(RV).- (Audio) El mensaje del Papa es verdaderamente evangélicoLa del Sagrado Corazón de Jesús es la cuarta parroquia de Roma que visita el Papa durante su Pontificado. Una iglesia salesiana que tiene entre otras actividades, la de ayudar a los cientos de necesitados que viven en los alrededores de la estación de Termini, a pocos metros de esta iglesia. Escuchemos al Padre Felipe Gonzáles, de la curia salesiana en Roma. «El gesto de que el Papa venga a una parroquia donde hay tantos inmigrantes y tantos necesitados, hace ver que su mensaje es verdaderamente evangélico». Es una entrevista de Alberto Goroni.

Fuente:: News.va

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El sábado 25 de enero, a las once horas de la mañana, dará comienzo una visita guiada a la Iglesia de San Juan de los Reyes de Granada. La entrada a la visita guiada es libre y gratuita. No se precisa inscripción previa.

El arquitecto Antonio Martín Muñoz guiará esta visita. Este profesional fue quien dirigió la restauración de la Iglesia, mereciendo su trabajo el premio Europa Nostra. Con esta actividad, la Delegación Diocesana para el Patrimonio Cultural inicia el cuarto ciclo de visitas guiadas que descubren la riqueza artística de la Archidiócesis de Granada. 

La visita dará comienzo ante la portada de la iglesia. Se ruega a los interesados, se personen con antelación en la iglesia de San Juan de los Reyes para emprender la visita con puntualidad.

La Delegación Diocesana para el Patrimonio Cultural ha programado, a lo largo de los próximos años, visitas formativas a las iglesias, monasterios y conventos más importantes y significativos del patrimonio histórico y artístico de la Archidiócesis. A lo largo de cinco años, guiados por expertos en historia del arte, se dará a conocer las construcciones mudéjares, góticas, renacentistas, barrocas y neoclásicas de la Iglesia granadina.

Fuente:: SIC

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Mons. Joan PirisMons. Joan Piris     El domingo es una de las primeras y más originales instituciones cristianas por el hecho de que el Señor Jesús resucitó y se manifestó a los suyos «el primer día de la semana», como atestiguan los evangelios. Sabemos que el domingo, día del Señor, ha sido desde el principio un espacio gozoso para los cristianos y también que el domingo, y las fiestas del calendario cristiano, forman parte del patrimonio cultural de una fe que se ha encarnado en los pueblos de nuestra geografía europea y en todo el mundo.

Sin embargo, para muchas personas, el domingo es un día casi justificado sólo por la necesidad de recuperar energías para el resto de la semana, de descansar de algunos excesos, de cambiar de tarea, de estar con la familia o dedicarlo a sus “hobbies”.

Sería bueno que los discípulos de Jesús viviéramos los días festivos de una manera testimonial, como espacios privilegiados para expresar nuestra identidad cristiana y, al mismo tiempo, manifestando nuestra solidaridad en Cristo con todos. El domingo y las fiestas cristianas poseen valores que son aceptados comúnmente por nuestra sociedad pluralista y secularizada. Han venido acompañando la existencia de las personas y de los pueblos, adaptándose al ciclo vital de la naturaleza y la evolución del conjunto de las distintas tareas que van construyendo la sociedad y dan un color particular a la vida. Este aspecto de nuestra cultura, originariamente cristiano, no siempre es percibido y valorado por influencia de un ambiente que parece querer eliminar del tejido social la referencia a Dios y a la trascendencia.

Hemos de compartir la alegría de las fiestas (cfr. Rom 12,15; Lucas 15,6.9) del calendario cristiano que jalonan el año y que tienen también la capacidad de dar una respuesta a la búsqueda de un significado para el ocio y el tiempo libre que sufre el hombre moderno. Debemos demostrar que si hacemos fiesta no es para entretenernos o pasar el tiempo, sino que poder vivir más a gusto y pasarlo bien es un don de Dios y como una inclusión de la eternidad en la vida de cada día. Los días festivos son oportunidades de vivir y experimentar la alegría como una prenda y anticipo de la felicidad plena que sólo se conseguirá más allá de las fronteras de este mundo, cuando las luchas darán paso a la paz, los recelos y los odios a la reconciliación, el dolor al consuelo y los esfuerzos de los hombres al descanso de Dios.

El día que Juan Bautista, diciendo “mirad el Cordero de Dios” (Jn 1,36), señaló la presencia de Jesús en medio de nosotros, abrió al mundo un camino de esperanza que tenemos que hacer más activa entre todos, viviendo con entusiasmo y testimoniando la propia fe sin complejos, amando al mundo y el tiempo que nos han tocado y luchando por mejorarlo.

Intentemos participar con alegría de esta presencia, de manera especial en la Eucaristía del Domingo, “EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA”.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola,

Obispo de Lleida

Fuente:: Mons. Joan Piris

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Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña     El pasado 9 de mayo de 2013 se cumplían 170 años del inicio de esta bella historia. El obispo Carlos-Augusto Forbin-Janson tenía una gran amistad con algunos de los misioneros franceses en China, y él mismo deseaba partir hacia el continente asiático. Pero Dios tenía otros planes para canalizar su vocación misionera. Mons. Forbin-Janson conocía de primera mano las dificultades de muchos niños de aquel país para poder sobrevivir. De modo especial, le entristecía que miles de estas criaturas murieran sin bautismo.

Siguiendo el ejemplo y la palabra de Jesús, acudió a los más débiles y a los menos poderosos, a los niños y niñas de su diócesis: “¿Queréis ayudarme a salvar a los niños y niñas de China?”, les preguntó un día. Y la respuesta no se hizo esperar. Todos se comprometieron a apoyarle con un avemaría diaria y una limosna mensual. Desde entonces, millones de niños se han sumado a esta corriente de solidaridad. Así nació la que hoy conocemos como Obra Pontificia de la Infancia Misionera y que durante muchos años se conoció como Santa Infancia.

La aparición de la Santa Infancia en el escenario misionero supuso una auténtica revolución pedagógica. Hasta entonces, la infancia constituía un período de la vida no valorado. El niño era un ser pasivo, débil, circunscrito en el silencio y en la soledad. En todo caso, los pequeños eran considerados a lo sumo como nuevos beneficiarios de la misión y simples destinatarios del anuncio. Sin embargo, la encarnación del Verbo de Dios en el Niño Jesús ha consagrado la primera edad de la vida, haciendo a la infancia amable. Tanto es así, “que este hecho – dice Mons. Carlos Augusto Forbin-Janson – va a devolver a la infancia los derechos que hasta el presente se le habían negado y, lo que es más todavía, va a añadir a aquélla privilegios”.

Todo esto suponía pasar de una imagen pasiva del ser del niño a una imagen activa, dinámica del mismo.

La pedagogía religiosa daba así un paso hacia adelante. A partir de ahora, el niño no es solamente el sujeto capaz de recibir y de asimilar una doctrina. Es también la persona capaz de contribuir activamente en la acción evangelizadora. Él es sujeto agente de evangelización.

De este modo, como bien subraya nuestro director de OMP en España, Mons. D. Anastasio Gil, “el protagonismo misionero de los niños llegó a ser un punto sin vuelta atrás en la historia de la Iglesia. En la Antigua Alianza del Pueblo de Dios, a los pequeños nunca se les había confiado un papel de responsabilidad pastoral. A partir de la Nueva Alianza con Jesucristo, el niño se ha convertido en punto de partida y de llegada del nuevo Reino. A menudo, el Reino que Jesús describe en las parábolas evangélicas se compara a algo muy pequeño que llegará a ser un día muy grande: la semilla de mostaza, el grano de trigo, una pizca de levadura”. Más todavía, según Jesús, la conversión al Reino pasa en cada uno de nosotros por hacernos niños. “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.

De ahí que el lema fundamental de Infancia Misionera sea: “Los niños ayudan a los niños”. Es decir, los niños, cuando ya han celebrado su primer encuentro con Jesús, transmiten a su vez a sus compañeros de generación la fe que ellos recibieron, actuando así en sus vidas el sacerdocio real recibido en el bautismo.

Y este compromiso de transmitir la fe se extiende a todas las áreas de la persona. Infancia misionera persigue, así, promover entre los más pequeños una corriente de solidaridad con los más necesitados.

Así las cosas, los objetivos globales de Infancia misionera son éstos:

– Ayudar a los educadores – padres, catequistas y profesores – a desarrollar en la formación cristiana de los niños la dimensión misionera universal.

– Suscitar en los niños – ¡Y en los mayores! – el deseo de compartir con otros niños, mediante la oración y la ayuda económica, la alegría de ser misioneros de Jesús.

– Colaborar con otros niños de Infancia Misionera para, entre todos, ayudar a aquellos que más lo necesiten en cualquier parte del mundo.

La obra pontificia de la Infancia Misionera se expandió con una rapidez impensable por las principales diócesis de Francia y, poco más tarde, por Europa. En España, su nacimiento se debe al Cardenal Bonel y Orbe, arzobispo de Toledo, quien, el 20 de octubre de 1852, escribe a la reina Isabel II solicitando la aprobación de la Santa infancia en nuestro país.

Desde su nacimiento, esta obra se configuró como un itinerario de fe que, llevando la misión al corazón de los más pequeños, les hacía descubrir la alegría de servir a los hermanos. En España la Jornada de la Infancia Misionera tiene lugar siempre el cuarto domingo de enero. Su celebración se prepara con el así llamado “Adviento Misionero” y con la presencia de los niños como “sembradores de Estrellas” antes de Navidad, y se prolonga a lo largo del curso con numerosas actividades en las diócesis.

Los frutos de la Jornada son notables, tanto espiritual como materialmente. A nivel mundial, las aportaciones económicas recibidas por Roma en 2012 y distribuidas en 2013 ascendieron a 21.823.390 dólares. De esta cantidad 2.117.463,44 euros fueron aportados por España.

La jornada sigue, pues, viva, muy viva, dando gracias a Dios y trabajando por el bien de los hombres, particularmente por los niños.

Culmino esta pequeña exhortación pastoral recordándoos un deseo muy ferviente del Santo Padre el Papa Francisco dirigido a los niños españoles de Infancia Misionera. “Quisiera pedir – dice el Papa – a los niños de España un favor: que podáis ofrecer y recibir de los niños y niñas de los cinco continentes el gran regalo de ser cristianos”.

Manuel Ureña Pastor,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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Mons.MazuelosMons. José Mazuelos      A los sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos/as,  y a todos los fieles,

El próximo domingo día 26 de enero la Iglesia dedica esta jornada a la «Obra Pontificia de Infancia Misionera», que tiene como objetivo suscitar en los niños y en los mayores el deseo de compartir la alegría de ser discípulos de Cristo y apóstoles en la misión del Señor.

El Vaticano II nos recordaba que hay que formar la conciencia misionera y universal desde la infancia (AG 38). Para los niños y adolescentes, una educación en esta línea se convierte en fuente de alegría, de amistad universal, de servicio generoso, de trabajo para un mundo mejor. El Secretariado de Infancia Misionera con ocasión del 170 aniversario de esta Obra, propone este año el lema «Los niños ayudan a los niños», una invitación para que los niños de nuestra diócesis se sumen a este proyecto misionero.

El Papa Francisco el día de la Epifanía expresó que muchos niños, en las parroquias, son protagonistas de gestos de solidaridad hacia sus coetáneos, y así amplían los horizontes de su fraternidad. Es  ese espíritu de fraternidad el que pretende acrecentar y estimular este año la obra Pontificia de la Infancia Misionera, sensibilizando a los niños y adolescentes en las parroquias y colegios con la obra de evangelización que desarrolla la iglesia en los países más empobrecidos y necesitados, dándoles a conocer a Jesucristo con el trabajo y el testimonio de tantos misioneros.

Os invito pues, a pequeños y mayores a colaborar en esta gran tarea de compartir con otros niños, mediante la oración, la ayuda económica y la participación en las distintas actividades la alegría de ser discípulos de Jesús que actúan en la primera línea de la misión.

A María Santísima Reina de las misiones, le pedimos que nos ayude a ser misioneros, a vivir el amor universal que Ella sintió tan profundamente, pues nadie como Ella puede comprender que la obra redentora de su Hijo se ha realizado para todos los hombres. A Ella os encomiendo a vosotros, a vuestros familiares y a las comunidades cristianas a las que pertenecéis, para que a todos os mantenga alegres con la misión y entusiasmados con la tarea.

Que Dios os bendiga.

+ José Mazuelos Pérez

Obispo de Asidonia-Jerez

Fuente:: Mons. José Mazuelos Pérez

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Salir al encuentro del SeñorMons. Atilano Rodríguez       El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, desea la verdadera vida, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte. Pero, al mismo tiempo, experimenta que esta vida no puede alcanzarla por sí mismo ni mediante la ayuda y colaboración de otros seres humanos, limitados y finitos como él.

Ante esta experiencia, por la que pasamos todos los seres humanos, sólo cabe la apertura a Dios, la acogida cordial y gozosa de su amor. Él no sólo quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (I Tim 2, 4), sino que no duda en enviar a su Hijo al mundo para que todos los seres humanos puedan obtener la salvación eterna mediante la participación en su misma vida.

Ahora bien, aunque la voluntad salvífica de Dios es definitiva y universal, es decir, alcanza a todos los hombres de todos los tiempos, siempre existe la posibilidad de que el ser humano se cierre sobre sí mismo y renuncie a participar de la comunión de vida y amor con Él en el presente y en el más allá de la muerte.

En esta capacidad de decisión del ser humano para vivir con Dios o sin Dios, se pone de manifiesto el escrupuloso respeto del Autor de la vida por la libertad humana y la responsabilidad de cada persona ante la oferta divina. Dios quiere salvarnos a todos, pero nos ha creado libres hasta el extremo de llegar a rechazar su salvación.

Cuando analizamos los comportamientos de muchas personas en nuestros días, podemos descubrir que aparentemente no se plantean la necesidad de ser salvados. En sus manifestaciones y comportamientos actúan como si Dios no existiese. Viven tan ocupados en la búsqueda del éxito personal y en la realización de los propios proyectos que no tienen tiempo para preguntarse por Dios ni para pensar en la necesidad de alguien que pueda perdonar sus pecados y ofrecerle vida eterna más allá de esta vida terrena.

Solamente el encuentro con Dios puede despertar nuestras conciencias dormidas. La luz divina nos impide justificar nuestras conductas erradas a partir de lo que hacen o dicen los demás. Para ver más allá de los gustos y caprichos personales y para experimentar la salvación de Dios, necesitamos abrirnos a su Palabra y dejarle espacio en la vida.

Dios, que es fiel y cumple sus promesas, no se cansa de venir a nosotros en cada instante de la vida y no cesa de llamar a la puerta de nuestro corazón para compartir con nosotros su amor y para hacernos partícipes de su salvación. Él espera que le dejemos entrar, pero no forzará en ningún momento nuestra libertad.

Para experimentar este amor salvador de Dios, además de descubrir a Dios presente en lo más hondo de nuestro ser, hemos de tener también presente que el Dios verdadero no es un mago, que viene para concedernos los privilegios soñados por cada uno, sino el que se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo y haciéndose semejante a los hombres en todo menos en el pecado (Fil 2, 7). El verdadero Dios es pobre y humilde. De este modo puede enriquecernos con su pobreza.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

+  Atilano Rodríguez

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Fuente:: Mons. Atilano Rodríguez

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eusebiohernandezobtarazonaMons. Eusebio Hernández       Queridos hermanos y amigos:

Este domingo celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. Jornada que incluye a los más pequeños de nuestras comunidades en la labor misionera de la Iglesia. Los niños de nuestras parroquias, especialmente los que se preparan para recibir la Comunión, se han implicado desde antes de Navidad en esta Jornada con distintas actividades.

En esta Jornada han tenido siempre un protagonismo especial los niños de nuestras comunidades a los que se les ha invitado a ser también ellos misioneros. Nadie mejor que ellos comprenden lo que significa ayudar a otros niños y, a la vez, nadie mejor que ellos para que desde pequeños comprendan lo importante que es transmitir la alegría de da la fe y ser amigos de Jesús.

Las actividades que desde antes de Navidad los más pequeños han emprendido para celebrar esta Jornada de hoy han querido ayudarles a compartir la fe y los medios naturales. En muchas parroquias y colegios se preparó esta Jornada con las catequesis que la Delegación de Misiones de la Diócesis ofreció a todos. En muchos hogares ha estado presente la “hucha para compartir”, que los niños dibujaron y recortaron y que con la generosidad de toda la familia se ha ido rellenando y que hoy en muchas parroquias habréis presentado en el ofertorio de la Misa. También en muchos lugares habéis recibido la pequeña estrella de la Navidad que los niños os han ofrecido para recordar la alegría de la Navidad y lo importante que es transmitir la luz del Evangelio.

Os invito a todos a colaborar con los más pequeños en esta Jornada. La obra de la Infancia Misionera cuenta con un Fondo Universal de Solidaridad, donde se recogen todas las aportaciones económicas de los pequeños. De él cada país  toma lo que hace falta para atender las necesidades sociales y pastorales de los niños que carecen de lo necesario para subsistir en países pobres. Como siempre, podemos decir, que con nuestra pequeña aportación se repite el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.

El Señor siempre se sirve de las cosas pequeñas para hacer obras grandes. Esta Jornada de la Infancia Misionera nos lo demuestra; en primer lugar porque estamos sembrando en el corazón de los más pequeños lo importante que es transmitir la fe y ser siempre misioneros y, en segundo lugar, porque ante una sociedad tantas veces egoísta e insolidaria, ponemos en ellos los valores del compartir y de la generosidad que, sin duda, colaboraran a hacer una sociedad mejor.

Elevemos hoy nuestra oración junto a los niños de todo el mundo para que el Evangelio llegue a todos y con él la fe, la esperanza y la alegría renueven los corazones y construyan una nueva sociedad fundamentada en el amor.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

Fuente:: Mons. Eusebio Hernández Sola

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Mons. Alfonso MilianMons. Alfonso Milián       Aún me punza en el corazón una escena que presencié en una zona muy pobre del Congo: tres niños apoyados contra una pared, tristes, silenciosos y sin jugar. Como llevaban un buen rato de esa manera tan poco normal para unos niños, pregunté qué ocurría. La respuesta fue lo que me dolió: el maestro les había echado de la escuela porque no podían pagar lo que acostumbraban a darle. En aquella zona eran los padres quienes mantenían al maestro, en dinero o en especie. Las familias de aquellos niños no podían pagar y los pequeños no podían estar en la escuela y sufrían por ello.

Queridos niños: os recuerdo esta historia en el domingo de la Infancia Misionera. Con ocasión de la última Navidad tuve una bonita celebración con muchos de vosotros. Después salisteis por las calles cantando villancicos y fuisteis a las residencias de la Tercera Edad para felicitar la Navidad a las personas mayores que allí viven, sembrando estrellas. Con ellas buscabais que todos ayudemos a tantos niños pobres del mundo, cuya situación os preocupa y entristece. Ese gesto de sembrar estrellas durante la Navidad es un gesto muy hermoso, que recuerdo con cariño y la gente agradece.

En nuestro mundo hay muchos niños que lo pasan muy mal por diversos motivos: unos no tienen alimentos, carecen de los medicamentos más elementales y no tienen escuelas, otros sufren las terribles consecuencias de las guerras o son arrancados de su familia para convertirlos prematuramente en soldados, otros, en fin, son raptados y obligados a prostituirse… Muchos niños que viven en la calle, sin padres que les cuiden y se preocupen de ellos, terminan siendo víctimas de las drogas y de la prostitución. Cuando les falta la familia, la comida y la educación, ¿qué otro futuro les espera? Además, sufren serias carencias sanitarias. Enfermedades que entre nosotros tienen curación son mortales para ellos, por falta de medicamentos y de atención
sanitaria.

Hacia esta infancia, tan abundante en los países de misión, os pido que volváis los ojos. Vosotros, niños, sois los protagonistas en la jornada de la Infancia Misionera, con vuestras oraciones y con vuestros donativos, fruto de vuestras generosas privaciones para ayudar con ellas a los que tienen mucho menos que vosotros. También
vuestros padres, tutores y educadores se sentirán solidarios con esta preocupación por la Infancia Misionera.

En el año pasado, la ayuda enviada a las Misiones en esta jornada fue de casi veintidós millones de euros. La Iglesia española colaboró con más de dos millones. Con ellos se financiaron más de tres mil proyectos dedicados a construir colegios, hospitales y orfanatos donde acoger a esos niños del Tercer Mundo que carecen de casi todo.

Pero la Infancia Misionera es más que una obra social o asistencial. Pretende también dar a conocer a Jesús y su Evangelio a todos esos niños para ofrecerles los valores y la esperanza que pueden hacer que sus vidas sean fraternas y felices. En esta jornada os invito a rezar y a ser generosos. Mi experiencia me dice que los niños sois
capaces de mejorar el mundo. Os animo, pues, a ser protagonistas de verdad.

Os bendice vuestro Obispo.

+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón

Fuente:: Mons. Alfonso Milián Sorribas

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Mons. Saiz MenesesMons.  Àngel Saiz Meneses    Se explica que el joven Francisco, después de su conversión,  se dedicó a restaurar tres ruinosas ermitas de Asís. Estando en la de San Damián, le pareció oír que el Cristo de un crucifijo le hablaba y le decía: “Francisco, repara mi casa”.

Primero interpretó al pie de la letra esta invitación y se puso a hacer  de albañil, restaurando materialmente la ermita; pero en seguida comprendió que el Señor le pedía algo más: una restauración más profunda de la Iglesia y para ello se imponía un retorno al Evangelio.

He recordado este episodio tan popular de la vida de san Francisco de Asís leyendo la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii gaudium (El gozo del Evangelio), publicada el 26 del pasado noviembre. Cuando en la introducción del texto se plantea la propuesta y los límites de esta Exhortación, la primera de las cuestiones que enumera es “la reforma de la Iglesia en salida misionera”.  En continuidad con el Magisterio anterior, inspirándose particularmente en la encíclicaEcclesiam Suam de Pablo VI y en el Concilio Vaticano II, nos llama a una pastoral en conversión: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad». Es una renovación eclesial que no se puede demorar.

Terminado el Año de la Fe, el Papa nos ofrece con esta exhortación  todo un programa de reforma de la Iglesia, un proyecto de restauración de la casa de Dios en el mundo que ha de ser la Iglesia.  Los observadores han señalado que es un documento programático, que estamos en definitiva ante el programa del Papa Francisco. Y presenta este programa en comunión con los deseos de los obispos, porque en el texto realiza dos cosas a la vez: presentar a toda la Iglesia las orientaciones que formularon los obispos del Sínodo de 2012 y asumirlas él como su proyecto durante los próximos años en su ministerio de sucesor de san Pedro y obispo de Roma.

¿Cuál es, pues,  su orientación fundamental? Diría que cabe expresarlo así: reforma para la misión. “La Iglesia, hoy, ha de tener un espíritu misionero. La Iglesia tiene que salir. Salir de un cierto narcisismo, de una cierta autocontemplación”. El papa Francisco lo expresa diciendo que la Iglesia no ha de ser autorreferencial, sino que ha caminar hacia las periferias geográficas y existenciales. Debe hacer suyo el dolor del mundo, en especial el de los pobres y los excluidos. Como el santo de Asís que comenzó acercándose a los pobres y a los leprosos del entorno de su ciudad.

Francisco es el primer Papa latinoamericano de la historia de la Iglesia. Él dijo, al presentarse en la tarde de aquel 13 de marzo de 2013, que venía de lejos, “del fin del mundo”; viene de la experiencia de las Iglesias del mundo latinoamericano, nos trae su espontaneidad, su compromiso con los pobres, de su camino pastoral, que los obispos de aquel continente formularon en el Documento de Aparecida, uno de cuyos redactores fue el cardenal Bergoglio.  Nos trae algo que puede ser un bien para toda Iglesia. Recemos por él, como él mismo lo pide con mucha frecuencia.

+ Josep Àngel Saiz Meneses,

Obispo de Terrassa

Fuente:: Mons. Josep Àngel Saiz Meneses

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Una Iglesia ciudadana del mundo digital, que sea casa de todos, en diálogo con la humanidad y misionera de Cristo, alienta el Papa
(RV).-(con audio) Una Iglesia ciudadana del mundo digital, que sea casa de todos, en diálogo con la humanidad y misionera de Cristo, alienta el Papa«La parábola del buen samaritano es también una parábola del comunicador». «El testimonio cristiano, gracias a la red puede alcanzar las periferias existenciales», «no una red de cables, sino de personas humanas», «me gusta definir el poder de la comunicación como proximidad», escribe el Obispo de Roma en su mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: «La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro», publicado este jueves. «Que la imagen del buen samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, versando sobre ellas aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino», desea el Santo Padre y luego exhorta a no tener miedo de hacernos ciudadanos del mundo digital. «El interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación son importantes para dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo: una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en camino con todos. En este contexto, la revolución de los medios de comunicación y de la información constituye un desafío grande y apasionante que requiere energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la belleza de Dios».
Tras hacer hincapié en los grandes valores inspirados desde el cristianismo, como la visión del hombre como persona, el matrimonio y la familia, la distinción entre la esfera religiosa y la esfera política, los principios de solidaridad y subsidiaridad, entre otros, el Papa Bergoglio evoca al buen samaritano, que no sólo se acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde del camino. Jesús nos indica que «comunicar significa, por tanto tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios».
Cuando la comunicación induce al consumo o manipula a las personas, «nos encontramos ante una agresión violenta como la que sufrió el hombre apaleado por los bandidos y abandonado al borde del camino, como leemos en la parábola. El levita y el sacerdote no ven en él a su prójimo, sino a un extraño de quien es mejor alejarse. En aquel tiempo, lo que les condicionaba eran las leyes de la purificación ritual. Hoy corremos el riesgo de que algunos medios nos condicionen hasta el punto de hacernos ignorar a nuestro prójimo real».
No basta pasar por las «calles» digitales, estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro, para no quedarnos encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura. Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación. El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, señala el Santo Padre, añadiendo que «la neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales».
Una vez más, también en este mensaje Francisco reitera que entre una Iglesia accidentada por salir a la calle y una Iglesia enferma de autoreferencialidad, prefiere sin duda la primera. Entre las calles del mundo «también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad, a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza. Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar «hasta los confines de la tierra» (Hch. 1,8). Abrir las puertas de las iglesias significa abrirlas asimismo en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos».
«La comunicación contribuye a dar forma a la vocación misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del encuentro con Cristo. También en el contexto de la comunicación sirve una Iglesia que logre llevar calor y encender los corazones», afirma el Papa, para luego hacer hincapié en que «no se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás «a través de la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013).
Con el episodio de los discípulos de Emaús, Francisco destaca que «es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte».
(CdM – RV)
Texto completo del Mensaje del Papa:
48ª JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro
1 de junio 2014
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy vivimos en un mundo que se va haciendo cada vez más «pequeño»; por lo tanto, parece que debería ser más fácil estar cerca los unos de los otros. El desarrollo de los transportes y de las tecnologías de la comunicación nos acerca, conectándonos mejor, y la globalización nos hace interdependientes. Sin embargo, en la humanidad aún quedan divisiones, a veces muy marcadas. A nivel global vemos la escandalosa distancia entre el lujo de los más ricos y la miseria de los más pobres. A menudo basta caminar por una ciudad para ver el contraste entre la gente que vive en las aceras y la luz resplandeciente de las tiendas. Nos hemos acostumbrado tanto a ello que ya no nos llama la atención. El mundo sufre numerosas formas de exclusión, marginación y pobreza; así como de conflictos en los que se mezclan causas económicas, políticas, ideológicas y también, desgraciadamente, religiosas.
En este mundo, los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos. Comunicar bien nos ayuda a conocernos mejor entre nosotros, a estar más unidos. Los muros que nos dividen solamente se pueden superar si estamos dispuestos a escuchar y a aprender los unos de los otros. Necesitamos resolver las diferencias mediante formas de diálogo que nos permitan crecer en la comprensión y el respeto. La cultura del encuentro requiere que estemos dispuestos no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. Los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inauditos. En particular, Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios.
Sin embargo, también existen aspectos problemáticos: la velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo. La variedad de las opiniones expresadas puede ser percibida como una riqueza, pero también es posible encerrarse en una esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e ideas, o incluso a determinados intereses políticos y económicos. El mundo de la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos. El deseo de conexión digital puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado. Sin olvidar que quienes no acceden a estos medios de comunicación social –por tantos motivos-, corren el riesgo de quedar excluidos.
Estos límites son reales, pero no justifican un rechazo de los medios de comunicación social; más bien nos recuerdan que la comunicación es, en definitiva, una conquista más humana que tecnológica. Entonces, ¿qué es lo que nos ayuda a crecer en humanidad y en comprensión recíproca en el mundo digital? Por ejemplo, tenemos que recuperar un cierto sentido de lentitud y de calma. Esto requiere tiempo y capacidad de guardar silencio para escuchar. Necesitamos ser pacientes si queremos entender a quien es distinto de nosotros: la persona se expresa con plenitud no cuando se ve simplemente tolerada, sino cuando percibe que es verdaderamente acogida. Si tenemos el genuino deseo de escuchar a los otros, entonces aprenderemos a mirar el mundo con ojos distintos y a apreciar la experiencia humana tal y como se manifiesta en las distintas culturas y tradiciones. Pero también sabremos apreciar mejor los grandes valores inspirados desde el cristianismo, por ejemplo, la visión del hombre como persona, el matrimonio y la familia, la distinción entre la esfera religiosa y la esfera política, los principios de solidaridad y subsidiaridad, entre otros.
Entonces, ¿cómo se puede poner la comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro? Para nosotros, discípulos del Señor, ¿qué significa encontrar una persona según el Evangelio? ¿Es posible, aun a pesar de nuestros límites y pecados, estar verdaderamente cerca los unos de los otros? Estas preguntas se resumen en la que un escriba, es decir un comunicador, le dirigió un día a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?» (Lc. 10,29). La pregunta nos ayuda a entender la comunicación en términos de proximidad. Podríamos traducirla así: ¿cómo se manifiesta la «proximidad» en el uso de los medios de comunicación y en el nuevo ambiente creado por la tecnología digital? Descubro una respuesta en la parábola del buen samaritano, que es también una parábola del comunicador. En efecto, quien comunica se hace prójimo, cercano. El buen samaritano no sólo se acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro. Comunicar significa, por tanto, tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad».
Cuando la comunicación tiene como objetivo preponderante inducir al consumo o a la manipulación de las personas, nos encontramos ante una agresión violenta como la que sufrió el hombre apaleado por los bandidos y abandonado al borde del camino, como leemos en la parábola. El levita y el sacerdote no ven en él a su prójimo, sino a un extraño de quien es mejor alejarse. En aquel tiempo, lo que les condicionaba eran las leyes de la purificación ritual. Hoy corremos el riesgo de que algunos medios nos condicionen hasta el punto de hacernos ignorar a nuestro prójimo real.
No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura. Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación. El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura. La red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas. La neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales.
Lo repito a menudo: entre una Iglesia accidentada por salir a la calle y una Iglesia enferma de autoreferencialidad, prefiero sin duda la primera. Y las calles del mundo son el lugar donde la gente vive, donde es accesible efectiva y afectivamente. Entre estas calles también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad, a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza. Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar «hasta los confines de la tierra» (Hch. 1,8). Abrir las puertas de las iglesias significa abrirlas asimismo en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos.
Estamos llamados a dar testimonio de una Iglesia que sea la casa de todos. ¿Somos capaces de comunicar este rostro de la Iglesia? La comunicación contribuye a dar forma a la vocación misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del encuentro con Cristo. También en el contexto de la comunicación sirve una Iglesia que logre llevar calor y encender los corazones.
No se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás «a través de la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013).
Pensemos en el episodio de los discípulos de Emaús. Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.
Que la imagen del buen samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, versando sobre ellas aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino. No tengan miedo de hacerse ciudadanos del mundo digital. El interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación son importantes para dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo: una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en camino con todos. En este contexto, la revolución de los medios de comunicación y de la información constituye un desafío grande y apasionante que requiere energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la belleza de Dios.
Vaticano, 24 de enero de 2014, memoria de san Francisco de Sales

Fuente:: News.va

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