Ciudad del Vaticano, 21 noviembre 2013 (VIS).- “El memorable Concilio Vaticano II también tuvo el mérito de recordar explícitamente como en las antiguas liturgias de las Iglesias Orientales , en su teología, espiritualidad y disciplina canónica «resplandece la tradición que viene de los Apóstoles a través de los padres y que constituye parte del patrimonio divinamente revelado e indiviso de la Iglesia universal”, ha dicho el Papa Francisco recibiendo esta mañana a los patriarcas y arzobispos mayores , junto con los cardenales, arzobispos metropolitanos y obispos miembros de la Congregación para las Iglesias Orientales -cuyo prefecto es el cardenal Leonardo Sandri- reunidos estos días en asamblea plenaria para discutir del magisterio del Concilio Vaticano II sobre el Oriente Cristiano.
 
De la evaluación del camino recorrido surgirán orientaciones para sostener la misión encomendada por el Concilio a los hermanos y hermanas de Oriente, es decir,”la de promover la unidad de todos los cristianos , especialmente los orientales. El Espíritu Santo los ha guiado en esta tarea sobre los senderos, no fáciles,de la historia, alimentando su fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal y al Sucesor de Pedro, incluso a caro precio, no pocas veces hasta el martirio. ¡La Iglesia entera os lo agradece!” ha exclamado el pontífice. Después, siguiendo las huellas de sus predecesores ha reafirmado que “dentro de la comunión eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla. Sí, la variedad auténtica, legítima, la inspirada por el Espíritu no daña la unidad, sino que la sirve; el Concilio nos dice que esta variedad es necesaria para la unidad”.
 
Francisco ha referido que los patriarcas y arzobispos mayores le habían hablado esta mañana de la situación de las diversas Iglesias orientales, en las que destaca “la vitalidad renovada de las que han estado oprimidas durante largo tiempo por los regímenes comunistas, el dinamismo misionero de las que se refieren a la predicación del apóstol Tomás, la perseverancia de las que viven en Medio Oriente, a menudo en la condición de » pequeño rebaño «, en entornos marcados por la hostilidad y el conflicto y también porlas persecuciones encubiertas. También ha abordado el problema de la diáspora -uno de los puntos claves de la plenaria, dado su aumento significativo en todos los continentes- reiterando que hay que hacer todo lo posible para facilitar la atención pastoral “tanto en los territorios propios, como allí donde las comunidades orientales se han establecido desde hace tiempo , fomentando al mismo tiempo la comunión y la fraternidad con las comunidades de rito latino . Para ello será útil insuflar nueva vitalidad en los órganos consultivos que ya existen entre las Iglesias particulares y con la Santa Sede”.
 
Pienso especialmente en la tierra bendita donde Cristo vivió, murió y resucitó… y en la que la luz de la fe no se ha extinguido; al contrario, resplandece con fuerza. Es la ‘luz de Oriente’ que ‘ha iluminado a la Iglesia universal , desde que apareció sobre nosotros un sol naciente, Jesucristo, nuestro Señor’ . Por consiguiente, cada católico tiene una deuda de gratitud con las Iglesias que viven en esa región. De ellas podemos aprender, entre otras cosas, la paciencia y la perseverancia,del ejercicio diario, a veces marcado por la fatiga,del espíritu ecuménico y del diálogo interreligioso. El contexto geográfico, histórico y cultural en el que viven desde hace siglos, las ha hecho interlocutoras naturales de muchas otras confesiones cristianas y de otras religiones”.
 
Gran preocupación suscitan las condiciones de vida de los cristianos que, en muchas partes de Oriente Medio, sufren gravemente las consecuencias de las tensiones y conflictos . Siria, Iraq , Egipto y otras zonas de la Tierra Santa, a veces se llenan de lágrimas. El obispo de Roma no descansará mientras haya hombres y mujeres , de cualquier religión, menoscabados en su dignidad, sin lo necesario para la supervivencia, privados del futuro , obligados a la condición de prófugos y refugiados”.
 
Hoy día , junto con los pastores de las Iglesias Orientales, hacemos un llamamiento para que se respete el derecho de todos a una vida digna y de profesar libremente su fe. No nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin los cristianos, que desde hace dos mil años confiesan el nombre de Jesús , insertados como ciudadanos de pleno derecho en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen. El dolor de los más pequeños y los más débiles, con el silencio de las víctimas, plantea una pregunta insistente:” ¿Cuánto queda de la noche?… Me dirijo , por tanto, a toda la Iglesia para exhortar a la oración, que sabe conseguir del corazón misericordioso de Dios, la reconciliación y la paz. La oración desarma la necedad y genera un diálogo allí donde hay un conflicto abierto. Si es sincera y perseverante, hará a nuestra voz humilde y firme, capaz de ser escuchada incluso por los líderes de las naciones”.
 
El Papa ha concluido hablando de Jerusalén, “donde todos hemos nacido espiritualmente”.“Le deseo todo el consuelo para que sea realmente profecía de esa convocación definitiva, de Oriente a Occidente, dispuesta por Dios”.

Fuente:: News.va

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Mons. Joan PirisMons. Joan Piris     El próximo domingo iniciaremos un nuevo año litúrgico y vuelve a cobrar actualidad aquel texto de la Novo Millennio Inneute (n.16): “los hombres de nuestro tiempo piden a los creyentes de hoy no sólo hablar de Cristo, sino en cierto modo hacérselo ver…”. Hoy y siempre sigue resonando y esperando respuestas precisas aquella pregunta de Jesús: Unos dicen una cosa, otros dicen otra, pero “vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16,13 ss).

Empezamos a mirar hacia la Navidad (comienzo del misterio de “Dios-con-nosotros”). Proclamaremos otra vez la Buena Nueva de la Encarnación: “El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria” (Jn 1,14). En el Credo decimos: “Por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”. Decimos que Jesús es Dios viviendo nuestra vida humana, Dios compartiendo nuestra fragilidad. Este evento nos afecta plenamente, para nosotros es el más decisivo de la historia. Pero, ¿seremos cada día más conscientes de lo que decimos, de lo que implica y de la interpelación que supone?

Este tiempo litúrgico nos llama a situarnos una vez más entre la primera manifestación de Cristo (hace más de dos mil años) y la segunda y definitiva. No se trata tanto de tiempo o momentos, sino más bien de plantear nuestra vida teniendo presente esta “vuelta” del Señor que esperamos. Sin olvidar que la condición de los cristianos no está determinada sólo por la espera sino por la conciencia de vivir constantemente en la presencia del Señor. No se trata de mantener una conducta excepcional en vistas a un momento excepcional y único. A los cristianos se nos pide vivir siempre el presente como un permanente “Día del Señor”.

A veces, una actitud orientada al futuro especulando sobre cómo podrá ser, ha llevado a desvalorizar el presente. Por eso necesitamos una reflexión constante sobre el compromiso del creyente en la historia y sobre la necesidad de vivir con conciencia de que el Día del Señor ya ha llegado. La vida cristiana no debe estar determinada por lo que puede suceder sino por lo que ya ha pasado (la humanidad ha sido ya redimida).

La vida que hemos recibido como un gran don no es pura casualidad. El sentido de nuestra vida es que venimos de Dios y tenemos que volver a Él y que hemos recibido dones y capacidades suficientes para la construcción del Reino… que ya empieza en la tierra, aunque encuentra su plena realización en la eternidad. Pero es en el tiempo donde hemos de preparar la eternidad.

Jesús nos enseña con su manera de vivir que es “Dios-con-nosotros” y nos llama a situarnos en la vida de manera similar, reproduciendo-actualizando esta comunión eficaz y transformadora que el Padre Dios ha establecido con nosotros en Él, o sea, construyendo la convivencia humana sobre el fundamento de aquel amor (misericordia) que reacciona ante la miseria de las personas y nos lleva a socorrer, a colaborar, a solucionar cosas.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola,

Obispo de Lleida

Fuente:: Mons. Joan Piris

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Al meditar el Evangelio (cf. Lc 21, 5-19) de este Domingo pasado, no he podido dejar de pensar en esas palabras que el Papa Francisco dijo en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, “salir sin miedo para servir”, y me he atrevido a añadir “siempre con gran esperanza”, pues sabemos quién nos envía. En efecto, cuando salgamos a los caminos de esta historia vamos a hacerlo desde el encuentro con Jesucristo, que es quien alimenta nuestra vida y nos hace vivirla en comunión, y con un profundo sentido de misión. Hemos sido llamados a vivir en comunión con el Padre, con el Hijo muerto y resucitado, y en la comunión en el Espíritu Santo, de tal manera que el Misterio de la Trinidad se convierte en fuente, modelo y meta del misterio de la Iglesia. ¡Qué fuerza tiene para nosotros, los cristianos, descubrir y, especialmente, vivir nuestra vocación de discípulos de Cristo, lanzados al mundo para la misión, y ésta realizada desde la comunión! Hemos de descubrir cada día con más fuerza que no se es discípulo de Cristo sin comunión. El encuentro con Jesucristo nos libera del aislamiento y nos introduce en la comunión. Por eso, descubrimos que hay una dimensión que es constitutiva del acontecimiento cristiano como es la pertenencia a una comunidad concreta.

¡Qué fuerza más maravillosa tiene contemplar a la Iglesia como comunidad de amor! Porque nos lleva a cada discípulo a reflejar esa gloria del amor de Dios, que se manifiesta plenamente y que no es ni más ni menos que la comunión. Solamente de esta manera atraemos a todos los hombres y a todos los pueblos hacia Cristo. ¿Cómo se consigue esto? Como lo hacían los primeros discípulos de Jesús: escuchando la enseñanza de los Apóstoles, viviendo unidos, participando de la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hch 2, 42ss). Es en la Eucaristía donde se nutren las nuevas relaciones que Jesucristo nos entrega y que surgen de ser hijos de Dios y hermanos en Cristo, y donde la Iglesia se convierte en “casa y escuela de comunión” como nos recordaba el Beato Juan Pablo II (cf. NMI 43). ¡Qué fuerza tiene para salir sin miedo a este mundo, el que los cristianos nos reunamos para compartir la misma fe, la misma esperanza y el mismo amor! ¡Y hacerlo, siempre, dando esperanza para servir de la misma manera que lo hizo Jesucristo!

Por eso comenzaba diciendo que no podía pasar por alto lo que el Evangelio de Lucas del Domingo pasado nos quería hacer descubrir: que es, nada menos, que impulsarnos a presentar en este mundo con nuestras vidas la Belleza que es Dios mismo. Tenemos motivos suficientes para ver la necesidad y la urgencia que tiene el dar rostro a la Belleza, que es el mismo Jesucristo. ¿Por qué?: 1) Nuestra época también pondera la belleza, pero ¿qué belleza? En tiempos de Jesús “algunos ponderaban la belleza del templo”. ¿Es la belleza perecedera la que ponderamos nosotros? Jesús manifestó las consecuencias que trae vivir de una belleza exterior: “esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra”. ¿Qué nos quería decir el Señor? Sencillamente, que los hombres necesitamos tener en nuestra vida la Belleza que sólo está cuando vivimos en comunión con la Belleza que es Dios mismo, revelado en Jesucristo. Es en el Bautismo donde recibimos la Belleza, es en el Sacramento de la Penitencia donde la recuperamos, es alimentándonos de Jesucristo en la Eucaristía donde llenamos nuestra vida de la verdadera Belleza, nos llenamos de Dios. Y esto es lo que han vivido los santos. 2) Nuestra época entrega engaños a los hombres, ¿cuáles? Todo aquello que quiere hacerse pasar por Dios mismo. ¡Qué fuerza tienen las palabras de Cristo: “que nadie os engañe”, que nadie, utilizando el nombre de Dios, venga y os diga “yo soy o bien el momento está cerca”! Descubramos al Dios verdadero en quien, nacido del vientre de María y engendrado por obra del Espíritu Santo, nació en Belén. Es Dios mismo que ha tomado rostro humano y que nos ha dicho quién es Dios y quién es el hombre. 3) Nuestra época tiene que ser un tiempo de confianza absoluta en Dios, que nos hace descubrir en el misterio de la Encarnación la cultura que tenemos que promover en este mundo, la “cultura del encuentro”, no la del enfrentamiento o la del litigio o la de ruptura o la del conflicto (“yo os daré palabras y sabiduría…con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”). Vivir en confianza, vivir en manos de Dios, vivir con la orientación que la palabra de Dios nos da, vivir con la fuerza de su presencia real en medio de nosotros.

La Iglesia, que es una “comunidad de amor”, está siempre disponible para reflejar y entregar este amor. Esto es lo que el Señor entregó e hizo descubrir a los discípulos de Emaús. Y es que los hombres y las mujeres de Dios no se distinguen por la sabiduría humana que tengan, tampoco por la clase social a la que pertenezcan, ni por los títulos que ostentan. Se distinguen si son capaces de hacer experimentar a quienes se encuentren, en el camino de la vida y de la historia, lo que Jesús hizo experimentar a los discípulos de Emaús. Ellos no le reconocieron en el camino, pero Él les hizo experimentar algo tan nuevo y distinto que le dijeron con todas sus fuerzas, “quédate con nosotros porque atardece”. En ese “quédate con nosotros”, está el contenido de lo que vieron, sintieron y experimentaron con su presencia. Esto es lo que tenemos que hacer los cristianos, hacer posible que, a quienes nos encontremos, les hagamos decir: quédate con nosotros o yo quiero vivir igual que tú, con la Belleza que reflejas. Y aquí descubrimos el modo original de crecer la Iglesia, que no lo hace por proselitismo, sino por atracción, esa que origina la comunión y el mandato del amor.

Así, con esta capacidad de atracción, tenemos que salir los cristianos a realizar la misión, con el convencimiento de que es Jesucristo el que vive en nosotros. Por eso, salimos sin miedo, con la tarea de que nuestra vida es para servir a todos los hombres y, como os he dicho en la carta pastoral que escribía a principio de curso, para preguntar a todos los que nos encontremos por el camino, “¿qué quieres que haga por ti?” Como podemos ver, la comunión y la misión están unidas. La comunión es misionera y la misión es para la comunión. Estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión. ¡Qué llamada y qué tarea más bella! ¡No hay nada que se pueda comparar con esto! Y a esto estamos llamados en la Iglesia particular, que es donde vivimos la experiencia de fe. Es en la Iglesia particular, es en nuestra Archidiócesis de Valencia donde vamos madurando en el seguimiento de Jesucristo y, también, en la pasión por anunciarlo. La Iglesia particular que preside el Obispo es el primer ámbito de la comunión y de la misión, comunidades en las que se hace visible y cercana la comunión y la misión para salir sin miedo, servir y dar esperanza.

En nuestra cultura hemos de tener imaginación. Ésta, solamente nos la proporciona la comunión con Jesucristo. En una cultura marcada por el fuerte relativismo y por haber perdido el sentido del pecado, hemos de descubrir los cristianos que es en la Eucaristía, en el amor a Ella, donde apreciamos cada vez más el sacramento de la Penitencia. Y es éste amor y aprecio, lo que nos lleva siempre a salir sin miedos y servir siempre con esperanza, ofreciéndonos con la fuerza del Señor esa capacidad siempre nueva para vivir permanentemente en “la imaginación de la caridad” (NMI 50).

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Francisco a los Patriarcas de las Iglesias Orientales católicas: estamos llamados a buscar siempre justicia, piedad, fe, caridad paciencia y mansedumbre
(RV).- (audio) Francisco a los Patriarcas de las Iglesias Orientales católicas: estamos llamados a buscar siempre justicia, piedad, fe, caridad paciencia y mansedumbre En la Sala del Consistorio del Vaticano, el Papa Francisco ha recibido la mañana de este jueves “con alegría y espíritu de fraternidad” a los Patriarcas de las Iglesias Orientales católicas y a los Arzobispos Mayores, como ya sucedió en setiembre de 2009, con el Pontífice emérito Benedicto XVI.
“A través de sus rostros -les ha dicho el Papa- veo sus Iglesias, y en primer lugar quisiera asegurarles mi cercanía y mi oración por el rebaño que el Señor Jesús ha confiado a cada uno de ustedes. Invoco al Espíritu Santo, para que nos sugiera lo que entre todos debemos aprender y poner en practicar para servir fielmente al Señor, a su Iglesia y a toda la humanidad”.
“Nuestro acercamiento me da la oportunidad de renovar la gran estima por el patrimonio espiritual del Oriente cristiano, y recordar lo que el amado Papa Benedicto XVI dice acerca de la figura del Jefe de la Iglesia en la Exhortación Apostólica post -sinodal Ecclesia in Medio Oriente: ustedes son -cito- «los custodios vigilantes y servidores de la comunión y los servidores de la unidad de la Iglesia». Esta unidad, que están llamados a llevar a cabo en vuestras Iglesias, en respuesta al don del Espíritu, es la expresión natural y plena de la unión inquebrantable con el Obispo de Roma. Privilegiando siempre la concertación y una acción colegial y unitaria».
“Insertarse en la comunión de todo el Cuerpo de Cristo -ha proseguido el Papa- nos hace conscientes de la obligación de fortalecer la unidad y la solidaridad entre los diversos Sínodos patriarcales», en vista de la acción colegiada y unitaria de la Iglesia».
“Para que nuestro testimonio sea creíble, estamos llamados a buscar siempre «la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre». Un estilo de vida sobrio a imagen de Cristo, que se despojó para enriquecernos con su pobreza; un incansable celo y la caridad, fraternal y paternal juntas, que los obispos, sacerdotes y fieles, sobre todo si viven solos y marginados, esperan de nosotros. Pienso, sobre todo, a nuestros sacerdotes que necesitan comprensión y apoyo, también a nivel personal. Tienen derecho de recibir nuestro buen ejemplo, en lo que concierne a Dios, como en cualquier otra actividad eclesial. Nos exigen transparencia en la gestión de los bienes y preocupación por toda debilidad y necesidad. Todo esto, en la más convencida aplicación de aquella auténtica praxis sinodal, que es distintiva de las Iglesias Orientales”.
Cada uno de los prelados ha intervenido brevemente sobre el tema: “La situación de los cristianos de Oriente», en relación con tres áreas: Oriente Medio, Europa Oriental y la India, y sus respectivas comunidades de la diáspora. A las 12.00 en la Sala Clementina el Papa recibió a todos los miembros de la Asamblea Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales. Al final, el Santo Padre almorzará con los Patriarcas y Arzobispos Mayores.
ER RV

Fuente:: News.va

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Mons. MurguiMons. Jesús Murgui      Considero una providencial circunstancia que, en el marco de la Solemnidad de Cristo Rey, procedamos a la clausura del Año de la Fe y a la apertura del Año Jubilar conmemorativo del inicio de nuestra Diócesis: Cristo es el centro de nuestra fe y de la vida de nuestra Iglesia.

Debemos dar gracias a Dios por el bien que nos ha concedido a cada uno de nosotros y a nuestras comunidades a lo largo del Año que clausuramos, en el que ha estimulado múltiples iniciativas dirigidas a fortalecer, a celebrar y a compartir nuestra fe. Me resulta difícil destacar alguna de entre las muchas actividades materializadas entre nosotros a lo largo del Año, si acaso, por lo sugerentes en tantos sentidos, señalaría a las acciones inscritas en el ámbito del “Atrio de los Gentiles”. Todo ello, sin olvidar que ha sido un Año en cuyo devenir la Providencia nos ha deparado el relevo del Papa Benedicto XVI por el Papa Francisco, con las lecciones para nuestra fe y nuestra vida eclesial que este acontecimiento singular ha conllevado.

Unida a la acción de gracias, presentamos al Padre nuestra súplica por el Año Jubilar conmemorativo de los 450 años de la creación de nuestra Iglesia Diocesana, que vamos a celebrar dentro de un curso pastoral que viene marcado por el afán de cuidar la “inspiración evangelizadora” de todas nuestras actividades, por la tarea de narrar a Dios con palabras sencillas, capaces de llegar al corazón de las personas.

Son tiempos, los nuestros, de múltiples crisis que afectan y, sobre todo, desorientan a los hombres y mujeres de hoy, pero aunque el momento no es fácil, pensemos que tenemos delante de nosotros la gran oportunidad que la comunidad cristiana siempre ha tenido en su historia, incluso en los momentos más difíciles: aquella de dar razón de nuestra esperanza (1P3,15), de mostrar en la vida ordinaria que hay Alguien que da sentido a la existencia.

Cada vez es mayor nuestra convicción, tal como nos han pedido quienes han sido puestos al frente de la Iglesia como sucesores de San Pedro, de que es del todo necesaria una Nueva Evangelización en nuestras tierras, en nuestro pueblo. Así que, deseemos que el Espíritu Santo nos conduzca a que lo que realicemos con ocasión del este 450 aniversario, no solo nos lleve a conocer y a querer más a nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante, sino que sea estímulo para seguir despertándonos e implicándonos en la principal tarea de ser una Iglesia esperanzada, misionera, evangelizadora con palabras y obras, que encarne en nuestra tierra, por el bien de esta necesitada humanidad, la obra de la salvación de Cristo, el Señor, buscando la frescura de una Iglesia con el alma joven que supere el cansancio que aflige al mundo occidental, edificando una Iglesia convencida de la eficacia del Evangelio.

Gracias a todos los que habéis hecho posible un Año de la Fe que debe pervivir entre nosotros; gracias anticipadas a los que, en el Año conmemorativo que comienza, cuidaréis una memoria agradecida por los 450 años de gracia, y alentaréis la vitalidad de nuestra Diócesis para que prosiga, con renovado ardor, su misión evangelizadora en nuestra tierra, continuando su fecundo camino de servicio a nuestro pueblo iniciado en un feliz 14 de julio de 1564.

Que el amor intercesor de Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, y el patronazgo de San Vicente Ferrer, apóstol de esta tierra, sigan velando por nuestra Diócesis.

Con mi bendición y afecto a todos,

+Jesús Murgui Soriano

Obispo de Orihuela-Alicante

 

Fuente:: Mons. Jesús Murgui Soriano

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La familia y los hijosMons. Ángel Rubio     Los padres ocupan un lugar primordial en la educación humana y cristiana de sus hijos, estos son la prolongación de los padres, que al asumir la responsabilidad de engendrar un hijo, asumen, al mismo tiempo, la de su educación.

La primera comunidad donde se desenvuelve la vida del niño es la familia y en este medio ambiente que le rodea el pequeño es como una cera blanda donde se graban con facilidad toda clase de impresiones. El niño parece absorber, inconscientemente, —en el primer año de su existencia— todo lo que tiene a su alrededor, no ya con su mente, sino con su vida. Es decir, el niño inconscientemente adquiere el “mundo entero”; después todo este mundo irá pasando del inconsciente al consciente.

Con frecuencia los padres son víctimas de un defecto. Se preocupan ante todo del desarrollo físico y fisiológico de sus hijos; el cultural va quedando para el maestro a medida que avanza en edad y en cuanto a la maduración espiritual quizás se deje prácticamente “a la Iglesia” (entendiendo por tal, a los sacerdotes y religiosos). Se trata de un error grave pues, en tal caso, lo religioso suele quedar en la vida como algo postizo para siempre.

Sin embargo, la génesis de crecimiento del hombre forma una unidad en la vertiente humana y en la religiosa, o mejor, es la misma porque no crecen por caminos distintos. El medio normal en donde se realiza este crecimiento del ser humano es el hogar. Por tanto, es misión de la familia, de los padres, ser los primeros educadores en la fe. «Corresponde a los padres crear en la familia un ambiente animado por el amor y la piedad hacia Dios y hacia los hombres que favorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos» (Concilio Vaticano II, Declaración Gavissimum Educationis, 3).

Siempre ha sido relevante anunciar con esmero y vigor el evangelio de la familia. Hoy es más urgente. Nuestro pueblo aprecia mucho a la familia. Los jóvenes la valoran y desean crear una familia, a pesar de las dificultades. Aunque hay voces empeñadas en desfigurar la realidad misma del matrimonio, creemos que, ser esposo y esposa, padre y madre, es algo imprescindible para formar un hogar sobre el quicio del matrimonio.

El Papa Francisco se ha dirigido recientemente a las familias con estas palabras: «La familia se funda en el matrimonio. A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos atestiguan que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base en la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su entrega recíproca… El amor conyugal y familiar también revela claramente la vocación de la persona de amar de forma única y para siempre y de que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja, como de la misma familia, representan pasajes para crecer en el bien en la verdad y la belleza… Es una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca, de libertad profunda, de santidad, porque la santidad presupone entregarse con fidelidad y sacrificio todos los días de la vida» (25 de octubre de 2013).

Donde no hay fe efectiva ya no es posible ayudar a los niños y jóvenes a desarrollarse, a crecer y vivir como cristianos. Y sin embargo, una buena pedagogía de la fe, nos dice que como mejor se aprende a creer en Dios es conviviendo y practicando las manifestaciones de la fe con personas creyentes que nos inspiren admiración y confianza. Por eso, para un niño o para un joven, no hay mejor forma de aprender a vivir como cristiano que practicando la fe con sus padres. En los años de la infancia quien mejor puede influir es la madre, en los años de adolescencia y juventud es necesario que se sume el ejemplo y la influencia del padre, abuelos, de otros familiares, de los amigos de la familia. Se aprende a creer viviendo con quienes creen. Eso no se puede hacer en ninguna parte como en la propia familia.

 

+ Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

Fuente:: Mons. Ángel Rubio Castro

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Mons. Manuel Sánchez MongeMons. Manuel Sánchez Monge    El derecho a la salud es uno de los derechos humanos básicos para poder llevar la vida humana con dignidad. Ahora bien, la salud no es simplemente la carencia de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud ha definido ésta como “un estado completo de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de dolencia o enfermedad”. Por tanto, abarca el bienestar físico que implica hábitos correctos de alimentación, higiene, prevención de enfermedades… También el bienestar mental, es decir un estado emocional y psicológico en virtud del cual un individuo pueda utilizar sus capacidades cognitivas y emocionales, funcionar en sociedad, y resolver las demandas ordinarias de la vida diaria. Por último, el bienestar social comprende los derechos ciudadanos, la participación en la vida social, etc…

Las personas sin hogar no disfrutan de salud en el sentido que acabamos de describir. Casi todas padecen alguna enfermedad crónica, algunas tienen una discapacidad reconocida, casi la mitad han sido víctimas de algún delito o agresión…, según los últimos datos estadísticos. Carecer de salud es un factor más de su exclusión por la sociedad y la estigmatización que como personas viven cada día. Y otro dato más: la esperanza de vida de las personas sin hogar es 25 años inferior al resto de la población. Los que carecen de hogar no han elegido vivir en la calle ni las enfermedades que padecen… La reforma sanitaria actual supone un cambio de modelo que afecta fundamentalmente a las personas más desprotegidas. ¿Por qué las miramos con miedo, o lo que es peor, por evitar complicaciones, ni las miramos siquiera?

Aprovecho esta comunicación para resaltar que la crisis sigue afectando muy duramente entre nosotros. Tres millones de personas se encuentran en lo que se llama ‘pobreza severa’, es decir, disponen de menos de 307 euros al mes para cubrir todas sus necesidades. El poder adquisitivo ha bajado un 4% y los precios han crecido en torno al 10%. Estamos viviendo una segunda oleada de empobrecimiento y exclusión social con los efectos más perniciosos. Hay muchas personas que siguen en el medio del túnel de la crisis y no logran vislumbrar ese atisbo de luz del que hablan los economistas de altos niveles.

Desde Cáritas Diocesana insistimos en que ni la Iglesia ni la sociedad como tal pueden permanecer ajenas a una situación en la que todos podemos formar parte de la solución. No debemos, a pesar de las dificultades, relajar nuestra caridad y nuestra solidaridad.

  † Manuel Sánchez Monge,

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Fuente:: Mons. Manuel Sánchez Monge

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Mons. Casimiro LópezMons. Casimiro López Llorente     Queridos diocesanos:

En este año de 2013 conmemoramos los cien años de la llegada a la Diócesis de Segorbe, de mi venerable predecesor, fray Luis Amigó y Ferrer (Masamagrell [Valencia]1854-1934). Perteneciente a la orden capuchina. Fray Luis había fundado los Institutos de Terciarios Capuchinos y Terciarias Capuchinas para la atención de la infancia y juventud marginada. Siendo Obispo de Solsona, el Papa le trasladó a la de Segorbe, de la que fue Obispo desde el 18 de julio de 1913 hasta el año 1934, en que falleció en Masamagrell.

Su episcopado se caracterizó por una fuerte implicación social y una viva preocupación por la atención a los más necesitados, por la organización y atención de las parroquias, la promoción de movimientos juveniles y la difusión de la doctrina a través de cartas pastorales y obras impresas. Fray Luis tenía una profunda devoción a la Eucaristía y a María Santísima. Es de destacar también su gran inquietud por la conservación de los bienes culturales de la Iglesia, creando el ansiado Museo Diocesano en el Palacio Episcopal, precedente del actual Museo Catedralicio de Segorbe; con ello quería favorecer la seguridad, conservación y muestra del patrimonio artístico de la Iglesia, maltratado a lo largo de todo el siglo XIX, tras continuas guerras, expolios, conflictos y desamortizaciones. Su condición de conventual hizo que Fray Luis cuidara de modo particular la presencia de comunidades religiosas en la Diócesis.

Al Obispo Amigó le tocó, sin embargo, vivir en una España difícil, de incipiente laicismo e indiferencia religiosa así como de ligereza en la práctica cristiana. Reinaba un ambiente de conflictividad, como queda reflejado en sus escritos. Sus pastorales muestran su preocupación por la información y la imagen de la Iglesia en los medios impresos, por la conservación del patrimonio eclesiástico y por la enseñanza de la doctrina cristiana. Famosa fue su Pastoral Acatamiento y colaboración con las autoridades de la República, donde denunció la persecución de la Iglesia tras el ataque a los templos en mayo de 1931, a la vez que mostró el papel conciliador de los hijos de Dios:”No neguemos nuestro concurso a las autoridades que lo deseen, para que nuestra España siga por el camino de la paz y orden, y respeto comenzados”. Ante la precariedad del mantenimiento del Culto y del clero por la supresión de las partidas respectivas en el presupuesto del Estado, sus palabras siempre fueron esperanzadas, buscando la colaboración de todos los fieles en el mantenimiento de la Iglesia ante la nueva situación. Sin embargo, Fray Luis veía en la buena catequesis e instrucción cristiana del pueblo fiel el mejor apostolado en aquellos tiempos difíciles.

Como religioso, prelado y fundador de dos Congregaciones, Monseñor Amigó fue una de las personalidades más prestigiosas en el ámbito de la espiritualidad hispana de la primera mitad del pasado siglo. Que esta efeméride sirva para recordar y difundir la persona y los valores del Obispo Amigó, ejemplo y testimonio de buen cristiano y obispo, de fe eucarística y devoción mariana, de preocupación pastoral y social en momentos de especial dificultad, siempre bajo el amor misericordioso de Dios y a la sombra de la cruz de Cristo crucificado. Que la fe en Cristo y la impronta de su caridad en nuestros corazones nos acerquen a las ‘periferias existenciales’ y a los marginados y abandonados por la sociedad, como reflejo del amor y de la misericordia de Dios.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente:: Mons. Casimiro López Lorente

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Gil_tamayo_2013_3El nuevo Secretario General de la Conferencia Episcopal Española ha ofrecido esta mañana su primera rueda de prensa tras su nombramiento. En ella ha querido agradecer la acogida recibida tanto por parte de los obispos españoles, como de los profesionales de los medios de comunicación,  muchos de los cuales “son viejos amigos” como él mismo ha recordado en alusión a sus 13 años en la Conferencia Episcopal en la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación.  Natural de Badajoz, José María Gil Tamayo ha destacado que llega a la Conferencia Episcopal para “servir a la Iglesia en España” afirmando que tiene “un deber irrenunciable: la eficacia, estamos llamados a ser eficaces”.

José María Gil Tamayo se ha definido a sí mismo como “sacerdote y periodista” y ha sido esta labor comunicativa esencial en la vida de la Iglesia la que ha centrado gran parte de su intervención. En esta línea, el sucesor de Mons. Juan Antonio Martínez Camino ha destacado que una parte importante de su labor como Secretario será la de “comunicar con fidelidad aquello que determinen los obispos españoles.  “En esa dimensión”  ha señalado dirigiéndose a los periodistas “os veo como compañeros necesarios para llevar y ejercer la tarea de mediación, por mi parte, desde esta institución con la sociedad. Con los católicos, que por serlo no renuncian a su derecho de una información sobre los asuntos de la Iglesia y al resto de la sociedad, porque la  Iglesia tiene una importancia grande en nuestro país”. El Secretario de la CEE ha apuntado que en esta tarea entra “transmitir lo que la Iglesia es en realidad; la Iglesia que es la voz que se percibe en los ambientes más necesitados incluso cuando los demás abandonan

Preguntado por el “cambio de aires” que se atribuye a la Iglesia con la llegada del Papa Francisco, José María Gil Tamayo, miembro consultor del Pontificio Consejo de Comunicaciones Sociales, ha enfatizado cómo “para la realidad española es muy importante ese cambio renovador del Papa Francisco al igual que ha sido muy importante el magisterio, la profundidad y la humildad de Benedicto XVI, especialmente en sus visitas a nuestro país”.

El secretario General de la Conferencia Episcopal ha destacado, varias veces, la importancia de que los católicos manifiesten su Fe y sus posturas en la sociedad actual. En esta línea ha argumentado que “Comunicativamente, hay que ir por delante. Creo que la Iglesia tiene una voz y ha de transmitir esa voz, de manera respetuosa, en los temas de opinión pública”. En esta línea ha subrayado que “la Iglesia se dedica, por mandato desde hace 2000 años, a transmitir una Buena Nueva, que es buena, no podemos transmitir calamidades. Esto es lo que está haciendo el Papa. En comunicación, la Iglesia podemos y debemos mejorar siempre. Gráficamente ha destacado que “La Iglesia necesita salir de las páginas de sucesos y ocupar el lugar que le corresponde por su dimensión religiosa.  Gil Tamayo ha subrayado la necesidad de una comunicación positiva del Evangelio en la sociedad actual “no vamos a ser gentes de sacristía ni gente que arrolle la libertad de los demás pero sin renunciar a profesar nuestras convicciones con simpatía, con alegría, con fuerza y que se refleje en los medios con la correspondencia a la realidad. Esta es la riqueza de la realidad de la Iglesia en España”.

Agencia SIC

Fuente:: SIC

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El Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, presidirá en el Cementerio de los Mártires de Paracuellos una Santa Misa con ocasión de la Clausura del Año de la Fe . En esa misma celebración religiosa se conmemorará, igualmente, el LXXVII Aniversario del Martirio de 134 Beatos de Paracuellos de Jarama. El celebración tendrá lugar el domingo 24 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, a las 12 horas. Concelebrarán superiores y representantes de las órdenes a las que pertenecen los religiosos y sacerdotes cuyos restos mortales descansan en este Camposanto.

 

La Santa Misa de clausura del Año de la Fe, convocado por Papa emérito S.S. Benedicto XVI, tendrá lugar en el Cementerio de los Mártires de Paracuellos, tomando ocasión del LXXVII Aniversario del Martirio de los ya 134 Beatos, Testigos de la Fe, cuyas reliquias allí reposan. El pasado 13 de octubre el Santo Padre, el Papa Francisco, beatificó a 522 mártires del siglo XX en España, 15 de ellos religiosos cuyos restos descansan en Paracuellos, en concreto: 3 Hermanos Maristas, 1 sacerdote de la Orden de San Jerónimo, 1 Capuchino, 1 religioso de la Orden del Carmen y 9 Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle).

La Santa Misa será concelebrada por superiores y representantes de las órdenes a las que pertenecen los religiosos y sacerdotes cuyos restos mortales descansan en este bendito Camposanto.

Los datos

En la Guerra Civil española, durante la batalla de Madrid de 1936, varios miles de prisioneros fueron asesinados en el paraje del Arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama. Las matanzas se realizaron con ocasión de los traslados de presos, conocidos como “sacas”, desde diversas cárceles de Madrid entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936. Muchas de aquellas víctimas fueron asesinadas únicamente como consecuencia de su fe católica y en el contexto más amplio de la persecución religiosa que venía dándose en España desde años atrás. Al finalizar la guerra aquel paraje fue progresivamente dignificado construyéndose allí una pequeña iglesia y dando lugar a lo que hoy conocemos como Cementerio de los Mártires de Paracuellos.

Dicho Cementerio está custodiado por la Hermandad de Ntra. Sra. de los Mártires de Paracuellos, asociación de fieles católicos perteneciente a la Diócesis de Alcalá de Henares.

Según consta en los archivos, son miles las víctimas inocentes, centenares de ellas menores de edad, cuyos restos descansan en aquel Camposanto. De entre dichas víctimas hay sacerdotes y seminaristas de, al menos, ocho arzobispados y diócesis: Archidiócesis de Madrid, Arzobispado Castrense, Archidiócesis de Toledo y las Diócesis de Getafe, Ciudad Rodrigo, Jaén, Lugo y naturalmente Alcalá de Henares.

Allí también reposan los restos mortales de centenares de religiosos pertenecientes, al menos, a 20 órdenes religiosas: Agustinos, Capuchinos, Carmelitas, Carmelitas Descalzos, Claretianos, Dominicos, Escolapios, Franciscanos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Hospitalarios de San Juan de Dios, Jerónimos, Jesuitas, Marianistas, Maristas, Misioneros Oblatos, Paules, Pasionistas, Redentoristas, Sagrados Corazones de Jesús y María y Salesianos.

De entre estos religiosos ya han sido beatificados por el papa Beato Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI y ahora el papa Francisco, 134 mártires: 63 religiosos Agustinos, 22 Hospitalarios de San Juan de Dios, 13 Dominicos, 6 Salesianos, 15 Misioneros Oblatos, 3 Hermanos Maristas, 1 sacerdote de la Orden de San Jerónimo, 1 Capuchino, 1 religioso de la Orden del Carmen y 9 Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle).

De entre los miles de seglares católicos, cuyos restos mortales descansan en ese mismo lugar, muchos pertenecían a asociaciones y movimientos apostólicos como Acción Católica, la Adoración Nocturna Española o las Congregaciones Vicencianas.

Respecto a muchos de estos cristianos laicos se iniciará en su momento una causa de beatificación; a tal efecto el Obispo de Alcalá de Henares Mons. Juan Antonio Reig nombró un Delegado y un Subdelegado para la Causa de los Santos, que con las ayudas pertinentes, han dado los primeros pasos en este sentido.

Todas estas circunstancias hacen del Cementerio de los Mártires de Paracuellos un lugar sagrado, un verdadero ‘coliseo’ español, una verdadera «‘catedral’ de los mártires», levantada con la sangre de multitud de Testigos de la Fe, muchos de ellos elevados ya a la gloria de los altares.

Fuente:: SIC

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