“¡Velad!… ¡Estad preparados!”
Mons. Joan E. Vives Con el Adviento comenzamos un nuevo Año litúrgico. El Adviento abarca las cuatro semanas antes de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo. Viene el Señor y debemos estar preparados. Él mismo nos ayudará a prepararnos. Durante este tiempo, hacemos memoria de la venida histórica al mundo del Señor Jesús, como el Dios encarnado y hecho amor asequible. Y por ello en este tiempo intentamos que nuestras vidas sean acogedoras del Redentor que siempre viene por su Palabra, por la Eucaristía, por el hermano prójimo que nos necesita y por su gracia, misteriosa, que todo lo supera. También este tiempo nos ayuda a esperar su última venida al final de la historia, como juez, cuando vendrá a buscarnos para llevarnos a su casa.
Las palabras clave son “velad” y “estad preparados” (Mt 24,42.44). No podemos dormirnos, ni desanimarnos, ni estar inactivos, no podemos cerrar la puerta a la visita de Dios. Así como vino en la primera Navidad, ahora de nuevo Él quiere venir a nuestra casa, tanto a nuestras personas como a nuestro mundo. De hecho, no se ha marchado nunca, pero quiere que le acojamos, que le dejemos entrar, que le seamos atentos, amigos, humildes y alegres porque Él quiere llenarlo todo con su gracia, con su perdón, con su vida que todo lo renueva. Acojamos su dulce invitación: “Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). ¿Qué más podríamos desear?
Es tiempo de fe y de buenas obras. Esto significa “estar preparado”. ¡Esperarlo! Ante todo, dejar que la gracia de Dios nos ayude a abandonar las rutinas y las perezas, el pecado y la lejanía del Evangelio. Y pedir la venida del Señor con humildad, repitiendo: ¡Ven Señor Jesús! ¡Ayúdame a creer! ¡Despierta lo mejor que haya en mí, Señor, y que viene de ti! ¡Líbrame del egoísmo! Y después, en el silencio y la oración, dejar que crezca el deseo de bondad y de pureza en nuestro corazón, hacer emerger la mejor parte de cada uno de nosotros, leyendo el Evangelio, amando más y mejor a los que tenemos cerca, haciendo algún gesto comprometido de solidaridad y de compartir. Tendremos muchas oportunidades en estas semanas del Adviento y en las fiestas de Navidad que se acercan.
Adviento es tiempo de alegría, porque Jesús llega y quiere hacer morada en nosotros y en nuestro mundo, que Él no abandona nunca, porque mantiene su promesa de salvación y de misericordia. Él viene a consolar a la humanidad de tanto dolor, violencia, pobrezas y soledad: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio” (Is 40,1). Son las primeras palabras con que se abre la música inmortal del grandioso Oratorio del Mesías de Händel. Es tiempo de volver a lo esencial, y de llevar este consuelo de Dios a nuestra humanidad, tiempo de acoger la vocación de dar a conocer nuestra fe a las generaciones que nos van a suceder. Es lo que acabamos de proponer los obispos de Cataluña en nuestro Documento “Transmitir el tesoro de la fe” que acabamos de publicar. Ya tendremos tiempo de comentarlo. Ahora: ¡velemos y estemos preparados!
+ Joan E. Vives
Arzobispo e Urgell
Fuente:: Mons. Joan E. Vives
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