(RV).- El prólogo del Evangelio de San Juan propone el significado más profundo de la Navidad de Jesús. Él es la Palabra de Dios que se hizo hombre y que ha puesto su » tienda», su morada entre hombres, afirmó el Obispo de Roma en su Reflexión previa a la oración del Ángelus. “El Evangelista escribe: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). ¡En estas palabras, que nunca dejan de sorprendernos, está todo el cristianismo! ¡Dios se hizo mortal, frágil como nosotros, compartió nuestra condición humana, excepto el pecado, ha entrado en nuestra historia, se volvió plenamente Dios-con-nosotros! El nacimiento de Jesús, entonces, nos muestra que Dios ha querido unirse a todos los hombres y mujeres, a cada uno de nosotros, para comunicarnos su vida y su alegría”.
Del inmenso amor de Dios por la humanidad deriva el entusiasmo, la esperanza de nosotros los cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados, acompañados por Dios; y miramos al mundo y la historia como el lugar donde caminar con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, explicó el Vicario de Cristo. Manifestando que “por cuanto la historia humana y la de cada uno de nosotros pueda estar marcada por las dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y su historia. ¡Esta cercanía de Dios al hombre, a cada hombre, es un regalo que nunca tiene ocaso! Aquí está la buena noticia de la Navidad: la luz divina que llenó los corazones de la Virgen María y de San José, y guió los pasos de los pastores y los magos, brilla para nosotros hoy”.
El Sucesor de Pedro dijo que todos nosotros deberíamos apresurarnos para recibir la gracia que Él nos ofrece. Sin embargo –explicó que “tantas veces lo rechazamos, preferimos permanecer en la cerrazón de nuestros errores y en la angustia de nuestros pecados. ¡Pero Jesús no se da por vencido y nunca deja de ofrecerse a sí mismo y de ofrecer su gracia que nos salva! Éste es un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. Y estamos llamados a testimoniar con alegría este mensaje del Evangelio de la vida y de la luz, de la esperanza y del amor”.
Peregrinación del Papa a Tierra Santa
Tierra Santa es meta de peregrinación de Francisco, Obispo de Roma, del 24 al 26 de mayo, con el fin de conmemorar el histórico encuentro entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras sucedido hace 50 años un 5 de enero. Junto al Santo Sepulcro se celebrará un encuentro ecuménico con todos los representantes de las Iglesias cristianas de Jerusalén. Junto al Patriarca Bartolomeo de Constantinopla. El Papa pidió se rece por esta peregrinación. jesuita Guillermo Ortiz -RV

Fuente:: News.va

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Mons. Carlos EscribanoMons. Carlos Escribano      ¡Ya vienen los reyes Magos, caminito de Belén! La letra de este tradicional villancico español inunda de ilusión el corazón de muchos niños y niñas en nuestras ciudades y pueblos que esperan con ilusión la venida de Melchor, Gaspar y Baltasar, en sus hogares con sus familias. Con los regalos que intercambiamos en estas fechas, intentamos aportar algo de nosotros mismos. Deseamos que aquellos que los reciben se llenen de alegría, les sean útiles o, cuando menos, les recuerden sencillamente nuestra cercanía, cariño y amistad. Esta preciosa tradición popular, tiene sus raíces en los relatos bíblicos de San Mateo que se proclaman en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, dentro del tiempo de la Navidad. Aquellos personajes de Oriente se presentan ante la Sagrada Familia y ofrecen al Niño oro, incienso y mirra. Ricos presentes cargados de simbolismo para el Niño Dios. Regalos que el sentir popular convierte en preciosa tradición que inunda de gozo e ilusión, cada año, el seis de enero.

La celebración de la Epifanía del Señor nos vuelve a presentar el tema de la luz, ahora representada en la estrella que guía el camino de aquellos hombres. Luz que el profeta Isaías relacionaba con “un niño que nos ha nacido” (Is 9,5) en la noche de la Navidad. Luz que disipa las tinieblas en la historia de los hombres y en el corazón de los creyentes, como nos recordaba el Papa Francisco en su primera Misa del Gallo en la Basílica de San Pedro: “Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera.”

Aquellos hombres que también se pusieron en camino, que fueron peregrinos aunque no perteneciesen al pueblo elegido, se dejan guiar por aquella luz aparecida en el cielo, a pesar de las tinieblas que surgen en su horizonte y que pudiese existir en sus vidas. Divisan la estrella y se llenan de alegría; las tinieblas de su corazón se disipan y la oscuridad que otros pretenden que les atrapen, quedan mermadas por la búsqueda  valiente de la verdad. Junto al Niño abrirán sus cofres para ofrecerle sus presentes, pero no son ellos los que halagan al Señor; al contrario, es el Señor quien les agasaja, pues son ellos los que salen auténticamente obsequiados. Acogen el mejor regalo que se puede recibir: la presencia del Señor en sus vidas que se convierte en un acontecimiento que hace cobrar un nuevo sentido a su existencia.

La novedad de sentido, la expresa espléndidamente San Mateo cuando indica que los magos  regresaron por otro camino. No se refiere a tan solo al retorno físico por una ruta distinta a la que habían llegado. Va más allá: el nuevo camino hace referencia a una “nueva creación” que acontece en el corazón de aquellos hombres por haberse encontrado con Cristo, en su búsqueda sincera de la verdad. Las tinieblas se disipan y se llenan de una alegría que perdura por los siglos.

Os animo a vivir con intensidad la Solemnidad de la Epifanía y la popular fiesta de los Reyes Magos. ¡Que descubramos y hagamos descubrir que solo Jesús es el único regalo que puede colmar de verdad todas nuestras esperanzas!

+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín

Fuente:: Mons. Carlos Escribano Subías

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Hace cincuenta añosMons. Lluís Martínez Sistach     Era el día 4 de diciembre de 1963, cuando estaba reunido el Concilio Vaticano II. Pablo VI presidía la clausura de la segunda sesión conciliar y la nave central de la basílica de San Pedro acogía a los obispos de todo el mundo. Acababa de leer el último folio de su discurso, ya impreso previamente, pero, con un gesto de la mano, detuvo los aplausos y anunció la que sería la noticia de aquel día: el Papa había decidido hacerse peregrino en la tierra del Señor.

El nuevo aplauso fue aún más fuerte que el anterior. El papa Montini, ya antes de serlo, se había convertido en un gran intérprete de lo que debía ser el Concilio Vaticano II, iniciado por Juan XXIII. Destacaban tres objetivos: el retorno a las fuentes, la reforma de la Iglesia y la unidad de los cristianos. Los tres ejes conciliares -sobre todo el del retorno a las fuentes de la fe- quedaban simbolizados en el gesto del Papa de ir como peregrino a Tierra Santa del 4 al 6 de enero de 1964.

Ahora -pasados ??cincuenta años- no es fácil hacernos cargo de la novedad que representaba aquel anuncio. Nunca, hasta ese momento, un Papa había puesto los pies en la tierra de Jesús; nunca un sucesor de San Pedro había pisado los caminos que recorrió el primero de los apóstoles. Sería la primera vez que un Papa subía a un avión para hacer un viaje fuera de Roma. La compañía Alitalia, consciente de estas novedades, desde entonces y para los siguientes viajes papales, puso a disposición del Papa el DC-8 que llevó a Montini de Roma a Amman el 4 de enero de 1964. El joven rey Hussein de Jordania hizo mucho más de lo que exigía el protocolo para recibir y acompañar al Santo Padre. Lo mismo hizo el presidente de Israel, Zalman Shazia, y también lo hicieron los respectivos gobiernos. Aquel viaje tuvo también un mensaje interreligioso y fue una expresión de respeto y estimación entre judíos, musulmanes y cristianos.

Aquel viaje tuvo también una gran dimensión ecuménica, sobre todo para la Iglesia católica y sus relaciones con las Iglesias de Oriente. Su momento culminante fue, en este sentido, el histórico encuentro, en Jerusalén, entre Pablo VI y Atenágoras I, el patriarca ecuménico de Constantinopla y jefe de las Iglesias ortodoxas.

El lugar elegido para el encuentro no podía ser más emblemático: el Huerto de los Olivos, que fue testigo de la agonía espiritual de Cristo. Era el primer encuentro al más alto nivel eclesial después de 500 años. Un abismo separaba Roma de Bizancio desde hacía cinco siglos. La unidad de la cristiandad parecía definitivamente rota desde aquel 16 de julio de 1054, cuando el cardenal Humbert, legado del papa León IX, en el curso de una misa pontifical, dejó la bula de excomunión sobre el altar de Santa Sofía de Constantinopla.

El abismo todavía parecía más grande después del fracaso del intento de rehacer la unidad de los concilios de Ferrara y de Florencia, en el siglo XV. Pero el encuentro de la montaña de los Olivos -hace cincuenta años- abrió el camino hacia una de las decisiones ecuménicas del tiempo del último Concilio en cuanto a las relaciones con las Iglesias ortodoxas: el Vaticano II acabó con el gesto recíproco de levantar las excomuniones entre Roma y Constantinopla, vigentes desde hacía cinco siglos. Un gesto que abría nuevamente los caminos hacia la plena unidad. Es de esperar que estos caminos avancen gracias al viaje previsto a Tierra Santa del papa Francisco.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach

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Mons. Mario IcetaMons. Mario Iceta      1. Con el año nuevo, el Señor nos entrega un volumen nuevo de la historia de vida y salvación que Él quiere realizar con nosotros. Es un libro con páginas en blanco, que esperan la labor paciente de cada día para ir escribiendo pasajes definitivos que van configurando nuestra historia personal, la tarea que dejamos impresa en el nicho del tiempo y del espacio en el que vivimos. La libertad es un don maravilloso que se nos ha dado. Una libertad orientada al bien, concebida como capacidad de ir construyendo nuestra vida por medio de las elecciones que realizamos para acercarnos a nuestra plenitud, a la realización de la vocación a la que hemos sido llamados. Dios orienta, inspira, guía, acompaña y sostiene nuestro caminar. No estamos solos. Él camina con nosotros.

2. Esta realización personal no puede darse si no es en el contexto del encuentro interpersonal, del amor como vocación fundamental. Así lo expresa Jesús : “quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35). Es esta paradójica constitución del ser humano la que orienta la posibilidad de construir una vida plena. Para vivir tenemos que entregar la vida. Quien se encierra en su propio egoísmo, en sus propios intereses, pensando así en conservar la vida, curiosamente la pierde. En cambio, quien la entrega, quien no se guarda nada para sí, recibe un infinito, acoge la posesión de un amor eterno, de una felicidad plena. En último término, acoge a Dios. Es precisamente Jesús quien con su vida y el don de su Espíritu nos enseña a entregar la vida.

3. En una sociedad materialista y consumista, que en el fondo no nos hace felices, tenemos que repensar los fundamentos sobre los cuales construir nuestra vida y nuestra sociedad. La doctrina social de la Iglesia no se cansa de proclamar que la familia humana, la ecología personal, es el fundamento y norma de todas las realidades humanas. Una sociedad desorientada por diversas ideologías, una economía descentrada de la persona y centrada únicamente sobre el lucro, el poseer, el producir, terminan por poner las condiciones en las que la vida personal se deshumaniza, se vuelve triste, cae en el individualismo, en el afán de tener y de poder y termina degradando la dignidad personal e impidiendo al ser humano alcanzar su plenitud.

4. El antídoto a estas carencias o enfermedades que acechan a la existencia humana es retornar al amor primero, reformular los fundamentos de una antropología adecuada, propagar una ética basada en la dignidad de la persona que se realiza en la comunión interpersonal, en la acogida del diferente, en la entrega sincera, en la fraternidad y la solidaridad. Repensar los fundamentos de la comunión interpersonal, diseñar con creatividad los modos y formas en que esta comunión se traducen y viven en la vida social, ver el modo en que la economía, el noble servicio de la política, los agentes sociales sirven al fomento de esta comunión que fundamenta el bien común, son elementos que con urgencia necesita repensar nuestra cultura y la sociedad actual.

5. Durante este primer mes del año, se nos presentan dos ocasiones para poner en práctica esta llamada a la comunión y a la acogida recíproca y fraterna. Celebraremos la jornada del inmigrante. La Iglesia nos recuerda el deber de acoger a nuestros hermanos y hermanas que llegan a nuestras fronteras y llaman a nuestras puertas. Huyendo de hambres, injusticias, guerras, falta de trabajo, pobreza, violaciones de derechos humanos fundamentales, buscan en nosotros una mano que les ayude, un corazón que les abrigue, una casa que les cobije, una mesa y un trabajo para compartir. No endurezcamos el corazón. Es Cristo sufriente quien se refleja en el rostro de estos hermanos necesitados. ¿Cómo debe ser nuestra respuesta? ¿Cuál debe ser la calidad y calidez de nuestra acogida?

6. Además, celebraremos el octavario por la unidad de los cristianos. La separación, las faltas contra la unidad son fruto de nuestros pecados, de nuestras concepciones estrechas de Dios y de la salvación que nos ha otorgado en Jesucristo. El Señor nos da el don del Espíritu Santo, que es amor, es decir, fuerza que une, que transforma y que fecunda, para que Él mismo sea el operador fundamental de la unidad, a la que debe seguir nuestra humilde colaboración, nuestra disposición, oración y apertura a los caminos nuevos. Como veis, dos hermosas ocasiones para vivir de modo concreto nuestra vocación al amor, al encuentro interpersonal, a la construcción de la comunión y del bien común, que hacen del mundo un lugar habitable y humanizado. El Señor nos invita a seguirle en estos caminos que Él nos ha trazado. Os deseo un feliz y santo año nuevo, bendecido por Dios, en compañía de la Virgen María. Con mi saludo fraterno.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

Fuente:: Mons. Mario Iceta Gabicagogeascoa

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     El Papa Francisco, en la XLVII Jornada Mundial de la Paz, ha dirigido a toda la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad un mensaje lleno de esperanza. Es una propuesta clara para llegar a que sea la paz la que domine el desarrollo de la historia futura. El lema es sugestivo: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Los hombres de todas las latitudes de la tierra tenemos necesidad de descubrir la fraternidad, de amarla, de experimentarla, de anunciarla y de testimoniarla. Pero hay algo evidente en este camino a la fraternidad: que solamente nos permite acogerla y vivirla el amor que Dios nos da.

Precisamente por ello, quiero proponeros algunas reflexiones que, con motivo de las diversas celebraciones que tenemos en la Navidad, pueden ayudarnos a acoger el amor de Dios. Me refiero a: 1) el Nacimiento del Señor; 2) la fiesta de la Sagrada Familia; 3) la Epifanía del Señor. Estas tres realidades, nos ayudan a descubrir dónde aprendemos a vivir la fraternidad que es fundamento y camino para la paz.

1. El Amor con rostro se nos revela en Belén de Judá, cuando nace el Señor. ¡Qué alegría el día en que el Señor bajó del cielo! ¡Qué alegría el día que el Salvador del mundo toma rostro humano para decirnos quién es Dios y quién es el hombre! Lo hace de un modo que todos los humanos lo podamos comprender. ¡Qué alegría contemplar en Belén a Aquél que se despoja de la gloria divina movido por el amor al hombre! Es impensable la fraternidad sin dejarnos abrazar y llenar por el Hijo de Dios que entró en la historia de cada persona que vive sobre la tierra. Se hace presente como único Salvador de la humanidad. Por ello, no habrá paz con fundamento, ni caminos para la paz, si es que no nos dejamos encontrar, abrazar y llenar de quien nos ha amado tanto.

Solamente el fulgor de la luz, que es el mismo Jesucristo que nació en Belén, es capaz de iluminar la noche en la que el mundo vive cuando lo desconoce y se hace sus propias luces. Solamente su mensaje de amor, que nos lo entrega y regala con su propia vida, dándola por nosotros, destruye todas las arrogancias que nacen cuando queremos vivir desde nuestras propias fuerzas y luces. Tú, Señor, en Belén nos trajiste la Paz, de tal manera que podemos decir que Tú eres nuestra paz. Solamente Tú puedes hacer de nosotros los hombres un pueblo purificado, es decir, un pueblo dedicado a las “buenas obras” (Tito 2, 14). Ayúdanos Señor a descubrir el auténtico sentido de nuestra existencia, ya que sólo así llevaremos una vida tan llena de tu amor que construiremos siempre, con quienes vivamos y estemos, la fraternidad. Acoger al Señor que nace en Belén es de tal urgencia y necesidad que solamente pueden desaparecer los males que afligen a la humanidad (guerras, conflictos, terrorismos, violencias con formas diversas de manifestarse, desconocimiento de la dignidad de la persona humana, fracturas y negaciones de todas las dimensiones que tiene la existencia humana, torturas, desánimos, desesperanzas), cuando el Señor entra en nuestro corazón y ocupa la vida.

2. Proponer a los hombres el “icono de la familia cristiana” que es la Sagrada Familia como células vivas que construyen la fraternidad en el mundo. La víspera de la Sagrada Familia hemos tenido un encuentro de “familias cristianas” en Valencia. Durante la mañana se reunieron las familias por Vicarías Episcopales (son ocho las vicarías). Hubo una catequesis y una experiencia de una familia. Por la tarde, rezamos el rosario en la Plaza de la Virgen y después celebramos la Santa Misa en la Catedral. El lema sigue siendo “Familia Misionera” y este año el tema era “La Familia, patrimonio de la humanidad”. Ha sido una manifestación de fe y alegría que nos ayudó a todos a realizar una reflexión sobre la familia cristiana, que es don y compromiso en defensa de la persona y de la vida y esperanza de la humanidad. Deseamos hacer una propuesta a través de las familias cristianas a nuestro mundo y manifestar que la familia cristiana es una obra de arte que expresa el mensaje de amor comprometido y de la vida como maravilloso don de Dios, una obra de arte, la familia, que manifiesta que Dios es autor del matrimonio y Señor de la vida. ¡Qué milagro más grande saber decir a este mundo que el Señor es autor del matrimonio! Pues os ha unido y colmado de la riqueza de su amor.
La familia es patrimonio de la humanidad porque, entre otras cosas, a través de ella se debe prolongar la presencia del hombre sobre la tierra. En las familias cristianas la fe nos hace ver el rostro de Jesucristo, el esplendor de su verdad, la grandeza de la vida, el santuario del amor, la escuela del diálogo verdadero, la creadora de la cultura del encuentro con proyecto de inclusión, la riqueza de la fidelidad como don de un Dios que es fiel y misericordioso. La “causa” de la familia dignifica el mundo, hace ver la verdad del ser humano, el misterio de la vida. El porvenir de la humanidad está en la familia. Sí, en una familia unida en el amor de Cristo, presente activamente en la sociedad, comprometida en la misión de humanización, liberación y construcción del mundo de acuerdo con el corazón de Cristo.

3. Proponer la fiesta de la Epifanía para construir la fraternidad. Aquellos Magos que vienen de Oriente personifican a todos los hombres que, a través de los siglos, van al encuentro del Hijo de Dios y se postran ante Él. Hombres de toda proveniencia, de todos los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir, se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo. Como los Magos de Oriente, parten hacia lo desconocido. Eran como muchos de hoy, de corazón inquieto, movidos por una búsqueda curiosa de Dios y con un deseo inmenso de salvar el mundo. Deseaban saber dónde está y cuál es lo esencial, deseaban saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Eran buscadores de Dios. Y cuando lo encuentran marchan por otro camino, ese que está orientado por Dios mismo y que se nos ha manifestado en Jesucristo, pues desean buscar y encontrar a los hombres para proponerles ese camino. De tal manera que la Epifanía es la fiesta de la manifestación de la Luz, que es el mismo Cristo, que ilumina el camino de los hombres.

¿Cómo debe ser un hombre que entra por ese Camino que es Cristo? Entre otras cosas, sus intereses están orientados por Dios mismo, pues será así también como se interesará por los hombres, es decir, le importarán los hombres, se sentirá tocado por las vicisitudes de los hombres. Será un hombre para los demás que, conquistado por Cristo y transformado en Él, vive, piensa y siente junto a Dios. Elegir el Camino de Cristo supone entrar a vivir la fraternidad según dos criterios evangélicos: “amar al prójimo como a uno mismo” (Mc 12, 31) y “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12), que a su vez nos remite a “como el Padre me amó” (Jn 15, 9). Por el primer principio se nos puede enseñar algo sobre la fraternidad, pero es en el segundo donde aparece algo absolutamente novedoso y radical que nos sitúa en la entrega total al Señor. Dios nos ha dado hermanos y regalado su Amor para vivir con ellos. Para construir la fraternidad nunca se excluye a nadie, porque es inclusiva, va al encuentro del otro siguiendo las huellas de Jesús. “¿Dónde está tu hermano?” “Sois todos hermanos”.

Con gran afecto os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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El Papa visitará pesebre viviente romano en la Epifanía
(RV).- En la Solemnidad de la manifestación del Señor, el Papa Francisco visitará la parroquia romana de San Alfonso María de Ligorio, para ver el pesebre viviente preparado por los feligreses, que invitaron al Obispo de Roma, escribiéndole una carta. El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Padre Federico Lombardi, señaló que la visita, de forma estrictamente privada, será a las cuatro y media de la tarde. La iglesia se encuentra en la calle Giustiniana, del barrio Prima Porta, en la zona norte de la capital italiana.
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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El Papa manifestó a los jesuitas su profunda fraternidad espiritual, señala el Padre Lombardi
(RV).- (con audio) El Papa manifestó a los jesuitas su profunda fraternidad espiritual, señala el Padre Lombardi Más de 350 jesuitas participaron en la Misa que presidió el Papa Francisco en la Chiesa del Gesú, entre ellos, también el Prepósito General de la Compañía de Jesús, el Padre Adolfo Nicolás. Sobre el clima en el que se celebró la Misa, Sergio Centofanti entrevistó al director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y de nuestra emisora, Padre Federico Lombardi, uno de los jesuitas que participaron en este evento:
La Misa se celebró en un ambiente muy sereno, tranquilo y alegre. Hay que pensar que es la fiesta del Nombre de Jesús, es decir la fiesta ‘titular’ de la Compañía, dedicada precisamente al Nombre de Jesús, y fue muy lindo poderla vivir junto con el Santo Padre, en particular en esta ocasión, pocos días después de la canonización de San Pedro Fabro, que es el primer compañero de San Ignacio. Ello nos ayudó a revivir la inspiración original de la Compañía de Jesús, su dedicación al apostolado, un apostolado profundamente motivado por el amor personal de Cristo.

El Nombre de Jesús y San Pedro Fabro, centraron la homilía del Papa Francisco, como destaca el Padre Lombardi, haciendo hincapié en el amor de Dios y en la reconciliación:
Dos temas: el Nombre de Jesús, como tal, y la figura de San Pedro Fabro como una persona con grandes anhelos. El espíritu de San Pedro Fabro es de cultivar el verdadero gran anhelo de dar a conocer no sólo el Nombre de Jesús, sino el amor de Dios hacia todos, aun en situaciones difíciles, como aquella en la que él obraba, en el tiempo de la división entre los cristianos. Por lo tanto, con un sentido de reconciliación, de dulzura: un rasgo muy característico de la personalidad de este santo, que no hizo cosas grandes desde un punto de vista exterior, pero sí grandes cosas desde un punto de vista espiritual, en los corazones, para dar a conocer el amor de Dios y reconciliar a las personas divididas precisamente por este amor.

El Papa se refirió a la inquietud en los jesuitas:
Así es. Es el dinamismo característico de la espiritualidad de la Compañía de Jesús: buscar y encontrar al Señor y su voluntad, no para detenerse, sino para seguir buscándola aún más. Una vez que se ha encontrado al Señor, el Señor te sorprende y te llama incluso más allá, de donde hayas llegado. Así es, este Dios rico de sorpresas, de las que el Papa habla a menudo, es verdaderamente un conocimiento de Dios, que es muy característico de una espiritualidad dinámica, de camino, como la de la Compañía de Jesús y también de Pedro Fabro, que era, de hecho, un peregrino del servicio del Señor, en la Europa de su tiempo.

Luego, el Papa fue saludando a los jesuitas que estaban en la Chiesa del Gesú
Sí, ya sabemos que es característico del Papa tener esta atención y paciencia, incluso de saludar a todos, uno por uno. Había tantos hermanos, sus hermanos, reunidos en esta hermosa ocasión: quiso saludarlos a todos y manifestar su profunda fraternidad espiritual.

(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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Mons. VivesMons. Joan E. Vives    Ahora que acabamos de pasar página del mes y del año del calendario, cuando se abre ante nosotros un Nuevo Año, un tiempo de gracia y de novedad, debemos pedir con el salmista: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Sal 90,12). Aprender a ver los días del año a la luz del amor misericordioso de Dios Padre, que todo lo llena de vida, y al mismo tiempo verlo desde nuestra debilidad y brevedad (cf. Sal 39,5). La forma en que se debería evaluar un año tiene mucho que ver con si fuimos capaces de amar, de perdonar, de experimentar la alegría, de aprender cosas nuevas, de doblegar nuestros egoísmos, de compartir gratuitamente con alguien… sin tener miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar alguna estrategia para cambiarla. Ser feliz es una decisión, no lo olvidemos.

Con estos criterios, cabe preguntarse qué hacer para poder construir un buen año 2014, ya que todos estamos en el camino de superar las dificultades, de aprender cada día a ser mejores y de entender que vinimos a la existencia para amar, dejar huella, y ser felices.

Amar a Dios y al prójimo todos los días del nuevo año y de nuestra vida. La Escritura nos dice que “el principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Sal 111,10). Venerar, amar, rezar, acoger su Palabra… y ser buenos samaritanos hacia todos aquellos que encontremos por el camino de la vida. ¡Todo está abierto para el amor!

Dejar huella, es como decir que tendremos que aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento personal y social. El trabajo, sea remunerado o no, dignifica el espíritu y nos hace bien en nuestra salud. Por eso debemos esperar ardientemente que la economía se recupere y que muchos más puedan encontrar el trabajo que los dignifique, sin depender de ayudas. Tenemos que poder cansarnos porque eso quiere decir que estamos entregando lo mejor de nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos, pues para dormir, tendremos siglos después.

Ser felices, libres, desplegar todas las potencialidades que llevamos dentro… Valoremos la libertad como una forma de vencerse a uno mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que tenemos que hacer, con alegría, y cultivar la fuerza de voluntad, el espíritu de sacrificio y abnegación, este maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas ante cosas mejores por venir. Tratemos de crecer en la dimensión espiritual. La apertura a la trascendencia y dar sentido a lo que hacemos, tiene que ver con “la inteligencia espiritual ” (F. Torralba). Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso al diálogo, a los encuentros familiares y con amigos, dentro y fuera de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de la familia. Seremos felices no porque desaparezcan los problemas (estar vivo es siempre tener nuevos problemas…) sino porque aprenderemos a enfrentarlos “con la sabiduría del corazón”. Las alegrías, cuando se comparten, se hacen más grandes, y en cambio, con las penas pasa al revés, se hacen más pequeñas. Quizá lo que ocurre es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Para el 2014 pidamos un corazón grande, lleno de fe, para disfrutar de las alegrías y porque las penas no nos hagan daño. ¡Un Feliz Año 2014!

+ Joan E. Vives

Arzobispo de Urgell

Fuente:: Mons. Joan E. Vives

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Dios se esconde en un niñoMons. Braulio Rodríguez     Dios se hizo hombre. Se hizo niño. Así cumple su promesa de que Él mismo será “Emmanuel”, un “Dios con nosotros”. Al hacerse niño, Dios nos ofrece un trato de tú: todos pueden tratarle de tú, pues ha alejado toda lejanía. Para nadie es ya inalcanzable, salvo para los que se hayan vuelto tan altivos, que en su vida no pueda ya entrar un niño. Hay una historia rabínica que narra un famoso escritor contemporáneo. Cuenta el relato que Jeshiel, un muchacho pequeño, entró llorando en la habitación de su abuelo, célebre rabí. Decía: “Mi amigo me ha abandonado. Ha sido muy injusto y se ha portado mal conmigo”. El abuelo le pidió que le explicara mejor lo sucedido. “Estábamos jugando al escondite –dijo el niño-, y yo me escondí tan bien que no pudo escucharme y se marchó”. El otro había interrumpido el juego. El maestro acarició al pequeño y le dijo: “Sí, no hay duda de que es muy feo. ¿Ves?, con Dios es exactamente lo mismo. Él se ha escondido, y nosotros no lo buscamos. Piensa: Dios se esconde, y los hombres ni siquiera lo buscamos”.

El misterio de la Navidad es también que Dios se esconde. El no se impone: quiere que entre Él y nosotros se suscite el misterio del amor, que presupone libertad. Dios se esconde a fin de que seamos a su imagen y semejanza, para que pueda darse en nosotros la libertad de encontrarle. A Herodes no se le ocurrió que ese niño pudiera ser Dios y no lo encontró. Y nosotros, ¿lo encontramos realmente? ¿O no será que, como impaciente compañero de juego, hace mucho ya que, en lo más hondo, nos hemos marchado de aquel juego que sería la auténtica verdad de nuestra vida? Mil disculpas, mil razones somos capaces de encontrar en contra de ello. Es verdad, Dios se esconde, pero no es solo ocultamiento. La Navidad es su escondite, si se quiere, pero es al mismo tiempo, junto con la Pascua, la mayor revelación de Dios. Él no nos deja solos en este juego que es la verdad: Él mismo lo ha organizado e iniciado. Él nos sigue constantemente. A través de la creación nos dirige de continuo la palabra siempre que queramos oír y ver, y nos dice: “¡Buscadme!” En la historia sagrada de Abrahán nos ha dejado las reglas, nos ha interpretado los signos para que podamos encontrarlo. Él ha descendido la escala entera de la distancia entre Él y nosotros hasta llegar a la condición de niño, pero no estamos dispuestos a aceptar ese escándalo, siendo nosotros tan sabios. Pero quien comienza a entenderlo cae de rodillas y se llena de la gran alegría que anunció el ángel en la Nochebuena.

“Vayamos a Belén”, se dijeron unos a otros los pastores. Esta invitación quiere dirigir la Iglesia en esta Navidad. Quiere invitarnos a ponernos en marcha, a trasladarnos. De hecho, para encontrar a Dios, es necesario pasar a otro sitio, pues Dios es diferente de nosotros. Si queremos encontrarlo, tenemos que pasar al otro lado, cruzar con nuestro corazón la calle de las contradicciones y encontrar el camino de la transformación, hasta que Él se torne visible. Y para esto no hay que subir al cielo. Dios, dice san Pablo, está muy cerca de ti. Está en tu boca y en tu corazón (Romanos 10, 8-10). Necesitamos esta excursión hacia lo que está bien cerca de nosotros. Tenemos que buscarlo a Él para encontrar el escondite que es su revelación. “Vayamos a Belén”. Con nuestro caminar tenemos que entrar en aquella sencillez de corazón que es capaz de percibir a Dios. Pidamos al Señor que nos dé el impulso, como lo hizo con los pastores. Que nos haga capaces de ponernos en marcha, para que también a nosotros se nos dé la gran alegría que está reservada a todo pueblo: “He aquí que en la ciudad de David os ha nacido el Salvador, Cristo, el Señor”.

¡Feliz Navidad!

X Braulio Rodríguez Plaza

Arzobispo de Toledo

Primado de España

Fuente:: Mons. Braulio Rodríguez

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Hagamos balanceMons. Atilano Rodríguez       El fin de año suele ser un buen momento para hacer balance del año que se nos va. Al revisar nuestros comportamientos, descubriremos muchos aspectos positivos. Comprobaremos que Dios ha estado grande con nosotros y que la experiencia de su amor nos ha ayudado a salir de nosotros mismos y de nuestras preocupaciones para brindar amabilidad, dulzura, comprensión y servicio a nuestros semejantes.

Pero, si somos sinceros con nosotros mismos, también descubriremos que no todo es trigo limpio en nuestra vida y que la cizaña, en ocasiones, ha crecido juntamente con la buena semilla. Cuando nos miramos por dentro, descubrimos que el egoísmo, la envidia, la pereza, el desánimo y los celos también han ocupado espacios de nuestra vida en las relaciones con nuestros semejantes.

La constatación de estos aspectos negativos, además de movernos a pedir perdón a Dios y a los demás por nuestras actuaciones erradas, tendría que ayudarnos a desechar de nuestra vida aquellos comportamientos que nos entristecen y que no nos dejan satisfechos con nosotros mismos y con nuestras convicciones religiosas.

Hemos sido creados por Dios para ser felices y para hacer partícipes a los demás de nuestra felicidad, pero, en ocasiones, buscamos la felicidad donde no está. Por eso es necesario que pensemos con frecuencia en aquellas cosas que no nos hacen felices y que deberíamos cambiar en las relaciones con nuestros hermanos.

Si tenemos cosas que perdonar a los demás, no dejemos de hacerlo ahora, para que la «puesta del sol no nos sorprenda enojado con tu hermano». No permitamos que se apodere de nosotros el rencor y el resentimiento al descubrir el desamor en los comportamientos de nuestros semejantes y no olvidemos nunca que para estar bien con los demás, antes debemos sentirnos bien con nosotros mismos.

El Señor nos concede la dicha de comenzar un nuevo año. ¿Cómo será este nuevo año? Sin duda el recorrido del mismo dependerá en gran medida de lo que cada uno quiera hacer con él. El año nuevo nos ofrece la posibilidad de crecer como personas, de profundizar en nuestra fe, de hacer el bien y de amar a nuestros semejantes.

Cada día del nuevo año es un regalo de Dios para que los talentos que Él pone en nuestras manos los utilicemos con responsabilidad y eficacia. La vida de cada uno está hecha de momentos sencillos que compartimos con los hermanos en el trabajo, en la familia, en el estudio y en las diversiones. Procuremos vivir cada instante de la vida con intensidad, amor y paz, pues ahí también está el Señor. No hay tiempos vacíos. Todos los tiempos son momentos de gracia porque están habitados por Dios.

Para que todo transcurra por buen camino, pidamos al Señor que nos bendiga y proteja, que nos ilumine y fortalezca. Que Él nos ayude a crecer cada día en fe y caridad, en libertad y verdad, para que nunca cerremos nuestro corazón a los hermanos y encontremos el camino de la verdadera felicidad. Suceda lo que suceda, si Dios está con nosotros, seremos felices.

Que el Señor te guarde en tus caminos y te colme de felicidad.

+ Atilano Rodríguez

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Fuente:: Mons. Atilano Rodríguez

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