El Padre Pedro, de la China: En prisión, casi me vuelvo loco

Madrid (Lunes, 09-12-2013, Gaudium Press) Un calvario que lamentablemente ha sido recorrido por no pocos religiosos en misión en China: son las escenas que describe el octogenario Padre Pedro, entrevistado por la Fundación de Investigación Laogai Onlus en Italia.

«Mi abuela en secreto empezó a enseñarme las oraciones básicas, tales como el Padre Nuestro y el Ave María. Mi padre me hacía recitar de memoria las preguntas y respuestas del catecismo», cuenta el anciano religioso que hoy vive en Italia. De hecho su abuelita quería que el siguiese el camino sacerdotal. Pero el niño Pedro huía de esa idea, horrorizado por un terrible recuerdo…

Pedro conoció por vez primera a un sacerdote en la escuela: «El gobierno había ordenado al párroco venir a nuestra escuela todos los días para limpiar los cuartos de baño (…), y eran letrinas donde había que sacar el estiércol con pala, un trabajo que nadie quería realizar porque era sucio, agotador y humillante». En medio de su relato el Padre Pedro respira y continúa…: «¡Una noche mi abuela antes de irse a dormir, me dijo que esperaba que cuando yo creciera fuera sacerdote, y de inmediato reaccioné diciéndole que no tenía intención alguna de sólo palear estiércol toda mi vida!». No importa. Dios siguió insistiendo.

Ordenación

Tras una lucha interior, Pedro por fin se decidió. «Debo decir que en aquella época ser sacerdote acarreaba un montón de problemas, como ser arrestado y puesto en la cárcel, y tenía claro que en la cárcel sufriría: honestamente, yo estaba con mucho miedo». El Padre Pedro se negó a pertenecer a la Iglesia oficial defendida por la Asociación Patriótica del Partido Comunista Chino, por lo que fue encarcelado diversas veces, que en total sumaron 8 años.

Es claro que la vida en prisión era un infierno: Los reclusos que llegaban eran «golpeados y ultrajados por los más antiguos; cada día veía a los prisioneros con su cuerpo maltratado por los golpes de la policía; todos los días teníamos que escuchar las canciones patrióticas que eran emitidas por los altavoces (…), con un ruido ensordecedor como de trompetas estridentes que no era posible apagar o huir».

La comida era insuficiente, los alimentos ofrecidos estaban llenos de «tierra, larvas e insectos. La sensación más fuerte que tenías cada día era la del hambre». «El olor debido a la multitud de personas aglomeradas en una celda de pocos metros cuadrados donde todo el mundo fumaba».

No imaginemos que el Padre Pedro soportaba todos esos sacrificios de forma indiferente, no. «En este tipo de ambiente casi me vuelvo loco: Pensaba en la muerte, y al mismo tiempo oraba agradeciendo por tener la gracia de vivir. Suicidarme era contrario al mandamiento de Dios, aunque el gobierno me ofreció la oportunidad de morir. Realmente se cumplió el dicho chino que señala: ‘Implora por la vida y no podrás vivir, suplica la muerte y no la conseguirás'». Es claro, fue el recurso a Dios, sus ángeles y santos lo que lo salvó. Y también lo que le fue revelando una parte esencial de su vocación sacerdotal…

Oraba y oraba sin descanso («si muero que sea para dar testimonio del Evangelio, si vivo es para exaltar la gloria de Dios») y en la oración encontró la fuerza para oponerse a terribles tentaciones y también para predicar el Evangelio de Jesucristo en prisión. Aunque corría el riesgo de castigos por su ministerio, los prisioneros comenzaron a oír su mensaje y «después de unos meses nuestro ambiente de vida fue cambiando; los prisioneros antiguos ya no aplastaban a los recién llegados y todos comenzaron a cuidar el uno del otro y a mantener limpia la celda».

Los presos gustosos del apostolado del Padre Pedro, organizaron un pequeño servicio de «vigilancia» para evitar que se impidiese el ‘ministerio sacerdotal carcelario’: «siempre uno de los presos tomaba el deber de observar y escuchar los movimientos… si había policías que vinieran a realizar un control y apenas sentían un ruido, me daban una señal para que me detuviera [en la catequesis]. Después de unos meses, muchos de ellos pidieron ser bautizados en la Iglesia».

8 años de «retiro espiritual»

En un determinado momento, en el alma del sacerdote chino brilló una luz, a la manera de una revelación: Ahora comprendía su misión, «la misión que Dios me había encomendado: yo había sido enviado a la cárcel para servir a estos hombres que nunca habían escuchado el Evangelio de Jesucristo y que tenían gran necesidad. ( … ) También puedo decir que si no hubiera estado sostenido por la fe, jamás habría salido con vida de la cárcel. Así fue como en lugar de pasarme sólo 8 años de prisión terrorífica, puedo testimoniar que con el apoyo de la fe, felizmente también pasé 8 años de retiro espiritual».

Con información de Infocatolica y Portaluz

Fuente:: Gaudium Press

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