María, la Virgen Inmaculada

Mons. Gerardo Melgar

Mons. Gerardo MelgarMons. Gerardo Melgar     Queridos diocesanos:

Celebramos hoy una Solemnidad muy entrañable para todos los seguidores de Jesús: la fiesta de nuestra Madre contemplada como la Inmaculada, la sin mancha, sin tacha ni pecado. Así había de ser, purísima y llena de gracia, la que sería la Madre del Hijo de Dios que quita el pecado del mundo. Por eso, la Virgen es inmaculada en previsión de los méritos de su Hijo que viene a este mundo para quitar y borrar los pecados.

Celebramos la Solemnidad de la Inmaculada en el marco del Tiempo litúrgico del Adviento: María es prototipo y figura del Adviento, de alguien que espera de una manera especial la llegada del Salvador. Ella es la que lleva en su seno a Cristo y le espera llena de amor y alegría.

Esta Solemnidad es eminentemente popular. Después de los primeros siglos del cristianismo aparece en España el culto a la Virgen María. Este culto a María impulsó al pueblo cristiano en España a una devoción realmente firme, a una defensa y exaltación de las grandezas de María, sobre todo contemplando el privilegio de su Inmaculada Concepción. La devoción a la Inmaculada Concepción culmina con la solemne definición dogmática por parte del Papa Pío IX con la Bula “Ineffabilis Deus” en la que afirma: “es doctrina revelada por Dios, y por lo tanto ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles, que la Virgen María por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción” (DS 2803)

Existen similitudes entre la misión de María, la de la Iglesia y la de cada uno de nosotros como cristianos pues María, la Iglesia y nosotros estamos llamados a ser portadores de Cristo, a hacer presente a Cristo en medio del mundo. Ella le hizo presente dándole a luz y haciendo posible que el Hijo de Dios se encarnase y se hiciera uno de nosotros; para eso había sido elegida por Dios para que, por medio de ella, llegara al mundo el Salvador, el Hijo de Dios que traería a todos los hombres la salvación.

Algo parecido podemos afirmar de la Iglesia: fundada por Cristo para hacerle presente en el mundo a través de todos los siglos. Su misión es ofrecer a Cristo al mundo para que el hombre de todos los tiempos encuentre en Él la salvación. Por eso el esfuerzo de evangelización que la Iglesia hace en todo momento radica en ofrecer a Cristo a la humanidad para que se encuentre con él, se convierta y se salve. Si la Iglesia no hiciera presente a Cristo, no estaría cumpliendo con su misión; por eso su máximo esfuerzo es ir por el mundo entero predicando el Evangelio y acercando a los hombres a Cristo y a Cristo a los hombres.

Nosotros, cada uno de los cristianos, participamos de la misma misión de María y de la Iglesia. También cada uno de nosotros hemos sido llamados y enviados para hacer presente a Cristo en medio del mundo. Nuestra vida, como seguidores de Cristo, y nuestro testimonio de discípulos tiene como misión, como sugería el Beato Juan Pablo II, la de ser portadores del mensaje salvador de Cristo al corazón del mundo para que sea interpelación y llamada a la salvación.

Vivamos esta Solemnidad de la Inmaculada y este Tiempo de Adviento con verdadero esfuerzo por ser portadores de Cristo y su mensaje a los hombres de nuestro tiempo a través de nuestra vida y con nuestro testimonio. Que Dios nos conceda, como a María y a la Iglesia, cumplir con la misión que se nos ha encomendado para que, a través nuestro, otros descubran a Cristo, lo amen y se entreguen a Él.

Feliz Solemnidad de la Inmaculada para todos.

Vuestro Obispo,

+Gerardo Melgar

Obispo de Osma-Soria

Fuente:: Mons. Gerardo Melgar

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