Evangelizar desde la alegríaMons. Manuel Sánchez Monge      «El gozo del Evangelio» es ciertamente un documento programático, extenso pero sencillo de leer, que ha sido escrito pensando en cada uno de nosotros. El papa sabe muy bien que “hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados”, por eso se ha esforzado por componer un documento, profundo y concreto, a la vez. Si lo leemos y lo ponemos en práctica pronto veremos sus frutos.

1. El Evangelio es alegre

Con el lenguaje directo que le caracteriza nos recuerda el papa Francisco que no podemos ser cristianos de ‘Cuaresma sin Pascua’. «Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral». El papa constata que el consumismo y hedonismo que campean en la sociedad actual conducen a una tristeza individualista, que produce gente resentida, instalada en la queja, sin capacidad de engendrar vida a su alrededor. Él anuncia que se ha acabado el tiempo de los cristianos pesimistas, quejosos y desencantadoscon cara de vinagre. Los que “se dejan salvar por Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento». El Evangelio es «buena noticia» y por eso reporta alegría. «Con Jesucristo –dice el papa- siempre nace y renace la alegría”. Por eso nos invita “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esta alegría”. Los cristianos anunciamos el Evangelio «no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría. La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción». Porque la alegría es como una especie de imán que atrae hacia Cristo.

2. Una Iglesia más abierta

«Jesucristo, advierte el papa, rompe los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo, y nos sorprende con su constante creatividad divina». Es necesario valorar a los fieles «que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto». En segundo lugar, a las personas que no viven los principios cristianos, por indiferencia, hipocresía o corrupción. Pero lo más importante es abrirse a «quienes no conocen a Jesucristo o siempre le han rechazado». Ya Juan Pablo II nos recordó que “es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio” a quienes están alejados de Cristo, “porque esta es la tarea primordial de la Iglesia”». Francisco recuerda la frase del Evangelio: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse».

Francisco quiere una Iglesia a la escucha de todos, como «casa abierta»; la prefiere mejor accidentada que enferma de temor a equivocarse. Y considera al obispo como alguien que va a veces delante, o mezclado con su pueblo, e incluso detrás para ayudar a los rezagados. «La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha ”primereado” en el amor. Por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos”», dice el papa, quien reitera que prefiere una Iglesia «herida y manchada por salir a la calle» antes de que esté «preocupada por ser el centro». Si algo debe inquietarnos es que tantos hermanos nuestros vivan de espaldas a Jesús.

3. Una Iglesia más misionera

El papa sostiene que la actividad misionera es el mayor desafío actual para la Iglesia y subraya que la causa misionera debe ser la primera. «La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia», destaca. «Todos estamos llamados a esta nueva salida misionera» y nos invita a «salir de la propia comodidad y a atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio». Más aún: el papa Bergoglio sostiene que «es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo». «Bajando hasta la humillación si es necesario», «tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo». «Sueño, nos dice, con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación». Esta misión exige una transformación de la Iglesia que afecta a todas sus estructuras, desde las parroquias, que deben estar más cerca de la gente y orientarse a la misión; hasta las iglesias locales, en las que se han de potenciar «los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos»; y, por último, también en el papado, en donde se debe «encontrar una forma del ejercicio del primado», concediendo también atribuciones concretas a las Conferencias Episcopales.

4. Evangelización, tarea de todos

La evangelización es tarea de todo el pueblo de Dios. Ninguno está excluido. Evangelizar no es algo reservado a un grupo particular. Todos los bautizados están directamente involucrados en esta tarea. El papa Francisco explica cómo ella se puede desarrollar y las etapas que expresan su progreso. En primer lugar se detiene a subrayar «el primado de la gracia» que obra sin descanso en la vida de cada evangelizador. Desarrolla, además, el tema del «inmenso papel desempeñado por las diversas culturas en su proceso de inculturación del Evangelio, y previene sobre terminar cayendo en la vanidosa sacralización de la propia cultura». Luego indica el itinerario fundamental de la nueva evangelización en el encuentro interpersonal y en el testimonio de vida.

Finalmente, aboga por que la piedad popular sea valorada, pues ella expresa la fe genuina de tantas personas que en este mundo dan un verdadero testimonio de la simplicidad del encuentro con el amor de Dios. Por último, el papa hace una invitación a los teólogos para que estudien las mediaciones necesarias a fin de valorar las distintas formas de evangelización, no sin antes considerar ampliamente el tema de la homilía como forma privilegiada de evangelización, la cual necesita una auténtica pasión y amor por la Palabra de Dios y por el pueblo que ha sido confiado a los Pastores.

5. El fetichismo del dinero

Francisco no es un papa que arremeta contra nada ni contra nadie. Sólo lo hace y duramente contra el mercado porque nos ha infundido miedo y nos ha arrebatado la alegría. Critica sin paliativos la perversidad de la economía de mercado. «Tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano vagabundo y que sí lo sea la caída de dos puntos de la Bolsa». No es verdad que el mercado provoque por sí mismo mayor equidad e inclusión social. Esta idea «expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico mientras los excluidos siguen esperando». Se ha instaurado «una nueva tiranía invisible, que impone sus leyes» y rigen «los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta». «La posesión privada de los bienes, afirma el papa, se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde». Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro encuentra una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía». Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar.

6. No al aborto y al acceso de las mujeres al sacerdocio ministerial

Respecto al aborto, Francisco no tiene duda alguna: «No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones» y no se trata de que la postura de la Iglesia sea ideológica, oscurantista. “Esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano: supone la condición de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable». Esto no le impide ejercer la autocrítica y declarar abiertamente: «También es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una solución rápida a sus profundas angustias, particularmente cuando la idea que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de extremo dolor?».

7. Preferencia por los pobres

El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para evitar equívocos, el papa Francisco presenta su orientación: No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro». «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad». El papa recuerda que la opción por los desfavorecidos es «teológica» antes que sociológica, pues parte del ejemplo de Jesús, y subraya que los pobres «tienen mucho que enseñarnos». En su atención, además, va el bienestar de toda la población: «Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres… no se resolverán los problemas del mundo». Para los cristianos es algo apremiante, pues la comunidad cristiana que se olvide de ellos «corre el riesgo de disolverse».

8. Mayor presencia femenina

El papa reconoce la indispensable aportación de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones y «cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia», especialmente en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales. También deja claro que «la reserva del sacerdocio a los varones no se pone en discusión», pero subrayando que es necesario entender los ministerios como servicio y no como poder.

9. La Eucaristía no es sólo para los perfectos

«La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas», escribe el papa. Y añade que las puertas de los sacramentos deben estar abiertas. Habla en particular del bautismo y de la eucaristía. De ella dice que no es un «premio para perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles». Francisco no impone estas opiniones que pueden resultar controvertidas en el caso de los divorciados vueltos a casar, sino que propone una reflexión pastoral con «prudencia y audacia». También pide que la pastoral «no se obsesione» con «la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas».

10. El contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa

Es necesario, por tanto, «concentrarse en lo esencial» y «saber que solamente una dimensión sistemática, es decir, unitaria, progresiva y proporcionada de la fe puede ayudar verdaderamente. Esto implica para la Iglesia la capacidad de evidenciar la jerarquía de las verdades» y su adecuada referencia con el corazón del Evangelio. Esto impide caer en el «peligro de una presentación de la fe hecha solo a la luz de algunas cuestiones morales como si ellas pudieran prescindir de su relación con la centralidad del amor. Fuera de esta perspectiva, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y este es nuestro mayor peligro». Hay que lograr un sano equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa. Puede suceder, a veces, que la rigidez con la que se pretende conservar la precisión del lenguaje, vaya en detrimento del contenido, comprometiendo así la visión genuina de la fe.

Conclusión

«¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!», advierte el papa con un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios. El papa latinoamericano va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que exigen de la Iglesia mucho más que una simple presencia. A ella se le pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización.

Como en otros momentos cruciales de la historia, también hoy la Iglesia siente la urgencia de afinar la mirada para cumplir la evangelización a la luz de la adoración; con una mirada contemplativa para continuar viendo los signos de la presencia de Dios. Signos de los tiempos no solo estimulantes, sino puestos como criterio para un testimonio eficaz.

El papa Francisco es el primero de todos en recordar el misterio central de nuestra fe: «No huyamos de la resurrección de Jesús, non nos demos por vencidos jamás, suceda lo que suceda». La Virgen María, estrella de la nueva evangelización, es el icono de la genuina acción de anunciar y transmitir el Evangelio que la Iglesia está llamada a realizar con gran entusiasmo e inmutable amor por el Señor Jesús.

† Manuel Sánchez Monge,

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Fuente:: Mons. Manuel Sánchez Monge

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Mons. Amadeo RodríguezMons. Amadeo Rodríguez      No sé si se me amontonan más las ideas o los sentimientos. Ojalá fueran las dos cosas, porque así podría mejor hilar lo que quiero compartir con vosotros al comenzar el tiempo de adviento. Por cierto, aunque me pueda desviar por otros derroteros, no quiero dejar de deciros que mi intención no es otra que invitaros a que os situéis ante “EL QUE VIENE”, el Hijo de Dios Niño y a la vez Resucitado. No obstante, no entraré en muchos detalles, porque estoy convencido de que eso lo van a hacer vuestros párrocos y lo vais a reflexionar en comunidad en cada una de vuestras parroquias.

Yo voy a intentar ayudaros a actualizar el adviento en el hoy de nuestra fe y de nuestra vida cristiana y siempre mirando a nuestra responsabilidad en el mundo. Si puedo, lo voy a hacer con el Papa Francisco, que acaba de darnos unas pistas preciosas con las que aproximarnos a este misterio de espera y esperanza. Francisco lo hace, como es propio de él, con sencillez, audacia y esencialidad evangélica, no exenta de una sorprendente lucidez y también de una gran carga de belleza. Y lo hace, sobre todo, con cercanía. Es así como lo ve la gente sencilla del pueblo cristiano. Como me decía hace unos días la señora Petra en un pueblo de El Valle del Jerte; “El Papa Francisco es “mu acercao”. Hermosa y certera percepción, ¿verdad? Percepción, en efecto, que se hace evidente en la Exhortación Apostólica La Alegría de la fe.El Papa tiene la virtud de hacernos entender que el verdaderamente “acercao” es el mismo Dios, en su Hijo Jesucristo.

Esa cercanía se refleja en todos los misterios de su vida, pero se hace patente de un modo especial en el tiempo que va desde su Encarnación a su Nacimiento, o lo que es lo mismo, el tiempo que pasó en las entrañas purísimas de María. Nunca el Hijo de Dios estuvo más cerca de nosotros que en la gestación del corazón y del vientre de María. Y lo mejor de todo es que esta memoria de la encarnación de Cristo en la historia, sucedida en un tiempo ya muy alejado del nuestro, sigue siendo una historia que se renueva por el misterio de una vida que terminó siendo vida para el mundo, vida nuestra, vida de cada uno de nosotros.

La encarnación, que ahora conocemos y celebramos como redentora, se gesta en nuestras vidas por la escucha de la Palabra, por la celebración que actualiza en el altar el amor redentor de Cristo y, por supuesto, por el amor que pone en nuestros corazones, para que por él, con él y en él amemos a nuestros hermanos más débiles, pobres y humildes. El corazón y el vientre de su Madre María es ahora el corazón de cada uno de nosotros. De un modo especial la cercanía de ese Dios “mu acercao” la podemos sentir si seguimos las huellas de la Palabra de Dios que nos va a llevar por los caminos del adviento, esos en los que preparamos los caminos del Señor, nos abrimos a su llegada y le esperamos con gracia, paz y alegría. Con el amor que él trae en su venida y la pasión que nosotros pongamos en esperarlo se puede producir un encuentro que haga maravillas en nuestra vida.

En efecto, seríamos muy poco concretos si no viéramos el adviento como un gran reto personal, y también pastoral; es decir si el adviento no provoca nuestra conversión y si no proyecta nuestro futuro. El adviento es para que se produzca navidad, para que nazca Jesucristo en nosotros y en el mundo. De ahí que sería muy conveniente que durante este tiempo de gracia diéramos cada uno de nosotros y nuestras comunidades cristianas los pasos necesarios para que esto suceda. Son pasos, eso sí, que tienen su primer impulso en el amor de Dios, que le pone ritmo divino a nuestros tránsitos humanos, y por eso siempre nos han de llevar a servir a nuestros hermanos.

El Papa Francisco nos acaba de dar las pautas de este caminar en un adviento que se ha de convertir en navidad. Nos dice que el camino se hace con Jesús que nos “primerea”, para llevarnos al encuentro de aquellos a los que él quiere llegar el primero, los excluidos de la tierra; se hace con Jesús que nos “involucra”, para que pongamos gestos concretos de vida, dignidad y justicia en su carne sufriente en los pobres de alma y de cuerpo; se hace con Jesús que nos “acompaña” en nuestro proceso de conversión, para que sepamos esperar y comprender con misericordia y cercanía el camino de cuantos le buscan y quieren volver a él; se hace con Jesús que nos hace “fructificar” como sarmientos unidos a él, que es la vid, con frutos que siempre consistirán en dar la vida en favor de los demás; se hace con Jesús que nos enseña a “festejar” cada paso adelante en el crecimiento de nuestra fe, para ser testigos ante los demás de la alegría desbordante del Evangelio.

Este hermoso proyecto de vida se consolida en la espera del adviento, que no es un paréntesis sino una forma de vivir siempre abiertos al futuro. En realidad un discernimiento responsable en el adviento forja y enriquece el futuro, como hemos dicho: hace de la vida navidad.

Con mi afecto y bendición.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia

Fuente:: Mons. Amadeo Rodríguez

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Al acercarse la solemnidad de la Inmaculada Concepción, he pensado en lo que ha significado la Virgen María en nuestro tiempo. Lo que hemos vivido en el siglo XX y lo que va del siglo XXI ha provocado ausencias en lo que se refiere a manifestaciones y presencias de la mariología –hasta ausencias artísticas–, pero también es verdad que Ella ha seguido estando presente en el dinamismo de la vida social. ¡Cuántos han tendido una relación con Dios porque han mantenido su relación con la Virgen María! La Santísima Virgen María ha sido y sigue siendo un poderoso dique para unos hombres que construimos la vida desde valores opuestos a los que Ella vivió. Lo suyo no fue el poder, el dinero o la racionalidad. Lo suyo fue la escucha, la decisión y la acción. Escucha siempre a Dios, está atenta a todas sus manifestaciones, a los signos que realiza en su vida, a la dirección que la Palabra de Dios marca. Ella escucha con una tremenda atención. No vive de superficialidades. Por otra parte, su decisión es inmediata, pero no improvisada, como nos dice el Evangelio: “meditaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19); no hace las cosas aprisa –recordemos cuando Ella pregunta al Ángel “¿Cómo será eso?” (Lc 1, 34)–; pero siempre decide, y decide lo fundamental, que es lo que Dios le propone: “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). Y, por último, también la acción, pues cuando tiene claro que Dios se lo pide, no vuelve la vista, hace lo que le pide, no se detiene, no se demora, “fue deprisa” (cf. Lc 1, 39).

En este momento de la historia, es muy importante para el cristiano descubrir a María como mujer de escucha, de decisión y de acción. ¿Por qué? Ante tantas palabras que llegan a nuestra vida, imitemos a María para que sepamos distinguir la que viene de Dios y escucharla, y también para saber escuchar a cada persona con la que nos encontremos. Hemos de decidirnos, con firmeza, a obedecer a la Palabra de Dios sin vacilar, con valentía y audacia, sin dejar que nuestra vida sea arrastrada por otros que deciden por nosotros. Imitemos a María. Por otra parte, nuestra acción siempre debe ir en dirección a los demás. Fue a los demás a los que María llevó la luz que es el mismo Jesucristo. Imitemos su acción. Es todo un programa para contemplar en la Virgen María y para realizar en este tiempo de Adviento en el que la Iglesia nos la propone como una figura singular. Pidamos a la Virgen María que nos regale su manera de ser, discípula misionera y maestra que enseña lo que vive. Ella se nos presenta como educadora para la comunión eclesial, para vivir en la lógica de la fe como verdadera ciudadana del mundo que se olvida de sí para llenarse de Dios.

La Inmaculada Concepción es símbolo de quien desea ser enteramente para Dios y alcanzar “la belleza más grande” que solamente la puede dar Él. Es símbolo también de la vida, es Madre de Dios, es Madre de la Vida. Ella, dando rostro a Dios y siendo su vientre el primer sagrario que contuvo a Dios mismo, se convierte en la expresión más grande que un ser humano puede dar del amor, de la libertad y de la justicia. Es símbolo de la expresión más grande de la disponibilidad. Toda para Dios y porque Dios le pide que le preste toda la vida. Es la mujer que se convierte en la respuesta más significativa de lo que son las exigencias del mundo de hoy. Ella, nada más ni nada menos que la que se presta a ser un cauce para comenzar la cultura del encuentro. Esa cultura que tiene el origen en un Dios que se hace Hombre, se hace uno de tantos y entra en contacto con esta humanidad tomando rostro humano en el vientre de esta mujer que es María. Ella acoge, nos enseña a recuperar el valor que tiene la acogida de un Dios que nos hace hijos de Dios y hermanos entre todos nosotros. Un Dios que no llega para hacer una competición para ver quién es el que más puede, o una invasión, sino un encuentro. Nadie acogió a Dios como Ella, acoge al Dios que viene, al enteramente otro y, así, se comprende a sí misma y se convierte en maestra para comprender el plan de Dios.

¿Por qué tiene hoy especial importancia la figura de la Santísima Virgen María? En esta cultura del enfrentamiento, de la confrontación, de lo que el Papa Francisco llama “cultura del descarte”, la figura de María nos da firmeza en lo esencial, da estabilidad, da identidad personal y social. Ella da testimonio de la presencia de Dios en la historia y es protagonista singular de esa presencia. Se convierte en un símbolo que mantiene firmes a los hombres en los cambios de época, y hoy estamos viviendo un cambio de época sustantivo. Precisamente, el Magníficat es ese icono de la misericordia, de la compasión divina y paradigma de la acogida y del encuentro con el otro: “Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación” (Lc 1, 48-50). ¡Qué expresión tan bella y qué calado tiene en la vida de los hombres!: “Su misericordia alcanza de generación en generación”. Y alcanza su máxima belleza en este momento de la historia en que toda la humanidad, de formas diferentes, está dando un grito que demanda misericordia.

La Virgen María es carta de la misericordia de Dios para los hombres. Es carta que esperamos siempre. Por ello es tan venerada la Virgen, por ello adquieren fuerza de profecía aquellas palabras del Beato Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio, que pronunció el 11 de octubre de 1962: “la doctrina de la Iglesia es conocida y está ya fijada… La Iglesia ha resistido los errores de todas las épocas… A menudo también los ha condenado, en ocasiones con gran severidad… Hoy en cambio la esposa de Jesucristo prefiere emplear la medicina de la misericordia antes que el arma de la severidad”. Con ello, caracterizaba un nuevo estilo pastoral. Después, el Beato Juan Pablo II desarrolló y profundizó lo sugerido por el Beato Juan XXIII con el testimonio de su propia vida, que hizo del tema de la misericordia el hilo conductor de su pontificado. Ya en 1980, con su encíclica “Dives in misericordia”, nos hablaba de la fuerza de la misericordia y de la compasión ante un ser humano profundamente amenazado. Quizá, por eso, quiso llamar al segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. ¡Qué fuerza tiene sus palabras en su libro “Memoria e identidad”!: “El límite impuesto al mal es en último término, la misericordia divina”. Benedicto XVI incide en lo mismo y en la encíclica social “Caritas in veritate” no parte ya de la justicia, sino del amor como principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia. La misericordia es una provocación ante el desaliento, la desesperanza y la desorientación. Hacer ver lo que es la misericordia de Dios es el gran mensaje de confianza y de esperanza que hemos de regalar a los hombres.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda a todos, de parte de Dios:

1) que la adhesión a Dios es lo primero para el hombre, es el centro de la vida, Él es nuestra fuerza;
2) que la actuación de Dios en la vida del hombre nos sorprende siempre, hay que escucharlo;
3) que con Dios y con su gracia se elimina el poderío del pecado;
4) Si dejamos actuar a Dios, cambia nuestro corazón y lo hace nuevo;
5) Lo más revolucionario es que Cristo habite en nosotros;
6) Dios nos pide fidelidad, acogerlo es nuestro sí a Dios y a los hombres;
y 7) La belleza de Dios se esconde tras de todo.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Al acercarse la solemnidad de la Inmaculada Concepción, he pensado en lo que ha significado la Virgen María en nuestro tiempo. Lo que hemos vivido en el siglo XX y lo que va del siglo XXI ha provocado ausencias en lo que se refiere a manifestaciones y presencias de la mariología –hasta ausencias artísticas–, pero también es verdad que Ella ha seguido estando presente en el dinamismo de la vida social. ¡Cuántos han tendido una relación con Dios porque han mantenido su relación con la Virgen María! La Santísima Virgen María ha sido y sigue siendo un poderoso dique para unos hombres que construimos la vida desde valores opuestos a los que Ella vivió. Lo suyo no fue el poder, el dinero o la racionalidad. Lo suyo fue la escucha, la decisión y la acción. Escucha siempre a Dios, está atenta a todas sus manifestaciones, a los signos que realiza en su vida, a la dirección que la Palabra de Dios marca. Ella escucha con una tremenda atención. No vive de superficialidades. Por otra parte, su decisión es inmediata, pero no improvisada, como nos dice el Evangelio: “meditaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19); no hace las cosas aprisa –recordemos cuando Ella pregunta al Ángel “¿Cómo será eso?” (Lc 1, 34)–; pero siempre decide, y decide lo fundamental, que es lo que Dios le propone: “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). Y, por último, también la acción, pues cuando tiene claro que Dios se lo pide, no vuelve la vista, hace lo que le pide, no se detiene, no se demora, “fue deprisa” (cf. Lc 1, 39).

En este momento de la historia, es muy importante para el cristiano descubrir a María como mujer de escucha, de decisión y de acción. ¿Por qué? Ante tantas palabras que llegan a nuestra vida, imitemos a María para que sepamos distinguir la que viene de Dios y escucharla, y también para saber escuchar a cada persona con la que nos encontremos. Hemos de decidirnos, con firmeza, a obedecer a la Palabra de Dios sin vacilar, con valentía y audacia, sin dejar que nuestra vida sea arrastrada por otros que deciden por nosotros. Imitemos a María. Por otra parte, nuestra acción siempre debe ir en dirección a los demás. Fue a los demás a los que María llevó la luz que es el mismo Jesucristo. Imitemos su acción. Es todo un programa para contemplar en la Virgen María y para realizar en este tiempo de Adviento en el que la Iglesia nos la propone como una figura singular. Pidamos a la Virgen María que nos regale su manera de ser, discípula misionera y maestra que enseña lo que vive. Ella se nos presenta como educadora para la comunión eclesial, para vivir en la lógica de la fe como verdadera ciudadana del mundo que se olvida de sí para llenarse de Dios.

La Inmaculada Concepción es símbolo de quien desea ser enteramente para Dios y alcanzar “la belleza más grande” que solamente la puede dar Él. Es símbolo también de la vida, es Madre de Dios, es Madre de la Vida. Ella, dando rostro a Dios y siendo su vientre el primer sagrario que contuvo a Dios mismo, se convierte en la expresión más grande que un ser humano puede dar del amor, de la libertad y de la justicia. Es símbolo de la expresión más grande de la disponibilidad. Toda para Dios y porque Dios le pide que le preste toda la vida. Es la mujer que se convierte en la respuesta más significativa de lo que son las exigencias del mundo de hoy. Ella, nada más ni nada menos que la que se presta a ser un cauce para comenzar la cultura del encuentro. Esa cultura que tiene el origen en un Dios que se hace Hombre, se hace uno de tantos y entra en contacto con esta humanidad tomando rostro humano en el vientre de esta mujer que es María. Ella acoge, nos enseña a recuperar el valor que tiene la acogida de un Dios que nos hace hijos de Dios y hermanos entre todos nosotros. Un Dios que no llega para hacer una competición para ver quién es el que más puede, o una invasión, sino un encuentro. Nadie acogió a Dios como Ella, acoge al Dios que viene, al enteramente otro y, así, se comprende a sí misma y se convierte en maestra para comprender el plan de Dios.

¿Por qué tiene hoy especial importancia la figura de la Santísima Virgen María? En esta cultura del enfrentamiento, de la confrontación, de lo que el Papa Francisco llama “cultura del descarte”, la figura de María nos da firmeza en lo esencial, da estabilidad, da identidad personal y social. Ella da testimonio de la presencia de Dios en la historia y es protagonista singular de esa presencia. Se convierte en un símbolo que mantiene firmes a los hombres en los cambios de época, y hoy estamos viviendo un cambio de época sustantivo. Precisamente, el Magníficat es ese icono de la misericordia, de la compasión divina y paradigma de la acogida y del encuentro con el otro: “Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación” (Lc 1, 48-50). ¡Qué expresión tan bella y qué calado tiene en la vida de los hombres!: “Su misericordia alcanza de generación en generación”. Y alcanza su máxima belleza en este momento de la historia en que toda la humanidad, de formas diferentes, está dando un grito que demanda misericordia.

La Virgen María es carta de la misericordia de Dios para los hombres. Es carta que esperamos siempre. Por ello es tan venerada la Virgen, por ello adquieren fuerza de profecía aquellas palabras del Beato Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio, que pronunció el 11 de octubre de 1962: “la doctrina de la Iglesia es conocida y está ya fijada… La Iglesia ha resistido los errores de todas las épocas… A menudo también los ha condenado, en ocasiones con gran severidad… Hoy en cambio la esposa de Jesucristo prefiere emplear la medicina de la misericordia antes que el arma de la severidad”. Con ello, caracterizaba un nuevo estilo pastoral. Después, el Beato Juan Pablo II desarrolló y profundizó lo sugerido por el Beato Juan XXIII con el testimonio de su propia vida, que hizo del tema de la misericordia el hilo conductor de su pontificado. Ya en 1980, con su encíclica “Dives in misericordia”, nos hablaba de la fuerza de la misericordia y de la compasión ante un ser humano profundamente amenazado. Quizá, por eso, quiso llamar al segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. ¡Qué fuerza tiene sus palabras en su libro “Memoria e identidad”!: “El límite impuesto al mal es en último término, la misericordia divina”. Benedicto XVI incide en lo mismo y en la encíclica social “Caritas in veritate” no parte ya de la justicia, sino del amor como principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia. La misericordia es una provocación ante el desaliento, la desesperanza y la desorientación. Hacer ver lo que es la misericordia de Dios es el gran mensaje de confianza y de esperanza que hemos de regalar a los hombres.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda a todos, de parte de Dios:

1) que la adhesión a Dios es lo primero para el hombre, es el centro de la vida, Él es nuestra fuerza;
2) que la actuación de Dios en la vida del hombre nos sorprende siempre, hay que escucharlo;
3) que con Dios y con su gracia se elimina el poderío del pecado;
4) Si dejamos actuar a Dios, cambia nuestro corazón y lo hace nuevo;
5) Lo más revolucionario es que Cristo habite en nosotros;
6) Dios nos pide fidelidad, acogerlo es nuestro sí a Dios y a los hombres;
y 7) La belleza de Dios se esconde tras de todo.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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La Inmaculada Concepción

 

 

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La Inmaculada Concepción
 

 

Fuente:: Gaudium Press

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Iglesia celebra preservación de acuerdos con España en materia tributaria ante una ley que imponía impuestos sobre los bienes

Madrid (Viernes, 06-12-2013, Gaudium Press) Una ley que imponía el pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles a la Iglesia Católica y a otras confesiones religiosas en Navarra, España, fue rechazada el pasado 05 de diciembre por el Tribunal Constitucional de ese país, por considerar que «incumple los compromisos del Estado con la Iglesia Católica», además de acuerdos con otras religiones. La decisión unánime del órgano judicial fue celebrada por la Iglesia, ya que el impuesto imponía cargas sobre las actividades pastorales y caritativas esenciales para la práctica de la fe.

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Mons. Francisco Javier Martínez, Arzobispo de Granada, España, había rechazado la ley foral por considerarla discriminatoria. Foto: Arquidiócesis de Granada. 

El Vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Fernando Giménez Barriocanal, señaló que la decisión es «una muy buena noticia» y aclaró que la preservación de los acuerdos en materia tributaria «no establece ningún privilegio para la Iglesia ni ningún sistema nuevo en relación con el IBI». La ley rechazada excluía del impuesto los lugares de culto, pero imponía el tributo en las demás edificaciones y terrenos, aunque éstos se usaran en beneficio de las comunidades más pobres (como es el caso de comedores, escuelas y centros de asistencia) o en trabajos esenciales para la actividad pastoral sin ánimo de lucro.

Por representar un obstáculo a las actividades que están esencialmente ligadas a la práctica de la fe y que significan un bien notable para la sociedad, Giménez Barriocanal señaló que la medida fue tomada «de una manera claramente discriminatoria». El Arzobispo de Granada, Mons. Francisco Javier Martínez, ya había manifestado su inconformidad frente al hecho ya que la exención del impuesto no era exclusiva de la Iglesia, sino compartida por «un montón de entidades deportivas, culturales y de todo tipo», a quienes no se les retiró el beneficio. El prelado rechazó también la forma como se había presentado la información al público a este respecto. «Hablar de los privilegios, creo que tiene una motivación exclusivamente política en estos momentos», afirmó a Europa Press.

La argumentación legal presentada en favor de la Iglesia demostró que la nueva ley desconocía los compromisos estatales de España. «La Iglesia veía que esa ley foral no sólo disminuía el régimen fiscal, sino que afectaba a la naturaleza de los acuerdos Iglesia-Estado, no sólo al tratado internacional de la Iglesia sino a los acuerdos de colaboración suscritos con otras confesiones religiosas» explicó Barriocanal. «En esa línea se instó al Gobierno para que presentara un recurso de inconstitucionalidad».

Con información de Agencia Zenit y Europa Press.

 

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Ciudad del Vaticano (Viernes, 06-12-2013, Gaudium Press)  Este año, el tema de las meditaciones que el predicador de la Casa Pontificia, Fray Raniero Cantalamessa, hará en presencia del Papa Francisco será: «Rumbo a la Navidad del Señor en compañía de San Francisco de Asís».

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Las conferencias se realizarán los viernes, en la Capilla Redemptoris Mater, del Palacio Apostólico.

Durante sus predicaciones, el religioso capuchino desarrollará los siguientes puntos: Francisco de Asís y la reforma de la Iglesia en el camino de santidad; la humildad de Francisco de Asís, el camino evangélico a la fraternidad y a la paz, y con San Francisco delante del misterio de la encarnación: la pobreza de Cristo y la de Francisco.

Para estas reflexiones serán invitados los Cardenales, los Arzobispos y los Obispos, así como los Secretarios de las Congregaciones y los prelados de la Curia romana. También estarán presentes obispos y presbíteros del Vicariato de Roma, así como los Superiores Generales y los procuradores de las órdenes religiosas pertenecientes a la Capilla Pontificia. (JSG)

De la Redacción, con informaciones Radio Vaticana.

 

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Ciudad de México (Viernes, 06-12-2013, Gaudium Press) El próximo lunes 9 de diciembre cientos de fieles mexicanos se darán cita en la Antigua Capilla de Indios, en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, para conmemorar la solemnidad de San Juan Diego de Cuauhtlatoatzin, así como el aniversario número 11 de su canonización.

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Para honrar el hijo predilecto de la ‘Morenita del Tepeyac’, se tiene previsto una magna celebración que ocurrirá en la explanada de la Antigua Capilla, donde se halla la ermita donde fue sepultado el indio Juan Diego. En el lugar se realizará una solemne Eucaristía que presidirá a las 12:00 horas el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo y Primado de México, quien estará acompañado por Mons. Florencio Armando Colín Cruz, Obispo Auxiliar, además del canónigo Raymundo Maya Paz, quien es párroco de la Parroquia Santa María de Guadalupe.

Con motivo de la solemnidad los fieles que peregrinen a la ermita del santo indígena podrán recibir la indulgencia parcial y plenaria que en el año 2011 otorgó el Cardenal Rivera.

Los festejos en homenaje a San Juan Diego comenzaron el pasado 25 de noviembre con la celebración de la Santa Misa en las calles vecinas y con la procesión de los floristas quienes este 6 de diciembre rindieron tributo al santo con una ofrenda floral.

San Juan Diego fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002, quien en la ocasión oró al santo mexicano: «¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! (…) Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz».

Con información de SIAME.

 

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Ciudad del Vaticano (Jueves, 05-12-2013, Gaudium Press) Por ocasión de la celebración de la Navidad, el Papa Francisco hará una visita a los niños enfermos del Hospital Pediátrico Niño Jesús, el próximo día 21 de diciembre.

El anuncio de la visita fue hecho por el Secretario de Estado del Vaticano, Mons. Pietro Parolin, después del concierto solidario «La luz de los niños», que ocurrió en la tarde del último lunes 2 de diciembre.

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Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press

Según el prelado, esta visita del Santo Padre es «una señal de particular cariño y proximidad» para con los niños y sus padres «probados por la enfermedad y por el dolor, que deben enfrentar estas difíciles circunstancias de la vida, en la medida de lo posible, en un clima rico en humanidad y delicadeza».

«Cuanto más sea protegida y promovida, la infancia permitirá una mayor esperanza de un futuro equilibrado y pacífico. Esta alabable iniciativa es también una señal de eso: manifiesta el sentido de responsabilidad para con los pequeños enfermos y el deseo de que el hospital Niño Jesús sea un punto de referencia seguro para muchas familias», concluyó. (EPC)

Con informaciones de la ACI.

 

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Washington (Viernes, 06-12-2013, Gaudium Press) Alrededor de 500 millones de cristianos viven en países donde pueden sufrir persecución, es decir 1 de cada 5 de ellos: es lo que afirma Todd Johnson, del Centro para el estudio del Cristianismo Global del Seminario Teológico de Gordon-Conwell.

Para Johnson, esto ocurre porque «el Cristianismo está creciendo en los lugares donde las personas son perseguidas». Johnson será uno de los expertos que participará de la próxima Conferencia «Cristianismo y Libertad: Perspectivas Históricas y Contemporáneas», que se desarrollará el 13 y 14 de diciembre en la Pontificia Universidad Urbaniana en Roma, y que busca realizar una exposición científica del panorama de las persecuciones a los cristianos en todo el mundo, «más allá de los titulares mediáticos».

«La persecución en el S. XXI es tanto de origen estatal cuanto civil», afirma Johnson. «Los perseguidores hoy representan una amplia variedad de ideologías: comunistas, agentes estatales de seguridad, religiosos nacionalistas y mayorías musulmanes». El estudioso afirma que los musulmanes en donde son mayoría, solo representa el 25% de la opresión.

La situación en China

Como es ya sabido, el cristianismo crece rápidamente en la China, a pesar de las fuertes restricciones estatales. Según Fengang Yang de la Purdue University, China se convertiría en el país de mayor población cristiana en un punto entre el 2025 y el 2032. En este momento el cristianismo ya ultrapasó el «límite crítico» del 5 al 10 % de la población. Según Fengang, el cristianismo se ha mostrado mucho recientemente, en sus esfuerzos por aliviar las penalidades consecuencia de los terremotos, como por ejemplo el del 2008 en la provincia de Sechuan.

Con información de National Catholic Register

 

Fuente:: Gaudium Press

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