Cuando los padres son creyentes

Mons Ángel Rubio

Mons Ángel RubioMons. Ángel Rubio     Los padres son los principales y primeros educadores de la fe de sus hijos. Ellos son el espejo en el que se miran los niños y adolescentes. Ellos son los testigos de la verdad, el bien y el amor; de ahí su gran responsabilidad en el crecimiento armónico de sus hijos. La iniciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como suyo y muy valioso.

Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios siente por ellos. La familia cristiana se constituye así en ámbito privilegiado donde el niño se abre al misterio de la trascendencia, se inicia en el conocimiento de Dios, comienza a acoger su Palabra y a reconocer las formas de vida de los que creen en Jesús y forman la Iglesia.

En una encuesta que se hizo sobre el sentido de Dios a niños entre los cinco y diez años, se les preguntaba. ¿Quién se parece más a Dios tu papá o tu mamá? Estas son algunas de las respuestas: “Mamá, porque las madres suelen perdonar las trastadas igual que Dios perdona los pecados”; “mamá, porque es más buena y más cariñosa”; “los dos, papá y mamá, se parecen a Dios en la bondad, en el cuidado y en el cariño”; “los dos son muy buenos, igual que Dios”.

Hay algo muy positivo en estas respuestas, para todos estos niños nombrarles a Dios es hablarles de cariño, bondad y ternura.

Tienen que ser los padres los que ayuden al niño a penetrar en el misterio de Dios. Es para el niño un momento de felicidad el sentirse amado por sus padres que le sonríen y le rodean.

Un día fue porque, al sentir un miedo horrible, se encontró levantado por los brazos de su padre. Otro día, recibió un regalo que esperaba con ilusión… Cada una de estas ocasiones va revelando al niño algún aspecto de la bondad de Dios o de su grandeza. El Dios que crea y salva se expresará por tanto, a través de los padres. Así, pronto el niño será capaz de adivinar su presencia velada, incluso en la misma corrección hecha con cariño.

Si nosotros mirásemos hacia atrás, recordaríamos que en casa no se habló mucho, que no hubo grandes discursos teológicos, pero sí descubrimos una serie de actitudes constantes. Podemos decir en muchos casos que hemos visto a un hombre y una mujer que en los altos y bajos de la vida, en las alegrías y las penas, en la salud y la enfermedad siempre mantuvieron un valor que estaba por encima de las contingencias, un valor que lo penetraba todo, que era Dios. Eso se grabó profundamente en nuestras almas. Hoy quizá podemos verlo objetivamente. Y todo esto puede suceder en hogares sencillos, muy modestos y hasta sin instrucción.

Esta es la mejor catequesis en la primera infancia, decisiva desde el punto de vista pedagógico-religioso y de difícil acceso para el sacerdote

La función de la familia en la pastoral de la Iglesia es insustituible. Fruto de esta pastoral doméstica sería el incremento de aquellas vocaciones que hoy tanto nos preocupan: sacerdotes, catequistas, maestros cristianos, religiosas… y el comienzo de una auténtica catequesis de adultos.

Los padres cristianos deben superar posibles complejos de inferioridad en relación con la educación religiosa y cristiana de sus hijos y convencerse de que no necesitan especiales conocimientos teológicos, sino asumir sencilla y confiadamente los dones sacramentales y de la gracia que derivan de su matrimonio.

+ Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

Fuente:: Mons. Ángel Rubio Castro

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