El libro más famoso del P. Loring, listo en aplicación gratuita de Android

Medellín (Viernes, 03-01-2014, Gaudium Press) El Padre Jorge Loring, SJ, quien falleció recientemente, será recordado por los numerosos admiradores de su vida y obra por muchas razones. Una de ellas son las enseñanzas contenidas en su difundido libro «Para Salvarte», del que ya hay más de un millón trescientas mil copias vendidas, sólo en España, que atestiguan la bondad del escrito.

Pues ahora el mismo, y de forma gratuita, estára disponible en versión Android para dispositivos móviles (https://play.google.com/store/apps/details?id=co.lam.parasalvarte). El primer capítulo, que trata sobre Dios, ya puede ser descargado. El mérito de esta importante obra de apostolado le corresponde a un ingeniero colombiano, perteneciente al Movimiento Lazos de Amor Mariano, Germán Darío Tamayo Zuluaga.

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«Realmente la principal ventaja es que es gratuito porque así lo quiso el P. Loring (…), si alguien va en su vehículo o haciendo una labor que no le permite leer, el mismo dispositivo le va leyendo el libro», dice Tamayo Zuluaga.

El 2 de septiembre pasado un gran amigo del P. Loring lo contactó para que los asesorara en el proyecto. Sin pensarlo dos veces, el ingeniero Tamayo se puso «al servicio, porque sentí en mi corazón el llamado de colaborar en esta gran obra de Evangelización».

Dos días después el P. Loring le escribió «y me dijo que estaba feliz de que su libro pudiese llegar a muchas más almas». El primer capítulo fue puesto a disposición el 1 de enero pasado. La aplicación para ser usada «no requiere internet, además se puede calificar, compartir, marcar el lugar de lectura, escucharla (síntesis de voz) y tiene una biografía muy simple del Padre Loring».

Al ser preguntado cómo un padre de familia, con cuatro hijos y que tiene su trabajo para su sustento, le pudo dedicar tiempo sin costo alguno a un proyecto como este, Tamayo respondió que «la Madre Teresa, los grandes santos, los Papas, tienen las mismas 24 horas que uno y han hecho tanto bien a la humanidad, porque uno no va a poder. De ahí el llamado que uno siente».

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«Uno entiende cuando entra en los caminos del Señor que definitivamente Él nunca se deja ganar en generosidad, si nosotros abrimos nuestro corazón a Él y trabajamos para Él, el se encarga de todo lo temporal de nuestra vida de nuestro trabajo de nuestra economía, entonces es ahí donde yo sentí el llamado del Señor de poner al servicio de la evangelización lo poco o mucho que yo haya podido conocer en mi profesión», agregó el ingeniero.

Con información de Aciprensa

 

Fuente:: Gaudium Press

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Redacción (Viernes, 03-01-2013, Gaudium Press) Por su propia naturaleza, el hombre vive constantemente en busca de la felicidad, y todo lo que hace o planea hacer tiene como objetivo ese fin, implícita o explícitamente.

A lo largo de la Historia, cada civilización ha ideado una forma para conseguirla y en ella ha puesto sus mejores esfuerzos. Así, para los griegos el éxito consistía en el dominio de la filosofía; los romanos anhelaban el poder político; el renacentista rendía culto a las artes; la revolución industrial sobrevaloró la producción de bienes materiales; por último, en el siglo XX, se intentó obtenerla mediante la abolición de todas las reglas morales.

Sintetizando el auge de ese estado de espíritu libertario, la Revolución de Mayo del 68 dogmatizó: «¡Prohibido prohibir!». Y con la capacidad de contagio de las pasiones desordenadas, más el gancho de la cultura francesa, esa meta utópica conquistó en poco tiempo enormes espacios de la opinión pública internacional, haciéndonos creer que los restos de padrones de orden aún vigentes eran las únicas barreras que separaban al hombre de la felicidad completa.

Casi medio siglo ha pasado desde entonces, ¿y cuál ha sido el resultado? ¿Ha encontrado la humanidad, finalmente, lo que tanto buscaba? ¿Rebosa de felicidad la juventud de hoy día? ¿Vivimos el apogeo de la civilización soñado por tantas generaciones a lo largo de la Historia?

Basta que el hombre contemporáneo abra un poco los ojos para constatar que algo ha salido errado y que los frutos de esa pretendida liberación están lejos de ser como se lo imaginaba. ¿Por qué?

Para responder a esta pregunta, pocas reflexiones podrían ser más oportunas que las hechas por el Papa Benedicto XVI en el discurso pronunciado el pasado 8 de diciembre. En él, el Vicario de Cristo advertía sobre los falsos remedios que el mundo propone para llenar el vacío de alma generado por el egoísmo, y señalaba a María Inmaculada como modelo:

[Ella] nos habla de la alegría, esa alegría auténtica que se difunde en el corazón liberado del pecado. El pecado lleva consigo una tristeza negativa que induce a cerrarse en uno mismo». Al contrario, decía, «el cristianismo es esencialmente un ‘evangelio’, una ‘alegre noticia’, aunque algunos piensan que es un obstáculo a la alegría». Y añadía: «La alegría de María es plena, pues en su corazón no hay sombra de pecado.

Así es, el alma inocente es feliz, y sirve al Señor «con alegría y gratitud» (Dt 28, 47). Excelente conocedor de esta verdad, San Juan Bosco estableció una única regla para el recreo en los colegios salesianos: prohibido estar triste. Su vida misma fue un ejemplo de júbilo en el camino de la santidad. En esto residía el secreto y la fuerza de atracción de su apostolado.

Urge precaver a las nuevas generaciones contra ese dañino equívoco que aparta a tantas almas de las sendas del bien: la verdadera felicidad no se encuentra en el pecado, sino en la virtud. Y el desorden de los vicios no puede traer la tan anhelada paz interior. ?

(Editorial – Revista Heraldos del Evangelio – Febrero 2013)

 

Fuente:: Gaudium Press

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(RV).- La Prefectura de la Casa Pontificia publica una estadística sobre la participación de los fieles en los diversos encuentros con el Papa Francisco en el curso del año 2013 recién concluido, es decir las audiencias generales de los miércoles, las audiencias particulares, las celebraciones litúrgicas y el rezo del Ángelus o del Regina Coeli.
Ante todo se informa que se trata de datos aproximados, que se calculan según las peticiones de participación que llegan a la Prefectura de la Casa Pontificia para estos eventos y de las entradas distribuidas.
Este cuadro refiere sólo los encuentros en la Ciudad del Vaticano, de modo que no comprende otros momentos que el Sumo Pontífice vivió con gran participación de fieles, como durante su viaje apostólico a Brasil, en el mes de julio, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, así como sus visitas a la isla de Lampedusa, a Cagliari y a la ciudad de Asís, además de otras visitas que el Papa realizó en su diócesis de Roma.
De este modo se puede decir que, más de seis millones seiscientos mil fieles y peregrinos han podido ver al Papa de marzo a diciembre de 2013.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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Hace 50 años: el viaje del Papa Montini a Tierra Santa
(RV).- (audio) Hace 50 años: el viaje del Papa Montini a Tierra SantaCon motivo del 50 aniversario de la peregrinación de Pablo VI a Tierra Santa, el Instituto Pablo VI, en colaboración con la Oficina para el Ecumenismo de la diócesis de Brescia y con la Custodia de Tierra Santa, invita a un encuentro que se celebrará en el Centro de Estudios del Instituto Pablo VI en Concesio, el 10 de enero próximo y que tiene la intención de destacar en particular la importancia ecuménica de la visita del Papa Montini en la tierra de Jesús.
Participará en el encuentro el obispo de Brescia, Mons. Luciano Monari. Después de una introducción del presidente del Instituto Pablo VI, Don Angelo Maffeis, intervendrá el Custodio de Tierra Santa, el padre Pizzaballa, sobre el tema de la unidad de la Iglesia y la búsqueda de la paz en Tierra Santa.
Seguirá la proyección de la película “Volver a las fuentes: Pablo VI en Tierra Santa”, producida en 1964 por la Custodia Franciscana de los lugares santos, en ocasión de la peregrinación de Pablo VI. Del documental, que circuló en varias partes de Italia inmediatamente después de la peregrinación del Papa, se había perdido por completo su memoria. En los archivos de Milán, sin embargo, se han recuperado algunas rollos del film, que han sido restaurados. La película es un documento histórico de gran importancia: se muestra una Tierra Santa que ahora ha desaparecido, antes de la Guerra de los Seis Días. Entre las imágenes memorables de la película, sobresalen aquellas que se refieren al conmovedor encuentro ecuménico que tuvo lugar en Jerusalén entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras de Constantinopla.
ER RV

Fuente:: News.va

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Ciudad del Vaticano, 2 enero 2014 (VIS).-La Prefectura de la Casa Pontificia ha hecho público un comunicado en el que señala que en el año 2013, a partir de su elección el 13 de marzo, más de 6.600.000 fieles han participado en los diversos encuentros con el Papa Francisco: audiencias generales (1.548.500) y especiales (87.400), celebraciones litúrgicas en la Basílica Vaticana y en la plaza de San Pedro (2.282.000), Ángelus y Regina Coeli (2.706.000). Estos datos se refieren solamente a los encuentros que han tenido lugar en el Vaticano, y no incluyen otros actos con gran participación de fieles, como el viaje apostólico a Brasil en el mes de julio con motivo de la JMJ de Rio de Janeiro, y también varios viajes en Italia, a Lampedusa, Cagliari y Asís, y también las visitas en la diócesis de Roma. El total de los fieles se estima en 6.623.900.
 
La Prefectura de la Casa Pontificia recuerda que se trata de datos aproximados, calculados sobre la base de las peticiones de participación en los encuentros con el Papa y de las invitaciones distribuidas por la Prefectura. Asimismo, se ha realizado una estima del número de presencias en momentos como el Ángelus y las grandes celebraciones en la Plaza de San Pedro.
 
 

Fuente:: News.va

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La mejor aventuraMons. Ciriaco Benavente     En el mensaje para la próxima Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado nos dice el Papa Francisco: “Jesús, María y José experimentaron lo que significa dejar la propia tierra y tener que emigrar. El corazón materno de María y el corazón atento de José, custodio de la Sagrada Familia, mantuvieron siempre la confianza de que Dios no abandona jamás”.

Dios ha querido que su Hijo naciera, creciera y viviera asumiendo la condición humana. Y la manera típica de hacerlo es en una familia. No es porque sea ésta la manera cristiana, sino porque es la manera humana. Los más grandes antropólogos del pasado siglo han afirmado que la familia es el único, el perenne modelo humano en toda la historia capaz de garantizar los elemento esenciales para crecer humanamente, como son el sentido de seguridad, el sentido de pertenencia y la transmisión de los valores más significativos de la vida.

En la fiesta de la Sagrada Familia de este año la liturgia trae a colación la huida a Egipto porque Herodes quiere matar al Niño. Nos presenta, con todo realismo, a la familia de Nazaret dramáticamente inserta en el árbol de la tragedia humana. Jesús ha asumido nuestras características: una familia, un país de origen, una lengua, una tradición cultural y religiosa. El Dios omnipotente, al asumir en toda su verdad la condición humana, ha quedado paradójicamente a merced también de los poderes de este mundo.

José, levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye”. Miles de refugiados y emigrantes han vivido esta misma situación. En medio de la amenaza terrible que sacude a esta humilde familia de Nazaret, sus miembros han permanecido unidos. Pero cuántas familias se han visto obligadas, con inmenso dolor, a la disgregación para salvar la vida o para asegurar el sustento familiar.

Luego, cuando vuelvan a la paz de Nazaret, se nos dirá que el niño crecía en edad, en sabiduría y en gracia. Es a lo que está llamado todo niño que nace. Pero se requiere para ello un ambiente, el que creaban en su hogar María y José, lo que necesita todo niño que viene al mundo: un enraizamiento afectivo, una estabilidad profunda, un padre y una madre. Porque se necesita tiempo para establecer esas relaciones profundas que forman parte de lo constitutivo de nuestra personalidad.

Jesús ha encontrado en José y María unos sencillos y seguros modelos de referencia, como se dice ahora; de ellos ha recibido una educación ligada a la modesta cultura de aquel tiempo, pero una educación esencial, que se manifestaría, en la edad adulta, en la dulzura, la bondad y la ternura con que trataba a sus prójimos.

La Familia de Nazaret tiene todavía, en el siglo XXI, en que es tan difícil la estabilidad familiar, importantes lecciones que darnos. Pese a las buenas intenciones, con el paso del tiempo puede ir apagándose la llama del amor, empezar a pesar la presencia del otro, ponerse en duda la elección hecha. Eso, cuando no se ha procedido a una unión sin hondura, que, a veces, no dura más que la luna de miel. Es que muchas de las personas de la generación emergente reducen el amor a un sentimiento, a una pasión, a tener “química  sexual”; están convencidos de que el amor no puede ser para siempre, de que no se construye sobre el sacrificio y la renuncia; las relaciones se centran en “lo que siento hoy por ti”, más yuxtaposición que unión.

Sabemos de la debilidad humana, pero es hermoso el consejo de Pablo que escuchamos en las lecturas de este domingo: “Dejaos sostener por Cristo”.

La familia de Nazaret es una familia posible, no inalcanzable. Es bueno no dejarse llevar del pesimismo reinante. Hay también muchas experiencias que acreditan la posibilidad de que la aventura del matrimonio es una buenaventura, la mejor aventura. Contamos para ello con la ayuda de Jesús y de su Espíritu.

Pero volvamos al comienzo: No olvidemos que, aunque se encubra de legalidad o de legitimación social, sigue habiendo Herodes, dispuestos acabar con la vida naciente o con la no nacida. Y no olvidemos que numerosas familias viven en su piel el drama lacerante de la emigración forzosa, para salvar la vida o para buscar una posibilidad de futuro.

La peripecia de la Sagrada familia y la normalidad de su vida en Nazaret nos obliga a no olvidar los dramas familiares, cercanos o lejanos, a reactivar el valor y la dignidad de la vida humana y de la familia.

¡Enhorabuena a todas las familias que se sienten felizmente unidas!

+ Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete

 

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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Mons. Casimiro LópezMons. Casimiro López     Queridos diocesanos

El Hijo de Dios, nacido en Belén, nos muestra el rostro amoroso de Dios y el verdadero rostro de ser humano: su verdad y dignidad, su origen y destino. Todas las dimensiones de la vida humana han sido iluminadas y sanadas por el Hijo de Dios. Él nos muestra también el verdadero sentido del matrimonio y de la familia.

El matrimonio es una comunidad de vida y de amor, basada en la donación recíproca, única e indisoluble de un hombre y una mujer. Este es el proyecto originario de Dios, obscurecido por la ‘nuestra dureza de corazón’, y que Cristo ha restaurado en su esplendor originario, revelando lo que Dios ha querido ‘desde el principio’. Las raíces más hondas del matrimonio y de la familia se encuentran en Dios, en su amor creador del ser humano, y, por ello, en la misma naturaleza humana. “Los creó hombre y mujer y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos, llenad la tierra” (Gn 1,27-28). En todo hombre y en toda mujer hay una llamada de Dios al amor y a la comunión interpersonal. El amor conyugal nace de la admiración mutua de un hombre y de una mujer ante la belleza y la bondad del otro e incluye una llamada a la comunión y a la transmisión de la vida. Es una llamada de Dios al amor esponsal que les lleva a la íntima entrega mutua para ser padre y madre responsables y amorosos. De la comunión del hombre y de la mujer en el matrimonio surge la familia.

Vivimos, sin embargo, tiempos poco favorables para el matrimonio, con un cambio sustancial en nuestra legislación que afecta gravemente a la familia. En nuestro Código Civil, el matrimonio ha dejado de ser la institución de un consorcio de vida en común entre un hombre y una mujer en orden a su mutuo perfeccionamiento y la procreación, y se ha convertido en la institución de convivencia afectiva entre dos personas; una unión que puede ser disuelta unilateralmente por una de ellas, con tal que hayan pasado tres mees desde la formalización del contrato matrimonial. Con la exclusión de toda referencia a la diferencia entre el varón y la mujer, se da vía libre a las uniones entre personas del mismo sexo. De este modo se han puesto las bases para la destrucción del matrimonio y de la familia, negándoles su valor insustituible para la acogida, la formación y desarrollo de la persona humana y para la vertebración básica de la sociedad.  Sus efectos son, entre otros, el debilitamiento del amor duradero entre los esposos, del amor materno y paterno, del amor filial, el notable aumento de hijos con graves perturbaciones de su personalidad y el desarrollo de un clima que termina con frecuencia en la violencia. Si el matrimonio y la familia entran en crisis, la sociedad misma comienza a estar enferma.

No cabe duda que esta situación va minando también la conciencia de muchos católicos. A veces se escucha que la Iglesia ha de ‘adaptarse’ a la sociedad, olvidando que la Iglesia no es dueña, sino servidora, y que no puede abandonar su fidelidad al Evangelio ni su fidelidad al ser humano según el plan de Dios. Se acepta como algo probado que la Iglesia se opone al presunto ‘progreso’ de la sociedad. Pero ¿son de verdad un progreso humano el ‘divorcio expres’, las uniones de hecho, el número creciente de familias rotas o el sufrimiento de los hijos que lo padecen?.

La Jornada de la Familia, el Domingo de la Sagrada Familia de Nazaret, nos invita a volver nuestra mirada a Dios para acoger, proclamar y vivir el Evangelio del matrimonio, de la familia y de la vida en la comunión en la fe y en la moral de nuestra Iglesia.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente:: Mons. Casimiro López Lorente

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Gil_HellinMons. Francisco Gil Hellín      Todos los hombres somos hermanos. Todas las naciones de la tierra formamos una unidad y compartimos un destino común. Pese a la diversidad de etnias, sociedades y culturas, cada día se percibe con más claridad que existe una semilla que nos impulsa a formar una comunidad de hermanos que se acogen mutuamente y se preocupan los unos de los otros.

Sin embargo, con frecuencia los hechos contradicen y desmienten esta vocación de fraternidad. Ahí están para testificarlo todas las guerras armadas y esas otras guerras, menos visibles, pero no menos crueles que se libran en el campo económico y financiero y que destruyen vidas, familias y empresas: la explotación laboral, el blanqueo ilícito de dinero, la prostitución, la trata de personas, la esclavitud, el trato inhumano de los emigrantes, la exclusión del no nacido y del anciano, la destrucción de alimentos mientras millones pasan hambre.

Esta dramática situación lleva a preguntarse a muchos si alguna vez lograremos un mundo en el que reine de verdad la fraternidad entre las personas y las sociedades y si algún día seremos capaces de vencer el odio, el egoísmo y la indiferencia. Algunos piensan que este ideal es inalcanzable y se contentan con aspirar a una convivencia regida por la tolerancia mutua y el pacto. De ahí  que reclamen y privilegien como único camino para la paz las leyes nacionales e internacionales.

Quienes tenemos fe en el Dios que nos presenta la Biblia y nos reveló Jesucristo, creemos que esas leyes y  tratados son, ciertamente, importantes y hasta necesarios. Pero insuficientes, pues ellos no son el verdadero fundamento de la fraternidad. El fundamento verdadero de la fraternidad entre todos los hombres y mujeres es la paternidad de Dios. Dios es Padre de todos y no un Padre genérico y abstracto, sino un Padre que tiene un amor extraordinariamente concreto y puntual por cada ser humano. Si ese amor es acogido, se convierte en el agente más asombroso para trasformar las relaciones de los unos con los otros y abre a los hombres a una verdadera y eficaz solidaridad y reciprocidad.

De esa paternidad universal fluye no sólo la fraternidad universal, sino el imperativo y el instrumento adecuado para alcanzarla. Porque lleva necesariamente a una conversión continua de los corazones, que permite reconocer en el otro un hermano, no un extraño, ni adversario, ni enemigo. De esa conversión nace el auténtico espíritu de fraternidad que vence el egoísmo personal y colectivo que es, en el fondo, el manantial de todos los conflictos. Baste pensar que detrás de las actuales crisis económicas y financieras, de la corrupción capilar de las sociedades actuales, de todas las explotaciones siempre se encuentra un corazón egoísta, que mira a su propio provecho sin preocuparse de los demás. Más aún, que no duda en eliminarlos cuando les considera obstáculos que se interponen a sus pretensiones.

Por otra parte, a nadie se le oculta que todos estos desórdenes generan injusticias, desigualdades profundas, envidias y odio entre las personas y las clases. En otras palabras, conflictos armados o no, pero conflictos. Construir un mundo sobre esta realidad es tanto como situarlo sobre un potente y peligrosísimo polvorín que, más pronto o más tarde, explotará y producirá consecuencias devastadoras. En cambio, fundamentar la convivencia humana sobre la paternidad de Dios y la fraternidad  entre sus hijos –todos los hombres y mujeres del mundo- es la mejor garantía para construir una sociedad en paz y prosperidad. Paz y prosperidad que todos anhelamos y que Dios es el más interesado en que las vivamos. En la “Jornada Mundial de la paz” es una buena oportunidad para pensar y vivir que la fraternidad es el fundamento y el camino para la paz.

+Francisco Gil Hellín,

Arzobispo de Burgos

Fuente:: Mons. Francisco Gil Hellín

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Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña      Mañana lunes, 6 de enero del nuevo año de gracia de 2014, celebramos en toda la Iglesia la solemnidad de la Epifanía del Señor. Como tan sabiamente nos dice el Martirologio Romano (cf pp 96 y 43), la Iglesia recuerda en esta fecha tres manifestaciones del gran Dios y Señor Nuestro Jesucristo: la de Belén, cuando Jesús niño es adorado allí por los Magos (cf Mt 2, 1-12); la del río Jordán, cuando Jesús, poniendo fin a su vida oculta, es bautizado por Juan, recibe la unción del Espíritu Santo, es llamado hijo por Dios Padre y da inicio a su actividad mesiánica (cf Lc 3, 15-16. 21-22); y la manifestación en Caná de Galilea, cuando, durante la celebración allí de unas bodas a las que Jesús había asistido con su madre María y con sus discípulos, mostró su gloria al transformar el agua en vino (cf Jn 2, 1-12).

Hoy nos ocuparemos de la manifestación de Cristo a los Magos. La manifestación de la identidad de Jesús a los Magos sabios se pudo producir en Belén porque éstos se habían revelado como buscadores incansables del único y verdadero Dios, como buscadores de la verdad, como hombres de corazón sincero y de razón abierta, ayuna de toda ideología y autoconsciente de sus límites internos. Aquellos hombres sabían que, aun siendo en principio la filosofía y las religiones fuerzas poderosas que ponen a los hombres en el camino conducente a Dios, tales fuerzas, la filosofía y las religiones, contienen, sin duda, semina Verbi Dei, pero no nos pueden otorgar nunca a Dios mismo, pues éste, que es la verdad, la vida y el amor absoluto, se encuentra cualitativamente a una distancia infinita de todo cuanto puede alcanzar el hombre en virtud del lumen naturalis rationis que registra su ser.

Como afirmaba hace un año Benedicto XVI, los Magos que acuden a Belén guiados por la estrella representan el dinamismo inherente a las religiones de tener que verse éstas interiormente obligadas a autotrascenderse, a tener que ir más allá de sí mismas y a no poder hacerlo por sí mismas. Es un dinamismo que consiste en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda del verdadero Dios y, por ende, en la esencia misma de la filosofía, entendida ésta en su sentido más genuino. Dicho más explícitamente, los Magos representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como también la autosuperación de la ciencia con vistas a Él. Ellos están siguiendo de algún modo a Abraham, quien se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y al hecho de su interrogarse acerca de la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.

Los sabios de oriente contemplados por Mateo son, en suma, un inicio; representan a la humanidad cuando ésta emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro del verdadero salvador. No identifican, pues, la racionalidad con el mero saber, sino que tratan de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más altas posibilidades.

Finalmente, si es cierto que la luz de la razón natural guía hacia Cristo (filosofía cristológica), no lo es menos que la luz de la fe ilumina también el camino de todos los que buscan a Dios,  y constituye la aportación propia del cristianismo al diálogo con los seguidores de las diversas religiones (cristología filosófica). Bien lo ha señalado el papa Francisco en la carta-encíclica Lumen fidei, 35.

No quiero terminar esta pequeña carta pastoral con motivo de la fiesta de la Epifanía del Señor a los Reyes sabios sin hacer una referencia bien explícita a la Jornada de oración y de colecta imperada en favor del Catequista nativo y del Instituto Español de Misiones Extranjeras (=IEME) que celebramos año tras año precisamente en este día. El lema de la Jornada de 2014 reza así: Catequistas nativos, testigos de la fe y de la caridad.

Los misioneros del IEME conocen por experiencia el gran valor de estos catequistas, sobre todo y fundamentalmente como humildes servidores de la Palabra revelada. Por otra parte, es de sobra sabido que en no pocos rincones de la Tierra se hace imposible para el misionero extranjero llegar a lugares o a ambientes específicos si no es a través de cristianos nativos que conocen bien la cultura, particularmente la lengua, el territorio y, en suma, la realidad concreta del lugar en donde se evangeliza. ¡Cuán admirablemente cumplen este cometido los catequistas nativos! Finalmente, además de catequistas en sentido estricto y de compañeros de penas y de alegrías de los misioneros, los catequistas nativos constituyen la primera familia que acoge en su seno a los ministros del Evangelio. Los catequistas nativos son, así, una verdadera estrella de la fe y de la caridad.

Ayudémosles material y espiritualmente a ellos y al IEME. Bien sabéis que, como os recordé el año pasado en La Voz del Prelado de este semanario (cf Iglesia en Zaragoza, número 1656, 6/1/2013, pág. 5, col b), el producto de la colecta del día de la Epifanía se distribuye en partes iguales entre la Congregación para la Evangelización de los Pueblos yel Instituto Español de Misiones Extranjeras, que es el que organiza la colecta por expresa designación de la Santa Sede desde hace ya muchos años.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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Somos GPS con destino a JesúsMons. Francesc Pardo i Artigas     Hoy día, la mayoría de los conductores, si podemos, utilizamos el GPS, especialmente si nos dirigimos a un lugar desconocido. Marcamos destino, —ciudad o pueblo, calle o plaza, número… — y adelante, hasta llegar al lugar deseado. 

Dado que estamos en vísperas de la fiesta de los Reyes Magos, hagamos servir la imaginación. A los cristianos nos han dejado un sobre cerrado, adornado con sumo cuidado, con la indicación “urgente”. Abrimos el sobre y encontramos una carta de los Reyes. Dice así: 

“Nosotros, para conseguir llegar hasta Jesús, fuimos siguiendo una estrella. Fue nuestro GPS. Hemos de reconocer que, en algunos momentos la señal que nos guiaba desapareció, situación que provocó un cierto desconcierto y preocupación. Fue entonces cuando acudimos a los escritos, a la Palabra de Dios, y al consejo de aquellos que mejor nos podían orientar para continuar el camino. Finalmente logramos hallar a Jesús, el rey de los judíos. Su pequeñez y pobreza no nos hicieron dudar, le ofrecimos nuestros presentes: oro, incienso y mirra. 

Ahora, hoy, tú eres el GPS que puede conducir a Jesús. ¿Cómo? 

Has de estar dispuesto a que de formas diversas, incluso sin  pronunciar su nombre, te pregunten por él; que, viendo tu talante, tu forma de vida, se atrevan a preguntarte por tu forma de ser y de actuar. 

Puede que, de entrada, no escuches la expresión  JESÚS, pero si  que te pidan dónde pueden hallar amor, vida, sentido, felicidad, fuerza, perdón, amabilidad, alegría… tal como tu lo vives. Has de saber interpretar que a quien de verdad buscan es a JESÚS y todo lo que él ofrece. Es entonces cuando has de estar dispuesto a guiarles hasta él. 

Una última reflexión: ¿Cuál o cuáles satélites harán posible que seas un GPS operativo y fiel para iniciar el camino? ¿Qué fuente de energía te alimentará para convertirte en un guía eficaz? 

Tus satélites son la Palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento. Leerla, meditarla, orar, buscar quien puede ayudarte a saborearla… es fundamental. 

También es imprescindible que te alimentes con la Eucaristía y te rehagas con el sacramento de la Penitencia. Y si es necesario también con el de la Unción de los Enfermos. 

Con frecuencia has de conectar con el Señor por medio de la plegaria, y dejarte ayudar por otros hermanos y hermanas que también han hallado a Jesús. 

Entonces, a aquellos a los que has de guiar, ponlos en comunicación con los que tienen experiencia por su misión, pues puede que tu señal se apague o sea insuficiente. 

En algún momento, contemplarás con alegría como aquellos a los que has guiado hasta Jesús ya no le ofrecen oro, incienso y mirra, sino su propia vida. 

¡Ah! Y no olvides que debes ser GPS desde los primeros años de todo niño o niña y a lo largo de todas las etapas de la vida. 

Respuesta: gracias, queridos Reyes. He comprendido que hoy en día somos nosotros los que hemos de indicar el camino hacia Jesús.

+Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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