El Vaticano, firma un Protocolo de Entendimiento con Alemania en la lucha contra el lavado de dinero y el terrorismo
(RV).- (audio) El Vaticano, firma un Protocolo de Entendimiento con Alemania en la lucha contra el lavado de dinero y el terrorismo La AIF, la Autoridad de Información Financiera de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, firmó ayer un Protocolo de Entendimiento con su homólogo alemán, BKA. El Protocolo fue firmado en el Vaticano por el cardenal Attilio Nicora, presidente de AIF y Michael Dewald, director de la Autoridad de Información Financiera alemana. Este Protocolo – informa un comunicado – es una práctica habitual y formaliza la cooperación y el intercambio de información financiera entre las autoridades competentes de los dos países involucrados, con el fin de oponerse lavado internacional de dinero y el financiamiento del terrorismo. El documento ha sido preparado sobre la base del modelo elaborado por Egmont Group, la organización mundial de la Unidad de Inteligencia Financiera, y contiene cláusulas de reciprocidad, confidencialidad y sobre los usos permitidos de las informaciones..
«Este Memorando de Entendimiento – dijo el director de la AIF, René Bruelhart – refuerza el papel de este ente Vaticano a nivel internacional y además integra la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano en los esfuerzos mundiales para combatir el lavado de dinero y la financiación del terrorismo».
ER – RV

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Mosaico con la imagen del Papa Francisco en la basílica de san Pablo
(RV).- Fue presentado ayer por la mañana al Papa Francisco, antes de la Audiencia General, en el arco de las Campanas, el mosaico redondo en el que aparece representado el Pontífice argentino y que el lunes próximo se colocará en la famosa galería de la Basílica de San Pablo Extramuros. Presentaron el mosaico al Papa el cardenal arcipreste James Michael Harvey, el abad benedictino de San Pablo, Edmund Power, el cardenal Angelo Comastri, y el obispo Vittorio Lanzani, presidente y delegado de la Fábrica de San Pedro, con los artesanos que diseñaron el mosaico. Tomada de una fotografía, la imagen del Papa Francisco fue realizado por el Estudio del Mosaico del Vaticano de la Fábrica de San Pedro, que, tras el incendio de 1823, ha llevado a cabo todos los mosaicos conmemorativos con el rostro de los Papas para la basílica Ostiense.
ER RV

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Reforma del Espíritu, conversión continua, la Iglesia transparente cada vez más a Cristo, como pide Francisco
(RV).- (con audio) Reforma del Espíritu, conversión continua, la Iglesia transparente cada vez más a Cristo, como pide Francisco El Secretario de Estado de Su Santidad, el Arzobispo Pietro Parolin, respondió a preguntas de algunos periodistas, al terminar la presentación del libro «Papa Francisco. Mi puerta está siempre abierta», del Padre Antonio Spadaro, que ofrece una edición más completa de la conversación del Obispo de Roma con el mismo director de la revista Civiltá Cattolica, de los jesuitas italianos. Es muy fácil colaborar con el Papa Bergoglio, hay mucha sintonía y ello es una buena esperanza para el futuro, dijo entre otras cosas Mon. Parolin, este miércoles, haciendo hincapié en el anhelo del Sucesor de Pedro, de que haciendo translucir cada vez más a Cristo, las reformas se proponen mostrar el verdadero rostro de la Iglesia:
«Espero realmente que sea una reforma del Espíritu. Por supuesto, las estructuras deben ser reformadas para ser cada vez más reflejo del Evangelio y para ser aún más eficaces en el ejercicio concreto del servicio que deben brindar, pero lo importante es que – como nos pide el Papa – nos encaminemos todos en esta dimensión de renovación personal – para usar una palabra cristiana – de conversión continua».
Respondiendo a la pregunta sobre qué significa para la Iglesia este pontificado y cuál es la esperanza, Mons. Parolin reiteró la dimensión misionera y el estilo del Papa Francisco:
«Yo creo que la esperanza es realmente que el Evangelio pueda llegar a todas las personas: esta dimensión misionera que se ha subrayado también hoy, que es fundamental en las palabras y en el estilo del Papa Francisco, y proviene también de América Latina. La Conferencia de Aparecida ha destacado precisamente esta dimensión misionera de la Iglesia, la necesidad de salir hacia las periferias, de llegar a todos, y de llevar a todos la riqueza de la alegría del Evangelio. Esto también es muy hermoso y es la nota dominante de la Evangelii Gaudium. Por lo que el Evangelio es alegría y nosotros estamos invitados a alegrar al mundo llevando esta Buena Noticia».

Con respecto a la Conferencia de Ginebra sobre Siria, mons. Parolin siempre respondiendo a los periodistas, dijo que se espera que se superen los obstáculos y se puede encontrar una solución.
(CdM – RV)

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Mons. Joan PirisMons. Joan Piris    Este año celebramos la fiesta de la Purísima en domingo y es una buena ocasión para dar gracias a Dios por la generosidad que ha demostrado con María y, en ella, con toda la humanidad, dignificada por esta iniciativa de Dios. María es una mujer que no vive del pasado, de una herencia corrompida, sino del futuro, de aquella etapa de posibilidades y bendiciones a la que todos estamos llamados: “nos destinó a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo” (Ef 1).

Por este motivo, los cristianos somos servidores de esperanza… Una esperanza que es confianza en la fidelidad de Dios que cumple lo que promete, y que se apoya en la presencia permanente de Cristo y de su Espíritu en la Iglesia.

Cuando escuchamos: “Dios envió al ángel Gabriel…” estamos afirmando que Dios ha tomado la iniciativa (“El Espíritu Santo vendrá sobre ti… y por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios…, porque para Dios no hay nada imposible”). Es como un sacramento de la iniciativa de Dios en la historia, es el tiempo del Espíritu Santo, que también es el tiempo de la Iglesia en la que Él siempre tiene la iniciativa, aunque sirviéndose de mediaciones. I ante las iniciativas de Dios se requiere nuestra docilidad, porque Dios ha querido actuar en la historia mediante nuestra colaboración.

Pero una docilidad como la de María (“Soy la esclava del Señor”) que no es inoperante o sin iniciativa propia. Está al servicio del proyecto de Dios pero cargada de creatividad, de iniciativas, de sacrificios, de dedicación. Como lo demuestra la inmediata visita para ayudar a su prima Isabel, un ejemplo de iniciativa y servicio. Y después, toda su maternidad con experiencias como el exilio y las preocupaciones para dar de comer, para educar… poniendo en acción sus capacidades.

Esta docilidad al Espíritu es un desafío a nuestras cualidades: Él nos llama a usarlas al máximo. Son dones recibidos que no podemos mantener dormidos y tenemos que ponerlos al servicio de su iniciativa fundamental para la inculturación del Evangelio: “Y la Palabra se hizo Carne” (Jn 1,14). Es una tarea difícil pero importante y siempre de actualidad, en la que hay dos pasos: Dios que interviene y los cristianos dóciles que se entregan al servicio pleno de las iniciativas del Espíritu en favor de la humanidad. Todos los esfuerzos que se hacen así bajo la potencia del Espíritu llevan con ellos la eficacia de la Encarnación.

Mirando a María, recibimos una gran lección de actividad pastoral esperanzada. Pidámosle que interceda por nosotros presentando al Padre Dios nuestro deseo de imitarla haciendo de nuestra vida una respuesta dócil a la iniciativa del Espíritu.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola

Obispo de Lleida

Fuente:: Mons. Joan Piris

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perez_gonzalezMons. Francisco Pérez González   Evangelizar a todos

¡Es bueno que la Misión en la Iglesia y san Francisco Javier, en su fiesta, nos recuerden el deber que incumbe a la Iglesia de salir al mundo entero a anunciar a Jesucristo y su Evangelio! Evangelizar a todos los pueblos no es algo facultativo, sino la finalidad para la que la Iglesia ha sido fundada. “La Iglesia existe para evangelizar. Y si hablamos del compromiso apostólico de cada cristiano, decimos lo mismo: ha de abarcar y abrazar a todos los pueblos. Tienen derecho a conocer a Jesucristo y a encontrarse con El en una relación de amor. Es Dios el que confía la misión a la Iglesia, no la Iglesia la que traza su propia misión. Es cuestión de fidelidad a Dios y de sintonía con su amor a toda la humanidad. Si esto lo aplicamos a la Iglesia en Navarra, podemos decir que tenemos una responsabilidad en la evangelización del mundo entero. Jamás se ha de violentar la libertad de las personas o imponer algo a la conciencia de nuestros hermanos, sino proponer un encuentro amoroso con Jesucristo que nos ofrece su salvación a todos. Esto es reconocer su dignidad y, según Pablo VI, un homenaje a esta libertad..

La Iglesia es “sacramento para la salvación del mundo”. Pero para ello hemos de estar siempre en camino de conversión y renovación, siendo dóciles al Espíritu, que nos lanzará a la misión: “La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana. La fe se fortalece dándola. También nuestra Iglesia Diocesana se fortalece y sale ganando cuando hace posible que misioneros y misioneras puedan ir a otros países. La mirada hacia los hermanos nos ha de ayudar a descubrir el amor de Dios a la persona y a cada pueblo y a encontrar en el rostro de cada persona una llamada al mutuo respeto, al diálogo y a la solidaridad. Uno de los puntos clave de nuestra renovación en la Iglesia será favorecer y vivir el consejo evangélico de la pobreza. La Iglesia ha de estar atenta para vivir desde la pobreza y ayudar a los pobres. Hay una frase lapidaria del Beato Juan Pablo II: “Ha llegado el momento de hacerse realmente hermanos de los pobres en la común conversión al desarrollo integral, abierto al Absoluto” (Redemptoris Missio, 80). Que la Iglesia viva con la mirada puesta en las diversas necesidades del mundo contemporáneo falto de amor y de salvación. Que se haga “voz de los sin voz” y lleve sobre sus espaldas a los más desvalidos. Una Iglesia fiel a Jesucristo que pasó haciendo el bien.

La nueva evangelización nos espera

Es urgente, también en Navarra, encontrar el entusiasmo, del anuncio de Jesucristo. Ser sencillos, reconocer la realidad y llenarnos de ardor apostólico para transmitir la fe en Cristo. La Iglesia ha de ir hacia todos con la fuerza del Espíritu y seguir defendiendo proféticamente el derecho y la libertad de las personas de escuchar la Palabra de Dios, buscando los medios más eficaces para proclamarla, incluso con riesgo de sufrir persecución”. Esto nos exige una profunda renovación en los miembros de la Iglesia (Benedicto XVI Verbum Domini, nº 95ª). La Iglesia, segura en la fidelidad de su Señor, no se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo. Hemos que hacerlo todo a la vez, teniendo en cuenta los dos ámbitos, sin descuidar ninguno. La nueva evangelización es necesaria y urgente, y también hace falta un compromiso decidido para la misión siendo testigos de esperanza para los que están fuera o alejados. La Iglesia no ha de limitarse a una pastoral de «mantenimiento» para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial. La Palabra de Dios es la verdad revelada que todo hombre necesita en cualquier época. Por eso, el anuncio debe ser explícito. Si nos encerramos en nosotros mismos y no nos abrimos a la misión universal tampoco haremos la nueva evangelización aquí. La misión debe continuar siendo una preocupación continua. Replegarnos en nuestras fronteras sería hacer inútiles los intentos de la nueva evangelización, que ha de estar abierta a los horizontes del mundo, con la mirada y la mentalidad de Jesucristo. Pidamos a San Francisco Javier que nos ayude a ser misioneros de la esperanza y entregar lo mejor de nosotros mismos por el bien de la sociedad y para que el Reino de Dios crezca en nosotros y entre nosotros.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Tudela

?@arzobispofperez

Fuente:: Mons. Francisco Pérez

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Mons. Demetrio FernándezMons. Demetrio Fernández     Purísima, inmaculada, llena de gracia. Es lo mismo. El 8 de diciembre celebramos con gozo desbordante que María Santísima fue librada de todo pecado, incluso del pecado original, desde el primer instante de su concepción y para toda su vida. Ya en ese momento fue llenada de gracia, en una plenitud creciente, recibiéndola toda de su Hijo divino, al que consagró alma, vida y corazón. “Alégrate, llena de gracia (kejaritomene)” (Lc 1,28), le dijo el ángel al anunciarle a María que iba a ser madre de Dios. De esta manera, con esta plenitud de gracia, Dios preparó una digna morada para su Hijo. Ella es la primera redimida, la más redimida, la mejor redimida. Ella es el fruto primero y más completo de la redención que su Hijo viene a traer para todos.

La Inmaculada es patrona de España, porque ha sido nuestro país el que ha defendido “de siempre” esta cualidad de María, mucho antes de que se proclamara como dogma universal en 1854 por el Papa beato Pio IX. La Orden franciscana luchó a favor de esta causa por todo el mundo. España tiene a gala tener como patrona a la Purísima, y cuando llega este día hace fiesta grande.

Y en esta fiesta de la Virgen, como un anticipo de la misma Navidad que se acerca, el regalo de las Órdenes sagradas. Este año dos nuevos presbíteros y tres nuevos diáconos. ¡Qué día más grande! Es uno de esos días señalados en el calendario con azul de cielo. Por María, azul celeste, y por los nuevos ordenados, que son un regalo del cielo para la diócesis y para la Iglesia universal.

Necesitamos muchos y santos sacerdotes, llenos de Dios, celoso de su gloria, servidores en el ministerio para sus hermanos los hombres, orantes, desprendidos, austeros, entregados. Que vivan la pobreza para estar ligeros de equipaje y tocar de cerca la carne herida de Cristo. Que vivan el celibato como signo de consagración a Dios con un corazón indiviso, en la castidad perfecta, para amar sin quedarse con nadie. Que vivan en la obediencia gozosa a la voluntad de Dios, para servir sin buscar sus intereses ni su propia gloria. Humildes para que brille la gloria de Dios en sus obras, buscando siempre el bien de las almas. Estos son los sacerdotes de la nueva evangelización a la que nos llama hoy la Iglesia.

La mejor pastoral vocacional es el testimonio de una vida entregada y gozosa por parte de los sacerdotes, porque también hoy Dios sigue llamando a jóvenes que están dispuestos a dar su vida entera para servir a Dios y a sus hermanos en el ministerio sacerdotal. –¿Por qué quieres ser sacerdote?, pregunté como rector a un joven arquitecto que un día se acercó a pedir ingreso en el Seminario. –Porque quiero dárselo todo a Jesucristo, me respondió. Era novio y lo dejó para entregarse a Dios. Hoy es un excelente sacerdote. Todos los que hoy son sacerdotes lo son, porque al sentir la llamada de Dios en su corazón, se han encontrado con un sacerdote referente, viendo realizado en él lo que Dios quiere realizar en los llamados. Por eso, hemos de orar al Señor por las vocaciones al sacerdocio y por todos aquellos que ya lo son, a fin de que sus vidas sean el mejor reflejo de Cristo sacerdote entre sus hermanos.

No es fácil ser sacerdote hoy, pero es apasionante. Como no fue fácil a María recibir la llamada a entregar su vida por completo y ponerla al servicio de Jesús. Es admirable la respuesta dada por María y es admirable, en su medida, la respuesta dada por el joven que se siente llamado. A María Santísima pedimos para los sacerdotes y seminaristas la fidelidad al don recibido, porque siendo tan sublime este don, perderlo sería una desgracia inmensa. Para toda la vida, como María. Dios no se merece menos.

La Purísima y las Órdenes van íntimamente relacionadas en este 8 de diciembre, en los albores de la Navidad. Participemos en la alegría que viene de Dios y pidamos que muchos jóvenes que se plantean este camino, no duden como no dudó María en dar el paso para servir a Dios y a los hermanos. Ave María purísima, sin pecado concebida. Mantén en la fidelidad hasta la muerte a todos tus sacerdotes, para que sean dignos ministros del Señor.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández,

Obispo de Córdoba

Fuente:: Mons. Demetrio Fernández

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Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña      El pasado 24 de noviembre, Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el Santo Padre el Papa Francisco clausuraba en Roma, junto con las Iglesias particulares de todo el Orbe, el Año de la fe.

Siguiendo las huellas del Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, y del Beato Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI convocó en 2011 el Año de la fe para que el Pueblo de Dios rememorara con exactitud el contenido de la fe y, sobre todo, testimoniara la persona de Jesucristo, en su doble naturaleza divina y humana, que es lo que hay que creer (objeto de la fe), a quien hay que creer (motivo y causa de la fe) y a quien hay que seguir con la mente y con el corazón en vida y en muerte (causa final de la fe); para que la fe se purificara, tanto en su objeto (fides quae) como en su acto (fides qua), contemplándola a la luz del Concilio y del Catecismo de la Iglesia; y, para que, revitalizada y purificada, fuera confesada plenamente de nuevo y anunciada con fuerza y vigor a todas las gentes (Nueva Evangelización). Y, tras la clausura del Año de la fe, ha venido el Adviento, cuya tercera semana comienza hoy y uno de cuyos contenidos capitales es la conversión a la fe verdadera.

En el horizonte, pues, del Año de la fe y de la llamada a la conversión que nos dirige el Adviento convirtámonos, y convirtámonos a Cristo, núcleo de nuestra fe, y a su Iglesia, cuya necesidad para la salvación de los hombres fue afirmada por el propio Cristo.

¿Qué hemos de hacer los cristianos después del Año de la fe? ¿Qué han de hacer los consagrados: religiosos y seculares? ¿Qué habremos de hacer los sacerdotes, partícipes, por medio de los grados sacerdotales del sacramento del Orden, del sacerdocio ministerial del Señor? Y, finalmente, ¿qué han de hacer los fieles laicos?

A todos nos pide Cristo, en el fondo, la misma cosa: que, anunciando el Evangelio a todos los hombres, contribuyamos a su santificación mientras que obtenemos también nosotros, heraldos del Evangelio, el don de la santidad.

Ahora bien, la misión de transmitir la fe y de vivirla cobra un carácter distinto en los cristianos según el estado o la vocación que cada uno haya abrazado en la Iglesia siguiendo la voluntad de Dios. Así las cosas, los obispos de las Iglesias particulares de Aragón hemos creído oportuno dirigir una palabra de aliento, en este tiempo inmediatamente posterior a la clausura del Año de la fe, a todos los fieles cristianos, pero de un modo especial a los fieles cristianos seglares, a los laicos, aprovechando la feliz coyuntura del cumplimiento, en 30 de diciembre de este año, del XXV aniversario de la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal “Christifideles laici”.

En efecto, “fieles cristianos seglares” fue el título dado por Juan Pablo II a aquella tan magnífica exhortación apostólica post-sinodal en la que nos ofreció el fruto del Sínodo general de los obispos sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos en la Iglesia y en el mundo.

 

Han pasado veinticinco años desde entonces y creemos conveniente traer de nuevo a la memoria las enseñanzas de aquella exhortación apostólica con la que el Papa quiso desarrollar la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos cristianos.

Traemos aquéllas a la memoria con la intención de avivar en nuestras Iglesias diocesanas la vocación al apostolado, que está indisolublemente unida a la existencia cristiana. En este sentido, las enseñanzas del Concilio son muy precisas e interpelantes, «porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros pasivos, de igual manera ocurre en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Son tan estrechas la conexión y la trabazón de los miembros en este Cuerpo, que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe ser tenido como inútil para la Iglesia y para sí mismo» (AA 2).

A lo largo del Año de la fe y siguiendo la invitación del Papa Benedicto XVI, hemos vuelto a meditar los textos conciliares. Creemos que dar un nuevo impulso a la vocación apostólica de nuestros fieles cristianos ha de ser un fruto precioso de la celebración de este Año singular.

Por ello os invitamos, muy queridos hermanos y hermanas, hijos e hijas, a reflexionar sobre el vigor que actualmente tiene en vosotros la vocación apostólica, a confrontaros con las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre este punto y a buscar, con la participación de todos, iniciativas que nos lleven a impulsar el apostolado, tanto el que cada fiel cristiano puede y debe desarrollar de forma individual como el apostolado asociado, que tiene una particular importancia por manifestar «mejor la comunidad de la Iglesia» y por resultar «más eficaz» en las circunstancias de la sociedad en que vivimos (cf AA 20).

Entre los muchos retos que tienen nuestras Iglesias, la promoción del apostolado asociado no es el menor. Es preciso que, conforme a la llamada del Concilio Vaticano II y de la exhortación apostólica “Christifideles laici”, el apostolado seglar asociado recobre vitalidad y se aplique con decisión a secundar los objetivos que la Iglesia le propone para la propagación del Reino de Cristo y para la vida del mundo.

Os convocamos, pues, a secundar las tareas que las Delegaciones de Apostolado Seglar de nuestras Diócesis aragonesas os van a proponer para el presente curso, con la intención de llegar a un Encuentro regional el sábado, día 24 de mayo de 2014, en Zaragoza, que sirva para impulsar en todos vosotros la vocación apostólica.

Con gran fe en vosotros y con gran amor a vosotros os impartimos la bendición de Dios.

 

+ Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza

+ Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-Monzón

+ Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín

X Julián Ruíz Martorell, Obispo de Huesca y de Jaca

+ Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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Mons. Ciriaco BenaventeMons. Ciriaco Benavente   “Los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio que hunde sus raíces en el corazón humano“, afirmó el Concilio Vaticano II.

Algunos, sin embargo, creyeron que el ser humano nacía con una tendencia innata al bien, que bastaría dejarle crecer sin trabas para que fuera felizmente guiado por la razón natural, pero tal paraíso libertario no ha existido nunca. Lo del “buen salvaje” no fue más que un sueño literario, desmentido por la realidad diaria. La naturaleza dejada a su propia suerte no nos orienta sólo al paraíso; es compleja y contradictoria, mezcla de razón ordenadora y de pulsiones inconfesables. Andamos como dañados de raíz. El pecado original, desprestigiado e ignorado en el lenguaje actual, cobra, sin embargo, categoría de dato constantemente verificado en las grandes miserias de la humanidad y en la experiencia de cada corazón humano.

Otros, a tono con la cultura del “todo vale”, se empeñan en negar la realidad del pecado como realidad personal. Pero, como dice un eminente teólogo, sólo quien no ha superado el nivel de la animalidad, o no ha descubierto la misión a la que está llamado, puede atreverse a negarlo. Lo del “todo vale”, aunque se presente envuelto en papel de progresismo, no deja de ser una grave amenaza para el presente y el futuro de la humanidad.

La fiesta de la Inmaculada nos viene a recordar, desde la ventana que el adviento nos abre cada año a la esperanza,  que estamos dañados, pero no todos. Por muy marchito que se encuentre el árbol de la historia, María desborda salud. María es el amanecer de una nueva tierra, de nuevas posibilidades para la humanidad herida.

Entre tantas realidades positivas, la negatividad del mundo es también evidente. ¿Quién puede negar la realidad del dolor y las lágrimas, la explotación de los débiles, el hambre y la injusticia, la sangre y la violencia? Pero esa no es toda la verdad, sólo la primera parte. En María se abrió un capítulo nuevo, que aún no se ha cerrado.

Como dice bellamente un autor, estamos enfermos, pero no desahuciados, hemos perdido muchas partidas, pero no estamos definitivamente eliminados. La Inmaculada proclama que Dios tiene un proyecto de gracia para todos los hombres. En ella, Madre de la nueva humanidad, se ha hecho realidad luminosa; en ella tenemos la prueba de que puede ser ejecutado. Las doce estrellas de María iluminan nuestra noche y nos revelan que Dios nos busca en nuestras sombras.

María fue colmada de gracia desde el primer instante de su concepción, porque iba a ser espacio de la Encarnación de Dios. Desde entonces, cada uno podemos entrar en la zona de la santidad a causa de la entrega que Cristo hizo de sí.

María, metáfora del sueño de Dios, que quedó frustrado por la libre decisión del hombre, es como el espejo que por no estar manchado, ni rayado, no roto, nos devuelve nuestra mejor imagen al mirarnos en él. Está hecha de arcilla, lo mismo que nosotros, pero nuestro barro puede recocerse a su luz. Vivió con los pies en el suelo y experimentó el  sufrimiento. La gracia no eliminó su humanidad, sino que la puso de relieve y la potenció al máximo. Fue un trozo de historia, un poco de tierra quebradiza habitado en plenitud por el Espíritu. Cuanto más santa, más creció en humanidad; cuanto más cerca estuvo de Dios, más reconoció su infinita distancia y más cerca se sintió de su pueblo. Por eso, a la vez que “proclamaba la grandeza de Dios”, cantaba las esperanzas de todos los humildes y humillados.

El pueblo cristiano adivina en María la aurora de un tiempo nuevo y posible con la gracia de Dios. Y ella, como buena madre, contribuye a hacerlo posible.

+Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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IcetaGavicagogeascoaMons. Mario Iceta     1. ¡No os dejéis robar la esperanza! Es la advertencia que hemos oído repetidamente de labios del Papa Francisco. La esperanza, junto con la fe y la caridad, constituyen lo que llamamos virtudes teologales, es decir, aquellos dones que recibimos de Dios, que nos unen a Él, que crean en nosotros capacidades nuevas, nos abren nuevos horizontes, iluminan y guían nuestra vida y nos capacitan para ser y obrar como auténticos hijos de Dios.

2. El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. “En esperanza fuisteis salvados”, nos dice San Pablo (Rm 8, 24). El Papa Benedicto XVI escribió una hermosa encíclica sobre este tema. En ella nos recordaba que la esperanza está íntimamente unida a la fe. De hecho, en muchos lugares de la Escritura ambas realidades pueden se utilizan indistintamente. Y esta fe y esperanza están unidas de raíz a la salvación, a la redención, al don que Dios nos da para que seamos capaces de alcanzar con Él nuestra propia plenitud.

3. ¿Pero es que alguien pretende robarnos la esperanza? La esperanza se roba cuando se empequeñece. Cuando llamamos esperanza a realidades caducas y pasajeras, que dejan el corazón humano insatisfecho y tantas veces frustrado. La esperanza se roba cuando se queda encerrada en mi propia voluntad y caprichos, cuando adquiere la forma que yo quiero darle, sin estar abierta al don que libremente se me quiere comunicar. La esperanza se roba cuando tiene un horizonte finito y limitado, trazado por ideologías inmanentistas, soluciones puramente humanas que siempre son respuestas cortas a los graves problemas que acucian hoy a nuestra sociedad y a la humanidad entera. La esperanza se roba cuando es suplantada por sucedáneos que prometen bienes definitivos que realmente no pueden proporcionar.

4. El Papa Benedicto afirmaba: “nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida” (Spe Salvi, 31).

5. No os dejéis robar esta hermosa esperanza. Una esperanza que no sólo tiene que ver con lo que nos espera después de esta vida, sino que ya ha acontecido entre nosotros en la Encarnación del Hijo de Dios. La estrella de Belén indica dónde encontrar la esperanza verdadera y capital, fundante de todas las demás esperanzas. El tiempo de Adviento es tiempo de aprender a esperar, de aprender a recibir la esperanza y vivir en ella, de agradecer este don tan grande que se nos hace, escondido en la pequeñez y debilidad de un Niño que nace en Belén. El consumismo, los envoltorios y celofanes no nos impidan abrir nuestra vida a esta esperanza encarnada que se nos entrega en Jesús nacido pobre y humilde en un pesebre. Acojamos ese don, arropémoslo en el corazón. “Quien me ama guardará mi palabra, el Padre le amará, y vendremos a Él y haremos morada en Él” (Jn 14, 23)

“María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19). En este tiempo de Adviento, María nos enseña a esperar y, en esta espera, a crecer en esperanza y gozo. Con su actitud constante de servicio proclama la grandeza del Señor, enseñándonos a vivir en la belleza y alegría de la fe, a superar las dificultades del camino sostenidos por la esperanza cierta, y a hacer de nuestra vida una entrega de amor, a imagen de Cristo que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos (cfr. Mt 20, 28). Aprendamos de la Sagrada Familia a entregar nuestra vida y a servir, de modo particular, a quienes más lo necesitan. Ello os comunicará el gozo profundo del Espíritu Santo. Os deseo un fructífero tiempo de Adviento, una celebración gozosa de la Concepción Inmaculada de María y una santa y feliz Navidad. Con todo mi afecto, pido al Señor que os bendiga.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

Fuente:: Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa

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Cáritas SidaCon motivo de la celebración del Día Mundial del SIDA, el pasado 29 noviembre y bajo el lema “Seguiremos”, la Sociedad Gallega Interdisciplinaria del Sida (SOGAISIDA) celebró en Vigo un acto en el que participaron las principales entidades y personas que trabajan en Galicia para combatir esta pandemia.

En dicho evento, celebrado en el salón de actos del Colegio Oficial de Médicos de la ciudad, se entregaron los Premios anuales en tres modalidades: “Investigación”, “Intervención Social” y “Reconocimiento a la trayectoria de una vida”, relacionados con esta enfermedad y dotados con distintas cantidades económicas.

Dentro del apartado de “Intervención Social”, el jurado resolvió distinguir en esta primera edición –además de a Médicos del Mundo– a Caritas Diocesana de Tui–Vigo por sus dos programas de Ayuda a Domicilio, “NO-DA” y “PRETO DE TI”, por haber desarrollado en ellos con gran dedicación y eficacia las cuatro líneas maestras de cómo afrontar esta pandemia: la prevención, la atención psicosocial, el fomento de la adherencia al tratamiento y el cuidado de los enfermos de VIH-Sida.

“Lazo de Plata” a Cáritas

El galardón “Lazo de Plata” otorgado a Cáritas y dotado con un premio en metálico de 1.000 euros, fue entregado por el subdirector general de Información sobre Saúde y Epidemiología de la Xunta de Galicia, Xurxo Hervada Vidal, al director de Cáritas Tui-Vigo, Angel Dorrego, acompañado por el responsable del programa y coordinador del Grupo de Autoapoyo de Cáritas Diocesana, Manuel Quintana, quienes agradecieron la distinción y se comprometieron a continuar desarrollando las actuaciones premiadas con más ahínco, si cabe.

 

Fuente:: SIC

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