El Cairo (Martes, 07-01-2014, Gaudium Press) La celebración de la Navidad para las Iglesias Católicas de rito oriental que siguen el calendario Juliano ocurrió hoy 7 de enero.

Entre las alegrías y conmemoraciones, el escenario del miedo y de la violencia se apoderan de la situación política de muchos países de la región, entre ellos, Egipto.

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A pesar de eso, el Obispo copto-católico de Giza, Mons. Antonios Aziz Mina, en entrevista concedida a la Radio Vaticana, contó que en esta época «se reza mucho y es una ocasión para agradecer a Dios».

«Hemos pasado tres años difíciles, después de la revolución, y el último año fue ‘negro’. Esperemos, entonces que esta Navidad pueda ser de paz. A nosotros nos gustaría tanto que se pacificasen (los musulmanes) con la población. Tenemos un amargo en la boca, no solamente nosotros cristianos, sino toda la población egipcia, no obstante son días de fiesta y sea un año nuevo. El egipcio, por su naturaleza, es un hombre pacífico. El pueblo egipcio es pacífico».

Dejando un mensaje de esperanza y paz para las Iglesias de Oriente, así como a las comunidades cristianas, Mons. Antonios apenas pidió para que «recemos a Dios, porque Él piensa en nosotros, no nos abandona nunca, nos sustenta y salvará a su pueblo». (LMI)

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Redacción (Martes, 07-01-2014, Gaudium Press) A continuación, el relato de Sor María de Agreda sobre cómo ocurrió la visita de los Reyes Magos al Niño Dios:

Después de la Circuncisión, San José propuso a María Santísima dejar la gruta por causa de la falta de conforto que el Niño Jesús y Ella misma sufrían. Ella respondió que estaba lista a hacer todo aquello que él ordenase y a seguirlo a todo lugar donde fuese. Pero San Miguel y San Gabriel, que servían visiblemente al Señor y a su Reina, dieron el siguiente aviso: Dios quiere que los reyes del Oriente adoren, ellos mismos, al Rey del Cielo, el Verbo encarnado. Hace diez días que ellos están en camino y ellos no demorarán en llegar, según las profecías que los habían anunciado.

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María Santísima preparó la gruta para recibir a los Reyes Magos. Deseando preservar del frío al Niño Jesús, Ella lo tenía siempre en sus brazos, ordenando a la intemperie que no incomodase a su Creador. A esta orden, los vientos, la lluvia y la nieve pararon a una distancia de cinco medidas de la gruta. San José y el Niño Jesús gozaban del calor de esta maravillosa acción de Nuestra Señora.

Frecuentemente, cuando Ella tenía al Niño Jesús en sus brazos, Ella se colocaba de rodillas para adorarlo y, si Ella tenía necesidad de sentarse, Ella le pedía permiso. De vez en cuando Ella besaba los pies pero, para besar el rostro, Ella solicitaba su consentimiento. La mayorías de las veces, el Niño Jesús se inclinaba sobre su Corazón o sobre sus hombros y envolvía su cuello con sus pequeños brazos. San José participaba también de las caricias infantiles de Jesús y sentía sus efectos sobrenaturales, pero no con tanta frecuencia como la Virgen Santísima.

Fue en estas dulzuras divinas que ellos esperaron la venida de los Magos, que debían este nombre a las ciencias que ellos poseían, y la más noble de ellas era sobre las Sagradas Escrituras del pueblo de Dios. Ellos venían originariamente de Persia, de Arabia y de Sabá. Poseían reinos vecinos y se comunicaban para transmitir sus virtudes y conocimientos. Un Ángel del pesebre, en sueños, les reveló con una gran claridad el nacimiento del Salvador y su obligación de ir a adorarlo.

Después del sueño, ellos se prosternaron y ofrecieron sus homenajes al Verbo Encarnado. Sin esperar, en el mismo día, ellos hicieron todos los preparativos del viaje y se cargaron de oro, incienso y mirra bajo una misteriosa inspiración.

Al mismo tiempo, el Ángel de Belén que les había sido enviado formó con una materia del aire una estrella muy brillante, si bien que no fuese tan grande como las estrellas del cielo. Llama luminosa durante la noche, ella no cesaba de ser percibida durante el día, a pesar del esplendor del Sol. Después de haberse comunicado su revelación y su designio, ellos persiguieron juntos su camino, glorificando a Dios.
Como la estrella desapareció en Jerusalén, ellos creían que el Mesías había nacido allí y se pusieron en alta voz a preguntar en qué lugar ellos lo encontrarían. Herodes se alarmó y consultó a los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, que le indican Belén, de acuerdo con las profecías de Miqueas.

Saliendo de Jerusalén, los Reyes vieron de nuevo la estrella, con extrema alegría. Ella los condujo a la gruta de la Natividad, sobre la cual ella paró. Después ella se abajó, disminuyó su tamaño, entró y se colocó sobre la cabeza del Niño Jesús, que ella cubrió con sus rayos. La Virgen Santísima estaba ornada de una modestia y de una belleza incomparables, como de una majestad sobrehumana, por lo que los rayos que salían de su rostro la transfiguraban. El esplendor del Divino Infante, que Ella tenía en sus brazos, era todavía mayor e irradiaba de su adorable Persona una tan dulce y tan agradable luz que la gruta se tornó un Paraíso.

Ellos se prosternaron delante del Niño Jesús y lo adoraron como el Salvador del mundo. Ellos fueron de nuevo iluminados por la gracia y vieron hasta incluso los Ángeles que estaban ordenados, con profundo respeto, en torno al Rey de los reyes. Después de haber rendido culto al Divino Infante, ellos felicitaron a la Madre y le testimoniaron su veneración, doblando las rodillas delante de Ella y pidiendo besar sus manos. Después de haberse prosternado de nuevo en una fervorosa adoración ante el niño Jesús, los Magos felicitaron a San José por ser el esposo de la Virgen Madre de Dios, y como su visita ya había transcurrido tres horas, ellos pidieron a la celeste Reina el permiso de ir a buscar un alojamiento en la ciudad.

Ellos enviaron provisiones a la Soberana del mundo, que los distribuyó a los pobres. Ellos consultaron a la Virgen sobre los misterios de la Fe, los deberes de su consciencia, el gobierno de sus Estados y le ofrecieron ricos regalos, que Ella rechazó graciosamente, pero, para consuelo, les dio algunos paños de Jesús. En fin, después de haber recibido la bendición de Jesús, de María y de José, ellos se despidieron dando el adiós con tanta ternura que parecía que sus corazones irían a romperse en suspiros y lágrimas. En el momento de salir de Belén, una estrella los condujo por otro camino hasta el lugar de donde ellos se habían encontrado. Ellos se tornaron apóstoles del Redentor y su celo encontró poderoso auxiliar en la reliquia que habían llevado y que habían colocado en un relicario de oro y de piedras preciosas. De este relicario salía un perfume tan penetrante que se sentía casi a una legua de distancia, pero solamente para aquellos que tenían Fe.

María y José dividieron en tres partes el regalo de los Reyes Magos: una parte fue destinada al templo de Jerusalén, otra parte del oro fue dado a los sacerdotes de la Circuncisión por su servicio y el de la sinagoga y la tercera parte del oro fue distribuida a los pobres.

Fuente:: Gaudium Press

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Dios está implicado con la humanidadPensamiento del Papa
(RV).- (Con audio). Dios está implicado con la humanidadDios está cerca de la humanidad. Lo subrayó el Papa en su homilía de la misa matutina del pasado 22 de octubre. “A mí, la imagen que me viene es la del enfermero, de la enfermera en un hospital: cura las heridas una a una, pero con sus manos. Dios se implica, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se ha hecho hombre. Es un trabajo personal de Jesús. Un hombre ha cometido el pecado, un hombre viene a curarlo. Cercanía. Dios no nos salva sólo por un decreto, una ley; nos salva con ternura, nos salva con caricias, nos salva con su vida, por nosotros”.
Producción de María Fernanda Bernasconi (hispano@vatiradio.va).
El espacio “Pensamiento del Papa”, se transmite los lunes en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45 y 03,20 UTC.
6 de enero

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Del 7 13 al de eneroPrevisiones de la semana

(RV).- (Con audio) Del 7 13 al de eneroEl martes 7 de enero el Papa Francisco reanudará la celebración de la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
A partir de ese día en el canal 105 FM de nuestra emisora, Radio Vaticano, iniciará la nueva programación titulada “Los juegos de la armonía”, para ofrecer a los radioescuchas temas y voces que ayuden a conocer y a participar en el camino que el Papa Francisco está proponiendo a todos los hombres de nuestro tiempo. Un camino dirigido hacia la renovación interna de la Iglesia y al diálogo con el mundo actual. El título “Los juegos de la armonía”, se inspira en las palabras que el Santo Padre pronunció con ocasión de Pentecostés, en mayo del año pasado, cuando dijo que “en la Iglesia la armonía la hace el Espíritu Santo”. Y recordó que uno de los Padres de la Iglesia tiene una expresión que al Papa le gusta mucho, a saber, que precisamente el Espíritu Santo es la armonía”.
El miércoles 8 de enero el Papa Francisco reanudará la celebración de la tradicional audiencia general, a las 10,30 de la mañana en la Plaza de San Pedro y con la participación de miles de fieles y peregrinos de numerosos países, deseosos de escuchar su catequesis y de recibir su bendición.
El jueves 9 de enero en Roma, a las 15.30 en el Aula XI del Pontificio Ateneo de San Anselmo, tendrá lugar un seminario público sobre los Modelos de reflexión de la teología contemporánea: encarnación, revelación y razón, a cargo de la especialización en Historia de la Teología. Este seminario también se celebrará los días 16 y 23 de enero.
De la misma manera en el Centro Astalli de Roma a las 18.00 se presentará el libro titulado “Niños y otros animales” de la editorial Sellerio, con la participación de su autor, Giosuè Calaciura, Marino Sinibaldi, Director de Radio Rai 3 y el P. Giovanni La Manna, s.j., Presidente de este Centro de acogida para emigrantes y refugiados.
El viernes 10 de enero en Roma a mediodía, en la Sede de la Acción Católica, tendrá lugar una Rueda de prensa en la que se presentará el libro “Armida Barelli. Una mujer más allá de los siglos”, en la que también intervendrá su autora Barbara Pandolfi.
En la ciudad italiana de Brescia, en la sede del Instituto Pablo VI de Concesio, y ante la presencia de Mons. Luciano Monari, Obispo de esta diócesis, y del Padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, se recordará el 50° aniversario de la peregrinación del Papa Pablo VI a Tierra Santa, que realizó del 4 al 6 de enero de 1964.
El sábado 11 de enero en la Capilla del Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano, a las 9.00 de la mañana, se celebrará la Santa Misa con motivo de la inauguración del 85° año judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano, que presidirá el Cardenal Raymond Leo Burke, Presidente de la Corte de Casación. Y, posteriormente, en el Aula de las Audiencias en el Palacio de los Tribunales, tendrá lugar la relación del Promotor de Justicia, el Prof. Gian Piero Milano.
El domingo 12 de enero, en la Fiesta del Bautismo del Señor, el Santo Padre Francisco presidirá la celebración de la Santa Misa en la Capilla Sixtina y administrará el Sacramento del Bautismo a algunos niños, muchos de los cuales hijos de empleados vaticanos. A mediodía, el Papa se asomará a la ventana de su estudio, frente a la Plaza de San Pedro, para rezar con los fieles y peregrinos allí reunidos la oración mariana del Ángelus.
El lunes 13 de enero, en la sede de la Pontificia Academia de las Ciencias se celebrará un Workshop sobre el tema “Siria: ¿se puede permanecer indiferentes?”. Abrirá los trabajos de esta iniciativa el Cardenal Jean Louis Tauran, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
Producción de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
El espacio “Previsiones de la semana”, se transmite los lunes en la emisión informativa de las 11,30 UTC.

7 de enero

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Cristo envió a la Iglesia a comunicar la caridad y la paz de Dios a todos los pueblos, reitera el Papa y recuerda a las Iglesias de Oriente y a las comunidades cristianas en la prueba
(RV).- Pidamos la alegría de evangelizar y que los corazones se abran para recibir el anuncio cristiano. «Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes: ¡El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!» (EG 113). «¡Que María nos ayude a ser discípulos y misioneros, pequeñas estrellas que reflejan su luz!» dijo el Papa Francisco, introduciendo el rezo a la Madre de Dios, en la solemnidad de la Epifanía, manifestación del Señor. Tras destacar, el magnífico comentario que su amado predecesor Benedicto XVI, presenta en su libro sobre la infancia de Jesús, sobre la llegada de los magos de Oriente a Belén, el Obispo de Roma hizo hincapié en que «la Epifanía pone de relieve la apertura universal de la salvación traída por Jesús». Subrayando el movimiento de «recíproca atracción», de parte de Dios, que tiene siempre la iniciativa: su amor por nosotros, que somos sus hijos, por lo que «nos quiere liberar del mal, de las enfermedades de la muerte y llevarnos a su casa, a su Reino», el Papa Bergoglio se refirió también a nuestro anhelo de bien, verdad, vida felicidad, belleza. El punto de encuentro es Jesús. Él es la Epifanía, la manifestación del amor de Dios. Y la «Iglesia está toda en este movimiento de Dios hacia el mundo: su alegría es Evangelio». Después del rezo mariano, el Sucesor de Pedro expresó sus cordiales parabienes de Navidad a las Iglesias Orientales, recordando en particular a las comunidades cristianas en la prueba.Asimismo, señalando que la Epifanía es la Jornada Misionera de los niños, impulsada por la Pontificia Obra de la Santa Infancia, el Papa agradeció y bendijo a los chicos y chicas por su colaboración en la misión de la Iglesia, gracias a sus oraciones y su compromiso.
(CdM – RV)

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“Siguiendo una luz, buscan la Luz”, dijo el Papa de los Sabios de Oriente
(RV).- Con nuestra estrella solar entibiando la fría y húmeda mañana romana, después de varios días de lluvia intensa, el Obispo de Roma, en el santuario de San Pedro, recordó que los Magos siguiendo una luz buscan la Luz con mayúscula. “La estrella que apareció en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los mueve a la búsqueda de la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente esa luz que los inspira interiormente, y encuentran al Señor” explicó.
En la fiesta de la Epifanía, en la que se recuerda la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño – dijo Francisco – sentimos junto a nosotros a los Magos, como sabios compañeros de camino. “Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada. Es necesario ir más allá, hacia Belén, allí donde, en la sencillez de una casa de periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que ha nacido de lo alto, el Rey del universo. Siguiendo el ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces, busquemos la Luz”.
El Vicario de Cristo explicó que en el recorrido de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre, porque nuestra vida es un caminar hacia Jesús, Luz del mundo. Tenemos dos grandes libros que nos orientan en la peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Y exhortó especialmente a escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y hacerlo nuestro alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor.
El Sucesor de Pedro indicó que, como refiere el Evangelio, cuando llegaron a Jerusalén los Magos perdieron por un momento la vista de la estrella. En particular, su luz está ausente en el palacio del rey Herodes: aquella morada es tenebrosa, allí reinan la oscuridad, la difidencia, el miedo. “Herodes, en efecto, se muestra desconfiado y preocupado por el nacimiento de un Niño frágil que él siente como un rival. En realidad Jesús no ha venido a derrocarlo a él, miserable fantoche, ¡sino al Príncipe de este mundo! Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que peligran las estructuras de su poder, temen que se inviertan las reglas del juego, que se desenmascaren las apariencias. Todo un mundo construido sobre el dominio, sobre el éxito y sobre el tener, ¡se pone en crisis por un Niño! Y Herodes llega hasta asesinar a los niños”, dijo el Papa y explicó que “los Magos supieron superar ese peligroso momento de oscuridad ante Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que indicaba en Belén el lugar del nacimiento del Mesías. De este modo escaparon del entumecimiento de la noche del mundo, retomaron el camino hacia Belén y allá vieron nuevamente la estrella, experimentando «una inmensa alegría» (Mt 2, 10)”. jesuita Guillermo Ortiz – RV
Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:
«Lumen requi runt lumine». Esta sugestiva expresión de un himno litúrgico de la Epifanía se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz ellos buscan la Luz. La estrella que apareció en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los mueve a la búsqueda de la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente esa luz que los inspira interiormente, y encuentran al Señor.
En este recorrido de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre: nuestra vida es un caminar, iluminados por las luces que iluminan el camino, para encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros, los cristianos, reconocemos en Jesús, Luz del mundo.
Y cada hombre, como los Magos, tiene a disposición dos grandes “libros” de los cuales deducir los signos para orientarse en la peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Lo importante es estar atentos, vigilar, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla. Come dice el Salmo, refiriéndose a la Ley del Señor: «Para mis pasos tu palabra es una lámpara, una luz en mi sendero» (Sal 119, 105). Especialmente escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y hacerlo nuestro alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor.
La primera Lectura hace resonar, por boca del profeta Isaías, el llamamiento de Dios en Jerusalén: «¡Levántate, resplandece!» (60,1). Jerusalén es llamada a ser la ciudad de la luz, que refleja sobre el mundo la luz de Dios y ayuda a los hombres a caminar en sus caminos. Esta es la vocación y la misión del Pueblo de Dios en el mundo. Pero Jerusalén puede faltar a esta llamada del Señor. Nos dice el Evangelio que los Magos, cuando llegaron a Jerusalén, perdieron por un momento la vista de la estrella. No la veían más. En particular, su luz está ausente en el palacio del rey Herodes: aquella morada es tenebrosa, allí reinan la oscuridad, la difidencia, el miedo,, la envidia. Herodes, en efecto, se muestra desconfiado y preocupado por el nacimiento de un Niño frágil que él siente como un rival. En realidad Jesús no ha venido a derrocarlo a él, miserable fantoche, ¡sino al Príncipe de este mundo! Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que peligran las estructuras de su poder, temen que se inviertan las reglas del juego, que se desenmascaren las apariencias. Todo un mundo construido sobre el dominio, sobre el éxito y sobre el tener, sobre la corrupción ¡se pone en crisis por un Niño! Y Herodes llega hasta asesinar a los niños. Un padre de la Iglesia decía: «Matas a los niños en la carne porque el miedo te mata en el corazón » – San Quodvultdeus (Disc. 2 en el Símbolo: PL 40, 655). Es así, tenía miedo y en este miedo enloqueció.
Los Magos supieron superar ese peligroso momento de oscuridad ante Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que indicaba en Belén el lugar del nacimiento del Mesías. De este modo escaparon del entumecimiento de la noche del mundo, retomaron el camino hacia Belén y allá vieron nuevamente la estrella. El evangelio dice que experimentaron «una inmensa alegría» (Mt 2, 10). Esa estrella que no se veía en la mundanidad de aquel palacio.
Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa “astucia”. Es una virtud esta “santa astucia”. Se trata de aquella sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros para evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de “astucia” cuando, en el camino de regreso, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino recorrer otro camino. Estos Magos venidos de Oriente nos enseñan cómo no caer en las insidias de las tinieblas y cómo defendernos de la oscuridad que trata de envolver nuestra vida. Ellos, con esta santa astucia custodiaron la fe. También nosotros debemos custodiar nuestra fe. Custodiarla de la oscuridad que tantas veces, es una oscuridad travestida de luz, porque el demonio, dice san Pablo, se viste de ángel de luz. Y aquí necesitamos la santa astucia para custodiar nuestra fe del canto de las sirenas que te dicen: hoy tenemos que hacer esto o aquello. Pero la fe es un don, una gracia, a nosotros nos toca custodiarla con este santa astucia, con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, cultivar esa astucia espiritual que sabe conjugar sencillez y astucia, como Jesús pide a los discípulos: «Prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas» (Mt 10, 16).
En la fiesta de la Epifanía, en que recordamos la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño, sentimos junto a nosotros a los Magos, como sabios compañeros de camino. Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada. Es necesario custodiar la fe, en este tiempo es muy importante. Es necesario ir más allá de la oscuridad, más allá del canto de las sirenas, de la mundanidad, de tantas modernidades de hoy. Es necesario ir hacia Belén, allí donde, en la sencillez de una casa de periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que ha nacido de lo alto, el Rey del universo. Siguiendo el ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces, busquemos la Luz y custodiemos la fe.»
(Traducción: María Fernanda Bernasconi y jesuita Guillermo Ortiz – RV).

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(RV).- El prólogo del Evangelio de San Juan propone el significado más profundo de la Navidad de Jesús. Él es la Palabra de Dios que se hizo hombre y que ha puesto su » tienda», su morada entre hombres, afirmó el Obispo de Roma en su Reflexión previa a la oración del Ángelus. “El Evangelista escribe: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). ¡En estas palabras, que nunca dejan de sorprendernos, está todo el cristianismo! ¡Dios se hizo mortal, frágil como nosotros, compartió nuestra condición humana, excepto el pecado, ha entrado en nuestra historia, se volvió plenamente Dios-con-nosotros! El nacimiento de Jesús, entonces, nos muestra que Dios ha querido unirse a todos los hombres y mujeres, a cada uno de nosotros, para comunicarnos su vida y su alegría”.
Del inmenso amor de Dios por la humanidad deriva el entusiasmo, la esperanza de nosotros los cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados, acompañados por Dios; y miramos al mundo y la historia como el lugar donde caminar con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, explicó el Vicario de Cristo. Manifestando que “por cuanto la historia humana y la de cada uno de nosotros pueda estar marcada por las dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y su historia. ¡Esta cercanía de Dios al hombre, a cada hombre, es un regalo que nunca tiene ocaso! Aquí está la buena noticia de la Navidad: la luz divina que llenó los corazones de la Virgen María y de San José, y guió los pasos de los pastores y los magos, brilla para nosotros hoy”.
El Sucesor de Pedro dijo que todos nosotros deberíamos apresurarnos para recibir la gracia que Él nos ofrece. Sin embargo –explicó que “tantas veces lo rechazamos, preferimos permanecer en la cerrazón de nuestros errores y en la angustia de nuestros pecados. ¡Pero Jesús no se da por vencido y nunca deja de ofrecerse a sí mismo y de ofrecer su gracia que nos salva! Éste es un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. Y estamos llamados a testimoniar con alegría este mensaje del Evangelio de la vida y de la luz, de la esperanza y del amor”.
Peregrinación del Papa a Tierra Santa
Tierra Santa es meta de peregrinación de Francisco, Obispo de Roma, del 24 al 26 de mayo, con el fin de conmemorar el histórico encuentro entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras sucedido hace 50 años un 5 de enero. Junto al Santo Sepulcro se celebrará un encuentro ecuménico con todos los representantes de las Iglesias cristianas de Jerusalén. Junto al Patriarca Bartolomeo de Constantinopla. El Papa pidió se rece por esta peregrinación. jesuita Guillermo Ortiz -RV

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Mons. Carlos EscribanoMons. Carlos Escribano      ¡Ya vienen los reyes Magos, caminito de Belén! La letra de este tradicional villancico español inunda de ilusión el corazón de muchos niños y niñas en nuestras ciudades y pueblos que esperan con ilusión la venida de Melchor, Gaspar y Baltasar, en sus hogares con sus familias. Con los regalos que intercambiamos en estas fechas, intentamos aportar algo de nosotros mismos. Deseamos que aquellos que los reciben se llenen de alegría, les sean útiles o, cuando menos, les recuerden sencillamente nuestra cercanía, cariño y amistad. Esta preciosa tradición popular, tiene sus raíces en los relatos bíblicos de San Mateo que se proclaman en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, dentro del tiempo de la Navidad. Aquellos personajes de Oriente se presentan ante la Sagrada Familia y ofrecen al Niño oro, incienso y mirra. Ricos presentes cargados de simbolismo para el Niño Dios. Regalos que el sentir popular convierte en preciosa tradición que inunda de gozo e ilusión, cada año, el seis de enero.

La celebración de la Epifanía del Señor nos vuelve a presentar el tema de la luz, ahora representada en la estrella que guía el camino de aquellos hombres. Luz que el profeta Isaías relacionaba con “un niño que nos ha nacido” (Is 9,5) en la noche de la Navidad. Luz que disipa las tinieblas en la historia de los hombres y en el corazón de los creyentes, como nos recordaba el Papa Francisco en su primera Misa del Gallo en la Basílica de San Pedro: “Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera.”

Aquellos hombres que también se pusieron en camino, que fueron peregrinos aunque no perteneciesen al pueblo elegido, se dejan guiar por aquella luz aparecida en el cielo, a pesar de las tinieblas que surgen en su horizonte y que pudiese existir en sus vidas. Divisan la estrella y se llenan de alegría; las tinieblas de su corazón se disipan y la oscuridad que otros pretenden que les atrapen, quedan mermadas por la búsqueda  valiente de la verdad. Junto al Niño abrirán sus cofres para ofrecerle sus presentes, pero no son ellos los que halagan al Señor; al contrario, es el Señor quien les agasaja, pues son ellos los que salen auténticamente obsequiados. Acogen el mejor regalo que se puede recibir: la presencia del Señor en sus vidas que se convierte en un acontecimiento que hace cobrar un nuevo sentido a su existencia.

La novedad de sentido, la expresa espléndidamente San Mateo cuando indica que los magos  regresaron por otro camino. No se refiere a tan solo al retorno físico por una ruta distinta a la que habían llegado. Va más allá: el nuevo camino hace referencia a una “nueva creación” que acontece en el corazón de aquellos hombres por haberse encontrado con Cristo, en su búsqueda sincera de la verdad. Las tinieblas se disipan y se llenan de una alegría que perdura por los siglos.

Os animo a vivir con intensidad la Solemnidad de la Epifanía y la popular fiesta de los Reyes Magos. ¡Que descubramos y hagamos descubrir que solo Jesús es el único regalo que puede colmar de verdad todas nuestras esperanzas!

+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín

Fuente:: Mons. Carlos Escribano Subías

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     El Papa Francisco, en la XLVII Jornada Mundial de la Paz, ha dirigido a toda la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad un mensaje lleno de esperanza. Es una propuesta clara para llegar a que sea la paz la que domine el desarrollo de la historia futura. El lema es sugestivo: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Los hombres de todas las latitudes de la tierra tenemos necesidad de descubrir la fraternidad, de amarla, de experimentarla, de anunciarla y de testimoniarla. Pero hay algo evidente en este camino a la fraternidad: que solamente nos permite acogerla y vivirla el amor que Dios nos da.

Precisamente por ello, quiero proponeros algunas reflexiones que, con motivo de las diversas celebraciones que tenemos en la Navidad, pueden ayudarnos a acoger el amor de Dios. Me refiero a: 1) el Nacimiento del Señor; 2) la fiesta de la Sagrada Familia; 3) la Epifanía del Señor. Estas tres realidades, nos ayudan a descubrir dónde aprendemos a vivir la fraternidad que es fundamento y camino para la paz.

1. El Amor con rostro se nos revela en Belén de Judá, cuando nace el Señor. ¡Qué alegría el día en que el Señor bajó del cielo! ¡Qué alegría el día que el Salvador del mundo toma rostro humano para decirnos quién es Dios y quién es el hombre! Lo hace de un modo que todos los humanos lo podamos comprender. ¡Qué alegría contemplar en Belén a Aquél que se despoja de la gloria divina movido por el amor al hombre! Es impensable la fraternidad sin dejarnos abrazar y llenar por el Hijo de Dios que entró en la historia de cada persona que vive sobre la tierra. Se hace presente como único Salvador de la humanidad. Por ello, no habrá paz con fundamento, ni caminos para la paz, si es que no nos dejamos encontrar, abrazar y llenar de quien nos ha amado tanto.

Solamente el fulgor de la luz, que es el mismo Jesucristo que nació en Belén, es capaz de iluminar la noche en la que el mundo vive cuando lo desconoce y se hace sus propias luces. Solamente su mensaje de amor, que nos lo entrega y regala con su propia vida, dándola por nosotros, destruye todas las arrogancias que nacen cuando queremos vivir desde nuestras propias fuerzas y luces. Tú, Señor, en Belén nos trajiste la Paz, de tal manera que podemos decir que Tú eres nuestra paz. Solamente Tú puedes hacer de nosotros los hombres un pueblo purificado, es decir, un pueblo dedicado a las “buenas obras” (Tito 2, 14). Ayúdanos Señor a descubrir el auténtico sentido de nuestra existencia, ya que sólo así llevaremos una vida tan llena de tu amor que construiremos siempre, con quienes vivamos y estemos, la fraternidad. Acoger al Señor que nace en Belén es de tal urgencia y necesidad que solamente pueden desaparecer los males que afligen a la humanidad (guerras, conflictos, terrorismos, violencias con formas diversas de manifestarse, desconocimiento de la dignidad de la persona humana, fracturas y negaciones de todas las dimensiones que tiene la existencia humana, torturas, desánimos, desesperanzas), cuando el Señor entra en nuestro corazón y ocupa la vida.

2. Proponer a los hombres el “icono de la familia cristiana” que es la Sagrada Familia como células vivas que construyen la fraternidad en el mundo. La víspera de la Sagrada Familia hemos tenido un encuentro de “familias cristianas” en Valencia. Durante la mañana se reunieron las familias por Vicarías Episcopales (son ocho las vicarías). Hubo una catequesis y una experiencia de una familia. Por la tarde, rezamos el rosario en la Plaza de la Virgen y después celebramos la Santa Misa en la Catedral. El lema sigue siendo “Familia Misionera” y este año el tema era “La Familia, patrimonio de la humanidad”. Ha sido una manifestación de fe y alegría que nos ayudó a todos a realizar una reflexión sobre la familia cristiana, que es don y compromiso en defensa de la persona y de la vida y esperanza de la humanidad. Deseamos hacer una propuesta a través de las familias cristianas a nuestro mundo y manifestar que la familia cristiana es una obra de arte que expresa el mensaje de amor comprometido y de la vida como maravilloso don de Dios, una obra de arte, la familia, que manifiesta que Dios es autor del matrimonio y Señor de la vida. ¡Qué milagro más grande saber decir a este mundo que el Señor es autor del matrimonio! Pues os ha unido y colmado de la riqueza de su amor.
La familia es patrimonio de la humanidad porque, entre otras cosas, a través de ella se debe prolongar la presencia del hombre sobre la tierra. En las familias cristianas la fe nos hace ver el rostro de Jesucristo, el esplendor de su verdad, la grandeza de la vida, el santuario del amor, la escuela del diálogo verdadero, la creadora de la cultura del encuentro con proyecto de inclusión, la riqueza de la fidelidad como don de un Dios que es fiel y misericordioso. La “causa” de la familia dignifica el mundo, hace ver la verdad del ser humano, el misterio de la vida. El porvenir de la humanidad está en la familia. Sí, en una familia unida en el amor de Cristo, presente activamente en la sociedad, comprometida en la misión de humanización, liberación y construcción del mundo de acuerdo con el corazón de Cristo.

3. Proponer la fiesta de la Epifanía para construir la fraternidad. Aquellos Magos que vienen de Oriente personifican a todos los hombres que, a través de los siglos, van al encuentro del Hijo de Dios y se postran ante Él. Hombres de toda proveniencia, de todos los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir, se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo. Como los Magos de Oriente, parten hacia lo desconocido. Eran como muchos de hoy, de corazón inquieto, movidos por una búsqueda curiosa de Dios y con un deseo inmenso de salvar el mundo. Deseaban saber dónde está y cuál es lo esencial, deseaban saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Eran buscadores de Dios. Y cuando lo encuentran marchan por otro camino, ese que está orientado por Dios mismo y que se nos ha manifestado en Jesucristo, pues desean buscar y encontrar a los hombres para proponerles ese camino. De tal manera que la Epifanía es la fiesta de la manifestación de la Luz, que es el mismo Cristo, que ilumina el camino de los hombres.

¿Cómo debe ser un hombre que entra por ese Camino que es Cristo? Entre otras cosas, sus intereses están orientados por Dios mismo, pues será así también como se interesará por los hombres, es decir, le importarán los hombres, se sentirá tocado por las vicisitudes de los hombres. Será un hombre para los demás que, conquistado por Cristo y transformado en Él, vive, piensa y siente junto a Dios. Elegir el Camino de Cristo supone entrar a vivir la fraternidad según dos criterios evangélicos: “amar al prójimo como a uno mismo” (Mc 12, 31) y “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12), que a su vez nos remite a “como el Padre me amó” (Jn 15, 9). Por el primer principio se nos puede enseñar algo sobre la fraternidad, pero es en el segundo donde aparece algo absolutamente novedoso y radical que nos sitúa en la entrega total al Señor. Dios nos ha dado hermanos y regalado su Amor para vivir con ellos. Para construir la fraternidad nunca se excluye a nadie, porque es inclusiva, va al encuentro del otro siguiendo las huellas de Jesús. “¿Dónde está tu hermano?” “Sois todos hermanos”.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Mons. Mario IcetaMons. Mario Iceta      1. Con el año nuevo, el Señor nos entrega un volumen nuevo de la historia de vida y salvación que Él quiere realizar con nosotros. Es un libro con páginas en blanco, que esperan la labor paciente de cada día para ir escribiendo pasajes definitivos que van configurando nuestra historia personal, la tarea que dejamos impresa en el nicho del tiempo y del espacio en el que vivimos. La libertad es un don maravilloso que se nos ha dado. Una libertad orientada al bien, concebida como capacidad de ir construyendo nuestra vida por medio de las elecciones que realizamos para acercarnos a nuestra plenitud, a la realización de la vocación a la que hemos sido llamados. Dios orienta, inspira, guía, acompaña y sostiene nuestro caminar. No estamos solos. Él camina con nosotros.

2. Esta realización personal no puede darse si no es en el contexto del encuentro interpersonal, del amor como vocación fundamental. Así lo expresa Jesús : “quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35). Es esta paradójica constitución del ser humano la que orienta la posibilidad de construir una vida plena. Para vivir tenemos que entregar la vida. Quien se encierra en su propio egoísmo, en sus propios intereses, pensando así en conservar la vida, curiosamente la pierde. En cambio, quien la entrega, quien no se guarda nada para sí, recibe un infinito, acoge la posesión de un amor eterno, de una felicidad plena. En último término, acoge a Dios. Es precisamente Jesús quien con su vida y el don de su Espíritu nos enseña a entregar la vida.

3. En una sociedad materialista y consumista, que en el fondo no nos hace felices, tenemos que repensar los fundamentos sobre los cuales construir nuestra vida y nuestra sociedad. La doctrina social de la Iglesia no se cansa de proclamar que la familia humana, la ecología personal, es el fundamento y norma de todas las realidades humanas. Una sociedad desorientada por diversas ideologías, una economía descentrada de la persona y centrada únicamente sobre el lucro, el poseer, el producir, terminan por poner las condiciones en las que la vida personal se deshumaniza, se vuelve triste, cae en el individualismo, en el afán de tener y de poder y termina degradando la dignidad personal e impidiendo al ser humano alcanzar su plenitud.

4. El antídoto a estas carencias o enfermedades que acechan a la existencia humana es retornar al amor primero, reformular los fundamentos de una antropología adecuada, propagar una ética basada en la dignidad de la persona que se realiza en la comunión interpersonal, en la acogida del diferente, en la entrega sincera, en la fraternidad y la solidaridad. Repensar los fundamentos de la comunión interpersonal, diseñar con creatividad los modos y formas en que esta comunión se traducen y viven en la vida social, ver el modo en que la economía, el noble servicio de la política, los agentes sociales sirven al fomento de esta comunión que fundamenta el bien común, son elementos que con urgencia necesita repensar nuestra cultura y la sociedad actual.

5. Durante este primer mes del año, se nos presentan dos ocasiones para poner en práctica esta llamada a la comunión y a la acogida recíproca y fraterna. Celebraremos la jornada del inmigrante. La Iglesia nos recuerda el deber de acoger a nuestros hermanos y hermanas que llegan a nuestras fronteras y llaman a nuestras puertas. Huyendo de hambres, injusticias, guerras, falta de trabajo, pobreza, violaciones de derechos humanos fundamentales, buscan en nosotros una mano que les ayude, un corazón que les abrigue, una casa que les cobije, una mesa y un trabajo para compartir. No endurezcamos el corazón. Es Cristo sufriente quien se refleja en el rostro de estos hermanos necesitados. ¿Cómo debe ser nuestra respuesta? ¿Cuál debe ser la calidad y calidez de nuestra acogida?

6. Además, celebraremos el octavario por la unidad de los cristianos. La separación, las faltas contra la unidad son fruto de nuestros pecados, de nuestras concepciones estrechas de Dios y de la salvación que nos ha otorgado en Jesucristo. El Señor nos da el don del Espíritu Santo, que es amor, es decir, fuerza que une, que transforma y que fecunda, para que Él mismo sea el operador fundamental de la unidad, a la que debe seguir nuestra humilde colaboración, nuestra disposición, oración y apertura a los caminos nuevos. Como veis, dos hermosas ocasiones para vivir de modo concreto nuestra vocación al amor, al encuentro interpersonal, a la construcción de la comunión y del bien común, que hacen del mundo un lugar habitable y humanizado. El Señor nos invita a seguirle en estos caminos que Él nos ha trazado. Os deseo un feliz y santo año nuevo, bendecido por Dios, en compañía de la Virgen María. Con mi saludo fraterno.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

Fuente:: Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa

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