Adviento = Vivir con esperanza
Mons. Francesc Pardo i Artigas Durante el tiempo de adviento nos ponemos en la piel de aquellos profetas del pueblo de Israel que esperaban y hablaban ansiosamente la venida del Mesías, el liberador, el salvador.
Lo esperaban, hablaban y anunciaban en situaciones personales y sociales muy difíciles, que no invitaban a la esperanza, a confiar en que se cumplirían las promesas de Dios. Lo hacían por medio de un lenguaje poético, como Isaías, que todavía hoy nos impresiona. Recordad aquello de “El leopardo se tumbará con el cabrito, el niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente… Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra…”.
Constato que hoy en día muchas personas están faltas de esperanza. Vivimos en una sociedad necesitada de esperanza. Algún autor ha podido decir que “el siglo XX ha resultado ser un inmenso cementerio de esperanzas y, si no somos capaces de evitarlo, también lo será el siglo XXI”. El Papa Benedicto lo sabía, y por eso escribió una carta que lleva por título Spes Salvi(salvados por la esperanza).
Algunas muestras de desesperanza:
– La vida de las personas se vuelve cada día más insensible y mortecina. Poco a poco vamos perdiendo ánimo y entusiasmo. La persona hace más o menos lo que tiene que hacer, pero su vida no le llena. Además, todos sabemos que se están viviendo una serie de hechos trágicos a escala personal y colectiva, que no aportan esperanza alguna.
– La persona vive satisfecha con lo que ha conseguido, pero no espera nada de si misma, ni de la vida, ni de los demás. “Se va tirando…” sin otra perspectiva.
– La persona esta cansada. La vida se hace pesada y aburrida, y el hombre y la mujer se sienten angustiados por el peso de la vida. Poco a poco se vuelven indiferentes a todo y a todos, y perezosos.
– La falta de alegría. La persona no le encuentra gusto a nada. Cada día se ve más incapaz de saborear la belleza, la bondad, la riqueza de la vida. No es capaz de ver el lado positivo de la existencia. La tristeza y el mal humor se van enquistando en su corazón.
– En otros momentos lo que se constata es un vacío. La persona se vuelve más y más frívola y superficial. Se resiste a cualquier tipo de esfuerzo y sacrificio. La persona envejece interiormente.
– Otro rostro de la desesperanza es no tener finalidad u objetivo alguno, no querer correr riesgo alguno, y sencillamente dejarse llevar por la vida.
– Dios se ha convertido en el gran ausente. Pero el silencio sobre Dios arrastra el silencio del porqué y hacia dónde va la vida. El silencio sobre Dios arrastra el silencio sobre el hombre. El silencio sobre Dios provoca que el hombre, buscador de vida, felicidad y sentido, se fabrique sus propios dioses.
El adviento nos estimula hacia la esperanza. ¿Qué y porqué podemos esperar? Puede que no haya muchos motivos o que no los sepamos descubrir.
¿Qué o a quién podemos esperar? El adviento nos invita a esperar la manifestación de la venida de Jesucristo, el Salvador, a nosotros y a nuestro mundo, que, transformando y moldeando nuestra vida, cambia radicalmente las situaciones de desamor, de injusticia, de falta de sentido, de egoísmo, de violencia, de miedo.
¿Porqué? Debemos hallar el fundamento en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, y no tanto en nuestras posibilidades humanas. Porque Jesucristo ha compartido nuestra humanidad y ha vencido el pecado, el mal y la muerte, es posible esperar. Es por eso que, también podemos confiar que Él hace posible que seamos portadores de esperanza desde nuestra vida concreta.
Ahora bien, hemos de esperar luchando y trabajando para cambiar la vida de las personas y de los pueblos haciendo nuestras las imágenes de los profetas.
Y hemos de esperar juntos, ayudándonos y sosteniéndonos, formando Iglesia, el pueblo de la esperanza.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona
Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas
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