En la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el Papa preside las Vísperas en la Basílica romana de San Pablo Extramuros
(RV).- (Con audio) En la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el Papa preside las Vísperas en la Basílica romana de San Pablo Extramuros La tarde del 25 de enero, el Papa Francisco se trasladó a la Basílica romana de San Pablo Extramuros para presidir, en la fiesta de la conversión del Apóstol de las gentes, las Segundas Vísperas, culminando así la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año.
Este octavario comenzó el pasado día 18. Y el tema de los textos de la Semana de oración de este año fueron tomados de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: «¿Acaso Cristo está dividido? (1 Co 1, 1-17)». Una vez más, en esta celebración, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, participaron los representantes de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Roma; junto al clero y los fieles de la diócesis del Papa para renovar juntos nuestra oración al Señor, fuente de la unidad.
En su homilía, el Papa comenzó diciendo: Queridos hermanos y hermanas: «¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1,13). La enérgica llamada de atención de san Pablo al comienzo de su Primera carta a los Corintios, que resuena en la liturgia de esta tarde, ha sido elegida por un grupo de hermanos cristianos de Canadá como guión para nuestra meditación durante la Semana de Oración de este año.

Y añadió textualmente: El Apóstol ha recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto están divididos en varias facciones. Hay quien afirma: «Yo soy de Pablo»; otros, sin embargo, declaran: « Yo soy de Apolo»; y otros añaden: «Yo soy de Cefas». Finalmente, están también los que proclaman: «Yo soy de Cristo» (cf. v. 12). Pero ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros.

En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, «en nombre de nuestro Señor Jesucristo», a ser unánimes en el hablar, para que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (cf. v. 10).
Y prosiguió diciendo: Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo. El Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, refiriéndose al texto de san Pablo que hemos meditado, afirma de manera significativa: «Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: «Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1).
Al reafirmar que Cristo no puede estar dividido. Y que esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo, el Papa Bergoglio recordó la obra de dos grandes Papas: los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Tanto uno como otro – dijo – fueron madurando durante su vida la conciencia de la urgencia de la causa de la unidad y, una vez elegidos a la Sede de Pedro, han guiado con determinación a la grey católica por el camino ecuménico.
El papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras.
Y añadió: La obra de estos predecesores míos ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere.
En este ambiente de oración por el don de la unidad, el Papa Francisco saludó cordial y fraternalmente al Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante personal del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales presentes esta tarde en la Basílica de San Pablo Extramuros.
Y concluyó con estas palabras: Queridos hermanos y hermanas, oremos al Señor Jesús, que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo, para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos, y a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf. Rm 5, 5 ). Amén.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Las mujeres son fundamentales en la Iglesia y en la sociedad, dijo el Papa Francisco al Centro Italiano Femenino
(RV).- (Con video) Al recibir al Centro Italiano Femenino, el Papa Francisco manifestó su deseo de que se abran ulteriores espacios de presencia y actividades de las mujeres, tanto en el ámbito eclesial como civil y de las profesiones. Si en el mundo del trabajo y en la esfera pública es importante la aportación más incisiva del genio femenino – dijo – esta aportación sigue siendo imprescindible en el ámbito de la familia, que para nosotros los cristianos no es simplemente un lugar privado, sino esa “Iglesia doméstica”, cuya alud y prosperidad es condición para la salud y prosperidad de la Iglesia y de la misma sociedad. Por lo tanto, la presencia de la mujer en el ámbito doméstico se revela más necesaria que nunca para la transmisión a las generaciones futuras de sólidos principios morales y para la misma transmisión de la fe.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Mons. VivesMons. Joan E. Vives     El día 24 hemos celebrado la fiesta de San Francisco de Sales (1567-1622), gran obispo de Ginebra, divulgador de la fe de forma popular, periodística, y por eso es patrón de los comunicadores. Esto me lleva a hablaros de la comunicación al servicio de los valores humanos y cristianos, y siempre en favor de la persona. De hecho, la transformación de las tecnologías de la información y de la comunicación que está experimentando nuestro mundo tiene efectos decisivos en la vida de las personas, en su modo de relacionarse, de trabajar, de desarrollar sus actividades básicas. De hecho, se está configurando un nuevo mundo, una nueva tierra de misión, un espacio que no puede ser indiferente a la transmisión de la fe. Las nuevas tecnologías abren horizontes nuevos, nuevas posibilidades que hay que explorar con detenimiento y que son una ocasión idónea para establecer lazos de fraternidad y entendimiento entre culturas, pueblos y naciones geográficamente alejadas. Nos permiten acceder a mundos muy distintos y a establecer conexiones con personas con mucha facilidad y accesibilidad. Esta interacción entre identidades diferentes puede hacer posible el surgimiento de un mundo más fraterno y solidario. Vivimos en lo que los expertos han llamado el pueblo global (the global village), pero para vivir dignamente, hace falta una globalización de la solidaridad, de los derechos de todos los ciudadanos de la tierra.

Como todo fenómeno nuevo, hay que discernir, atentamente, las luces y las sombras que van asociadas a esta novedad. El ser humano es, por definición, un ser social, está llamado, por su misma naturaleza, creada a imagen y semejanza del Dios trinitario, a establecer vínculos, a construir redes, a salir de sí mismo, como señala el Papa Francisco, para ir al encuentro del otro y forjar una comunidad de amor. No somos islas, no somos seres autárquicos. Nos necesitamos unos a otros y no podemos crecer al margen de la comunidad. “Somos don y estamos hechos para el don”, decía Benedicto XVI en “Caritas in veritate“. Esta salida de sí mismo o éxodo del yo, requiere audacia, porque hay que superar el miedo, pero es la única manera de poder expresar los propios dones en el mundo y embellecerlo con la propia presencia.

Las tecnologías de la información y de la comunicación nos permiten establecer puentes, crear sinergias, compartir experiencias y conocimientos, y eso hace aumentar nuestra visión de la realidad y el sentido de cosmopolitismo. Nunca como ahora en la historia nos habíamos sentido tan ciudadanos del mismo mundo, de un mundo global, interdependiente y frágil, y en el que todos estamos llamados a entendernos y a buscar la paz. El fenómeno de la globalización de las comunicaciones es un fenómeno ambiguo y complejo, pero representa un salto cualitativo en la historia de la humanidad. No podemos caer en la indiferencia. El conocimiento de las realidades y los sufrimientos de los demás debe ser un estímulo para luchar contra el mal. Y para ello, hay que vencer la caída en lo que el Papa Francisco ha llamado la globalización de la indiferencia. La red nos permite tener conocimiento de lo que ocurre en las periferias de la existencia y esto nos obliga a ser más responsables socialmente. Hay que explorar el nuevo universo comunicativo de la mano de estudiosos y profesionales que lo conozcan desde dentro, para reflexionar sobre el nuevo marco y averiguar de qué manera puede favorecer el pleno desarrollo de la persona y el progreso integral de los pueblos, que no sólo exige su desarrollo económico, material, sino también su dimensión social y espiritual. Que Dios nos ayude a discernir los signos de los tiempos y utilizar el nuevo marco de las comunicaciones siempre al servicio de las personas.

+ Joan E. Vives

Arzobispor de Urgell

Fuente:: Mons. Joan E. Vives

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Mons. Jesus Sanz MontesMons.  Jesús Sanz          Al poco de llegar a Asturias como Arzobispo hice una visita a todos los arciprestazgos encontrándome con ese Pueblo de Dios que inmerecidamente el Señor ponía bajo mi cuidado pastoral. Quedé prendado de la belleza de nuestra diócesis, tan variopinta en sus ciudades y villas, en sus pueblos de montaña y de la costa, en esta verde tierra dulce y fresca como la sidra de sus pumaradas. Más prendido quedé de su gente, noble y acogedora, que sabe defenderse de quienes vengan con pretensiones conquistadoras a hacerse con el botín de los valores que han marcado nuestra historia. En no pocas ocasiones he podido visitar buena parte de nuestra geografía diocesana con ocasión de las confirmaciones de nuestros jóvenes, alguna romería o fiesta particular, o con motivo de un encuentro de sacerdotes o la inauguración o restauración de alguna iglesia. Me llena de alegría poder saludar a las personas concretas y acoger vuestra cordial acogida. No se trata simplemente de una actitud de cortesía y buena urbanidad, sino reconocer en vosotros ese Pueblo que Dios me ha confiado y reconocer vosotros en mí al Pastor que el Señor os envía.

Al igual que el curso pasado estuvimos trabajando en la elaboración de nuestro Plan Pastoral para el próximo quinquenio, este año quiero iniciar lo que llamamos “la Visita Pastoral”. Es verdad que siempre se agradece la visita de alguien o la visita a alguien a quien queremos y por quien rezamos cada día, pero una cosa es el encuentro ocasional y por sorpresa, y otra el que se programa con interés y afecto. Todo Obispo debe visitar a su Diócesis de modo completo y ordenado. Debe organizarse para poder llegar a todos los arciprestazgos y visitar las distintas parroquias y unidades pastorales, dentro de las cuales están los sacerdotes, los religiosos y los laicos que componen vocacionalmente la Iglesia. También es una ocasión para encontrarme con niños y jóvenes, con familias, con ancianos, dentro de las circunstancias que la vida nos depara a cada uno. Esa vida que comienza, que crece, que se enamora, que sufre y goza avatares, que se asusta y se entusiasma, que sale adelante en medio de las dificultades, que enferma y envejece.

No se trata de una formalidad sino de un encuentro fraterno que deseo sea para todos una ocasión de gracia del Señor. Me viene ahora el encuentro una célebre visita que hemos hecho incluso una fiesta litúrgica: la Visitación. María fue presurosa desde Nazaret hasta la montaña de Judá para visitar a su prima Isabel. Ésta sintió que su hijo saltaba de alegría en sus entrañas. María llevaba dentro de sí al autor de la alegría, al Hijo bienamado. Ella no iba sólo con su simpatía y encantos, con su mocedad y lozanía, sino que era la portadora de una Presencia más grande que ella, portavoz de una Palabra mayor. Y esa Presencia y Palabra encarnada en su seno, hizo saltar de alegría a Juan Bautista en el seno de su madre Isabel. Esto es lo que yo pido precisamente al Señor al comenzar ahora mi Visita Pastoral en el arciprestazgo de Oviedo y luego en pascua en el de Llanes. Así iré haciendo el recorrido por los distintos arciprestazgos con la ayuda del Obispo auxiliar.

Con todo interés me acercaré para conocer la vida de vuestras comunidades en las distintas Parroquias y Unidades Pastorales. Quiera el Señor que lo mejor de vosotros mismos, lo más bello y noble que anida en vuestro corazón pueda saltar de alegría, por la Presencia de la que soy portador y por la Palabra de la que soy portavoz. Orar juntos, conocernos más, y compartir el gozo de cuanto nos une como hermanos en la misma fe.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

Fuente:: Mons. Jesús Sanz

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martorell7Mons. Julián Ruiz Martorell      Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

El domingo pasado celebramos la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebró la primera Jornada Mundial de Migraciones.

La Sagrada Escritura concede una gran importancia al emigrante. El Deuteronomio nos recuerda las emotivas palabras del credo histórico de Israel: “mi padre fue un arameo errante” (Dt 26,5). Abraham, el padre de los creyentes, salió de su tierra, se puso en camino prendido y prendado por la promesa, abandonó su pasado, puso en juego su presente y arriesgó su futuro.

Las leyes sociales de la Antigua Alianza establecen: “No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Ex 22,20); “Si un emigrante reside con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. El emigrante que reside entre vosotros será para vosotros como el indígena: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto” (Lev 19,33-34).

Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto, entró en la tierra que el Señor le dio y, recordando la amarga experiencia vivida en tierra extranjera y en condiciones de opresión, ejerció la hospitalidad y la acogida de los forasteros.

En el Nuevo Testamento, Jesús establece un criterio definitivo que regula la relación con el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo, el encarcelado: “fui forastero y me hospedasteis” (Mt 25,35). Y añade: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

San Pablo formula un principio determinante: “No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

El Papa Francisco visitó la isla de Lampedusa, tristemente asociada a la tragedia de miles de emigrantes que se han encontrado con la muerte cuando intentaban buscar una nueva vida. Y también escribió un impactante “Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014” en el que nos dice: “Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más””.

Es deber de la Iglesia la denuncia razonable y razonada de los errores de la sociedad. Por ello, afirma el Papa Francisco: “no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza”.

Hagamos nuestro el cálido saludo del Papa en su Mensaje: “Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad”.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell

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La Luz de la ConfianzaMons.  José Manuel Lorca     La Palabra se centra esta semana en los comienzos de la predicación de Jesús y en la importancia de que fuera en Galilea, en Cafarnaúm, a donde se marchó al enterarse de que arrestaron a Juan el Bautista. Esto da pie al evangelista Mateo para interpretar que la profecía de Isaías está cumplida y que los pueblos que estaban rodeados de gentiles, a los que habitaban en tinieblas y sombras de muerte les brilló la luz de Cristo, la luz de su predicación, que exhortaba a la conversión y anunciaba el Reino de Dios.

He aquí, de nuevo, el contraste al que nos tiene acostumbrados Dios: En este retirado lugar, donde nunca pasaba nada, fue donde comienza la mayor de las oportunidades para los hombres, poder escuchar la voz de Dios. Es que Dios va más allá de lo que pudiéramos planificar cualquiera de nosotros. Pero aún queda más, a la orilla del mar Jesús se acerca a gente anónima, sin notoriedad, le habían escuchado antes y les causó tanta admiración, que sencillamente se dejaron llevar de su presencia y de la palabra del Señor, todo con discreción, casi en silencio. Lo admirable que cuenta el evangelista es cómo fue que a estos jóvenes pescadores, que estaban en su faena, desconocidos y sin influencias ni poder, los eligió el Señor invitándoles a seguirle: venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. La respuesta de ellos es un prototipo de seguimiento: Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Desde luego que tiene mucho sentido lo que escuchamos en estos textos, como que va en ello nuestro estilo de vida.

El salmo nos ayudará a acercarnos a Dios como los pescadores de Cafarnaúm, porque nos pide con determinación que tengamos confianza, que nos fiemos, a pesar de las dificultades y peligros. En este salmo hay un gran vocabulario sobre la esperanza, tanto que impresiona: confiar, levantar la cabeza, fiarse, esperar, no temer, no temblar, ser animoso, valiente…; además de los títulos del Señor: salvación, baluarte, auxilio, protector… Es un lenguaje directo, que llega a lo más hondo de ti, al corazón, precisamente en tiempos de tormentas e inseguridades. Tu has tenido la suerte de poder escuchar a Dios, pues abre los oídos para escuchar la confianza a la que estas invitado, a dejarte llevar por el que ha venido a iluminarte con su Luz. Tu mayor victoria no es vencer a los enemigos externos, sino vencer al miedo, a tus miedos, que te impiden seguir al Señor, ese es tu enemigo interior. Dios ha encendido en ti la luz de la confianza, que vence al miedo, porque sólo Dios te da seguridad. Ánimo, ten confianza.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

Fuente:: Mons. José Manuel Lorca

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro      Damos gracias a Dios por permitirnos expresar a través de la oración la alegría de sentirnos hermanos y de renovar el compromiso por hacer visible el gran deseo y petición de Nuestro Señor Jesucristo: “que todos sean uno” (Jn 17, 21). Con motivo de la Semana de la Oración por la Unidad de los Cristianos, quiero acercarme a todos vosotros para deciros que entremos en un diálogo sincero y abierto con el Señor. La Iglesia tiene que meditar siempre aquella expresión paulina, “¿es que Cristo está dividido?” (cf. 1 Co 1, 1-17).

Os recuerdo algunas cuestiones que son especialmente importantes para cualquier diálogo, también para éste que deseamos tener con nuestro Señor para que nos dé luz y audacia. En un diálogo son necesarias las ideas, pero también saber compartir los dones. Para que exista y se dé un diálogo auténtico, ambas cosas son necesarias. Por experiencia propia sabéis muy bien que un diálogo no se realiza solamente avanzando mediante un cambio de ideas. Solamente con esto no se logra el diálogo. Hay algo más e, incluso, os diría que más necesario, como es el saber compartir dones que nos enriquecen mutuamente. En los diálogos que tenemos los hombres muy a menudo nos enquistamos únicamente en ideas, que imposibilitan ver toda la verdad del otro. Como aquí se trata de entrar en diálogo con el Señor, tengamos la valentía de presentarnos ante Él con lo que somos, pero dejemos que sea Él quien envuelva nuestra vida y nos dé su verdad y su amor. Seguro que ello hará posible que sea Él quien logre lo que por nuestras solas fuerzas no podemos.

Entrar en ese diálogo que es la oración de todos los cristianos con Nuestro Señor Jesucristo, es necesario para llegar a la unidad entre nosotros. Crecer en vida teologal es urgente, pues en la vida cristiana la fe, esperanza y caridad van juntas. Estoy seguro que el testimonio urgente de la unidad en medio del mundo sería más auténtico y eficaz si comprendiésemos que nos está pidiendo una fe más viva, una esperanza más firme y una caridad que sea el alimento de nuestras relaciones. Todo esto se logra en la paciencia y en la humildad. En la oración “proclamamos la grandeza del Señor” como lo hizo María y ponemos nuestra vida en un diálogo sincero y firme con Nuestro Señor Jesucristo. Dejemos que entre tan dentro de nuestro corazón que sean sus ideas, sus dones y su gracia lo que fragüe en nuestra vida, una recreación de lo que realmente somos, sintiendo y percibiendo que tenemos necesidad de verificar realmente lo que nos pidió el Señor con tanta insistencia: que mantuviésemos la unidad. Bien sabéis todos cuán necesarias son para el diálogo ideas orientadas al logro de la verdad, dones que expresan el amor que nos tiene Dios, gracia que Él nos da y capacidades que nos otorga.

Lo mejor que nos puede suceder a los cristianos en esta Semana de Oración por la Unidad es que el Señor nos logre convencer de que lo más importante en nuestras vidas es que vivamos según el Evangelio. A este respecto, quiero recordar a quien desde años muy jóvenes conocí y pude conversar con él, el hermano Roger Schutz. Él nos dio un testimonio grande de lo que es trabajar por la unidad desde el diálogo con el Señor, haciendo verdad un ecumenismo interiorizado y espiritualizado. El camino hacia la comunión plena de todos los cristianos, tan querida por Jesús para todos los discípulos, implica una docilidad total a lo que el Espíritu dice a las iglesias, pues supone valentía, dulzura, firmeza y esperanza con una oración sincera que pide al Buen Pastor el don de la unidad para su Iglesia.

Nunca olvidemos la idea esencial que, desde el mismo inicio de la Iglesia, constituyó el fundamento más fuerte de la unidad, como nos recordaba el Papa emérito Benedicto XVI: “El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es, ante todo, una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar la Iglesia universal en su totalidad.

También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor… En la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida digna” (Deus caritas est, 20). Precisamente, en estos momentos de la historia y de la vida de los hombres, en los que, por una parte, hay un desconocimiento de Cristo y, por otra, hay un intento de relegar al Señor al ámbito de la vida privada, es más necesario hacer presente a Jesucristo y ello con credibilidad. Esto supone presentarnos unidos los cristianos, ya que sin esta unidad ¿será creíble el anuncio de Cristo como único Salvador del mundo y de nuestra paz? La unidad y la misión van unidas. La unidad es una dimensión esencial de la misión; basta que recordemos aquellas palabras del Beato Juan Pablo II: La división entre los discípulos de Jesús, no sólo “contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, sino que además es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura” (Unitatis redintegratio, 1).

La unidad la da Jesucristo. Por eso oramos y se la pedimos a Él, ponemos la vida en sus manos. La insistencia en pedir la unidad es muy importante, pues el objetivo ecuménico sigue siendo la unidad visible de la Iglesia. Recordemos cómo el Concilio Vaticano II consideró como una de las principales finalidades tenía que ser el restablecimiento de la unidad de los cristianos (cf. Unitatis redintegratio, 1). Todos hemos de trabajar con máximo empeño por el restablecimiento de la unidad plena, que sea visible esa unidad de los discípulos de Cristo. Hay un arma para recibir este don del Señor, que es la oración, y una estrategia, que es la de promover el ecumenismo del amor que tiene su fuente en el mandamiento nuevo que nos dejó a los discípulos el Señor. Un amor que tiene sus manifestaciones en gestos con coherencia, en la creación de ámbitos de confianza: nos abren el corazón y los ojos. Y es que el diálogo de la caridad, engendra el diálogo de la verdad.

¡Qué alegría produce ver a cristianos reunidos en la escucha de la Palabra de Dios! Es importante tener experiencia viva de que la Iglesia no se hace a sí misma y no vive para sí misma. Ella se hace y vive de la Palabra creadora que sale de la boca de Dios. Por eso, ¡qué importancia tiene escuchar juntos la Palabra de Dios y practicar la lectio divina! ¡Qué cambios se producen en el corazón humano cuando nos dejamos sorprender por la novedad que origina en nuestro corazón la Palabra de Dios! Cada vez que escuchamos y nos dejamos hacer por ella, rejuvenece nuestro ser y se eliminan prejuicios. El Apóstol san Pablo dedicó la vida a llevar la buena nueva a todos los pueblos y se comprometió con todas las fuerzas por la unidad y para que los discípulos de Cristo viviésemos en concordia y verdad. Sus palabras tienen una fuerza especial en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: “Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (Ef 4, 1-3).

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Mons. Lluís Martínez SistachMons. Lluís Martínez Sistach     La actividad pública, como la política, no puede quedar al margen de las exigencias éticas. Hay unos principios propios de la conciencia cristiana que inspiran el compromiso social y político de los católicos en las sociedades democráticas. Ante la poca autoestima por lo que ha aportado la fe cristiana a la convivencia y al bien común, invitaría a leer el capítulo cuarto de la primera encíclica del papa Francisco, titulada La luz de la fe. En este capítulo escribe el Papa: “¡Cuántos beneficios no ha aportado la mirada de la fe a la ciudad de los hombres por contribuir a su vida en común! Por fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no es tan evidente en el mundo antiguo. “Cuando oscurece esta realidad -de la fe cristiana-, “falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su lugar en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser el árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites”.

Es conocido por todos el relativismo cultural que se manifiesta en la defensa del pluralismo ético, según el cual no existe una norma moral arraigada en la naturaleza misma del ser humano que haya de inspirar toda la concepción del hombre, del bien común y del Estado para que se promueva el bien de la persona y el ejercicio de sus derechos.

Ante esto, no podemos olvidar que hay unos principios morales objetivos y absolutos que se fundamentan en la dignidad, la intangibilidad y la libertad de la persona humana y en la salvaguarda de las exigencias éticas fundamentales para el bien común de la sociedad. Como recuerda el Concilio Vaticano II, “la norma suprema de la vida humana es la ley divina, eterna, objetiva y universal”. La ley moral natural se fundamenta, en última instancia, en Dios, y en primera instancia en el hombre, como ser espiritual, es decir, inteligente, libre y responsable. De este modo, incluso los que no admiten a Dios pero consideran que el hombre tiene un valor absoluto y debe ser tratado siempre como un fin y nunca como un medio, pueden aceptar los valores de la moral natural.

Todos los ciudadanos, y especialmente los políticos, deben contribuir a la vida social y política según la concepción de la persona y del bien común que consideren humanamente verdadera y justa, utilizando todos los medios lícitos que el orden jurídico democrático pone a disposición de todos los miembros de la sociedad. Si dictaran leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no podrían obligar en conciencia.

Ningún político, pero menos aún un político cristiano, puede dejarse llevar por la idea relativista según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor. Esto no significa que los políticos católicos no sean libres en su actividad política, ya que están llamados a escoger, entre las opciones compatibles con la fe y con la moral, aquellas que mejor se ajusten a las exigencias de los derechos humanos y del bien común. Esto explica también que se puede dar una pluralidad de partidos en los que puedan militar los católicos para poder ejercer su derecho y su deber de participar en la construcción de la vida civil y democrática de su país.

 

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach

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cartel infancia misioneraEl programa El día del Señor de La 2 de TVE estará dedicado este domingo día 26 de enero a la jornada de la Infancia Misionera. Se retransmitirá la Santa Misa desde la parroquia Nuestra Señora de la Salud en Leganés, a las 10:30 de la mañana.

Estará presidida por Mon. Joaquín María López de Andújar, Obispo de Getafe, acompañado por Anastasio Gil, director nacional de Obras Misionales Pontificias en España y Juan José Alonso, Delegado de Misiones de Getafe.

Asistirán a esta celebración grupos de niños de Infancia Misionera de la diócesis de varias , parroquias y colegios que participan en actividades de Infancia Misionera durante el año.

La jornada tiene este año el lema “Los niños ayudan a los niños”. Éste es el mismo que el de la Pontificia Obra de la Infancia Misionera. La idea es muy sencilla y muy bonita: los propios niños pueden ayudar a Jesús a llevar su Evangelio a otros niños, para que así puedan conocerle. El vídeo de la campaña ya muestra como unos niños cuando se sensibilizan por la misión se ponen en marcha para ayudar a otros niños.

En esta misa se quiere recoger la misma idea y llevarla a la celebración para que los niños puedan unirse a Jesús en su intención de llegar a todos los niños del mundo y ser misioneros desde pequeños.

En todas las parroquias de España se celebrará esta Jornada. Si lo necesitan pueden descargarse el Guión litúrgico de la celebración, activando este enlace.

(OMP)

Fuente:: SIC

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Basta echar una mirada a nuestro mundo para comprobar la dramática situación que sufren millones de niños, víctimas inocentes en todo tipo de escenarios de violencia e injusticia. Los niños son los principales damnificados en las tragedias humanas y naturales que sufre el mundo.
 
Para paliar estas necesidades, son los propios niños los que toman la iniciativa y quieren ayudar a otros niños. La Infancia Misionera de España y del resto del mundo –la Obra está implantada en más de un centenar de países-, se pone manos a la obra para que todos los niños y niñas del mundo puedan crecer felices y tengan la oportunidad de oír hablar de Jesucristo como Salvador, y colaboran con aportaciones económicas.
 
Con todos los fondos económicos recogidos, la Obra de Infancia Misionera, vinculada a las Obras Misionales Pontifcias (OMP)  promueve la creación y el sostenimiento de centros para la distribución de alimentos, casas de acogida para niños abandonados y huérfanos, hospitales para atender a los niños enfermos, escuelas e iglesias donde se transmite la fe.
 
En 2013 se financiaron 3.020 proyectos a favor de la infancia, fruto de la generosidad de los niños del mundo:
 
 
África
América
Asia
Europa
Oceanía
Total
Pastoral de la infancia*
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147
0
15
457
Animacion misionera
32
12
23
2
1
70
Educación preescolar
140
7
47
3
0
197
Educación escolar
558
22
639
5
8
1.232
Formación cristiana
184
11
73
3
5
276
Protección de la vida
432
38
305
9
4
788
Incluidas las ayudas de emergencia y a las Direcciones Nacionales de los territorios de misión 
*Ayuda ordinaria para las diócesis

Fuente:: SIC

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