Bilbao Cardenal RavasiLa Universidad de Deusto nombrará Doctor Honoris Causa al cardenal Ravasi y participará en diversos encuentros fe-cultura organizados conjuntamente con la diócesis. La ceremonia académica tendrá lugar el próximo 4 de marzo y ese mismo día se celebrarán enBilbao encuentros con las instituciones culturales de la Diócesis y de Bizkaia.

El cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, recibirá la investidura como Doctor Honoris Causa por la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto, en marzo. Con este acto, la Facultad quiere reconocer su gran labor al servicio del diálogo de la fe con la cultura, el arte, el pensamiento, la ciencia y las demás confesiones religiosas.

Durante su visita a Bilbao, el `ministro´ de Cultura del papa Francisco se reunirá con el obispo de la Diócesis, Mons. Mario Iceta, y participará en un encuentro con representantes culturales. El mismo día 4 de marzo, por la tarde, tendrá lugar una mesa redonda con personas significativas del mundo de la cultura y del arte en el Museo Guggenheim.

El `Atrio de los Gentiles´

El cardenal Ravasi es considerado como uno de los grandes eruditos católicos del diálogo entre la fe y cultura. Ha llevado por diversas capitales del mundo el llamado `Atrio de los Gentiles´, un foro de diálogo entre creyentes y no creyentes que ha tenido y tiene un grandísimo eco social, cultural, eclesial y mediático en las ciudades en las que se ha celebrado.

En 1989 fue nombrado prefecto de la venerada Biblioteca-Pinacoteca Ambrosiana de Milán, fundada en 1607. Desarrolló su tarea investigadora en Oriente Medio realizando excavaciones arqueológicas. En febrero de 2013 predicó ejercicios espirituales de Cuaresma a la Curia romana cuando ya Benedicto XVI había anunciado su renuncia. Su amplia producción literaria recoge casi 150 volúmenes con temas, sobre todo, bíblicos y científicos.

Una de sus preocupaciones fundamentales consiste en procurar que los no creyentes conozcan mejor la cultura cristiana y que los católicos sean más rigurosos al debatir con la cultura laica, plural y postmoderna actual.

En el ámbito de la relación entre Teología y Tecnología es un maestro, como puede apreciarse en sus tuits

(bizkeliza.org)

Fuente:: SIC

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1_0_762088Con Jesús, en la Iglesia, portadores de una esperanza nueva, que nadie puede apagar, perdonando y reconociendo en los pobres el rostro del Señor que nos visita. En la primera audiencia general del 2014, con el abrazo de miles de peregrinos también en esta ocasión en la Plaza de San Pedro, el Obispo de Roma anunció que a partir de hoy miércoles 8 de enero comienza una serie de catequesis sobre los Sacramentos, empezando por el Bautismo. Señalando que «los Sacramentos prolongan en la historia la acción salvífica de Cristo», y que «Cristo con la fuerza del Espíritu Santo regenera continuamente a la comunidad cristiana y la envía al mundo para llevar a todos la salvación con palabras y gestos, con la predicación y los Sacramentos», el Papa Francisco, reanudó, después de la pausa navideña, las citas semanales para la audiencia general y deseó a todos ¡feliz año nuevo y buena peregrinación!

¡No se dejen robar la identidad cristiana!, alentó el Santo Padre. Y así como en su alocución central en italiano, también en sus saludos a los peregrinos de lengua española y a los de tantas partes del mundo, el Obispo de Roma invitó a acoger cada día la gracia del Bautismo para hacerlo fructificar y ser cada vez más «signos del amor de Dios para todos». Tras hacer hincapié en que «los Sacramentos, son el centro de la fe cristiana» y en que por medio de ellos «Dios comunica su gracia, se hace presente y actúa en nuestra vida», el Papa Bergoglio, destacó la feliz coincidencia del próximo domingo, en que celebramos la fiesta del Bautismo del Señor.

«El Bautismo es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia. Por él, nos sumergimos en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús. Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos». Una vez más, el Papa invitó también a recordar y celebrar la fecha del Bautismo, anunciando con nuestra vida la Buena Noticia, siguiendo a Jesús y permaneciendo en la Iglesia, con nuestros límites y fragilidades, gracias a los Sacramentos.

Palabras del Papa en español:

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos una serie de catequesis sobre los sacramentos, que son el centro de la fe cristiana, por los que Dios comunica su gracia, se hace presente y actúa en nuestra vida. Los siete sacramentos de la Iglesia prolongan en la historia la acción salvífica y vivificante de Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo.

El Bautismo es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia. Por él, nos sumergimos en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús. Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos. Aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos.

Si seguimos a Jesús y permanecemos en la Iglesia, con nuestros límites y fragilidades, es gracias a los sacramentos por los que nos convertimos en nuevas creaturas y somos revestidos de Cristo.

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Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Bolivia, Venezuela, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a experimentar en la vida de cada día la gracia que recibimos en el Bautismo, siendo verdaderos hermanos y hermanas de Cristo y verdaderos miembros de la Iglesia. Feliz año a todos. Muchas gracias.

(CdM – RV)

Fuente:: SIC

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CONFER Misioneras de los Sagrados CorazonesEl sábado, día 4 de enero, con una solemne Eucaristía en el templo parroquial de Campos; presidida por Mons. Javier Salinas, obispo de la diócesis de Mallorca, las Misioneras de los Sagrados Corazones dieron apertura al año jubilar con motivo de los 200 años del nacimiento de sor María Rafaela.

El lema que han escogido para este año es: Sor María Rafaela nació para hacer vida el amor. El Obispo en su homilía se refirió a que estamos llamados a transmitir la luz de Jesucristo. María Rafaela es una de esas mujeres que supieron ser luz. También destacó su labor como catequista y el papel de la mujer en la Iglesia.

Por su parte, la superiora general, Lilian Carrasco, compartió con los presentes cuatro palabras que expresan cómo las Misioneras de los Sagrados Corazones quieren vivir y celebrar este aniversario:

– Agradecimiento: será un año de acción de gracias por la vida de María Rafaela, vida gastada en el servicio a los demás. 

– Conversión: es para ellas una invitación a la conversión. Un llamado a nacer de nuevo con sor María Rafaela.

– Oración: este año es una oportunidad para  intensificar la oración por su beatificación. 

– Divulgación: es también una oportunidad para darla a conocer. Su vida sigue siendo un referente de servicio al pueblo, de entrega, comunión, compromiso y santidad en la Iglesia. Eso hay que celebrarlo y divulgarlo.  

Datos de sor María Rafaela

Nació el 2 de enero de 1814, en Campos, Mallorca. Murió en su pueblo natal el 8 de marzo de 1899. Mujer que se distinguió por su interés en dar respuesta a las necesidades de su pueblo y hacer vida el amor a través de la educación, la catequesis, los ejercicios espirituales, el acompañamiento y la promoción de la mujer.

Su grupo fue reconocido como congregación religiosa el 29 de enero de 1891. El 17 de abril de ese mismo año hizo sus votos, con cuatro compañeras más, en la parroquia de su pueblo natal; quedando así constituida la primera comunidad de Misioneras de los Sagrados Corazones.

La semilla que sembró María Rafaela en el pueblo de Campos ha ido extendiéndose y dando fruto en Cataluña, Navarra, Badajoz, República Dominicana, Puerto Rico, México, Guatemala y Rwanda.

(CONFER)

Fuente:: SIC

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perez_gonzalezMons. Francisco Pérez     Ante todo es conveniente aclarar el término “carne” para evitar que la imaginación, que quiere saber cómo será la “resurrección de la carne”, nos juegue una mala pasada pensando en algo físico, material. Lo aclara enseguida el propio Catecismo en el número 990 cuando dice: “El término “carne” designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad” (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La “resurrección de la carne” significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros “cuerpos mortales” (Rm 8, 11) volverán a tener vida”.

San Pablo usa el símbolo del revestimiento para que entendamos que “este cuerpo corruptible se tiene que revestir de incorrupción y esto mortal se tiene que revestir de inmortalidad”. (1Cor 15,53) A esto mismo se refiere cuando dice que “si se destruye esta nuestra morada terrena tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos. Los que vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por cuanto no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida y el que nos ha preparado para esto es Dios” (2 Cor 5, 1. 4-5).

Aclarado esto, nos interesa sobre todo reafirmar y profesar nuestra fe en la resurrección porque éste es el dogma que sustenta todo el edificio de nuestro ser religioso y cristiano. Es la afirmación más fundamental. Tan importante es que San Pablo llega a decir que sin fe en la resurrección todo lo demás no se puede sostener. “¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe […] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron” (1Co 15, 12-14. 20). Creemos en la resurrección porque creemos que Cristo resucitó y como Él resucitaremos.

La fe en la resurrección de los muertos ya aparece y va madurando en el Antiguo Testamento. El libro de la sabiduría hace una hermosa reflexión: “La vida de los justos está en manos de Dios… ellos están en paz… esperaban seguros la inmortalidad… Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí…” (Sb 3, 1-9). El profeta Daniel anuncia que “los que duermen en el polvo resucitarán” (Dn 12, 2). Y el profeta Ezequiel en su visión sobrecogedora del valle lleno de huesos secos, anuncia de parte de Dios: “Yo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestros sepulcros… y pondré en vosotros mi espíritu” (Ez 37, 12).

Muchas son las citas pero sin duda resume la consistencia de esta convicción el libro de los Macabeos cuando dice que Judas Macabeo “obrando con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección”, encargó oraciones en Jerusalén para que se les perdonasen los pecados a los soldados caídos en la batalla. “Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos (2Mac 12, 43-46). Y los hermanos Macabeos afirman seguros, llenos de confianza y valientes ante los verdugos: “El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna… Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él” (2 Mac 7, 9-14).

Pero lo que nos sostiene en la fe es la resurrección de Jesucristo. Él no nos ha fallado. No nos falla nunca. Nuestra resurrección está unida definitivamente a la suya. Porque Cristo resucitó, creemos que hemos de resucitar. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él. Por eso, aunque en el credo ya se le ha dedicado un artículo, conviene repasarlo aquí. Sabiendo Jesús que la fe en la resurrección iba a ser fundamental para la existencia de sus seguidores tuvo especial empeño en cimentar la doctrina sobre la misma con palabras y hechos. Anunció de forma insistente a sus discípulos, tres veces, que iba a morir, pero que al tercer día resucitaría. Después de la confesión de Pedro reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios vivo, comenzó a explicarles qué clase de mesianismo era el suyo. “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”. (Mt 16.21: cf Mt 17, 22-23 y 20, 18-19) Los discípulos trataron de torcer el camino de Jesús, pues no entendían que la muerte de Jesús era el camino que hacía posible su Reino.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Tudela

Fuente:: Mons. Francisco Pérez

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Mons. Jesús Sanz MontesMons. Jesús Sanz      Una larga historia humana atestigua un dato que duele en el hondón del alma: la fragilidad de nuestras relaciones, lo fácilmente que se rompen los acuerdos trabados para largo o para siempre, la vulnerabilidad de nuestros mejores sueños que tan pronto se pueden trocar en las peores pesadillas. Todo esto está en el tejido de nuestros anales y calendarios, como un reproche que se nos hace desde la experiencia misma de tantos trechos humanos que hemos recorrido entre las tragedias y las esperanzas.

El Papa Francisco nos dice en su primer mensaje de la Paz, que cada año nos ofrecen los Sucesores de Pedro, que no obstante esto, aún siendo verdad, no podemos arrancar de nosotros mismos un distinto modo de empeñarnos en un mundo distinto. Dice así el comienzo de su mensaje: «El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer».

Quizás como en ningún otro momento de la historia tenemos herramientas para acercarnos los unos a los otros dentro de unas comunicaciones que nos permiten saber lo que sucede a los demás aunque estén a miles y miles de kilómetros de distancia. Y tenemos también cauces para acudir con prontitud en su ayuda cuando se precisa un gesto solidario que salga al encuentro de cualquier necesidad. Pero como decía Benedicto XVI, la globalización, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Más aún, podemos llegar a globalizar la más cruel insolidaridad.

Si esta descripción fuera simplemente así y tan sólo pudiésemos levantar acta de nuestra penúltima tragedia sin que podamos hacer nada, sería terrible este modo de tomar conciencia de lo que nos pasa pero condenados al vacío, al absurdo, al más terrible fracaso humano. Pero gracias a Dios, no sabemos resignarnos, no sabemos dejar de so-ñar, no sabemos dejar de esperar que algo nuevo suceda, que algo que está sucediendo ya, llegue a protagonizar alguna vez la gran historia de los hombres.

Y una de esas esperas, uno de esos sucedidos que ya han acontecido aunque tantas veces resulten frágiles y tan frecuentemente se hayan traicionado y herido, es preci-samente la llamada a la fraternidad. Somos hijos de Dios y ahí se fundamenta nuestra fraternidad. Podemos ser malos hijos de Dios y hermanos mejorables, pero no podemos arrancar de nuestro corazón esto a lo que estamos llamados. Es el tema de este mensaje para este primer día del año: que el fundamento y el camino para la paz está en la fra-ternidad. Pero no vale una fraternidad cualquiera. Por eso dice el Papa:

«La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad. Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso ade-lante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro, también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y her-mana. Cristo se dirige al hombre en su integridad y no desea que nadie se pierda. Lo hace sin forzar, sin obligar a nadie a abrirle las puertas de su corazón y de su mente. Así pues, toda actividad debe distinguirse por una actitud de servicio a las personas, espe-cialmente a las más lejanas y desconocidas. El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz». Que tengáis un año nuevo lleno de bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

  Arzobispo de Oviedo

Fuente:: Mons. Jesús Sanz

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Mons. Vicente Jiménez ZamoraMons. Vicente Jiménez      El nombre litúrgico de la solemnidad del seis de enero, llamada por el pueblo fiesta de los Reyes Magos con su cortejo de regalos, es Epifanía del Señor. Epifanía es una palabra griega que significa manifestación. Para la Iglesia es una fiesta grande, en la que el Señor, luz de los pueblos, se da a conocer a todas las gentes de cualquier raza y color, representadas en aquellos tres Reyes Magos venidos de Oriente y guiados por una estrella.

La Epifanía es misterio de luz, simbólicamente indicada por la estrella que guió a los Magos de oriente en su viaje. Pero el verdadero manantial luminoso, el “sol que nace de lo alto” (Lc 1, 78), es Cristo.

En el misterio de la Navidad, la luz de Cristo se irradia sobre la tierra, difundiéndose como en círculos concéntricos. El primer círculo es la Sagrada Familia de Nazaret: la Virgen María y San José son iluminados por la presencia divina del Niño Jesús. El segundo círculo son los pastores: la luz del Redentor se manifiesta a los
pastores de Belén, que, advertidos por el ángel, acuden enseguida a la cueva y encuentran allí la “señal” que se les había anunciado. Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (cfr. Lc 2, 12). El tercer círculo alcanza a los Magos, que constituyen las primicias de los pueblos paganos.

Testigos de la luz

En el contexto litúrgico de la Epifanía se manifiesta también el misterio de la Iglesia y la dimensión evangelizadora de los creyentes . Los cristianos desde nuestro bautismo estamos llamados a ser luz de Cristo y
testigos de la luz del Evangelio. La pena es que en ocasiones no lo somos. Por eso, J. Maritain decía: “El mayor obstáculo para el cristianismo son los mismos cristianos”.

Mahatma Gandi en su viaje por Europa decía también: “Los pueblos occidentales no han entendido ni testimoniado el evangelio del amor que Jesús predicó” y añadía: “Me gusta Cristo, pero no me gustan los cristianos”. Estas acusaciones nos deben interpelar.

El propio Concilio Vaticano II afirmó que a veces los creyentes con nuestras actitudes y conducta velamos, más que revelamos el genuino rostro de Dios (cfr. GS 19).

Todo en nosotros debe ser epifanía, manifestación de Dios, cuya visibilidad para el mundo pasa hoy por el testimonio evangelizador de los discípulos de Jesús, puesto que él, la imagen visible de Dios, no está ya en persona entre los hombres sino que ha confiado su evangelio a sus discípulos.

Si se desvirtúa nuestra sal, si se apaga nuestra luz, si no somos levadura que transforma la sociedad, ¿cómo serán visibles el rostro y los rasgos de Dios? El hombre que busca a Dios no va a encontrarlo hoy en las estrellas del cielo, sino a través de los cristianos, que dicen haberlo encontrado y visto. El mundo moderno necesita del
testimonio de los cristianos y de la coherencia de sus vidas. No hay otro medio de cumplir hoy nuestro cometido cristiano: ser testigos de lo invisible y de la luz de Cristo, haciendo presente a Dios entre los hombres.

+ Vicente Jiménez Zamora

Obispo de Santander

Fuente:: Mons. Vicente Jiménez Zamora

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Mons. Antonio AlgoraMons. Antonio Algora      La fiesta de los Magos nos trae a todos, cristianos o no, la manifestación, eso quiere decir la palabra Epifanía, de Jesucristo, hijo de María e Hijo de Dios: Dios y hombre verdadero. Manifestación que los Magos supieron buscar, descubrir y adorar. Sí, adorar a Dios, esa dimensión de la espiritualidad cristiana que hoy necesitamos potenciar. Es por esto por lo que os invito a leer con calma estas palabras del Papa Francisco en su Exhortación Evangelii gaudium, en concreto el n.º 262: «Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad».

Como veis, el texto no requiere ninguna explicación pues es bien claro y nos invita a plantearnos la Evangelización que podemos definir como integral. Si no reconozco a nuestro Señor Jesucristo como Señor de la historia y adoro su presencia no descubro la necesidad de abrir los cofres de los Magos, es decir, los depósitos de la riqueza para ofrecérselos al Hombre, al Señor presente en los hermanos… «tuve hambre y me diste de comer…». La Solemnidad de la Epifanía, el Día de Reyes que es motivo de alegría y muy especialmente para los más pequeños, ha de ser un día de fuerte compromiso social animado por el Espíritu Santo, que mueve nuestras vidas para, como los Magos, buscar al hermano que se manifiesta en la indigencia, que nos hace dejar nuestras posiciones y ponernos en camino guiados por la «Estrella de la Evangelización», así llama a la Virgen María el Papa Francisco al final de la Exhortación, y arrodillarnos ante la pobreza de muchos para adorar ahí al Señor y ofrecerle nuestras puede que escasas riquezas pero llenas de amor, del Espíritu Santo que nos alienta, empuja y llena de la realización humana más plena, la que se logra en la entrega que incluye bienes y dones, habilidades y capacidades personales.

Se ha pasado la Navidad. Los Magos se volvieron a sus lugares de origen por otro camino, nos dice el Evangelio. Ellos lo hicieron para no dar pistas al poderoso Herodes de dónde estaba el Niño-Dios. Volvamos nosotros a la rutina de cada día renovados por la adoración a Jesucristo en cada hermano que necesite conocer el Evangelio, que necesite conocer la Buena Noticia de la Salvación que nos ha venido en la Navidad y que incluye a la persona entera y su entorno familiar y social. Si recogimos alimentos hicimos una obra buena, si se los llevamos con nuestras personas y los adoramos, nos relacionamos con ellos, con los empobrecidos, y les abrimos nuestro corazón les llevamos el Evangelio.

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Fuente:: Mons. Antonio Algora

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Mons. Juan José OmellaMons. Juan José Omella       Nos cuenta san Mateo que “los magos entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” . De este hecho histórico arranca la tradición, antigua y hermosa, de hacer regalos a los chiquillos. ¡Qué noche tan nerviosa y entrañable la que va del 5 al 6 de enero, y que ha dejado en todos nosotros un recuerdo de los más bonitos que a los humanos se nos ha concedido!

Ojala no perdamos esta costumbre que, por otra parte, ya se ha extendido a todos los miembros de la familia. Hoy nos hacemos regalos todos a todos, signo del cariño, del amor de unos a otros. Pero el deseo de todos es que ese amor no se quede solamente en las fechas de navidad,sino que se viva a lo largo de todo el año. Sí, el mejor regalo que podemos hacer los padres a los hijos, los hijos a los padres, los esposos, los hermanos, es poner buena cara, sonreír aun sin ganas, pedir perdón y perdonar, tener detalles de afecto y comprensión con todos.

Y en este día grande no deberíamos perder de vista que Dios también nos hace un gran regalo que no es otro que entregarnos a su Hijo, a ese Niño recién nacido. Él es la Buena Nueva, el Evangelio que ilumina nuestra vida y guía nuestros pasos por los caminos de la paz. “El ángel dijo a los pastores: ‘No temáis, os anuncio una Buena Noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” . El Evangelio es el gran regalo que Dios nos ha hecho porque es el fundamento de nuestra fe, lo que da sentido a nuestra vida, la luz de las gentes de todos los tiempos. Demos gracias, de entrada, al Niño Dios recién nacido porque nos ha hecho entrega del tesoro escondido que, todos los hijos de Dios de todos los tiempos, hemos descubierto, no por nuestros méritos sino por la gracia de Dios.

De esta manera podemos entender por qué el Papa Francisco ha dado a su reciente Exhortación Apostólica el bonito título de “El gozo del Evangelio”, en latín Evangelii gaudium? Hay que decir alto y claro que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que buscan a Jesús, lo encuentran, lo aman y lo siguen. El Evangelio nos habla de la ternura y de la compasión del Dios que se hace hombre por amor a los hombres, que se verán liberados del pecado, de la tristeza, del desánimo, del vacio, de la aniquilación. Y esto nos lo ha conseguido por su muerte y por su Resurrección, realidad central de todo el Evangelio. “Con Jesucristo, nos dice el Papa, siempre nace y renace la alegría”.

Voy a dedicar los próximos números de “Pueblo de Dios” a comentar algunos de los puntos más importantes de esta Exhortación papal, en la convicción de que nos dará luz y calor a todos, nos ayudará a avanzar en nuestra conversión personal y nos pondrá en situación de acoger, amar y alentar a los que nos rodean.
Con mi afecto y bendición,

+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Fuente:: Mons. Juan José Omella

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eusebiohernandezobtarazonaMons. Eusebio Hernández      Queridos hermanos y amigos:

Mañana, día de la solemnidad Epifanía, se celebra desde hace años en nuestra querida diócesis de Tarazona la jornada dedicada a nuestra misión en la parroquia de Santa Mónica en la ciudad de Cochabamba (Bolivia). Hoy recordamos a nuestros hermanos en aquella parroquia y volvemos a establecer un puente de solidaridad y amor entre las dos diócesis hermanas.

Desde hace unos 20 años tenemos el compromiso fraterno de atender la parroquia de Santa Mónica en Cochabamba. Una larga historia de cooperación se ha fraguado entre las dos diócesis desde que Mons. René por parte de la diócesis de Cochabamba y Mons. Asurmendi, obispo en aquel tiempo de Tarazona, establecieron este compromiso, que hemos cumplido hasta el día de hoy.

En este tiempo han sido varios los sacerdotes y los seglares que han pasado por nuestra parroquia de Santa Mónica, todos los que han vivido esta experiencia misionera han vuelto encantados con aquellos hermanos nuestros que siempre han expresado su gratitud por nuestra colaboración. Quiero agradecer a todos los que habéis estado en Cochabamba, en períodos largos o cortos, vuestra generosidad.

Hoy recordamos con especial afecto a Jesús Moreno y Francisco Sánchez su presencia en Santa Mónica, son una presencia de nuestra diócesis y a todos nos representan y saben que cuentan con toda nuestra colaboración, afecto y oración.

Podemos decir que estos años de presencia diocesana en Cochabamba ha implicado a todos en esta labor misionera. Siendo una diócesis pobre y pequeña hemos sabido colaborar con gran generosidad en todo lo que ha sido solicitado para ayudar a la parroquia de Santa Mónica. En primer lugar las personas que habéis pasado por ella, y también la aportación que generosamente aportamos en la colecta de este día o en la campaña un niño en tu mesa, sin olvidar las pequeñas iniciativas que muchas parroquias o grupos realizáis a lo largo del año a favor de la misión.

Todo ello hace posible que en santa Mónica se desarrolle una magnífica labor pastoral que atiende los distintos campos: La catequesis familiar, la catequesis básica de niños, grupos de evangelización, pastoral juvenil y las celebraciones en distintos lugares como el templo parroquial y en las capillas de Santa Ana o del Pilar construidas para atender distintos barrios de la parroquia de Santa Mónica. Y además, no podemos olvidar la gran labor social y educativa que con la colaboración de pequeñas comunidades de religiosos y religiosas se lleva a cabo atendiendo las necesidades que la dignidad humana exige. Disponemos de 2 guarderías y dos comedores, dando de desayunar y comer a más de 700 niños; un albergue para acoger a mujeres maltratadas; un instituto técnico de formación profesional y diversos proyectos de ayuda y formación humana.

Debemos dar gracias a Dios por habernos implicado en esta labor misionera. Siempre recibimos más de lo que damos. Os invito a seguir manteniendo nuestra generosidad que, sin duda, Dios bendecirá.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

5 de enero de 2014

Fuente:: Mons. Eusebio Hernández Sola

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El asombro de la NavidadMons. Ciriaco Benavente   La liturgia de este domingo nos trae de nuevo en la lectura del Evangelio el prólogo del de san Juan. Es una nueva invitación a la alegría y al asombro. Porque sólo quien es capaz de asombrarse ante el misterio de la Navidad ha empezado a entender lo que los cristianos celebramos este día. ¿No resulta escandaloso que aquel que empezó siendo un humilde embrión en las entrañas de María; que aquel que, nueve meses más tarde, fue dado a luz y recostado en un pesebre sea el Hijo de Dios?

Ello resultaba tan estridente ya en los primeros tiempos del cristianismo que el filósofo pagano Celso se preguntaba con ironía: « ¿Hijo de Dios un hombre que ha vivido hace pocos años? ¿Uno de ayer o anteayer?, ¿un hombre «nacido en una aldea de Judea, de una pobre hilandera»? (Una tal reacción, dicho sea de paso, es la prueba más evidente de que la fe en la divinidad de Cristo no es fruto de la helenización del cristianismo, sino, en todo caso, de la cristianización del helenismo).

Hace años, el teólogo Ratzinger, en su Introducción al Cristianismo, escribía a este respecto: «Con el segundo artículo del Credo estamos ante el auténtico escándalo del cristianismo. Está constituido por la confesión de que el hombre-Jesús, un individuo ajusticiado hacia el año 30 en Palestina, sea el “Cristo” (el ungido, el elegido) de Dios, es más, nada menos que el Hijo mismo de Dios, por lo tanto centro focal, el punto de apoyo determinante de toda la historia humana… ¿Nos es verdaderamente lícito agarrarnos al frágil tallo de un solo evento histórico? ¿Podemos correr el riesgo de confiar toda nuestra existencia, más aún, toda la historia, a esta brizna de paja de un acontecimiento cualquiera, que flota en el infinitoocéano de la vicisitud cósmica?

La liturgia de la Navidad, en los textos bíblicos de las tres misas (la de la media noche, la del amanecer y la del mediodía) nos lleva de la mano con admirable pedagogía hasta la plena confesión de fe.

Por las montañas de Judea hay rumor de ángeles; ha empezado a correr la noticia de que en la aldea de Belén ha ocurrido algo extraordinario. Imaginemos, dando un salto con las actuales tecnologías, a un reportero gráfico de televisión: Cámara al hombro, se acerca a  la gruta de Belén. Vemos, en penumbra, con cara de asombro, a María y a José. Luego el objetivo se detiene en un punto luminoso. En un primer plano vemos a “un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Así de sencillo y admirable es lo que nos narra la liturgia de la “misa del gallo”.

Luego, el cámara nos presenta a los pastores, que, avisados por los ángeles, corren “a ver eso que ha pasado y que el Señor les ha manifestado” (la misa del amanecer).

En un tercer momento, el comentarista de las imágenes, tocado también por el desconcierto y el asombro, empieza a hacerse preguntas: ¿Quién es ese niño?

Es el cuarto evangelista quien, a la luz de la Pascua y de Pentecostés, nos da la respuesta: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo… En la Palabra estaba la vida, y esa vida era la luz de los hombres….Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (misa del mediodía).

El misterio de la Navidad sigue siendo para la mentalidad racionalista de hoy, como lo era para el pagano Celso, un escándalo. “¡Bienaventurado aquel que no se escandalice de mí! diría Jesús. Sólo desde la humildad, a la luz del Espíritu Santo, es posible acceder al misterio. «Es de las raíces del corazón de donde sale la fe», exclama San Agustín, parafraseando el paulino corde creditur (se cree con el corazón).

Para entender y vivir la Navidad hay que situarse en el cuadrilátero que forman estas cuatro palabras: Asombro, alegría, gratitud y entrega. Todo nos lleva al asombro y al pasmo. Y del pasmo y el asombro a la alegría. Las buenas noticias nos llenan de gozo, prorrumpimos a cantar. No hay suceso en el mundo más celebrado y cantado que la Navidad.

La tercera actitud es el agradecimiento, porque “ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los pueblos”. Qué bien lo expresó un autor del siglo XVI: “¡Pues, siendo tan Gran Señor, / tenéis corte en una aldea!/ ¿Quién hay que claro no vea/ que estáis herido de amor?”.

La cuarta actitud es la entrega. ¿No os producen admiración las figuritas de nuestros belenes, llevando todas ellas regalos para el Niño? Y lo mismo los magos. Es que no se puede celebrar la Navidad quedándose igual. No es extraño que Caritas nos saque los colores denunciando que, al lado de la pobreza y la marginación, campeen a sus anchas despilfarro y consumismo. Eso, mientras celebramos el nacimiento de quien, siendo Dios, se abajó hasta lo más bajo de la condición humana para levantar al hombre a la dignidad de hijo de Dios. Que no, amigos, que “a Belén por ahí no se va; se va por la otra puerta de la ciudad” (V.M. Arbeloa).

+ Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete

 

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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