Barcelona Narcis JubanyLas facultades de Teología y Filosofía de Catalunya han celebrado el acto conmemorativo del centenario del nacimiento del Cardenal Dr. Narcís Jubany Arnau y del Dr. Manuel Bonet Muixí. El acto se ha celebrado en el aula magna del Seminario Conciliar y ha sido presidido por el Cardenal Lluís Martinez Sistach, Arzobispo de Barcelona, y por los decanos de ambas facultades. Entre los asistentes que han llenado la sala, han estado presentes Mons. Jaume Pujol, Arzobispo de Tarragona, Mons. Joan-Enric Vives, Arzobispo de Urgell, Mons. Sebastià Taltavull, obispo Auxiliar de Barcelona, y Mons. Pere Tena, Obispo auxiliar emérito de la ciudad.

Narcís Jubany, amor apasionado por el clero

El Dr. J. M. Martí Bonet ha realizado una semblanza del Cardenal Jubany repleta de anécdotas. Ha dibujado a Jubany como un hombre sabio, prudente y delicado, que destacó por su “amor profundo por la Iglesia, pero, sobre todo, por los sacerdotes; y se enfadaba cuando un sacerdote no conocía a otro de su misma diócesis”. Entre las anécdotas que ha relatado Martí Bonet destaca que el Cardenal Jubany se reunía todos los días a media mañana con varios sacerdotes del Palacio Episcopal para charlar “con la excusa de tomar el té y media docena de galletas, pero en realidad lo hacía porque le encantaba hablar”. El Dr. Martí Bonet ha destacado las abundantes glosas en las que el cardenal escribía sobre sus recuerdos de infancia en Santa Coloma de Farners, donde recibió el ejemplo de una familia “humilde y sacrificada”.

Manuel Bonet, canonista y humanista

Por su parte, el Dr. J. M. Rovira ha trazado las líneas maestras de la vida del Dr. Manuel Bonet Muixí. “Fue un hombre de fe y gran humanista, y tuvo un papel muy importante en el Concilio como asesor jurídico”. Doctorado en Derecho Canónico y profesor en Barcelona y Salamanca, el Dr. Bonet Muixí trabajó por la convivencia entre teólogos y canonistas, porque “estaba convencido de que todo cuerpo social necesita un canon jurídico”. Rovira ha querido remarcar “la centralidad en Jesucristo, su amor por la Eucarístia y su gran sentido pastoral”.

(arqbcn.org)

Fuente:: SIC

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“No se puede ser cristianos sin poner el amor de Cristo en el centro de la propia vida”, el Papa en la homilía de la misa celebrada en la Basílica Vaticana
(RV).- (Con audio) “No se puede ser cristianos sin poner el amor de Cristo en el centro de la propia vida”, el Papa en la homilía de la misa celebrada en la Basílica Vaticana El Papa Francisco celebró esta mañana la Misa en la Basílica de San Pedro, en el altar donde se custodia la tumba del Beato Juan Pablo II. Ante la presencia de un centenar de sacerdotes y varios fieles, el Pontífice comentó las lecturas del día, a saber, la Carta de San Pablo a los Romanos en la que el Apóstol de los gentiles habla de su amor por Cristo y el pasaje del Evangelio de San Lucas en el que Jesús llora por Jerusalén que no ha comprendido que Él la ama.
“Nadie pude alejarme del amor de Cristo”. El Papa comenzó con esta certidumbre de Pablo, es decir, que “el Señor le había cambiado la vida” y a partir de ese momento “este amor del Señor” es el centro de su vida. “En las persecuciones, en las enfermedades, en las traiciones” y en todo lo que ha vivido o podrá suceder, ya nada de eso podrá alejarlo del amor de Cristo:
“Era precisamente el centro de su vida, el punto de referencia: el amor de Cristo. Y sin el amor de Cristo, sin vivir de este amor, sin reconocerlo, sin alimentarse de este amor, no se puede ser cristiano: el cristiano, el que se siente mirado por el Señor, con esa mirada tan bella, amado por el Señor y amado hasta el final; siente… El cristiano siente que su vida ha sido salvada por la sangre de Cristo. Y esto hace el amor: esta relación de amor”.

Después está la imagen de la “tristeza de Jesús, cuando mira Jerusalén” que no ha comprendido su amor y que lo compara al de una clueca que quiere proteger a los pollitos bajo sus alas:
“No ha comprendido la ternura de Dios, con esa imagen tan bella, que dice Jesús. No comprender el amor de Dios: lo contrario de lo que sentía Pablo. Pero sí, Dios me ama, Dios nos ama, pero es una cosa abstracta, es una cosa que no me toca el corazón y yo me las arreglo en la vida como puedo. Allí no hay fidelidad. Y el llanto del corazón de Jesús por Jerusalén es Éste: “Jerusalén, tú no te has dejado amar; y tú te has encomendado a tantos ídolos, que te prometían todo, te decían que te daban todo, y después te han abandonado”. El corazón de Jesús, el sufrimiento del amor de Jesús: un amor no aceptado, no recibido”.

El Papa invitó a reflexionar sobre estos dos iconos: “el de Pablo que permanece fiel al amor de Jesús hasta el final” y en este amor, él que “se siente débil, se siente pecador”, “encuentra la fuerza para ir hacia adelante, para soportar todo”. Mientras, por otra parte, está Jerusalén, el pueblo infiel, “que no acepta el amor de Jesús, o peor aún” que “vive este amor pero a medias: un poco sí, un poco no, según sus propias conveniencias”:
“Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén y en el centro miremos a Jesús, su corazón, que nos ama tanto. ¿Qué podemos hacer de esto? La pregunta: ¿yo me parezco más a Pablo o a Jerusalén? ¿Mi amor a Dios es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén? Que el Señor, por intercesión del Beato Juan Pablo II, nos ayude a responder a esta pregunta. ¡Así sea!”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Paz = ausencia de guerra + dignidad y derechos de la persona humana
(RV).-(audio) Paz = ausencia de guerra + dignidad y derechos de la persona humana La dignidad y los derechos de las personas son una prioridad de la sociedad y deben ser reconocidos, respetados, protegidos y promovidos por la propia sociedad», porque» donde la justicia regula las relaciones humanas y se interesa por la dignidad de cada persona, allí prevalece la paz“.
Son palabras del cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, durante una lectio magistralis celebrada en Jerusalén, en la Facultad de Teología de la Universidad Salesiana, en el 50 aniversario de la encíclica Pacem in Terris, del beato Juan XXIII.
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“No es solamente la ausencia de guerra, sino la protección de la dignidad y los derechos de la persona humana”: es esta la paz en el sentido pleno del término y como se describe en la Pacem in Terris.
En su larga lección, el cardenal -también él estudiante en Jerusalén en 1977- hizo hincapié que el título de la encíclica del Papa Roncalli hace referencia al versículo del Evangelio de Lucas: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad «, que significa que «la paz es un don de Dios para todos los hombres, porque Dios ama a todos, y ese don se convierte en una realidad sólo para aquellos que lo aceptan «, y que «respetan lo establecido por Dios «.
El cardenal Turkson se centró después en las distintas secciones de la encíclica del Papa Roncalli, destacando algunos conceptos fundamentales: la necesidad de eliminar la discriminación entre hombres; la tutela de la libertad por parte de las autoridades, porque «todo poder debería perseguir el bien común y proteger a los débiles»; la confianza entre los Estados que implica la aplicación de los tratados internacionales; detener la corrupción; el respeto de la ley y las sanciones adecuadas para violaciones. «La autoridad política -señaló el cardenal- si está orientada hacia el bien común universal, debe necesariamente basarse en la dignidad de la persona humana como un ser libre, de derechos y deberes.» Por esta razón, agregó, «la paz debe basarse en cuatro pilares: la verdad, la justicia, el amor y la libertad», que representa «la base para el desarrollo armónico y la solidaridad entre los pueblos.»
En la última parte de su conferencia, el purpurado destacó el vínculo entre Juan XXIII y el Papa Francisco, subrayando los llamamientos del actual Pontífice a «construir la paz, para construir puentes» para poner fin a las injusticias y las desigualdades en el mundo. «Para explorar nuevas fronteras de la paz -concluyó el cardenal Turkson- un buen lugar para comenzar es en nosotros mismos». En la jornada de este viernes, 1 de noviembre, el presidente del dicasterio vaticano para la Justicia y la Paz asistirá a la manifestación «viñedos por minas» evento, creado por la organización humanitaria «Raíces de la Paz», que ha estado trabajando para recuperar tierras minadas, convirtiéndolas de nuevo en zonas agrícolas. Los eventos tendrán lugar en dos localidades: el lugar del bautismo de Jesús, a lo largo del río Jordán, y en la aldea de Husan, cerca de Belén.
ER RV

Fuente:: News.va

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Dentro de muy pocos días vamos a vivir unas jornadas de reflexión sobre la parroquia en estos momentos de la vida de los hombres. Queremos entrar en una reflexión que desea ser el inicio de un tiempo largo y profundo de conversión de toda la comunidad cristiana que desea cumplir el mandato del Señor, “id por todo el mundo y anunciad el Evangelio”. Un tiempo para salir de nosotros mismos y ver la grandeza de la misión que nos entregó el Señor, la actualidad de la misma y la necesidad que tienen los hombres de salvación. Sabemos que la “nueva evangelización” es mucho más que un slogan, no se reduce tampoco a un programa de acciones. Nos está pidiendo una conversión personal y pastoral. La Iglesia vive con una convicción profunda, sabe que tiene que encontrarse con el mundo allí donde están los hombres y como están, no puede tener ninguna reserva. Y sabe también que en todas las situaciones en las que estén los hombres se acerca a ellos Jesucristo Nuestro Señor. Para Él no hay fronteras y tampoco las tiene la Iglesia en la misión que el mismo Señor le encargó.

La misión de la parroquia, como concreción de la comunidad cristiana en una época y en una historia, pasa necesariamente por saber discernir su tiempo. Para ello, es importante recordar cómo el Beato Juan Pablo II, en todo lo que nos dijo, puso a la persona siempre en el centro. Tuvo una afirmación constante: que la Iglesia era experta en humanidad, con lo cual manifestaba que la Iglesia, al igual que Jesucristo, se sitúa junto a la persona en su más profunda intimidad. También Benedicto XVI nos dijo el modo en que los cristianos tenemos que situarnos en el corazón del mundo, haciendo realidad aquellas palabras del Señor, “vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra”. Con ello, la Iglesia lograría cambiar este mundo si hace ver a los hombres la Verdad que es Jesucristo. Y este tiempo en el que vivimos, descubrimos que hemos alcanzado los límites y que es urgente tener la valentía para reconocer la autolimitada racionalidad, de tal manera que la razón debe alcanzar el horizonte de la fe y la fe debe incluir a la razón en su propio desarrollo. La parroquia tiene que ser un faro en medio de este mundo que irradia la luz de la fe, respondiendo a los deseos más profundos y verdaderos del corazón del hombre, dando significado y esperanza a la vida de las personas, de las familias y de los pueblos.

Creo que todos hemos experimentado cómo la parroquia, a través de todos los tiempos, ha vivido unos aspectos en sus diversas circunstancias históricas que son permanentes; ha crecido, ha tenido vida y se ha convertido en misionera cuando ha introducido en su vida estos aspectos: la oración incesante, la permanencia en la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, si ha participado con fe en la celebración de la Eucaristía, que ha prolongado en la adoración al Señor. El Beato Juan Pablo II decía que “la parroquia es una comunidad de bautizados que expresan y confirman su identidad principalmente por la celebración del sacrificio eucarístico” (Ecclesia de Eucharistia, 32). De tal modo, que podemos decir, sin lugar a dudas, que la renovación de la parroquia no es solamente el resultado de oportunas iniciativas pastorales por muy útiles que sean, ni de programas elaborados. La parroquia en la “nueva evangelización” tiene que inspirarse en el modelo apostólico, tal y como aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pues la parroquia se descubre en el encuentro con Cristo, especialmente en la Eucaristía. Y es que, alimentada en la Eucaristía, crece la comunión, camina en fidelidad y acoge y camina con los diferentes carismas que van apareciendo suscitados por el Señor. ¡Qué importancia tiene la unión con Jesucristo! De esta unión saca el vigor para realizar un compromiso cada día más grande en el servicio a los hermanos, especialmente a los más pobres.

El Papa Francisco nos muestra, con su vida y con su doctrina, que el pastor de la comunidad cristiana no debe perder la cercanía a la gente. Debe ser realmente pastor, que conoce a quienes tiene, que busca a los que faltan y que le conocen todos. Todos los cristianos deben asumir la responsabilidad de la vida de la comunidad en sus diferentes aspectos. La parroquia tiene que convertirse en esa célula viva de la Iglesia, que es lugar de inspiración, de vida, de solidaridad, que ayude a todos a ir a las periferias, es decir, a llevar a Jesucristo, pues donde está Jesucristo, deja de existir la periferia, ya que donde está Él está todo el centro. Vayamos a las periferias, pero llevando a Cristo, para convertirlas en centro. ¡Qué profundidad tiene la celebración de la Eucaristía! Donde se celebra, allí está el centro; donde está el sagrario, allí está Cristo; donde van los cristianos llevando a Cristo, Él se convierte en centro. Tenemos que hacer posible que nuestras parroquias sean tan vivas, que lleguen a todas las periferias, para convertir éstas en centro, es decir, que esté Jesucristo y así sean fuerza contra toda marginación.

La parroquia tiene que vivir cada día con más fuerza esa expresión del Señor, “la paz con vosotros” (Jn 20, 19). Pues lo mismo que el Señor se presentó con este saludo después de la resurrección a todos sus discípulos que vivían en el miedo y en el temor, así la Iglesia realmente presente a través de la parroquia, debe hacerse presente en medio de los hombres y en estas circunstancias. ¡Qué importante es vivir la vocación y el compromiso misionero que tiene la Iglesia y que se debe manifestar en cada comunidad cristiana! La vocación y el compromiso misionero brotan de la Pascua. Recordemos el encuentro del Señor con los discípulos después de la resurrección cuando estaban atrincherados por “miedo a los judíos” (Jn 20, 19). El Señor después de haber abrazado la cruz por amor sin límites a todos los hombres –“nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13)– vuelve a los suyos en un encuentro extraordinario. En ese encuentro, los discípulos se sienten felices por tener nuevamente presente a Jesucristo, “se alegraron de ver al Señor” (Jn 20, 20). El encuentro con Jesucristo es un acontecimiento que da sentido a la existencia del hombre y la cambia, pues abre la vida a la auténtica libertad, da la plenitud, la riqueza y la esperanza, da la certeza de lo que es el ser humano y de lo que tiene que hacer.

La parroquia es el grupo de bautizados, fuertes en la fe en Cristo resucitado, que han sido invitados a abrir de par en par las puertas de la vida, sin miedos ni titubeos, para acoger la Palabra, que es Jesucristo y que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). De tal manera que el encuentro con el Señor nos hace vivir en la comunicación permanente con Dios y con los hermanos, y en la tarea de dar a conocer a Jesucristo con obras y palabras. Comunicación y Misión. La misión se convierte en la esencia misma de todo testimonio de fe concreto y vital. Para que podamos hacer la misión, el Señor nos ha dicho, “recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 22). La Iglesia, a través de comunidades concretas como son nuestras parroquias, se presenta a todos los hombres de nuestro tiempo que tienen hambre y sed de verdad ofreciendo el eterno mensaje del Evangelio, y nos hace protagonistas de la “nueva evangelización”, en diálogo franco y abierto con todos los hombres, llevando la alegría y las certezas que brotan del encuentro con Jesucristo. Atrevámonos a ser comunicadores de esperanza, comunicadores de fe, comunicadores de amor en medio de todos los acontecimientos que tiene la vida diaria.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos Osoro

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Mons. Ciriaco BenaventeMons. Ciriaco Benavente     El hombre es un eterno buscador de la felicidad, pero en el camino tropieza con el fracaso, el dolor, el desierto, el cansancio, las lágrimas, la frustración en definitiva. Mientras llega esa felicidad nunca lograda, tratamos de fabricar pequeños paraísos que, a veces, el tiempo se encarga de desbaratar como castillos de arena. Los fabricamos con el dinero, el prestigio, el poder, el alcohol, la droga, la efímera aventura amorosa, o con los roles sociales que asume.

Hay personas, enanas espirituales, a quienes encumbramos en la higuera artificial de la fama con la ayuda de los medios de comunicación. Y hay otras a quienes hemos juzgado y condenado; han caído tan bajo que hasta han dejado de creer en sí mismas. Pero aunque sea tan grande y abrumador el peso de sus miserias, aunque su pasado sea tan negro como una noche oscura, existe Alguien que, a pesar de todo, cree y espera obstinadamente en el hombre. Lo vemos en el episodio de Zaqueo, en Jericó.

Zaqueo era jefe de publicanos y rico. Los publicanos eran los recaudadores de impuestos al servicio de los romanos, el poder colonizador. Eran, por eso, mal vistos entre los judíos, con una mala fama ganada a pulso. Zaqueo ha oído hablar de Jesús: dicen que es “amigo de publicanos y pecadores”. Quizá le ha llegado la noticia de la curación del ciego que pedía limosna al borde del camino, en las afueras de Jericó.

Ver a alguien sin ser visto es posible; pero no es posible intentar ver a Jesús sin ser visto por Él. Zaqueo, con su historia, probablemente no pretendiera encontrase con Jesús, sólo verle, matar la curiosidad. Pero la suya no parece una curiosidad frívola, de cotilleo o de prensa amarilla. ¿Se sentía infeliz, necesitado, pequeño? ¿Andaba ya tocado por la gracia? Como era de baja estatura, ahí le tenemos, comportándose como muchacho travieso, encaramándose en una higuera.

Trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío”. La búsqueda de Jesús no es fácil. Pienso especialmente en los jóvenes, tan condicionados por la pandilla… Se lo he oído muchas veces a ellos: Basta una leve ironía de los compañeros o el comentario despectivo de un profesor para zancadillear sus propósitos. Hay que hacer un esfuerzo y auparse por encima del peso de la masa, superar respetos humanos… Eso hizo Zaqueo para ver a Jesús. Y va a ser una mirada la que le salve. “Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”.

La mirada de Jesús es bien distinta de la de la gente, que sólo veía en Zaqueo al odioso y ávido recaudador de impuestos, al ladrón. Por eso, “murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

La mirada de Jesús no se queda en la corteza, rompe y penetra en la hondura. Y allí, en esa zona misteriosa donde los curiosos y los malévolos no han sabido nunca explorar, Jesús encuentra posibilidades inéditas que pueden venir a la luz. La mirada de Cristo es creadora: capaz de acabar con lo viejo y crear algo nuevo. Es reveladora, capaz de mostrar al hombre mismo sus posibilidades. Tener fe significa creer en Alguien que cree en nosotros, que nos invita a apearnos del árbol de nuestros prejuicios, de nuestros remordimientos y de nuestros miedos; creer en Alguien que nos llama por nuestro nombre, no para reprocharnos nuestros yerros, sino para despertar nuestras posibilidades hasta entonces intactas.

La mirada de Jesús cambió el corazón de Zaqueo, porque creyó en él.Es ahora un hombre nuevo, con ojos nuevos, porque la mirada de Jesús cambia también nuestra mirada. Y Zaqueo descubre de improviso a los otros, precisamente en el momento en que están lanzando contra su puerta las piedra de la murmuración. Ve a los otros como hermanos y empieza a conjugar el verbo compartir: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”. Fue éste un gesto tan bonito que Jesús mismo proclamó que ese día había llegado la salvación a aquella casa.

Sería bueno dejarnos mirar por Jesús, concretar una cita con él, aunque tuviéramos que apearnos de autosuficiencias y orgullos. Puede ser en la intimidad de la familia, en el lugar de trabajo, en el campo, en el silencio de una iglesia, ante el confesionario…

Imagino a la mañana siguiente al Zaqueo, hasta ayer rico e infeliz, instalado en su artificial paraíso de opresión y rapiña, hoy despegado, solidario, sencillo, desnudo ante la intemperie lacerante de la verdad, pero inmensamente libre y feliz.

+ Ciriaco Benavente Mateos                                                                                                Obispo de Albacete

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     La reacción que a veces adopta un agnóstico, cuando es interpelado sobre su fe, nos plantea a nosotros el gran interrogante de si realmente la fe es necesaria para una vida plenamente humana. ¿Podemos vivir sin creer en Dios o incluso, sin creer en el Dios de Jesucristo?

La verdad es que no podemos responder a esta cuestión sin hacer antes muchos distingos y precisiones. Después de hacer las convenientes aclaraciones, responderíamos que no es posible llevar una vida plenamente humana sin creer en Dios.

Hace unos años el intelectual francés Régis Debray, asesor de políticos de izquierdas, sin confesarse él mismo creyente, manifestó públicamente que, sobre la base de su estudio acerca de la historia del monoteísmo, había que reconocer el hecho de la necesidad constante en la humanidad de creer en Dios y que esta creencia era una fuerza positiva para el avance del mundo. El Papa Benedicto XVI recordaba frecuentemente que el resultado de un mundo construido al margen de Dios o contra Dios es, y ha sido de hecho, el fracaso de los grandes mesianismos, de los totalitarismos inhumanos, como el comunismo de Stalin o el nazismo de Hitler, incluso el cientifismo o el tecnicismo que sigue amenazando. George Steiner describió muy bien la nostalgia de Dios que han dejado estas fuerzas inhumanas. Este ensayista judío, que experimentó en su vida los estragos de aquellos mesianismos totalitarios, defendió la tesis de que sólo satisfaciendo la necesidad profunda que tiene el ser humano del absoluto trascendente, puede asegurarse una vida y un orden social realmente humano.

Parece que hay en todo ser humano una especie de pasión hacia Dios. Bertrand Russell se confesaba no creyente, pero reconocía en su interior tres grandes pasiones, según sus propias palabras, “la sed de amor, la búsqueda de conocimiento y una intolerable piedad por el sufrimiento humano”. Nosotros preferimos hablar de las tres pasiones que movían a San Agustín hacia Dios: las pasiones de ser, de conocer y de amar. Para que estas pasiones nos lleven hasta Dios, lo único que hemos de hacer es no poner ningún límite al deseo.

¿Por qué no todos alcanzan a Dios y están tranquilos? Porque somos educados sólo para la satisfacción de deseos cortos y pequeños, evitando las grandes expectativas y resignándonos a nuestros límites, como decía Jain Mathew en su libro El impacto de Dios. Entonces, con estos límites que nos ponemos, resulta una humanidad que sólo “sobrevive”, que existe para “ir tirando”, con la mirada baja y con el corazón resignado, aunque de vez en cuando se ría o se lo pase bien…

Los más profundos anhelos de la persona reclaman a Dios como garantía o apoyo de su esperanza. Afirmamos esto de cada persona, tanto como de toda la sociedad. ¿En qué se apoyarán la dignidad, la razón o la justicia, cuando falte la referencia del Dios creador? J. Guitton afirmó:

“Llega el momento, y llegará cada vez más, en que, quienes crean en otra cosa más allá de lo visible, serán necesarios para que lo visible sea amado; que una luz superior sea necesaria para conocer la luz; que para gustar el sabor del buen sentido, hará falta pedir la ayuda de los hombres de fe”.

De lo que sí estamos seguros es de que sólo la fe nos permite amar el mundo con los ojos del mismo Dios.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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Barcelona Papa Francisco ForbesLa revista Forbes ha situado el Papa Francisco como la cuarta persona con más poder del mundo, por detrás de Vladimir Putin, Barack Obamay Xi Jinping. Desde su elección, el pasado 13 de marzo, Jorge Bergoglio ha adquirido una increíble relevancia a nivel mundial por diferentes motivos: organizó la jornada de oración por la paz en Siria, a la que se adhirieron otras confesiones; envió una carta al presidente ruso, Vladimir Putin, para que evitara la guerra en Siria, y sus gestos de humildad y servilismo hacia los pobres recorren todo el mundo, entre otros. No es de extrañar, por tanto, que Francisco se sitúe como la cuarta persona más poderosa del mundo.

La revista estadounidense tuvo en cuenta cuatro factores para seleccionar a 72 personas entre los 7200 millones de habitantes del mundo: sobre cuánta gente ejercen poder, los recursos financieros bajo su control, si tienen influencia en más de una esfera, y cómo utilizan de manera activa su poder para cambiar el mundo.

(arqbcn.org)

Fuente:: SIC

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Cuenca Catedral interiorEl próximo lunes, 4 de noviembre, el Obispado de Cuencaha programado tres visitas culturales a la catedral teniendo como guía a su Director, Miguel Ángel Albares. Se trata de conocer el rico patrimonio artístico de esta Santa Iglesia en tres circuitos programados para las 12:00 horas, las 13:00 horas y a las 17:00 horas. En esta ocasión, a los participantes se les describirá especialmente la Capilla de los Caballeros, recientemente restaurada.

Como ya es habitual, un día al mes, el Obispado facilita la apertura turística gratuita de la Catedral de Cuenca, con un horario que abarca por las mañanas desde las 10:00 a las 14-00 horas y por la tarde desde las 16:00 hasta las 17:00 horas. 

Cabe recordar que todos los fieles que deseen tener un tiempo de oración en la Catedral, tienen libre acceso a la capilla del Santísimo Sacramento. También se celebra una Misa coral, de lunes a sábado, a las 09:20 horas. Mientras que los domingos y festivos, la Santa Misa se celebra a las 12 y 13 horas.

 

Fuente:: SIC

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antonio_cartagenaAntonio Cartagena Ruiz, es el Director del Secretariado de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española. Más de 20 años lleva este sacerdote natural de Guardamar del Segura   trabajando en este secretariado. Como él mismo apunta con humor en la entrevista concedida a Agencia SIC“vine para estar tres años, en 1985 fui nombrado secretario de la recién creada subcomisión de Pastoral Obrera; pasaron los años y en 1991 pasé a ser el director de Director del Secretariado de Apostolado Seglar… y aquí sigo. En España si hay algo definitivo es lo provisional”.

P.- La Comisión de Apostolado seglar que la cual usted dirige el Secretariado es una de las más antiguas y que abarca varios ámbitos tan importantes como la Pastoral Obrera o Juventud,  ¿cómo se articula el trabajo de una comisión de estas características?

R.- La comisión de Apostolado seglar es, realmente, una de las más fuertes en razón del destinatario. Pensemos que la Iglesia tiene unos responsables: el Papa, Obispos… y unas formas de vida especiales, sacerdotes, religiosos… pero que conforman un pequeño tanto por ciento. En el conjunto de la Iglesia más del 90% son laicos. Esta comisión es muy compleja por ello, de no ser así…malo sería porque habría “más cabeza que miembros”.

Esta variedad en la Iglesia conforma un pluralismo legítimo pero no es un pluralismo ilimitado: sus raíces sólo se encuentran en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia. Esa es la parte de formación y espiritualidad que tratamos de garantizar en todos los movimientos y asociaciones de la Iglesia.

Por otra parte, nuestro trabajo consiste en instar al compromiso de los laicos. La Iglesia no tiene razón de ser para sí misma, tiene razón de ser en sí misma pero para el servicio, el anuncio, la presentación de Cristo al mundo como sentido, como esperanza y como salvación.

P.- En la actualidad, hablar de la importancia de los fieles laicos en la Iglesia es casi innecesario. Sin embargo, aún hoy, ¿Persiste, en algunas personas, la idea de que el papel de los laicos en la vida eclesial es “secundario”?

R.- Doctrinalmente y en el Magisterio, el papel de los laicos está clarísimo. El Concilio Vaticano II  en la Constitución Lumen Gentium habla clarísimamente qué es el laico.

Quizás antes el laico no se definía en ‘positivo’ en los documentos del Magisterio: El laico es “el que no es sacerdote, el que no es religioso”

El Concilio Vaticano II  destaca cómo el laico es aquel que por su propio Bautismo y su Confirmación tiene una función específica y concreta en la Iglesia que no pueden suplir los otros. Un papel tan importante como la del Papa, los obispos o sacerdotes… sólo que tiene funciones distintas con responsabilidades diferentes.

Por sí mismo el laico tiene la obligación de evangelizar,  no porque sea, como antes podría considerarse “la extensión del trabajo de un obispo o un sacerdote”… El papa Francisco lo dice muchas veces “hay que salir de la casa”

Hubo un tiempo en el que teníamos un laicado pasivo porque se consideraba que el laico no tenía un papel por sí mismo si no era como ‘ayuda’ de un sacerdote.

Esto cambia tras el Concilio vaticano II. Doctrinalmente esta conseguido. Cierto que en la práctica queda mucho por andar

Fuente:: SIC

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santa teresaLa consejera de Cultura de la Junta de Castilla y León acaba anunció que Ávila acogerá en 2015 una edición especial de Las Edades del Hombre con motivo del V Centenario de Santa Teresa, junto con Alba de Tormes.

La capital abulense (lugar de nacimiento de la Santa) y la localidad salmantina de Alba de Tormes (lugar donde falleció la mística) acogerán así dentro de algo más de año y medio una nueva edición de la exposición de arte sacro realizada especialmente con motivo de la conmemoración del quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Se trata, por tanto, de una de las acciones más destacadas de cuantas se celebren con motivo de tan destacada efeméride.

Esta muestra será la vigésima de Las Edades del Hombre, después de las dieciocho que se han celebrado: la última de ellas, “Credo”, cerrará sus puertas este fin de semana en Arévalo, en Ávila. Además, se da la coincidencia de que, con la exposición de 2015, Ávila será la primera ciudad que repite como sede de Las Edades (recordamos que en 2004, la Catedral albergó la muestra titulada “Testigos”).
(Diócesis de Ávila)

Fuente:: SIC

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