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Redacción (Viernes, 17-01-2014, Gaudium Press) Cuando se ama, el amor gobierna la voluntad, y esta se inclina al objeto amado. Así, toda acción del hombre es impulsada por el amor. El actuar, coordinado simplemente por el sabor de la acción, no existe. Entrando en los tipos de amor, San Agustín define que hay dos amores, o el amor a Dios -y a las demás criaturas en función de Él- o hay el amor a sí, hasta el olvido de Dios. 1

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Santa Teresita

La capacidad que posee el alma humana de amar busca algo en qué reposar, que es infinito, aunque a veces toma lo finito por lo infinito, trayendo la zozobra y la intranquilidad.

Entretanto, hay almas que sí usan su capacidad de amor para dedicarla a Dios y a su servicio, y resuelven consagrarse enteramente a Él, por ejemplo, en la virginidad consagrada, en la que el hombre ofrece a Dios el holocausto de su propio ser.

El P. Royo Marín así correlaciona la virginidad al amor: «Jamás alguien es casto sino por amor; y la virginidad no es aceptable ni expansiva sino al servicio del amor». 2

El amor a Dios también se concretiza en el amor al prójimo y en el servicio a los otros; la persona persona puede llegar a vivir de este amor. Es lo que Santa Teresita propiamente personificó en su Pequeña Vía y, de modo particular, en uno de sus poemas «Vivre d’Amour»:

¡Vivir de amor es prohibir todo el temor!
Todo recuerdo de las faltas del pasado.
De mis pecados no veo en mi alma ninguna marca,
Pues en un instante el amor todo apagó.
Llama divina, oh dulce hoguera,
En tu seno yo fijo mi habitación;
Y en tus llamas canto a la voluntad:
¡Yo vivo de amor! 3

La virginidad, lejos de disminuir el amor a los demás, lo dilata al infinito, con entero desinterés y caridad fraterna. Y de la misma forma que consideramos pura una agua salida de lo más profundo de las entrañas de la Tierra, también es puro el amor que, salido de lo más profundo del corazón humano, se eleva a Dios y de allá, límpido y cristalino, desciende, como desde lo alto de una montaña, sobre todas las criaturas.

Por Raphaela Nogueira Thomás

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1 SAN AGUSTÍN DE HIPONA. La ciudad de Dios, L. XIV, c.28 1998, p.298
2 ROYO MARÍN, Antonio. La vida Religiosa. 2.ed. Madrid: BAC, 1965.
3 TERESA DE LISIEUX apud PLINIO CORREA DE OLIVEIRA Revista Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei, n.111. jun. 2007.

 

Fuente:: Gaudium Press

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