Huesca Retiros de AdvientoLa Delegación de Familia y Vida organiza en la Diócesis de Huesca un retiro de Adviento, el sábado 14 de diciembre, en el Seminario, de 10 a 18 horas. Estará dirigido por el Obispo diocesano, Mons. Julián Ruiz. Las inscripciones se pueden realizar en familiayvida@diocesisdehuesca.org o comunicándolo en el número de teléfono 609154557.

Ese mismo sábado, la Confederación de religiosas y religiosos prepara un retiro, a  partir de las 16:30 horas, en el Colegio de Santa Ana. La charla inicial estará a cargo de José Antonio Satué.

Asimismo, Acción Católica General tiene previsto su retiro de Adviento-Navidad el sábado 21, de 12 a 19 horas, en el Seminario. Estará animado por el P. Ramón Correcher SJ

Fuente:: SIC

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La parroquia de La Mayor de Baza ha rendido culto en la  tarde del 1 de diciembre a Santa Bárbara, en el inicio del Triduo en honor a la patrona de Baza. Coincidía este primer día de Triduo con el inicio del  Año Litúrgico y con el primer domingo de Adviento.

Tras varios años sin cultos a Santa Bárbara, excepto la Solemne Eucaristía que todos los años se realiza el 4 de diciembre, día de su festividad, el Arciprestazgo de Baza ha decido celebrar estos tres días, donde estarán presentes las cuatro parroquias de Baza, con sus respectivas Hermandades.

En el primer día de Triduo este pasado domingo, las Cofradías invitadas fueron las que tienen su sede canónica en la parroquia del Sagrario: Cofradía de la Virgen de los Dolores, Real Cofradía del Santísimo Cristo de los Méndez y la Hermandad de la Santa Cruz al pie de la Cruz.

La celebración estuvo presidida por el vicario parroquial, Rafael Tenorio, y concelebrada por el párroco,  José Díaz. En la homilía, el vicario parroquial destacó cómo Santa Bárbara dio la vida por Cristo y cómo estuvo siempre vigilante y en espera con alegría, tal y como enseña Jesús en el Evangelio. También recordaba que al contemplar los santos, y en este caso a Santa Bárbara, “contemplamos a personas cuya meta la han tenido puesta  en el Reino de los Cielos”. Terminó su homilía “pidiendo al Señor que, con la intersección de Santa Bárbara, proteja a la ciudad de Baza”.

Ayer lunes  2 de diciembre la Cofradías y parroquia invitadas eran la de Santiago, a las siete de la tarde, en la Iglesia Mayor de Baza.

Fiesta patronal

Santa Bárbara es la patrona oficial de la ciudad, por ser la titular del día en que Baza fue tomada por el ejército de los Reyes Católicos. Se da comienzo el día 3 de diciembre, enarbolando desde los balcones del Ayuntamiento el Pendón Real, junto con la lectura de un manifiesto por la integración. Por la tarde, tiene lugar un concierto de música andalusí. El día 4 de diciembre la imagen de Santa Bárbara es llevada a hombros por los concejales, precedidos del Pendón Real, desde el Museo hasta la Iglesia Mayor, donde se celebra una solemne misa. Posteriormente se celebra una degustación de vino y de comida típica, coincidiendo este acto con la apertura oficial de las distintas tabernas.

Fuente:: SIC

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1_0_752177El Papa Francisco visitará a los pequeños pacientes internados en el hospital pediátrico Bambino Gesú de Roma, el próximo sábado 21 de diciembre, como anunció su Secretario de Estado, Mons. Pietro Parolin.

Lo hizo al final del concierto solidario «La luz de los niños», que tuvo lugar la tarde de este lunes, en colaboración con la Secretaría de Estado, que este año sostiene la renovación infraestructural y tecnológica del departamento de Terapia intensiva de cirugía cardiaca. El concierto contó con la voz de Andrea Boccelli, la orquesta sinfónica Rossini de Pésaro y el Coro Quadriclavio de Bolonia.

(CdM – RV)

Fuente:: SIC

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Cartagena ecónomo José Carrasco PellicerAl haber concluido el plazo canónico para el que fue nombrado como Ecónomo Diocesano D. Francisco Alfonso Mateos Ruiz, en el día de hoy, 3 de diciembre, el Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, ha nombrado Ecónomo Diocesano al sacerdote D. José Carrasco Pellicer, actual párroco de Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Murcia.

D. José Carrasco es natural de la localidad murciana de Alcantarilla, estudió en los seminarios diocesanos Menor de San José y Mayor de San Fulgencio, cuando éste último estaba desplazado en la ciudad de Granada. Fue ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1979 en su parroquia natal, San Pedro de Alcantarilla, por Mons. Javier Azagra Labiano, actualmente Obispo Emérito de la Diócesis de Cartagena.

Después de su ordenación ha servido a la Iglesia Diocesana como párroco de las parroquias de San José de la Vega y el Bojar; coadjutor y párroco de la parroquia de San José Obrero de Yecla; párroco de Santa Florentina de Cartagena; párroco de la Ntra. Sra. de la Asunción de Molina de Segura; párroco de San Mateo de Lorca; y en la actualidad es el párroco de Ntra. Sra. del Carmen de Murcia. Junto a estas tareas parroquiales ha sido profesor en varios institutos y capellán de religiosas. Además ha ostentando
otros cargos diocesanos como el de Arcipreste, miembro del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos y como Vicario Episcopal de la Zona Pastoral de Lorca.

D. José Carrasco Pellicer prestará mañana su juramento como Ecónomo Diocesano en presencia del Obispo de Cartagena. 
 
Así mismo, este Obispado agradece los servicios y desvelos que D. Francisco Alfonso Mateos Ruiz ha prestado durante estos años a la Diócesis de Cartagena, sin duda eficaces y con abundantes frutos en la Administración Diocesana.

Fuente:: SIC

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Burgos logo arcchdiocAyer lunes, 2 de diciembre, el Arzobispo de Burgos, Mons. Francisco Gil Hellín, completaba los nuevos nombramientos de diversos departamentos pertenecientes a la Viaría de Pastoralsocio- caritativa de la diócesis.

Los nombramientos son:

-Jorge Simón Rodríguez, de 54 años, laico y padre de familia, con cuatro hijos, como nuevo director de Cáritas diocesana de Burgos.

-Rosalina Vicente Giménez, de 29 años, laica y madre de familia, con dos hijos, de etnia gitana y militante de Acción Católica, como directora del recuperado departamento de pastoral gitana.

-Fermín Ángel González López, de 58 años, sacerdote, como consiliario del departamento de pastoral gitana.

-Felipa Pozo Ramos, de 65 años, hija de la Caridad y enfermera de profesión, como delegada diocesana de pastoral de la salud.

-Ezequiel Rodríguez Miguel, de 59 años, sacerdote y actual capellán del hospital de Santiago de Miranda de Ebro, como consiliario de la delegación diocesana de pastoral de la salud.

Con estos nuevos nombramientos, el Arzobispo de Burgos sigue la línea marcada por el Papa Francisco de llevar el evangelio a las “periferias” de nuestra sociedad burgalesa, como los empobrecidos, los excluidos
socialmente por su raza o condición social, los enfermos y los ancianos.

Además, es de destacar la elección de dos mujeres al frente de estos puestos de responsabilidad a nivel diocesano, tal como ha dejado intuir en más de una ocasión el Santo Padre.

Es de reseñar, también, la elección de laicos para llevar la dirección de estos organismos diocesanos. Laicos que se suman a los que ya ocupan puestos de responsabilidad en la diócesis como el matrimonio compuesto por Vivencio Millán y María Antonia Díez –al frente de la delegación diocesana de familia y vida– y Manuela García –delegada diocesana de enseñanza–.

Fuente:: SIC

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Acercándose la Navidad, el Obispo de Roma visitará a niños hospitalizados
(RV).- El Papa Francisco visitará a los pequeños pacientes internados en el hospital pediátrico Bambino Gesú de Roma, el próximo sábado 21 de diciembre, como anunció su Secretario de Estado, Mons. Pietro Parolin. Lo hizo al final del concierto solidario «La luz de los niños», que tuvo lugar la tarde de este lunes, en colaboración con la Secretaría de Estado, que este año sostiene la renovación infraestructural y tecnológica del departamento de Terapia intensiva de cirugía cardiaca. El concierto contó con la voz de Andrea Boccelli, la orquesta sinfónica Rossini de Pésaro y el Coro Quadriclavio de Bolonia.
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña     En este año de gracia de 2013, Año de la fe, año de la elección del papa Francisco y año de la gozosa recepción de dos textos pontificios tan importantes como la carta-encíclica Lumen fidei y la exhortación apostólica post-sinodal Evangelii gaudium, la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, la Madre del Señor, coincide precisamente con el segundo domingo de Adviento.

En la fecha de tal solemnidad el Pueblo de Dios levanta los ojos a la Bienaventurada Virgen María, inmaculada y pura, llena de gracia y bendita entre las mujeres, la cual, en previsión del nacimiento y de la muerte salvadora del Hijo de Dios, desde el primer instante de su concepción fue preservada de toda culpa original por singular privilegio del Padre. Como todos sabemos, el 8 de diciembre de 1854, por la bula Ineffabilis Deus (cf DH 2800-2804), la inmaculada concepción de la Virgen María fue definida por el papa beato Pío IX como verdad dogmática recibida por antigua tradición.

El suceso histórico de la concepción inmaculada de María en el seno de su madre pecadora es, sin duda, el primer gran hecho salvífico obrado por Dios en la segunda y última fase de la historia particular de la salvación, pues constituye la causa dispositiva ontológicamente necesaria para que pudiera producirse un día la encarnación del Verbo de Dios en la fe y en el seno de una mujer. Con gran razón proclama el prefacio de la Misa de la solemnidad que “purísima había de ser la Virgen que nos diera al Cordero inocente que quita el pecado del mundo”. Más todavía: la relación de este hecho con el Adviento es muy profunda. Y, finalmente, hay que señalar la gran significación de María Inmaculada para España, pues la tenemos como patrona y protectora desde 1644; su fiesta el 8 de diciembre tiene carácter nacional; y nuestros teólogos y obispos trabajaron denodadamente para elevar la verdad de la Purísima Concepción de María al rango de verdad dogmática, lo que motivó que la Santa Sede otorgara en 1864 a los sacerdotes españoles el singular privilegio de vestir la casulla azul en las celebraciones eucarísticas del día de la solemnidad.

Esto supuesto, la conjunción de estas tres razones hizo que nuestra Conferencia Episcopal dirigiera en su día a la Santa Sede la petición de dispensa para el presente año de 2013 de la observancia de las normas litúrgicas que imponen el traslado de la solemnidad de la Inmaculada Concepción al lunes siguiente, esto es, al día 9. Y la respuesta de la Sede Apostólica al episcopado español fue tan comprensiva como benevolente. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que preside el cardenal español, Su Eminencia Rvdma. Antonio Cañizares Llovera, Arzobispo emérito de Toledo, comunicó al Presidente de nuestra Conferencia Episcopal, Su Eminencia Rvdma. Antonio-María Rouco Varela, Arzobispo Metropolitano de Madrid, que el Santo Padre el Papa accedía con agrado a que la solemnidad de María inmaculada no se trasladase en las Iglesias particulares de España al día 9 y se mantuviese su celebración en el domingo 8 de diciembre, con tal que se cumplieran las siguientes condiciones para no perder el sentido del II domingo de Adviento: a) que la segunda lectura de la Misa fuera la correspondiente al segundo domingo de Adviento y no la de la solemnidad; b) que en la homilía se hiciera una mención bien explícita del Adviento; c) y que en la Oración universal se diera, por lo menos, una petición con el sentido del Adviento y se concluyera con la Oración colecta del domingo segundo de Adviento.

Grande es la relación que guarda María con el Adviento. El Adviento nos señala la imperiosa necesidad que todos tenemos de conversión, de cambio de vida, para salir limpios al encuentro del Señor y, de este modo, hacer que sea posible la entrada de aquél en nuestras vidas. No otra es la voz de Juan el Bautista, el precursor, cuando clama ante los pecadores: “preparad el camino al Señor”. El pecado y la santidad no pueden nunca encontrarse, pues están en total oposición. Dios establece su morada en la santidad, mientras que aparta su rostro del pecado.

Pues bien, la solemnidad de la Inmaculada nos habla de un corazón que no ha conocido el pecado. Ese corazón es puro y sin mancha. Por tanto, es un corazón plenamente preparado para recibir la venida del Señor a él. De entre todas las personas que integraban el Resto de Israel, María era la única que reunía en sí misma las condiciones necesarias de posibilidad para recibir al Señor, para abrirle la puerta tan pronto como Él llamase.

Por eso, si el Adviento es el primer tiempo del año litúrgico en el que intensificamos nuestra conversión a Cristo, conscientes de la necesidad de ser santos para poder encontrarnos con Él, María Inmaculada, la Madre del Señor, se nos ofrece como el gran modelo a seguir. Ella engendra al Redentor bajo la acción del Espíritu Santo porque aquél, el Redentor, encuentra en María la sede de la santidad, de la pureza absoluta. El Adviento nos pone en camino hacia la santidad, una santidad.

Al proclamar a María “llena de gracia” en el acto de la Anunciación y “bendita entre todas las mujeres” en el acto de la Visitación, el ángel Gabriel e Isabel, la prima de la Virgen Madre, están diciéndonos uno y otra a los hombres de todos los tiempos que el encuentro con Dios exige necesariamente la santidad y que el Señor viene a nosotros y monta su tienda entre nosotros cuando nos encuentra preparados para recibirle.

Digamos, pues, con la Oración sobre las ofrendas de la Misa de hoy: “Señor, recibe complacido el sacrificio que te ofrecemos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y así como a ella la preservaste limpia de toda mancha, guárdanos también a nosotros, por su poderosa intercesión, limpios de todo pecado”.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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Mons. Carlos LópezMons. Carlos López    En continuidad con los objetivos del Año de la Fe y con el espíritu de alegría y esperanza que recibimos en la celebración diocesana de su clausura en la Catedral, el pasado día 24 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, tengo el propósito de realizar durante los meses de diciembre, enero y febrero la Visita Pastoral en el Arciprestazgo de Santa Teresa, en la ciudad, que comprende las parroquias de San Juan de Mata, Santa Teresa, Cristo Rey, Jesús Obrero, Nuestra Señora de Lourdes, María Mediadora, San Juan de Ribera, Villamayor de Armuña, Villares de la Reina, Monterrubio de la Armuña, San Cristóbal de la Cuesta y Aldeaseca de Armuña. Así deseo seguir cumpliendo, con la ayuda de la gracia de Dios, la misión de Pastor en toda la Diócesis.

El inicio de la visita pastoral tendrá lugar con la celebración de la Eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, el Domingo primero de Adviento, día 1 de diciembre por la mañana, y con una celebración de Vísperas de todas las parroquias del arciprestazgo en la Parroquia de Jesús Obrero, el mismo domingo a las 5 de la tarde.

Con este gozoso motivo, recuerdo a toda la comunidad diocesana el significado de la visita pastoral y le ruego que la acompañe con su oración.

La visita pastoral a las parroquias, y. a todas las instituciones eclesiales que en ellas se encuentran, es necesaria para el Obispo, en orden a conocer la realidad religiosa de la Diócesis y a hacer posible una relación personal más cercana con los sacerdotes, los religiosos y todos los fieles, que contribuya a fortalecer la comunión en la fe y en el amor cristiano.

El encuentro del Obispo con el párroco y los fieles en la parroquia tiene un profundo significado eclesial. En efecto, la integración de la comunidad parroquial en la diócesis se expresa y realiza de forma visible mediante la comunión de los fieles v de su párroco con el Obispo, que es el principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesias diocesana. Y a través de esta comunión con el Obispo se expresa y se hace realidad también la comunión con la Iglesia universal. Por ello, la presencia del Obispo expresa y hace realidad de forma visible la naturaleza de la parroquia corno comunidad de fieles dentro de la Diócesis.

De acuerdo con esta significación eclesial, la visita pastoral debe tener como objetivo para todos los fieles fortalecer la fe en Jesucristo y el sentido de pertenencia a la Iglesia. Y la conciencia de ser Iglesia lleva consigo la aceptación gozosa del lugar, estado y tareas que en la unidad del Cuerpo de Cristo corresponden a cada fiel cristiano. En efecto, ser miembro de la Iglesia implica participación activa y responsable en su misión. Por ello, la visita pastoral pretende suscitar en los fieles un impulso evangelizador cada vez más vivo, sobre todo en relación con las personas más necesitadas de la luz del Evangelio y de la solicitud y servicio de amor de la Iglesia.

El Año de la Fe nos ha ayudado a comprender mejor que el logro de estos objetivos sólo es posible a partir de una profunda y gozosa experiencia, personal de encuentro con Jesucristo, que hace surgir en nosotros una actitud decidida de orientar la vida según la verdad de su Evangelio.

 

La visita pastoral debe ser un encuentro de familia. Por ello, el Obispo busca la ocasión de visitar, conocer y escuchar a cuantos lo deseen, y estima muy conveniente tener encuentros de diálogo fraterno con cada comunidad parroquial y con los niños, adolescentes y jóvenes, así como con las familias que la integran. También es muy necesario el encuentro del Obispo con los grupos de fieles que llevan a cabo especiales tareas de participación apostólica en la misión de la Iglesia, en comunión y colaboración con los párrocos.

De forma particular valoro y deseo la visita en su casa a los ancianos y enfermos que no pueden participar en los actos comunes en la Iglesia.

La visita pastoral debe ser una fiesta, una celebración gozosa de la fe en Jesucristo y en su Iglesia. Por ello, la celebración de la Eucaristía, fuente de donde brota la vida de la Iglesia y culmen de toda su actividad, es el momento central de nuestro encuentro festivo y gozoso en la visita pastoral. La Eucaristía, auténticamente celebrada, puede hacer posible que la alegría de la fe sea la nota dominante de la vida de cada fiel y de las comunidades cristianas; en ella aprenderemos a alegrarnos cuando compartimos los padecimientos de Cristo.

Ha llegado la hora de superar las vacilaciones y de perder el miedo a ser y aparecer en público como creyentes. La aportación de la verdad del Evangelio es el mejor y más urgente servicio de amor que los cristianos debemos prestar al hombre de hoy. Y este servicio se realiza más eficazmente mostrando con intensa y firme alegría la plenitud y perfección de vida que el Espíritu Santo suscita en quienes seguimos a Jesucristo, en su camino de amor a Dios y a cada hombre.

+ Carlos López,

Obispo de Salamanca

Fuente:: Mons. Carlos López Hernández

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Mons. Casimiro LópezMons. Casimiro López Llorente      Queridos diocesanos:

Este domingo comenzamos el Adviento. El Adviento es el tiempo fuerte o especial que la Iglesia nos ofrece para prepararnos a la celebración del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, en la Navidad, y a su venida al final de los tiempos. Toda la vida de un cristiano debería ser como un adviento continuado; un tiempo de acogida permanente del Señor que viene a nosotros, a nuestras vidas y a nuestra historia.

En nuestro mundo y también en nuestra Iglesia hay signos de obscurecimiento de la verdadera esperanza. El hombre actual está de vuelta de muchas grandes ilusiones y tiene miedo al futuro. Aumentan el invidualismo y el egoismo que conducen a una crisis del ‘nosotros’ y a la pérdida de solidaridad; existe una falta de confianza en el futuro que se muestra en la crisis de la acogida de la vida humana o la difusión del esoterismo. Ahí están también las nuevas pobrezas y la crisis de la familia, fundada en el matrimonio. Es cierto que no faltan signos de un despertar religioso, pero es preocupante el desalojo de Dios de la vida de muchos, o la ‘silenciosa y tranquila apostasía de las masas’ de la fe cristiana y de la práctica eclesial. Avanza una cultura ‘de tejas abajo’, cerrada a Dios, y una cultura del disfrute de lo inmediato y de lo efímero en la búsqueda de la felicidad posible.

También entre cristianos hay una crisis de la esperanza y una creciente indiferencia respecto de la vida eterna que es la que hace a la existencia mundana realmente digna de ser vivida. La vida eterna, en la que profesamos creer en el Credo, es la plena unión con Dios mismo; Dios mismo en persona y su visión perfecta, que iluminará nuestro deseo de conocer, son el premio y el término de nuestras fatigas. Asimismo, la vida eterna dará una perfecta satisfacción a nuestro deseo de felicidad, que ninguna cosa ni persona creada pueden colmar.

 

El Adviento, a la vez que nos prepara a la celebración de la Navidad, la primera venida del Hijo de Dios, dirige nuestra atención hacia la vida eterna y hacia la espera de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, cuando llevará a plenitud su obra de salvación. Él y su Reino están presentes ya entre nosotros y vienen a nosotros en su Palabra y en sus Sacramentos, en los hombres y en los acontecimientos de cada día.

Jesucristo es el sí definitivo de Dios al ser humano y la esperanza más profunda de los hombres. En Cristo, Dios ha llevado a la humanidad a su única y verdadera plenitud. Por su venida en la humildad de nuestra carne, el Señor realizó el plan de salvación de Dios. En Él, Dios ha restablecido de un modo único y definitivo la comunión con toda la humanidad y con toda la creación. En Él, la humanidad y el cosmos encuentran su sentido y realización últimos; y son purificados y liberados para siempre de la muerte física, social, ética, espiritual y cósmica. Cristo nos guía a la plenitud de la verdad y de la vida, y nos emplaza a ser fieles ‘hasta que El vuelva’.

El Adviento es tiempo para reavivar la esperanza teologal. Es la esperanza que arraiga en el amor incondicional de Dios, que huye de los optimismos frívolos, que lleva al compromiso y tiende hacia la plenitud al final del tiempo personal y al final de los tiempos. El cristiano ha de vivir su existencia desde la esperanza de la venida en el presente y en el futuro del Señor Jesús, con una fe viva, hecha obras de amor, con verdadera sed de Dios y con una presencia misionera en el mundo.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente:: Mons. Casimiro López Lorente

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Mons. Juan José AsenjoMons. Juan José Asenjo      Queridos hermanos y hermanas: Comenzamos en este domingo el año litúrgico y, con él, el tiempo santo de Adviento, en el que nos preparamos para recordar la venida del Señor en carne hace veinte siglos y su nacimiento en la cueva de Belén.

Pero la celebración del nacimiento del Señor es algo más que un recuerdo, un aniversario o un cumpleaños. Es un acontecimiento actual, porque la liturgia místicamente lo actualiza cada año y porque toca y compromete profundamente nuestra existencia: el Señor que vino al mundo en la primera Navidad y que volverá glorioso al final de los tiempos, quiere venir ahora a nuestros corazones y a nuestras vidas.

Del mismo modo que el pueblo de Israel se preparó para la venida del Mesías, que era esperado como el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a nuestros primeros padres, renovada a los patriarcas y reiterada una y mil veces por la palabra de los profetas, así también hoy el nuevo pueblo de Dios, los cristianos, nos preparamos intensamente para celebrar el recuerdo actualizado de aquel gran acontecimiento, que significó el comienzo de nuestra salvación. Sólo si disponemos nuestro corazón para acoger al Señor, como lo hicieron María y José, los pastores y los magos, el Adviento y la Navidad será para nosotros un hito de gracia y salvación.

A lo largo de las cuatro semanas de Adviento escucharemos en la liturgia a los profetas que anunciaron la llegada del Mesías esperado. Isaías, Zacarías, Sofonías y Juan el Bautista nos invitarán a prepararnos para recibir a Jesús, a allanar y limpiar los caminos de nuestra alma, es decir, a la conversión y al cambio interior, para acoger con un corazón limpio al Señor que nace, que debe nacer o renacer con mayor intensidad en nuestras vidas.

Adviento significa advenimiento y llegada; significa también encuentro de Dios con el hombre. En estos días, el Señor, que vino hace 2000 años, se va a hacer el encontradizo con nosotros. Para propiciar nuestro encuentro con Él, yo os propongo algunos caminos: en primer lugar, el camino del desierto, de la soledad y del silencio interior, tan necesarios en el mundo de ruidos y prisas en que estamos inmersos, que tantas veces propicia actitudes de inconsciencia, alienación y atolondramiento. Necesitamos en estos días cultivar la interioridad; necesitamos entrar con sinceridad y sin miedo en el hondón de nuestra alma para conocernos y tomar conciencia de las miserias, infidelidades y pecados que llenan nuestro corazón e impiden que Jesucristo sea verdaderamente el Señor de nuestras vidas. Qué bueno sería iniciar o concluir el Adviento con una buena confesión, que nos reconcilie con el Señor y con la Iglesia, permitiéndonos reencontrarnos con Él.

El Adviento es tiempo además de oración intensa, prolongada, humilde y confiada, en la que, como los justos del Antiguo Testamento, repetimos muchas veces Ven, Señor Jesús. La oración tonifica y renueva nuestra vida, nos ayuda a crecer en espíritu de conversión, a romper con aquello que nos esclaviza y que nos impide progresar en nuestra fidelidad. Por ello, es siempre escuela de esperanza. La oración nos ayuda además a abrir las estancias más recónditas de nuestra alma para que el Señor las posea, las ilumine y dé un nuevo sentido a nuestra vida.

Nuestro encuentro con el Señor que viene de nuevo a nosotros en este Adviento no será posible sin la mortificación, el ayuno y la penitencia, que preparan nuestro espíritu y lo hace más dócil y receptivo a la gracia de Dios. Tampoco será posible si no está precedido de un encuentro cálido con nuestros hermanos, con actitudes de perdón, ayuda, desprendimiento, servicio y amor, pues no podemos decir que acogemos al Señor que viene de nuevo a nosotros, si no renovamos nuestra fraternidad, si no le acogemos en los hermanos, especialmente en los más pobres y necesitados y en las víctimas de la crisis económica.

El Adviento es uno de los tiempos especialmente fuertes del año litúrgico. Por ello, hemos de vivirlo con intensidad y con esperanza, la virtud propia del Adviento, la esperanza en el Dios que viene a salvarnos, que viene a dar respuesta a nuestras perplejidades y sinsentidos, a poner bálsamo en nuestras heridas, a devolvernos la libertad y a alentarnos con la promesa de la salvación definitiva, de una vida eterna, feliz y dichosa.

Acabamos de iniciar la novena de la Inmaculada Concepción. La Santísima Virgen es el mejor modelo del Adviento. Ella acogió a su Hijo, primero en su corazón y después en sus entrañas. Ella, como dice la liturgia, esperó al Señor con inefable amor de Madre y preparó como nadie su corazón para recibirlo. Que ella sea nuestra compañera y guía en nuestro camino de Adviento. Que Ella nos ayude a prepararnos para recibir al Señor y para que el encuentro con Él transforme nuestras vidas y nos impulse a testimoniarlo y anunciarlo.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz y santo Adviento

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

Fuente:: Mons. Juan José Asenjo

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