Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro    Me ha impactado tanto el Evangelio del domingo pasado, que no puedo dejar de compartir con todos vosotros la interpelación que en mí provocó y el deseo de comunicaros lo que creo que es esencial para este momento de la historia que estamos viviendo. Hay que evangelizar, hay que salir, nuestras comunidades cristianas tienen que mirar hacia fuera y ser verdaderas exposiciones de arte, en las que cada cristiano muestre la belleza de Dios. ¿Cómo? Viviendo en una apertura absoluta a Dios y a los hombres. Es más, quien se abre a Dios, se abre a todas la realidades creadas por Dios y, muy especialmente, a los hombres, porque Él nos ha mostrado que nuestro título esencial y la belleza más grande la alcanzamos cuando nos abrimos a Él, tal y como nos ha enseñado Jesucristo. Es entonces cuando vivimos siendo conscientes de que somos hijos de Dios y, por ello, hermanos de todos los hombres.

Por eso, os decía que me había impactado el Evangelio del domingo pasado. ¡Es terrible vivir la vida cerrado en uno mismo! ¡Es tremendo vivir la vida solamente con nuestros horizontes! El juez injusto del Evangelio (Lc 18, 1-8) estaba encerrado en sí mismo: ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Algo tenemos que hacer en el mundo en el que vivimos para que la obra de arte más grande que es el hombre vuelva a estar en el centro de la historia. No pongamos en el centro nuestros egoísmos, nuestros negocios, nuestras ideas. Recuperemos lo que, desde el inicio de la creación, ha sido centro, que es el ser humano. La viuda del Evangelio vivía de un modo distinto al juez injusto, vivía en apertura total a quien es la justicia misma que es Dios; y lo hacía en su pobreza, desamparo y situación límite. Confiaba en la verdadera justicia que es Dios mismo, era perseverante y tenaz en pedir justicia, sabía que Dios nunca abandona a quien quiere mostrar la obra de arte que en nosotros, los hombres, hizo. La nueva evangelización nos está pidiendo que mostremos esa obra de arte que es el hombre como imagen de Dios. Lo pide a gritos el momento histórico en el que vive la humanidad. Hay que brillar y dar luz, y nos lo dijo el Señor: “alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16). Hay que irradiar la belleza misma de Dios de la que Él nos hizo portadores a este mundo, pues hemos sido creados a su imagen y semejanza. Y Jesucristo Nuestro Señor, cuando rompimos esa imagen por el pecado, la recuperó para nosotros definitivamente.

Fijaos en los santos. Ellos son quienes más abiertos han vivido a Dios. En Jesucristo encontraron al que da la vida verdadera, a quien muestra el camino auténtico para realizarse, a quien nos expresa la verdad de nosotros y nos descubre la belleza del ser humano cuando vive en comunión con Dios. Los santos dejaron entrar a Dios en sus vidas con todas las consecuencias y, por eso, mostraban con su vida la belleza de Dios. Contemplar a los santos nos anima a todos a dejar, como ellos, en este mundo y en medio de la historia de los hombres, su estela de bien, de belleza, de bondad, de fuerza creadora, de dinamismo que atrae a quienes los conocen y viven junto a ellos.

Estaréis de acuerdo conmigo cuando afirmo que la belleza y la verdad se tocan, pues siempre van unidas. Es necesario que estén juntas. Y la obra de arte en la que mejor se expresa esa unidad es en el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Si fuésemos capaces de no encapsularnos en nosotros mismos, sino de estar abiertos plenamente a Dios y a los hombres, comprobaríamos las consecuencias que tiene vivir siendo esta obra de arte diseñada por Dios mismo. ¿Cómo estar abiertos a Dios? Permaneciendo en diálogo permanente con Él. El Evangelio del domingo nos decía: “orar siempre sin desanimarse… Había un juez en una ciudad… en la misma había una viuda”. El juez ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Sin embargo, la viuda confiaba en la justicia a la que tenía derecho y pedía al juez injusto, sabiendo que Dios se la daría, pues vivía abierta a Él e identificaba la justicia que deseaba recibir con Dios mismo.

Mostremos la belleza de la vida cristiana. ¡Qué bonito es ser cristiano! No dejemos que se meta en esta historia una idea nefasta y mentirosa, que quiere reducir el ser cristiano a un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios. Ser cristiano es ser lo que nos dice San Pablo “no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Conocemos a Dios, se ha encarnado, se hizo visible, se hizo hombre. ¡Dios ha entrado en la historia! Ser cristianos es ser hombres y mujeres sostenidos por un gran Amor y por una revelación que no es carga sino alas. La clave para mostrar con nuestras vidas a Dios es ser testigos del Amor (cf. NMI 43). No se trata de explicar, hay que mostrar: “ven y lo verás”. El encuentro con el Señor arrastra por sí mismo, tiene fuerza propia, brilla por sí mismo. Por eso, nuestro reto es vivir con coherencia. Decir en nuestro tiempo que la belleza y la verdad se tocan tiene una fuerza especial. Cuando discutimos sobre la racionalidad de la fe, discutimos precisamente del hecho de que la razón no acaba donde acaban los descubrimientos experimentales, no acaba en el positivismo. Por ello, luchamos para que se amplíe la razón y por tanto, para que la razón esté abierta a la Belleza en la que se muestra la verdad más plenamente.

¿No os dais cuenta que los hombres de nuestro tiempo, de maneras diferentes, unas veces explícitamente y otras con interrogantes e incluso negaciones, nos están diciendo lo mismo que aquellos griegos a Felipe, el de Betsaida: “queremos ver a Jesús?” No tengamos la tentación de cerrar los labios, de retornar al silencio, de aturdirnos entre las cosas bajo pretextos diferentes. El silencio siempre es muerte. Dios siempre habla. Es más, la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Escuchemos a Dios. Dialoguemos con Dios. La gran carencia y la gran urgencia de los hombres hoy es la oración que, en definitiva, es la apertura total de sus vidas, salir de sí. Los cristianos no podemos hacer silencio sobre Dios, ni tampoco dejar de hablar de Dios. Hacer esto es suicidar a la humanidad. Sin embargo, hablar de Dios con obras y palabras es entregar salidas verdaderas a todas las situaciones de los hombres. La verdadera historia interior del cristianismo es la larga melodía de los hombres orantes que han repetido con Jesús: “Padre”. Y así, en esta repetición, realizada desde Él, hemos percibido la fraternidad que nos es dada y obligada por aquella filiación. En ella, hemos descubierto que la gran urgencia de la humanidad es amar a los hermanos, es decir, a todos los hombres, con el mismo amor que Jesús nos ha enseñado. La melodía de fondo que necesita siempre la historia es el Padrenuestro. En cada momento, se necesitan intérpretes de esta melodía, hombres y mujeres que sean capaces de decir al Señor, “aquí estoy”, “aquí me tienes”, “me pongo en tus manos”, “quiero ser instrumento que afine cada vez más y mejor la melodía que está inscrita en mí vida”.

“Orar siempre sin desanimarse” (cf. Lc 18, 1-8). Ponerse delante de Dios, estar libre y gratuitamente en presencia de Dios, acogerlo, consintiendo a su amor para ser en Él, desde Él y para Él, entrando en todos los ámbitos de la realidad, sin huir de todas las tareas históricas, transparentando la misericordia y la compasión de Dios revelada en Cristo, es nuestra tarea en la “nueva evangelización”.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Authors: Mons. Carlos Osoro

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Vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret , invitación del Papa
(RV).- (Con audio) La mañana del domingo en la esperada Jornada de la Familia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa ante miles de fieles y peregrinos de todo el mundo llegados a Roma en el marco de la Peregrinación de las Familias a la tumba de San Pedro, con el lema de “¡Familia, vive la alegría de la fe!” La oración, la fe y la alegría en familia fueron los tres peldaños de la homilía del Pontífice. Tomando el texto del Evangelio, Francisco puso en evidencia dos modos de orar: uno falso –el del fariseo– y el otro auténtico –el del publicano. «El fariseo encarna la actitud del que no manifiesta la acción de gracias a Dios: se siente justo, se siente en orden, y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal», meditó el Papa, recordándonos que la familia que ora, la familia que conserva la fe, es una familia que vive la alegría. Por esto el Obispo de Roma invitó a las familias del mundo a vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. (RC-RV)Homilía del Papa ( audio de la crónica radial): Vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret , invitación del Papa
Texto completo de la Homilía del Papa durante la Santa Misa con ocasión de la Jornada de la Familia
Las lecturas de este domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la familia cristiana.
1. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre verdaderamente se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios.
La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16), mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.
A la luz de esta Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? Pero si se hace como el publicano, es claro: humildemente, delante de Dios. Cada uno con humildad se deja mirar por el Señor y pide su bondad, que venga a nosotros. Pero, en familia, ¿cómo se hace? Porque parece que la oración sea algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo, en familia… Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, ¡como el publicano! Y todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Rezar juntos el “Padre nuestro”, alrededor de la mesa, no es una cosa extraordinaria: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y también rezar el uno por el otro: el marido por la mujer, la mujer por el marido, ambos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es orar en familia, y esto hace fuerte a la familia: la oración.
2. La segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.
También aquí, podemos preguntar: ¿De qué manera, en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, como una cuenta bancaria, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero ¿han pensado alguna vez que esta «carrera» puede ser también la carrera de la fe? Las familias cristianas son familias misioneras. Ayer hemos escuchado, aquí en la Plaza, el testimonio de familias misioneras. Son misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, ¡poniendo en todo la sal y la levadura de la fe! Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días.

3. Y un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren» (33,3). Todo este Salmo es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: «Alegraos siempre… El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). Eh … Me gustaría hacer una pregunta, hoy. Alguno lleva la alegría en su corazón a casa, ¿eh?Como una tarea que resolver. Y se responde a sí mismo. ¿Cómo es la alegría en tu casa? ¿Cómo es la alegría en tu familia? Eh, den ustedes la respuesta.
Queridas familias, ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos ensena, en familia, a tener este amor paciente, el uno con el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!
(RC-RV)

Fuente:: News.va

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Lima (Domingo, 27-10-2013, Gaudium Press) «En el centro de todo está en la familia y hay que hacer políticas sociales, económicas, deportivas y culturales articuladas alrededor de la familia. No habrá desarrollo, cultura o religión sin familia», reflexionó el Cardenal Juan Luis Cipriani en su programa radial semanal Diálogo de Fe, del sábado 26 de octubre.

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El Arzobispo de Lima reconoció que todos hemos sido formados en la institución familiar, por ello para solucionar los problemas sociales de inseguridad ciudadana se debe privilegiar la protección a la familia.

«Protege la familia, construyamos familia. Siempre que se discute un tema tiene que haber alguien que vea el tema de familia. Y lo digo con urgencia, el Perú está avanzando, tiene muchos problemas pero no solamente veamos formas creativas de involucrar al papá, a la mamá o a la juventud en una idea más bonita de cómo es la familia. La familia hay que hacerla funcionar bien, poniendo un granito de arena», refirió.

«Veo las propuestas de leyes y son todas para debilitar la familia. No premias a los que tienen cuatro hijos. Hoy la mujer está dando a luz y es un problema para la empresa, porque la empresa es inhumana. Si su criterio de selección es espantar a la mujer madre, ¿qué quiere la empresa?», continuó.

Para el Cardenal Cipriani no existen los NN.

«No estemos diciendo que las personas son «NN». La Trinchera Norte no tiene nombre, pero las personas no son «NN», tienen nombre y apellido, nacieron en un hogar, pertenecen a una familia. No se puede tirar el carné de identidad y decir: aquí (en el estadio) somos una tanda de vándalos, hasta nos tapamos las caras. Estás viendo seres sin identidad para ir y meterle un tiro al director del penal. Toda esta manera de corregir a la sociedad, si se quita a la familia no hay futuro. Y vamos viendo las consecuencias», reflexionó.

La realidad del pecado

En otro momento señaló que todos los hombres tienen esa inclinación al mal, por ello exhortó a los fieles a luchar con las tentaciones.

«No quiere decir que seas pesimista. Me doy cuenta de que necesito a Dios. (…) Y Dios es tan bueno que te ha dejado una conciencia para decirte que dentro de ti hay un piloto (la conciencia) que te intenta llevar al bien y a la verdad. Y en el mundo de hoy dices eso (reconocer la realidad del pecado) y se ríen. Porque hay una actitud de decir: qué tiene que ver Dios en la seguridad ciudadana, en la inclusión social, eso se llama agnosticismo, excluyen a Dios», mencionó.

«La humildad es la que se da cuenta y pone todo su esfuerzo para corregir; pero no puedes solo, necesitas de Dios. Por ejemplo en el tránsito, va a ayudar que ese señor que maneja no sea un sinvergüenza, que ese muchacho con su carro bonito no vaya medio borracho. Eso no se arregla solo con semáforos y papeletas sino con una preferencia a la moral», culminó.

Con información de la Oficina de Comunicaciones del Arzobispado de Lima

 

Fuente:: Gaudium Press

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“Somos un pueblo, una sola alma, convocados por el Señor que nos ama y nos sostiene, el Papa a las familias del mundo
(RV).- Esta tarde en el Vaticano comenzó el gran evento de las familias del mundo con el Papa Francisco, para vivir la alegría de la fe, que culminará mañana domingo con la misa del Obispo de Roma.

El Santo Padre bendice a todas las familias del mundo, en el marco de la Peregrinación de las Familias a la tumba de San Pedro, en el Año de la Fe, que ha llegado a la Ciudad Eterna con el lema de “¡Familia, vive la alegría de la fe!”, y con la participación de más de 150 mil personas, de más de 70 países de los cinco continentes
En esta fiesta de la familia el Papa les dijo que han venido en peregrinación de diversas partes del mundo para profesar su fe ante el sepulcro de San Pedro, en esta Plaza que las acoge y abraza, porque como dijo Francisco, “somos un pueblo, una sola alma, convocados por el Señor que nos ama y nos sostiene.
El Papa Francisco también saludó a todas las familias que se unieron a este evento a través de la televisión y de Internet, definiendo a la Plaza de San Pedro una “plaza que se ensancha sin confines”.
El Obispo de Roma recordó a las queridas familias que también ellas forman parte del Pueblo de Dios. Y les dijo que caminan con alegría junto al pueblo. Por esta razón les pidió que permanezcan siempre unidas a Jesús, y que lo lleven a todos con su testimonio.
El Papa les agradeció su presencia. Y les dijo también que todos juntos, hacemos nuestras las palabras de San pedro, que nos dan fuerza y nos darán fuerza en los momentos difíciles: “Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Con la gracia de Cristo, concluyó el Santo Padre, vivan la alegría de la fe. Que el Señor los bendiga y María, nuestra Madre, los acompañe.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Política social, desarrollo, tradición cristiana, históricas relaciones. Audiencia del Papa a Presidente de Panamá
(RV).- (con audio) Política social, desarrollo, tradición cristiana, históricas relaciones. Audiencia del Papa a Presidente de Panamá Este sábado, el Santo Padre recibió, en audiencia en el Palacio Apostólico Vaticano, al Presidente de la República de Panamá, Ricardo Alberto Martinelli Berrocal, que luego mantuvo un encuentro con Monseñor Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados.
Un Comunicado de la Santa Sede, señala que «en las cordiales conversaciones, se trataron algunos temas relacionados con la situación actual en el País, en particular sobre las políticas sociales puestas en marcha por el Gobierno, y los proyectos de desarrollo para la nación. Se recordó asimismo la larga tradición cristiana del País, las históricas relaciones bilaterales, con especial interés en las actuales relaciones entre la Iglesia y el Estado. En este contexto, también se expresó gratitud por el regalo de una estatua de Santa María La Antigua, Patrona de la Nación, ofrecida al Pontífice por el Jefe de Estado y colocada en los jardines del Vaticano.
Las conversaciones prosiguieron con una mirada de conjunto sobre la situación regional».
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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Encuentro, recuerdo y gratitud del Papa, exalumnos jesuitas de Uruguay
RV).- (con audio) Encuentro, recuerdo y gratitud del Papa, exalumnos jesuitas de Uruguay «¡Gracias! Si voy a Argentina – no antes del 2016 – voy también a Chile y Uruguay». Recen por mí y mis colaboradores, aquí hay mucho trabajo. Son algunas de las frases del Papa Francisco, en un clima de entrañable calidez y cordialidad, encontró a un grupo de unos 30 exalumnos jesuitas de Uruguay. Algunos acompañados por sus familiares – «Veo que hay muchos chicos; es una promesa y una esperanza», dijo el Papa Bergoglio, en su saludo que empezó bromeando sobre el mate:
«Nuevamente les quiero agradecer la visita y el saludo. ¡Me traen tantos recuerdos de allá! Lo único que me extraña es que no haya ninguno con el mate. ¿No se animaron? Ahí les faltó la veta uruguaya. Porque cuando vino el Presidente de ustedes estábamos con el mate. Bueno, gracias en serio.
Veo que hay muchos chicos; es una promesa y una esperanza. A mí esto me trae muchos recuerdos de los compañeros que han organizado esto, y cosas lindas.
No sé cuándo está planeado ir allá, antes del dieciséis no, seguro. Pero lo que sí es seguro es que si visito Argentina, tengo que visitar Chile y Uruguay, los tres juntos. Así que estaremos allí.
Bueno, les agradezco todo de nuevo, y les pido un favor, que recen por mí, ¿eh? Porque acá la gente es muy buena, son buenos compañeros y todos trabajan juntos, pero el trabajo es mucho, y no se da abasto. Recen por mí, por los colaboradores, para que podamos seguir adelante. ¿Eh? Gracias, muchas gracias».

(CdM – RV)

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En la entrega de los premios Ratzinger 2013, Francisco dice que los libros sobre Jesús de Nazaret de su predecesor son un regalo a la Iglesia
(RV).- (audio) En la entrega de los premios Ratzinger 2013, Francisco dice que los libros sobre Jesús de Nazaret de su predecesor son un regalo a la Iglesia Este sábado, en la Sala Clementina, el Papa Francisco ha hecho entrega de los premios Ratzinger 2013 de teología.
Los dos galardonados con el «Premio Ratzinger» – establecido en 2011 por la «Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI» – este año son: el profesor Richard A. Burridge, biblista inglés, Decano del King College de Londres, y ministro de la Comunión Anglicana y el profesor Christian Schaller, laico, docente de teología dogmática y vicedirector del instituto Papa Benedicto XVI, de Ratisbona (Alemania).
Una ocasión para recordar con gran afecto al Papa emérito. De hecho, Francisco ha querido compartir con los presentes una reflexión sobre el don verdaderamente único, que el Papa emérito ha dado a la Iglesia con los libros sobre Jesús de Nazaret. Y ha recordado que cuando se publicó el primer volumen, “algunos dijeron, que un Papa no debía escribir libros sobre teología, sino encíclicas… Ciertamente, el Papa Benedicto XVI se había puesto este problema, pero incluso entonces, -ha explicado Francisco- como siempre, siguió la voz del Señor en su conciencia iluminada”.
“Con estos libros él no hizo magisterio, en el sentido propio, y tampoco un estudio académico. Él hizo un regalo a la Iglesia y a todos los hombres, de aquello que tenía de más preciado: su conocimiento de Jesús, fruto de años y años de estudio, de confrontación teológica, de oración -porque que Benedicto XVI hacía teología de rodillas y todos lo sabemos- y todo ello lo puso a disposición de todos de la forma más accesible”.
“Nadie puede medir el bien que ha hecho con este don el Papa Benedicto, -ha dicho el Santo Padre-, ¡sólo el Señor lo sabe! Pero todos tenemos la percepción, que muchas personas, gracias a los libros sobre Jesús de Nazaret, han alimentado su fe, han profundizado sobre ella, o incluso se han acercado a Cristo por primera vez de manera adulta, combinando las exigencias de la razón con la búsqueda del rostro de Dios”.
Al mismo tiempo, la obra de Benedicto XVI, ha terminado diciendo el Papa Francisco, ha estimulado una nueva serie de estudios sobre los Evangelios, entre la historia y cristología. Y felicitando a los galardonados también en nombre de su amado predecesor, dijo que había estado con él hace pocos días.
ER RV

Fuente:: News.va

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Nuestros profesores de ReligiónMons. Ángel Rubio     Los profesores de Religión son trabajadores de la enseñanza, cuyos derechos laborales deben ser plenamente reconocidos y tutelados. Los obispos somos los primeros interesados en ello, pues de ese modo se hace justicia a su labor y se dignifica su misión, que es misión de Iglesia. Pero, al mismo tiempo, los profesores de Religión católica ejercen una misión específica —la de formar a los alumnos en la doctrina y la Moral católica— que exige una capacitación académica especial e identificación con la doctrina que enseñan. A quienes libremente solicitan tal enseñanza hay que garantizarles que sea impartida por profesores idóneos para ello. Es la autoridad de la Iglesia quien puede ofrecer tal garantía. No son los poderes públicos, ni las organizaciones sindicales, ni ninguna otra instancia quienes están en condiciones de garantizar la idoneidad del profesorado para impartir la Religión y la Moral católica, es decir, la “misión canónica”. Esto es lo justo y lo propio de un Estado de derecho que tutela de modo positivo la libertad religiosa.

Los profesores de Religión, en general, saben perfectamente que los Obispos estamos con ellos; así lo hemos dicho y reiterado una y otra vez, particularmente en la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española de febrero pasado. Personalmente valoro altamente la ejemplaridad que muestran tanto en su labor docente como en su integridad de vida y testimonio personal, así como en su afecto y fidelidad eclesial. Sigo el gran esfuerzo que están desplegando en su formación permanente, digna de todo encomio, y en su creciente vinculación entre ellos y con otras tareas eclesiales, su excelente relación y colaboración con la Delegación Diocesana de Enseñanza y su generosidad. Soy consciente de las dificultades con que se encuentran, no sólo en las aulas, sino a veces incluso con gestos de menosprecio u otras actitudes, que prefiero callar, en el mismo centro escolar, las discriminaciones que en ocasiones tienen que soportar.

Sé que tales dificultades no les arredran, ni les echan atrás en su importante labor educativa que tan ejemplarmente vienen desempeñando. Que Dios se lo pague, y que tengan la certeza de que Dios está con ellos, que están cumpliendo con una importante misión que la Iglesia les encomienda, que están desempeñando un servicio a las familias, además de a los chicos, y a la misma sociedad con su colaboración específica a la educación integral de la persona, y con su enseñanza de la «doctrina y la Moral católica de modo académico y con el testimonio de su vida en el contexto del diálogo sistemático entre la fe y la razón».

La atención a los profesores de Religión debería ser una de las prioridades en nuestra diócesis y habremos de buscar el modo y los cauces mejores para ello, sobre todo, en orden a mantener su ánimo elevado, su testimonio valiente del Evangelio en los centros, claro y decidido, su «espiritualidad» como maestros cada día más vigorosa, y su específica cualificación profesional cada día más firmemente asentada.

La clase de Religión no es un privilegio de la Iglesia sino un derecho constitucional. En la reforma educativa de la asignatura de la clase de Religión quedan flecos importantísimos que esperamos sean subsanados. La competencia de determinar el horario —transferida a las Administraciones Autonómicas y a los centros—, podría provocar una discriminación de la enseñanza religiosa. Su tratamiento podría no serlo «en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales», en nuestro caso troncales, como exige el Art. II del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, del 3 de enero de 1979.

En el caso de la asignatura de Religión y Moral católica, el horario lectivo mínimo establecido en los Reales Decretos de Enseñanzas Mínimas que desarrollan la LOE (una hora y treinta minutos a la semana), es incumplido sistemáticamente en la actualidad por los centros. Cabe imaginarse que la situación no mejorará sino que empeorará, si se deja en manos de las Autonomías y, finalmente de los centros, la determinación del horario lectivo de la asignatura de Religión.

 

+ Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

Authors: Mons. Ángel Rubio Castro

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¡Es una vergüenza! Mons. Antonio Algora     Es la expresión del Papa que no debemos dejar que se apague entre nosotros ¡Es una vergüenza! Le salió del corazón, de un corazón que sufre con los que sufren y por los que sufren. De la Pastoral Obrera, ya hace muchos años, hemos recibido la tradición de que «debemos estar siempre del lado de los perdedores», de los perdedores de la vida.

El papa Francisco, en el vértigo de sus encuentros con todo lo que se mueve, acudió al encuentro organizado por el Consejo Pontificio «Justicia y Paz» en el L aniversario de la «Pacem ín Terris», la carta que el beato Juan XXIII escribió en plena guerra fría entre Estados Unidos y Rusia. Fue en su discurso donde incluyó la expresión ¡Es una vergüenza! En este párrafo: «La Pacem in terris traza una línea que va desde la paz que hay que construir en el corazón de los hombres a un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y de acción a todos los niveles, para que nuestro mundo sea un mundo de paz. Me pregunto si estamos dispuestos a acoger su invitación. Hablando de paz, hablando de la inhumana crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el hombre, no puedo dejar de recordar con gran dolor a las numerosas víctimas del enésimo y trágico naufragio sucedido hoy en el mar de Lampedusa. ¡Me surge la palabra vergüenza! ¡Es una vergüenza! Roguemos juntos a Dios por quien ha perdido la vida: hombres, mujeres, niños, por los familiares y por todos los refugiados. ¡Unamos nuestros esfuerzos para que no se repitan tragedias similares! Sólo una decidida colaboración de todos puede ayudar a prevenirlas».

Casualmente me ha llegado el recuerdo de este texto del sociólogo americano del siglo XVIII Tocqueville, ya hace casi dos siglos. Llama la atención la actualidad de sus palabras. Este autor había identificado en el ansia de lucro la nueva forma, que el despotismo podía asumir en las democracias: «Si intento imaginarme el nuevo aspecto que el despotismo podrá tener en el mundo, veo una muchedumbre innumerable de hombres, atentos sólo a procurarse placeres pequeños y vulgares, con los que satisfacer sus deseos. Cada uno de ellos, manteniéndose aparte, es casi extraño al destino de todos los demás: sus hijos y sus amigos constituyen para él toda la especie humana; en cuanto al resto de sus conciudadanos él está cerca de ellos pero no los ve; los toca pero en modo alguno los siente; vive en sí mismo y para sí mismo y, si le queda todavía una familia se puede decir que ya no tiene patria. Por encima de ellos se alza un poder inmenso y tutelar que solamente se encarga de asegurar sus bienes y de vigilar sobre su suerte».

Necesitamos la gracia de Nuestro Señor Jesucristo para cambiar el norte de nuestras vidas, la orientación que nos ha hecho insensibles al dolor ajeno. ¿Estamos dispuestos a reaccionar ante este estado de cosas que nos lleva a todos a poner nuestra esperanza en que se resuelva la crisis económica para resolver nuestros problemas y volver a lo mismo? La «vergüenza» que el papa Francisco siente nace de un corazón, de una vida que escapa —en su misma expresión— a lo mundano. «…La santidad no consiste ante todo en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia, es tener confianza en su acción lo que nos permite vivir en la caridad, hacer todo con alegría y humildad, para la gloria de Dios y en el servicio al prójimo. Y a los jóvenes en Asís: “El Evangelio… Este mensaje tiene dos destinos que están unidos —dijo, explicando que es una única misión— el primero, suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo, transformar el mundo según el plan de Dios, y esto es la animación cristiana de la sociedad». Con retraso ¡Felicidades Santo Padre!

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Authors: Mons. Antonio Algora

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Edificar la comunidad cristiana hoyMons. Lluís Martínez Sistach     El papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada con los cardenales electores el 14 de marzo pasado, al día siguiente de su elección, nos resumía en tres puntos -como tiene por costumbre hacer- las exigencias eclesiales de esta hora: caminar, edificar, confesar. Caminar porque nuestra vida es un camino y cuando nos detenemos la cosa no funciona. Edificar, concretamente edificar la Iglesia, comunidad sobre todo de piedras vivas, ungidas por el Espíritu Santo y fundamentadas sobre la ” piedra angular ” que es Jesucristo. Y confesar la única gloria verdadera: la de Jesucristo crucificado y resucitado.

Estas tres necesidades de esta hora -resumidas en los tres verbos citados – indican los objetivos y el marco de la carta pastoral que he dirigido a mis diocesanos para el curso actual. Se titula Vivir la fe y construir la comunidad cristiana. El curso pasado, con motivo de la celebración del Año de la Fe – que se cerrará el próximo 24 de noviembre-, propuse las diversas dimensiones de la fe cristiana en la carta pastoral titulada Hombres y mujeres de fe. En la carta pastoral de este año invito a reflexionar sobre el hecho de vivir la fe en comunidad, en Iglesia o sobre la dimensión eclesial de la fe.

La primera parte de la carta es más teológica. En la segunda y última parte, más práctica y de aplicación pastoral, he buscado proponer a toda la comunidad diocesana algunas actuaciones que me parecen especialmente necesarias ahora en la aplicación de los tres objetivos de nuestro Plan Pastoral diocesano para los años 2011-2015. Recuerdo que estos tres objetivos son: el anuncio de Jesucristo a quienes no lo conocen; la pastoral de la iniciación cristiana; y la solidaridad como expresión de la fe cristiana, solidaridad con las personas y familias que sufren más agudamente las consecuencias de la crisis económica.

La realización práctica de estos tres objetivos presupone un sujeto activo, la comunidad cristiana; es decir, aquel conjunto de personas que confiesan y dan testimonio de Cristo con obras y palabras y lo celebran y lo hacen presente en el mundo mediante la fe y los sacramentos de la fe, especialmente el bautismo y la eucaristía.

Así nació y se difundió la Iglesia en el mundo pagano: en pequeñas comunidades, establecidas desde primera hora precisamente en el mundo urbano; sólo más tarde llegó a los ambientes rurales. Hace tiempo que procuro reflexionar sobre cuáles deben ser los caminos para revitalizar las comunidades cristianas en el mundo de las grandes ciudades. Por eso, edificar comunidades cristianas abiertas y comprometidas debe ser nuestra máxima prioridad. Me gustaría que este escrito pueda contribuir a ello.

A menudo oímos decir a sacerdotes y laicos frases como estas: “No tenemos comunidad “; o bien: “Tengo creencias, pero sin Iglesia”. O también esta otra: ” Es muy difícil encontrar una verdadera comunidad”. ¿Qué podemos hacer para dar alguna respuesta a estas afirmaciones, a menudo explícitas? Ante este reto, he buscado unas orientaciones en la primera encíclica del papa Francisco, titulada Lumen fidei, es decir, La luz de la fe. Nos dice en este documento -especialmente en el capítulo tercero- que la vida de fe se da en un ámbito comunitario y tiene un fundamento comunitario. Creemos -por la gracia de Dios – cada persona, pero la vida de fe se da en un ámbito comunitario y tiene un fundamento comunitario. Por eso, en tiempos de fuerte secularización y de no pocas pruebas para la fe, me parece muy necesario que -como los primeros cristianos- podamos contar con unas comunidades cristianas que lo sean verdaderamente. Estas apoyan nuestra fe personal, frágil y tan sometida a sombras diversas. Lo decimos en cada celebración de la eucaristía: “No mires, Señor, nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”.

 

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

Authors: Mons. Lluís Martínez Sistach

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