Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

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Hoy sábado, día 18 de enero, da comienzo el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año tiene como lema ¿Es que Cristo está dividido?(1 Corintios 1, 1-17). Con este motivo, los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales han hecho público un mensaje en el que explican que los materiales para la Semana de Oración de este año, 2014, han sido elaborados por un grupo ecuménico de Canadá.

Mensaje de los Obispos de la Comisión episcopal de Relaciones Interconfesionales

Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014 han sido preparados inicialmente por un grupo ecuménico de Canadá, procedentes de varias partes del país y pertenecientes a distintas Iglesias y comunidades eclesiales, a saber, la Iglesia Unida de Canadá, la bautista, la presbiteriana, la ortodoxa y la católica. Este grupo se reunió por invitación del Centro Canadiense para el Ecumenismo y el Centro para el Ecumenismo La Prairie y su propuesta fue estudiada, adaptada y aprobada por el Comité Internacional nombrado por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para que pudiera servir a los cristianos del mundo entero para orar por la unidad visible de todos los creyentes en Cristo. Este modo de proceder, que parte de una propuesta elaborada por un grupo ecuménico local, se viene siguiendo desde 1975 y nos permite enriquecernos con las aportaciones que surgen de un determinado contexto socio-cultural y eclesial, haciendo nuestros sus anhelos y preocupaciones, pero también sus dones espirituales y ecuménicos. 

Así, el año pasado, los materiales nos invitaban a orar por la unidad teniendo presente la situación de la India con la injusticia social tan terrible hacia los dalits, que constituyen la gran mayoría de la población cristiana del país. Este año es la riqueza natural y cultural de Canadá la que da el tono a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Canadá es el segundo Estado más grande del mundo, extendiéndose desde Estados Unidos hasta el Polo Norte, y desde el océano Atlántico al Pacífico. Es un país rico en recursos naturales y poblado por gentes diversas, desde los pueblos indígenas y los descendientes de los primeros colonos franceses e ingleses hasta los inmigrantes actuales provenientes de todas las partes del mundo. Esta riqueza natural, social y cultural que caracteriza a Canadá, cuyas ciudades son entre las más multiculturales y multirreligiosas del mundo, se manifiesta también en las distintas expresiones de la fe cristiana, y es el punto de partida para los materiales de este año. En ellos se nos invita a apreciar, agradecer y recibir los dones espirituales y de fe presentes en otras Iglesias y comunidades eclesiales, incluso ahora en medio de nuestras divisiones, y a seguir trabajando y orando juntos por la unidad visible de los cristianos.

El texto bíblico elegido está tomado de la Primera Carta de san Pablo a los Corintios: 1 Cor 1, 1-17. En este texto el apóstol habla de la comunidad cristiana que se reúne en esa ciudad como auténtica «Iglesia de Dios», plena expresión del único pueblo de Dios y no una porción local de él, pero que está unida a «todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor suyo y nuestro» (1 Cor 1, 2). Pablo da gracias a Dios por los muchos dones con los que ha «enriquecido sobremanera» a los cristianos de esa comunidad y les invita a la «concordia, a recuperar la armonía pensando y sintiendo lo mismo» (cf.1 Cor 1, 10). «Los de Cloe», ejerciendo una función de denuncia profética, habían informado al apóstol de divisiones en la comunidad, y Pablo exhorta a los cristianos a darse cuenta de lo que les hace tales, que es su común-unión con Cristo, con su cruz, a través del bautismo.

Por lo tanto, como se afirma en la introducción al tema de este año en los materiales,«enraizados en Cristo, estamos llamados a dar gracias por los dones de Dios que otros fuera de nuestro grupo aportan a la misión común de la Iglesia. Honrar los dones de los demás nos acerca en la fe y la misión y nos conduce hacia esa unidad por la que rezó Cristo, con respeto hacia una auténtica diversidad de adoración y vida».

(…/…)

Mensaje completo de los Obispos: ¿Es que Cristo está dividido? (1 Corintios 1, 1-17)

Fuente:: SIC

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Iglesia en Estados Unidos prepara Vigilia Nacional de Oración previa a la Marcha por la Vida

Washington (Sábado, 18-01-2014, Gaudium Press) Una multitudinaria Vigilia Nacional de Oración se llevará a cabo en Estados Unidos para marcar el aniversario número 41 de la aprobación legal del aborto en Estados Unidos. Los Obispos del país convocaron a nueve días de oración por la vida (ver noticia anterior) y la Vigilia Nacional del día 21 de enero en la Basílica Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, que antecederá a la Marcha por la Vida que anualmente congrega a miles de ciudadanos para rechazar el aborto.

La Eucaristía, que será concelebrada por Cardenales, Obispos y cientos de sacerdotes, será presidida por el Cardenal Sean O’Malley, quien además predicará la homilía. La vigilia continuará a lo largo de la noche en el templo de la Cripta de la Basílica con la celebración del Sacramento de la Confesión, Rosario Nacional por la Vida, oración nocturna de rito bizantino y Horas Santas dirigidas por seminaristas de todo el país. Se espera que se reúnan en el Santuario más de 10 mil peregrinos.

Durante esa misma noche, la Universidad Católica de América llevará a cabo una Vigilia simultánea con cerca de mils doscientos participantes. Además, en la mañana del día de la Marcha por la Vida, 23 de enero, la Basílica tendrá un tiempo de Adoración Eucarística desde las seis de la mañana que culminará con una Eucaristía de Clausura de la Vigilia a las siete y treinta de la mañana, presidida por el Arzobispo de Filadelfia, Mons. Charles Chaput.

«Roe Vs. Wade (la sentencia que legalizó el aborto) ha tenido trágicas consecuencias para nuestra nación», afirmó la directora asistente para política y comunicación del Secretariado de Actividades Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), Deirdre McQuade. El fallo de la Corte Suprema «nos catapultó hacia la cultura de la muerte que ha cobrado la vida de millones de niños no nacidos, dejando incontables mujeres, hombres y familias sufriendo esa pérdida, a menudo en silencio».

La directora asistente explicó que la Vigila Nacional de Oración «esta?a en el corazón de la campaña nacional de los Obispos de Nueve Días por la Vida, de oración, penitencia y peregrinación para restaurar el respeto y la protección de la vida humana».

Con información de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Pintor británico ofrece conferencia sobre testimonio cristiano y mercado de las artes en Estados Unidos

Merrimack (Sábado, 18-01-2014, Gaudium Press) James Gillick, un pintor británico autodidacta que se ha destacado para recuperar técnicas tradicionales de pintura al óleo, expondrá en Estados Unidos su visión sobre cómo un artista católico puede tener éxito en el mercado artístico actual. Su experiencia práctica de desenvolverse en un entorno frecuentemente secularizado y que promueve formas de expresión distintas o incluso contrarias a las tradicionales será el tema central de su intervención el Thomas More College de Merrimack, Estados unidos, el próximo 21 de enero.

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Su Santidad Juan Pablo II, por James Gillick, 2005.

Gillick ha marcado su independencia con respecto a las escuelas de arte actuales y ha logrado posicionar su obra en el mercado, fabrica sus propias pinturas – para las cuales refina su propio aceite – y estableció un taller donde enseña su visión de la pintura. «James es un devoto católico que ayuda a jóvenes artistas a cumplir su vocación en servicio de la Iglesia», afirmó la convocatoria del Thomas More College. Cada año, el pintor selecciona un grupo de aprendices con quienes trabaja de forma intensiva durante 11 meses y les enseña tanto su técnica como su forma de comercialización.

«Rembrandt decía: ‘incluso si simplemente es limpiar sus pinceles, haga algo todos los días'», recordó Gillick en un video de presentación de su trabajo artístico. «Siempre hay algo qué hacer. Si usted hace sus propios paneles, sus pinturas, pigmentos y ceras, siempre hay alguna contribución física que puede hacer a su obra». El artista explicó que prefiere trabajar con materiales puros que no se obtienen en el mercado.

Arte barroco y la huella de Dios en la creación

«La pintura naturalista del período barroco (el siglo XVII) desarrolló un balance de enfoque y color que imitaba la forma natural como se mira a las cosas», relató el Prof. David Clayton al describir la obra de Gillick en el proyecto The Way of Beauty, del Thomas More College. «La premisa detrás de esto es que la humanidad estaba hecha para apreciar la mano del Creador en su creación y si el artista trabaja en armonía con la forma como miramos, entonces la pintura bien realizada podría de la misma forma, a través de su belleza, llevarnos a la fuente última de la inspiración del artista».

El llamado particular al estilo artístico que desarrolla James Gillick lo sintió al comparar las obras de su entorno con las que marcaron la historia del arte. «Cuando comencé a ser un pintor de tiempo completo a los 21 años de edad había una gran separación entre el profundo conocimiento de la pintura al óleo evidenciado en los libros antiguos o las pinturas y la ausencia de éste en las galerías comerciales de la escena contemporánea», relató Gillick para The Artist.

Según el artista, pocos pintores practicaban con disciplina, pocos instructores enseñaban las técnicas clásicas y «mucha información se había perdido en los últimos 100 años». Los próximos dos años los dedicó a experimentar por su cuenta y luego continuó su proceso de aprendizaje continuo que según Gillick ha tomado 17 años.

Con información de Thomas More College of Liberal Arts, The Artist y New Liturgical Movement.

 

Fuente:: Gaudium Press

Leer más http://es.gaudiumpress.org/content/54964

Ciudad del Vaticano (Sábado, 18-01-2014, Gaudium Press) Una inusual multitud se reunió en la Plaza de San Pedro el pasado 17 de enero. Además de los peregrinos, numerosos animales de granja como caballos, burros, patos, conejos, entre otros, y las mascotas de muchos residentes de Roma se acercaron para recibir la bendición de la Iglesia. Todo como parte de la tradicional celebración de la Fiesta de San Antonio Abad, patrono de los campesinos y granjeros y, por extensión, de los animales del campo y la ciudad.

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Comitiva de la Policía Militar Italiana en la Plaza de San Pedro. Foto: CNS.

El acto de bendición fue realizado por el Cardenal Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica de San Pedro y Vicario General para la Ciudad del Vaticano, quien ya había presidido la Eucaristía en la Basílica con la presencia de los miembros de una asociación italiana de granjeros.

Una de las comitivas más notorias fue la de la Policía Italiana, donde los uniformados a caballo realizaron una marcha hacia la Plaza, acompañados de dos perros policías. Los caninos, según reportes de Catholic News Service, revisaron insistentemente a los transeúntes sin notar que se encontraban en un receso de su trabajo durante la bendición.

El hombre, administrador de la creación

El Card. Comastri destacó la importancia de los campesinos y su trabajo para el bienestar de la sociedad durante su homilía en la Basílica. De igual forma agradeció a los granjeros presentes su trabajo de cuidado de la naturaleza y las labores que proveen a las comunidades con alimentos saludables e indispensables.

El purpurado también recordó el deber de los seres humanos de cuidar la creación de Dios y puso como ejemplo la reciente restauración de la Columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro. Según el Cardenal, la intensa labor de limpieza realizada por especialistas durante los últimos cinco años fue necesaria debido a la polución de la ciudad, que inevitablemente afecta también a los seres humanos.

El Card. Comastri señaló a los campesinos como un ejemplo de administradores éticos y responsables de los dones de Dios y expresó su deseo de que los valores propios de su forma de vida tengan una saludable influencia sobre la sociedad en general.

Con información de Catholic News Service.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Pidamos un corazón abierto para recibir la Palabra de Dios, el Papa el viernes en Santa Marta
(RV).- El don de ser hijos de Dios no se puede “vender” por un mal entendido sentido de “normalidad”, que induce a olvidar su Palabra y a vivir como si Dios no existiese. Fue la reflexión que el Papa Francisco propuso la mañana del viernes, durante la homilía de la Misa presidida en la Casa de Santa Marta.
La tentación de querer ser “normales”, cuando en cambio se es hijo de Dios. Que en esencia quiere decir ignorar la Palabra del Padre y seguir sólo la humana, la “palabra del propio deseo”, escogiendo en cierto modo “vender” el don de una predilección para sumergirse en una “uniformidad mundana”. Esta tentación el pueblo judío del Antiguo Testamento la experimentó más de una vez, recordó el Santo Padre, que se detuvo en el episodio propuesto por el pasaje de la liturgia tomado del primer Libro de Samuel. En él, los jefes del pueblo piden al mismo Samuel, ya viejo, establecer para ellos un nuevo rey, de hecho pretendiendo autogobernarse. En aquel momento, observó el Pontífice, “el pueblo rechaza a Dios: no sólo no escucha la Palabra de Dios, sino que la rechaza”. Y la frase reveladora de este desapego, subrayó el Papa, es aquella proferida por los ancianos de Israel: queremos un “rey juez”, porque así “también nosotros seremos como todos los pueblos”. O sea, observó Francisco, “rechazan al Señor del amor, rechazan la elección y buscan el camino de la mundanidad”, de forma parecida a tantos cristianos de hoy:
“La normalidad de la vida exige del cristiano fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una uniformidad mundana. Esta es la tentación del pueblo, y también la nuestra. Tantas veces, olvidamos la Palabra de Dios, aquello que nos dice el Señor, y tomamos la palabra que está de moda, ¿no?, también aquella de la telenovela está de moda, tomemos esa, ¡es más divertida! La apostasía es precisamente el pecado de la ruptura con el Señor, pero es clara: la apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso, la mundanidad, porque es más sutil”.
“Es verdad que el cristiano debe ser normal, como son normales las personas”, reconoció el Obispo de Roma, “pero – insistió – existen valores que el cristiano no puede tomar para sí. El cristiano debe retener sobre él la Palabra de Dios que le dice: ‘tú eres mi hijo, tú eres elegido, yo estoy contigo, yo camino contigo’”. Por lo tanto resistiendo a la tentación – como en el episodio de la Biblia – de considerarse víctimas de “un cierto complejo de inferioridad”, de no sentirse un “pueblo normal”:
“La tentación viene y endurece el corazón y cuando el corazón es duro, cuando el corazón no está abierto, la Palabra de Dios no puede entrar. Jesús decía a los de Emaús: ‘¡Necios y lentos de corazón!’. Tenían el corazón duro, no podían entender la Palabra de Dios. Y la mundanidad ablanda el corazón, pero mal: un corazón blando ¡jamás es una cosa buena! El bueno es el corazón abierto a la Palabra de Dios, que la recibe. Como la Virgen, que meditaba todas estas cosas en su corazón, dice el Evangelio. Recibir la Palabra de Dios para no alejarse de la elección”.
Pidamos, entonces – concluyó el Papa Francisco – “la gracia de superar nuestros egoísmos: el egoísmo de querer hacer de las mías, como yo quiero”:
“Pidamos la gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, o sea abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como han hecho estos nuestros hermanos, que cerraron el corazón porque se alejaron de Dios y desde hacía tiempo no sentían y no entendían la Palabra de Dios. Que el Señor nos de la gracia de un corazón abierto para recibir la Palabra de Dios y para meditarla siempre. Y de ahí tomar el verdadero camino”.

Fuente:: News.va

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