Mons. Atilano RodríguezMons. Atilano Rodríguez      Las celebraciones del tiempo litúrgico de Navidad y de la Epifanía están centradas en la gran noticia del nacimiento y de la manifestación de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre a todos los pueblos de la tierra. Los cristianos hemos escuchado en muchas ocasiones este anuncio pues, a pesar de la indiferencia religiosa, los encuentros familiares, las celebraciones litúrgicas y el testimonio gozoso de muchos creyentes nos lo recuerdan.

En tiempos de Jesús, este mensaje caló con rapidez en las clases más humildes de la sociedad y también en el corazón de muchos poderosos, pues confiaban y esperaban el cumplimiento de lo anunciado por los profetas. Además, necesitaban un Dios al que poder dirigir sus oraciones con la confianza de ser escuchados, pues habían llegado a la conclusión de que los dioses paganos, a los que oraban, eran seres de polvo y paja, incapaces de salvar a nadie.

Nosotros, a pesar de haber oído en muchas ocasiones esta incomparable noticia, corremos el peligro de acostumbrarnos a escucharla y no darle la importancia que tiene para nosotros y para la salvación de la humanidad. Con frecuencia, nos cuesta asumir el hondo significado de que un Dios se encarne en el seno de una Virgen para compartir nuestra humanidad y para regalarnos la salvación.

Sin embargo, cuando nos paramos a pensar, podemos descubrir que si Cristo no se hubiese encarnado, muerto y resucitado, no tendríamos noticia del amor infinito de Dios hacia cada uno de nosotros. Nos faltaría la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo para poder caminar con seguridad y certeza al encuentro del Padre y de los hermanos. Nos encontraríamos sin la gran esperanza que nos ofrece el triunfo de Cristo sobre el poder del pecado y de la muerte y que puede dar una nueva orientación a nuestra existencia.

Esta nueva esperanza, que tiene su fundamento en el nacimiento y en la resurrección de Jesucristo, aunque no tenga la virtualidad de eliminar los problemas y las dificultades de la vida, sí tiene el poder de ayudarnos a vivirlos de forma distinta, pues como nos recordaba el Papa Benedicto XVI: “Cristo mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto” (Spe salvi, 6).

El recordatorio de los misterios de la vida de Jesucristo no puede quedarse simplemente en una buena noticia del pasado sin repercusión en el momento presente. Los cristianos no sólo recordamos los misterios de la salvación de Dios como simples acontecimientos del pasado, sino que podemos actualizarlos mediante la acción constante del Espíritu Santo en los sacramentos. Los misterios de la vida de Cristo se hacen presentes para nosotros en la liturgia y permanecen siempre actuales para que todos podamos encontrarnos con Él y experimentar el amor, el perdón y la salvación de nuestro Dios.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

+ Atilano Rodríguez,

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Fuente:: Mons. Atilano Rodríguez

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Avivar el bautismoMons.  Casimiro López Llorente      En la Fiesta del Bautismo de Jesús, el día 12 de enero, con la que concluye el tiempo de la Navidad, revivimos su bautismo a orillas del río Jordán de manos de Juan Bautista. Ante Juan viene Jesús y transforma el gesto de su bautismo de penitencia en una solemne manifestación de su divinidad. “Apenas se bautizó Jesús, salió del agua… Y vino una voz del cielo, que decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto” (Mt 13, 17). Son las palabras de Dios-Padre que nos muestra a Jesús como su Hijo unigénito, su Hijo amado y predilecto, al inicio de su vida pública: Jesús es el Cordero que toma sobre sí el pecado del mundo y que ahora comienza públicamente su misión salvadora; Él es el enviado por Dios para ser portador de justicia, de luz, de vida y de libertad. En el Jordán se abre una nueva era para toda la humanidad. Este hombre, aparentemente igual a todos los demás, es Dios mismo, que viene para liberar del pecado y dar el poder deconvertirse “en hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios” (Jn 1, 12-13).

El bautismo de Jesús nos remite así a nuestro propio bautismo. En la fuente bautismal, al volver a nacer por el agua y por el Espíritu Santo, hemos sido injertados en la vida misma de Dios, convirtiéndonos en hijos adoptivos en su Hijo unigénito; su gracia transformó nuestra existencia, liberándola del pecado y de la muerte eterna. ¡Cómo no dar gracias a Dios, que nos ha convertido en hijos suyos en Cristo!

Pero, Dios no nos salva sin nuestra colaboración, prestada con libertad; y la primera cooperación de la criatura humana es la fe, con la que, atraída por la gracia de Dios, se abandona libremente en sus manos. Todo bautizado, también los bautizados en la infancia en la fe de la Iglesia, profesada por sus padres, al ser capaz de comprender, debe recorrer, personal y libremente, un camino espiritual que, con la gracia de Dios, le lleve a confirmar, en el sacramento de la confirmación, el don recibido en el bautismo.

Pero ¿podrán los niños abrir su corazón a la fe y al don recibido si los adultos no les ayudamos a ello? Nuestros niños necesitan que los padres y padrinos, y toda la comunidad cristiana les ayudemos a conocer a Dios, Padre misericordioso, y a encontrarse con Jesús para entablar una verdadera amistad con él. A padres y padrinos corresponde introducirles en este conocimiento y amistad a través del testimonio de su vida cristiana en el día a día, en su matrimonio y en su familia, y en todas relaciones humanas. Grande es la responsabilidad de los padres en el crecimiento espiritual de sus hijos y en la trasmisión de la fe, pero nunca deben sentirse solos en esta misión. Toda la Iglesia está llamada a asistirles para fortalecer la propia fe y la propia vida cristiana, alimentándola con la oración y los sacramentos. Pero los padres no podrán dar a sus hijos lo que ellos antes no  han recibido y asimilado, o si no lo viven día a día.

Éste es mi Hijo amado; escuchadle” (Mc 9, 7), nos dice el Padre-Dios. El Padre nos ha revelado a su hijos adoptivos un singular proyecto de vida: escuchar como discípulos a su Hijo para vivir realmente como hijos de Dios. La riqueza de la nueva vida bautismal es tan grande que pide de todo bautizado una única tarea: Caminar según el Espíritu (cf. Ga 5, 16), es decir, vivir y obrar constantemente en el amor a Dios haciendo el bien a todos como Jesús. Es la llamada al seguimiento de Jesús según la vocación, que cada uno haya recibido, para ser testigos valientes del Evangelio. Esto es posible gracias a un empeño constante, para que se desarrolle el germen de la vida nueva bautismal y llegue a su plena madurez.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente:: Mons. Casimiro López Lorente

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“Se abrieron para Él los cielos”, el Papa antes de la oración del Ángelus
(RV).- Una mañana nublada y fría en Roma, que no ha sido obstáculo para que miles de peregrinos llegaran a la Plaza de San Pedro de Roma para escuchar al Papa Francisco durante la hora de la oración mariana del Ángelus Domini este domingo 12 de enero, festividad del Bautismo del Señor.
El Santo Padre ha agradecido a los presentes “por cada vida nueva, cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios”, dijo el Papa introduciendo el rezo a la Madre de Dios. (MZ-RV)

Fuente:: News.va

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En la fiesta del Bautismo del Señor, el Papa bautiza a 32 niños
(RV).- En la mañana de hoy, fiesta del bautismo del Señor, el Papa Francisco presidió en la Capilla Sixtina del Vaticano la Santa Misa con la celebración del rito del bautismo a 32 niños recién nacidos, o de pocos meses, normalmente hijos de empleados vaticanos. Un abrazo ideal a todos los niños del mundo, que iluminó la solemnidad de la Capilla Sixtina, repleta de padres, padrinos y otros invitados, quienes saludaron y presentaron sus bebés al Santo Padre.
La fiesta de hoy, con la que concluye el tiempo navideño, nos brinda la oportunidad de ir a las orillas del Jordán, para participar en el bautismo de Jesús por parte de Juan Bautista. “Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». (Lc 3, 21-22).
(MZ-RV)

Fuente:: News.va

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Al recibir a la honorable Ileana Argentin, el Papa anima a que se superen las barreras que obstaculizan a las personas minusválidas
(RV).- (Con audio) Al recibir a la honorable Ileana Argentin, el Papa anima a que se superen las barreras que obstaculizan a las personas minusválidas Este mediodía, el Pontífice recibió a la honorable Ileana Argentin. Se trata de una señora minusválida, tal como informa nuestro director general, el P. Federico Lombardi, conocida por su empeño, su responsabilidad y su competencia en el ámbito de la incapacidad, primero en el Ayuntamiento de Roma y ahora en el Parlamento italiano.
El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede explicó que la honorable Argentin se había dirigido al Papa mediante una carta personal, en la que le pedía la posibilidad de presentarle diversas problemáticas atinentes a la incapacidad. Y el Papa le respondió después de un breve tiempo, invitándola a mantener un coloquio que tuvo lugar esta mañana en el Palacio Apostólico y que duró casi media hora.
El tema principal sobre el cual la honorable Argentin se detuvo a considerar con el Papa fue el apoyo que se debe dar a los padres de las personas gravemente minusválidas, que viven con gran preocupación la perspectiva de cuanto podrá suceder a sus hijos tras su muerte y la dificultad de ocuparse de ellos por parte de sus hermanos y hermanas. También se refirió a otros argumentos, como por ejemplo la superación de las barreras arquitectónicas en los edificios públicos y en las estructuras eclesiásticas.
El Papa, explicó el Padre Lombardi, manifestó gran atención e interés por cuanto le dijo la honorable Argentin y le aseguró, con expresiones de gran cordialidad, su participación y su aliciente para todas las personas e iniciativas que se empeñan para afrontar, cada vez con mayor empeño y conciencia, los problemas ligados a las minusvalías.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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La relación con Jesús salva a los sacerdotes de la mundanidad y de la idolatría del 'dios Narciso', dijo el Papa en su homilía
(RV).- (Con audio y video) La relación con Jesús salva a los sacerdotes de la mundanidad y de la idolatría del 'dios Narciso', dijo el Papa en su homilía El verdadero sacerdote, ungido de Dios para su pueblo, tiene un relación estrecha con Jesús: cuando esto falta, el sacerdote se vuelve “untuoso”, un idólatra, devoto del ‘dios Narciso’. Lo afirmó el Papa Bergoglio esta mañana en la homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Con el Pontífice concelebraron el Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana y un grupo de sacerdotes de la Arquidiócesis de Génova, de la que el Purpurado es su Arzobispo.
Francisco dedicó enteramente su homilía a los sacerdotes. Al comentar la primera Carta de San Juan, que dice que tenemos la vida eterna porque creemos en el nombre de Jesús, el Papa se preguntó cómo es la relación de los sacerdotes con Jesús, porque “la fuerza de un sacerdote – dijo – está en esta relación”. A la vez que “Jesús, cuando crecía en popularidad – observó – iba a lo del Padre”, se retiraba “en lugares desiertos a orar”. Y explicó que “ésta es un poco la piedra miliar de los sacerdotes”, incluyéndose a sí mismo. Porque como se preguntó el Pontífice, si vamos o no vamos a encontrar a Jesús, ¿cuál es el lugar de Jesucristo en mi vida sacerdotal? Se trata, prosiguió, de una relación viva, de discípulo a Maestro, de hermano a hermano, de pobre hombre a Dios, o es una relación un poco artificial… ¿Qué no viene del corazón?”
“Nosotros somos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción. En su vida, no: esencialmente la tiene… pero la pierde. Y en lugar de ser ungido termina por ser untuoso. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes untuosos! Aquellos que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades, en una actitud… en un lenguaje remilgado… ¡Pero cuántas veces se oye decir con dolor: ‘Pero, este es un sacerdote-mariposa!’, porque está siempre en las vanidades… Éste no tiene relación con Jesucristo! Ha perdido la unción: es un untuoso”.

A continuación, el Papa Francisco añadió:
“Nosotros los sacerdotes tenemos tantos límites: somos pecadores, todos. Pero si vamos a lo de Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración – la oración de intercesión, la oración de adoración – somos buenos sacerdotes, si bien somos pecadores. Pero si nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes… mundanas. Y así, todas estas figuras… también el sacerdote-especulador, el sacerdote-empresario… Pero el sacerdote que adora a Jesucristo, el sacerdote que habla con Jesucristo, el sacerdote que busca a Jesucristo y que se deja buscar por Jesucristo: éste es el centro de nuestra vida. Si no está esto, perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente?”.

Que “nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo – exhortó el Papa – aumente en nosotros” los sacerdotes “cada día más”:
“Pero es bello encontrar a sacerdotes que han dado su vida como sacerdotes, de verdad, de los que la gente dice: ‘Pero, sí, tiene mal carácter, tiene esto, tiene aquello… pero ¡es un sacerdote!’. ¡Y la gente tiene olfato! En cambio, cuando la gente ve a los sacerdotes – por decir una palabra – idólatras, que en lugar de tener a Jesús, tienen a pequeños ídolos…, pequeños…, algunos devotos del ‘dio Narciso’, también… Cuando la gente ve a éstos, la gente dice: ‘¡Pobrecito!’. Lo que nos salva de la mundanidad y de la idolatría que nos hace untuosos, lo que nos conserva en la unción, es la relación con Jesucristo. Y hoy, a ustedes que han tenido la gentileza de venir a concelebrar aquí, conmigo, les deseo esto: ¡pierdan todo en la vida, pero no pierdan esta relación con Jesucristo! ¡Ésta es su victoria! ¡Y adelante, con esto!”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Avanzar con renovada fraternidad y amistad en el diálogo, la colaboración y el ecumenismo, alienta el Papa
(RV).- (con audio) Avanzar con renovada fraternidad y amistad en el diálogo, la colaboración y el ecumenismo, alienta el Papa En su cordial bienvenida, recordando con alegría el medio siglo de vida del Comité católico para la colaboración cultural con las Iglesias ortodoxas y las Iglesias ortodoxas orientales, Francisco aseguró a los becarios que el Obispo de Roma los quiere mucho. El Papa evocó el importante momento histórico en que Pablo VI instituyó este Comité y, renovando el anhelo de impulsar el diálogo entre las Iglesias de hoy y de mañana, agradeció a los benefactores.
El Concilio Vaticano II aún no había concluido cuando Pablo VI instituyó el Comité católico para la colaboración cultural. El camino de la reconciliación y de renovada fraternidad entre las Iglesias, admirablemente marcados por el primer histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca ecuménico Atenágoras, requería también experiencias de amistad y compartir, que nacieran del conocimiento recíproco entre los miembros de las diferentes Iglesias y especialmente entre los jóvenes, encaminados al ministerio sagrado. Así nació, por iniciativa de la Sección Oriental de lo que era entonces el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, este Comité. El mismo, entonces como ahora, con la ayuda de generosos benefactores, distribuye becas a clérigos y laicos, de las Iglesias ortodoxas y las Iglesias ortodoxas orientales, que deseen completar sus estudios de teología en las instituciones académicas de la Iglesia Católica, y sostiene también otros proyectos de colaboración ecuménica.
Tras alentar, agradecer y bendecir de todo corazón a los benefactores y al Consejo de Gestión, el Papa dirigió un saludo especial a los estudiantes:
Un saludo especial a ustedes, queridos estudiantes, que están completando sus estudios teológicos en Roma. Su estancia entre nosotros es importante para el diálogo entre las Iglesias de hoy y sobre todo de mañana. Agradeciendo a Dios por esta gran oportunidad de conocerlos, les dijo que el Obispo de Roma los quiere mucho y les deseó que vivan una experiencia gozosa de la Iglesia y de la ciudad de Roma, enriquecedora desde el perfil espiritual y cultural, deseando que no se sientan huéspedes, sino hermanos entre hermanos. Con la seguridad de que con su presencia son una riqueza para la comunidad de estudio que los acoge.
Asegurando a estos queridos hermanos y hermanas, su recuerdo en la oración, el Sucesor de Pedro les pidió que ellos también recen por él y su ministerio y concluyó su saludo rogando la bendición del Señor y el amparo de María.
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     La alegría es algo más serio de lo que parece. Sobre todo si es verdad lo que afirmamos, es decir, que la alegría es un grado, una forma, un reflejo de la felicidad. Y definir o vivir la felicidad es tarea ardua.

Pero nos planteábamos el problema de la alegría, no por curiosidad filosófica, sino porque nos preocupa mucho entender esa alegría, que estamos invitados a vivir unida a la fe. Nos preocupa la superficialidad, el cultivo fácil de la imagen, el “caer simpáticos” para ganar adeptos, el gesto artificioso y falso en el marco de un proselitismo fácil…

Pues bien, afirmemos claramente que es legítimo presentar la fe cristiana como si fuera prácticamente sinónimo de la más perfecta alegría. Bastaría con recordar los maravillosos oráculos de los profetas Isaías, Joel o el mismo Jeremías; o los salmos procesionales, empapados de música y gozo desbordante; o la Virgen María cantando el Magníficat, o las palabras de Jesús: “volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn 16,22); y tantos santos, cuya alegría seducía tanto o más que sus palabras, como San Felipe Neri…

Pero me parece oportuno citar aquí al famoso escritor C. S. Lewis, conocido por ser el autor de Las crónicas de Narnia. Porque la primera noticia que tuve de él fue hace muchos años a través de un pequeño libro que escribió, plasmando algunos rasgos esenciales de su proceso mental y vital hasta descubrir la fe. El título castellano de este libro era precisamente Yo encontré la alegría, siendo su traducción más cercana al original Sorprendido por la alegría. Aseguro que esta obra, contra lo que en un principio me parecía, no tiene nada de melifluo o ñoño. Tras haber profesado en su juventud el ateísmo, rechazando la educación recibida en su familia (su abuelo materno era pastor anglicano), llegó a convertirse a la fe cristiana, gracias al contacto con el círculo de escritores de Chesterton, Mac Donald y Tolkien. El caso es que su encuentro con la fe cristiana, después de haber crecido en un medio cultural muy rico y haber desarrollado un profundo conocimiento de la vida, significó nada menos que el descubrimiento de la alegría, como si le hubiese sobrevenido a modo de un inmenso regalo. Así expresará su hallazgo:

“Creo en el cristianismo como creo que el sol amanece. No sólo porque lo veo, también porque por ello veo todo lo demás.”

Pero lo verdaderamente interesante es que ese sol iluminador llegó a penetrar la oscuridad más profunda del dolor humano. Una experiencia que explicó en su otra obra El problema del dolor. Que esta iluminación no era una mera compensación psicológica, ni un paliativo artificial, pudo demostrarlo con ocasión del profundo sufrimiento que tuvo que afrontar por la muerte de su esposa, Joy David Gesham, a causa de un cáncer de huesos. Esta tensión interior entre la fe luminosa y la realidad del dolor quedó bellamente plasmada en la película Tierras de penumbra. Aun en el silencio conservaba su fe:

“Un hombre no puede disminuir la gloria de Dios por no creer, al igual que un loco no puede apagar el sol, él solo, por escribir ‘oscuridad’ en la pared de su habitación”.

Se nos abre así algo del secreto de la alegría cristiana, la auténtica alegría que acompaña siempre a la fe, pase lo que pase.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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Gil_HellinMons. Francisco Gil Hellín     La emigración es una realidad que acompaña a la humanidad como la sombra al cuerpo. Eso explica que, aunque bajo formas diversas y cambiantes, haya existido desde siempre. La novedad actual radica en sus proporciones y en la interacción a nivel global.

Como suele ocurrir con casi todos los fenómenos humanos, la emigración tiene aspectos positivos y negativos. Si, por una parte, pone sobre la mesa las lagunas de los Estados y de la Comunidad internacional, por otra manifiesta la legítima aspiración que tienen los hombres de verse libres de la miseria, asegurar la propia subsistencia, la salud, un trabajo estable, tener acceso a situaciones mejores de instrucción. Brevemente, “hacer, conocer y tener más para ser más”, en palabras de Pablo VI.

Para lograr estas aspiraciones se necesita, en primer lugar, tener una  idea correcta sobre el desarrollo humano. Es evidente que éste no puede ser concebido como un mero crecimiento económico, máxime si es obtenido con cargo a los más débiles e indefensos. Hay que tener la firme persuasión de que el mundo sólo puede mejorar si el punto de mira está dirigido ante todo a la persona; si la promoción de la persona es integral: en todas sus dimensiones, incluida la espiritual; si no se abandona a nadie: pobres, enfermos, presos, necesitados, forasteros y si somos capaces de pasar de la cultura del rechazo a la del encuentro y de la acogida, como señala el Papa Francisco.

Hemos dado muchos pasos en el buen sentido. Es verdad que todavía se siguen oyendo frases como “los emigrantes nos quitan trabajo” y “los emigrantes son un problema”. Pero -como señalan los obispos españoles en un Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que celebramos el próximo domingo-, “cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los emigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos”. Pero hay que añadir la riqueza que aportan con su edad, su cultura, su sensibilidad y, sobre todo, con la posibilidad que nos ofrecen a nosotros de abrirnos a la solidaridad y a la fraternidad.

La superación del escándalo de la pobreza es la segunda condición para alcanzar las aspiraciones de los emigrantes. Entre otras pobrezas cabe señalar: la explotación de los niños y de las mujeres, la discriminación, la marginación, la restricción de la libertad legítima. Tendría que golpear nuestra conciencia que, mientras muchas personas se ven obligadas a huir de situaciones de miseria o persecución para salvar la vida o mejorar sus condiciones, encuentren desconfianza, cerrazón y exclusión. Es verdad que ningún país puede afrontar él solo todo el problema, pero los hombres deberíamos ser más conscientes de que Dios nos ha hecho a todos hijos suyos y hermanos entre nosotros.

Por último, es necesario superar prejuicios en la evaluación de las migraciones. Pues no es infrecuente que la llegada de emigrantes, de prófugos, de refugiados, de los que piden asilo provoquen sospechas y hostilidad en las comunidades de llegada. Se tiene miedo a que surjan problemas sociales, a perder la propia identidad y cultura, que aumente la competencia en el campo laboral o que se incluyan nuevos factores de criminalidad.

Los cristianos tenemos mucho que decir y hacer en este campo. Porque nosotros sabemos que la imagen de Dios está impresa en todos los hombres, que el hombre no es un mero productor, que la persona vale más por lo que es que por lo que produce, que los bienes de la tierra han sido creados para que todos podamos vivir de modo digno, que los pobres son los preferidos del Señor, y que lo que hagamos con uno de los emigrantes se lo hacemos al mismo Cristo. Pongamos en valor todas estas creencias y no tengamos miedo al mundo que de ahí saldrá. Porque será más humano y más cristiano.

+Francisco Gil Hellín,

Arzobispo de Burgos

Fuente:: Mons. Francisco Gil Hellín

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Mons. Antonio AlgoraMons. Antonio Algora     En la escena que describe el evangelista san Mateo, Jesús aparece en la larga fila de los pecadores que van a recibir el bautismo de Juan el Bautista y, ante su resistencia, Jesús le dice: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere». Aclara así el evangelio cual es el motivo de la presencia de Jesucristo allí: cumplir la voluntad de Dios Padre.

Con que precisión describe también la situación de muchos de nosotros el papa Francisco: «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo». (Evangelii gaudium, 270).
Entresaco estas dos realidades: «entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y (conocer) la fuerza de la ternura». Jesús no se priva de juntarse con los necesitados de la purificación de sus pecados y cumplir así la voluntad de Dios, y es ahí donde y por qué se hace presente el Espíritu Santo que es tanto como decir el amor de Dios, la ternura de Dios.

Os confieso que me ha llamado la atención la humildad del papa Francisco para hablarnos como lo hace, a la vez que manifiesta una firmeza propia del que sabe que puede encontrar una fuerte resistencia a aceptar esta verdad revelada. Esa es la razón por la que habla así: «Es verdad que, en nuestra relación con el mundo, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan. Se nos advierte muy claramente: “Hacedlo con dulzura y respeto” (1 Pe 3, 16), y “en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres” (Rm 12, 18). También se nos exhorta a tratar de vencer “el mal con el bien” (Rm 12, 21), sin cansarnos «de hacer el bien” (Ga 6, 9) y sin pretender aparecer como superiores, sino “considerando a los demás como superiores a uno mismo” (Flp 2, 3). De hecho, los Apóstoles del Señor gozaban de “la simpatía de todo el pueblo” (Hch 2, 47; 4, 21.33; 5, 13). Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo. Esta no es la opinión de un papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son indicaciones de la Palabra de Dios tan claras, directas y contundentes que no necesitan interpretaciones que les quiten fuerza interpelante. Vivámoslas sine glossa, sin comentarios. De ese modo, experimentaremos el gozo misionero de compartir la vida con el pueblo fiel a Dios tratando de encender el fuego en el corazón del mundo» (EG 271).

Aceptemos pues el Misterio manifestado en el Bautismo de Jesucristo, de quien no necesita purificación de sus pecados pues no los tiene, de quien se presenta como el «Hijo amado de Dios», el «predilecto» precisamente porque viene a salvar, a redimir… Acción que, dice el Papa, es propia de todo evangelizador: «El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios hasta el punto de que quien no ama al hermano “camina en las tinieblas” (1 Jn 2, 11), “permanece en la muerte” (1 Jn 3, 14) y “no ha conocido a Dios” (1 Jn 4, 8)» (EG 272).

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Fuente:: Mons. Antonio Algora

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