Basílica de San Juan de Letrán acogerá tradicional Concierto de Navidad de la Diócesis de Roma

Roma (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) El próximo domingo 15 de diciembre a las 20:30 horas, la Basílica de San Juan de Letrán, Catedral de la Ciudad Eterna, acogerá el tradicional Concierto de Navidad de la Diócesis de Roma.

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El maestro Mons. Marco Frisina, será el encargado de dirigir el Coro de la Diócesis de Roma y la Orquesta ‘Fideles et Amati’. También se unirá al concierto el grupo coral de música bizantina de la Diócesis Ortodoxa Rumana de Italia San Dionicio el Exiguo, que estará bajo la batuta del maestro Marian Jianu.

Entre los eventos que tendrán lugar, el actor Enzo Decaro, leerá un texto de San Alfonso María de Ligorio, Obispo que en el año 1754 compuso el canto natalicio ‘Tu scendi delle stelle’, versión italiana del original ‘Quanno nascette Ninno’.

El programa musical del Concierto de Navidad, prevé además el canto gregoriano ‘Puer natus est’ y la Pastoral del Concierto para la Noche de Navidad de Corelli, que dirigirá el maestro Flavio Emilio Scongna.

Por su parte, el maestro Mons. Frisina dirigirá la obra ‘Preferisco il Paradiso’, compuesta por él para el filme sobre San Felipe Neri que fue producido por la RAI, así como ‘Pater hèmon’ – Padre Nuestro en griego-, ‘Blanca Navidad’, y ‘Amazing grace’, entre otras.

Con información de la Diócesis de Roma.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Empleados de la Iglesia en Filipinas reemplazan fiesta por comida de solidaridad con las víctimas del tifón

Manila (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) Los empleados de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas (CBCP) encontraron en las celebraciones navideñas una oportunidad para solidarizarse con las víctimas del super tifón Yolanda (Haiyan). La fiesta que tradicionalmente se celebra a final de año en la institución fue reemplazada por una comida sencilla y se recaudaron donativos para atender a los más gravemente afectados en la Diócesis de Borongan.

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Sede de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas en Manila.

«No olvidemos que no habrá Navidad sin Cristo», predicó el Padre Marvin Mejía, Secretario General de la CBCP a los colaboradores congregados en la sede de la Conferencia en Intramuros, en la capital del país. «En esta Navidad no olvidemos compartir nuestros bienes y nuestra bondad, especialmente a quienes no nos pueden dar nada de vuelta».

La iniciativa de realizar la colecta y hacer una comida sencilla partió de los mismos empleados, a causa de las noticias de las graves necesidades de los habitantes en las regiones afectadas y los grandes esfuerzos de la Iglesia por proveer ayudas materiales y espirituales y apoyo a la difícil recuperación de las regiones. La cena fue antecedida de una Eucaristía celebrada en la capilla de la institución.

En la comida, los cerca de 70 empleados compartieron un modesto menú de sardinas, lugaw (arroz congee), berenjena y ampalaya (melón amargo). La colecta de los colaboradores recaudó casi mil dólares para los damnificados.

Con información de CBCP News.

 

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Un mensaje sobre la alegría marcó el primer año de la cuenta oficial del Papa en Twitter

Ciudad del Vaticano (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) Con aproximadamente 11 millones de seguidores, la presencia oficial del Papa en Twitter ha demostrado ser una de las más influyentes en el agitado mundo de las redes sociales. El pasado 12 de diciembre se cumplió un año de la creación de las cuentas oficiales del Pontífice en varios idiomas, empleando el nombre del cargo del Papa en latín: Pontifex. La decisión de Su Santidad Benedicto XVI, particularmente llamativa por su avanzada edad y lo novedoso de la tecnología, fue calificada por Radio Vaticano como una «visión profética» continuada por el Papa Francisco.

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Los perfiles de la cuenta pontificia en twitter a los largo de su primer año de existencia.

«Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter», saludó en la primera publicación Benedicto XVI. «Gracias por vuestra respuesta generosa. Os bendigo a todos de corazón». Su entrada oficial a esta red social había sido precedida por la iniciativa de prueba Pope2You, donde se transformaron en tuis las frases del Mensaje de Cuaresma del Papa en 2012. Si bien era una cuenta de la Santa Sede, no se publicaban mensajes especialmente creados para este medio, ni era administrada por Su Santidad. Para Pontifex, Benedicto XVI redactó personalmente los contenidos, algunos de ellos publicados por el propio Pontífice.

Tras la renuncia del hoy Papa emérito, la cuenta fue suspendida. El nuevo Papa quedaba en libertad de continuar o no el uso de la cuenta y la presentación de la misma ostentó el escudo de la Sede Vacante durante ese tiempo. La llegada del Papa Francisco a la Sede de San Pedro significó la continuidad en el crecimiento de la cuenta y, como era previsible, el aumento de sus seguidores en lengua española. Actualmente esta es la cuenta más popular (4.3 millones de seguidores), seguida por la de lengua inglesa (3. 3 millones).

Según afirmó recientemente en Filipinas Mons. Paul Tighe, Secretario del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco redacta los mensajes destinados a twitter en español o italiano, tras lo cual un equipo se encarga de traducirlos lo más fielmente posible a los demás idiomas.

«No se puede concebir una Iglesia sin alegría», escribió el Papa Francisco en el día del primer aniversario de la cuenta. «Ésta es la alegría de la Iglesia: anunciar a todos el nombre de Jesús». Una alegría que es especialmente notoria en las redes sociales, donde se ha demostrado el interés de muchas personas, especialmente jóvenes, en tener un contacto más cercano con la Iglesia.

Con información de News.va y UCANews.

 

Fuente:: Gaudium Press

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«Madre nuestra te celebramos con un corazón lleno de esperanza y de misericordia»: Cardenal Rivera en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe

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Foto: Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

Ciudad de México (Viernes 13-12-2013, Gaudium Press) Con cánticos, danzas, ofrendas florales y oraciones, un sinnúmero de peregrinos -se calculan unos 6 millones-, celebraron este 12 de diciembre la Solemnidad de la Virgen de Guadalupe en la Basílica y Santuario de la Patrona y ‘Emperatriz de las Américas’ en México.

Compartimos a continuación la Homilía que pronunció el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo y Primado de México, durante la Santa Misa que presidió en el Santuario con ocasión de la solemnidad mariana:

Hoy celebramos que desde hace 482 años, Dios ha venido en medio de nosotros por medio de nuestra madre, Santa María de Guadalupe, y ha querido transformar esta tierra muerta del Tepeyac, en el vergel de la vida de Dios, tierra bendita y sagrada.

Hoy celebramos que Santa María de Guadalupe ha venido para manifestar su voluntad, su deseo, el de construir su «casita sagrada» para ofrecer aquí a su Amor-Persona, Jesucristo, centro y fundamento de este lugar, hogar del Dios Omnipotente.

Hoy celebramos que Ella realizara, en aquel frío invierno de 1531, una verdadera y profunda inculturación del Evangelio que continúa moviendo los corazones más allá de espacios y tiempos.

Hoy celebramos que Dios se ha apiadado de nosotros y ha manifestado su amor misericordioso por medio de la mirada compasiva de su propia Madre y, así, el Dueño del cielo y de la tierra ha venido a nuestro encuentro para darnos la gracia de la salvación.

Hoy celebramos que por medio de Santa María de Guadalupe, nuestro Señor, el vencedor del pecado y de la muerte, ha venido a quedarse a vivir en medio de nosotros, en nuestro corazón.

Hoy estamos celebrando que Santa María de Guadalupe es la Estrella de la primera y de la nueva Evangelización, discípula y misionera del amor de Dios, gracias a su valiente y humilde «sí» al Señor, el Reino de Dios sigue tocando los corazones; y fue san Juan Diego, el elegido por Ella, quien recibió su consuelo y su protección, su gozo y su alegría. El humilde macehual fue elegido como su mensajero digno y amado, lleno de toda su confianza, para pedir al obispo la construcción de este hogar, de esta «casita sagrada», «hogar del Dios omnipotente» en donde ahora nos encontramos todos, disponiendo nuestros corazones para construir juntos la Civilización del Amor de Dios, centrada en la Eucaristía.

Por eso, Ella es la fuente y causa de nuestra alegría, Ella es la Madre del Amor. Ella que se ha hecho de nuestra sangre y de nuestro color. Ella que ha tomado nuestra identidad y nuestra raíz, nos confirma que nuestra dignidad radica en haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, el Dueño de la vida. Este es el fundamento de nuestra felicidad: somos hijos de Dios, simplemente porque nos ama. Este amor todo lo puede, es un amor que vence al odio y al egoísmo, un amor que derrumba todo muro de división y nos da la fuerza de construir juntos el hogar de Dios en cada corazón.

Ahora comprendemos mejor la gran admiración y la inmensa alegría que suscitó entre los indígenas el conocimiento de este gran suceso, cuando Juan Diego lo transmitió; ellos fueron conscientes que este encuentro con Ella era, al mismo tiempo, un encuentro con el único y verdadero Dios y con los hermanos. La alegría no cabía en sus corazones. Y esa misma alegría sigue latiendo en nuestros corazones al ser testigos de que el Dios por quien se vive, nos ama tanto, que viene a encontrarse con nosotros. El júbilo es inmenso al entender la plenitud de este encuentro y verlo patente en cada momento, como por ejemplo en el Congreso Internacional «Peregrinación y Encuentro» que hace poco se llevó a cabo precisamente en este lugar sagrado, todos nosotros hemos sido testigos del inmenso amor de Dios, por medio de Santa María de Guadalupe, para todos los seres humanos de todos los tiempos y de todas las latitudes. ¡Un amor universal!

En este umbral resuenan las palabras del beato Juan XXIII, que pronto será canonizado, de una manera extraordinaria: «La siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», -decía Juan XXIII- derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas […] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas; el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.»

Mientras el también beato, Juan Pablo II que también será canonizado el 27 de Abril, proclamó: «Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, […] en Santa María de Guadalupe, […] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada».»

Esta inculturación la realiza en el ser humano, tomando en cuenta todo lo que le integran. Ella armoniza la fe y la razón. En el Acontecimiento Guadalupano se da la perfecta inculturación en la armonía de la fe y la razón. El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium», nos señala: «En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo… Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos… son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización. Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata. El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos».

Podemos ver que esto que dice el Papa Francisco es precisamente lo que logra Santa María de Guadalupe.

Es claro que todos nosotros, debemos celebrar esta gran fiesta de Santa María de Guadalupe construyendo desde nuestro corazón esa «casita sagrada», con las manos que se extienden en la misericordia, en el perdón, en la solidaridad, en la generosidad, en la justicia, en la paz y en el amor, espacialmente a favor de los hermanos más necesitados y los más desprotegidos e indefensos.

En nuestro Continente y, de manera especial, en nuestro país, en nuestro pueblo, estamos ante tremendos retos que nos deben de inspirar y motivar, e impulsar para poner todo lo que esté de nuestra parte, para hacer una realidad este encuentro pleno del amor de Dios. Este es el momento de las grandes oportunidades para demostrar nuestra fe, para disponer un corazón humilde y, así, la fuerza del amor de Dios se manifieste. Por ello recordamos las palabras de nuestra Madre: «No tengas miedo, ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?».

El Papa Benedicto XVI ya nos señalaba también: «Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza.»

Y a estas palabras se unen también las palabras del Papa Francisco que nos dicen que María, «como una buena madre, está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo.

Sí, Madre nuestra, hoy te celebramos y vestimos de fiesta nuestro corazón, que si bien en muchos momentos se ha encontrado adolorido por las injusticias y las penas, hoy te celebramos con este corazón también lleno de esperanza y de misericordia. Hoy queremos ofrecerte las flores del perdón y de la solidaridad, y queremos llenar nuestro corazón de las flores de la verdad de tu amor. Hoy, Madre nuestra, estamos de fiesta, hoy te celebramos morenita nuestra, niña nuestra, la más consentida y amada. Hoy nos hemos vestido de fiesta con tus estrellas, pues tú eres nuestra guía por el camino de la vida. Hoy estamos de fiesta pues tú eres nuestra protección y resguardo. Hoy estamos de fiesta pues tú eres la fuente de nuestra alegría. Hoy estamos contentos y queremos cantar cantos divinos de misericordia y de esperanza. Hoy estamos de fiesta y estamos celebrando que Jesús te entregó a nosotros como nuestra Madre y por esto hoy nos hemos vestido de fiesta con el Amor.

¡Gracias Madre nuestra, porque hoy nos haces a los mexicanos y a todos los moradores de estas tierras, estar alegres, estar de fiesta!

Además de los millones de fieles, participaron en la Santa Misa en la Basílica Guadalupana Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, y los integrantes de los Cabildos de Guadalupe y de la Catedral Metropolitana.

Con información de SIAME.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Redacción (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press)

Él huye, Ella va a su encuentro

Todavía, el lunes, día 11, Juan Diego no se presentó a la hora marcada. Su tío, Juan Bernardino, cayó repentinamente enfermo, y Diego intentó todos los recursos medicinales indígenas para curarlo. Fue en vano. Cuando el enfermo percibió la aproximación de la muerte, siendo ya cristiano fervoroso, pidió a su sobrino que le intentase traer un sacerdote.

Presuroso, Juan Diego salió al amanecer del día 12 en busca del confesor. Pero decidió tomar un camino diferente de lo habitual, para que la «Señora del Cielo» no se le apareciese, pues pensaba: «Ella va pedirme satisfacción de su incumbencia y no podré buscar al sacerdote».

Pero su artimaña no funcionó. Para su espanto, la Madre de Dios se le apareció en ese camino. Avergonzado, Juan Diego trató de disculparse con fórmulas de cortesía propias de la costumbre indígena: «Mi jovencita, hija mía, la pequeñita, niña mía, ojalá estés contenta». Y después de explicarle la enfermedad de su tío, como causa de su falta de diligencia, concluyó: «Te ruego que me perdones, que tengas todavía un poco de paciencia conmigo, porque con eso no la estoy engañando, mi hija pequeñita, niña mía. Mañana sin falta vendré a toda prisa». A lo que le respondió Nuestra Señora, con bondad y cariño propios a la mejor de todas las Madres: «Escucha, y pone en tu corazón, hijo mío, el menor: lo que te asusta y aflige no es nada. No se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni cualquier otra enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi protección? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Que ninguna otra cosa te aflija, ni te perturbe. No te asuste la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por seguro que ya sanó».

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Se estampó milagrosamente en el tejido la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.

Señal para el «Mensajero de la Virgen»

Así que oyó esas bellísimas palabras, Juan Diego, muy consolado, creyó en Nuestra Señora. Pero era preciso cumplir la misión. ¿Cuál era la señal? Ella le ordenó subir a la colina de Tepeyac y cortar las flores que allí encontrase. Ese encargo era imposible, una vez que allá nunca ellas nacían, y menos aún en ese tiempo de invierno. Pero Diego no dudó. Subió la colina y en su cumbre encontró las más bellas y variadas rosas, todas perfumadas y llenas de gotas de rocío, como si fuesen perlas. Las cortó y las guardó en su tilma (el poncho típico de los indios mexicanos). Al llegar abajo, Juan Diego presentó las flores a Nuestra Señora, que las tocó con sus manos celestiales y volvió a colocarlas en la tilma.

«Hijito mío, el menor, esta variedad de flores es la prueba y señal que llevarás al Obispo. Tú le dirás de mi parte que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, en el cual absolutamente deposito toda la confianza. Con firmeza te ordeno que delante del Obispo abras tu manta y muestres lo que llevas».

Juan Diego se dirigió nuevamente al palacio de Mons. Zumárraga. Después de mucho esperar e insistir, los criados lo dejaron llegar a la presencia del Obispo. El «Mensajero de la Virgen» comenzó a narrar todo lo sucedido con Nuestra Señora y en cierto momento extendió su tilma, descubriendo la señal. Cayeron las más preciosas y perfumadas flores y, en el mismo instante, se estampó milagrosamente en el tejido la portentosa Imagen de la Perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, que se venera hasta hoy en el Santuario de Guadalupe.

Profundo sentido eclesial y misionero

Así fue la gran aparición cuyo primer resultado fue la conversión en gran escala de los indígenas. «El Acontecimiento Guadalupano -señala el episcopado de México- significó el inicio de la evangelización, con una vitalidad que extravasó todas las expectativas. El mensaje de Cristo, por medio de su Madre, tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación». Y el Papa completa: «Es así que Guadalupe y Juan Diego tomaron un profundo sentido eclesial y misionero, siendo un modelo de evangelización perfectamente inculturada» (Misa de Canonización, 31/7/2002).

Por eso, determinó Su Santidad que el día 12 de diciembre se celebrase, en todo el Continente, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre y Evangelizadora de América (Exhortación Apostólica Ecclesia in América).

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En la homilía del 31 de julio de 2002, el Santo Padre dirigió al recién-canonizado San Juan Diego esta conmovedora oración:

¡Dichoso Juan Diego, indio bondadoso y cristiano, en quien el pueblo simple siempre vio un hombre santo! Nosotros te suplicamos que acompañes la Iglesia peregrina en México, para que sea cada día más evangelizadora y misionera. Alienta a los Obispos, sustenta a los presbíteros, suscita nuevas y santas vocaciones, ayuda a todas las personas que entregan su propia vida por la causa de Cristo y por la difusión de su Reino.

¡Bienaventurado Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Nosotros te recomendamos nuestros hermanos y nuestras hermanas laicos a fin de que, sintiéndose llamados a la santidad, penetren todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres empeñados en la educación cristiana de sus hijos. Mira con solicitud el dolor de los individuos que sufren en el cuerpo y en el espíritu, de cuantos padecen en virtud de la pobreza, de la soledad, de la marginalización o de la ignorancia. Que todos, gobernantes y gobernados, trabajen siempre en conformidad con las exigencias de la justicia y del respeto de la dignidad de cada hombre individualmente, para que de esta forma la paz sea consolidada.

Amado Juan Diego, el ¡águila que habla! Enséñanos el camino que conduce para la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en el íntimo de su corazón, dado que es la Madre amorosa y misericordiosa que nos orienta para el Dios verdadero.

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(Ver Parte I)

 

Fuente:: Gaudium Press

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Beja – Portugal (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) El Obispo de la Diócesis de Beja, en Portugal, Mons. António Vitalino, en su más reciente artículo publicado en la Agencia Ecclesia, recordó sobre la necesidad de «purificar nuestro deseo» y «fortalecer la esperanza» en este tiempo de Adviento.

De acuerdo con el prelado, «vivir sin objetivos, sin metas, al sabor de los acontecimientos», puede causarnos el desespero.

Acordándose de su infancia, en el período de la Segunda Guerra Mundial, el Obispo afirmó que antiguamente, en la época de Navidad, la falta de alimentos y bienes materiales era compensada con el «tiempo de cariño y de la atención para con los más pequeños».

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Obispo de la Diócesis de Beja,Portugal, Mons. António Vitalino.

«La falta de atención y amor ha producido un desierto demográfico, por el recelo de no haber medios materiales suficientes para el crecimiento de los hijos, pero, peor que eso y tal vez incluso en consecuencia de eso, ha conducido a una frialdad y pobreza en las relaciones, que originan muchas enfermedades psíquicas en niños, jóvenes y adultos», observó.

Mons. Vitalino señaló que hoy, poca gente relaciona la Navidad «con la manifestación del amor de Dios». Sin embargo, la «oración de la Iglesia» ayuda a cultivar los horizontes de esperanza a través de la «celebración de los misterios de la Fe».

En este sentido, el prelado explicó que las cuatro semanas que anteceden la Navidad «poseen una tónica de esperanza».

Finalizando, Mons. António Vitalino destacó que «solitos» y sin la apertura a la comunidad y sin relación con Dios, «se torna imposible caminar y alcanzar la meta», que es la salvación, pues «el mundo cerrado en el egoísmo individualista no es el mundo de Dios y de nuestra Fe cristiana». (LMI)

De la redacción, con informaciones de la Agencia Ecclesia.

 

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Redacción (Viernes, 13-12-2013, Gaudium Press) A veces Dios manifiesta su poder a través de los más débiles. Lucía, una delicada muchacha de Siracusa, tenía un alma fuerte porque era virgen. Dios le concedió el don de vencer a los perseguidores de cristianos no solamente con argumentos, sino también con la fuerza.

Por designio del Altísimo, la Santa Iglesia Católica nació dentro del Imperio Romano. Sin embargo, esa inmensa potencia temporal, viendo que el poder espiritual nacía misteriosamente y florecía con rapidez desconcertante, se mostró intrigada y recelosa al comienzo, y luego hostil hasta llegar a la violencia más extrema.

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Las sublimes enseñanzas cristianas contrariaban frontalmente las costumbres de aquellos hombres de corazón duro. La Iglesia naciente, víctima de toda suerte de calumnias, fue blanco de sanguinarias persecuciones desatadas por las autoridades romanas con el objetivo de sofocarla inexorablemente.

No obstante, el propio Dios era quien permitía que su Iglesia afrontara la larga prueba del dolor y el sacrificio. En efecto, después de cada persecución, el cristianismo resurgía más numeroso, brillante y lleno de fe. Bajo el reinado de Dioclesiano (284-305) el clima de horror llegó al auge. Un edicto de este emperador ordenó demoler todas las iglesias y obligó a los cristianos que ejercían cargos públicos a renegar de su fe en Cristo. Durante este último período de las grandes persecuciones surgió un alma de singular virtud: la joven Lucía.

Voto de virginidad

El nombre Lucía se origina del vocablo latino lux («luz»), que vibra a nuestros oídos con timbre heroico, rememorando una vida llena de luz y de gloria, porque también lo fue de sangre y dolor.

Nacida en Siracusa y oriunda de una familia noble y cristiana, nada más llegar a la adolescencia se consagró a Jesús ofreciéndole la flor de su virginidad.

Esta promesa de castidad perfecta no era desconocida en los albores del cristianismo, puesto que el propio Salvador llamaba un gran número de almas a practicar la virtud angélica. Un día, respondiendo a los discípulos sobre los pesados deberes del matrimonio, el Maestro dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido» (Mt 19, 11). Hay hombres, prosiguió, que están incapacitados para la vida conyugal, y otros, en cambio, que libre y espontáneamente decidieron no casarse «por amor del Reino de los Cielos» (Mt 19, 12). Por primera vez resonaba en la Historia la llamada cristiana a la virginidad, y su eco repercutiría en almas como las de Cecilia, Ágata, Inés y tantas otras que, sobreponiéndose a las leyes de la carne y la materia, se lanzarían alegres en vuelos admirables de perfección espiritual.

Intercesión de santa Ágata

Su padre falleció cuando era muy pequeña. Su madre Euticia, aunque cristiana, se encandilaba todavía con las glorias y atractivos de este mundo. Por lo mismo, ansiosa de brindar a su hija un futuro de fama y honor, la exhortaba a casarse con un joven acaudalado y de alto rango, pero pagano.

La casta Lucía -que guardaba su voto en secreto- siempre evadía el asunto. Tenía toda su confianza puesta en Dios y esperaba una ocasión providencial para revelar a su madre la firme resolución de pertenecer solamente a Cristo. Sus fervorosas peticiones fueron rápidamente escuchadas, y la buena oportunidad apareció muy pronto.

A pesar de las atroces persecuciones a los cristianos, en Sicilia se celebraba todos los años la fiesta de santa Ágata, virgen de la ciudad de Catania, martirizada hacia el año 250. Los prodigios que obraba la hicieron tan conocida, que venía gente de todas partes a rogar su intercesión. Ahora bien, Euticia sufría hemorragias desde hacía unos años. Lucía, muy devota de la virgen mártir, persuadió a su madre de peregrinar hasta su tumba para rogar la curación.

Cuando entraron a la iglesia el asombro hizo presa de ambas. Transcurría una misa solemne, que en ese mismo momento proclamaba la Palabra del Santo Evangelio: «Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias, y que había sufrido mucho con muchos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado. Como había oído hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?’.

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Santa Ágata recibiendo de Nuestra Señora la corona y la palma del martirio.

Sus discípulos le contestaron: «¿Ves que la gente te oprime por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad»» (Mc 5, 25-34).

Estupefactas y extremadamente conmovidas por este trecho del Evangelio, cayeron de rodillas y empezaron a rezar. Se quedaron así mucho tiempo. La misa terminó, todos se fueron y ellas, percatándose de que estaban a solas, se postraron ante el sepulcro de santa Ágata para rogar la bondad de Dios.

Pero el Señor quiso manifestarse a Lucía por medio de un sueño profético. La joven, fatigada por el viaje, cayó en un profundo sueño. Mientras dormía se le apareció santa Ágata rodeada con un coro de ángeles. Su vestido era de incomparable hermosura, adornado con zafiros y perlas finas. Su rostro, alegre y sereno, resplandecía como el sol mientras decía: «Queridísima hermana mía, virgen consagrada a Dios, ¿por qué pides por medio de otro lo que puedes obtener tú misma para tu madre? Ella se ha curado ya gracias a la fe que tú tienes en Jesucristo, quien, tal como hizo célebre la ciudad de Catania por mi causa, también glorificará la ciudad de Siracusa por tu mediación, pues supiste preparar en tu puro corazón una agradable morada a tu Creador».

Al escuchar estas palabras, Lucía se levantó todavía más segura de su consagración a Dios. Contó a su madre la reconfortante «visión» y añadió que, por la gracia de Dios, ella estaba completamente curada de su enfermedad. La joven aprovechó la ocasión para decirle:

– Ahora, madre mía, te pido una sola cosa: en nombre del mismo que te ha devuelto la salud, déjame conservar mi virginidad y pertenecer solamente a nuestro Creador. Repartamos entre los pobres los bienes que preparaste para mi casamiento, y tendremos un gran tesoro en el Cielo.

Euticia se dejó convencer y llegando a Siracusa distribuyeron sus riquezas entre los más necesitados, según las instrucciones de la comunidad cristiana a la que pertenecían.

Pero todo esto llegó a oídos del pretendiente. Enfurecido, fue a buscar a Euticia y vio con sus propios ojos a la madre y la hija entregando sus joyas y objetos preciosos a los pobres. Fuera de sí, corrió donde Pascasio, prefecto de la ciudad, para acusar a Lucía de practicar la religión cristiana. Así comenzó el proceso que haría brillar a esta santa en lo más alto de los cielos junto a la gloriosa multitud de los mártires.

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Delante del tribunal

El juicio a la valerosa joven fue edificante y arrebatador. Refutó todos los argumentos y amenazas de Pascasio, y su simple mirada imponía respeto. Viendo el juez la serena seguridad de la prisionera, intentó persuadirla para que ofreciera sacrificios a los dioses paganos, primero con suaves palabras y luego, ante una fe que se mostraba indomable, con la más espantosa ferocidad. Pero Lucía le respondió sin titubeos:

– Tú te preocupas de las leyes de los príncipes de esta tierra mientras que yo procuro meditar día y noche en los mandamientos del Señor. Tú te preocupas de complacer al emperador, yo todo lo hago para agradar a mi Dios, al que consagré mi propia virginidad.

– Pues bien -dijo Pascasio- yo te haré llevar a un sitio donde perderás tu castidad, ¡así te abandonará el Espíritu Santo y dejarás de ser su templo!

– La violencia contra el cuerpo no arranca la pureza del alma, si mi voluntad no consiente. Por el contrario, esta violencia me valdrá dos coronas: la virginidad y el martirio- replicó la virgen.

Pascasio ordenó de inmediato a los verdugos que amarraran a la inocente víctima y la arrastraran a una casa de infamia, para que así perdiera la honra de la virginidad antes de ser decapitada.

Pero, ¿qué pueden todas las fuer­zas humanas contra la omnipotencia de Dios? Los ojos del Buen Pastor estaban posados en su sierva fiel, e impidió que los verdugos pudieran sacarla del lugar donde se encontraba. En vano la empujaban: Lucía permanecía inmóvil, retenida por una mano invisible. Ni siquiera atándola a varias yuntas de bueyes lograron moverla.

Pascacio, empedernido en el mal, hizo encender una enorme hoguera alrededor de la santa, que miraba sin miedo al tiránico juez mientras le decía: «Pediré al Señor que este fuego no me toque, para que los fieles reconozcan el poder de Dios y los infieles queden todavía más confundidos». Y el fuego también fracasó: la joven quedó intacta en medio de las llamas.

Derrotado, Pascasio ordenó finalmente que la cabeza de la virgen fuera cortada por la espada. Una alegría celestial se reflejó en su semblante al ver llegar la hora del encuentro supremo con su Redentor. No obstante, tampoco murió en ese momento. Cayendo de rodillas, fue recibida por los brazos de algunos cristianos que presenciaban su martirio.

Antes de morir, la joven mártir pronosticó el fin de las persecuciones de Dioclesiano y Maximiano, así como el inicio de una era de gran paz para la Santa Iglesia. Esta profecía no tardó en cumplirse: dos años después de su muerte subió al trono Constantino el Grande, que el año 313 promulgó el edicto de Milán, concediendo libertad al culto cristiano en toda la extensión del imperio. Con ello se abrían de par en par las puertas a la Iglesia para su triunfal desarrollo a lo largo de los siglos.

La gloriosa santa Lucía entregó su alma a Dios el año 304 de la era del Señor. Un rayo de la gracia se había posado en ella. ¡En la Iglesia de Cristo brillaba una mártir más, y en el Cielo una nueva santa! Tu vincis inter martyres! – ¡Tú vences, oh Cristo, por las pruebas de los mártires!

(Revista Heraldos del Evangelio, Dic/2006, n. 60, pag. 35 a 37)

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Foto abajo: Tres episodios de la vida de Santa Lucía basados en La Leyenda Aurea (siglo XIII).

Primera escena: En gratitud por la cura de la madre de Santa Lucía, después de una peregrinación a la tumba de Santa Ágata, ambas decidieron dar sus posesiones a los pobres. Segunda escena: Santa Lucía fue llevada delante del prefecto por su pretendiente y fue condenada a causa de su fe. Tercera escena: Santa Lucía tirada por yuntas de bueyes que, milagrosamente, no consiguieron moverla.

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Fuente:: Gaudium Press

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Fran-Otero-GEl periodista Francisco Javier Otero Fandiño ha recogido esta tarde el VI Premio Juan Pablo II de Comunicación que otorga la Fundación Crónica Blanca. D. José María Gil Tamayo, Secretario de la Conferencia Episcopal Española y periodista, ha sido el encargado de entregar este reconocimiento que reconoce en los profesionales de la comunicación que lo reciben los valores del comunicador social promovidos por el Beato Juan Pablo II en su rico magisterio, valores en torno a una vocación y una misión basada en el servicio, tal y como les indicó a los periodistas en su primera visita a España: “con vuestro trabajo servís y debéis servir la causa del hombre en su integridad: en su cuerpo, en su espíritu, en su necesidad de honesto esparcimiento, de alimento cultural y religioso, de correcto criterio moral para su vida individual y social (…) Así, desde una dimensión antropológica no reductiva, se podrá ofrecer un servicio de comunicación que responda a la verdad profunda del hombre”.

En las ediciones anteriores este Premio le fue otorgado a Javier Nieves (Cadena 100), en 2008; Juan Pablo Colmenarejo (entonces en Onda Cero), en 2009; Mariló Montero (TVE), en 2010; Ángel Gómez Fuentes (Corresponsal TVE), en 2011; y Ricardo Benjumea (Alfa y Omega), en 2012.

Fran Otero Fandiño es natural de Marín (Pontevedra). Tiene 29 años. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, y ha desarrollado su labor fundamentalmente en el ámbito de la prensa escrita en las especializaciones de periodismo religioso y periodismo social. Tras pasar por el Faro de Vigo, decano de la prensa española, formó parte del equipo de La Gaceta de los Negocios en un proyecto de convertirlo en un diario generalista. Bajo la dirección del periodista Fernando Rayón, trabajó en la puesta en marcha de la sección diaria de información religiosa.

Posteriormente, fue reclamado por Europa Press para ocupar la plaza de responsable de la información religiosa de dicha agencia, en la que también desempeñó otros cargos, como el de corresponsal de asuntos sociales en el Congreso de los Diputados. Fue colaborador del programa Es domingo de la Cadena Cope, dirigido por Manuel María Bru.

En la actualidad es redactor de la revista Vida Nueva, dirigida por Juan Rubio, donde se encarga fundamentalmente de la información de la Iglesia en España. Es miembro de Crónica Blanca y profesor del Máster de Periodismo Social de la Universidad CEU San Pablo.

Fuente:: SIC

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El Papa en Santa Marta: hacia la Navidad en silencio, para descubrir la ternura de Dios
(RV).-Preparándonos para la Navidad nos hará bien guardar un poco de silencio para escuchar a Dios que nos habla con la ternura de un padre y de una madre : esto es en resumen lo que dijo hoy el Papa Francisco, presidiendo la celebración eucarística en la Casa de Santa Marta en este segundo jueves de Adviento.
Inspirado por la lectura del libro del profeta Isaías, el Santo Padre subrayó no tanto “lo que dice el Señor”, sino “cómo lo dice”. Dios nos habla como lo hacen un papá y una mamá con su hijo:
Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando … el papá va y le dice no tengas miedo, no tengas miedo , Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel’ . El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca … Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse, uso esta palabra: empequeñecerse precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor”.
Los teólogos griegos – recordó el Obispo de Roma – explicaban esta actitud de Dios con “una palabra muy difícil: la synkatábis”, o sea “la condescendencia de Dios que desciende para hacerse como uno de nosotros”:
Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ‘¡Mi amor, mi juguete …’ , y todas esas cosas. El Señor dice: ‘Gusanito de Jacob’, ‘ eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho’. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos”.
Dios – explicó Francisco citando el encuentro de Elías con el Señor – es como “la brisa suave”, o – como dice el texto original – “un hilo sonoro de silencio”: así “el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo”. Y “se hace pequeño para hacerme fuerte”; Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir”:
Esta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura …’¡Eres un gusano, pero te amo tanto!’. Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que, como dice el prefacio, estamos en espera, vigilantes”. (RC-RV)

Fuente:: News.va

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El Papa en Santa Marta: hacia la Navidad en silencio, para descubrir la ternura de Dios
(RV).-Preparándonos para la Navidad nos hará bien guardar un poco de silencio para escuchar a Dios que nos habla con la ternura de un padre y de una madre : esto es en resumen lo que dijo hoy el Papa Francisco, presidiendo la celebración eucarística en la Casa de Santa Marta en este segundo jueves de Adviento.
Inspirado por la lectura del libro del profeta Isaías, el Santo Padre subrayó no tanto “lo que dice el Señor”, sino “cómo lo dice”. Dios nos habla como lo hacen un papá y una mamá con su hijo:
Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando … el papá va y le dice no tengas miedo, no tengas miedo , Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel’ . El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca … Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse, uso esta palabra: empequeñecerse precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor”.
Los teólogos griegos – recordó el Obispo de Roma – explicaban esta actitud de Dios con “una palabra muy difícil: la synkatábis”, o sea “la condescendencia de Dios que desciende para hacerse como uno de nosotros”:
Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ‘¡Mi amor, mi juguete …’ , y todas esas cosas. El Señor dice: ‘Gusanito de Jacob’, ‘ eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho’. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos”.
Dios – explicó Francisco citando el encuentro de Elías con el Señor – es como “la brisa suave”, o – como dice el texto original – “un hilo sonoro de silencio”: así “el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo”. Y “se hace pequeño para hacerme fuerte”; Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir”:
Esta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura …’¡Eres un gusano, pero te amo tanto!’. Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que, como dice el prefacio, estamos en espera, vigilantes”. (RC-RV)

Fuente:: News.va

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