Ciudad del Vaticano, 26 de noviembre 2013 (VIS).-“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Así empieza la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” en la que el Papa Francisco recoge la riqueza de los trabajos del Sínodo dedicado a “La nueva evangelización para la transmisión de la fe” celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012. El texto, que el Santo Padre entregó a 36 fieles, el pasado domingo durante la misa de clausura del Año de la Fe, es el primer documento oficial de su pontificado, ya que la encíclica “Lumen Fidei” fue escrita en colaboración con su predecesor, el Papa Benedicto XVI.
 
Quiero dirigirme a los fieles cristianos –escribe el Papa- para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” .Se trata de un fuerte llamamiento a todos los bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a los otros el amor de Jesús en un “estado permanente de misión”, venciendo “el gran riesgo del mundo actual”: el de caer en “una tristeza individualista”.
 
El Papa invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando “nuevos caminos” y “métodos creativos”, a no encerrar a Jesús en nuestros “esquemas aburridos”.Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” y una “reforma de estructuras” eclesiales para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”.El Pontífice piensa también en “una conversión del papado” para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.El deseo de que las Conferencias episcopales pudieran dar una contribución a fin de que “el afecto colegial” tuviera una aplicación “concreta” –afirma- todavía “no se realizó plenamente”. Es necesaria “una saludable descentralización”. En esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia”.
 
Signo de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas partes” para que todos los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas puertas cerradas”. “Tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera”, así, la Eucaristía “no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia”.El Papa reitera que prefiere una Iglesia “herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia… preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente… es que tantos hermanos nuestros vivan” sin la amistad de Jesús.
 
El Papa indica las “tentaciones de los agentes pastorales”: individualismo, crisis de identidad, caída del fervor.“La mayor amenaza” es “el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando”. Exhorta a no dejarse vencer por un “pesimismo estéril” y a ser signos de esperanza poniendo en marcha “la revolución de la ternura”. Es necesario huir de la “espiritualidad del bienestar” que rechaza los “compromisos fraternos” y vencer “la mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana”. El Papa habla de los que “se sienten superiores a otros” por ser “inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” y, “en lugar de evangelizar lo que se hace es …clasificar a los demás”, o de los que tienen un “cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción” en las necesidades de la gente. Se trata de “una tremenda corrupción con apariencia de bien…¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!” .
 
Lanza un llamamiento a las comunidades eclesiales a no caer en envidias ni en celos “dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades, ¡cuántas guerras!” .“¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?. “Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las decisiones.” a raíz de “un excesivo clericalismo”.Afirma que “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, en particular “en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes” .“Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres…no se pueden eludir superficialmente” .Los jóvenes deben tener “un protagonismo mayor”.Frente a la escasez de vocaciones en algunos lugares, afirma que “no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones”.
 
Afrontando el tema de la inculturación, recuerda que “el cristianismo no tiene un único modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”. “No podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia”. El Papa reafirma la “fuerza activamente evangelizadora” de la piedad popular y alienta la investigación de los teólogos, invitándoles a llevar en el corazón “la finalidad evangelizadora de la Iglesia” y a no contentarse con “una teología de escritorio”.
 
Se detiene “con cierta meticulosidad, en la homilía” porque “son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer oídos sordos”. La homilía “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase”, debe saber decir “palabras que hacer arder los corazones”, huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora”. Subraya la importancia de la preparación: “Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable” .“Una buena homilía…debe contener «una idea, un sentimiento, una imagen» .La predicación debe ser positiva para que de “siempre … esperanza” y no nos deje “encerrados en la negatividad”.El anuncio mismo del Evangelio debe tener características positivas: “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena”.
 
Hablando de los retos del mundo contemporáneo, el Papa denuncia el sistema económico actual: “es injusto en su raíz” .“Esa economía mata” porque predomina “la ley del más fuerte”. La cultura actual del “descarte” ha creado “algo nuevo”: “Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»”. Vivimos en una “nueva tiranía invisible, a veces virtual”, de un “mercado divinizado” donde imperan la “especulación financiera”, “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta” .Denuncia los “ataques a la libertad religiosa” y “las nuevas situaciones de persecución a los cristianos… En muchos lugares se trata más bien de una difusa indiferencia relativista”. La familia –prosigue el Papa- “atraviesa una crisis cultural profunda”. Insistiendo en “el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad” ,subraya que “el individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que…desnaturaliza los vínculos familiares”.
 
Reafirma “la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” y el derecho de los pastores “a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas”. “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social”. Cita a Juan Pablo II cuando afirma que la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia» . “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica” antes que sociológica. “Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”. “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres… no se resolverán los problemas del mundo”. “La política, tan denigrada” –afirma- “es una de las formas más preciosas de la caridad” . “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad…. la vida de los pobres!”. Después una advertencia: “Cualquier comunidad de la Iglesia” que se olvide de los pobres “correrá el riesgo de la disolución”.
 
El Papa invita a cuidar a los más débiles: “los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados” y los migrantes, por los que exhorta a los países “a una generosa apertura”. Habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de esclavitud: “En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”. “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia”. “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección” están “los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana”. “No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión… No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. A continuación un llamamiento al respeto de todo lo creado: “estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos”.
 
Por cuanto respecta al tema de la paz, el Papa afirma que “es necesaria una voz profética” cuando se quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a los más pobres mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios”.Para la construcción de una sociedad “en paz, justicia y fraternidad” indica cuatro principios: “El tiempo es superior al espacio” significa “trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos” .“La unidad prevalece sobre el conflicto” quiere decir obrar para que los opuestos alcancen “una unidad pluriforme que engendra nueva vida” . “La realidad es más importante que la idea” significa evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica .“El todo es superior a la parte” significa aunar globalización y localización.
 
La evangelización -continúa el Papa- también implica un camino de diálogo” que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales. El ecumenismo es “un camino ineludible de la evangelización”. Es importante el enriquecimiento recíproco: “¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros!, por ejemplo, “en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad” ; “el diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús”; “el diálogo interreligioso”, que se conduce con “una identidad clara y gozosa”, es “es una condición necesaria para la paz en el mundo” y no oscurece la evangelización ; “en esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam”: el Papa implora “humildemente” para que los países de tradición islámica aseguren la libertad religiosa a los cristianos, también “¡teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!”. “Frente a episodios de fundamentalismo violento” invita a “evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia” . Y contra el intento de privatizar las religiones en algunos contextos, afirma que “el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas” . Reitera de este modo la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes.
 
El último capítulo está dedicado a los “evangelizadores con Espíritu”, que son aquellos que “se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente” .Se trata de “evangelizadores que oran y trabajan” ,conscientes de que “la misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” : “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás” . “En nuestra relación con el mundo-precisa-, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan” . “Sólo puede ser misionero –añade- alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros”: “si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” . El Papa invita a no desanimarse ante los fracasos o la escasez de resultados porque la “fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada”; “sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria” . La Exhortación concluye con una oración a María “Madre del Evangelio”. “Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”.
 
 
Para leer el texto completo en castellano de la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” o descargarlo en formato PDF, pinchar en el siguiente link o copiarlo.
 
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Ciudad del Vaticano, 26 noviembre 2013 (VIS).-El arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, junto con los arzobispos Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos y Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, han presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio) del Papa Francisco escrita a raíz del sínodo sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe” celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012 y convocado por su antecesor el Papa Benedicto XVI.
 
La exhortación, que tiene 222 páginas, está dividida en cinco capítulos y una presentación. Los capítulos están dedicados a la transformación misionera de la Iglesia; la crisis del compromiso comunitario, el anuncio del Evangelio, la dimensión social de la evangelización y a los evangelizadores con espíritu.
 
Publicamos, a continuación, el texto pronunciado por el arzobispo Fisichella, conservando los números que citan las frases correspondientes de la exhortación:
 
Evangelii gaudium: Exhortación Apostólica escrita bajo la luz de la alegría con el fin de redescubrir la fuente de la evangelización en el mundo contemporáneo. En esta expresión se podría resumir todo el contenido del nuevo documento que el Papa Francisco ofrece a la Iglesia para delinear los caminos del compromiso pastoral que la ocuparán en el futuro cercano. Una invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad, sin por ello dejar de ver las dificultades. El Papa Francisco infunde valentía e invita a mirar hacia adelante no obstante el momento de crisis, haciendo una vez más de la cruz y de la resurrección de Cristo la “insignia de la victoria” (85).
 
En varias ocasiones el Papa Francisco hace referencia a las Propositiones del Sínodo de octubre de 2012, demostrando cuánto la contribución sinodal haya sido un importante punto de referencia para la redacción de la Exhortación. De todas maneras, el texto va más allá de la experiencia del Sínodo. El Papa imprime en estas páginas no solo su anterior experiencia pastoral, sino sobre todo su llamado a aprovechar el momento de gracia que la Iglesia está viviendo para emprender con fe, convicción y entusiasmo la nueva etapa del camino de evangelización. Continuando la enseñanza de la Evangelii nuntiandi de Pablo VI, él coloca de nuevo al centro la persona de Jesucristo, el primer evangelizador, quien llama hoy a cada uno de nosotros a participar con él en la obra de salvación (12). “La acción misionera es el paradigma de cualquier obra de la Iglesia” (15) – afirma el Santo Padre –; por ello es necesario captar el tiempo favorable para vislumbrar y vivir la “nueva etapa” de la evangelización (17). Esta se articula en dos temáticas particulares las cuales marcan la estructura fundamental de la Exhortación. Por una parte, el Papa Francisco se dirige a las iglesias particulares para que, viviendo en primera persona los desafíos y las oportunidades propias de cada contexto cultural, estén en grado de proponer los aspectos peculiares de la nueva evangelización en sus países. Por otra, el Papa traza un denominador común que le permita a toda la Iglesia, y a cada evangelizador en particular, reencontrar una metodología común para convencerse de que el compromiso de evangelización es siempre un camino participado, compartido y jamás aislado. Los siete puntos, recogidos en los cinco capítulos de la Exhortación, constituyen las columnas basilares de la visión del Papa Francisco sobre la nueva evangelización: la reforma de la Iglesia en salida misionera, las tentaciones de los agentes pastorales, la Iglesia entendida como totalidad del pueblo de Dios que evangeliza, la homilía y su preparación, la inclusión social de los pobres, la paz y el diálogo social, las motivaciones espirituales en el compromiso misionero. El elemento que mantiene unidas estas temáticas se concentra en el amor misericordioso de Dios que sale al encuentro de cada persona para manifestar el corazón de su revelación: la vida de cada persona adquiere sentido en el encuentro con Jesucristo y en la alegría de compartir esta experiencia de amor con los demás (8).
 
Así entonces, el primer capítulo se desarrolla a la luz de la reforma de la Iglesia en clave misionera, llamada a “salir” de sí misma para encontrar a otros. Es la “dinámica del éxodo y del don de salir de sí, del caminar y del sembrar siempre de nuevo, siempre más” (21), lo que el Papa expresa en estas páginas. La Iglesia que debe hacer suya la “intimidad de Jesús que es una intimidad itinerante” (23). El Papa, como ya es habitual, profundiza sobre algunas expresiones impactantes y crea neologismos para hacer entender la naturaleza misma de la acción evangelizadora. Entre ellos, por ejemplo, “primerear”; esto quiere decir que Dios nos precede en el amor, indicando a la Iglesia el camino que debe seguir. Ella no se encuentra en una vía sin salida, sino que va tras las huellas mismas de Cristo (cfr. 1 Pt 2,21); por tanto, tiene la certeza acerca del camino que debe recorrer. Esto no le provoca miedo, sabe que debe “ir al encuentro, buscar a los alejados y llegar a los cruces de los caminos para invitar los excluidos. Vive un inagotable deseo de ofrecer misericordia” (24). Para que esto suceda, el Papa Francisco vuelve a proponer con vehemencia la exigencia de la “conversión pastoral”. Esto significa pasar de una visión burocrática, estática y administrativa de la pastoral a una perspectiva misionera, mejor aún, a una pastoral en estado permanente de evangelización (25). En efecto, así como existen estructuras que facilitan y sostienen la pastoral misionera, lamentablemente también “hay estructuras eclesiales que pueden terminar condicionando el dinamismo evangelizador” (26). La presencia de prácticas pastorales anticuadas y rancias obliga entonces a la audacia de ser creativos para repensar la evangelización. En este sentido el Papa afirma: “Una individuación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía” (33).
 
Es necesario, por tanto, “concentrarse en lo esencial” (35) y saber que solamente una dimensión sistemática, es decir, unitaria, progresiva y proporcionada de la fe puede ayudar verdaderamente. Esto implica para la Iglesia la capacidad de evidenciar la “jerarquía de las verdades” y su adecuada referencia con el corazón del Evangelio (37-39). Esto impide caer en el peligro de una presentación de la fe hecha solo a la luz de algunas cuestiones morales como si ellas pudieran prescindir de su relación con la centralidad del amor. Fuera de esta perspectiva, “el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y este es nuestro mayor peligro” (39). Aparece entonces un fuerte reclamo del Papa para que se establezca un sano equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa. Puede suceder, a veces, que la rigidez con la que se pretende conservar la precisión del lenguaje, vaya en detrimento del contenido, comprometiendo así la visión genuina de la fe (41).
 
Un pasaje realmente importante en este capítulo es el número 32, en el que el Papa Francisco muestra la urgencia de llevar a cabo algunas perspectivas del Vaticano II. En particular la tarea del ejercicio del Primado del Sucesor de Pedro y la de las Conferencias Episcopales. Ya Juan Pablo II en Ut unum sint, había solicitado ayuda para comprender mejor los deberes del Papa en el diálogo ecuménico. Ahora el Papa Francisco continúa haciéndolo y entrevé que una forma de ayuda más concreta al respecto podría llegar si se desarrollase mayormente el estatuto de las Conferencias Episcopales. Otro pasaje de particular intensidad, por las consecuencias que tendrá en la pastoral, son los números 38-45: el corazón del Evangelio “se encarna en los límites del lenguaje humano”. Es decir, la doctrina se aloja en la “jaula del lenguaje” – por usar una expresión muy querida por Wittgenstein –, lo cual implica la exigencia de un verdadero discernimiento entre la pobreza y los límites del lenguaje, con la riqueza – en ocasiones todavía desconocida – del contenido de la fe. ¬¬El peligro de que en ocasiones la Iglesia pueda no considerar esta dinámica es real; puede suceder entonces que sobre algunas posiciones exista una cerrazón injustificada, con el consiguiente riesgo de esclerotizar el mensaje evangélico, haciendo que no se pueda percibir más la dinámica propia de su desarrollo.
 
El segundo capítulo está dedicado a acoger los desafíos del mundo contemporáneo y a superar las fáciles tentaciones que minan la nueva evangelización. En primer lugar, afirma el Papa, es necesario recuperar la propia identidad, sin esos complejos de inferioridad que conducen a “ocultar la propia identidad y las convicciones… [y] que terminan sofocando la alegría de la misión en una especie de obsesión por ser como todos los demás y por tener lo que los otros tienen” (79). Esto hace que los cristianos caigan en un “relativismo incluso más peligroso que el doctrinal” (80), porque termina corroyendo el estilo de vida de los creyentes. Sucede entonces que en muchas expresiones de nuestra pastoral las iniciativas resientan la pesadez, pues en el primer puesto se coloca la iniciativa y no la persona. Sostiene el Papa que la tentación de una “despersonalización de la persona” para favorecer la organización, es real y común. Del mismo modo, los desafíos de la nueva evangelización deberían ser asumidos más como una oportunidad para crecer y no como un motivo para caer en depresión. Hay que desterrar entonces “el sentido de la derrota” (85). Es necesario recuperar la relación interpersonal para que tenga el primado sobre la tecnología del encuentro hecho con el control remoto en mano, con el que se establece cómo, dónde, cuándo y por cuánto tiempo encontrar a los demás según las propias preferencias (88). De todas maneras, entre los múltiples desafíos, además de aquellos que son más corrientes y más recurrentes, es necesario individuar los que inciden de un modo más directo en la vida. El sentido de “precariedad cotidiana, con consecuencias funestas”, las variadas formas de “disparidad social”, el “fetichismo del dinero y la dictadura de una economía sin rostro”, la “exasperación del consumo” y el “consumismo desenfrenado”… en fin, nos encontramos ante una “globalización de la indiferencia” y ante un “desprecio socarrón” en relación a la ética, en donde se pretende continuamente marginar cualquier reclamo crítico de frente al predominio del mercado que con su teoría de la “filtración de la riqueza”, engaña acerca sobre la posibilidad real de favorecer a los pobres (cfr. nn. 52-64). Si la Iglesia aparece todavía con una gran credibilidad en tantos países del mundo, incluidos aquellos donde es minoría, esto se debe a su obra de caridad y solidaridad (65).
 
En la evangelización de nuestro tiempo, por tanto, especialmente ante los retos de las grandes “culturas urbanas” (71), los cristianos están invitados a escapar de dos expresiones que lesionan su misma naturaleza y que el Papa Francisco define en general como “mundanidad” (93). En primer lugar , la “fascinación del gnosticismo”; es decir, una fe cerrada en sí misma, en sus certezas doctrinales y que hace de sus propias experiencias el criterio de verdad para juzgar a los demás. Además, el “neopelagianismo autorreferencial y prometeico” de cuantos sostienen que la gracia es solo un accesorio mientras lo que crea progreso es únicamente el proprio empeño y las propias fuerzas. Todo esto contradice la evangelización. Crea una especie de “elitismo narcisista” que debe ser evitado (94). Qué cosa queremos ser, se pregunta el Papa, ¿”generales de ejércitos derrotados” o “simples soldados de un escuadrón que continua batallando”? el riesgo de una “Iglesia mundana detrás de telones espirituales o pastorales” (96), no es recóndito, sino real. Es preciso, entonces, no sucumbir a estas tentaciones, sino ofrecer el testimonio de la comunión (99). Esta se hace fuerte en la complementariedad. A partir de esta consideración, el Papa Francisco expone la exigencia de promover el laicado y la mujer; del compromiso con las vocaciones comenzando por los propios sacerdotes. Mirar la Iglesia con todos los avances realizados en estos decenios requiere evitar la mentalidad del poder y transformarla por aquella del servicio a la construcción unitaria de la Iglesia (102-108).
 
La evangelización es una tarea de todo el pueblo de Dios, ninguno está excluido. Ella no está reservada ni puede ser delegada a un grupo particular. Todos los bautizados están directamente involucrados en ella. El Papa Francisco explica, en el tercer capítulo de la Exhortación, cómo ella se puede desarrollar y las etapas que expresan su progreso. En primer lugar se detiene a evidenciar el “primado de la gracia” que obra sin descanso en la vida de cada evangelizador (112). Desarrolla, además, el tema del inmenso papel desempeñado por las diversas culturas en su proceso de inculturación del Evangelio, y previene sobre terminar cayendo en la “vanidosa sacralización de la propia cultura” (117). Luego indica el itinerario fundamental de la nueva evangelización en el encuentro interpersonal (127-129) y en el testimonio de vida (121). Finalmente, aboga por que la piedad popular sea valorizada, pues ella expresa la fe genuina de tantas personas que en este mundo dan un verdadero testimonio de la simplicidad del encuentro con el amor de Dios (122-126). Por último, el Papa hace una invitación a los teólogos para que estudien las mediaciones necesarias a fin de lograr una valorización de las distintas formas de evangelización (133), no sin antes considerar ampliamente el tema de la homilía como forma privilegiada de evangelización, la cual necesita una auténtica pasión y amor por la Palabra de Dios y por el pueblo que se nos ha confiado (135-158).
 
El cuarto capítulo está dedicado a la reflexión sobre la dimensión social de la evangelización. Un tema muy apreciado por el Papa Francisco porque “si esta dimensión no se explicita debidamente, se corre siempre el riesgo de desfigurar el significado autentico e integral de la misión evangelizadora” (176). Es el grande tema del vínculo entre el anuncio del Evangelio y la promoción de la vida humana en todas sus expresiones. Una promoción integral de cada persona es lo que impide reducir la religión a un hecho privado, sin ninguna incidencia en la vida pública y social. Una “fe auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo” (183). A esta sección de la Exhortación pertenecen dos grandes temas. El Papa habla de ellos con particular pasión evangélica, consciente que determinarán el futuro de la humanidad: ante todo, “la inclusión social de los pobres”; además, “la paz y el diálogo social”.
 
En lo que se refiere al primer punto, con la nueva evangelización la Iglesia siente como misión propia “colaborar para resolver las causas instrumentales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres”, como también la de “gestos simples y cotidianos de solidaridad de frente a miserias muy concretas” que cada día encontramos delante de nuestros ojos (188). Lo que emerge de estas densas páginas es una invitación a reconocer la “fuerza salvífica” que poseen los pobres y que debe ser puesta en el centro de la vida de la Iglesia mediante la nueva evangelización (198). De todas maneras, esto significa que es necesario, ante todo, redescubrir la atención, urgencia y conciencia de esta temática, mucho antes de cualquier experiencia concreta. La opción fundamental por los pobres que urge realizar, sostiene el Papa Francisco, es principalmente, aunque no exclusivamente, una “atención espiritual” y “religiosa”; esta forma es prioritaria sobre cualquier otro modo de atención (200). Sobre estos temas la palabra del Papa es franca, dicha con parresia y sin circunlocuciones. Un “Pastor de una Iglesia sin fronteras” (210), no se puede permitir mirar hacia otro lado. Es por esto que mientras pide con fuerza considerar el tema de los migrantes, denuncia con igual claridad las nuevas formas de esclavitud: “¿Dónde está aquel que estás matando cada día en la pequeña fábrica clandestina, en la red de prostitución, en los niños que usas para la mendicidad, en aquel que debe trabajar a escondidas porque no está debidamente contratado? No aparentemos que aquí no pasa nada. Existen muchas complicidades” (211). Para evitar equívocos, el Papa defiende con la misma fuerza la vida humana desde su primer comienzo y la dignidad de todo ser viviente (213). En lo que concierne al segundo aspecto, el Papa propone cuatro principios que son como el denominador común para crecer en la paz y para su aplicación social concreta. Haciendo memoria, tal vez, de sus estudios sobre Romano Guardini, el Papa Francisco parece crear una nueva oposición polar; recuerda, en efecto, que el “el tiempo es superior al espacio”, “la unidad prevalece sobre el conflicto”, la “realidad es más importante que la idea” y que el “todo es superior a la parte”. Estos principios se abren a la dimensión del diálogo como primera contribución para la paz y se extiende, a lo largo de la Exhortación, al ámbito de la ciencia, del ecumenismo y de las religiones no cristianas.
 
El último capítulo busca expresar el “espíritu de la nueva evangelización” (260). Este se desarrolla bajo el primado de la acción del Espíritu Santo que infunde siempre y de nuevo el impulso misionero, a partir de la vida de oración en la que la contemplación ocupa el puesto central (264). La Virgen María “estrella de la nueva evangelización” es presentada, al finalizar, como el icono de la genuina acción de anuncio y transmisión del Evangelio que la Iglesia está llamada a realizar en las próximas décadas, con gran entusiasmo e inmutable amor por el Señor Jesús.
 
¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!” (83). Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el que escuchamos en esta Exhortación Apostólica. El Papa Francisco va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho más que una simple presencia. A ella se la pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización. El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para evitar equívocos, el Papa Francisco presenta su orientación: “No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados… no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro” (48).
 
Como en otros momentos cruciales de la historia, también hoy la Iglesia siente la urgencia de afinar la mirada para cumplir la evangelización a la luz de la adoración; con una “mirada contemplativa” para continuar viendo los signos de la presencia de Dios. Signos de los tiempos no solo estimulantes, sino puestos como criterio para un testimonio eficaz (71). El Papa Francisco es el primero de todos en recordar el misterio central de nuestra fe: “No huyamos de la resurrección de Jesús, non nos demos por vencidos jamás, suceda lo que suceda” (3) A la postre, la que nos está indicando el Papa Francisco es la Iglesia que se hace compañera de camino de cuantos son nuestros contemporáneos en la búsqueda de Dios y en el deseo de verlo”.
 

Fuente:: News.va

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Ciudad del Vaticano, 26 noviembre 2013 (VIS).- El arzobispo Lorenzo Baldisseri, interviniendo en la conferencia de prensa se ha centrado en los aspectos de la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” que se refieren a la sinodalidad, mientras el arzobispo Claudio Maria Celli se ha referido a la parte concerniente a la comunicación
 
El documento Evangelii Gaudium del Santo Padre Francisco -ha dicho mons. Baldisseri- nace de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” (2012), como un anuncio de alegría a los cristianos y a todos los discípulos y misioneros y a toda la humanidad. El Santo Padre ha tenido en sus manos las Proposiciones de los Padres sinodales, las hizo propias, reelaborándolas en modo personal, y escribió un documento programático y exhortativo, utilizando la fórmula de «Exhortación Apostólica», cuya centralidad es la misionariedad, a todo campo. Lo que llama la atención desde la primera página es la presentación gozosa del Evangelio – por esto Evangelii Gaudium – que se expresa incluso por la repetición, en todo el texto, de la palabra » alegría » hasta un máximo de 59 veces”.
 
El Papa ha tenido en cuenta las Proposiciones citándolas 27 veces. Sobre esta base, a partir de las reflexiones de los Padres sinodales, desarrolla la Exhortación en un sólido marco doctrinal, fundado en referencias bíblicas y magisteriales, con una presentación temática de los diversos aspectos de la fe, en el que se afirman los principios y las doctrinas encarnadas en la vida. Este desarrollo se enriquece con referencias a los Padres de la Iglesia, entre ellos San Ireneo, San Ambrosio y San Agustín – por citar algunos – además se apoya en la contribución de los Maestros medievales, como el Beato Isaac de Stella, San Tomás de Aquino y Tomás de Kempis; entre los teólogos modernos aparecen el beato John Henry Newman, Henri de Lubac y Romano Guardini, y otros escritores, entre ellos Georges Bernanos.
 
En particular, hay que tener en cuenta, en el texto, de varias referencias a las Exhortaciones apostólicas como Evangelii nuntiandi de Pablo VI (13 citas), y otras post-sinodales como la Christifideles laici; Familiaris Consortio, Pastores dabo Vobis, Ecclesia in África, in Asia, in Oceanía, in América, in Medio Oriente, in Europa; Verbum Domini. Además, está la atención dada a los pronunciamientos de las Conferencias Episcopales de América Latina, como los documentos de Puebla y Aparecida; a los de los Patriarcas Católicos de Oriente Medio en la XVI Asamblea, a los de las Conferencias Episcopales de la India, Estados Unidos, Francia, Brasil, Filipinas y el Congo.
 
El tema de la sinodalidad se introduce ya en la parte inicial que trata de “La transformación misionera de la Iglesia”. En la perspectiva de la «Iglesia en salida» (n. 20) «de la salida de sí hacia el hermano» (nº 179), el Santo Padre propone una «pastoral en conversión» de 360 grados” y “se siente que desea incluir en esta «pastoral en conversión» una especial atención a la expresión colegial del ejercicio del primado”.
 
Refiriéndose al Concilio Vaticano II, en analogía con las antiguas Iglesias patriarcales, el Santo Padre desea que las Conferencias Episcopales puedan “desarrollar una obra múltiple y fecunda a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta” (Lumen Gentium, n. 22, Evangelium Gaudium, n. 32). Esta expresión de sinodalidad ayudaría a atribuciones concretas acerca de la autoridad doctrinal y de gobierno Bajo el punto de vista ecuménico – gracias también a la experiencia de la presencia en el Sínodo del Patriarcado de Constantinopla y del arzobispo de Canterbury -, la sinodalidad se expresa de un modo especial, ya que, a través del diálogo “con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad» (n. 246).
 
Por su parte el arzobispo Claudio Maria Celli ha hablado de la “dimensión comunicativa en la nueva evangelización” a la luz de la exhortación apostólica
 
En el documento “emerge sobre todo la conciencia -ha dicho el prelado- del Papa acerca de lo que está aconteciendo en el mundo de hoy, en el campo de la salud, la educación, y la comunicación… y hace referencia a las evidentes innovaciones tecnológicas”.
 
Sin duda, se trata de progreso y de éxitos, sin embargo el Papa, es totalmente consciente de que la sociedad de la información actual, nos satura indiscriminadamente con datos, todos al mismo nivel y que terminan conduciéndonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear las cuestiones morales. Por consiguiente -ha continuado-,se hace necesaria verdadera educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores. El documento reconoce que las mayores posibilidades de comunicación también pueden traducirse en amplias posibilidades de encuentro con todos. De aquí la exigencia de descubrir y trasmitir la mística del vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos”.
 
Asimismo ha explicado que una amplia parte del texto se dedica a analizar cómo se comunica el mensaje de la Iglesia. “El Papa es consciente de la velocidad de la comunicación moderna y de cómo, a veces, los medios de comunicación realizan una selección interesada de distintos contenidos. Por este motivo se corre el riesgo que el mensaje aparezca mutilado y reducido sólo a aspectos secundarios…Frente a estos riesgos el Papa cree conveniente ser realistas, es decir, no dar por supuesto que nuestros interlocutores conozcan el trasfondo completo de lo que decimos o que puedan conectar nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio”. De ahí que Francisco insista en que “el anuncio debe concentrarse en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande,lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica sin perder por ello profundidad y verdad”.
 

Fuente:: News.va

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Carlos Granados GarcíaD. Carlos Granados García es Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad San Dámaso. El pasado 7 de noviembre expuso y desarrolló el documento “Lumen Fidei”, del Papa Francisco, en el Obispado de Plasencia para los asistentes a la primera conferencia de la Formación Permanente del Clero de este nuevo curso.

–¿Qué es la Encíclica Lumen Fidei? ¿Qué nos dice el Papa con ella?

 –La Encíclica Lumen Fidei es la culminación de un pontificado (el de Benedicto XVI) y el punto de partida de otro (el del Papa Francisco): ambos se encuentra en la fe. Esta Encíclica es el punto de llegada de dos documentos anteriores: “Deus Caritas Est” (caridad) y “Spe Salvi” (esperanza). Se completa así el ciclo de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Pero esta Encíclica es sobre todo una respuesta audaz a la crisis de fe que vivimos en nuestro mundo actual.

–¿En qué consiste dicha crisis?

–En que el hombre ha dejado de ver, no es capaz de mirar de verdad, han perdido la profundidad de la mirada. Hay quien dice que la crisis consiste en que el hombre moderno lo reduce todo a la materia y a los sentidos. Me parece, sin embargo, que lo malo no es reducirlo todo a lo sensorial, sino pensar, creer y vivir como si lo sensorial fuera solamente sensorial, como si la materia fuera solamente materia, y no percibir la presencia de Dios, la presencia encarnada del Verbo, como semilla de verdad, en cada elemento sensorial y material. La Lumen Fidei quiere hacernos recuperar el estupor ante esta afirmación: es posible ver a Dios; quien cree ve.

–¿Para qué nos sirve a los cristianos esta Encíclica?

-Esta Encíclica busca servir a todo el mundo, no solo a los cristianos; por eso dice LF 51 que “la fe es un bien para todos, es un bien común”. Nos sirve, por tanto, a todos. La fe es una luz potente que ilumina toda nuestra existencia; pero una luz tan potente, con tanta capacidad de dar sentido, no puede venir de nosotros mismos, sino de “una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios” (LF 4). La fe salva nuestro mundo pero no nos saca del mundo (no nos “salva de” nuestro mundo). La fe confesada, realizada en los sacramentos, vivida por el decálogo y hecha oración, nos comunica el amor de Dios. Con ello también “nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza” (LF 51).

–¿Qué nuevas aportaciones realiza el Papa Francisco a la Encíclica escrita por su predecesor?

–El Papa Francisco afirma que él se encontró la Lumen Fidei ya prácticamente acabada y que solo introdujo ligeros retoques. Desde  luego hay momentos en que el estilo y el vocabulario suenan a Papa Francisco, por ejemplo, cuando se habla del “desierto del «yo» autorreferencial, cerrado en sí mismo”, usando la palabra “autorreferencial” que tanto gusta al Papa Francisco para exorcizar el peligro de una Iglesia o un cristiano que vive solo en referencia a sí mismo. En todo caso, pienso que lo esencial es percibir la continuidad y agradecer a Dios esa unidad que es perfectamente perceptible entre ambos Papas.

–En su ponencia sobre la Encíclica Lumen Fidei, ¿qué puntos ha desarrollado? ¿Qué enfoque le ha dado a su exposición?

–La ponencia ha desarrollado sobre todo la siguiente idea: “quien cree ve”. Frente a esa imagen de una fe ciega he querido resaltar el aspecto luminoso de la fe. De esta tesis se sigue: que la fe no es algo privado (entre Dios y yo) sino que se puede comunicar, que la fe no es algo meramente interior, que se decide en una opción interior y secreta, sino que es luz que transfigura toda la vida; que la fe no es ajena a la razón ni a la ciencia ni a la lógica de las cosas del mundo, sino que puede y debe dialogar.

De esta comprensión de la fe como luz se sigue también la necesidad de “aprender a ver”. El ojo no es una cámara fotográfica. El ojo no es neutro. El ojo está por su propia naturaleza dirigido al bien y abierto a la fe. Yo puede cegar mis ojos, impedirles que vean a Dios en su creación, impedirles que vean el milagro de la dignidad de la persona, impedirles que perciban el misterio de la luz que se me regala. Cuando obro así, doy un salto: el salto de la incredulidad. Pero si me mantengo en el círculo luminoso de la luz que se me regala, entonces me pongo en camino hacia la fe. La propia luz natural me va conduciendo hacia una apertura a la luz sobrenatural. Para hacer este camino es necesario aprender a mirar. Y en esto consiste la gracia pues el Espíritu Santo enseña precisamente a mirar. Este ha sido otro de los puntos clave de la conferencia.

(Iglesia en Plasencia – dicoesisplasencia.org)

Fuente:: SIC

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Una Iglesia profética con las puertas abiertas que recupere la frescura original del Evangelio: publicada la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco
(RV).- Presentada esta mañana la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium con la que el Papa Francisco desarrolla el tema del anuncio del Evangelio al mundo actual. Una nueva etapa evangelizadora caracterizada por la alegría, la renovación, el diálogo y el encuentro de una Iglesia profética con las puertas abiertas.
El Papa invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando “nuevos caminos” y “métodos creativos”, a no encerrar a Jesús en nuestros “esquemas aburridos”. Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no deje las cosas como están”. Una “reforma de las estructuras” eclesiales para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”. El Pontífice piensa también en “una conversión del papado” para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle. Y afirma que “no se realizó plenamente” la aplicación de la colegialidad. Es necesaria “una saludable descentralización” dice el Papa que subraya que en esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia.
Signo de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas partes” para que todos los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas puertas cerradas”. El Papa reitera que prefiere una Iglesia “herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia… donde tantos hermanos nuestros vivan” sin la amistad de Jesús. “La mayor amenaza” indica Francisco es “el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando”. Exhorta a no dejarse vencer por el “pesimismo estéril” poniendo en marcha “la revolución de la ternura”. Es necesario huir de la “espiritualidad del bienestar” y vencer “la mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana”.
El Pontífice lanza un llamamiento a las comunidades eclesiales a no caer en envidias ni en celos “dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades. Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos. Afirma que “es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Señala que los jóvenes deben tener “un protagonismo mayor”. Frente a la escasez de vocaciones en algunos lugares, afirma que “no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones”. Afrontando el tema de la inculturación, recuerda que “el cristianismo no tiene un único modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”. Y en ese sentido reafirma la “fuerza activamente evangelizadora” de la piedad popular.
Se detiene “con cierta meticulosidad, en la homilía” el Santo Padre. Dice que “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase”, debe “hacer arder los corazones”, huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora”. Subraya la importancia de la preparación: “Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable”.
Hablando de los retos del mundo contemporáneo, el Papa denuncia el sistema económico actual: “es injusto en su raíz”. “Esa economía mata” porque predomina “la ley del más fuerte”. La cultura actual del “descarte” ha creado “algo nuevo”: “Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»”. Vivimos en una “nueva tiranía invisible, a veces virtual”, de un “mercado divinizado” donde imperan la “especulación financiera”, “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”. Denuncia los “ataques a la libertad religiosa” y “las nuevas situaciones de persecución a los cristianos. “La familia -prosigue el Papa- atraviesa una crisis cultural profunda”. Insistiendo en “el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad”, subraya que “el individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que…desnaturaliza los vínculos familiares”.
El Papa Francisco reafirma “la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” y el derecho de los pastores “a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas”. “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica” antes que sociológica. “Por eso -dice- quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”. “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres… no se resolverán los problemas del mundo”.
El Papa invita a cuidar a los más débiles: “los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados” y los migrantes, por los que exhorta a los países “a una generosa apertura”. Habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de esclavitud…y de los “doblemente más pobres: las mujeres, los niños y los más débiles. “Los niños por nacer, son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana”. “No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. El Papa a continuación hace un llamamiento al respeto de todo lo creado.
Por cuanto respecta al tema de la paz, el Papa afirma que “es necesaria una voz profética” cuando se quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a los más pobres mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios”. Para la construcción de una sociedad “en paz, justicia y fraternidad” apunta el Papa hay que “trabajar a largo plazo, que “la unidad prevalezca sobre el conflicto y evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica”.
“La evangelización -continúa el Papa- también implica un camino de diálogo” que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales. El ecumenismo es “un camino ineludible de la evangelización”. Es importante el enriquecimiento recíproco “en el diálogo con los hermanos ortodoxos. “El diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús”; “el diálogo interreligioso, especialmente con el Islam, es una condición necesaria para la paz en el mundo”. El Papa implora “humildemente” para que los países de tradición islámica aseguren la libertad religiosa a los cristianos, también “¡teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!”. Reitera de este modo la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes.
El último capítulo está dedicado a los “evangelizadores con Espíritu”, que son aquellos que “se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás”. “Sólo puede ser misionero -añade- alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás. La Exhortación concluye con una oración a María “Madre del Evangelio”.
ER RV

Fuente:: News.va

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Granada Centro Cultural Nuevo InicioCon el título “Francisco, el Papa”, los profesores en el Instituto de Filosofía Edith Stein de la Archidiócesis de Granada, Marcelo López Cambronero y Feliciana Merino, asimismo Director de este Instituto y Directora del Centro de Estudios Maryam de la Archidiócesis, respectivamente, hablarán sobre la persona y el pensamiento del Santo Padre.

La conferencia tendrá lugar este próximo jueves, 28 de noviembre, a las 19:30 horas, en el salón de actos del Centro Cultural Nuevo Inicio, del Arzobispado de Granada (Plaza Alonso, s/n. Edificio Curia Metropolitana) en la que abordarán aspectos como quién es el Papa Francisco, qué Iglesia quiere, cómo salvó a personas durante la dictadura antes de ser elegido Santo Padre, qué reformas va a hacer y si es un Papa para los pobres. La entrada es libre y gratuita. 
 
Presentación de “Francisco, el Papa manso”

Con esta conferencia, en la que está prevista la intervención del Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, ambos profesores presentarán el libro “Francisco, el Papa manso”, editado por Planeta Testimonio.

El libro “Francisco, el Papa manso” nace de una investigación encargada por una revista norteamericana a Marcelo López y Feliciana Merino sobre el genocidio y la dictadura argentina. A medida que avanzó la investigación apareció en ella la figura de Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, que llamó la atención de ambos autores, cautivados por su pensamiento y vida en aquellos años.

“Francisco, el Papa manso” se centra en la biografía de Jorge Bergoglio, incluido su pensamiento y reflexiones, como joven jesuita, como Arzobispo de Buenos Aires y, hoy, como Papa.

Entre otros aspectos, el libro aborda la dictadura argentina y cuenta cómo Jorge Bergoglio logró ocultar a personas perseguidas por la dictadura argentina de Videla. Asimismo, el volumen aclara su actitud ante la teología de la liberación y sus reflexiones sobre la influencia de esta corriente en el pensamiento latinoamericano, así como el compromiso que mantuvo contra las mafias que se dedican a la explotación sexual y a la trata de personas en Argentina.

Asimismo, el libro incluye un archivo documental, en su mayor parte inédito, en el que los documentos de los servicios secretos de diversos países revelan la brutal campaña sostenida contra la sociedad y la Iglesia por las dictaduras militares de la época.

El título del libro responde a la idea de “mansedumbre” entendida no como debilidad, sino como fuerza por ser una vida de entrega e implicación en el mundo, no con el uso de la ideología violenta o medios conflictivos, sino de la vida centrada en Cristo.

Conferencia “Francisco, el Papa” y presentación del libro “Francisco, el manso”
Cuándo: jueves, 28 de noviembre
Hora: 19:30 horas
Dónde: salón de actos del CC. Nuevo Inicio
Plaza Alonso Cano, s/n. Edificio Curia Metropolitana

Intervienen:
-Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada
-Marcelo López Cambronero, Director y profesor en el Instituto de Filosofía “Edith Stein” de la Archidiócesis
-Feliciana Merino Escalera, Directora del Centro de Estudios “Maryam” de la Archidiócesis y  profesora en el Instituto de Filosofía “Edith Stein” de la Archidiócesis

Fuente:: SIC

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Programa FormacionLa primera edición de la Guía Diocesana de Hermandades y Cofradías de la archidiócesis de Toledo ha sido presentada esta mañana en el Salón de Concilios del Arzobispado de Toledo y su publicación responde al objetivo del Plan Pastoral Diocesano 2013-2014: Promover el asociacionismo de los laicos, contemplado desde una espiritualidad de comunión y desde su inserción en las parroquias y en la diócesis.

En el acto de presentación a los medios de comunicación han participado el Obispo auxiliar de Toledo, Mons. Ángel Fernández Collado, el vicario episcopal de la Mancha y coordinador del área pastoral de apostolado seglar, don Emilio Palomo Guío, y el delegado diocesano de religiosidad popular, hermandades y cofradías, don José Antonio Martínez García.

En la Guía se recogen poco más de cuatrocientas hermandades y cofradías: aquellas que han venido renovando estatutos, según el estatuto-marco publicado en el Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, de enero de 2007, o han tenido nombramiento de nuevos hermanos mayores o presidentes, o han enviado balances económicos.

El número total de hermandades de las que la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías tiene noticias, a través de la información que le han proporcionado los párrocos y consiliarios, es de casi 700 hermandades, aunque todavía faltan hermandades que deben ponerse al día en la renovación de estatutos, en los nombramientos de sus presidentes y en las cuestiones económicas.

Los datos que recoge la Guía son: nombre de la hermandad o cofradía, consiliario, hermano mayor, número de hermanos, año histórico del que tenemos noticia de su existencia, fecha de erección canónica y fecha del último nombramiento de su hermano mayor. En los próximos años se renovará esta primera Guía de Hermandades y Cofradías, procurando incluir las hermandades que en un futuro renueven los estatutos y acudan a las convocatorias diocesanas.

Consejo Asesor

En esta primera edición aparecen también los miembros que integran el Consejo Asesor de la Delegación diocesana de Religiosidad popular, hermandades y cofradías, que son los que proponen los objetivos y actividades al Consejo Diocesano de Pastoral. En este Consejo Asesor se encuentran representadas todas la juntas de hermandades y cofradías de Semana Santa de la archidiócesis de Toledo, sacerdotes que trabajan en este sector pastoral y otros cofrades asesores, expertos en temas jurídicos y financieros.

El próximo sábado, 30 de noviembre, se creará la Junta de Hermandades y Cofradías Marianas de la Archidiócesis de Toledo, que aglutinará a todas las hermandades marianas que no forman parte de alguna de las Juntas de hermandades de Semana Santa. El acto tendrá lugar a las 18 h. en la Parroquia de las Santas Justa y Rufina.

Además, entre los días 10 y 12 de enero, tendrá lugar las II Jornadas diocesanas de Pastoral, donde habrá un taller dedicado a la religiosidad popular y la caridad. En este taller están invitadas tres hermandades sevillanas de gran popularidad que presentarán sus proyectos sociales que llevan realizando hace más de veinte años.

Fuente:: SIC

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Mons. VivesMons. Joan E. Vives     En la gozosa solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo concluimos el Año de la Fe que venimos celebrando desde octubre de 2012, convocados por el Papa Benedicto XVI y acompañados en su segundo tramo por el Papa Francisco, quien últimamente ha tenido encuentros significativos con los seminaristas y novicios, con los catequistas y con las familias. A todos nos exhortan a mantenernos firmes en la fe que profesamos, siendo sal y luz para nuestro mundo, cuidando la relación personal con Jesucristo, que nos revela al Padre y nos hace el don del Espíritu Santo, que nos transforma en apóstoles y mensajeros de su caridad ardiente.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre” (Hb 13,8) todas las generaciones podemos conocerlo y gozar de su amistad, que es vida y salvación. Él es la Puerta siempre abierta, que no se cierra con esta clausura del Año de la fe; queda abierta para que pasemos por ella, para que entremos en la comunión con el Padre del cielo. “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará” (Jn 10,9). Y por la fe tenemos acceso a Él, y por Él a una vida nueva, feliz, plena. ¿Qué seríamos sin la fe en Jesucristo? Después de la vida, es el don más grande que jamás hayamos recibido: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Agradezcamos hoy a todos aquellos que nos han transmitido la fe a través de la Iglesia santa, que por sus hijos e hijas nos ha comunicado la fe y por el bautismo nos ha transformado la existencia y nos ha hecho realmente hijos de Dios y herederos de la vida que no terminará nunca. Por eso, como aquella inscripción que leí en un reloj de sol, podemos decir: “yo sin sol, y tú sin fe, nada somos”.

Jesús nos sigue invitando como al jefe de la sinagoga, “No temas; basta que tengas fe” (Mc 5,36) y nosotros queremos responder como el padre del evangelio: “¡Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24). Que la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Jesucristo, sea nuestra gran fuerza en medio de las tribulaciones, las tentaciones o las necesidades… y que por la gracia del Espíritu Santo la mantengamos fielmente hasta el final de nuestra vida en la tierra, cuando el Señor vendrá a buscarnos: “Volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn 14,3).

La fe debe ponernos en un camino de servicio, de entrega y donación por amor. La fe es esperanza y la fe es amor. Fe, esperanza y caridad son las tres dimensiones de una única respuesta al amor tan inmenso que Dios nos tiene: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Alegrémonos y que nuestra vida cristiana dé testimonio de nuestra fe, con alegría, con amor, con valentía. El Año de la Fe debe dejar en nosotros un poso de verdad, de gozo sincero, de comunión filial y agradecida con la Iglesia, de renovado compromiso evangelizador. Debe conducirnos al convencimiento de que formamos una comunidad unida y que se ama, para que el testimonio sea realmente creíble. Y nos debe llevar a practicar esta fe y a alimentarla con la Palabra, los sacramentos y el amor sincero, con el compromiso de vida, para que no muera o se diluya. La fe es un gran tesoro. Por eso en la clausura del Año de la fe y encarando la misión apasionante que tenemos por delante, unidos al Papa Francisco, le decimos como los apóstoles: “Señor, ¡auméntanos la fe!” (Lc 17,5).

+ Joan E. Vives

Arzobispo de Urgell

Fuente:: Mons. Joan E. Vives

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eusebiohernandezobtarazonaMons. Eusebio Hernández       Queridos hermanos y amigos:

Hoy 24 de noviembre, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, concluye el Año de la Fe. Un tiempo durante el cual el papa Benedicto XVI y, posteriormente, el papa Francisco, han invitado a todos los fieles a que comprendamos más profundamente el fundamento de la fe cristiana, que podría resumirse como encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da a la vida un nuevo horizonte y una orientación decisiva.

La fe es un viaje espiritual que nos cambia la vida y nos llena de fuerza, arrojando luz que ayuda a comprendernos y a comprender a los demás y a entender la vida y el mundo. Esta luz ilumina los anhelos de felicidad, de paz y de amor que están anclados en el centro de nuestros corazones.

Por ello la conclusión del Año de la Fe no es un punto final de una realidad que termina es un punto de inicio, un impulso para que la fe sea el motor que anima la vida de cada cristiano y cada comunidad.

Como miembros de la Iglesia este Año de la Fe todos hemos debido sentir la llamada a ser siempre fieles a nuestro Maestro, Jesucristo, que nos invita continuamente a anunciar con palabras, obras y actitudes la salvación que Él nos regala.

Para los obispos, presbíteros y diáconos debe suponer una apertura al Espíritu Santo para sabernos siempre acompañados por Él y poder así pedirle la respuesta oportuna que debemos dar ante los retos que nos presenta nuestra acción pastoral y para no sentirnos desfallecidos o desorientados ante las dificultades.

Junto a los pastores, para los religiosos y fieles laicos dedicados al cuidado pastoral de alguna parcela de la Iglesia, el Año de la Fe debe también suponer una actitud de dejarnos guiar por la luz de la palabra de Dios, que ilumina y salva. En las distintas actividades pastorales -catequesis, enseñanza, Cáritas- el cristiano se debe sentir impulsado por la fuerza de la Palabra.

Una mención especial merecen las familias, un elemento fundamental de la Iglesia. Este Año de la Fe debe suponer para ellos el saber captar el don de la fe y vivir en ella para saber afrontar con amor las dificultades y pruebas de la vida, constituyéndose en los que son: Iglesia doméstica.

El Año de la Fe ha debido ser una oportunidad para sensibilizarnos para trabajar por un mundo mejor y más justo, intentando motivarnos a una vida más comprometida, caritativa y constructiva. Es, en definitiva, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como “Comunidad de Amor”.

Al clausurar este año de gracia y renovación de la fe en cada miembro de la Iglesia no hemos puesto un punto final, supone un punto de inicio un impulso renovado para vivir y profesar con palabras y obras nuestra fe, hasta el día en que oigamos de Cristo, como hemos escuchado en el Evangelio de esta solemnidad: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

24 de noviembre de 2013

Fuente:: Mons. Eusebio Hernández Sola

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Mons. José Leonardo LemosMons. J. Leonardo Lemos     Mis queridos amigos y amigas:

Al inicio de un nuevo curso de catequesis me dirijo a vosotros para recordaros, con toda mi alma, que la fe es uno de los grandes regalos que hemos recibido. El buen Dios nos lo entregó por medio de nuestros padres, abuelos, sacerdotes, catequistas y profesores, ¡dadle gracias!

Muchas veces, a lo que más vale no le damos importancia, sin embargo, la tiene, ¡y mucha! Cuando asistimos a la catequesis en la parroquia –el lugar adecuado para ella- no sólo aprendemos cosas, sino que nos enseñan a vivirlas dentro de ese ámbito maravilloso que es la Iglesia, a la que debemos querer, a pesar de lo que nos digan de ella o de lo que podáis contemplar en algunos de aquellos que la representan visiblemente. ¡La Iglesia es más que aquello que vemos!

Quisiera pediros, como padre y hermano, amigo y obispo, que me preocupo del bien de vuestra vida, que no dejéis de asistir a la catequesis. No permitáis que os atrapen otras cosas que, siendo en sí buenas, siempre tenemos muchos momentos a lo largo de la semana para realizarlas. Sin embargo, la asistencia a la catequesis y a la Misa dominical es una cita que todos tenemos con ese gran amigo que es Jesús, que por amor a todos se entregó en la cruz, sufrió la muerte y hoy está vivo entre nosotros, alegrándonos con su presencia a través del don de la Iglesia, de los sacramentos, de su Palabra, del sacerdote, de los catequistas, ¡de todos!

En la catequesis aprenderéis a descubrir y a vivir esa presencia de Jesús, una presencia que os invita a que le tratéis de tú a tú, con vuestra oración; una presencia que os ayudará a ser amigos de los amigos, mejores alumnos y compañeros solidarios.

Mis queridos amigos y amigas: el mundo y nuestra sociedad necesita vuestra presencia y alegría. No dejéis que vuestros pueblos, villas, aldeas y ciudades pierdan la alegría de vuestra presencia. Tampoco la Iglesia, esa casa en medio de los hogares en donde habitáis, ese lugar abierto en el que vive de manera especial Jesucristo: Él necesita vuestra compañía. ¡Qué poco nos pide el que nos quiere tanto y se entregó por nosotros!

Nos suplica con la mirada de sus ojos divinos –sin ruido de palabras, que es como habla Dios- que vayamos a la Misa dominical y festiva; que invitéis a vuestros compañeros y amigos.

¡Ah!, no os olvidéis de invitar también a vuestros hermanos mayores, a los papás y a los abuelitos. De este modo, cada domingo será una auténtica fiesta porque será el día de la Iglesia y la Iglesia es, sobre todo, una familia.

Os pido que recéis por mi. Os aseguro que rezaré por vosotros y por vuestra familia, que siento como mía. Os bendice.

+ J. Leonardo Lemos Montanet
Obispo de Ourense

Fuente:: Mons. José Leonardo Lemos Montanet

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