Adviento: María Inmaculada, la llena de gracia

Mons. Francesc Pardo i Artigas

Mons. Francesc Pardo i ArtigasMons. Francesc Pardo i Artigas    Este domingo, en pleno tiempo de adviento, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, la llena de gracia. 

Para comprender de alguna forma y para interiorizar que María, madre de Jesús y madre nuestra, es la Inmaculada, debemos hablar del pecado, y especialmente del que la Iglesia, siguiendo la tradición bíblica, ha denominado pecado original. Se trata de reflexionar sobre el “pecado desde los orígenes”, pese a que con frecuencia pasamos de puntillas, porque no sabemos como hablar de él, como explicarlo. Nos cuesta entender lo de la manzana y los primeros padres, porque pensamos ¿qué culpa tenemos nosotros? 

¿Qué quiere enseñarnos el autor de los primeros capítulos del primer libro de la Biblia cuando se refiere al paraíso, a Adán y Eva, o al hecho de no hacer caso a Dios comiendo una fruta que piensan los hará más libres y más felices? 

Se trata de una catequesis para explicar, como decía Benedicto XVI, que “todos llevamos un veneno en nuestro interior… Estamos tentados a creer que Dios es un competidor que limita nuestra libertad y que nosotros seremos plenamente humanos cuando lo arrinconemos… Estamos tentados a creer que la plenitud de la vida y de la realización no procede de Dios, sino de nuestra capacidad de querer “ser como dioses”. 

Conviene recordar que Dios no desea ni la muerte ni el sufrimiento. Su idea original era “el paraíso”, es decir, una vida en armonía y en paz con Dios, con los demás –hombre y mujer-, con el entorno. Nuestra condición humana manifiesta que no vivimos en tal paraíso. El pecado “original” no indica un pecado personal, sino la condición humana y la fragilidad de nuestra libertad herida y tentada en sustituir al verdadero Dios por otras “cosas humanas”. 

Para vivir la fiesta de hoy debemos contemplar la situación de pecado de la humanidad y la gracia; el don de Dios a María, plenamente, y a nosotros en la medida que lo aceptamos. Es decir, contemplamos la acción de Dios y la libertad humana en María, pero al mismo tiempo también en nosotros. 

La Inmaculada revela que Dios escogió a María como madre de su Hijo y la preservó del pecado original, de la inclinación a prescindir de él y a rechazarlo. Por ello, María es llena de gracia. 

¿Y nosotros? Dios no nos ha dejado sometidos a nuestra condición: nos ha enviado a Jesús como Salvador. Por este motivo el pecado original es llamado, en la liturgia  de la vigilia pascual, felix culpa (culpa feliz, culpa dichosa), dado que nos ha hecho merecedores de un gran Salvador. 

Preparémonos pues, en este tiempo de adviento a celebrar el nacimiento del Salvador y su venida a nuestra vida y a nuestra historia humana para liberarnos del pecado y de la muerte.

 +Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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