Variaciones sobre la alegría (4)

AGUSTINCORTÉS

AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     Al querer profundizar sobre la alegría cristiana nos venían a la mente dos obras de sendos autores: uno, el ya mencionado, C. S. Lewis y el otro, Georges Bernanos. La asociación de ambos autores se debía, no sólo a que coincidieron en penetrar los secretos de la alegría cristiana, sino también a la discordancia que hay entre uno y otro, sus acentos y sus estilos. Podemos decir que aquél, Lewis, realmente “fue sorprendido por la alegría de la fe”, mientras que éste, Bernanos, “trabajó” duramente en su vida, en su pensamiento y en su literatura, esa misma alegría.

Nos interesa especialmente Bernanos para nuestro objetivo. ¿Cómo es posible que escribiera aquella novela, La alegría, que, según algunos, es “el libro más negro de los que escribió, donde se describe la agonía más espantosa de Chantal de Clergerie, una niña inocente, la pequeña santa, a quien se le ha robado todo, incluso su muerte?” (Ch. Moeller). He aquí la paradoja de la verdadera alegría, que Bernanos desarrolló hasta un radicalismo extremo. En ello es para nosotros hoy un maestro.

No intentemos explicar todo lo que vivió Bernanos, pues eso sería tanto como explicar el misterio del mismo Evangelio. Pero al menos demos razón de su experiencia. Ante todo él era un radical, es decir, alguien que iba a la raíz de todo y que no se contentaba con medias tintas o con falsos adornos. Así, sentía profundamente, dentro y fuera de sí, el enfrentamiento entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la justicia y la injusticia. Toda su vida fue en este sentido una lucha constante, una agonía de estas dos fuerzas antagónicas, que se disputan el mundo. Un combate que desgraciadamente venía a finalizar tantas veces con el triunfo del mal. El mundo estaba plagado de víctimas inocentes y, correspondientemente, de victorias injustas. Frente a la bondad y la inocencia de Chantal aparecerá la perversa y sin embargo “bien pensante”, Mouchette y frente al cura Cénabre, correcto, formalmente cumplidor, pero en el fondo con criterios mundanos y seculares, presentará el cura Chevance, mediocre y pobre, pero capaz de dar y recibir esperanza.

Que nadie piense que la alegría propugnada por Bernanos proviene de la victoria del bien sobre el mal, a la manera del final feliz de las novelas al uso. No hay héroes ni en la ficción ni en la vida. Los santos, incluidos los mártires, no lo son. Una de las características de la bondad evangélica, vivida por los personajes de Bernanos, es la impotencia. Impotencia también para la virtud perfecta. Los protagonistas no dejan de tener miedo a morir y vienen a ser un ejemplo de antihéroes.

El secreto de la alegría es talmente el misterio de la dicha en las Bienaventuranzas evangélicas. Primero, “para encontrar la esperanza hay que ir más allá de la desesperación; cuando llegamos más allá de la noche, del llanto, de la persecución, de la pobreza, encontramos la aurora”.

Hay un acto previo, que consiste en renunciar a la alegría, como gesto de pobreza y abandono total. Después, aquello a lo que uno ha renunciado, se convierte en ofrenda a Dios y don para los demás. Es en la alegría que uno es capaz de dar al hermano, donde se encuentra su verdad. De ahí que, Bernanos formulará el secreto evangélico:

“La vida me ha enseñado que nadie es consolado aquí, hasta que uno ha consolado a otros; nada recibimos sin haberlo dado antes”.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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