No se puede ajustar la Doctrina a las circunstancias: Prefecto de Doctrina de la Fe

Ciudad del Vaticano (Sábado, 04-01-2014, Gaudium Press) Durante una entrevista concedida a un diario italiano, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Müller, reafirmó sus declaraciones sobre la pastoral de los divorciados y aclaró la naturaleza de las Conferencias Episcopales dentro de la organización de la Iglesia. «Usted no puede ajustar la Doctrina a las circunstancias», afirmó el prelado. «La Iglesia no es un partido político que hace sondeos para buscar consenso».

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Mons. Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se dirige a los miembros del Congreso Teológico Internacional, en 2012. 

Estas claras palabras, parte de una entrevista al diario Corriere della Sera, ilustran su posición al frente de uno de los principales Dicasterios de la Curia Romana, encargado de la preservación de la integridad de la Doctrina Católica. Sobre el recurrente tema de la pastoral de los divorciados, sobre el cual ya había afirmado que no podría incluir la admisión de los vueltos a casar en la comunión eucarística (ver noticia anterior), señaló el punto de equilibrio al que punta la Iglesia: «Tenemos que intentar una combinación de principios generales y situaciones personales y particulares. Encontrar soluciones a problemas individuales, aunque siempre sobre el fundamento de la Doctrina Católica».

El Prefecto también se refirió a la carta que escribió para ordenar el retiro de una guía pastoral en la Diócesis de Friburgo que contenía «terminología poco clara» sobre la firme defensa de la Iglesia del carácter indisoluble del Matrimonio y la adecuada preparación para recibir la Eucaristía. Sobre la controversia originada por el documento, Mons. Müller alertó sobre las falsas expectativas de cambios en la doctrina suscitadas en la opinión pública. «Muchos piensan que el Papa o un Sínodo puede decir: ‘por supuesto, reciban la Comunión’. Pero esto no es posible».

«El Matrimonio sacramental válido es indisoluble», reafirmó el prelado. «Esta es la práctica católica, reafirmada por Papas y Concilios, en fidelidad a las palabras de Jesús. Y la Iglesia no tiene la autoridad para relativizar las palabras y los mandamientos de Dios».El Prefecto recordó que la Eucaristía sí tiene un aspecto medicinal y el sacramento no exige la perfección para poder ser recibido, pero que un matrimonio irregular sí constituye un «obstáculo objetivo para la recepción de la Eucaristía».

La naturaleza de las Conferencias Episcopales

Entre otros temas consultados al Prefecto, se mencionó la posibilidad de la reforma de la Iglesia con respecto a las Conferencias Episcopales y su relación con la Santa Sede. En este punto, Mons. Müller aclaró los alcances de dichas organizaciones, que no pueden considerarse como independientes o totalmente autónomas y rechazó las interpretaciones en este sentido de las palabras del Papa Francisco en la Carta Encíclica Evangelii Gaudium.

«La Iglesia Católica está compuesta de Iglesias locales, pero es Una», enseñó el Prefecto. «Las iglesias ‘nacionales’ no existen… los presidentes de las Conferencias Episcopales, aunque importantes, son coordinadores, nada más, ¡no ‘vice-papas’!». Esta aclaración tiene origen en una consideración teológica sobre el ministerio episcopal. Según explicó Mons. Müller, los Obispos inividualmente los son por «derecho divino, instituidos por Jesucristo» mientras que las organizaciones como Patriarcados y Conferencias episcopales «son establecidos por la Iglesia, por el hombre».

Incluso quienes sugieren una «descentralización» de la Iglesia se encontrarían con que un cambio en la forma de entender las Conferencias Episcopales sería contraproducente. «Cada obispo tiene acceso directo e inmediato con el Papa», afirmó el prelado. «No podemos tener una decentralización en las Conferencias, porque habría el peligro de un nuevo centralismo, en el cual el presidente tiene toda la información y los Obispos están sumergidos en documentos».

Con información de CNA.

 

Fuente:: Gaudium Press

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140103 - comida BenicasimLa parroquia de Santo Tomás de Villanueva ha movilizado a los vecinos de Benicasim para organizar este viernes una comida navideña para las cien familias que atiende Caritas. El Ayuntamiento ha cedido el polideportivo municipal, varios comercios han aportado regalos, los hoteles bebidas, los catequistas han hecho cocas, y diversas entidades, como las asociaciones de amas de casa y de jubilados, también se han implicado.

El menú ha consistido en una paella monumental, acompañada de actividades festivas como cantos de villancicos y una rifa. El párroco, Luis Oliver, explica que la iniciativa se decidió pocos días antes de Navidad, pero que hay la voluntad de repetirla y consolidarla, de modo que las familias necesitadas de Benicasim “puedan gozar de un día de Navidad como el resto”. La parroquia también regalará un libro con el Evangelio de cada día para que los convidados “puedan leer la Palabra de Dios y experimentar cómo Él está junto a ellos, los acompaña y los quiere”.

(Diócesis de Segorbe Castellón)

Fuente:: SIC

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El Papa: La fuerza de la Iglesia no reside en ella misma, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios
(RV).- (audio) No tener otro nombre en la vida, y no cumplir ninguna otra acción, que no esté estrechamente vinculada a Cristo. Es con esta esperanza que el Papa Francisco concluyó esta mañana la homilía de la misa que presidió en la Iglesia del Gesú de Roma, en la fiesta litúrgica del Santo Nombre de Jesús, “título” de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola.
El Papa habló ampliamente de la figura de Pedro Fabro, modelo de santidad sacerdotal de la Compañía, canonizado hace a penas dos semanas, el pasado 17 de diciembre. Francisco reflexionando sobre el carisma de su Orden se centró precisamente en Pedro Fabro, hermano antiguo y al mismo tiempo muy moderno, que fue compendio viviente del carácter espiritual y apostólico de los jesuitas, empezando por su corazón, vacío, porque lleno de Dios, inquieto, porque incansable en la búsqueda de Dios:
“Estamos llamados a este abajamiento: ser ‘vaciados’. Ser hombres que no tienen que vivir centrados en sí mismo, porque el centro de la Compañía es Cristo y su Iglesia. Y Dios es el Deus semper maior, el Dios que siempre nos sorprende. Y si el Dios de las sorpresas, no está en el centro, la Compañía se desorienta. Por eso, ser jesuita es ser una persona del pensamiento incompleto, del pensamiento abierto: porque siempre piensa mirando el horizonte, que es la gloria de Dios, siempre más grande, que nos sorprende sin cesar. Y esta es la inquietud de nuestro abismo. Aquella santa i hermosa inquietud».
¿Inquietos hasta qué punto? Francisco dice que un jesuita puede saber si «ha mantenido su inquietud o si ésta se ha atrofiado.»De hecho, para los que militan en la Compañía de Jesús -afirma- no hay otra alternativa: «Debemos buscar a Dios para encontrarlo, y encontrarlo para buscarlo más y más»:
«Sólo esta ansiedad da paz al corazón de un jesuita, una inquietud también apostólica, no debemos cansarnos de proclamar el kerigma, de evangelizar con valentía. Es la inquietud que nos prepara para recibir el don de la fecundidad apostólica. Sin esta ansiedad somos estériles».
“Pedro Fabro fue todo eso” dijo el Papa: «un hombre de grandes deseos», «de espíritu inquieto, indeciso, nunca satisfecho”, inspirado por el “verdadero espíritu que mueve a la acción»:
«¿Tenemos también nosotros grandes visiones e impulso? ¿Somos audaces como él? ¿Nuestro sueño es volar alto? ¿El celo nos devora? ¿O somos mediocres y nos contentamos con nuestras programaciones apostólicas de laboratorio? Recordémoslo siempre: la fuerza de la Iglesia no reside en ella misma y en su capacidad organizativa, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios».
Pedro Fabro, recordó el Papa Bergoglio, pasó toda su vida buscando la «familiaridad con Dios», para tener un corazón trasplantado en el de Jesús. Y con estos sentimientos fue un defensor del diálogo en la Europa dividida por la Reforma de Lutero, con el «arma de la mansedumbre cristiana”:
«Se me ocurre pensar en la tentación, de que tal vez podamos tener, y que tantos tienen, de unir el anuncio del Evangelio con bastonazos inquisitoriales, de condena. No, el evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor».
Francisco, el primer Papa jesuita de la historia, en nombre de toda la Compañía, propuso a sus hermanos, al final de su homilía, tomar como modelo el ejemplo del primer sacerdote jesuita de la historia, el hermano Pedro, que bajo la influencia de la «fascinación» de Cristo realizó, dijo, verdaderas «locuras apostólicas»:
“Nosotros somos pequeños, somos pecadores, pero queremos servir bajo el estandarte de la Cruz de la Compañía que recibió el nombre de Jesús. Nosotros que somos egoístas, queremos vivir, sin embargo, una vida agitada por grandes deseos. Renovemos, pues, nuestra oblación al Eterno Señor del universo para que con la ayuda de su gloriosa Madre, podamos querer, desear y vivir los sentimientos de Cristo, que se despojó a sí mismo».
ER RV

Fuente:: News.va

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Mons. Joan PirisMons. Joan Piris       Empezamos este año nuestras reflexiones dominicales a las puertas de la solemnidad de la Epifanía, que es la “manifestación” de Jesús a los paganos en la figura de aquellos tres personajes llegados del lejano Oriente y que ha dado pie a tan variadas celebraciones en nuestras comunidades y en nuestras calles. Todas ellas con un denominador común muy interesante: una fiesta asociada a la idea de regalo y de ilusión compartida por grandes y pequeños. Y es que Jesús ha sido el mayor regalo de Dios a nuestra humanidad.

Ciertamente en la actualidad, nuestras realidades culturales, sociales y eclesiales son muy complejas y, a veces, ambiguas, pero éste es nuestro presente. Y es el tiempo oportuno en el que los cristianos estamos llamados a manifestar la fe en Jesucristo “luz del mundo”, intentando promover una adhesión global a su persona y haciendo presente el Evangelio y su fuerza humanizadora. Y no debemos hacerlo sólo criticando o lamentándonos, o aún menos de manera prepotente como quienes han de enseñar a los demás (que siempre y únicamente deben aprender), sino compartiendo la experiencia de haber encontrado a Jesús y todo lo que este hecho ha aportado a nuestras vidas. Esto nos pide superar la anemia de nuestro catolicismo y sus inercias, y más ante los grandes interrogantes de los nuevos escenarios.

Hay quien ha comparado nuestra situación con la necesidad de desatascar desagües: cuando en nuestras calles hay desagües atascados, la lluvia forma charcos y así permanece hasta que descubre una rendija por donde circular… Sería bueno identificar los posibles atascos en nuestro vivir cristiano que están dificultando la circulación de nuestro testimonio, la manifestación libre y explícita de nuestra fe y de nuestra pertenencia eclesial.

Como afirma expresamente el Mensaje final del Sínodo sobre la Evangelización (2012), para evangelizar hay que tener personas y comunidades evangelizadas, y hace una llamada a nuestra conversión porque la debilidad de los discípulos de Jesús pesa sobre la credibilidad de la misión. Conscientes del hecho de que el Señor es el guía de la historia y que, por tanto, el mal no tendrá la última palabra, los obispos invitan a los cristianos a vencer el miedo con la fe ya mirar el mundo con serenidad y coraje porque, a pesar de sus contradicciones y retos, sigue siendo el mundo que Dios ama. Por tanto, nada de pesimismo: la globalización, la secularización y los nuevos escenarios de la sociedad, las migraciones, con sus dificultades y sufrimientos, deben ser oportunidad de evangelización. Porque no se trata de encontrar nuevas estrategias para difundir el Evangelio como un producto de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús.

Nuestra esperanza es ‘certeza’ fundada sobre la promesa de Dios que nos asegura que la historia se orienta hacia “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21,1). Esta certeza es la que nos ha de quemar por dentro y sostener nuestro testimonio en la Iglesia y en el mundo.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola,

Obispo de Lleida

Fuente:: Mons. Joan Piris

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AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     Siempre nos va bien comenzar el año con alegría, después de tantas caras largas, de tantas preocupaciones que llenan nuestras vidas últimamente. Este año, además, para los que nos sentimos miembros de la Iglesia, con mayor razón, dada la llamada que nos hace el Papa Francisco.

Otra cosa son los serios interrogantes, que hemos mencionado, acerca de la interpretación que se puede hacer de esta llamada a la alegría en el seno de la Iglesia: ¿Es un táctica calculada? ¿Es un intento de poner cara amable a la fe, vaciada de sus exigencias más radicales?…

Conviene aclarar en qué consiste la alegría y cuál es la alegría a la que estamos llamados.

Provocar la sensación de alegría en el sentido de “estar contentos”, divertirse o pasarlo bien, es relativamente fácil, pues no hay nadie que deje de buscarlo. La alegría es de hecho una necesidad vital: parece que estamos hechos para vivirla. Lo saben hacer bien los fabricantes de espectáculos. Su tarea consiste en conocer y utilizar los resortes psicológicos de la persona humana que provocan sensación de bienestar, contento, placer, risa o gusto. Así la contemplación de algo bello o agradable, la risa ante un gesto de humor, la emoción de una escena impactante, etc. Los psicólogos pueden estudiar este tipo de alegría y los especialistas en publicidad saben utilizar bien estos conocimientos como técnica aplicada a la venta del producto. En general, basta con relacionar, oral o visualmente, el producto que se quiera vender con una situación placentera, una situación que evoque alegría o bienestar. Estas situaciones se conocen mediante un investigación sociológica, por encuestas y estadísticas: “¿Dónde y cómo te encuentras más a gusto? ¿Qué es lo que más te gusta y deseas conseguir?”. Para quienes identifican alegría con placer, la cosa es aun más fácil, porque el placer puede provocarse sencillamente, incluso con productos químicos, de alimentación o todo tipo de estimulantes. Se trataría entonces de una “alegría” que tendría mucho de “artificial”, fabricada o inducida mecánicamente, aprovechando los recursos que tiene nuestro cuerpo.

Desgraciadamente, como siempre ocurre, estos conocimientos y esta técnica frecuentemente son utilizados por desalmados para abusar de la gente, someter a las personas e incluso esclavizarlas. Es el caso de las drogas, en las que uno cae porque desea pasarlo bien y experimentar una alegría intensa. Uno mismo, con su libertad, en su anhelo de placer – alegría, también puede esclavizarse.

Tenemos, pues, dos tipos de alegría: el más elemental y físico, el placer, y otro, más elevado, que es la alegría psicológica, consistente en la sensación de bienestar, de contento, de gusto, que se experimenta cuando las necesidades psicológicas están satisfechas. Ambos tipos de alegría son efímeros y pasan: aquél rápidamente, éste normalmente es más duradero. Ambos, además, son muy “artificiales”, se pueden provocar fácilmente.

¿Cuál es la alegría cristiana? ¿A qué alegría nos invita el Papa Francisco?

Sabemos que la alegría es un grado, un rasgo, de lo que llamamos “felicidad”. Ésta es una vivencia más profunda y compleja, porque corresponde a toda la persona humana: es su realización y su plenitud.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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Mons. Antonio AlgoraMons. Antonio Algora      En esta aventura de dar a conocer la aportación del papa Francisco a nuestra Iglesia en la exhortación post-sinodal Evangelii gaudium, viene al caso citarle en el Día en que la Iglesia celebra «la Sagrada Familia»: «La familia atraviesa —dice él— una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como enseñan los Obispos franceses, no procede “del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una unión de vida total”» (EG 66).

Como todo en el papa Francisco se une al conocimiento de la realidad, de lo que está pasando, la habilidad para decir en pocas palabras la alegría de la aportación cristiana en este caso recogida de los obispos franceses. ¿Cómo orientar a nuestros jóvenes y entusiasmarles con la gran tarea de ser y crecer como personas capaces de entregar la vida y entregarse esponsalmente? Adquirir y madurar en la capacidad de amar, capaces de asumir compromisos de por vida… ¡Lo más propio humano! Lo que nos caracteriza a los hijos de Dios que han aceptado la fe en el que no deja de amar al ser humano nunca ¡Cómo ama Jesucristo a su Iglesia! Resumen de ¡Cómo ama Dios Padre a la humanidad en su Hijo nacido de una mujer!

En otro lugar de la exhortación, del Papa nos dice: «El substrato cristiano de algunos pueblos —sobre todo occidentales— es una realidad viva. Allí encontramos, especialmente en los más necesitados, una reserva moral que guarda valores de auténtico humanismo cristiano. Una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo. Sería desconfiar de su acción libre y generosa pensar que no hay auténticos valores cristianos donde una gran parte de la población ha recibido el Bautismo y expresa su fe y su solidaridad fraterna de múltiples maneras» (EG 68). A veces nos lamentamos de cómo se ha deteriorado la sociedad y de cómo se han promulgado leyes que disuelven el matrimonio y lo reducen a un papel que se rasga con toda rapidez, pero podemos, y aun debemos, confiar más en ese substrato, repito: «Allí encontramos, especialmente en los más necesitados, una reserva moral que guarda valores de auténtico humanismo cristiano». En las peores condiciones económicas y sociales los pobres nos traen la Buena Noticia de la fidelidad conyugal y del cuidado de los hijos que deberían avergonzarnos a los que todo lo tenemos en medios y recursos.

Recibamos en nuestras familias esta invitación del Papa: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor”. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores» (EG 3). ¡Felicidades, Familia, hay para vosotros futuro!

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Fuente:: Mons. Antonio Algora

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martorell7Mons. Julián Ruiz Martorell      Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

Hay momentos en que nos sentimos replegados sobre nosotros mismos, nos mostramos quejumbrosos, nos sentimos siempre dispuestos a mirar lo que no funciona, no dejamos espacio para la novedad que brota sin que apenas se note.

Llega el momento en que no debemos perdernos en las palabras y, sencilla y confiadamente, ponernos en camino como los Reyes Magos. Ir al encuentro de Alguien que nos espera y que nos guía con una estrella luminosa, incandescente, la luz de la fe.

Los misteriosos Magos de Oriente iniciaron un camino exterior que concluyó cuando llegaron a la meta. Pero también realizaron una peregrinación interior que cambió toda su vida.

Se pusieron en camino para ir a buscar a un Rey. Sabían que el mundo estaba desordenado, pero no se dejaron acobardar por el desconcierto. Sabían que existía una hermosa armonía en las estrellas, y que una nueva sinfonía estaba a punto de aparecer en algún lugar lejano.

Los Magos abandonaron sus seguridades y partieron acompañados por un deseo grande, por una esperanza cierta. Era como si siempre hubieran esperado aquella estrella.

Nosotros necesitamos salir de la oscuridad que nos rodea por todas partes, que nos seduce, nos envuelve y nos arrolla.

Como los Magos, nos situamos delante del Señor para adorarle, para reconocer lo mucho que ha hecho por nosotros, el amor con que nos ha abrazado desde la eternidad, la solicitud con que nos guía y acompaña, la ternura con que nos sostiene y la misericordia con que nos apoya.

La adoración tiene un contenido e implica una donación. Adorar al Señor significa abandonar los ídolos, rechazar todo lo que nos oculta la auténtica manifestación del amor, impedir que los sucedáneos ocupen el lugar que únicamente puede y debe ocupar Dios. Y adorar significa también convertirnos nosotros mismos en regalo, en presente. Todo lo que somos, barro insignificante en manos del alfarero, puede ser moldeado según un nuevo y definitivo proyecto.

Ante el Señor se postran los pobres en el espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los que son insultados, perseguidos y calumniados por causa del Señor.

Dios conduce a su casa a todos y todas las cosas. De un modo que solamente Él conoce. Sigue haciéndolo con nosotros, que somos humildes buscadores, abandonados a su acción, fascinados por su atracción, seducidos por su amor, alentados por su gracia.

Y los buscadores se convierten en misioneros, verdaderos testigos de la luz que es Cristo.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell

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Mons Ángel RubioMons. Ángel Rubio    En el primer mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz celebrado el pasado día 1 de enero del corriente año nuevo, deseaba a todos —a las personas y a los pueblos— una vida llena de alegría y de esperanza. La fraternidad fundamento y camino para la paz es el título del mensaje en el que Francisco recuerda la doctrina de la “hipoteca social” sobre “las cosas propias”. El Papa afirma, citando a Santo Tomás de Aquino, que “aunque es lícito e incluso necesario que el hombre  posea cosas propias, en cuanto al uso, no las tiene como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechan a él solamente, sino también a los demás”.

El mensaje nos pregunta ¿cómo usamos los recursos de la tierra?, y nos responde “es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo”, y este es el camino de la verdadera paz, fruto de una autentica fraternidad.

La paz o es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Lo cual implica no dejarse llevar por “el afán de ganancia” o por la “sed de poder”. Es necesario estar dispuestos a «”perderse” por el otro en lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de oprimirlo para el propio provecho. El “otro” —persona, pueblo o nación— no puede ser considerado como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un “semejante” nuestro, una “ayuda”».

La solidaridad cristiana entraña que el prójimo sea amado no sólo como “un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos”, sino como “la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo”, como un hermano.

Hay una forma más de promover la fraternidad —y así vencer la pobreza— que debe estar en el fondo de todas las demás. Es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros. Esto es fundamental para seguir a Jesucristo y ser auténticamente cristianos. No se trata sólo de personas consagradas que hacen profesión del voto de pobreza, sino también de muchas familias y ciudadanos responsables, que creen firmemente que la relación fraterna con el prójimo constituye el bien más preciado.

En el nuevo año enviamos felicitaciones de navidad, pero ¿sabemos felicitar’ ¿Nos preocupa la felicidad de los demás? A los Reyes Magos les pedimos regalos para los niños y adultos. Solo Dios nos puede dar la paz; sin Dios, sin su verdad y justicia no podrá haber nunca, ni verdadera paz, ni verdadera libertad, ni la autentica fraternidad.

 

+ Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

Fuente:: Mons. Ángel Rubio Castro

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La Epifanía de DiosMons. José Manuel Lorca      La fiesta de la Epifanía del Señor completa el Misterio de la presencia de Dios con nosotros; María y José presentan a Dios al mundo. El mismo Señor ha sido quien ha suscitado a estos hombres el deseo de conocer a Jesús, les ha tocado el corazón de tal manera que tenían que salir de su tierra y de su mundo para encontrarse con Él, la luz de Cristo ya iluminaba la inteligencia y el corazón de los Reyes Magos y se pusieron en camino (Cf. Mt 2,9). Los magos nos han dado una lección de constancia y fidelidad, porque no dudaron en dejar todo para seguir la estrella y salvar toda clase de obstáculos, para estar junto a Dios. San Juan de la Cruz describe lo que debe pasar por la mente del que se ha puesto en camino“sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía (…) Aquésta me guïabamás cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía”.

Los hombres que se han fiado de las señales de Dios se han beneficiado del privilegio de adorarlo, los incrédulos no, la desconfianza paraliza. Los Magos han recorrido medio mundo hasta que han llegado a la presencia de Dios, han soportado toda clase de aventuras; han podido pasar por locos, pero han permanecido fieles a la señal de Dios, a pesar de los momentos de oscuridad. Los Magos nos han demostrado que no existe mayor gozo que ponerse en marcha a la aventura de encontrarse con Dios. Esto mismo nos pide el Papa Francisco cuando escribe que Dios nos llama a una salida misionera y ello implica salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. Es preciso tener los oídos abiertos, saber escuchar para poder escrutar los signos con los que Dios nos llama y nos guía.

Las señales de Dios no se apagan nunca, porque Dios quiere hacerse presente en todas las etapas de la historia, antes y ahora. En esta solemnidad será bueno recordar lo que les decía Benedicto XVI a los jóvenes en Colonia: “El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía. En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostia consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento de vida eterna”. La salvación que se ofrece en la Epifanía también es una llamada a la fidelidad para ti.

Que Dios os bendiga.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

Fuente:: Mons. José Manuel Lorca

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Anunciar el Evangelio con dulzura y amor como Jesús, Papa Francisco en la Chiesa del Gesú, en el corazón de Roma
(RV).- «El centro de la Compañía de Jesús es Cristo y su Iglesia». «Los jesuitas queremos ser condecorados con el nombre de Jesús, militando bajo el escudo de su Cruz y ello quiere decir tener los mismos sentimientos de Cristo. Significa pensar como Él; amar como Él; ver como Él; caminar como Él. Significa hacer lo que Él ha hecho y con sus mismos sentimientos, con los sentimientos de su Corazón». Son palabras del Papa Francisco en su homilía de este viernes, en la Chiesa del Gesú, donde fue para celebrar la misa en el día de la fiesta litúrgica del Santo Nombre de Jesús, fiesta titular de la Compañía de Jesús. Una celebración que fue también en acción de gracias por la inscripción en el libro de los santos de Pedro Fabro, sacerdote de la Compañía de Jesús y primer compañero de San Ignacio de Loyola, el pasado 17 de diciembre. Concelebraron con el Papa sus compañeros jesuitas presentes en Roma. Esta es la tercera vez que Francisco visita esta iglesia querida por san Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús, en el corazón de Roma.
En la histórica iglesia romana tan ligada a la vida de su fundador, Francisco, primer Papa jesuita, celebró la fiesta litúrgica de San Ignacio de Loyola, con los jesuitas, de forma privada, el pasado 31 de julio. Así como también, se detuvo en ella en el marco de su visita forma privada al Centro Astalli de Roma, que es la sede italiana del Servicio Jesuita para los Refugiados, el pasado 10 de septiembre.

Fuente:: News.va

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