Redacción (Jueves, 26-12-2013, Gaudium Press) Al introducirnos en el Antiguo Testamento, quedamos deslumbrados con la grandeza y proximidad con que Dios habla con los hombres sobre todo con el pueblo Hebreo. Es Dios que toma la iniciativa de entrar en contacto, y a pesar de sus continuas infidelidades, no lo abandona, al contrario, lo ama más, enviando a este pueblo sus profetas, los cuales hablaban en nombre del propio Dios.
¡Cuántos milagros, cuánta grandeza, cuánta intimidad! ¿Habrá concluido esto con la venida de Nuestro Señor Jesucristo, Aquel que no quiere el poder temporal, Aquel que dice que no vino a servir sino para ser servido?
En una persona sin profundidad de horizontes, podría surgir la idea de que con la venida de Nuestro Señor Jesucristo y la fundación de la Iglesia, la época de los grandes milagros y de la comunicación cara a cara con Dios, cesó. Esta visión es verdaderamente superficial, pues todo lo que ocurrió en el Antiguo testamento no fue sino una pre-figura, y una imagen de aquello que vendría. Y todas esas pre-figuras se cumplieron en la Persona de Nuestro Señor Jesucristo y en la institución por Él fundada, la Iglesia.
Las siguientes líneas visarán mostrar un pequeño aspecto de apenas una de las innúmeras pre-figuras que se realizan enteramente en la Persona del Divino Maestro. Se trata de Melquisedec.
1. La historia
A fin de localizarnos en la historia, hagamos una lectura de cómo aparece en la Sagrada Escritura la figura de Melquisedec:
Melquisedec recibe la ofrenda de Abrahán y lo bendice
Cuando Abrahán regresó, después de haber derrotado a Quedorlaómer y a los reyes que estaban de su parte, el rey de Sodoma salió a recibirlo al valle de Savé, que es el valle del Rey. También Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrahán con estas palabras: «Que te bendiga el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra; y alabado sea el Dios altísimo, que te hizo vencer a tus enemigos.» (Gn 14, 17 – 20).
Como vemos tal relato es uno de los más misteriosos del Antiguo Testamento. La figura de un rey-sacerdote venido de Salem, que nunca más aparecerá en la Sagrada Escritura, enciende nuestra curiosidad, y provoca el deseo de conocer mejor lo poco que podemos respecto a ese rey de Salem.
El primer dato que nos ofrece el Génesis, es que era Melquisedec el rey de una tierra llamada Salem. La tradición judaica siempre identificó Salem con Jerusalén, como vemos en el Salmo 76, 3, una identificación de Salem con Sión, la cual es la antigua colina llamada Jerusalén.
Colunga y García Cordero nos explican que Salem podría ser el diminutivo de Yerusalem, pues el Yerusalayim hebraico sería un masorético artificial, inventado por los rabinos a fin de dar más amplitud a la ciudad.
Con relación al nombre Melquisedec, se trata de un nombre cananeo como el de Adonisedec, rey de Jerusalén en los tiempos de Josué (Js 10,1). Melquisedec, como era costumbre entre los cananeos, era al mismo tiempo Sacerdote y Rey. [1]
En el texto bíblico es la primera vez que aparece el término Kohen, que quiere decir sacerdote. Melquisedec, como corresponde a su función sacerdotal, bendice Abrahán y da gracias a Dios por su victoria. Y Abrahán en agradecimiento y reconocimiento del sacerdocio de Melquisedec, le ofrece el diezmo. Es de destacarse un comentario hecho por Colunga y García Cordero, a propósito de ese trecho del Génesis:
«Este reconocimiento del sacerdocio de Melquisedec por Abrahán, es una prueba más de la antigüedad de la tradición sobre el encuentro entre ellos, pues no se concibe que un judío celoso posteriormente haya fingido a su grande patriarca humillándose ante un sacerdote cananeo, reconociéndolo como sacerdote y ofreciéndole el diezmo.» [2]
El hecho de tener tan pocos datos con relación a este trecho del Antiguo Testamento llevó a que los exegetas sacasen de ahí bastantes enseñanzas y alegorías, teniendo la Carta de San Pablo a los Hebreos como el pináculo de tal procedimiento. Es lo que veremos en el próximo tópico, esto es, cuáles las enseñanzas que retiraron, San Pablo y otros doctores, a partir de la figura de Melquisedec.
2. La figura de Melquisedec en la carta de San Pablo a los Hebreos y en algunos doctores de la Iglesia
En Hebreos capítulo 7, versículos uno a tres, San Pablo afirma: «Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de la derrota de los reyes y lo bendijo, al cual Abrahán ofreció el diezmo de todos sus despojos, es, conforme su nombre indica, primeramente ‘rey de justicia’ y, después, rey de Salem, esto es, ‘rey de paz’. Sin padre, sin madre, sin genealogía, su vida no tiene comienzo ni fin; comparable bajo todos los puntos al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre».
Por Millon Barros
(Mañana: El sacerdocio de Cristo y el sacerdocio de Melquisedec – Singularidad del nombre Melquisedec)
___
[1] Cf COLUNGA, Alberto, O.P. ; CORDERO, Maximiliano Garcia, O.P. Bíblia Comentada I – Texto de Nácar-Colunga: Pentateuco. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960, p.187.
[2] Ídem, p. 188.