Seminario de reflexión sobre cuatro españoles testigos de la Fe en el último cuarto del siglo XX

Madrid (Lunes, 28-10-2013, Gaudium Press) En la sede de la Fundación Paulo VI de Madrid, se realizó este fín de semana un importante Seminario organizado por la Comisión episcopal de Apostolado Seglar, la Comisión episcopal de Pastoral y la Fundación Paulo VI, sobre cuatro figuras eclesiales que renovaron la vocación laical y su compromiso social: el Cardenal Ángel Herrera Oria, el sacerdote D. Abundio García Román, y los laicos Dña. Pilar Bellosillo García-Verde y D. Guillermo Rovirosa Albert.

El objetivo del Seminario era situar a estos testigos de la Iglesia española en su contexto social y eclesial, presentar sus rasgos personales y señalar aquellas claves que contribuyeron a impulsar un laicado más comprometido con los problemas de su tiempo.

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Mons. Antonio Algora, obispo de Ciudad Real y presidente de la Comisión episcopal de Pastoral Social y Mons. Antonio Cartagena, secretario de la Comisión epicopal de Apostolado Seglar presentaron el Seminario, en el cual D. Joaquín Luis Ortega y D. Feliciano Montero dieron dos ponencias sobre el Contexto social y eclesial de la España del tercer cuarto del siglo XX.

Las figuras de los cuatro testigos fueron presentadas por D. José Sánchez Jiménez y D. Alfonso Alcaide, así como por los padres José Damián Gaitán,ocd y Santiago Madrigal, s.j.

Participaron del Seminario 87 sacerdotes, religiosos y laicos provenientes de la CEAS (Comis. Episcopal de Apostolado Seglar), de la Comis. Episcopal de Pastoral Social. de la Acción Católica General, de la HOAC, de la Fundación Paulo VI/CEPS, de Hermandades del Trabajo así como de otros movimientos y asociaciones de apostolado seglar.

Otro objetivo del Seminario fue extraer de esos cuatro personajes, testigos de la Fe, aquellas luces y estímulos que pueden renovar e impulsar la vocación de los laicos, haciéndoles capaces de responder a los retos del mundo de hoy. Con esta finalidad fueron la ponencia de Dña. Cori Casanova y del teólogo D. Luis González-Carvajal Santabárbara.

Dña. Cori Casanova señaló que «no se puede tener una visión catástrofista y nostálgica si queremos evangelizar. Para lo cual, es necesario recordar que no hay evangelización sin amistad; si no amamos y queremos a personas concretas, recordando que es en este mundo que nos puede gustar más o menos, en donde Dios se manifiesta».

El Prof. Sánchez Jiménez recordó una frase del Cardenal Herrera Oria que considera de actualidad en nuestra época actual: «la quiebra más honda del catolicismo español es la deficiente formación de la conciencia social».

D. Luis González-Carvajal recordó que «la Iglesia no es una sociedad de idénticos» pero el «pluralismo legítimo no quiere decir pluralismo ilimitado».

Mons. Antonio Algora, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, agradeció a todos su presencia en el Seminario y les felicitó por el compromiso social apóstolico que cada uno de los que allí se encontraban tiene en sus respectivas diócesis y movimientos, señalando que como dice San Pablo, en la medida que cada uno cumple con su deber, ha combatido bien su combate, y ha corrido hasta la meta manteniendo la Fe, puede esperar el premio con el que Señor siempre justo premiará a los que lo merecen.

Gaudium Press / José Alberto Rugeles

Fuente:: Gaudium Press

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Córdoba – España (Lunes, 28-10-2013, Gaudium Press) El Obispo de Córdoba, España, Mons. Demetrio Fernández, escribió un mensaje invitando a los fieles a participar de la peregrinación al Santuario de Guadalupe, en España.

Según el prelado, esta peregrinación es como una parábola de la vida, «en la peregrinación existe una meta, el cielo, la vida eterna en la alegría de Dios, simbolizado en un lugar sagrado, un santuario, y en este caso, un santuario mariano, donde María está esperando por nosotros para mostrarnos el bendito fruto de su vientre, Jesús».

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Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, España.

Mons. Demetrio resaltó que caminar sin Jesús es seguir sin norte, por eso es necesario seguir a Jesús «ir con Él, seguir a Él, vivir como vivió É,l es acertar en la vida. Caminar sin Él es andar sin certezas y sin norte, sería perderse».

Ese camino, realizado en grupo, simboliza la Iglesia y la comunidad, «donde tenemos pastores que nos orientan en el camino de nuestra propia vida», explicó el Obispo, que continuó, «en él encontramos dificultades y alivios, fatiga y consuelo. Es duro caminar horas y horas, pero eso se torna más leve cuando es realizado en grupo». Por este motivo, «el camino en grupo es una oportunidad de servir al otro olvidándose de sí mismo. Cuántas oportunidades en una peregrinación para ejercer el servicio por amor», concluyó. (EPC)

 

Fuente:: Gaudium Press

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Redacción (Lunes, 28-10-2013, Gaudium Press) Dios se manifiesta en la obra de la creación. San Pablo escribió a los Romanos: «Con efecto, lo que es invisible en él -su eterno poder y divinidad- se tornó visible a la inteligencia, desde la creación del mundo, en sus obras» (Rm 1, 20).

Además de la perfección y de la bondad con que Dios se manifestó en la obra de sus manos, cabe al hombre, creado a su imagen «cooperar con el Creador en el perfeccionamiento de la creación e imprimir, a su vez, en la tierra, el carácter espiritual que él mismo recibió». Conforme Pablo VI:

«Dios, que dotó al hombre de inteligencia, de imaginación y de sensibilidad, le dio así el medio para completar, de cierto modo, su obra: o sea artista o artífice, emprendedor, obrero o campesino, todo trabajador es un creador. Encaramado sobre una materia que le resiste, el trabajador le imprime su carácter, como para sí adquiere tenacidad, ingenio y espíritu de invención».

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Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press

Los hombres, a lo largo de los tiempos, hicieron maravillas que ciertamente reflejaron de sobremanera a Dios. Salieron de sus manos obras de arte esplendorosas, pinturas, esculturas, edificios públicos, administrativos, catedrales, jardines, palacios y castillos…

Se encuentran un poco por todo el mundo obras de gran valor histórico, cultural y artístico que se inspiraron en valores metafísicos y que deslumbran a todos los que los contemplan. Por tanto, que aliaron el fenómeno religioso a los demás.

Se comprende así el consejo dado por Juan Pablo II en un encuentro con el mundo de las religiones, de la política, de la cultura y del arte:

«Vosotros, hombres y mujeres de la cultura, del arte y de la política, debéis sentir la religión como vuestra aliada. Ella se encuentra a vuestro lado para ofrecer a los jóvenes serios motivos de compromiso. Efectivamente, ¿qué ideal es capaz de movilizar para la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien del creado en Dios, que abre a la mente, de par en par, los horizontes inmensurables de la suma perfección?»

Vemos así que la Iglesia tiene algo que decir a esta sociedad, que la religión abre nuevas fronteras y visualizaciones, sobre todo cuando los hombres deciden cooperar con la voz de la Gracia.

Por Padre José Victorino de Andrade, EP.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad del Vaticano (27-10-2013, Gaudium Press) Al final de la misa con la cual concluyó el encuentro con las familias del mundo, el Papa Francisco dirigió una oración ante una imagen de la Sagrada Familia de Nazaret, a la que encomendó a Jesús, María y José a todas las familias para que se renueven en ellas las maravillas de la gracia.

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Foto: Radio Vaticano

Antes de terminar la misa el Pontífice saludó y agradeció a todos los peregrinos y familias, venidas de los 4 puntos del orbe para conmemorar a la institución familiar junto al Obispo de Roma.

Acto seguido el Papa saludó a los prelados y fieles de Guinea Ecuatorial, que se encontraban en el Vaticano con ocasión de la ratificación del Acuerdo establecido con la Santa Sede: «La Inmaculada Virgen proteja a su amado pueblo y avancen en el camino de la armonía y de la justicia».

«Y ahora juntos rezaremos el Ángelus, dijo finalmente el Santo Padre. Con esta oración, invocamos la protección de María para las familias de todo el mundo, especialmente para aquellas que viven en situaciones de mayor dificultad. ¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros! Digámoslo todos juntos: ¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros! ¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros! ¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros!

Con información de Radio Vaticano

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad del Vaticano (Lunes, 28-10-2013, Gaudium Press) Un gran ambiente de alegría fue el que se vivió en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el pasado sábado 26 con ocasión de la peregrinación de las familias a la Tumba de Pedro.

En la ocasión miles de globos de colores se elevaron al cielo para celebrar en familia el gozo de la fe y más de 150 mil personas, procedentes de más de 70 países, se dieron cita para compartir y escuchar la catequesis del Santo Padre Francisco.

La jornada de la familia, que se extendió hasta el domingo 27 y llevó como lema «Familia, vive la alegría de la fe», fue una iniciativa del Pontificio Consejo para las Familias, e hizo parte de las actividades que viene organizando el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización para conmemorar el Año de la Fe, próximo a concluir.

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El Papa Francisco celebró la Jornada de las Familias en el Vaticano con una nutrida participación de niños.

Con un grupo de niños como espectadores y ante las miles de familias que repletaron la plaza vaticana, el Santo Padre preguntó: «¿Cómo es posible hoy vivir la alegría de la fe en familia?», sobre lo cual respondió: «Frecuentemente la vida es agotadora. Incluso tantas veces trágica, (…) pero lo que más pesa es la falta de amor. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable (…) Queridas familias, el Señor conoce nuestras fatigas, las conoce; y conoce los pesos de nuestra vida. Pero el Señor conoce también nuestro profundo deseo de encontrar la alegría del descanso (…) Jesús quiere que nuestra alegría sea plena. Lo dijo a los Apóstoles y lo repite hoy a nosotros (…) Llevaos a casa esta palabra de Jesús, llevadla en el corazón, compartidla en la familia».

Más adelante, al referirse al sacramento del Matrimonio, el Papa dijo: «Los cristianos se casan en el sacramento porque son conscientes de necesitarlo (…) Necesitan la ayuda de Jesús para caminar juntos, con confianza, para acogerse, uno al otro cada día, y perdonarse cada día, y esto es importante en las familias, saber perdonarse. Porque todos tenemos defectos, ¡todos! Y a veces hacemos cosas que hacen daño a los demás. Tener el coraje de pedir perdón cuando en la familia nos equivocamos».

Continuando su catequesis, Francisco dio tres palabras claves a las familias: permiso, gracias y perdón. «Pedimos permiso para no ser invasivos, damos gracias por el amor. Y la última, perdón. Todos nos equivocamos, y a veces se dicen palabras fuertes, pero escuchad este consejo: no terminéis el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia». Ya que, como continuó, si en la familia no hay amor «faltan la alegría, la fiesta, y el amor siempre nos los da Jesús. Él es la fuente inagotable».

Finalmente recordó a las familias que ellas también forman parte del Pueblo de Dios y les exhortó: «Caminad con alegría juntos a este Pueblo. ¡Permaneced siempre unidos a Jesús y llevadlo a todos con vuestro testimonio!».

Con información de VIS.

Fuente:: Gaudium Press

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María, Reina de la Familia, ruega por nosotros
(RV).- Al final de la misa, Francisco dirigió una oración ante una imagen de la Sagrada Familia de Nazareth, El Papa, encomendó a Jesús, María y José, todas las familias para que se renueve en ellas las maravillas de la gracia.
Antes de concluir la celebración eucarística, el Papa dio las gracias y saludó a todos los peregrinos, y especialmente a todas las queridas familias, que vinieron de muchos países del mundo para participar en el gran abrazo de la plaza de san Pedro en torno al Sucesor del Apóstol
Luego, el Papa dirigió un cordial saludo a los obispos y a los fieles de Guinea Ecuatorial, llegados desde el país africano con ocasión de la ratificación del Acuerdo con la Santa Sede. “La Inmaculada Virgen proteja a su amado pueblo y avancen en el camino de la armonía y de la justicia”.
“Y ahora juntos rezaremos el Ángelus, dijo finalmente el Santo Padre. Con esta oración, invocamos la protección de María para las familias de todo el mundo, especialmente para aquellas que viven en situaciones de mayor dificultad. ¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros!
Digámoslo todos juntos:
¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros!
¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros!
¡María, Reina de la Familia, ruega por nosotros!
ER RV

Fuente:: News.va

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Apropiarse de DiosMons.  Jesús Sanz     De entre tantas parábolas y metáforas que Jesús propuso para explicar el Reino de Dios, el secreto de su misericordia y el don de su gratuita salvación, hay una que se nos propone en este domingo que puede sorprendernos. Estemos atentos. Quien se ha encontrado con el Dios vivo alguna vez, quien ha frecuentado su amistad y ha saboreado el amor de Dios, nunca se tendrá por justo, porque justo sólo es Dios; y acercarse al solo Justo supone hacer la experiencia de comprobar nuestra desproporcionada diferencia con Él. Saberse pecador, reconocerse como no justo, no significa vivir tristes, sin paz o sin esperanza, sino situar la seguridad en Dios y no en las propias fuerzas o en una hipócrita virtud. Alguien que verdaderamente jamás ha orado, seguirá necesitando afirmarse y convencerse de su propia seguridad, ya que la de Dios, la única fidedigna, ni siquiera la ha intuido. Y cuando alguien se tiene por justo, y está hinchado de su propia seguridad, es decir, cuando vive en su mentira, suele maltratar a sus prójimos, los desprecia “porque no llegan a su altura”, porque no están al nivel de “su” santidad.


Tenemos, pues, el retrato robot de quien estando incapacitado para orar por estas tres actitudes incompatibles con la auténtica oración, como el fariseo de la parábola, llega a creer que puede comprar a Dios la salvación. La moneda de pago sería su arrogante virtud, su postiza santidad. Hasta aquí el fariseo.

Pero había otro personaje en la parábola: el publicano, es decir, un proscrito de la legalidad, alguien que no formaba parte del censo de los buenos. Y al igual que otras veces, Jesús lo pondrá como ejemplo, no para resaltar morbosamente su condición pecadora, sino para que en ésta resplandezca la gracia que puede hacer nuevas todas las cosas.

Aquel publicano ni se sentía justo ante Dios, ni tenía seguridad en su propia coherencia, ni tampoco despreciaba a nadie. Ni siquiera a sí mismo. Sólo dijo una frase, al fondo del templo, en la penumbra de sus pecados: “Oh Dios, ten compasión de este pecador”. Preciosa oración, tantas veces repetida por los muchos peregrinos que en su vida de oscuridad, de errores, de horrores quizás también, han comenzado a recibir gratis una salvación que con nada se puede comprar.

Jesús nos enseña a orar viviendo en la verdad, no en el disfraz de una vida engañosa y engañada ante todos menos ante Dios. Tratar de amistad con quien nos ama, es reconocer que sólo Él es Dios, que nosotros somos unos pobres pecadores a los que se les concede el don de volver a empezar siempre, de volver a la luz, a la alegría verdadera, a la esperanza, para rehacer aquello que en nosotros y entre nosotros, pueda haber manchado la gloria de Dios, el nombre de un hermano y nuestra dignidad. La verdadera oración siempre glorifica al Señor y bendice a los hermanos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

?@jesussanzmontes

Authors: Mons. Jesús Sanz

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La oración por los difuntosMons. Atilano Rodríguez     El día 1 de noviembre la Iglesia nos invita a contemplar el testimonio de los santos, a renovar nuestra vocación a la santidad y a pedir a Dios el perdón de nuestros pecados. A partir del siglo XIV, la Iglesia de Roma invita a los cristianos a hacer memoria de todos los difuntos al día siguiente de la festividad de Todos los Santos. En la liturgia de este día, los católicos, además de meditar en la realidad de la muerte como privación de todo lo terreno y como límite de la existencia en el mundo, elevamos nuestras súplicas al Señor por el eterno descanso de aquellos seres queridos que nos han precedido con el testimonio de su fe en Jesucristo.

Aunque la sociedad del bienestar pone todos los medios a su alcance para borrar de la conciencia de las personas la realidad de la muerte, invitando a no pensar en ella y a centrar la atención en el disfrute inmediato y en la posesión de bienes materiales, sin embargo la muerte de los seres queridos siempre nos devuelve a la cruda realidad y nos invita a preguntarnos por el sentido de la existencia en este mundo y por el más allá de la muerte.

Ante la falta de respuestas convincentes para estos interrogantes, los no creyentes se desesperan o toman la decisión de no hacerse preguntas, pues tienen que asumir que todas sus realizaciones y proyectos terminan debajo de una lápida en el cementerio. Al no creer y confiar en alguien que pueda ofrecer vida más allá de la muerte, la existencia humana se convierte en el mayor fracaso y sinsentido. Cuando el hombre piensa que, alejándose de Dios, se encuentra a sí mismo, es más libre y llega a su plena realización, descubre que su existencia termina en el mayor fracaso.

Los cristianos, por el contrario, apoyamos nuestra vida y nuestra esperanza en Jesucristo muerto y resucitado por la salvación de los hombres. En virtud de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, Dios se hace cercano a cada ser humano, comparte su misma existencia y le regala la posibilidad de participar de su salvación. Por medio de Cristo, el mismo Dios habita en nuestros corazones y nos ofrece la luz que tiene el poder de iluminar el presente y el final de la existencia.

Injertados en Cristo en virtud del sacramento del bautismo, todos los bautizados estamos convocados a vivir en Él, descubriendo su voluntad, dejándonos guiar por su Palabra y alimentándonos de su misma vida en los sacramentos. De este modo, además de permanecer en Cristo a lo largo de nuestra peregrinación por este mundo, podemos esperar confiadamente la muerte y el encuentro definitivo con Él por toda la eternidad.

Esto no quiere decir que los cristianos no experimentemos dolor y sufrimiento ante la pérdida de nuestros seres queridos o que tengamos claridad total ante la realidad de la muerte. La fe en Jesucristo resucitado y la experiencia de su amor hacia cada ser humano durante la vida terrena nos permiten esperar con paz y esperanza el momento de la muerte, porque también en ese instante el Señor está presente para cumplir sus promesas y librarnos del poder de la muerte: “Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”. Que el Señor renueve nuestra fe en su resurrección y nos ayude a vivir como resucitados ya en esta vida.

Con mi sincero afecto, feliz día del Señor.

+ Atilano Rodríguez,

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Authors: Mons. Atilano Rodríguez

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AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés       La relación de contraste entre los ojos físicos del cuerpo y los ojos creyentes del corazón da lugar a muchos juegos de palabras y a muchas paradojas. El Evangelio de San Juan es en esto un paradigma. Jesús dijo a Santo Tomás, que se resistía a creer: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto” (Jn 20,29).

Estos, llamados “dichosos” por Jesús, somos nosotros, que caminamos “como si viéramos lo invisible” (así dice la Carta a los Hebreos que caminaba Moisés por el desierto: Hb 11,27). No es una artimaña, ni una autosugestión. Tampoco caminamos en la oscuridad absoluta, pues nuestra vida está llena de signos, como regalos de la presencia de Dios, como resquicios o reflejos de su luz. Estos signos no son evidencias, pero remiten a una luz más intensa. Decía el beato cardenal Newman que los discípulos de Emaús pasaron del “ver sin creer al creer sin ver” en el momento de la fracción del pan en la cena con Jesús. El signo que les permitió pasar a la fe (creer sin ver) consistió en la fracción del pan. A través de él, es decir, la Eucaristía, se percataron de la presencia de Jesucristo, pues ésta era la forma totalmente peculiar que El tenia de ofrecer su amor.

Dos buenos amigos, J. M. Salaverri y J. S. Vila, con una larga y fecunda vida de sacerdotes a sus espaldas, convenían en la belleza de este poema, que compuso en sus últimos años la escritora Ernestina de Champourcín (1905-1999). Me lo envió uno de ellos, glosado sencillamente con estas palabras: “A nosotros, los que creemos sin ver, esta confianza nos tiene que estimular a aprovechar este tiempo de ‘creer sin ver’, pero iluminado por la fe, llenándolo de amor al Señor y al prójimo”.

“Me queda poco tiempo

con los ojos cerrados

para creer sin ver

para ir caminando,

a ciegas, deslumbrada

-en este mundo opaco-,

por tu Verbo encendido.

Amar, creer en anchos

horizontes sin fin.

¡Qué divino regalo

el de esta vida a oscuras

para vivirla amando!

No me abras los ojos,

hay un cielo más claro

para los que tantean

con su fe entre las manos.”

Es un eco de aquellas palabras de San Pablo, que, convencido de “caminar en la fe, no en la visión” (2Co 5,7), en el contexto de su célebre himno sobre la caridad, afirmaba: “ahora vemos como en un espejo, en enigma, entonces le veremos cara a cara. Ahora conozco de forma parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1Co 13,12). Poco antes de estas palabras San Pablo había cantado las excelencias del amor sobre las otras virtudes de la fe y de la esperanza. Éstas son para el peregrino, que camina todavía en este mundo. Aquélla, la caridad, es la única que quedará en la vida eterna, porque el amor no acaba nunca. Es, por tanto la virtud que corresponde a la visión cara a cara…

Entonces, si ya aquí, en este mundo, podemos vislumbrar algo de la luz mediante la fe y afrontamos sin desfallecer la vida por la esperanza, es porque la caridad, con su luz, está ya sosteniendo y alimentando nuestro creer y nuestro esperar.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Authors: Mons. Agustí Cortés Soriano

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Mons. Casimiro LópezMons. Casimiro López Llorente    Queridos diocesanos:

Hace unos semanas inaugurábamos el curso escolar para los colegios diocesanos con una Santa Misa en la Catedral de Segorbe. Nuestro deseo es que los cuatros colegios, cuyo titular es la diócesis, ofrezcan a los alumnos una educación que les ayude al pleno desarrollo su personalidad y de su ser cristianos, así como que trabajen acordes y concordes con los padres y las parroquias.

Como todos los colegios, también nuestros colegios diocesanos están influenciados por los cambios de la sociedad y de la cultura, por los problemas de la familia, por los continuos cambios del sistema educativo y por las dificultades propias de la acción educativa, que hoy toma la forma de ‘emergencia educativa’. Como dijo Benedicto XVI, cada vez es más ardua la tarea de la educación en general y de la educación cristiana en particular. Cada vez es más arduo “transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento”. Ésta es la difícil tarea no sólo de los padres, que ven reducida cada vez más la capacidad de influir en el proceso educativo de sus hijos, sino también del resto de agentes de la educación, comenzando por la escuela.

El objetivo de la educación no es simplemente enseñar cosas útiles, destrezas o habilidades, ni meramente transmitir una serie de conocimientos para ser más competitivos o alcanzar un título que garantice un puesto de trabajo lucrativo. Educar es ayudar a cada educando al pleno desarrollo de su propia personalidad en todas sus dimensiones: físicas, intelectuales, volitivas, afectivas y espirituales. Se trata de ayudar al educando a crecer en libertad y responsabilidad, a aprender a vivir en la verdad y en el bien, con amor, esperanza y perseverancia. Por eso, la educación ayuda al educando a conocerse, a poseerse, a hacerse cargo de lo que es la propia vida en el mundo para ser capaz de desarrollarla lo mejor posible, hacia adentro y hacia afuera, en la sinceridad de la propia conciencia y en el complejo entramado de relaciones interpersonales en que vivimos. Para un cristiano, todo ello ha de hacerse desde la dimensión trascendente de la persona, desde su apertura a Dios, nuestro Padre y Creador.

Por ello, si toda buena educación sólo termina cuando el educando consigue tener ante sí un ideal y un referente concreto de vida, para los cristianos este referente imprescindible es Jesucristo. Él es nuestro ideal absoluto, hombre perfecto y Dios verdadero para nosotros, en quien nos descubrimos en nuestro origen, en nuestra vocación y en nuestro destino. Por ello no hay verdadera educación si los padres católicos, con la ayuda de la escuela, de la parroquia y otros educadores, no son capaces de llevar a sus hijos al descubrimiento, la elección y la estima de Jesucristo como modelo y norma viviente de su pensamiento, de sus deseos y de sus acciones. Jesucristo es la columna vertebral de la educación de todo cristiano.

Todo lo que favorezca el crecimiento en la fe y la vida cristiana de niños y adolescentes, será beneficioso para su educación integral, es decir para el pleno desarrollo de su personalidad. En la educación, padres, escuela y parroquia no pueden ir por separado y menos aún ser contrapuestos, sino que han de caminar acordes y concordes, bien conjuntados y coordinados.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Authors: Mons. Casimiro López Lorente

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