Termina el Año de la Fe pero esta sigue iluminándonos
Mons. Julián López Queridos diocesanos:
El último domingo de noviembre, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, se clausura el Año de la Fe convocado y abierto por el Papa Benedicto XVI, hoy emérito, mediante la carta apostólica “Porta Fidei” publicada el 11 de octubre de 2012. La celebración tenía unos fines muy claros y precisos que hemos recordado más de una vez y que incorporamos especialmente al curso pastoral 2012-2013: hacer que todos los creyentes confesasen la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza, e intensificasen la celebración de la fe en la liturgia y de modo particular en la Eucaristía, de manera que el testimonio de vida de los creyentes fuese cada vez más creíble (PF 9). Este último aspecto está latente todavía en el objetivo pastoral del presente curso, orientado al fortalecimiento del compromiso caritativo y de la presencia pública de la Iglesia mediante la práctica del amor fraterno porque “la fe sin obras está muerta” (Sant 2, 26). De este modo, como ha recordado la encíclica “Lumen Fidei” del papa Francisco, “la fe se hace entonces operante en el cristiano a partir del don recibido, del amor que atrae hacia Cristo (cf. Ga 5,6)… Quien ha sido transformado de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se convierte en luz para sus ojos” (LF 22; cf. 25). Dicho de otro
modo, la fe y la caridad se complementan y reclaman recíprocamente.
Por eso quiero invitar a toda la diócesis, a cada una de las unidades pastorales y parroquias, a las comunidades de vida consagrada y a los movimientos, asociaciones y grupos eclesiales, a realizar la clausura del Año de la Fe no como quien pasa la página y da por terminada una actividad, sino como el que asume la rica experiencia vivida y la prolonga en lo que tiene de permanente. En este sentido no podemos olvidar que la puerta de la fe permanece siempre abierta, porque supone continuar un camino que empezó en el bautismo y ha de durar
toda la vida (cf. PF 1). Las profesiones solemnes de la fe que hemos realizado durante este año habrán fortalecido en todos el deseo de alimentar la vida cristiana en la palabra de Dios transmitida fielmente por la Iglesia y ofrecida de tantos modos en la catequesis, en la predicación litúrgica, en los ejercicios de piedad y en el magisterio de los pastores. Pero es preciso mantener tanto el deseo de redescubrir y conocer más profundamente los contenidos de la fe como la actitud confesante de la misma, que nos ha proporcionado la iniciativa del papa Ratzinger.
El detalle de que el Año de la Fe concluya en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo tiene también un significado. No se trata de dar por terminado el año, como he indicado antes, sino de proyectar nuestra existencia hacia sucesivas celebraciones del único misterio de Cristo que se conmemora y despliega reiteradamente en el año litúrgico. No hay que olvidar que toda celebración de la Iglesia se enmarca siempre en el “sagrado recuerdo en días determinados a través del año de la obra de la salvación”, es decir, en “el misterio de Cristo, desde la encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la dichosa esperanza y
venida del Señor” (SC 102). Por tanto, el Año de la Fe continúa en el año litúrgico de manera que su celebración viene a ser como un tramo del camino o peregrinación de la Iglesia y de los cristianos a semejanza del Camino de Santiago, que es también como una metáfora de la vida (cf. PF 6).
Así pues, reitero la invitación a todos a participar en las celebraciones de clausura del Año de la Fe que oportunamente se anunciarán. Con mi cordial saludo y bendición:
+ Julián López ,
Obispo de León
Fuente:: Mons. Julián López
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