El programa del Papa: que vivamos la alegría del Evangelio
Mons. Joan E. Vives La Exhortación del Papa Francisco Evangelii gaudium, la alegría del Evangelio, que nos acaba de regalar en la clausura del Año de la fe, nos invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando “nuevos caminos” y “métodos creativos” ; a no cerrar a Jesús en nuestros “esquemas aburridos”. Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” y “una reforma de estructuras eclesiales para que sean más misioneras”. Nos escribe “bajo la luz de la alegría para redescubrir la fuente de la evangelización en el mundo contemporáneo. En esta expresión se podría resumir todo el contenido del nuevo documento que el Papa Francisco ofrece a la Iglesia para delinear los caminos del compromiso pastoral que la ocuparán en el próximo futuro” (Mons. Rino Fisichella). Es una invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad, sin por ello dejar de ver las dificultades.
Destacaré algunas ideas más concretas de escrito del Papa Francisco: invita a una saludable descentralización, a abrir los templos y las puertas de los sacramentos para que sean siempre acogedores, prefiere una Iglesia “herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine encerrada en un lío de obsesiones y procedimientos”. Exhorta a no dejarse vencer por un “pesimismo estéril” y a ser signos de esperanza, poniendo en marcha “la revolución de la ternura”. Huir de la espiritualidad del bienestar que rechaza los “compromisos fraternos” y vencer “la mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana”.
En la exhortación hace un llamamiento a las comunidades eclesiales para no caer en envidias ni en suspicacias dentro del Pueblo de Dios y de las diferentes comunidades. Y propone que crezca la responsabilidad de los laicos, mantenidos al margen de las decisiones a raíz de un excesivo clericalismo, y afirma que “todavía hay que ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”; en particular “en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes”. Reafirma la fuerza activamente evangelizadora de la piedad popular y alienta la investigación de los teólogos. Se detiene también en la homilía que debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase, y que diga palabras que inflamen los corazones, huyendo de una predicación puramente moralista o adoctrinadora. “Una idea, un sentimiento, una imagen”, y que dé siempre esperanza.
Denuncia el sistema económico actual que es injusto en su raíz, que mata porque predomina la ley del más fuerte. “Los excluidos no son «explotados» sino desperdicios, sobrantes”. Se exclama contra la tiranía invisible, “a veces virtual”, de un “mercado divinizado “donde imperan la especulación financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”. Denuncia los ataques a la libertad religiosa y las nuevas situaciones de persecución para los cristianos… En muchos lugares se trata más bien de una difusa indiferencia relativista. Se interesa por la familia que atraviesa una crisis cultural profunda. Y reafirma “la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana”. La Iglesia “no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia”. Quiere una Iglesia pobre para los pobres. E invita a cuidar de los más débiles: los sin techo, los tóxico-dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, las personas mayores cada vez más solas y abandonadas y los emigrantes. Que no se niegue la dignidad humana a los niños que están por nacer, los más indefensos e inocentes de todos. “No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. Todo lo resume muy bien cuando exclama: “¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!” (nº 83).
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell
Fuente:: Mons. Joan E. Vives
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