Horarios Belenes para la Navidad 2019

 


Madrid:

Este año NO se pondrá el Belén en la Calle Cinca, 17

Belén con luz y sonido.

Avisaremos el lugar donde será colocado esta Navidad 2019/2020

Tel.: 913 07 75 57.

Desde el 1 de diciembre hasta el 8 de enero,
todas las tardes, de 17:00 a 21:00 hs.

Funciones especiales para Colegios.


 

Camarenilla (Toledo):

Venga a ver y oír la historia del Nacimiento del Niño Jesús,
contada por los personajes que la vivieron.
Un Belén con luz, sonido y movimiento.

Ctra. Valmojado, Km. 15,500 (frente al Aerodromo-Restaurante Valdespinos)

Tel.: 925 359 015.

Funciones especiales: Desde el 20 de diciembre hasta el 8 de enero,
todas las tardes, de 17:00 a 20:00 hs.

(en otros horarios con cita previa – tel: 925 359015)

Belén con luz y sonido

Este Belén permanecerá instalado y se podrá visitar durante todo el año, con cita previa.


 

carmen1En la madrugada del día 16 de julio de 1251 Nuestra Señora se apareció al santo carmelita inglés, Simón Stock y le entregó el milagroso Escapulario del Carmen.

San Simón Stock era, por aquel entonces, Superior General de la Orden del Carmen. Se encontraba en una situación de mucha aflicción, ya que su Orden pasaba por dificultades muy serias, pues era despreciada, perseguida e incluso se veía amenazada con extinguirse.

Hombre de fe viva, San Simón no cesaba de implorar socorro a la Santísima Virgen y también le pedía una señal sensible de que sería atendido.

Hombre de fe viva, San Simón no cesaba de implorar socorro a la Santísima Virgen y también le pedía una señal sensible de que sería atendido.

Conmovida por las angustiadas súplicas de este hijo suyo tan fervoroso, Nuestra Señora le trajo del Cielo el santo Escapulario y le dirigió estas palabras:

«Recibe, hijo muy predilecto, el Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas.»

«Todos los que mueran revestidos de este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es una señal de salvación, refugio de los peligros, alianza de paz y pacto para siempre.»

A partir de esta misericordiosa intervención de la Madre de Dios, la orden carmelita volvió a florecer en todo el mundo. Y el Escapulario pasó a recorrer su milagrosa trayectoria, en señal de alianza de Nuestra Señora con los carmelitas y con toda la humanidad.

Setenta anos después, Nuestra Señora se le apareció al Papa Juan XXII y le hizo una nueva promesa, considerada como complemento de la primera:

«Yo, como tierna Madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y conduciré al Monte Santo de la vida eterna».

Esta segunda promesa de Nuestra Señora dio origen a la célebre Bula Sabatina del Papa Juan XXII, publicada el 3 de marzo de 1322, confirmada posteriormente por otros Pontífices como Alejandro V, Clemente VII y Pablo III.

Al comienzo, el Escapulario era uso exclusivo de los religiosos carmelitas. Posteriormente, la Iglesia, con el deseo de extender los privilegios y beneficios espirituales de ese uso a todos los católicos, simplificó su tamaño y autorizó que su recepción estuviese al alcance de todos.

De qué está compuesto el Escapulario
y cómo se puede recibir

El Escapulario del Carmen se compone de dos piezas de lana, de color marrón, unidas entre sí por dos cordones.

nscarmo ssimEl primer escapulario, solamente, tiene que estar bendecido y ser impuesto. Tanto la bendición como la imposición valen para todos los escapularios que substituyan al primero. Después que lo hemos recibido, debemos usarlo siempre y continuamente.

Fórmula breve para la imposición

«Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a aquien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.

¡Llévalo! como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.»

Privilegios del Escapulario del Carmen

«No, no basta decir que el Escapulario es una señal de salvación. Yo sostengo que no hay otra que haga nuestra predestinación tan segura…» (San Claudio de la Colombière, S.J.)

1. Es una señal de alianza con Nuestra Señora. Con su uso, manifestamos nuestra consagración a Ella.

2. Es una señal de salvación. Quien muere con él no padecerá el fuego del infierno.

3. La Santísima Virgen librará del purgatorio, el primer sábado después de la muerte, a todos los que lo porten.

4. Es una señal de protección en todos los peligros.

El Escapulario del Carmen, consagración a Nuestra Señora

El Escapulario del Carmen, como regalo de la Santísima Virgen, es símbolo de una consagración. La propia Madre de Dios fue la que hizo alusión a esa consagración, cuando le dijo a San Simón Stock, en la gloriosa madrugada del 16 de julio de 1251: «…es un pacto de paz y amistad que hago contigo y todos los carmelitas…». Como si dijese: quiero que este pacto que hago contigo, con fundamento en una eterna amistad, esté expresado en mi escapulario, como símbolo de la consagración que me hacéis al recibirlo.

La voz de la Iglesia

Muchos Papas a lo largo de los siglos manifestaron ser devotos del Escapulario. Destacan veinte Pontífices, nada menos, los que publicaron bulas apostólicas, aprobando sus privilegios y llenando de favores a las Cofradías del Carmen.

El Papa Juan Pablo II ha manifestado en muchas ocasiones su devoción al Escapulario del Carmen. Según sus propias palabras, él lo recibió cuando era joven:

«Debo deciros que llevasteis [vuestro testimonio] a ‘un’ muchacho, a ‘un’ joven [se refiere a sí mismo] y que dejó una marca para toda su vida, y estoy convencido de que lo hacéis a tantos otros…

(Juan Pablo II a los Carmelitas Descalzos, 24 de enero de 1982. Apud Frei Patrício Sciadini, OCD,
Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, Loyola, São Paulo, 1998. Otras obras consultadas: Triduo de Nuestra Señora del Carmen – En preparación al Séptimo Centenario del Escapulario del Carmen, s.ed., São Paulo, 1951; El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, Distribuidora Loyola de Libros Ltda.)

 

En el auge de las apariciones, el día 13 de octubre, mientras transcurría el gran milagro del sol presenciado por más de cincuenta mil personas, la Madre de Dios se mostraba a los pastorcitos bajo la invocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo y les presentaba en sus manos el Escapulario. Ciertamente esta aparición, que transcurría en el momento más alto entre todos los fenómenos ocurridos en la Cova de Iría, no es un detalle sin importancia. Se puede concluir, incluso, que los privilegios inestimables vinculados al Escapulario son parte íntegra del Mensaje que nos dejó la Madre de Dios en Fátima, al igual que el Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María.

De hecho, las referencias al Infierno, al Purgatorio, a la necesidad de penitencia y a la intercesión de Nuestra Señora contenidas en su Mensaje están en entera consonancia con las promesas anexas al Escapulario.

Quien pusiese atención en el verdadero sentido de las apariciones, concluiría naturalmente que el atendimiento completo de los pedidos de Nuestra Señora de Fátima impusiese que se conociera la importancia del don del Escapulario, y que éste fuese difundido lo más ampliamente posible. También, concluiría seguramente, que el paulatino abandono en que ha caído la devoción al Escapulario se ha dado paralelamente al creciente desconocimiento del sentido profundo del Mensaje de la Madre de Dios.

Por eso, en la conmemoración de los 750 años de la entrega del Escapulario a San Simón Stock, no podría haber mejor ocasión para los devotos de Nuestra Señora de Fátima para que trabajen con denuedo para restablecer el uso de este sacramental que la inconmensurable bondad de la Madre de Dios nos ha dado. Será un gran paso en el cumplimiento de la misión que la Santísima Virgen confió a todos los hombres: establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.

La familia espiritual de San Elías

En el escenario exuberante y poético de Galilea, en un pequeño promontorio sobre el mar Mediterráneo se destaca el Monte Carmelo, refugio de muchos santos varones que, en el Antiguo Testamento se retiraban a este lugar desierto para rezar por la venida del Divino Salvador. Pero a pesar de todo, ninguno de ellos impregnó de tanta virtud aquellas rocas benditas como San Elías.

Cuando el Profeta del celo ardiente se retiró a aquel lugar, alrededor del Siglo IX antes de la Encarnación del Hijo de Dios, hacía tres años que una implacable sequía contenía los cielos de Palestina, castigando la infidelidad de los hombres para con Dios. Mientras rezaba con fervor, pidiendo que el castigo fuese aliviado por los méritos de aquel Redentor que habría de venir, Elías envía a su siervo a la cumbre del monte, ordenándole: «Ve y mira hacia el lado del mar»… Pero el siervo nada veía. Y al bajar dice: «No hay nada». Con confianza, el Profeta le hizo retomar siete veces la infructuosa escalada. Finalmente, el siervo vuelve diciendo: «Veo una nubecita del tamaño de la huella de un hombre». De hecho, la nube era tan pequeña y diáfana que parecía destinada a desaparecer al primer soplo de los abrasados vientos del desierto. Pero no; poco a poco iba creciendo, se agrandaba en el cielo hasta cubrir todo el horizonte y, por fin, se precipitó sobre la tierra en forma de abundante lluvia. Fue la salvación del pueblo de Dios.

La pequeña nube era una figura de la humilde María cuyos méritos y virtudes excederían a los de todo el género humano, obteniendo para los pecadores el perdón y la Redención. El Profeta Elías había vislumbrado en su contemplación el papel mediador de la Madre del Mesías esperado. Fue, en cierto sentido, su primer devoto.

Una bonita tradición nos dice que, a ejemplo de San Elías, siempre hubo en el Monte Carmelo eremitas que predicaban y vivían allí, recuperando y transmitiendo a otros el espíritu eliático. Y aquel lugar santificado por hombres contemplativos reclamaba por otros contemplativos.

Hacia el Siglo IV, cuando comenzaron a aparecer los primeros monjes solitarios de Oriente, las laderas rocosas del Monte Carmelo acogían una ermita, al estilo de las comunidades bizantinas, cuyos restos se ven aún hoy en día. Más tarde, alrededor del siglo XII, un grupo de nuevas vocaciones venidas ahora de Occidente con el gran movimiento de las Cruzadas, añadía un nuevo fervor al antiguo. Enseguida se edificó una pequeña iglesia donde la comunidad se entregaba a la vida de oración, animada siempre por el espíritu de Elías. La pequeña «nubecita» iba creciendo cada vez más.

El crecimiento del número de hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo hacía necesario una organización más aprimorada. En 1225, una delegación de la Orden se dirigía a Roma para pedir a la Santa Sede la aprobación de una Regla, que fue concedida efectivamente por el Papa Onorio III en 1226.

Con la invasión de los lugares santos por los musulmanes, el superior del Monte Carmelo daba permiso a los religiosos para que se trasladasen a Occidente y fundaran allí nuevas comunidades, lo que muchos hicieron tras la caída del último baluarte de resistencia cristiana, el Fuerte San Juan de Acre. Los pocos que allí se quedaron fueron martirizados mientras cantaban la Salve.

San Simón Stock

Los frailes del Carmen empiezan a vagar en el Continente Europeo como siendo miembros de una Orden casi desconocida, mal admirada y al borde de la desaparición. La familia religiosa de Elías parecía un tronco seco y viejo, destinado a deshacerse en polvo.

Era el instante esperado por Nuestra Señora para hacer florecer, en lo alto de la resecada vara, una flor: San Simón Stock. Este inglés de reconocida virtud había sido elegido para el cargo de General de la Orden. Aún no ejercía una autoridad efectiva sobre sus súbditos, pues el Carmelo no poseía todavía una estructura jurídica consistente y uniforme, capaz de conservar un espíritu, promoverlo y transmitirlo a la posteridad.

Sin embargo, la virtud compensaba la falta de autoridad. Rezándole a Nuestra Señora con mucho fervor, San Simón le imploraba que no permitiese la desaparición de la Orden Carmelita. En esta afligida situación, la Virgen Santísima se le apareció al buen siervo [en 1251] y le entregó el Escapulario, para que fuera usado sobre el hábito.

En aquella época los siervos usaban una túnica como traje civil. Sobre ella vestían una túnica menor, que indicaba, por su color y características peculiares, la identidad de su señor. El escapulario del Carmen era semejante a esa pequeña túnica. Nuestra Señora entregaba, por lo tanto, a San Simón Stock un uniforme propio a sus siervos, para que fuera usado por todos los carmelitas, y le prometía:

«Recibe, hijo muy predilecto, el Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas».

«Todos los que mueran revestidos de este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es una señal de salvación, refugio en los peligros, alianza de paz y pacto para siempre».

Esta maravillosa promesa de la Santísima Virgen no es de pequeña importancia para el cristiano que realmente desea salvar su alma. Muchos Papas y teólogos han explicado que quien tenga devoción al Escapulario y lo use efectivamente, recibirá de María Santísima la gracia de la perseverancia final o la gracia de la contrición. Es una promesa semejante a la de los cinco primeros sábados.

El privilegio sabatino

Pero, una segunda promesa de Nuestra Señora del Carmen vino a dar un nuevo grado de importancia a la devoción del Escapulario. En una aparición al Papa Juan XXII, refiriéndose a los que llevasen el escapulario durante su vida, la Santísima Virgen dice lo siguiente:

«Yo, como tierna Madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y conduciré al Monte Santo de la vida eterna».

El propio Pontífice confirmó esta indulgencia plenaria en la célebre Bula Sabatina, de 3 de marzo de 1322, confirmada posteriormente por varios Papas como Alejandro V, Clemente VII, Pablo III, San Pío V y San Pío X. En 1950 el Papa Pío XII escribió sobre el escapulario, expresando su deseo de «que fuera el símbolo de la consagración al Inmaculado Corazón de María, del cual estamos muy necesitados en estos tiempos tan peligrosos». El Papa Juan Pablo II también lo ha recomendado insistentemente.

Al comienzo, el Escapulario era de uso exclusivo de los religiosos carmelitas. Más tarde, la Iglesia, con el deseo de extender los privilegios y beneficios espirituales de este piadoso hábito a todos los católicos, simplificó su tamaño y autorizó que su recepción estuviese al alcance de todos.

A partir de esa misericordiosa intervención de la Madre de Dios, la Orden carmelitana reflorecía y conocía otros períodos de glorias, acentuando en toda la Iglesia Católica la devoción a la Santísima Virgen. De esta Orden, nacieron tres soles, por no citar nada más que a ellos, que han de relucir eternamente en el firmamento de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresa del Niño Jesús.

Ejemplos de conversión y milagros

El Escapulario no es solo señal de certeza de la indulgencia en el instante del último suspiro. Es un sacramental que atrae bendiciones divinas para el que lo usa con piedad y devoción. Incontables milagros y conversiones marcaron su uso entre los fieles. En las Crónicas del Carmelo tenemos innumerables ejemplos. Veamos tan sólo algunos:

1. En el mismo día en que San Simón Stock recibió de la Madre de Dios el Escapulario y la promesa fue llamado a asistir a un moribundo que estaba desesperado. Cuando llegó, puso sobre el pobre hombre el Escapulario que acababa de recibir, pidiendo a Nuestra Señora que mantuviese la promesa que le acababa de hacer. Inmediatamente el impenitente se arrepintió, se confesó y murió en la gracia de Dios.

2. San Alfonso de Ligorio murió en 1787 con el Escapulario del Carmen. En el transcurso del proceso de beatificación del santo obispo, cuando se abrió el su ataúd, se constató que el cuerpo estaba reducido a cenizas al igual que su hábito. Tan sólo su Escapulario estaba completamente intacto. Esta preciosa reliquia se conserva en el monasterio de San Alfonso, en Roma. El mismo fenómeno de conservación del escapulario se verificaba cuando se abrió la tumba de San Juan Bosco, casi un siglo después.

3. En el Hospital de Belleview, de Nueva York, ha sido internado un anciano. La enfermera que lo atendía, al ver bajo su ropa un escapulario marrón oscuro, inmediatamente llamó a un sacerdote. Mientras éste recitaba la oración de los agonizantes, el enfermo abrió los ojos y dijo: «Padre, yo no soy católico». Entonces, ¿por qué usa este escapulario? Le prometí a un amigo que lo usaría siempre y que rezaría todos los días una «Avemaría». Pero, estás al borde de la muerte. ¿No quieres hacerte católico? – «Sí, Padre, quiero. Lo deseé toda mi vida». El sacerdote le preparó rápidamente, lo bautizó y le administró los últimos sacramentos. Poco tiempo después, el pobre señor moría dulcemente. La Santísima Virgen había tomado bajo su protección a aquel alma que se revistiera con su escudo.

Conclusión

En el ápice de las apariciones en que Nuestra Señora proclama la verdad de su realeza, bajo la forma del triunfo del Inmaculado Corazón de María, aparece revestida del traje de su más antigua devoción: la del Carmen. Y, de este modo, realiza una síntesis entre lo históricamente más remoto (El Monte Carmelo), lo más reciente (La devoción al Inmaculado Corazón de María) y el futuro glorioso, que es la victoria y el reinado de este mismo Corazón.

Es una señal inequívoca de que el católico celoso del cumplimiento de los pedidos de la Madre de Dios encontrará en esta devoción una fuente abundante de gracias para su conversión personal y para su apostolado, especialmente en estos días de profunda descristianización de nuestra sociedad. Este «Vestido de Gracia» fortalecerá su certeza de que, al cerrar los ojos para esta vida y al abrirlos para la eternidad, encontrará su fin último, a Cristo Jesús, en la Gloria Eterna.

Detalles prácticos sobre el Escapulario

1 – Goza de los privilegios aquél que se hace miembro de la familia carmelitana al recibir el escapulario, que debe ser necesariamente impuesto por un sacerdote, según el ritual previsto. En caso de peligro de muerte, siendo imposible encontrar a un sacerdote, incluso un seglar puede imponerlo, recitando una oración a Nuestra Señora y utilizando un escapulario ya bendecido.

2 – Cualquier sacerdote o diácono puede efectuar la imposición del Escapulario. Para eso, debe utilizar una de las fórmulas para la bendición, prevista en el Ritual Romano.

3 – El escapulario debe ser usado de manera continua (incluso durante la noche); permitiéndose en caso de necesidad, para lavarse por ejemplo, quitárselo, sin perder el beneficio de la promesa.

4 – El escapulario es bendecido solamente una vez, en la imposición, para toda la vida. La bendición del primer escapulario es transmitida a los demás.

5 – La medalla escapularia – El Papa S. Pío X concedió la facultad de substituir el escapulario de tejido por una medalla, que debe tener en una de las caras el Sagrado Corazón de Jesús, y en la otra cualquier imagen de Nuestra Señora. Se puede usar sin interrupción (en el cuello o de otra forma) y gozar de los mismos beneficios. A pesar de ello, la medalla no puede ser impuesta, debe ser utilizada como substitución al escapulario de tela ya recibido. Se recomienda que no se deje de usar completamente el escapulario (por ejemplo, colocándoselo por la noche). De todas maneras, la ceremonia de imposición debe ser hecha necesariamente con el escapulario de tela. Cuando se cambia la medalla, no es necesaria otra bendición.

Condiciones para beneficiarse de las promesas

1 – Para beneficiarse de la promesa principal, la preservación del Infierno, no existe otra condición que la del uso del escapulario, desde que se haya recibido con recta intención, y que lo lleve puesto efectivamente en la hora de la muerte. Se admite a tal efecto, que una persona lo lleva puesto de manera continua, en el caso de que sea privada de su uso, como por ejemplo, los enfermos en los hospitales.

2 – Para beneficiarse del «privilegio sabatino», es necesario cumplir tres requisitos.

a) Llevar puesto habitualmente el escapulario (o la medalla).

b) Conservar la castidad, de acuerdo al propio estado (total, para los célibes; y conyugal para los casados). Hay que decir que ésta es una obligación de todo cristiano, pero sólo gozarán de este privilegio aquéllos que vivan habitualmente en tal estado.

c) Recitar diariamente el pequeño Oficio de Nuestra Señora. Sin embargo, el sacerdote, al hacer la imposición, tiene el poder de conmutar esta obligación, un poco complicada para los laicos comunes. Es costumbre sustituirlo por la recitación diaria del Rosario. Las personas no deben tener recelo de pedir al sacerdote esta conmutación.

3 – Aquéllos que reciben el escapulario y después dejan de usarlo no cometen ningún pecado. Únicamente que dejan de recibir los beneficios. Aquél que vuelva a usarlo, incluso habiéndolo dejado por largo tiempo, no necesita una nueva imposición.

Indulgencias vinculadas al Escapulario

a) Se concede indulgencia parcial a aquél que, llevando piadosamente el Escapulario, o la medalla, haga un acto de unión con la Santísima Virgen o con Dios a través del Escapulario, por ejemplo, besándolo, formulando una intención o un pedido.

b) Se concede indulgencia plenaria (remisión de todas las penas del purgatorio) en el día en que se recibe por primera vez el escapulario, y también en las fiestas de Nuestra Señora del Carmen, 16 de julio; de San Elías, 20 de julio; de Santa Teresa del Niño Jesús, 1 de octubre; de todos los Santos de la Orden del Carmen, 14 de noviembre; de Santa Teresa de Jesús, 15 de octubre; de San Juan de la Cruz, 14 de diciembre y de San Simón Stock, 16 de mayo.

Hay que decir que las indulgencias son recibidas si se cumplen las condiciones habituales: confesión, comunión, desapego de todo pecado, incluso los veniales, y oración por las intenciones del Santo Padre (se acostumbra rezar un Padrenuestro, una Avemaría y el Gloria).

Nota importante

No es necesario decir que aquéllos que deliberadamente viven una vida de pecado, juzgando que por usar el escapulario se salvarán, hacen muy mal. Dios podrá permitir que mueran sin el escapulario.

Sin embargo, no debemos combatir que el escapulario sea usado por los pecadores. San Claudio de la Colombière, jesuita, en un sermón sobre la Virgen del Carmen en la Iglesia de los carmelitas de Lyon, dijo: «No os quiero lisonjear: de ningún modo se puede pasar de una vida pecadora y desordenada para la vida eterna, a no ser por el camino de la sincera penitencia; sin embargo, este sincero arrepentimiento, de tal modo lo sabrá facilitar la más cariñosa de las madres que, cuando menos lo penséis, hará brillar en vuestras almas un rayo de luz sobrenatural que en un instante os hará ver el engaño».

Fórmula breve para la imposición del Escapulario

(Para ser usada por el sacerdote)

«Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.

«Llévalo como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.»

Hambre

  • Organiza: Conferencia Episcopal Española
  • Lugar de celebración: Iglesia en España
  • Fecha: (Segundo domingo de Febrero) 9 de febrero de 2014

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Fuente::

Leer mas http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/sala-de-prensa/previsiones-informativas/3677-campana-contra-el-hambre-en-el-mundo-2014.html

“Jesús nos pide que respondamos a su propuesta de vida”, Mensaje del Papa a los jóvenes del mundo
(RV).- (con audio) Se hizo público hoy el mensaje del Santo Padre en preparación a la XXIX Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia 2016. Después de la extraordinaria JMJ vivida en Río de Janeiro en el mes de julio de 2013, el Papa retoma su diálogo con los jóvenes del mundo y les presenta los temas de las tres próximas ediciones del evento, dando inicio al itinerario de preparación espiritual que, a lo largo de tres años, guiará a la celebración internacional en Cracovia, en el mes de julio de 2016.
Papa Francisco incorporándose en la tradición iniciada por el beato Juan Pablo II y continuada por Benedicto XVI con ocasión de cada Jornada Mundial de la Juventud, propone reflexionar en los próximos tres años en preparación a la JMJ 2016, sobre las Bienaventuranzas, comenzando con la primera de ellas : «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3); en el año 2015: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8); y por último, en el año 2016 el tema será: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7).
“Al proclamar las Bienaventuranzas – escribe el Santo Padre – Jesús nos invita a seguirle, a recorrer con Él el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos”.
Papa Francisco recordando las palabras del Beato Juan Pablo II recuerda también en su mensaje el trigésimo aniversario de la entrega de la Cruz del jubileo de la Redención a los jóvenes. Precisamente a partir de ese acto simbólico de Juan Pablo II comenzó la gran peregrinación juvenil que, desde entonces, continúa a través de los cinco continentes.
(Griselda Mutual – RV)
Texto completo del Mensaje del Santo Padre para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud, Cracovia 2016
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3)
Queridos jóvenes:
Tengo grabado en mi memoria el extraordinario encuentro que vivimos en Río de Janeiro, en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. ¡Fue una gran fiesta de la fe y de la fraternidad! La buena gente brasileña nos acogió con los brazos abiertos, como la imagen de Cristo Redentor que desde lo alto del Corcovado domina el magnífico panorama de la playa de Copacabana. A orillas del mar, Jesús renovó su llamada a cada uno de nosotros para que nos convirtamos en sus discípulos misioneros, lo descubramos como el tesoro más precioso de nuestra vida y compartamos esta riqueza con los demás, los que están cerca y los que están lejos, hasta las extremas periferias geográficas y existenciales de nuestro tiempo.
La próxima etapa de la peregrinación intercontinental de los jóvenes será Cracovia, en 2016. Para marcar nuestro camino, quisiera reflexionar con vosotros en los próximos tres años sobre las Bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de San Mateo (5,1-12). Este año comenzaremos meditando la primera de ellas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3); el año 2015: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8); y por último, en el año 2016 el tema será: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7).
1. La fuerza revolucionaria de las Bienaventuranzas
Siempre nos hace bien leer y meditar las Bienaventuranzas. Jesús las proclamó en su primera gran predicación, a orillas del lago de Galilea. Había un gentío tan grande, que subió a un monte para enseñar a sus discípulos; por eso, esa predicación se llama el “sermón de la montaña”. En la Biblia, el monte es el lugar donde Dios se revela, y Jesús, predicando desde el monte, se presenta como maestro divino, como un nuevo Moisés. Y ¿qué enseña? Jesús enseña el camino de la vida, el camino que Él mismo recorre, es más, que Él mismo es, y lo propone como camino para la verdadera felicidad. En toda su vida, desde el nacimiento en la gruta de Belén hasta la muerte en la cruz y la resurrección, Jesús encarnó las Bienaventuranzas. Todas las promesas del Reino de Dios se han cumplido en Él.
Al proclamar las Bienaventuranzas, Jesús nos invita a seguirle, a recorrer con Él el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos. Pobreza, aflicciones, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la conversión cotidiana, dificultades para vivir la llamada a la santidad, persecuciones y otros muchos desafíos están presentes en nuestra vida. Pero, si abrimos la puerta a Jesús, si dejamos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentaremos una paz y una alegría que sólo Dios, amor infinito, puede dar.
Las Bienaventuranzas de Jesús son portadoras de una novedad revolucionaria, de un modelo de felicidad opuesto al que habitualmente nos comunican los medios de comunicación, la opinión dominante. Para la mentalidad mundana, es un escándalo que Dios haya venido para hacerse uno de nosotros, que haya muerto en una cruz. En la lógica de este mundo, los que Jesús proclama bienaventurados son considerados “perdedores”, débiles. En cambio, son exaltados el éxito a toda costa, el bienestar, la arrogancia del poder, la afirmación de sí mismo en perjuicio de los demás.
Queridos jóvenes, Jesús nos pide que respondamos a su propuesta de vida, que decidamos cuál es el camino que queremos recorrer para llegar a la verdadera alegría. Se trata de un gran desafío para la fe. Jesús no tuvo miedo de preguntar a sus discípulos si querían seguirle de verdad o si preferían irse por otros caminos (cf. Jn 6,67). Y Simón, llamado Pedro, tuvo el valor de contestar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Si sabéis decir “sí” a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda.
2. El valor de ser felices
Pero, ¿qué significa “bienaventurados” (en griego makarioi)? Bienaventurados quiere decir felices. Decidme: ¿Buscáis de verdad la felicidad? En una época en que tantas apariencias de felicidad nos atraen, corremos el riesgo de contentarnos con poco, de tener una idea de la vida “en pequeño”. ¡Aspirad, en cambio, a cosas grandes! ¡Ensanchad vuestros corazones! Como decía el beato Piergiorgio Frassati: «Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, y sin sostener, en una lucha continua, la verdad, no es vivir, sino ir tirando. Jamás debemos ir tirando, sino vivir» (Carta a I. Bonini, 27 de febrero de 1925). En el día de la beatificación de Piergiorgio Frassati, el 20 de mayo de 1990, Juan Pablo II lo llamó «hombre de las Bienaventuranzas» (Homilía en la S. Misa: AAS 82 [1990], 1518).
Si de verdad dejáis emerger las aspiraciones más profundas de vuestro corazón, os daréis cuenta de que en vosotros hay un deseo inextinguible de felicidad, y esto os permitirá desenmascarar y rechazar tantas ofertas “a bajo precio” que encontráis a vuestro alrededor. Cuando buscamos el éxito, el placer, el poseer en modo egoísta y los convertimos en ídolos, podemos experimentar también momentos de embriaguez, un falso sentimiento de satisfacción, pero al final nos hacemos esclavos, nunca estamos satisfechos, y sentimos la necesidad de buscar cada vez más. Es muy triste ver a una juventud “harta”, pero débil.
San Juan, al escribir a los jóvenes, decía: «Sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno» (1 Jn 2,14). Los jóvenes que escogen a Jesús son fuertes, se alimentan de su Palabra y no se “atiborran” de otras cosas. Atreveos a ir contracorriente. Sed capaces de buscar la verdadera felicidad. Decid no a la cultura de lo provisional, de la superficialidad y del usar y tirar, que no os considera capaces de asumir responsabilidades y de afrontar los grandes desafíos de la vida.
3. Bienaventurados los pobres de espíritu…
La primera Bienaventuranza, tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, declara felices a los pobres de espíritu, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos. En un tiempo en el que tantas personas sufren a causa de la crisis económica, poner la pobreza al lado de la felicidad puede parecer algo fuera de lugar. ¿En qué sentido podemos hablar de la pobreza como una bendición?
En primer lugar, intentemos comprender lo que significa «pobres de espíritu». Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, eligió un camino de pobreza, de humillación. Como dice San Pablo en la Carta a los Filipenses: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres» (2,5-7). Jesús es Dios que se despoja de su gloria. Aquí vemos la elección de la pobreza por parte de Dios: siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Es el misterio que contemplamos en el belén, viendo al Hijo de Dios en un pesebre, y después en una cruz, donde la humillación llega hasta el final.
El adjetivo griego ptochós (pobre) no sólo tiene un significado material, sino que quiere decir “mendigo”. Está ligado al concepto judío de anawim, los “pobres de Yahvé”, que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él.
Jesús, como entendió perfectamente santa Teresa del Niño Jesús, en su Encarnación se presenta como un mendigo, un necesitado en busca de amor. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del hombre como un «mendigo de Dios» (n.º 2559) y nos dice que la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed (n.º 2560).
San Francisco de Asís comprendió muy bien el secreto de la Bienaventuranza de los pobres de espíritu. De hecho, cuando Jesús le habló en la persona del leproso y en el Crucifijo, reconoció la grandeza de Dios y su propia condición de humildad. En la oración, el Poverello pasaba horas preguntando al Señor: «¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo?». Se despojó de una vida acomodada y despreocupada para desposarse con la “Señora Pobreza”, para imitar a Jesús y seguir el Evangelio al pie de la letra. Francisco vivió inseparablemente la imitación de Cristo pobre y el amor a los pobres, como las dos caras de una misma moneda.
Vosotros me podríais preguntar: ¿Cómo podemos hacer que esta pobreza de espíritu se transforme en un estilo de vida, que se refleje concretamente en nuestra existencia? Os contesto con tres puntos.
Ante todo, intentad ser libres en relación con las cosas. El Señor nos llama a un estilo de vida evangélico de sobriedad, a no dejarnos llevar por la cultura del consumo. Se trata de buscar lo esencial, de aprender a despojarse de tantas cosas superfluas que nos ahogan. Desprendámonos de la codicia del tener, del dinero idolatrado y después derrochado. Pongamos a Jesús en primer lugar. Él nos puede liberar de las idolatrías que nos convierten en esclavos. ¡Fiaros de Dios, queridos jóvenes! Él nos conoce, nos ama y jamás se olvida de nosotros. Así como cuida de los lirios del campo (cfr. Mt 6,28), no permitirá que nos falte nada. También para superar la crisis económica hay que estar dispuestos a cambiar de estilo de vida, a evitar tanto derroche. Igual que se necesita valor para ser felices, también es necesario el valor para ser sobrios.
En segundo lugar, para vivir esta Bienaventuranza necesitamos la conversión en relación a los pobres. Tenemos que preocuparnos de ellos, ser sensibles a sus necesidades espirituales y materiales. A vosotros, jóvenes, os encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad. Ante las viejas y nuevas formas de pobreza –el desempleo, la emigración, los diversos tipos de dependencias–, tenemos el deber de estar atentos y vigilantes, venciendo la tentación de la indiferencia. Pensemos también en los que no se sienten amados, que no tienen esperanza en el futuro, que renuncian a comprometerse en la vida porque están desanimados, desilusionados, acobardados. Tenemos que aprender a estar con los pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los pobres. Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne que sufre.
Pero los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres! Un santo del siglo XVIII, Benito José Labre, que dormía en las calles de Roma y vivía de las limosnas de la gente, se convirtió en consejero espiritual de muchas personas, entre las que figuraban nobles y prelados. En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano (cf. Lc 18,9-14), Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo (cf. Lc 21,1-4).
4. … porque de ellos es el Reino de los cielos
El tema central en el Evangelio de Jesús es el Reino de Dios. Jesús es el Reino de Dios en persona, es el Enmanuel, Dios-con-nosotros. Es en el corazón del hombre donde el Reino, el señorío de Dios, se establece y crece. El Reino es al mismo tiempo don y promesa. Ya se nos ha dado en Jesús, pero aún debe cumplirse en plenitud. Por ello pedimos cada día al Padre: «Venga a nosotros tu reino».
Hay un profundo vínculo entre pobreza y evangelización, entre el tema de la pasada Jornada Mundial de la Juventud –«Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19)– y el de este año: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). El Señor quiere una Iglesia pobre que evangelice a los pobres. Cuando Jesús envió a los Doce, les dijo: «No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino; ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento» (Mt 10,9-10). La pobreza evangélica es una condición fundamental para que el Reino de Dios se difunda. Las alegrías más hermosas y espontáneas que he visto en el transcurso de mi vida son las de personas pobres, que tienen poco a que aferrarse. La evangelización, en nuestro tiempo, sólo será posible por medio del contagio de la alegría.
Como hemos visto, la Bienaventuranza de los pobres de espíritu orienta nuestra relación con Dios, con los bienes materiales y con los pobres. Ante el ejemplo y las palabras de Jesús, nos damos cuenta de cuánta necesidad tenemos de conversión, de hacer que la lógica del ser más prevalezca sobre la del tener más. Los santos son los que más nos pueden ayudar a entender el significado profundo de las Bienaventuranzas. La canonización de Juan Pablo II el segundo Domingo de Pascua es, en este sentido, un acontecimiento que llena nuestro corazón de alegría. Él será el gran patrono de las JMJ, de las que fue iniciador y promotor. En la comunión de los santos seguirá siendo para todos vosotros un padre y un amigo.
El próximo mes de abril es también el trigésimo aniversario de la entrega de la Cruz del Jubileo de la Redención a los jóvenes. Precisamente a partir de ese acto simbólico de Juan Pablo II comenzó la gran peregrinación juvenil que, desde entonces, continúa a través de los cinco continentes. Muchos recuerdan las palabras con las que el Papa, el Domingo de Ramos de 1984, acompañó su gesto: «Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo, os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención».
Queridos jóvenes, el Magnificat, el cántico de María, pobre de espíritu, es también el canto de quien vive las Bienaventuranzas. La alegría del Evangelio brota de un corazón pobre, que sabe regocijarse y maravillarse por las obras de Dios, como el corazón de la Virgen, a quien todas las generaciones llaman “dichosa” (cf. Lc 1,48). Que Ella, la madre de los pobres y la estrella de la nueva evangelización, nos ayude a vivir el Evangelio, a encarnar las Bienaventuranzas en nuestra vida, a atrevernos a ser felices.
Vaticano, 21 de enero de 2014, Memoria de Santa Inés, Virgen y Mártir

Fuente:: News.va

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Ayuno instrumento de la caridad
(RV).- (audio) Ayuno instrumento de la caridadComo cada semana, la Congregación para el Clero envía a muchos sacerdotes algunos elementos de reflexión para la homilía dominical.
Hay palabras que no provocan simpatía inmediata en el oyente, al igual que la que se abre en la primera lectura de este domingo: el ayuno. Pensando en ello, viene fácilmente a la mente una sensación de malestar, tal vez de sufrimiento, o, incluso como la imagen de una forma «antigua religiosa» en los «cristianos cuya “opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua», como recuerda el Papa Francisco al inicio de su Exhortación Evangelii Gaudium.
Esta primera impresión, señala la Congregación para el Clero, traiciona el sentido profundo del ayuno vivido cristianamente, que es un instrumento al servicio de la alegría y el crecimiento de la fe, o, más informalmente, un útil recordatorio espiritual. Escuchando la Palabra de Dios, estamos llamados a practicar el ayuno para despertarnos del sueño de la vida cotidiana, del sueño de la costumbre, que, dando tantas cosas por sentado a nuestros ojos, nos impide darnos cuenta de que otros carecen de ellas, y sufren por ello. En la pequeña mortificación del ayuno está la gran invitación a compartir el dolor, a veces grande, de los que tienen poco o nada que comer. El ayuno, entendido como la privación voluntaria de algo, nos ayuda a estar cerca de los demás, especialmente de los pequeños y de los pobres
El ayuno, por tanto, no es un fin en sí mismo o en función de una narcisista prueba de fuerza pseudo espiritual, sino que es el estímulo para amar más, y realizar obras de caridad. Experimentando el malestar de los que no tienen nada, es más probable que dejemos de estar con los brazos cruzados, como si hacer el bien no fuera una tarea de todos los bautizados, sino de pocos «especialistas». Por lo tanto, actuando, se nutre nuestra fe, que en las obras de caridad, inspiradas en un ayuno correctamente vivido, encuentra el lugar ideal para tomar una forma visible en el mundo.
Ayuno, instrumento de la caridad, cruz, símbolo del amor, estas son las imágenes que la Congregación para el Clero quiere destacar y traer a la oración durante la Misa de este próximo domingo.
ER RV

Fuente:: News.va

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«Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3)

 

jmjbrasil

Queridos jóvenes:

Tengo grabado en mi memoria el extraordinario encuentro que vivimos en Río de Janeiro, en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. ¡Fue una gran fiesta de la fe y de la fraternidad! La buena gente brasileña nos acogió con los brazos abiertos, como la imagen de Cristo Redentor que desde lo alto del Corcovado domina el magnífico panorama de la playa de Copacabana. A orillas del mar, Jesús renovó su llamada a cada uno de nosotros para que nos convirtamos en sus discípulos misioneros, lo descubramos como el tesoro más precioso de nuestra vida y compartamos esta riqueza con los demás, los que están cerca y los que están lejos, hasta las extremas periferias geográficas y existenciales de nuestro tiempo.


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LA ALEGRÍA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO

16 – 19 de marzo de 2014

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La Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social (CEMCS) ha entregado hoy los Premios ¡BRAVO! 2013, que se conceden anualmente, en un acto que ha tenido lugar la sede de la Conferencia Episcopal Española.

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Redacción (Miércoles, 05-02-2014, Gaudium Press) Recordamos la vida de San Blas, venerado desde Oriente hasta Occidente, que nació en Armenia, en el siglo III, fue médico y obispo en Sebaste. Como doctor, usaba sus conocimientos para rescatar la salud, no sólo del cuerpo, sino también del alma, pues se ocupaba de la evangelización de sus pacientes.

En la época de este santo hubo una fuerte persecución religiosa, y por esta razón, el santo obispo procuró exhortar a sus fieles en la firmeza de la fe. A su vez, San Blas, que era testimonio de seguridad en Dios, se retiró a un lugar desolado, con el fin de continuar gobernando aquella Iglesia. Sin embargo, fue descubierto por soldados y les dijo: «Benditos sean, me traen una buena nueva: que Jesucristo quiere que mi cuerpo sea inmolado como hostia de alabanza».

Murió en el 316. Cuando las persecuciones comenzaron bajo el Emperador Diocleciano (284 – 305). San Blas huyó a una caverna donde cuidó algunos animales salvajes. Años más tarde, fue encontrado por cazadores que lo llevaron preso hasta el gobernador Agrícola, de Capadocia, en la baja Armenia, esto mientras se seguían las persecuciones del Emperador Licinius Lacianianus (308-324). San Blas fue torturado con hierros candentes y después fue decapitado.

La costumbre de bendecir las gargantas en su día continúa hasta hoy, las velas se utilizan en las ceremonias conmemorativas. Son utilizadas para recordar el hecho que la madre de un niño curado por San Blás, las llevaba para él a la prisión. Muchos eventos milagrosos son mencionados en los estudios sobre San Blas y es muy venerado en Francia y España.

Sus reliquias se encuentran en Brunswick, Mainz, Lubeck, Trier y Colonia en Alemania. En Francia en Paray-le-Monial. En Dubrovnik en la antigua Yugoslavia y en Roma, Tarento y Milán en Italia.

En la liturgia de la Iglesia Católica San Blas es representado con velas en las manos y frente a él, una madre cargando un niño con la mano en la garganta, como para pedirle una cura. Desde allí se originó la bendición de la garganta en su día.

* * * * * * *

A los pies de una montaña, en una gruta, en los campos de Sebaste, en Armenia, vivía un hombre puro e inocente, dulce y modesto. El pueblo de la ciudad, movido por las virtudes del Santo Varón, inspirados por el Espíritu Santo, lo escogió como Obispo. Los habitantes de la ciudad y hasta los animales, iban en su búsqueda para obtener el alivio de sus males.

Un día, los soldados de Agrícola, gobernador de Capadocia, buscaban fieras y bestias en los campos de Sebaste, para martirizar a los cristianos en la arena, y se encontraron a muchos animales feroces de todas las especies: leones, osos, tigres, hienas, lobos y gorilas conviviendo en la mayor armonía. Mirando estupefactos y asombrados, se preguntaban que era lo que ocurría, cuando de una negra gruta surgió, de la oscuridad a la luz, un hombre caminando entre las fieras, levantando la mano, como bendiciéndolas. Tranquilas y en orden regresaron para sus cuevas y lugares de donde vinieron.

Un enorme león de melena rubia permaneció en el lugar. Los soldados muertos de miedo, lo vieron levantar una pata y poco después, San Blas se aproximó para extraerle una astilla que tenía clavada. El animal, tranquilo, se fue.

Al enterarse del hecho, el gobernador Agrícola ordenó capturar al hombre de la caverna. Blas fue puesto preso sin la menor resistencia.

Al no conseguir doblegar al santo anciano, que rechazó adorar a los ídolos paganos, Agrícola ordenó castigarlo con latigazos y que después lo encerrasen en la más negra y húmeda de las mazmorras.

Muchos iban en búsqueda del Santo Obispo, que los bendecía y curaba. Una pobre mujer lo buscó, afligida, con su hijo en brazos, casi estrangulado por una espina de pez que le atravesaba la garganta. Conmovido por la fe de aquella pobre madre, San Blás pasó su mano por la cabeza del niño, levantó sus ojos, rezó por un instante, hizo la señal de la cruz en la garganta del niño y pidió a Dios que lo ayudase. Poco después, el niño estaba curado del mal que lo afligía.

En varias ocasiones el santo fue llevado delante de Agrícola, pero siempre perseveraba en la fe de Jesucristo. En represalia era torturado. Movido por su fidelidad y amor a Nuestro Señor Jesucristo, San Blas curaba y bendecía. Siete mujeres que cuidaron sus heridas – provocadas por los suplicios de Agrícola – fueron también castigadas. Después el gobernador fue informado que ellas habían lanzado sus ídolos al fondo de un lago cercano, y mandó matarlas.

San Blas lloró por ellas y Agrícola, enfurecido, lo condenó a muerte, decretando que lo lanzasen al lago. Blas hizo la señal de la cruz sobre las agua y avanzó sin hundirse. Las aguas parecían un camino bajo sus pies. En medio del lago se detuvo y desafió a los soldados:

– ¡Vengan! ¡Vengan y pongan a prueba el poder de sus dioses!

Varios aceptaron el desafío. Entraron al lago y se hundieron al instante.

Un ángel del Señor apareció al buen Obispo y le ordenó que regresase a tierra firme para ser martirizado. El gobernador lo condenó a la decapitación. Antes de presentar su cabeza al verdugo, San Blas suplicó a Dios por todos aquellos que lo habían ayudado en el sufrimiento y también por aquellos que le pedirían ayuda, después que él hubiera entrado en la gloria de los cielos.

En aquel instante, Jesús apareció y le prometió concederle lo que pedía.

Murió San Blas en plena época de ascensión del Cristianismo, en Sebaste, el 3 de febrero. Era natural de Armenia.

Blás, brasa, llama de amor de Dios, de la fe, de amor al prójimo. La vida heroica de San Blas es un estimulo para que mantengamos también en nuestras almas encendida la brasa de la fe, que en medio de las tinieblas siempre arda el celo, fidelidad y valentía en favor del bien.

Entre los milagros que rodearon la vida de este gran santo, hay uno que llama particularmente la atención: su dominio sobre los animales salvajes, que, en la compañía del santo, se tornaban mansos como corderos. ¿Cuál es el sentido de este hecho?

En el Paraíso Terrenal, antes del pecado original, Adan y Eva tenían poder sobre los animales, que vivían en armonía con el hombre y lo servían. Como castigo del primer pecado, que fue una rebelión contra Dios, la naturaleza se reveló contra el violador del orden y los animales comenzaron a hostilizar al hombre.

Por el apaciguamiento que San Blas operaba en los animales salvajes, quiso Dios mostrar a los pecadores el poder de la virtud, que ordena hasta la naturaleza indomable de las fieras.

Hoy en día, la humanidad llora bajo el peso del caos, provocado por el pecado. Y los hombres practican actos de ira nunca antes vistos. Busquemos la solución para el desorden del mundo en la Ley de Dios. Por la fuerza de la virtud, no sólo los hombres, sino incluso la propia naturaleza entrarán en orden. Y entonces, ¿qué maravillas surgirán de una sociedad, donde todos practiquen el bien y amen la verdad?

(Tomado de la Revista Heraldos del Evangelio, Febrero/2002, n. 2, págs. 22-23)

 

Fuente:: Gaudium Press

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