulsa y preocupación por el tráfico de seres humanos, que es «una vergüenza y un crimen contra la humanidad», Francisco dirigió un llamamiento a todos, a los creyentes y no creyentes, a los responsables de la sociedad y de las naciones para aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas. Con su cordial bienvenida a 17 nuevos embajadores ante la Santa Sede, después de dirigir su primer pensamiento a la comunidad internacional, a las múltiples iniciativas que se llevan adelante para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas, económicas, y para socorrer a las poblaciones probadas por diferentes dificultades, el Papa afrontó el tema la trata de seres humanos, crimen que le preocupa mucho, recordando que los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo en los más necesitados.

«Hoy deseo afrontar con ustedes un tema que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: la trata de seres humanos. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: a mujeres y muchachas, niños y niñas, discapacitados, a los más pobres, a los que provienen de situaciones de desintegración familiar y social. En ellos, de manera especial, los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados. Otros, que no se refieren a una fe religiosa, en nombre de la común humanidad, comparten la compasión por su sufrimiento, con el compromiso de liberarlos y de aliviar sus heridas».

«La trata de personas es un crimen contra la humanidad», reiteró el Papa Bergoglio, señalando que podemos y debemos aunar esfuerzos para derrotar semejante vergüenza: «Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del trabajo forzoso – trabajo esclavo – la trata de personas con fines de mano de obra y explotación sexual. Todo esto no puede continuar: es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, así como una derrota para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, que se profesen religiosas o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos más de una vez, con diferentes propósitos, y, finalmente, asesinados, o de todas maneras, dañados en el cuerpo y la mente, para acabar siendo desechados y abandonados. Es una vergüenza. La trata de personas es un crimen contra la humanidad».

Tras recordar que debemos unir fuerzas para liberar a las víctimas y detener este crimen cada vez más agresivo, que amenaza, además de los individuos, los valores y cimientos de la sociedad y también la seguridad y la justicia internacionales, así como la economía, la estructura familiar y la misma vida social, el Santo Padre destacó la importancia de la responsabilidad y de la urgencia de medidas concertadas, así como de un profundo examen de conciencia en distintos ámbitos nacionales e internacionales:

«Se necesita una toma de responsabilidad común y una voluntad política más decida para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia los que han caído víctimas de la trata de personas, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y los criminales eludan la justicia y tengan la última palabra sobre las personas. Una intervención legislativa adecuada en los países de origen, de tránsito y de llegada, también con el fin de facilitar la migración regular, puede reducir el problema.

Los gobiernos y la comunidad internacional, a quienes corresponde principalmente prevenir e impedir este fenómeno, no han dejado de tomar medidas en los distintos niveles para bloquearlo y para proteger y asistir a las víctimas de este crimen, a menudo vinculado con el comercio de drogas, de armas, al transporte de inmigrantes ilegales, a la mafia.

Desafortunadamente, no podemos negar que algunas veces, quedaron contagiados también operadores públicos y miembros de los contingentes que participan en misiones de mantenimiento de la paz. Pero para obtener buenos resultados, es necesario que la acción de contraste incida también en la cultura y la comunicación. Y en este nivel existe la necesidad de un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, de hecho, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca debe ser comprada y vendida como una mercancía. Quien la utiliza y la explota, aunque sea indirectamente, se vuelve cómplice de este abuso».

Antes de concluir su intenso y denso discurso, el Santo Padre renovó su exhortación a la comunidad internacional: «He querido compartir estas reflexiones con ustedes sobre una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y la fuerza de un esfuerzo concertado para luchar contra ella. Por consiguiente, exhorto a la comunidad internacional para que llegue a un mayor acuerdo y eficacia en la estrategia contra la trata de personas, para que en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres nunca sean utilizados como un medio, sino que sean siempre respetados en su dignidad inviolable».

(CdM – RV)

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/12/12/papa-francisco-creo-en-el-valor-y-la-fuerza-de-un-esfuerzo-concertado-para-luchar-contra-la-trata-de-personas/