Un llamamiento a la comunidad internacional a oponerse a la violencia y al terrorismo y para ayudar al pueblo egipcio a superar esta espiral cruenta y sangrienta, para lograr que el país regrese al camino justo, fue dirigido por los Patriarcas y los jefes de las Iglesias y comunidades religiosas de Jesuralén a través de una declaración difundida el pasado miércoles.

Por un Egipto unido y tolerante
«Nosotros, Patriarcas y jefes de las Iglesias de Jerusalén –se lee en la declaración– seguimos con gran preocupación la terrible situación de Egipto, que sufre a causa de las divisiones internas, actos terrorísticos y deliberada violencia contra personas inocentes, tanto cristianas como musulmanas. Instituciones gubernativas fueron atacadas, un gran número de soldados egipcios y policías fueron asesinados, propiedades públicas fueron destruidas e iglesias cristianas fueron profanadas». «Las profanaciones y el incendio de las Iglesias», prosigue el documento, «ha sido un escándalo sin precedentes y va contra los valores de la tolerancia, que durante siglos han animado a Egipto. Apreciamos el hecho de que muchos musulmanes se unieron junto a los compatriotas cristianos en la defensa de iglesias e instituciones».

 Condenando con fuerza «estos actos de vandalismo perpetrados por algunos extremistas», los líderes religiosos hacen un llamamiento «a todas las partes para detener la violencia y las matanzas y trabajar en favor de la unidad nacional, sin la cual Egipto corre el riesgo de llegar a una guerra civil. Estamos junto al pueblo egipcio en su lucha contra el terrorismo y las facciones contrapuestas, tanto localmente como a nivel internacional. Expresamos nuestra solidaridad y cercanía a todas las víctimas y oramos por la curación de los heridos y de quienes sufren». Oramos «al único Dios –concluyen los exponentes religiosos– para que ilumine a los líderes egipcios, a fin de que se salven los valores de la democracia, la dignidad de todos y la libertad religiosa».

 El documento está firmado por los representantes católicos, ortodoxos, protestantes y de la Custodia de Tierra Santa.

 

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El próximo sábado en Castel Gandolfo tendrán lugar las celebraciones por la Virgen del Lago
(RV).- (Con audio) El próximo sábado en Castel Gandolfo tendrán lugar las celebraciones por la Virgen del Lago Se están ultimando los preparativos en Castel Gandolfo, para celebrar el 36° aniversario de la inauguración de la Iglesia de la Virgen del Lago. En efecto, a las 18.30 del próximo 24 de agosto, Mons. Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, presidirá la Santa Misa en el jardín de esta iglesia. Y al término de la celebración, la estatua de la Virgen será llevada en procesión hasta el pequeño puerto de esta ciudad y, desde allí, proseguirá en una embarcación con una segunda procesión, seguida por diversas barcas y canoas.
Los fieles asistirán asimismo a una exhibición del Coro y de la Banda musical. En fin, ya en la playa, el escultor Alessandro Romano donará al párroco local, el Padre Pietro Diletti, una estatua de bronce que representa al ángel Custodio, y que será colocada en la Iglesia de la Virgen del Lago.
Se trata de una iniciativa que ha sido organizada por la misma parroquia pontificia titulada a Santo Tomás de Villanueva y encomendada a los salesianos, quienes hace 35 años, recibieron del Papa Pablo VI la misión del servicio pastoral en esta iglesia de la Virgen del Lago.
El origen de esta fiesta se remonta a la década de los años 50 cuando el entonces párroco de Santo Tomás de Villanueva, el Padre Dino Sella, aun antes de la construcción del templo, decidió dedicar un momento de oración y de acción de gracias a María Santísima.
Así nació esta tradición de la procesión en la orilla del Lago. Además, cabe destacar que en los años 60, Pablo VI impulso la construcción de esta iglesia. Fue el mismo Papa Montini quien la inauguró el 15 de agosto de 1977, exhortando a los fieles a admirar a la Virgen del Lago y a comprender plenamente el significado del lugar del encuentro espiritual, viendo en esta advocación un signo de la atención de la Iglesia por hacer un único cuerpo de oración, de sentimientos, de propósitos, de equilibrio y de desarrollo civil ordenado, tranquilo y unánime.
De hecho, en aquel entonces, el Pontífice saludó a los fieles diciendo: “Quién sabe si aún yo, anciano como soy, tendré aún la posibilidad de celebrar con ustedes esta fiesta. Veo que se aproxima el umbral del más allá y por esto aprovecho la ocasión de este encuentro feliz para saludar a todos, para bendecirlos a todos ustedes, a los trabajadores y a sus familias, junto a sus fatigas, sus sufrimientos, sus esperanzas y sus oraciones. Que la Virgen dé a estas plegarias mías la eficacia y la realidad que deseo que tengan. Benditos sean en el nombre de María”.
Recordamos que el 2 de septiembre de 1979 también el Beato Juan Pablo II visitó la iglesia de la “Virgen del Lago” y celebró la Santa Misa.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

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¡Bienaventurada porque has creído!
(RV).- Es el tema de la Jornada mariana que se llevará a cabo en el Vaticano los próximos 12 y 13 de octubre, en presencia del Santo Padre Francisco y de todas las asociaciones de espiritualidad mariana. Organizado por el Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, este evento se enmarca en las celebraciones del Ano de la Fe y coincide con el aniversario de la última aparición de la Virgen en Fátima: el 13 de octubre de 1917 en Cova da Iria, la Virgen apareció por sexta vez a los tres pastorcitos, luego se verificó el llamado “milagro del sol”: El disco solar cambió de color, dimensión y posición por aproximadamente diez minutos. En recuerdo de ese evento, el 12 de octubre la estatua original de la Virgen de Fátima será llevada a la Plaza de San Pedro, recibida por el Papa Francisco y expuesta a la veneración de los fieles. En esa oportunidad el Pontífice tendrá una catequesis mariana.
Esa tarde, la estatua de la Virgen se detendrá en el Santuario romano del Divino Amore, donde se rezará el Santo Rosario en conexión con los Santuarios Marianos de todo el mundo, mientras a partir de las 22.00 horas, se llevará a cabo una Vigilia de oración. El día siguiente, domingo 13 de octubre, la estatua regresará a la Plaza de San Pedro: a las 10.00 de la mañana se rezará el Rosario, y las 10.30 el Papa presidirá la Santa Misa. “Es un vivo deseo del Santo Padre – explica mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización – que esta Jornada mariana pueda tener como símbolo especial a uno de los iconos más significativos para los cristianos de todo el mundo”.
Además, es bien conocida la devoción mariana del Papa Francisco: basta recordar las visitas, llevadas a cabo privadamente, a la Basílica romana de Santa María la Mayor el día después de la elección al solio pontificio, o a la partida y regreso de la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro. Es también significativo – recuerda mons. Fisichella, el acto de consagración del Pontificado a la Virgen de Aparecida que el Papa realizó el 24 de julio pasado, en el Santuario brasileño, con esta oración:
“Oh María Santísima
De los méritos de nuestro Señor Jesucristo en tu querida imagen de Aparecida,
alcanza numerosos beneficios sobre todo a Brasil.
Yo, aunque indigno de pertenecer al número de tus hijos e hijas,
pero lleno de deseo de participar de los beneficios de tu misericordia,
postrado a tus pies consagro mi entendimiento
para que siempre pienses en el amor que mereces.
Te consagro mi lengua para que siempre te alabe y propague tu devoción.
Te consagro mi corazón para que, después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme, Oh Reina incomparable.
Tú, que en Cristo crucificado eres nuestra Madre
en el dichoso número de tus hijos e hijas,
recíbeme bajo tu protección.
Socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales,
sobre todo en la hora de mi muerte. Bendíceme oh celestial cooperadora;
y con tu poderosa intercesión,
fortaléceme en mi flaqueza a fin de que te sirva fielmente en esta vida
y después pueda alabarte, amarte y darte gracias en el cielo por toda la eternidad”.

(RC-RV)

Fuente:: News.va

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Brasilia (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Por ocasión del día de la Vida Religiosa Consagrada, conmemorado el pasado domingo 18 en todo el Brasil, el Arzobispo de Palmas y presidente de la Comisión Episcopal Pastoral para los Ministerios Ordenados y la Vida Consagrada de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil – CNBB, Mons. Pedro Brito Guimarães, envió un mensaje destinado a los religiosos.

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Titulado «Vida Consagrada, en templos complejos, ¿cuál es la salida?», la carta escrita por Mons. Pedro Brito afirmó que «la Vida Religiosa Consagrada es una caminata bella y edificante», donde los religiosos deberán «cruzar y atravesar los umbrales del punto focal, del punto de partida y del punto de llegada».

«La Vida Religiosa Consagrada tiene sus secretos, sus encantos y sus pasiones. El secreto de la vocación a la Vida Religiosa Consagrada está en el encanto por Jesús, por su Iglesia y por su pueblo. Nadie sigue fielmente, por mucho tiempo, a alguien por quien no tenga encanto. El secreto de la fidelidad en la Vida Religiosa Consagrada está en el encanto por Jesús, por su persona, su Evangelio y su proyecto de vida», exhortó.

Él además resaltó: «Quien así no vive, la llama de la vocación se apaga y la vida pierde su sentido y se vuelve fatigosa y rutina. En este estado de ánimo, difícilmente una vocación se mantendrá fiel y perseverante a la obra y la misión».

Mons. Pedro Brito también ponderó algunas reflexiones hechas recientemente por el Papa Francisco a los seminaristas, novicios y novicias, que hablaban respecto de cuestiones como el fin de la cultura de lo provisorio; la alegría por ser amados y llamados por Dios para participar de su Obra; el llamado de Jesús para seguir el camino de la madurez, de la paternidad y maternidad pastorales; y la vocación misionera, que incluye los votos de castidad y del celibato. (LMI)

Con informaciones de la CNBB.

 

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Bragança (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Una bendición acompañada de indulgencias plenarias fueron enviadas por el Papa Francisco a la Diócesis de Bragança-Miranda, situada en el nordeste de Portugal.

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La bendición papal fue enviada por ocasión del 106º aniversario de la proclamación de la Virgen Santa María Reina, Patrona de la Catedral y de la ciudad de Bragança.

Mons. Manuel Monteiro de Castro, Penitenciario mayor de la Santa Sede, presidirá la celebración de la Virgen Santísima este jueves 22, en la ciudad de Bragança. (LMI)

Con informaciones Diócesis de Bragança-Miranda.

 

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Para vivir el Evangelio con los pobres no hace falta una teología de la liberación: Secretario Pontificio Consejo para América Latina

Rimini (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Durante el ‘Meeting de Rimini para la Amistad entre los Pueblos’ que se realiza en Italia y que es promovido como un encuentro entre la fe y la cultura, el Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, el Prof. Dr. Guzmán Carriquiry hizo claridad frente a ciertas interpretaciones sobre un supuesta ruptura entre el actual pontificado del Santo Padre Francisco y los anteriores pontificados. La teología de la liberación fue también abordada por el profesor, quien la consideró innecesaria para la labor evangelizadora en las comunidades más necesitadas.

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Prof. Dr. Guzmán Carriquiry, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina

La memoria de la cercanía del entonces Obispo Jorge Mario Bergoglio con las comunidades católicas de los sectores más pobres de Buenos Aires y sus sacerdotes no es esencialmente diferente a los gestos que ha tenido como Pontífice, afirmó. «En el fondo es la misma imagen que vemos cuando lavó los pies en la cárcel de menores; visitó Lampedusa; la favela Varghina; o el hospital de tóxico-dependientes de Río de Janeiro» comentó, según declaraciones divulgadas por agencia Zenit. «¡No hace falta una teología de la liberación para hacerlo. Es suficiente el evangelio vivido, el abrazo de la caridad, el testimonio conmovido de sí».

Sobre las interpretaciones sobre las diferencias del actual pontificado con los anteriores, el Secretario del Pontificio Consejo expresó que no existe una ruptura ni una contradicción. «Juan Pablo II prefería estar por las calles del mundo que en el Vaticano. Y Benedicto XVI disparó rayos contra el hacer carrera, clericalismo, mundanidad, división, ambiciones de poder y suciedad en la Iglesia», afirmó. La reforma de la Curia que considera el Papa Francisco y que ha llamado la atención de los medios de comunicación era un deseo de Benedicto XVI y una necesidad planteada por los Cardenales antes del Cónclave.

Por este motivo, el Prof. Carraquiry criticó duramente los análisis que pretender descubrir intrigas o rivalidades entre los Pontífices. En una «obra del demonio -príncipe de la mentira y de la división- concentrarse obsesivamente en confrontar al obispo emérito de Roma y su sucesor». El motivo de esta fuerte declaración serían los efectos buscados con esta sugerencia, «sea para permanecer nostálgicamente aferrados al Papa anterior, lo que se vuelve una nostalgia ‘canalla’ cuando degenera en juicios farisaicos sobre el Papa actual; sea para elogiar al Papa actual como manera de denigrar a los predecesores».

Como una forma de hacer frente a las teorías que no corresponden con la realidad de la Iglesia, el Secretario del Pontificio Consejo invitó a tener una perspectiva más amplia que los aspectos sobre los cuales se hace una particular divulgación. Sobre la labor del Papa Francisco cuando era Arzobispo de Buenos Aires, el Dr. Carriquiry recordó: «Si bien las villas miseria crecieron mucho en las últimas décadas, Buenos Aires por cierto es mucho más que eso», explicó. «Es una enorme ciudad cosmopolita en donde hay raíces católicas populares, pero que también está marcada por todas las realidades estímulos y llagas de la cultura global».

Con información de Agencia Zenit.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Avanza proceso de renovación de las estructuras eclesiales del Arzobispado de Santiago de Chile

Santiago (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) El Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, ha iniciado un proceso de renovación de las estructuras diocesanas, el que a la fecha se encuentra bastante avanzado. El innovador proceso coincide con las exhortaciones pastorales de la V Conferencia de Obispos de Aparecida.

Dicho llamado se hizo realidad en el contexto de las Acentuaciones Pastorales 2013, en el cual el prelado exhortó a los fieles a «fortalecer y animar aquellas estructuras que sirven y crear nuevas que los tiempos y las situaciones nos vayan pidiendo».

Tal llamado se concretó mediante una etapa inicial de escucha, que está en un 95% concluida y que involucró a distintos actores eclesiales, como sacerdotes, laicos y consagrados, con el fin de recoger las distintas opiniones sobre la renovación de los organismos que componen la arquidiócesis. Los resultados serán presentados en un informe el 2014, durante la Jornada de Planificación Pastoral de la Arquidiócesis de Santiago.

Renovación al servicio de la misión pastoral

A juicio de Horario Rivera, Trabajador Social y doctor en Psicología, éste será un «primer acercamiento de lo que la gente piensa de la arquidiócesis, además de una aproximación a lo que ellos proponen».

Sin embargo, estos resultados no solo serán conocidos por los 160 asistentes de las Jornadas, sino que también se «socializarán» en un segundo proceso de escucha, entre todos los grupos que fueron entrevistados en la primera etapa, de modo que todo el proceso sea lo más participativo posible.

«Allí se plantearán cuáles son las oportunidades de mejoramiento que tenemos como Iglesia de Santiago en término de renovación de las estructuras para cumplir mejor la misión que tenemos como institución, y pensando también en lo que ocurrirá el próximo año con la misión territorial», puntualiza Rivera.

Una vez elaboradas las primeras conclusiones, se sistematizarán todas las propuestas planteadas y con aquellas se redactará un informe final, documento que se transformará en la propuesta concreta de renovación de las estructuras diocesanas que se entregará al Arzobispo en el último trimestre de 2014.

Horacio Rivera enfatiza que la reacción ante este proceso de escucha ha sido «muy positiva». «Están todos muy motivados», revela y agrega que entre las personas que él y su equipo entrevistaron «se vivió un espíritu de diálogo y ganas de hacer que nuestra Iglesia tenga la oportunidad de ser testimonio de la fe».

Por último, y aunque no adelanta los resultados, relató a fuentes de prensa de Iglesia que en las respuestas «hay mucha sintonía y hasta unanimidad». «Hay ganas de hacer cosas y apertura para cambiar. Se notaba que esto era muy esperado», concluye.

Fuente:: Gaudium Press

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Manila (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) La Arquidiócesis de Manila, localizada en la capital de Filipinas, promoverá entre los días 16 y 18 de octubre, período de conclusión del Año de la Fe, una Conferencia sobre la Nueva Evangelización, con la intención de reflexionar sobre el motivo por el cual católicos de diversos países, con fuerte tradición católica, se distanciaron de la Iglesia, a fin de proponer soluciones para acercarlos a la Fe y mantener la misión evangelizadora viva en medio a los desafíos presentados por la modernización.

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El evento será realizado en la Universidad Santo Tomás. Cerca de cinco mil participantes de países como la propia Filipinas, Taiwán, Vietnam, Brunei, Malasia, Tailandia y Myanmar son esperados para el encuentro.

Según el Cardenal Luis Antonio Tagle, Arzobispo de Manila, el encuentro buscará «llevar a los fieles al redescubrimiento de su Fe, manteniendo la misión de la nueva evangelización en sintonía con los tiempos modernos».

Crear una «experiencia con Dios», en el contexto de los desafíos del nuevo milenio; reforzar los lazos y la comunión de los católicos; y proporcionar puntos de inspiración y dirección embasados en el espíritu de la nueva evangelización, mediante una experiencia renovada de la Fe en Cristo son los principales objetivos de la reunión.

El Nuncio apostólico en Filipinas, Mons. Giuseppe Pinto, celebrará la Misa de cierre de la Conferencia. (LMI)

Con informaciones de la Radio Vaticana.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ad Caeli Reginam, la Encíclica de Pío XII que instituyó la fiesta de Santa María, Reina

Redacción (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) En el día en que la Iglesia Católica celebra el glorioso título de la Santísima Virgen como Reina, de acuerdo a la muy arraigada tradición y devoción popular, Gaudium Press comparte con sus lectores el texto completo de la Carta Encíclica Ad Caeli Reginam, de Su Santidad Pío XII. Este excepcional texto pontificio escrito en 1954 recorre las fuentes del culto a la Santísima Virgen como Reina en la tradición, la liturgia y la teología e instituye la fiesta que celebramos actualmente.

Nos unimos a la intención del Papa Pío XII de «renovar las alabanzas de nuestra celestial Madre y para hacer más viva la devoción en las almas, con ventajas espirituales» y deseamos a nuestros lectores una fructífera lectura.

CARTA ENCÍCLICA
AD CAELI REGINAM
DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR
PÍO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
PAPA XII

A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y DEMÁS ORDINARIOS LOCALES
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA

SOBRE LA REALEZA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Y LA INSTITUCIÓN DE SU FIESTA

VENERABLES HERMANOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA

A la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.

Y ahora, después de las grandes ruinas que aun ante Nuestra vista han destruido florecientes ciudades, villas y aldeas; ante el doloroso espectáculo de tales y tantos males morales que amenazadores avanzan en cenagosas oleadas, a la par que vemos resquebrajarse las bases mismas de la justicia y triunfar la corrupción, en este incierto y pavoroso estado de cosas Nos vemos profundamente angustiados, pero recurrimos confiados a nuestra Reina María, poniendo a sus pies, junto con el Nuestro, los sentimientos de devoción de todos los fieles que se glorían del nombre de cristianos.

INTRODUCCIÓN

2. Place y es útil recordar que Nos mismo, en el primer día de noviembre del Año Santo, 1950, ante una gran multitud de Eminentísimos Cardenales, de venerables Obispos, de Sacerdotes y de cristianos, llegados de las partes todas del mundo – decretamos el dogma de la Asunción de la Beatísima Virgen María al Cielo[1], donde, presente en alma y en cuerpo, reina entre los coros de los Ángeles y de los Santos, a una con su unigénito Hijo. Además, al cumplirse el centenario de la definición dogmática -hecha por Nuestro Predecesor, Pío IX, de ilustre memoria- de la Concepción de la Madre de Dios sin mancha alguna de pecado original, promulgamos[2] el Año Mariano, durante el cual vemos con suma alegría que no sólo en esta alma Ciudad -singularmente en la Basílica Liberiana, donde innumerables muchedumbres acuden a manifestar públicamente su fe y su ardiente amor a la Madre celestial- sino también en toda las partes del mundo vuelve a florecer cada vez más la devoción hacia la Virgen Madre de Dios, mientras los principales Santuarios de María han acogido y acogen todavía imponentes peregrinaciones de fieles devotos.

Y todos saben cómo Nos, siempre que se Nos ha ofrecido la posibilidad, esto es, cuando hemos podido dirigir la palabra a Nuestros hijos, que han llegado a visitarnos, y cuando por medio de las ondas radiofónicas hemos dirigido mensajes aun a pueblos alejados, jamás hemos cesado de exhortar a todos aquellos, a quienes hemos podido dirigirnos, a amar a nuestra benignísima y poderosísima Madre con un amor tierno y vivo, cual cumple a los hijos.

Recordamos a este propósito particularmente el Radiomensaje que hemos dirigido al pueblo de Portugal, al ser coronada la milagrosa Virgen de Fátima[3], Radiomensaje que Nos mismo hemos llamado de la «Realeza» de María[4].

3. Por todo ello, y como para coronar estos testimonios todos de Nuestra piedad mariana, a los que con tanto entusiasmo ha respondido el pueblo cristiano, para concluir útil y felizmente el Año Mariano que ya está terminando, así como para acceder a las insistentes peticiones que de todas partes Nos han llegado, hemos determinado instituir la fiesta litúrgica de la «Bienaventurada María Virgen Reina».

Cierto que no se trata de una nueva verdad propuesta al pueblo cristiano, porque el fundamento y las razones de la dignidad real de María, abundantemente expresadas en todo tiempo, se encuentran en los antiguos documentos de la Iglesia y en los libros de la sagrada liturgia.

Mas queremos recordarlos ahora en la presente Encíclica para renovar las alabanzas de nuestra celestial Madre y para hacer más viva la devoción en las almas, con ventajas espirituales.

I. TRADICIÓN

4. Con razón ha creído siempre el pueblo cristiano, aun en los siglos pasados, que Aquélla, de la que nació el Hijo del Altísimo, que «reinará eternamente en la casa de Jacob»[5] y [será] «Príncipe de la Paz»[6], «Rey de los reyes y Señor de los señores»[7], por encima de todas las demás criaturas recibió de Dios singularísimos privilegios de gracia. Y considerando luego las íntimas relaciones que unen a la madre con el hijo, reconoció fácilmente en la Madre de Dios una regia preeminencia sobre todos los seres.

Por ello se comprende fácilmente cómo ya los antiguos escritores de la Iglesia, fundados en las palabras del arcángel San Gabriel que predijo el reinado eterno del Hijo de María[8], y en las de Isabel que se inclinó reverente ante ella, llamándola «Madre de mi Señor»[9], al denominar a María «Madre del Rey» y «Madre del Señor», querían claramente significar que de la realeza del Hijo se había de derivar a su Madre una singular elevación y preeminencia.

5. Por esta razón San Efrén, con férvida inspiración poética, hace hablar así a María: «Manténgame el cielo con su abrazo, porque se me debe más honor que a él; pues el cielo fue tan sólo tu trono, pero no tu madre. ¡Cuánto más no habrá de honrarse y venerarse a la Madre del Rey que a su trono!»[10]. Y en otro lugar ora él así a María: «… virgen augusta y dueña, Reina, Señora, protégeme bajo tus alas, guárdame, para que no se gloríe contra mí Satanás, que siembra ruinas, ni triunfe contra mí el malvado enemigo»[11].

San Gregorio Nacianceno llama a María «Madre del Rey de todo el universo», «Madre Virgen, que dio a luz al Rey de todo el mundo»[12]. Prudencio, a su vez, afirma que la Madre se maravilló «de haber engendrado a Dios como hombre sí, pero también como Sumo Rey»[13].

Esta dignidad real de María se halla, además, claramente afirmada por quienes la llaman «Señora», «Dominadora» y «Reina».

Ya en una homilía atribuida a Orígenes, Isabel saluda a María «Madre de mi Señor», y aun la dice también: «Tú eres mi señora»[14].

Lo mismo se deduce de San Jerónimo, cuando expone su pensamiento sobre las varias «interpretaciones» del nombre de «María»: «Sépase que María en la lengua siriaca significa Señora»[15]. E igualmente se expresa, después de él, San Pedro Crisólogo: «El nombre hebreo María se traduce Domina en latín; por lo tanto, el ángel la saluda Señora para que se vea libre del temor servil la Madre del Dominador, pues éste, como hijo, quiso que ella naciera y fuera llamada Señora»[16].

San Epifanio, obispo de Constantinopla, escribe al Sumo Pontífice Hormidas, que se ha de implorar la unidad de la Iglesia «por la gracia de la santa y consubstancial Trinidad y por la intercesión de nuestra santa Señora, gloriosa Virgen y Madre de Dios, María»[17].

Un autor del mismo tiempo saluda solemnemente con estas palabras a la Bienaventurada Virgen sentada a la diestra de Dios, para que pida por nosotros: «Señora de los mortales, santísima Madre de Dios»[18].

San Andrés de Creta atribuye frecuentemente la dignidad de reina a la Virgen, y así escribe: «(Jesucristo) lleva en este día como Reina del género humano, desde la morada terrenal (a los cielos) a su Madre siempre Virgen, en cuyo seno, aun permaneciendo Dios, tomó la carne humana«[19]. Y en otra parte: «Reina de todos los hombres, porque, fiel de hecho al significado de su nombre, se encuentra por encima de todos, si sólo a Dios se exceptúa»[20].

También San Germán se dirige así a la humilde Virgen: «Siéntate, Señora: eres Reina y más eminente que los reyes todos, y así te corresponde sentarte en el puesto más alto»[21]; y la llama «Señora de todos los que en la tierra habitan»[22].

San Juan Damasceno la proclama «Reina, Dueña, Señora»[23] y también «Señora de todas las criaturas»[24]; y un antiguo escritor de la Iglesia occidental la llama «Reina feliz», «Reina eterna, junto al Hijo Rey, cuya nívea cabeza está adornada con áurea corona»[25].

Finalmente, San Ildefonso de Toledo resume casi todos los títulos de honor en este saludo: «¡Oh Señora mía!, ¡oh Dominadora mía!: tú mandas en mí, Madre de mi Señor…, Señora entre las esclavas, Reina entre las hermanas»[26].

6. Los Teólogos de la Iglesia, extrayendo su doctrina de estos y otros muchos testimonios de la antigua tradición, han llamado a la Beatísima Madre Virgen Reina de todas las cosas creadas, Reina del mundo, Señora del universo.

7. Los Sumos Pastores de la Iglesia creyeron deber suyo el aprobar y excitar con exhortaciones y alabanzas la devoción del pueblo cristiano hacia la celestial Madre y Reina.

Dejando aparte documentos de los Papas recientes, recordaremos que ya en el siglo séptimo Nuestro Predecesor San Martín llamó a María «nuestra Señora gloriosa, siempre Virgen»[27]; San Agatón, en la carta sinodal, enviada a los Padres del Sexto Concilio Ecuménico, la llamó «Señora nuestra, verdadera y propiamente Madre de Dios»[28]; y en el siglo octavo, Gregorio II en una carta enviada al patriarca San Germán, leída entre aclamaciones de los Padres del Séptimo Concilio Ecuménico, proclamaba a María «Señora de todos y verdadera Madre de Dios y Señora de todos los cristianos»[29].

Recordaremos igualmente que Nuestro Predecesor, de ilustre memoria, Sixto IV, en la bula Cum praexcelsa[30], al referirse favorablemente a la doctrina de la inmaculada concepción de la Bienaventurada Virgen, comienza con estas palabras: «Reina, que siempre vigilante intercede junto al Rey que ha engendrado». E igualmente Benedicto XIV, en la bula Gloriosae Dominae[31] llama a María «Reina del Cielo y de la tierra», afirmando que «el Sumo Rey le ha confiado a ella, en cierto modo, su propio imperio».

Por ello San Alfonso de Ligorio, resumiendo toda la tradición de los siglos anteriores, escribió con suma devoción: «Porque la Virgen María fue exaltada a ser la Madre del Rey de los reyes, con justa razón la Iglesia la honra con el título de Reina»[32].

II. LITURGIA

8. La sagrada Liturgia, fiel espejo de la enseñanza comunicada por los Padres y creída por el pueblo cristiano, ha cantado en el correr de los siglos y canta de continuo, así en Oriente como en Occidente, las glorias de la celestial Reina.

9. Férvidos resuenan los acentos en el Oriente: «Oh Madre de Dios, hoy eres trasladada al cielo sobre los carros de los querubines, y los serafines se honran con estar a tus órdenes, mientras los ejércitos de la celestial milicia se postran ante Ti»[33].

Y también: «Oh justo, beatísimo [José], por tu real origen has sido escogido entre todos como Esposo de la Reina Inmaculada, que de modo inefable dará a luz al Rey Jesús»[34]. Y además: «Himno cantaré a la Madre Reina, a la cual me vuelvo gozoso, para celebrar con alegría sus glorias… Oh Señora, nuestra lengua no te puede celebrar dignamente, porque Tú, que has dado a la luz a Cristo Rey, has sido exaltada por encima de los serafines. … Salve, Reina del mundo, salve, María, Señora de todos nosotros»[35].

En el Misal Etiópico se lee: «Oh María, centro del mundo entero…, Tú eres más grande que los querubines plurividentes y que los serafines multialados. … El cielo y la tierra están llenos de la santidad de tu gloria»[36].

10. Canta la Iglesia Latina la antigua y dulcísima plegaria «Salve Regina», las alegres antífonas «Ave Regina caelorum», «Regina caeli laetare alleluia» y otras recitadas en las varias fiestas de la Bienaventurada Virgen María: «Estuvo a tu diestra como Reina, vestida de brocado de oro»[37]; «La tierra y el cielo te cantan cual Reina poderosa»[38]; «Hoy la Virgen María asciende al cielo; alegraos, porque con Cristo reina para siempre»[39].

A tales cantos han de añadirse las Letanías Lauretanas que invitan al pueblo católico diariamente a invocar como Reina a María; y hace ya varios siglos que, en el quinto misterio glorioso del Santo Rosario, los fieles con piadosa meditación contemplan el reino de María que abarca cielo y tierra.

11. Finalmente, el arte, al inspirarse en los principios de la fe cristiana, y como fiel intérprete de la espontánea y auténtica devoción del pueblo, ya desde el Concilio de Éfeso, ha acostumbrado a representar a María como Reina y Emperatriz que, sentada en regio trono y adornada con enseñas reales, ceñida la cabeza con corona, y rodeada por los ejércitos de ángeles y de santos, manda no sólo en las fuerzas de la naturaleza, sino también sobre los malvados asaltos de Satanás. La iconografía, también en lo que se refiere a la regia dignidad de María, se ha enriquecido en todo tiempo con obras de valor artístico, llegando hasta representar al Divino Redentor en el acto de ceñir la cabeza de su Madre con fúlgida corona.

12. Los Romanos Pontífices, favoreciendo a esta devoción del pueblo cristiano, coronaron frecuentemente con la diadema, ya por sus propias manos, ya por medio de Legados pontificios, las imágenes de la Virgen Madre de Dios, insignes tradicionalmente en la pública devoción.

III. RAZONES TEOLÓGICAS

13. Como ya hemos señalado más arriba, Venerables Hermanos, el argumento principal, en que se funda la dignidad real de María, evidente ya en los textos de la tradición antigua y en la sagrada Liturgia, es indudablemente su divina maternidad. De hecho, en las Sagradas Escrituras se afirma del Hijo que la Virgen dará a luz: «Será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin»[40]; y, además, María es proclamada «Madre del Señor»[41]. Síguese de ello lógicamente que Ella misma es Reina, pues ha dado vida a un Hijo que, ya en el instante mismo de su concepción, aun como hombre, era Rey y Señor de todas las cosas, por la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo.

San Juan Damasceno escribe, por lo tanto, con todo derecho: «Verdaderamente se convirtió en Señora de toda la creación, desde que llegó a ser Madre del Creador»[42]; e igualmente puede afirmarse que fue el mismo arcángel Gabriel el primero que anunció con palabras celestiales la dignidad regia de María.

14. Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación.

«¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave -como escribía Nuestro Predecesor, de feliz memoria, Pío XI- que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista adquirido a costa de la Redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador; «Fuisteis rescatados, no con oro o plata, … sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un Cordero inmaculado»[43]. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo «por precio grande»[44] nos ha comprado»[45].

Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo; y por ello justamente canta la Sagrada Liturgia: «Dolorida junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo estaba Santa María, Reina del cielo y de la tierra»[46].

Y la razón es que, como ya en la Edad Media escribió un piadosísimo discípulo de San Anselmo: «Así como… Dios, al crear todas las cosas con su poder, es Padre y Señor de todo, así María, al reparar con sus méritos las cosas todas, es Madre y Señor de todo: Dios es el Señor de todas las cosas, porque las ha constituido en su propia naturaleza con su mandato, y María es la Señora de todas las cosas, al devolverlas a su original dignidad mediante la gracia que Ella mereció»[47]. La razón es que, «así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen [es nuestra Señora y Reina] por su singular concurso prestado a nuestra redención, ya suministrando su sustancia, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación»[48].

15. Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán, principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se cumplió según una cierta «recapitulación»[49], por la que el género humano, sometido a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si, además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo precisamente «para estar asociada a El en la redención del género humano»[50] «y si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado»[51]; se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán.

Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo Jesucristo -Dios y hombre- es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios, ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél, siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión junto al Hijo y junto al Padre.

No hay, por lo tanto, duda alguna de que María Santísima supera en dignidad a todas las criaturas, y que, después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas. «Tú finalmente -canta San Sofronio- has superado en mucho a toda criatura… ¿Qué puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?»[52]. Alabanza, en la que aún va más allá San Germán: «Tu honrosa dignidad te coloca por encima de toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles»[53]. Y San Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: «Infinita es la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre»[54].

16. Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.

Por ello -como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de f. m., en su Bula- «Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino sólo Dios, jamás llegará a comprender»[55].

17. Además, la Bienaventurada Virgen no tan sólo ha tenido, después de Cristo, el supremo grado de la excelencia y de la perfección, sino también una participación de aquel influjo por el que su Hijo y Redentor nuestro se dice justamente que reina en la mente y en la voluntad de los hombres. Si, de hecho, el Verbo opera milagros e infunde la gracia por medio de la humanidad que ha asumido, si se sirve de los sacramentos, y de sus Santos, como de instrumentos para salvar las almas, ¿cómo no servirse del oficio y de la obra de su santísima Madre para distribuirnos los frutos de la Redención?

«Con ánimo verdaderamente maternal -así dice el mismo Predecesor Nuestro, Pío IX, de ilustre memoria- al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Ángeles y sobre los grados todos de los Santos en el cielo, estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficacísimamente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada»[56].

A este propósito, otro Predecesor Nuestro, de feliz memoria, León XIII, declaró que a la Bienaventurada Virgen María le ha sido concedido un poder «casi inmenso en la distribución de las gracias»[57]; y San Pío X añade que María cumple este oficio suyo «como por derecho materno»[58].

18. Gloríense, por lo tanto, todos los cristianos de estar sometidos al imperio de la Virgen Madre de Dios, la cual, a la par que goza de regio poder, arde en amor maternal.

Mas, en estas y en otras cuestiones tocantes a la Bienaventurada Virgen, tanto los Teólogos como los predicadores de la divina palabra tengan buen cuidado de evitar ciertas desviaciones, para no caer en un doble error; esto es, guárdense de las opiniones faltas de fundamento y que con expresiones exageradas sobrepasan los límites de la verdad; mas, de otra parte, eviten también cierta excesiva estrechez de mente al considerar esta singular, sublime y -más aún- casi divina dignidad de la Madre de Dios, que el Doctor Angélico nos enseña que se ha de ponderar «en razón del bien infinito, que es Dios»[59].

Por lo demás, en este como en otros puntos de la doctrina católica, la «norma próxima y universal de la verdad» es para todos el Magisterio, vivo, que Cristo ha constituido «también para declarar lo que en el depósito de la fe no se contiene sino oscura y como implícitamente»[60].

19. De los monumentos de la antigüedad cristiana, de las plegarias de la liturgia, de la innata devoción del pueblo cristiano, de las obras de arte, de todas partes hemos recogido expresiones y acentos, según los cuales la Virgen Madre de Dios sobresale por su dignidad real; y también hemos mostrado cómo las razones, que la Sagrada Teología ha deducido del tesoro de la fe divina, confirman plenamente esta verdad. De tantos testimonios reunidos se forma un concierto, cuyos ecos resuenan en la máxima amplitud, para celebrar la alta excelencia de la dignidad real de la Madre de Dios y de los hombres, que «ha sido exaltada a los reinos celestiales, por encima de los coros angélicos»[61].

IV. INSTITUCIÓN DE LA FIESTA

20. Y ante Nuestra convicción, luego de maduras y ponderadas reflexiones, de que seguirán grandes ventajas para la Iglesia si esta verdad sólidamente demostrada resplandece más evidente ante todos, como lucerna más brillante en lo alto de su candelabro, con Nuestra Autoridad Apostólica decretamos e instituimos la fiesta de María Reina, que deberá celebrarse cada año en todo el mundo el día 31 de mayo. Y mandamos que en dicho día se renueve la consagración del género humano al Inmaculado Corazón de la bienaventurada Virgen María. En ello, de hecho, está colocada la gran esperanza de que pueda surgir una nueva era tranquilizada por la paz cristiana y por el triunfo de la religión.

Procuren, pues, todos acercarse ahora con mayor confianza que antes, todos cuantos recurren al trono de la gracia y de la misericordia de nuestra Reina y Madre, para pedir socorro en la adversidad, luz en las tinieblas, consuelo en el dolor y en el llanto, y, lo que más interesa, procuren liberarse de la esclavitud del pecado, a fin de poder presentar un homenaje insustituible, saturado de encendida devoción filial, al cetro real de tan grande Madre. Sean frecuentados sus templos por las multitudes de los fieles, para en ellos celebrar sus fiestas; en las manos de todos esté la corona del Rosario para reunir juntos, en iglesias, en casas, en hospitales, en cárceles, tanto los grupos pequeños como las grandes asociaciones de fieles, a fin de celebrar sus glorias. En sumo honor sea el nombre de María más dulce que el néctar, más precioso que toda joya; nadie ose pronunciar impías blasfemias, señal de corrompido ánimo, contra este nombre, adornado con tanta majestad y venerable por la gracia maternal; ni siquiera se ose faltar en modo alguno de respeto al mismo. Se empeñen todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y nuestra Madre amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz. Que nadie, por lo tanto, se juzgue hijo de María, digno de ser acogido bajo su poderosísima tutela si no se mostrare, siguiendo el ejemplo de ella, dulce, casto y justo, contribuyendo con amor a la verdadera fraternidad, no dañando ni perjudicando, sino ayudando y consolando.

21. En muchos países de la tierra hay personas injustamente perseguidas a causa de su profesión cristiana y privadas de los derechos humanos y divinos de la libertad: para alejar estos males de nada sirven hasta ahora las justificadas peticiones ni las repetidas protestas. A estos hijos inocentes y afligidos vuelva sus ojos de misericordia, que con su luz llevan la serenidad, alejando tormentas y tempestades, la poderosa Señora de las cosas y de los tiempos, que sabe aplacar las violencias con su planta virginal; y que también les conceda el que pronto puedan gozar la debida libertad para la práctica de sus deberes religiosos, de tal suerte que, sirviendo a la causa del Evangelio con trabajo concorde, con egregias virtudes, que brillan ejemplares en medio de las asperezas, contribuyan también a la solidez y a la prosperidad de la patria terrenal.

22. Pensamos también que la fiesta instituida por esta Carta encíclica, para que todos más claramente reconozcan y con mayor cuidado honren el clemente y maternal imperio de la Madre de Dios, pueda muy bien contribuir a que se conserve, se consolide y se haga perenne la paz de los pueblos, amenazada casi cada día por acontecimientos llenos de ansiedad. ¿Acaso no es Ella el arco iris puesto por Dios sobre las nubes, cual signo de pacífica alianza?[62]. «Mira al arco, y bendice a quien lo ha hecho; es muy bello en su resplandor; abraza el cielo con su cerco radiante y las Manos del Excelso lo han extendido»[63]. Por lo tanto, todo el que honra a la Señora de los celestiales y de los mortales -y que nadie se crea libre de este tributo de reconocimiento y de amor- la invoque como Reina muy presente, mediadora de la paz; respete y defienda la paz, que no es la injusticia inmune ni la licencia desenfrenada, sino que, por lo contrario, es la concordia bien ordenada bajo el signo y el mandato de la voluntad de Dios: a fomentar y aumentar concordia tal impulsan las maternales exhortaciones y los mandatos de María Virgen.

Deseando muy de veras que la Reina y Madre del pueblo cristiano acoja estos Nuestros deseos y que con su paz alegre a los pueblos sacudidos por el odio, y que a todos nosotros nos muestre, después de este destierro, a Jesús que será para siempre nuestra paz y nuestra alegría, a Vosotros, Venerables Hermanos, y a vuestros fieles, impartimos de corazón la Bendición Apostólica, como auspicio de la ayuda de Dios omnipotente y en testimonio de Nuestro amor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de la Maternidad de la Virgen María, el día 11 de octubre de 1954, decimosexto de Nuestro Pontificado.

PÍO PAPA XII

 

[1] Cf. const. apost. Munificentissimus Deus: A.A.S. 32 (1950), 753 ss.

[2] Cf. enc. Fulgens corona: A.A.S. 35 (1953) 577 ss.

[3] Cf. A.A.S. 38 (1946) 264 ss.

[4] Cf. Osservat. Rom., 19 de mayo de 1946.

[5] Luc. 1, 32.

[6] Is. 9, 6.

[7] Apoc. 19, 16.

[8] Cf. Luc. 1, 32. 33.

[9] Luc. 1, 43.

[10] S. Ephraem Hymni de B. María (ed. Th. J. Lamy t. II, Mechliniae, 1886) hymn. XIX, p. 624.

[11] Idem Orat. ad Ssmam. Dei Matrem: Opera omnia (ed. Assemani t. III [graece] Romae, 1747, p. 546).

[12] S. Greg. Naz. Poemata dogmatica XVIII v. 58 PG 37, 485.

[13] Prudent. Dittochaeum XXVII PL 60, 102 A.

[14] Hom. in S. Luc. hom. VII (ed. Rauer Origines’ Werke t. IX, 48 [ex «catena» Macarii Chrysocephali]). Cf. PG 13, 1902 D.

[15] S. Hier. Liber de nominibus hebraeis: PL 23, 886.

[16] S. Petrus Chrysol., Sermo 142 De Annuntiatione B.M.V.: PL 52, 579 C; cf. etiam 582 B; 584 A: «Regina totius exstitit castitatis».

[17] Relatio Epiphani ep. Constantin. PL 63, 498 D.

[18] Encomium in Dormitionem Ssmae. Deiparae [inter opera S. Modesti] PG 86, 3306 B.

[19] S. Andreas Cret., Hom. II in Dormitionem Ssmae. Deiparae: PG 97, 1079 B.

[20] Id., Hom. III in Dormit. Ssmae. Deip.: PG 97, 1099 A.

[21] S. Germanus, In Praesentationem Sanctissimae Deiparae 1 PG 98, 303 A.

[22] Id., ibid. 2 PG 98, 315 C.

[23] S. Ioannes Damasc., Hom. I In Dormitionem B.M.V.: PG 96, 719 A.

[24] Id. De fide orthodoxa 4, 14 PG 44, 1158 B.

[25] De laudibus Mariae (inter opera Venantii Fortunati) PL 88, 282 B. 283 A.

[26] Ildefonsus Tolet. De virginitate perpetua B.M.V.: 96, 58 A.D.

[27] S. Martinus I, Epist. 14 PL 87, 199-200 A.

[28] S. Agatho PL 87, 1221 A.

[29] Hardouin, Acta Conc. 4, 234.238 PL 89, 508 B.

[30] Syxtus IV, bulla Cum praeexcelsa d. d. 28 febr. 1476.

[31] Benedictus XIV, bulla Gloriosae Dominae d. d. 27 sept. 1748.

[32] S. Alfonso Le glorie di Maria, p.I, c.I, §1.

[33] Ex liturgia Armenorum: in festo Assumpt., hym. ad Mat.

[34] Ex Menaeo (byzant.): Dominica post Natalem, in Canone, ad Mat.

[35] Officium hymni, Akathistós (in ritu byzant.).

[36] Missale Aethiopicum: Anaphora Dominae nostrae Mariae, Matris Dei.

[37] Brev. Rom.: Versic. sexti Resp.

[38] Festum Assumpt., hymn. Laud.

[39] Ibid., ad Magnificat II Vesp.

[40] Luc. 1, 32. 33.

[41] Ibid. 1, 43.

[42] S. Ioannes Damasc. De fide orthodoxa 4, 14 PG 94, 1158 B.

[43] 1 Pet. 1, 18. 19.

[44] 1 Cor. 6, 20.

[45] Pius XI, enc. Quas primas: A.A.S. 17 (1925), 599.

[46] Festum septem dolorum B. M. V., tractus.

[47] Eadmerus, De excellentia V. M., 11 PL 159, 508 A.B.

[48] F. Suárez, De mysteriis vitae Christi disp. 22, sect. 2 (ed. Vives 19, 327).

[49] S. Iren., Adv. haer. 4, 9, 1 PG 7, 1175 B.

[50] Pius XI, epist. Auspicatus profecto: A.A.S. 25 (1933), 80.

[51] Pius XII, enc. Mystici Corporis: A.A.S. 35 (1943), 247.

[52] S. Sophronius, In Annuntiationem B. M. V.: PG 87, 3238 D. 3242 A.

[53] S. Germanus, Hom. II in Dormitionem B. M. V.: PG 98, 354 B.

[54] S. Ioannes Damasc., Hom. I in Dormitionem B. M. V.: PG 96, 715 A.

[55] Pius IX, bulla Ineffabilis Deus: Acta Pii IX 1, 597. 598.

[56] Ibid., 618.

[57] Leo XIII, enc. Adiutricem populi: A.A.S. 28 (1895-1896), 130.

[58] Pius X, enc. Ad diem illum: A.A.S. 36 (1903-1904), 455.

[59] S. Thomas, Sum. Theol. 1, 25, 6, ad 4.

[60] Pius XII, enc. Humani generis: A.A.S. 42 (1950), 569.

[61] Brev. Rom.: Festum Assumpt. B. M. V.

[62] Cf. Gen. 9, 13.

[63] Eccli. 43, 12-13.

Fuente: www.vatican.va

 

Fuente:: Gaudium Press

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Reliquia misionera de Santa Laura Montoya peregrina por parroquias de la Arquidiócesis de Medellín

Medellín (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Desde el pasado 12 de agosto la reliquia misionera de Santa Laura Montoya, primera santa colombiana, se encuentra peregrinando por las parroquias, comunidades e instituciones educativas de la Arquidiócesis de Medellín.

El peregrinaje ha sido ocasión para que los fieles de la ciudad colombiana se acerquen a pedir la intercesión de la santa y a conocer un poco más sobre la vida y legado de la fundadora de la Congregación Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, religiosas conocidas como las Misioneras de la Madre Laura.

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La reiquia misionera de la Madre Laura peregrinará por la Vicaría Sur de la Arquidiócesis de Medellín hasta el 31 de agosto / Foto: Madrelaura.org

«Ella, la misionera andariega, va a caminar por la Arquidiócesis, pidámosle que potencie nuestra fe, anime nuestros planes pastorales y ayude a que como Iglesia demos respuesta a la Nueva Evangelización que el mundo necesita y que parte de una profunda experiencia de fe», destacan las Misioneras de la Madre Laura en nota de prensa difundida desde su página web.

El recorrido inició el lunes 12 de agosto en la Pontificia Universidad Bolivariana, donde la santa fue recibida para aprender de ella «la pedagogía del amor». La reliquia continuó su peregrinaje el 14 en el Colegio San Marcos de Envigado, el 15 en el Colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá de Bello y el 16 en la Institución Educativa Salazar y Herrera.

Ya desde el pasado 18 de agosto la reliquia misionera de la primera santa colombiana se encuentra recorriendo las parroquias de la Vicaría Episcopal Sur de la Arquidiócesis de Medellín. Allí permanecerá hasta el 31 de agosto.

En este itinerario, el relicario pasará por las parroquias Santa Gertrudis, Santa Ana, San José de Envigado, Nuestra Señora del Rosario de Itagüi, San Pío X, Nuestra Señora de Chiquinquirá, San Juan Eudes, San Antonio de Prado, Santa María de los Dolores y San José del Poblado.

De acuerdo con las Misioneras de la Madre Laura, la santa colombiana sigue siendo «modelo de vida y compromiso cristiano para niños, jóvenes y adultos», y continúa enseñando «que es posible ponerse en Dios para que Él nos levante y alece nuestro ser, para que seamos felices».

Santa Laura Montoya fue canonizada por el Papa Francisco el pasado 12 de mayo en una ceremonia que ocurrió en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. En la ocasión también fueron canonizados los mártires italianos de Otranto y la religiosa mexicana Madre Guadalupe García Zabala.

Con información de la Arquidiócesis de Medellín y Madrelaura.org.

 

Fuente:: Gaudium Press

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