Año nuevo, don de Dios

Mons. Mario Iceta

Mons. Mario IcetaMons. Mario Iceta      1. Con el año nuevo, el Señor nos entrega un volumen nuevo de la historia de vida y salvación que Él quiere realizar con nosotros. Es un libro con páginas en blanco, que esperan la labor paciente de cada día para ir escribiendo pasajes definitivos que van configurando nuestra historia personal, la tarea que dejamos impresa en el nicho del tiempo y del espacio en el que vivimos. La libertad es un don maravilloso que se nos ha dado. Una libertad orientada al bien, concebida como capacidad de ir construyendo nuestra vida por medio de las elecciones que realizamos para acercarnos a nuestra plenitud, a la realización de la vocación a la que hemos sido llamados. Dios orienta, inspira, guía, acompaña y sostiene nuestro caminar. No estamos solos. Él camina con nosotros.

2. Esta realización personal no puede darse si no es en el contexto del encuentro interpersonal, del amor como vocación fundamental. Así lo expresa Jesús : “quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35). Es esta paradójica constitución del ser humano la que orienta la posibilidad de construir una vida plena. Para vivir tenemos que entregar la vida. Quien se encierra en su propio egoísmo, en sus propios intereses, pensando así en conservar la vida, curiosamente la pierde. En cambio, quien la entrega, quien no se guarda nada para sí, recibe un infinito, acoge la posesión de un amor eterno, de una felicidad plena. En último término, acoge a Dios. Es precisamente Jesús quien con su vida y el don de su Espíritu nos enseña a entregar la vida.

3. En una sociedad materialista y consumista, que en el fondo no nos hace felices, tenemos que repensar los fundamentos sobre los cuales construir nuestra vida y nuestra sociedad. La doctrina social de la Iglesia no se cansa de proclamar que la familia humana, la ecología personal, es el fundamento y norma de todas las realidades humanas. Una sociedad desorientada por diversas ideologías, una economía descentrada de la persona y centrada únicamente sobre el lucro, el poseer, el producir, terminan por poner las condiciones en las que la vida personal se deshumaniza, se vuelve triste, cae en el individualismo, en el afán de tener y de poder y termina degradando la dignidad personal e impidiendo al ser humano alcanzar su plenitud.

4. El antídoto a estas carencias o enfermedades que acechan a la existencia humana es retornar al amor primero, reformular los fundamentos de una antropología adecuada, propagar una ética basada en la dignidad de la persona que se realiza en la comunión interpersonal, en la acogida del diferente, en la entrega sincera, en la fraternidad y la solidaridad. Repensar los fundamentos de la comunión interpersonal, diseñar con creatividad los modos y formas en que esta comunión se traducen y viven en la vida social, ver el modo en que la economía, el noble servicio de la política, los agentes sociales sirven al fomento de esta comunión que fundamenta el bien común, son elementos que con urgencia necesita repensar nuestra cultura y la sociedad actual.

5. Durante este primer mes del año, se nos presentan dos ocasiones para poner en práctica esta llamada a la comunión y a la acogida recíproca y fraterna. Celebraremos la jornada del inmigrante. La Iglesia nos recuerda el deber de acoger a nuestros hermanos y hermanas que llegan a nuestras fronteras y llaman a nuestras puertas. Huyendo de hambres, injusticias, guerras, falta de trabajo, pobreza, violaciones de derechos humanos fundamentales, buscan en nosotros una mano que les ayude, un corazón que les abrigue, una casa que les cobije, una mesa y un trabajo para compartir. No endurezcamos el corazón. Es Cristo sufriente quien se refleja en el rostro de estos hermanos necesitados. ¿Cómo debe ser nuestra respuesta? ¿Cuál debe ser la calidad y calidez de nuestra acogida?

6. Además, celebraremos el octavario por la unidad de los cristianos. La separación, las faltas contra la unidad son fruto de nuestros pecados, de nuestras concepciones estrechas de Dios y de la salvación que nos ha otorgado en Jesucristo. El Señor nos da el don del Espíritu Santo, que es amor, es decir, fuerza que une, que transforma y que fecunda, para que Él mismo sea el operador fundamental de la unidad, a la que debe seguir nuestra humilde colaboración, nuestra disposición, oración y apertura a los caminos nuevos. Como veis, dos hermosas ocasiones para vivir de modo concreto nuestra vocación al amor, al encuentro interpersonal, a la construcción de la comunión y del bien común, que hacen del mundo un lugar habitable y humanizado. El Señor nos invita a seguirle en estos caminos que Él nos ha trazado. Os deseo un feliz y santo año nuevo, bendecido por Dios, en compañía de la Virgen María. Con mi saludo fraterno.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

Fuente:: Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa

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