Que Navidad nos haga más humanos
Mons. Lluís Martínez Sistach Un año más, estamos ya a las puertas de la celebración de la Navidad. Para los cristianos, esta fiesta es la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios en carne humana en Belén. Llegada la plenitud de los tiempos, el que es la Palabra puso su tabernáculo entre nosotros, asumiendo la naturaleza humana en todo menos en el pecado.
Por ello, la Navidad es el comienzo de la revelación de Dios en Jesucristo, que nace pobre y humilde en un pesebre del establo de Belén. Navidad es el acercamiento generoso de Dios a la humanidad.
La carta de san Pablo a Tito expresa el misterio de Navidad con esta frase tan llena de sentido: “Se ha manifestado Dios, Salvador nuestro, con su bondad y su amor a los hombres”. El papa emérito Benedicto XVI se preguntaba si tiene todavía valor y sentido un Salvador para el hombre del tercer milenio. ¿Necesita un Salvador el hombre que ha inventado la comunicación interactiva, que navega en el océano virtual de internet y que, gracias a las más avanzadas tecnologías mediáticas, ha convertido la Tierra en una aldea global? Este hombre, hoy, se presenta como el artífice de éxitos indiscutibles.
Sin embargo, ésta es sólo una cara de la moneda. En la otra cara, resulta que están el hambre y la sed, la enfermedad y la pobreza. Nuestro mundo superdesarrollado es todavía un mundo inhumano en muchos aspectos y para muchas personas, sobre todo de las franjas más indefensas, como los niños, las mujeres, los pobres, los marginados. El papa Francisco, tan realista y tan solidario con los sufrimientos de las personas, en un mensaje enviado el pasado octubre al director de la FAO -la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación- ha dicho que “es un escándalo que haya todavía hambre y malnutrición en el mundo”. Lo dijo el 16 de octubre, cuando se celebraba la Jornada Mundial de la Alimentación.
Es un hecho paradójico que, en un momento en que la globalización permite conocer las necesidades del mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas, parece que también crece la tendencia al individualismo y a encerrarnos en nosotros mismos. Esto lleva a una cierta actitud de indiferencia, tanto en el ámbito personal como en el de las instituciones y los estados. El papa Francisco ha dicho que estamos cayendo en una cultura de la indiferencia ante los dramas humanos de nuestro mundo.
Esto nos permite responder a la pregunta que planteaba Benedicto XVI: sí, necesitamos un Salvador, un Salvador que nos haga más humanos y más solidarios a todos los niveles, también a nivel global.
Cuando la humanidad de Dios se ha manifestado en Jesucristo, esta verdadera imagen del hombre que es Cristo nos ha puesto en contacto con la imagen original que Dios se había hecho de nosotros. Quizás por eso la gracia de la fiesta de Navidad es hacernos a todos más humanos, más fieles a los designios de Dios sobre nosotros. Pero deberíamos trabajar para que el espíritu de Navidad no fuera un paréntesis en nuestra vida, sino un estilo de vida que se prolongara durante todo el año.
Con esta esperanza, os deseo a todos una santa y gozosa Navidad.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach
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