Rezar con insistencia y con la certeza que Dios escuchará nuestra oración, Francisco el viernes en Santa Marta
(RV).- El Papa reflexionó hoy sobre este tema en la homilía de la Misa en la Casa de Santa Marta. La oración, afirmó, tiene dos actitudes: es “necesaria” y al mismo tiempo es “segura” del hecho que Dios, en sus tiempos y en sus modos, escuchará la necesidad.
La oración, cuando es verdaderamente cristiana, oscila entre la necesidad que contiene siempre y la certidumbre de ser escuchada, aunque no se sepa con exactitud cuándo. Esto porque quien reza no teme disturbar a Dios y nutre una confianza ciega en su amor de Padre. Ciega como los dos ciegos del pasaje del Evangelio de hoy, que gritan detrás de Jesús su necesidad de ser curados. O como el ciego de Jericó, que invoca la intervención del Maestro con una voz más fuerte de quien quiere acallarlo. Porque el mismo Jesús – recordó el Santo Padre – nos ha enseñado a orar como “el amigo fastidioso” que pide comida a medianoche, o como “la viuda con el juez corrupto”:
“No sé si quizás esto suena mal, pero rezar es un poco molestar a Dios, para que nos escuche. Pero, el Señor lo dice: como el amigo a medianoche, como la viuda al juez… Es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros… Y esto lo han hecho aquellos leprosos que se le acercaron: ‘Si quieres, puedes sanarnos!’. Lo han hecho con una cierta seguridad. Así, Jesús nos enseña a rezar. Cuando nosotros rezamos, a veces pensamos: ‘Pero, si, yo digo esta es mi necesidad, le digo al Señor una, dos, tres veces, pero no con tanta fuerza. Después me canso de pedirlo y me olvido de pedirlo’. ´Éstos gritaban y no se cansaban de gritar’. Jesús nos dice: ‘Pidan’, pero también nos dice: ‘Llamen a la puerta’, y quien llama a la puerta hace ruido, disturba, da fastidio”.
Insistencia hasta el límite del fastidio. Pero también una inquebrantable certidumbre. Los ciegos del Evangelio son aún un ejemplo. “Se sienten – afirmó Francisco – seguros de pedir al Señor la salud”, porque a la pregunta de Jesús si creen que Él pueda curarlos, ellos responden: “¡Sí, Señor, creemos, estamos seguros!”:
“Y la oración tiene estas dos actitudes: es necesaria y es segura. Oración necesaria siempre: la oración, cuando nosotros pedimos alguna cosa, es necesaria: ‘tengo esta necesidad, escúchame, Señor’. Pero también, cuando es verdadera, es segura: ‘¡Escúchame! Yo creo que tú puedes hacerlo porque tú lo has prometido’”.
“Él lo ha prometido”: he aquí la piedra angular sobre la que se apoya la certidumbre de una oración. “Con esta seguridad – repitió el Obispo de Roma – decíamos al Señor nuestras necesidades, pero seguros que Él pueda hacerlo”. Rezar, dice, es sentirse preguntar por Jesús la pregunta a los dos ciegos: “¿Tú crees que yo pueda hacer esto?”:
“Él puede hacerlo. Cuando lo hará, como lo hará no lo sabemos. Esta es la seguridad de la oración. La necesidad de decirla con verdad, al Señor. ‘Soy ciego, Señor. Tengo esta necesidad. Tengo esta enfermedad. Tengo este pecado. Tengo este dolor…’, pero siempre la verdad, como son las cosas. Y Él siente la necesidad, pero siente que pedimos su intervención con seguridad. Pensemos si nuestra oración es necesaria y es segura: necesaria, porque decimos la verdad a nosotros mismos, y segura, porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le pedimos”. (RC-RV)

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“Nuestro trabajo acaba de comenzar”, Cardenal O'Malley
(RV).- El Consejo de Cardenales instituido por el Santo Padre Francisco “para ayudarlo en el gobierno de la Iglesia universal y estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana”, terminó su segunda serie de reuniones este jueves. Sobre los temas que trataron, se habló en la Sala de Prensa del Vaticano en una rueda de prensa presidida por el Cardenal Sean Patrick O’Malley, arzobispo de Boston y miembro del consejo de Cardenales, junto con el Padre Lombardi, director de la Sala de Prensa. Ambos explicaron a los medios de comunicación los argumentos principales tratados en las reuniones: la institución de una Comisión para la protección de niños víctimas de abusos y el Consistorio para la creación de nuevos cardenales el 22 de febrero.
“El consejo de los Ocho”, ha dicho el Cardenal O’Malley, informará sobre el estado de los programas de actuación para la protección de la infancia, y formulará sugerencias para las nuevas iniciativas de la Curia, de las Conferencias Episcopales, así como de las congregaciones religiosas.
El Padre Lombardi añadió que el próximo ‘Consejo de los Ocho’ será el 17,18,19 de febrero y precederá al Consejo del Colegio Cardenalicio de los días 20, 21, y 22 de febrero.
Al final de la rueda de prensa el Cardenal O’Malley sintetizó los trabajos de estos tres días y recordó que todavía hay mucho que hacer, “nuestro trabajo acaba de comenzar”. (MZ-RV)

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Francisco de Asís y la reforma de la Iglesia por la vía de la Santidad: primera predicación de Adviento del padre Cantalamessa
(RV).- (audio) A las nueve de la mañana, en la Capilla Redemptoris Mater del Vaticano, Su Santidad el Papa Francisco asistió, junto a la Curia Romana, a la primera predicación de Adviento. Como en otras ocasiones, el sermón fue pronunciado por el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia. El fraile capuchino tituló su reflexión de adviento en preparación a la Navidad: “Francisco de Asís y la reforma de la Iglesia por la vía de la Santidad”.
“Partiendo de la conversión de Francisco -dijo el predicador- dio inicio un movimiento que cambió el rostro de la Iglesia y que incidió fuertemente en la historia hasta nuestros días. La razón profunda de su conversión – añadió – no fue social, sino evangélica.» Y, además, Francisco «no acudió a sus propios leprosos por su espontánea voluntad, sino que fue guiado por el Señor. «No se enamora de una virtud – advirtió el padre Cantalamessa – incluso si se trata de la pobreza, se enamora de una persona».
Francisco no quiso ser un reformador pero su verdadera revolución consistió en volver a las raíces del Evangelio, acercándose a los hombres especialmente a los más pobres.
«Francisco no abrazó la pobreza ni tampoco a los pobres, abrazó a Cristo y por amor a él, se casó, por así decirlo «en segundas nupcias” «con Nuestra Señora Pobreza”. Así será siempre en la santidad cristiana. En la base del amor a la pobreza y a los pobres, o hay amor a Cristo, o los pobres serán de una u otra manera, instrumentalizados, y la pobreza se convertirá fácilmente en un hecho polémico contra la Iglesia, o una ostentación de mayor perfección respecto a otros en la Iglesia, como ocurrió, por desgracia, incluso entre algunos de los seguidores de san Francisco».
San Francisco hizo en su época lo que hizo más tarde el Concilio Vaticano II, “romper el aislamiento de la Iglesia, llevarla al contacto con la gente”. Y para reformar la Iglesia ha dicho el predicador, es necesario empezar por reformarse a sí mismo. “San Francisco nos enseña -ha dicho el padre Cantalamessa- que si queremos seguir a Jesús y vivir para él, tenemos que renegar de nosotros mismos y poner siempre en primer lugar la gloria de Cristo”.
ER RV

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Ciudad del Vaticano, 6 diciembre 2013 (VIS).-”Auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada”. Esa es una de las tareas del teólogo, ha afirmado el Papa Francisco, citando la constitución pastoral “Gaudium et spes”, recibiendo esta mañana a los miembros de la Comisión Teológica internacional, presidida por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, que acaban de celebrar su asamblea plenaria.
 
Los teólogos son, por tanto, “pioneros del diálogo de la Iglesia con las culturas; un diálogo, al mismo tiempo, crítico y benévolo que debe favorecer la acogida de la Palabra de Dios por parte de los hombres, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, ha proseguido el Santo Padre, abordando, a continuación los temas que la Comisión ha tratado en la asamblea, comenzando por las relaciones entre el monoteísmo y la violencia.
 
Vuestras reflexiones -ha dicho- atestiguan que la Revelación de Dios constituye realmente una Buena Nueva para todos los hombres. ¡Dios no es una amenaza para el ser humano! La fe en el Dios único y tres veces santo no es y nunca puede ser generadora de violencia e intolerancia. Al contrario, su carácter, altamente racional le confiere una dimensión universal, capaz de unir a los hombres de buena voluntad. Por otra parte, la Revelación definitiva de Dios en Jesucristo ha hecho imposible cualquier recurso a la violencia ‘en el nombre de Dios’. Precisamente por su rechazo de la violencia, por haber derrotado al mal con el bien, con su sangre en la cruz, Jesús ha reconciliado a los hombres con Dios y entre ellos”.
 
El mismo concepto de paz ha sido el hilo conductor de la reflexión sobre la doctrina social de la Iglesia cuyo objetivo es “ traducir en lo concreto de la vida social el amor de Dios por el ser humano que se manifestó en Jesucristo… Y la Iglesia tiene que vivir, en primer lugar dentro de sí, el mensaje social que lleva al mundo. Las relaciones fraternales entre los creyentes, la autoridad como servicio, la compartición con los pobres: todos estos rasgos que caracterizan la vida eclesial desde sus orígenes, pueden y deben constituir un modelo vivo y atractivo para las diversas comunidades humanas, desde la familia a la sociedad civil”.
 
Ese testimonio -ha recalcado el Obispo de Roma- pertenece al Pueblo de Dios en su conjunto, que es un Pueblo de profetas. Por el don del Espíritu Santo, los miembros de la Iglesia poseen el “sentido de la fe”. Se trata de una especie de ‘instinto espiritual’ que hace ‘sentire cum Ecclesia’ y discernir lo que es conforme a la fe apostólica y al espíritu del Evangelio. Efectivamente, el ‘sensus fidelium’, no se puede confundir con la realidad sociológica de una opinión mayoritaria. Por lo tanto es importante, y es vuestra tarea, elaborar los criterios que permitan discernir las expresiones auténticas del ‘sensus fidelium’. Esta atención es de máxima importancia para los teólogos. El Papa Benedicto XVI subrayó varias veces que el teólogo debe permanecer a la escucha de la fe vivida por los humildes y los pequeños, a los que el Padre quiso revelar lo que está escondido a los doctos y a los sabios”.
 
La misión del teólogo es al mismo tiempo “ fascinante y arriesgada. Fascinante porque la búsqueda y la enseñanza de la teología pueden convertirse en un verdadero camino de santidad, como atestiguan numerosos Padres y Doctores de la Iglesia. Pero también es arriesgada porque comporta tentaciones: la aridez del corazón, el orgullo, incluso la ambición”, ha observado el Papa recordando a este propósito la misiva que una vez San Francisco de Asís mandó a San Antonio de Padua :” Me gusta que enseñes la sagrada teología a los hermanos, con tal de que, con el estudio, no apagues el espíritu de santa oración y devoción”.
 
Al final, el Santo Padre ha encomendado a los teólogos y teólogas a la Virgen Inmaculada para que “crezcan en este espíritu de oración y de devoción y, así, con profundo sentido de humildad, sean verdaderos servidores de la Iglesia”.

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Ciudad del Vaticano, 6 diciembre 2013 (VIS).-El arzobispo Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados, ha intervenido en la XX reunión del Consejo de ministros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que concluye hoy en Kiev (Ucrania). Ese país ostenta actualmente la presidencia de dicho organismo.
 
El arzobispo se ha referido a los diversos ámbitos de acción de la OSCE a lo largo del pasado año, notando con agrado, por cuanto respecta al área politico-militar “la actualización satisfactoria del Documento OSCE sobre la no proliferación de armas” . A pesar de ese resultado, la Santa Sede manifiesta su preocupación por la ausencia de progresos en la actualización del Documento de Viena que es “esencial para asegurar más transparencia en las actividades de equipamiento militar de los estados participantes, requisito previo para la estabilidad y la seguridad de la región”.
 
En materia económica-ambiental, el prelado ha solicitado “mayor voluntad política y un compromiso más acentuado, comparable a los evidenciados en otras dimensiones”, reafirmando el interés de la Santa Sede por la salvaguardia de la creación y el aprecio por el énfasis que la presidencia ucraniana ha dado a las actividades ligadas al ahorro energético y a las fuentes de energía renovables.
 
Otra tema abordado ha sido el de las migraciones. “Según la Santa Sede -ha dicho el Secretario para las Relaciones con los Estados – los derechos de los emigrantes deben ser fundamentales. Incluso en tiempos de crisis financiera, los emigrantes no deben considerarse nunca en términos de su función económica como mano de obra temporal o como residentes permanentes. Su dignidad de personas debe tener la precedencia sobre cualquier otra consideración. En este contexto, también ha denunciado el “problema persistente del tráfico de seres humanos. Un crimen odioso que debe perseguirse con todos los medios legales disponibles.”
 
En el ámbito de la dimensión “humana” y de las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión, monseñor Mamberti ha afirmado que era “inquietante” observar que dieciesiete siglos después del Edicto de Milán, que concedía a los súbditos del Imperio romano la libertad religiosa, “en la región de la OSCE son siempre más numerosos los ataques contra los cristianos, motivados por prejuicios. Cuando hablamos de negación de la libertad religiosa y de intolerancia, en particular contra los cristianos, pensamos inmediatamente en algunos países fuera de la OSCE … No debemos olvidar que hay episodios de intolerancia o de marginación de la religión o de los creyentes también en las sociedades democráticas, donde por suerte, no hay persecuciones violentas”.

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Telegrama del Papa por el fallecimiento de Nelson Mandela: que su ejemplo inspire la justicia y el bien común en las aspiraciones de Sudáfrica
(RV).- El Santo Padre Francisco ha escrito un telegrama de pésame al presidente sudafricano, Jacob Zuma, en el que expresa su dolor y tristeza por el fallecimiento del ex presidente Nelson Mandela. El Papa reza por él y envía sus condolencias a toda la familia Mandela, a los miembros del Gobierno y a todo el pueblo de Sudáfrica. Al encomendar el alma del difunto a la misericordia infinita de Dios Todopoderoso, el Papa Francisco pide al Señor que consuele y fortalezca a todos los que lloran su pérdida.
En su mensaje de pésame el Papa Francisco rinde homenaje al firme compromiso demostrado por Nelson Mandela en la promoción de la dignidad humana de todos los ciudadanos de la nación y en la creación de una nueva Sudáfrica basada en los firmes cimientos de la no violencia, la reconciliación y la verdad. El Papa reza para que el ejemplo del difunto presidente inspire a las generaciones de sudafricanos a poner la justicia y el bien común en la vanguardia de sus aspiraciones políticas. Con estos sentimientos, el Pontífice invoca sobre todos el pueblo de Sudáfrica los dones divinos de la paz y la prosperidad.
ER RV

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MonsSanzMontesMons. Jesús Sanz      Será quizás la distancia con la que nos asomamos a un texto la que nos impide por exceso o por defecto poder leer lo que allí se dice exactamente. Que si te acercas demasiado te obcecas con una palabra o incluso con una letra sin más, y pierdes el nexo que esa letra tiene con la palabra que la deletrea, así como la palabra con la oración gramatical que permite entender lo que se quiere comunicar. Pero no se resuelve este exceso si caemos en el defecto contrario de tomar tanta distancia que terminamos por no ver siquiera lo que allí se dice propiamente hablando o propiamente escribiendo. Y entonces se suele inventar con más o menos impunidad, con mayor o menor intención ideológica lo que nadie ha escrito pero que tal lector en su atalaya miope nos cuenta pontificando con toda desvergüenza.

Así está ocurriendo con la exhortación del Papa Francisco a propósito de la alegría del Evangelio. Y es que no es un certificado para navegantes que en sus propias aguas turbulentas maldicen a diestra y siniestra (nunca mejor dicho) cuando no les cuadra lo que con evangélica libertad está diciendo el sucesor de Pedro como obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal.

Algunos se han puesto muy contentos y otros muy nerviosos, cuando el Papa ha dicho que habrá que revisar las costumbres, los horarios, los estilos para que la Iglesia encuentre el cauce adecuado de la evangelización de nuestro mundo actual. Pero ¿quién señala esas “costumbres” que hasta cinco veces se mencionan en la exhortación papal? ¿a cuáles se refiere el santo Padre? El texto no va más allá, pero indica una clave que es la que propiamente nos avisa y predispone para un verdadero discernimiento eclesial: el ardor misionero de anunciar a Jesucristo a nuestra generación, de anunciarlo como una buena noticia que llena de alegría el corazón y de esperanza la ciudad. Y citando Francisco a Juan Pablo II recuerda que «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo, para no caer presa de una especie de introversión eclesial». Efectivamente, de eso se trata. No de dar rienda suelta a los entusiasmos rencorosos o de recluirse con tristeza en los cuarteles de invierno.

Hace unos días hablaba Francisco de esa forma de “progresismo adolescente” que abriga la pretensión de revisar hasta lo más sagrado. Hay que decir que hay cosas, como el Papa recuerda un día sí y otro también, que no admiten ninguna negociación pese a que pese a algunos diestros y a algunos siniestros. Hay cuestiones que versan sobre costumbres coyunturales de otras épocas que son las que podemos y quizás tenemos que cambiar, pero hay otras que hemos de custodiar fielmente por responder a la verdad que nos constituye como personas y que nos identifica como Iglesia.

Y esto aunque salten las alarmas que se censuran con la sordina correspondiente, cuando este papa, éste, habla de la vida en todos sus tramos, incluyendo al niño no nacido o al anciano terminal; o de la dignidad de la mujer sin guiños demagógicos; o de la mentalidad dominante que pretende domesticar a los cristianos desde amenazas o adulaciones políticas y sus broncas mediáticas; o de la crítica resentida de la Iglesia dentro y fuera de ella; o la frivolidad de quien juega al carrerismo en la Iglesia buscando piadosamente prebendas, ascensos y cotas de poder; o de la mundanidad que nos hace egoístas, insolidarios, mediocres, incapaces de conmoverse ante el grito de los pobres de verdad. Hay que leer al papa, todos los días que nos dirige su palabra, escuchando lo que dice y atendiendo a lo que calla.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

?@jesussanzmontes

Fuente:: Mons. Jesús Sanz

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Mons. Carlos EscribanoMons. Carlos Escribano     En la ceremonia de clausura del Año de la Fe, el Papa Francisco entregó, al finalizar la misma, la exhortación Apostólica Postsinodal “Evagelii Gaudium” (EvG) a un número representativo de fieles que la recogieron en el nombre de todos los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles laicos a quienes va dirigida. La “Evangelii Gaudium”, como el propio Papa recuerda (cfr. EvG 16), surge del encargo hecho por los padres sinodales del último sínodo de los obispos celebrado en Roma, en Octubre de 2012, sobre “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana” y está destinada a reflexionar e iluminar el anuncio del evangelio en el mundo actual: “en esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”. (EvG 1)

El mismo Papa Francisco expresará el alcance de la Nueva Evangelización a la que se nos convoca y nos ayuda mucho a situarnos ante ella, definiendo los campos en los que se mueven los distintos destinatarios de nuestro mensaje: “En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, « animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fie­les que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna ».También se incluyen en este ámbito los fieles que conser­van una fe católica intensa y sincera, expresán­dola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.

En segundo lugar, recordemos el ámbito de « las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de compro­meterse con el Evangelio.

Finalmente, remarquemos que la evange­lización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de re­cibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino « por atracción »”.

El marco que describe el Papa Francisco, se corresponde con el trabajo que tenemos delante en nuestra tarea evangelizadora en la diócesis de Teruel y Albarracín. Entre nosotros se dan también estas tres categorías o espacios de acción a los que debemos responder como Iglesia diocesana. Para afrontar este apasionante reto, el Papa propone algunas líneas de trabajo y reflexión para animar a toda la Iglesia, también a nuestra diócesis, a afrontar esta nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo (cfr. EvG 17). Esas líneas de reflexión que se desarrollan en la Exhortación “ayudan a perfilar un deter­minado estilo evangelizador que invito a asumir en cualquier actividad que se realice”. (EvG 18).

Os animo, en este tiempo de Adviento y de la mano de María, estrella de la nueva evangelización (Cfr. EvG 287), a que leamos, reflexionemos y trabajemos este importante documento que el Papa nos entrega, para animar la evangelización en la Iglesia con un nuevo estilo evangelizador que nos invita a una profunda conversión pastoral. Es tiempo de acoger con alegría y esperanza esta llamada de la Iglesia, para poder desarrollarla en los próximos meses y años con solicitud, constancia, audacia y humildad.

+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín

Fuente:: Mons. Carlos Escribano Subías

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Al acercarse la solemnidad de la Inmaculada Concepción, he pensado en lo que ha significado la Virgen María en nuestro tiempo. Lo que hemos vivido en el siglo XX y lo que va del siglo XXI ha provocado ausencias en lo que se refiere a manifestaciones y presencias de la mariología –hasta ausencias artísticas–, pero también es verdad que Ella ha seguido estando presente en el dinamismo de la vida social. ¡Cuántos han tendido una relación con Dios porque han mantenido su relación con la Virgen María! La Santísima Virgen María ha sido y sigue siendo un poderoso dique para unos hombres que construimos la vida desde valores opuestos a los que Ella vivió. Lo suyo no fue el poder, el dinero o la racionalidad. Lo suyo fue la escucha, la decisión y la acción. Escucha siempre a Dios, está atenta a todas sus manifestaciones, a los signos que realiza en su vida, a la dirección que la Palabra de Dios marca. Ella escucha con una tremenda atención. No vive de superficialidades. Por otra parte, su decisión es inmediata, pero no improvisada, como nos dice el Evangelio: “meditaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19); no hace las cosas aprisa –recordemos cuando Ella pregunta al Ángel “¿Cómo será eso?” (Lc 1, 34)–; pero siempre decide, y decide lo fundamental, que es lo que Dios le propone: “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). Y, por último, también la acción, pues cuando tiene claro que Dios se lo pide, no vuelve la vista, hace lo que le pide, no se detiene, no se demora, “fue deprisa” (cf. Lc 1, 39).

En este momento de la historia, es muy importante para el cristiano descubrir a María como mujer de escucha, de decisión y de acción. ¿Por qué? Ante tantas palabras que llegan a nuestra vida, imitemos a María para que sepamos distinguir la que viene de Dios y escucharla, y también para saber escuchar a cada persona con la que nos encontremos. Hemos de decidirnos, con firmeza, a obedecer a la Palabra de Dios sin vacilar, con valentía y audacia, sin dejar que nuestra vida sea arrastrada por otros que deciden por nosotros. Imitemos a María. Por otra parte, nuestra acción siempre debe ir en dirección a los demás. Fue a los demás a los que María llevó la luz que es el mismo Jesucristo. Imitemos su acción. Es todo un programa para contemplar en la Virgen María y para realizar en este tiempo de Adviento en el que la Iglesia nos la propone como una figura singular. Pidamos a la Virgen María que nos regale su manera de ser, discípula misionera y maestra que enseña lo que vive. Ella se nos presenta como educadora para la comunión eclesial, para vivir en la lógica de la fe como verdadera ciudadana del mundo que se olvida de sí para llenarse de Dios.

La Inmaculada Concepción es símbolo de quien desea ser enteramente para Dios y alcanzar “la belleza más grande” que solamente la puede dar Él. Es símbolo también de la vida, es Madre de Dios, es Madre de la Vida. Ella, dando rostro a Dios y siendo su vientre el primer sagrario que contuvo a Dios mismo, se convierte en la expresión más grande que un ser humano puede dar del amor, de la libertad y de la justicia. Es símbolo de la expresión más grande de la disponibilidad. Toda para Dios y porque Dios le pide que le preste toda la vida. Es la mujer que se convierte en la respuesta más significativa de lo que son las exigencias del mundo de hoy. Ella, nada más ni nada menos que la que se presta a ser un cauce para comenzar la cultura del encuentro. Esa cultura que tiene el origen en un Dios que se hace Hombre, se hace uno de tantos y entra en contacto con esta humanidad tomando rostro humano en el vientre de esta mujer que es María. Ella acoge, nos enseña a recuperar el valor que tiene la acogida de un Dios que nos hace hijos de Dios y hermanos entre todos nosotros. Un Dios que no llega para hacer una competición para ver quién es el que más puede, o una invasión, sino un encuentro. Nadie acogió a Dios como Ella, acoge al Dios que viene, al enteramente otro y, así, se comprende a sí misma y se convierte en maestra para comprender el plan de Dios.

¿Por qué tiene hoy especial importancia la figura de la Santísima Virgen María? En esta cultura del enfrentamiento, de la confrontación, de lo que el Papa Francisco llama “cultura del descarte”, la figura de María nos da firmeza en lo esencial, da estabilidad, da identidad personal y social. Ella da testimonio de la presencia de Dios en la historia y es protagonista singular de esa presencia. Se convierte en un símbolo que mantiene firmes a los hombres en los cambios de época, y hoy estamos viviendo un cambio de época sustantivo. Precisamente, el Magníficat es ese icono de la misericordia, de la compasión divina y paradigma de la acogida y del encuentro con el otro: “Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación” (Lc 1, 48-50). ¡Qué expresión tan bella y qué calado tiene en la vida de los hombres!: “Su misericordia alcanza de generación en generación”. Y alcanza su máxima belleza en este momento de la historia en que toda la humanidad, de formas diferentes, está dando un grito que demanda misericordia.

La Virgen María es carta de la misericordia de Dios para los hombres. Es carta que esperamos siempre. Por ello es tan venerada la Virgen, por ello adquieren fuerza de profecía aquellas palabras del Beato Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio, que pronunció el 11 de octubre de 1962: “la doctrina de la Iglesia es conocida y está ya fijada… La Iglesia ha resistido los errores de todas las épocas… A menudo también los ha condenado, en ocasiones con gran severidad… Hoy en cambio la esposa de Jesucristo prefiere emplear la medicina de la misericordia antes que el arma de la severidad”. Con ello, caracterizaba un nuevo estilo pastoral. Después, el Beato Juan Pablo II desarrolló y profundizó lo sugerido por el Beato Juan XXIII con el testimonio de su propia vida, que hizo del tema de la misericordia el hilo conductor de su pontificado. Ya en 1980, con su encíclica “Dives in misericordia”, nos hablaba de la fuerza de la misericordia y de la compasión ante un ser humano profundamente amenazado. Quizá, por eso, quiso llamar al segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. ¡Qué fuerza tiene sus palabras en su libro “Memoria e identidad”!: “El límite impuesto al mal es en último término, la misericordia divina”. Benedicto XVI incide en lo mismo y en la encíclica social “Caritas in veritate” no parte ya de la justicia, sino del amor como principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia. La misericordia es una provocación ante el desaliento, la desesperanza y la desorientación. Hacer ver lo que es la misericordia de Dios es el gran mensaje de confianza y de esperanza que hemos de regalar a los hombres.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda a todos, de parte de Dios:

1) que la adhesión a Dios es lo primero para el hombre, es el centro de la vida, Él es nuestra fuerza;
2) que la actuación de Dios en la vida del hombre nos sorprende siempre, hay que escucharlo;
3) que con Dios y con su gracia se elimina el poderío del pecado;
4) Si dejamos actuar a Dios, cambia nuestro corazón y lo hace nuevo;
5) Lo más revolucionario es que Cristo habite en nosotros;
6) Dios nos pide fidelidad, acogerlo es nuestro sí a Dios y a los hombres;
y 7) La belleza de Dios se esconde tras de todo.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Al acercarse la solemnidad de la Inmaculada Concepción, he pensado en lo que ha significado la Virgen María en nuestro tiempo. Lo que hemos vivido en el siglo XX y lo que va del siglo XXI ha provocado ausencias en lo que se refiere a manifestaciones y presencias de la mariología –hasta ausencias artísticas–, pero también es verdad que Ella ha seguido estando presente en el dinamismo de la vida social. ¡Cuántos han tendido una relación con Dios porque han mantenido su relación con la Virgen María! La Santísima Virgen María ha sido y sigue siendo un poderoso dique para unos hombres que construimos la vida desde valores opuestos a los que Ella vivió. Lo suyo no fue el poder, el dinero o la racionalidad. Lo suyo fue la escucha, la decisión y la acción. Escucha siempre a Dios, está atenta a todas sus manifestaciones, a los signos que realiza en su vida, a la dirección que la Palabra de Dios marca. Ella escucha con una tremenda atención. No vive de superficialidades. Por otra parte, su decisión es inmediata, pero no improvisada, como nos dice el Evangelio: “meditaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19); no hace las cosas aprisa –recordemos cuando Ella pregunta al Ángel “¿Cómo será eso?” (Lc 1, 34)–; pero siempre decide, y decide lo fundamental, que es lo que Dios le propone: “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). Y, por último, también la acción, pues cuando tiene claro que Dios se lo pide, no vuelve la vista, hace lo que le pide, no se detiene, no se demora, “fue deprisa” (cf. Lc 1, 39).

En este momento de la historia, es muy importante para el cristiano descubrir a María como mujer de escucha, de decisión y de acción. ¿Por qué? Ante tantas palabras que llegan a nuestra vida, imitemos a María para que sepamos distinguir la que viene de Dios y escucharla, y también para saber escuchar a cada persona con la que nos encontremos. Hemos de decidirnos, con firmeza, a obedecer a la Palabra de Dios sin vacilar, con valentía y audacia, sin dejar que nuestra vida sea arrastrada por otros que deciden por nosotros. Imitemos a María. Por otra parte, nuestra acción siempre debe ir en dirección a los demás. Fue a los demás a los que María llevó la luz que es el mismo Jesucristo. Imitemos su acción. Es todo un programa para contemplar en la Virgen María y para realizar en este tiempo de Adviento en el que la Iglesia nos la propone como una figura singular. Pidamos a la Virgen María que nos regale su manera de ser, discípula misionera y maestra que enseña lo que vive. Ella se nos presenta como educadora para la comunión eclesial, para vivir en la lógica de la fe como verdadera ciudadana del mundo que se olvida de sí para llenarse de Dios.

La Inmaculada Concepción es símbolo de quien desea ser enteramente para Dios y alcanzar “la belleza más grande” que solamente la puede dar Él. Es símbolo también de la vida, es Madre de Dios, es Madre de la Vida. Ella, dando rostro a Dios y siendo su vientre el primer sagrario que contuvo a Dios mismo, se convierte en la expresión más grande que un ser humano puede dar del amor, de la libertad y de la justicia. Es símbolo de la expresión más grande de la disponibilidad. Toda para Dios y porque Dios le pide que le preste toda la vida. Es la mujer que se convierte en la respuesta más significativa de lo que son las exigencias del mundo de hoy. Ella, nada más ni nada menos que la que se presta a ser un cauce para comenzar la cultura del encuentro. Esa cultura que tiene el origen en un Dios que se hace Hombre, se hace uno de tantos y entra en contacto con esta humanidad tomando rostro humano en el vientre de esta mujer que es María. Ella acoge, nos enseña a recuperar el valor que tiene la acogida de un Dios que nos hace hijos de Dios y hermanos entre todos nosotros. Un Dios que no llega para hacer una competición para ver quién es el que más puede, o una invasión, sino un encuentro. Nadie acogió a Dios como Ella, acoge al Dios que viene, al enteramente otro y, así, se comprende a sí misma y se convierte en maestra para comprender el plan de Dios.

¿Por qué tiene hoy especial importancia la figura de la Santísima Virgen María? En esta cultura del enfrentamiento, de la confrontación, de lo que el Papa Francisco llama “cultura del descarte”, la figura de María nos da firmeza en lo esencial, da estabilidad, da identidad personal y social. Ella da testimonio de la presencia de Dios en la historia y es protagonista singular de esa presencia. Se convierte en un símbolo que mantiene firmes a los hombres en los cambios de época, y hoy estamos viviendo un cambio de época sustantivo. Precisamente, el Magníficat es ese icono de la misericordia, de la compasión divina y paradigma de la acogida y del encuentro con el otro: “Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación” (Lc 1, 48-50). ¡Qué expresión tan bella y qué calado tiene en la vida de los hombres!: “Su misericordia alcanza de generación en generación”. Y alcanza su máxima belleza en este momento de la historia en que toda la humanidad, de formas diferentes, está dando un grito que demanda misericordia.

La Virgen María es carta de la misericordia de Dios para los hombres. Es carta que esperamos siempre. Por ello es tan venerada la Virgen, por ello adquieren fuerza de profecía aquellas palabras del Beato Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio, que pronunció el 11 de octubre de 1962: “la doctrina de la Iglesia es conocida y está ya fijada… La Iglesia ha resistido los errores de todas las épocas… A menudo también los ha condenado, en ocasiones con gran severidad… Hoy en cambio la esposa de Jesucristo prefiere emplear la medicina de la misericordia antes que el arma de la severidad”. Con ello, caracterizaba un nuevo estilo pastoral. Después, el Beato Juan Pablo II desarrolló y profundizó lo sugerido por el Beato Juan XXIII con el testimonio de su propia vida, que hizo del tema de la misericordia el hilo conductor de su pontificado. Ya en 1980, con su encíclica “Dives in misericordia”, nos hablaba de la fuerza de la misericordia y de la compasión ante un ser humano profundamente amenazado. Quizá, por eso, quiso llamar al segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. ¡Qué fuerza tiene sus palabras en su libro “Memoria e identidad”!: “El límite impuesto al mal es en último término, la misericordia divina”. Benedicto XVI incide en lo mismo y en la encíclica social “Caritas in veritate” no parte ya de la justicia, sino del amor como principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia. La misericordia es una provocación ante el desaliento, la desesperanza y la desorientación. Hacer ver lo que es la misericordia de Dios es el gran mensaje de confianza y de esperanza que hemos de regalar a los hombres.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda a todos, de parte de Dios:

1) que la adhesión a Dios es lo primero para el hombre, es el centro de la vida, Él es nuestra fuerza;
2) que la actuación de Dios en la vida del hombre nos sorprende siempre, hay que escucharlo;
3) que con Dios y con su gracia se elimina el poderío del pecado;
4) Si dejamos actuar a Dios, cambia nuestro corazón y lo hace nuevo;
5) Lo más revolucionario es que Cristo habite en nosotros;
6) Dios nos pide fidelidad, acogerlo es nuestro sí a Dios y a los hombres;
y 7) La belleza de Dios se esconde tras de todo.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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