Mons. Saiz MenesesMons. Àngel Saiz Meneses     Con este primer día de diciembre comenzamos este año el camino del Adviento. El tiempo de Adviento tiene una doble finalidad: es el tiempo de preparación para la Navidad, solemnidad que conmemora el primer advenimiento o venida del Hijo de Dios a la humanidad; y, a la vez, es el tiempo en que la atención de nuestro espíritu se dirige hacia la espera del segundo advenimiento de Cristo al final de los tiempos.

Cristo ya ha venido hace 2000 años; Cristo viene cada día, sobre todo mediante su acción en los sacramentos, en especial en la Eucaristía; y Cristo vendrá al final de los tiempos. Esta es la triple afirmación que resume el espíritu de este tiempo, con el que comenzamos también un nuevo año litúrgico.

Recuerdo que en mis primeros años de seminario mayor leí una obra del teólogo italo-alemán Romano Guardini, -“La esencia del cristianismo”, que me caló muy hondo y cuya idea central acostumbro a repetir con frecuencia: “El cristianismo no es, en última instancia, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es eso también, pero nada de eso constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concreto; es decir, por una personalidad histórica”.

Cristo es, pues, el centro de nuestra fe. La esencia del cristianismo es la persona de Cristo y toda la vida cristiana arranca de un encuentro con Él. El papa Benedicto XVI lo expresó bellamente al comienzo de su primera encíclica: “No se empieza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus charitas est, 1).

Jesucristo, único mediador, es la fuente y el objeto de nuestro conocimiento y amor. Él ha de ser el objeto primero de nuestro estudio y contemplación, de nuestro conocimiento y de nuestro amor. La relación personal con Él es lo que nos define como cristianos adultos, no sólo por edad, sino –Dios lo quiera- por madurez. Y todo ello comenzando por la contemplación de su realidad humana, de su cuerpo real, tan presente en la Navidad, y pasando por la contemplación de lo que los Evangelios nos explican de Él: su conocimiento y sus enseñanzas, su voluntad, su amor, su sensibilidad.

Y continuando después esta contemplación también por su persona divina, como el Hijo de Dios que es. Se trata de contemplar la figura del Hijo, que es apertura a la comunicación del Padre en el Espíritu. Todo el año litúrgico tiene su centro en Cristo, Dios y hombre verdadero, que todo lo recibe del Padre y que nos envía el Espíritu Santo para que podamos vivir como hijos del Padre, para que podamos vivir nuestra filiación divina y desarrollar nuestra vocación de ser hijos adoptivos de Dios, abiertos al Padre, al Hijo y al Espíritu.

Este es mi deseo para todos al comenzar un nuevo año cristiano. Dentro de él, el 15 de junio de 2014, celebraremos, Dios mediante, el décimo aniversario de nuestra diócesis. Os invito, pues, a vivir un año de acción de gracias y de compromiso cristiano, en el que Cristo esté en el centro de todo lo que podamos vivir y hacer. Os deseo a todos un Adviento fructuoso.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

Fuente:: Mons. Josep Àngel Saiz Meneses

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Es posible nacer de nuevoMons. Ciriaco Benavente     Además del año solar, que recorremos año tras año con todos los hombres desde el 1 de enero al 31 de diciembre, los cristianos, conscientes de que hay otra dimensión del tiempo, recorremos un itinerario interior y litúrgico, que comienza el primer domingo de Adviento y termina en la fiesta de Cristo Rey. Es éste un viaje que gira alrededor del Sol radiante que es Jesús-Salvador.

El inicio del año litúrgico probablemente pase desapercibido en los medios de comunicación. El color morado de los ornamentos y la austera ornamentación de los altares serán los únicos signos visibles del acontecimiento. Y, sin embargo, lo que esperamos, porque el Adviento es tiempo de espera y de esperanza, tiene una trascendencia infinita.

Esperamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Vino hace veinte siglos en el humilde parto de una joven nazarena y en la oscuridad de un establo “porque no había sitio en la posada”. Vendrá al final de los tiempos en manifestación de poder y de gloria. Sigue viniendo en cada Navidad, cada día, al corazón de todo el que esté dispuesto a acoger el don de su amistad.

El Adviento, como decía, tiene como compañera inseparable la esperanza, invita a mirar hacia adelante. El que viene es capaz de cambiar el corazón del hombre y el rumbo de la historia, de alumbrar un mundo nuevo de paz y fraternidad para todos los hombres de buena voluntad.

Hay, como sabemos, dos maneras de enfocar la existencia. Una, sin perspectiva de futuro, cuya meta es la muerte. Por eso, ante este cierre de horizonte algunos se han elaborado la filosofía particular del “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Éste puede ser también, en la práctica, el comportamiento de cristianos de fe débil, como sucedía a los israelitas del tiempo de Noé. Dice Jesús: “La gente comía, bebía, se casaba…; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio”.

Pero Jesús también habla de un segundo enfoque, que nos dice que todo lo de aquí abajo tiene semillas de eternidad. Por eso, el aviso de Jesús: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. O sea, que lo que hacemos no carece de sentido; que nuestros senderos de cada día no se cierran ante el muro absurdo e insalvable de la muerte; que hay un futuro de plenitud.

Mientras la crisis se prolonga sobre tantas familias y se demoran tantas aspiraciones justas, el grito de los viejos profetas de Israel volverá a resonar en este adviento invitando a la vigilancia. Será el suyo un mensaje que acaricia y da seguridad; un mensaje de paz, sin otra contraprestación que la del amor acogido, consentido y compartido. Nos invitarán a soñar despiertos y en traje de faena con un mundo en que desaparezcan de la faz de la tierra el hambre y la injusticia, en que la dignidad de todo hombre sea reconocida, en que las espadas se tornen azucenas y el cielo se pueble de palomas, en vez de proyectiles de guerra y de armas de destrucción masiva.

El Adviento es también preparación para la Navidad. Por eso trae consigo el rumor de la cercanía de Dios, el presentimiento de que el Dios que es amor se hace Emmanuel y quiere estar con nosotros.

Vivir el Adviento es creer de veras que es posible nacer de nuevo, con la gracia de Dios. ¿Por qué que no intentarlo con todas nuestras fuerzas? No son necesarias cosas espectaculares. Se puede empezar entrando dentro de nosotros mismos, auscultando el propio corazón. La superficialidad nos impide descubrir la maldad que se agazapa, como la antigua serpiente de la catequesis del Génesis, en las entretelas del alma.

Tenemos por delante cuatro semanas, que pueden ser como un saludable retiro espiritual para sanear el corazón, disponerlo a la gracia de Dios, abrirlo para compartir con nuestros hermanos lo que somos y tenemos. 

+ Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete 

Fuente:: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

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martorell7Mons. Julián Ruiz Martorell      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de los cristianos: “En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios” (1 Jn 4,2).

La Iglesia relee y revive los acontecimientos de la historia de la salvación en el “hoy” de su liturgia. La liturgia de Adviento actualiza la espera del Mesías.

El primer domingo de Adviento rezamos diciendo: “Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras”.

¿Cuáles son las buenas obras que nos acompañan para salir al encuentro de Cristo que viene?

San Pablo distingue entre las “obras de la carne” y el “fruto del Espíritu”, que es “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí” (Gal 5,22-23). Se trata, fundamentalmente, de la fe que actúa por el amor.

En este tiempo litúrgico se despierta la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. La luz de la fe nos ilumina para que, nosotros también, contribuyamos a iluminar la vida de tantas personas necesitadas.

En Adviento volvemos nuestra mirada hacia Jesús y comenzamos a mirar con los ojos del Señor. De esta manera distinguimos en cualquier ser humano el rostro de un hermano.

Adviento purifica nuestra mirada para ver el dolor ajeno, despierta nuestros oídos para oír el clamor de los que sufren, moviliza nuestras manos para expresar amor y fortalece nuestros pies para salir al encuentro de los más desfavorecidos.

Las calles se inundan de luces efímeras, de reclamos publicitarios. Pero es más importante percibir la luz de la dignidad que brilla en los corazones de todas las personas con las que compartimos nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra vida.

Adviento es tiempo fuerte para expresar, también, la fortaleza de nuestro compromiso. Adviento es el tiempo privilegiado de reencuentro con todos los hermanos: el preso olvidado; el indigente desorientado; la anciana inmovilizada en su hogar; el anciano achacoso; el parado de larga duración, sin horizonte, sin expectativa; el inmigrante que lo dejó todo para encontrarse con nada y con nadie; el enfermo desesperanzado; el trabajador que sufre unas condiciones indignas y recibe un sueldo de miseria; el agricultor que deja en el surco el sudor y la vida; el humilde ganadero que custodia su rebaño con incertidumbre; el gitano al que la sociedad propone una integración llena de recelo; el adolescente atribulado, inquieto ante mil interrogantes; el joven que vive con fruición el presente porque teme pensar en el futuro; el niño lleno de cosas y carente de afecto.

De cerca, y de lejos, nos llegan noticias de enfermedades, de accidentes automovilísticos, de catástrofes, de epidemias, de inundaciones, de devastaciones. Todas estas situaciones requieren una respuesta solidaria, siempre dentro de nuestras limitadas posibilidades y capacidades.

Salgamos al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras.

¡Feliz Adviento solidario!

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell

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Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro     Ha sido una buena introducción para comenzar el Adviento, para esperar a Jesucristo: el domingo pasado clausurábamos el Año de la Fe. Hemos dado gracias a Dios por esta inmensa gracia que nos ha dado, por la llamada que nos ha hecho y por el compromiso que desea hagamos en nuestra vida. Lo hemos clausurado, también, dando gracias a Dios por la beatificación de un grupo de religiosos y religiosas que en nuestra Archidiócesis de Valencia dieron la vida por Cristo. Se nos presentan como unos hombres y mujeres que tuvieron la gran audacia y valentía de poner en el centro de su vida a Jesucristo. Y ello les motivó a que, en los momentos difíciles y de persecución, no tuvieran inconveniente de decidirse por obedecer a Dios antes que a los hombres, con la grandeza de corazón de defender una manera de entenderse a sí mismo, a los demás, a la historia, al modo de hacer y construir el mundo, que reveló Nuestro Señor Jesucristo. Bendito sea el Señor que es capaz de hacer, con su gracia y con su amor, con su misericordia y su compasión, corazones tan grandes que, aun a quienes les quitan la vida, son capaces de decirles “te perdono, eres mi hermano, no sabes lo que haces, pero te regalo el amor de Dios del cual vivo”. ¡Cómo no vamos a esperar al Señor! ¡Cómo no vamos a querer contemplar su rostro! ¡Cómo no prepararnos para recibirlo en nuestro corazón!

Este tiempo de Adviento nos prepara para recibir al Señor en nuestra vida, para hacerle un hueco en esta historia que tan necesitada está de luz, de vida y de amor. ¡Qué fuerza tiene descubrir que Jesucristo no usa su igualdad con Dios, su dignidad de gloria y su poder como instrumento de triunfo! No. Él no es distancia, ni expresión de supremacía. Al contrario, se despoja de su rango, se vacía de sí mismo, se sumerge en la condición humana que tiene miserias y debilidades; su forma divina se oculta bajo la forma humana, que se muestra marcada por el sufrimiento, la pobreza, el límite, la muerte (cf. Fl 2, 6-7). ¡Qué maravilla, Dios no toma sólo apariencia de hombre, sino que se hace hombre, se hace uno de nosotros, se hace Dios con nosotros! Así, la realidad de Jesucristo es divina en una experiencia auténticamente humana. Y brota ese gran “sí” que, en Jesucristo, Dios dijo al hombre, a su vida, al amor humano, a su libertad, a su inteligencia. De ahí que la fe en el Dios que tiene rostro humano, necesariamente trae alegría al mundo, esperanza, buena nueva, cambio de los corazones y de su realidad interior, cambio de corazón por ello. El cristianismo está abierto a todo lo que hay de justo, verdadero y puro en todas las culturas. “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Fl 4, 8).

Ha de ser el Cristo mismo quien llene nuestros corazones y nos impulse a evangelizar y a salir por los caminos del mundo a proclamar el Evangelio a todos los pueblos de la tierra. El Adviento nos prepara para, entrando en comunión con Jesucristo, decir el gran “sí” del hombre a Dios. Es en el encuentro con Él donde podemos dar ese “si”, confesando la fe en el Señor Resucitado. En medio de nuestras casas y familias, en las realidades con las que cada uno de nosotros vivimos, Él nos anima a confesar públicamente la fe. Ha sido el Año de la Fe una invitación a vivir en una auténtica y renovada conversión a Nuestro Señor Jesucristo, que se nos manifiesta como el único salvador del mundo. Y el tiempo de Adviento nos llama a realizar una conversión personal y pastoral. Son las dos necesarias: una para que nuestra vida sea rostro de Cristo, porque Él es el verdadero rostro de Dios y del hombre; pero, también, la conversión pastoral, pues tenemos que leer los signos de nuestro tiempo, las realidades que viven los hombres para acercarnos a ellos y ser discípulos misioneros que anuncian, hacen creíble y atraen a los hombres hacia Jesucristo, pues ven en ellos el rostro de Dios porque Él nos da su rostro y el rostro del hombre. Todo nos lo regala con su gracia. Es en el encuentro con Jesucristo donde voy conociendo poco a poco a Dios y voy cayendo en la cuenta de lo que tengo que ser como humano creado por Dios y al que se le ha regalado la vida misma de Cristo.

¡Qué maravilla el “sí” de Dios al hombre en Jesucristo! Este hecho hace que todos puedan percibir y comprender que el ser cristiano es un gran “sí”. Es el “sí” que viene de Dios y se concreta en el Misterio de la Encarnación. Y se comprende cuando el Señor de la vida y de la historia toma rostro en Belén. Para prepararnos a este acontecimiento vamos a vivir con intensidad el Adviento. Situemos nuestra vida, nuestra existencia dentro de ese “sí”. De este modo nos penetraremos de una capacidad para realizar nuestra vida cristiana en todos los momentos y en todas las fases de nuestra existencia. También, en las que no son fáciles y cuando aparecen las dificultades. Llenos, invadidos y envueltos en ese “sí”, desde lo profundo de nuestro ser, seremos discípulos misioneros, es decir, testigos vigilantes, confiados, alegres y contemplativos.

El Adviento es un tiempo de gracia para descubrir la necesidad más grande que tienen los hombres. Cuántas personas hoy van por los caminos de este mundo haciéndose la misma pregunta que Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 5). Y qué fuerza provocadora tiene la respuesta que le da Jesucristo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Los discípulos misioneros han de ser hombres y mujeres que con sus vidas den esta respuesta. Y la den con la convicción absoluta de que es a Jesucristo a quien necesitan todos los hombres, a quien necesita este mundo y necesita esta historia que juntos vamos construyendo. Él es necesario en esta construcción, pues Él construye siempre y levanta, da las medidas verdaderas que tiene que tener cada hombre y esta humanidad. Con la alegría de la fe somos discípulos misioneros que proclamamos el Evangelio de Jesucristo, que es la buena nueva de la dignidad del ser humano, de la vida, del trabajo, de la familia, de esa solidaridad que es vivir siempre para los otros y, muy especialmente, para el que más lo necesita y que tiene una palabra que traduce todo esto como es la caridad, “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34).

El discípulo misionero es el que asume construir la “cultura del encuentro”, la que hizo Dios mismo en el Misterio de la Encarnación, que quiso encontrarse con los hombres en su propia condición. Nada tuvo que ver con la cultura del enfrentamiento, del conflicto o, como dice el Papa Francisco, la cultura del descarte. La conversión que nos pide el Señor para estar preparados a su nacimiento es la que nos hace más sensibles y nos capacita más y mejor para, no solamente comprender los problemas y las situaciones humanas, sino para dar soluciones con nuestra vida y compromiso, de tal modo que nada se convierta en fuentes de lucha, de egoísmos, de orgullo, de discriminación, sino que sea fuente para enderezar todo por las vías de la justicia y del bien común, donde la caridad asume el puesto primero y más alto en la vida práctica, pues es la caridad quien todo lo hace posible y todo lo renueva. En la Virgen María, figura singular del Adviento, vemos el modelo de perfección cristiana, el espejo de virtudes sinceras, la maravilla de la verdadera humanidad. El discípulo misionero va al encuentro con el mundo y con los hombres que le toca vivir, se hace palabra, mensaje y coloquio, siguiendo las huellas de su Maestro que es Cristo.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

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Sigüenza-Guadalajara Virgen AntiguaEl arciprestazgo de la ciudad de Guadalajara ha organizado una misión especial que comenzará el sábado 30 de noviembre y que durará hasta el 31 de mayo del año próximo. Esta acción sirve para conmemorar el 50 aniversario de la proclamación de María como Madre de la Iglesia, durante el Concilio Vaticano II, y el 25 aniversario del Año Santo Mariano que Juan Pablo II quiso celebrar para preparar el gran jubileo del bimilenario del nacimiento de Cristo. Entre 1987 y 1988 la Virgen de la Antigua, patrona de Guadalajara, ya recorrió las parroquias de la capital alcarreña con gran fruto espiritual y pastoral en todas ellas.

Los objetivos de esta acción extraordinaria del arciprestazgo son: profundizar en el conocimiento de María Madre de la Iglesia y Estrella de la nueva evangelización, promover un nuevo ardor misionero y evangelizador entre los fieles y convocar a los cristianos alejados a través de Ntra. Sra. la Virgen de la Antigua.

Mons. Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara, ha animado a los fieles de la capital, con una Carta Pastoral, a que “la peregrinación de la imagen de la Virgen de la Antigua, patrona de la ciudad, por las distintas parroquias de la misma, sea una ocasión propicia para renovar la adhesión a Jesucristo y la devoción a la Santísima Virgen”, pidiendo además “que la Madre de Jesús y Madre nuestra acompañe y proteja a todos los miembros de la diócesis”.

La imagen permanecerá una semana en cada parroquia y será trasladada procesionalmente todos los sábados por la tarde. El tiempo de Navidad y la Semana Santa y la Pascua la imagen se venerará en su santuario, y el día 31 de mayo de 2014 la ciudad celebrará un acto final y multitudinario, en el Palacio Multiusos de Aguas Vivas de la capital.

Fuente:: SIC

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Bilbao Durango conciertoDentro de la XXIV edición de la quincena Musical “Durango 2013”, organizada por Escuela de Música y Conservatorio Bartolomé Ercilla de Durango, la Basílica de Santa María acogerá, mañana sábado día 30, la actuación de la soprano Vanessa Goikoetxea y el pianista Matteo Pais. El acto comenzará por la tarde a las 20:30 horas. La entrada es gratuita.

 La de mañana será la cuarta y última de las actuaciones que componen el programa de este año. Los asistentes podrán ver actuar a Vanessa Goikoetxea, una de la jóvenes promesas del mundo de la opera. Comenzó sus estudios musicales en el Conservatorio Juan Crisóstomo de Arriaga de Bilbao y se graduó con las máximas calificaciones en la Hochschule für Musik und Theater de Munich. Entre sus próximos proyectos cabe destacar el debut en los roles De Hanna Glawari en “Die Lustige Witwe” de Bystrouska y la zorrita en “La zorrita astuta” de Janacek.

Por su paerte Mateo Pais, nacido en Genova (Italia), es licenciado en el Conservatorio N. Paganini con las máximas calificaciones. Como maestro colaborador ha trabajado en el Teatro Carlo Felice di Genova o en el Teatro Regio di Parma siendo en este último el director musical del festival Verdi en la edición del año 2010.

Interpretarán, entre otras, obras “Seis canciones castellanas”, de Eduardo Toldrá (1859-1962) (ciclo completo) y Vier Von R. Strauss. Op 27 (ciclo competo).

Fuente:: SIC

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El-día-del-SeñorAl finalizar el espacio Últimas preguntas (10:00 horas) con el que se inicia la programación religiosa católica del domingo 1 de diciembre, Testimonio (10:25 horas) emite su nueva entrega con el título “La voz del desierto”. Quien no conozca “La llamada”, “Hágase en mí tu voluntad”, “Hacia una Luz” o “El me vuelve a levantar” tiene aquí la ocasión de abrir los oídos y escuchar el testimonio de “La Voz del Desierto”, que narra el propósito de de un grupo de rock para evangelizar por medio de la música.

Hasta Oviedo se ha trasladado el equipo técnico del programa El Día del Señor (10:30 horas) para retransmitir la Santa Misa desde la parroquia de San Juan el Real. Mons. Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo preside, la eucaristía de este primer Domingo de Adviento.

A su término, los espectadores podrán disfrutar de un nuevo reportaje del programa Pueblo de Dios,

Fuente:: SIC

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jesus_sanz_montesLas vocaciones y las nuevas formas de vida consagrada en la Iglesia centran esta segunda parte de la entrevista realizada por Agencia SIC a Mons. Jesús Sanz Montes. El Arzobispo de Oviedo, franciscano, subraya un aspecto clave para despertar la inquietud vocacional: la vivencia alegre, sincera y unida a Dios de la propia vocación es, como él mismo afirma “el mejor cartel vocacional”. 

P.- España es una tierra tradicionalmente rica en vocaciones religiosas, sin embargo, en los últimos años, las respuestas a la llamada a una consagración en la vida religiosa parecen haber experimentado un descenso en nuestro país  ¿Cómo podemos recuperar esta sensibilidad social y eclesial para el fomento de las vocaciones a la vida consagrada? ¿Cómo despertar el interés vocacional en una sociedad cada vez más secularizada?

R.- Hace tiempo que escuché de un sabio jesuita que si para vivir como yo vivo no hace falta vocación de Dios, entonces Él no la concede. Aquello lo oí cuando yo era seminarista y jamás lo he olvidado. Porque en medio de las dificultades demográficas, sociológicas, y dentro de la misma sociedad secularizada, hay seminarios o noviciados que están muy precarios y casi vacíos, mientras que dentro de ese mismo panorama hay otros seminarios o noviciados que tienen gente. La pregunta yo no la lanzaría a los factores externos (que también cuentan, lógicamente), sino a los factores internos de la comunidad cristiana, los conventos, las parroquias, etc.

La vocación la concede Dios, pero la pro-vocación nos la ha querido confiar a nosotros. Si nuestra vida no pro-voca es más difícil que Dios pueda llamar a través nuestro

Cuando hay un religioso o un sacerdote que vive con ilusión, con fidelidad, con alegría su propia vocación, en torno a esas personas habrá otras que se interrogarán con inquietud vocacional. Así nos ha sucedido a algunos. El mejor cartel vocacional lo hace nuestra propia vida, y cuando aparece una religiosa o un sacerdote que vive con esa entrega al Señor, con una comunión sincera con la Iglesia, con un servicio  de veras hacia los hermanos, entonces surgen en torno a ellos las vocaciones. Porque la vocación la concede Dios, pero la pro-vocación nos la ha querido confiar a nosotros. Si nuestra vida no pro-voca es más difícil que Dios pueda llamar a través nuestro.

P.- En los últimos años, especialmente tras el Concilio Vaticano II han surgido variadas formas de consagración dentro de la Iglesia así como nuevos carismas religiosos que tienen numerosas vocaciones  ¿Cómo ve las nuevas formas de Consagración que surgen en la iglesia?

Dios suscita nuevos carismas a través de los cuales se nos recuerda lo que estábamos olvidando

R.- Cada generación tendemos a olvidar las palabras que nos dijo Jesús y que custodia la Iglesia santa. Entonces Dios suscita nuevos carismas a través de los cuales se nos recuerda lo que estábamos olvidando o traicionando. Siempre resulta un aldabonazo el momento de estreno fundacional de estos caminos nuevos. Así ha sido siempre en la historia de la Iglesia: San Benito y sus monjes, San Francisco y sus frailes, San Ignacio y sus compañeros, Santa Teresa y sus hermanas, etc.

Las nuevas formas de consagración que van apareciendo a través del tiempo de la Iglesia representan la creatividad del Espíritu de Dios que para cada época suscita modos nuevos para vivir y testimoniar lo que no tiene tiempo pero que es preciso que se vuelva a escuchar y a contemplar

Las nuevas formas de consagración que van apareciendo a través del tiempo de la Iglesia representan la creatividad del Espíritu de Dios que para cada época suscita modos nuevos para vivir y testimoniar lo que no tiene tiempo pero que es preciso que se vuelva a escuchar y a contemplar. Estas novedades tienen al principio una gran cantidad de seguidores, y con el tiempo viene la solera humilde de crecer también en calidad aquilatando mejor cada vez la llamada recibida y aprendiendo incluso de algunos errores iniciales. Pero representan una verdadera gracia de Dios para nuestro tiempo.

(Mª José Atienza / Agencia SIC)

Fuente:: SIC

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signisEl 13° Seminario SIGNIS para productores y responsables de canales de TV se realizará en San Petersburgo, Rusia, del 23 al 26 de junio de 2014 con el tema “Diálogo de Iglesias, Diálogo de Culturas”. Este primer gran evento de SIGNIS en Rusia es organizado en colaboración con Blagovest Media y con el Festival Internacional de Festivales de Cine de San Petersburgo, y con el apoyo de las Iglesias Ortodoxa y Católica.

Con el tema “Diálogo de Iglesias, Diálogo de Culturas”, el Seminario busca explorar como este diálogo de culturas y credos puede lograrse a través del arte y los medios audiovisuales. Esto se debatirá en una mesa redonda organizada en colaboración con el Festival Internacional de Festivales de Cine de San Petersburgo. El Festival ofrecerá también a los participantes del Seminario la oportunidad de experimentar este magno evento cultural en San Petersburgo.

Gracias al apoyo de la Iglesia Ortodoxa las sesiones serán en el Monasterio Lavra de San Alejandro Nevsky, uno de los centros más  importantes de la fe ortodoxa en Rusia. El Monasterio alberga también las oficinas de Blagovest Media, miembro internacional de SIGNIS, y socio más importante en la organización del Seminario. Los participantes se alojarán en el Seminario Católico San Petersburgo, gracias a la colaboración de la Iglesia Católica en Rusia.

La inscripción del Seminario se abrirá el 10 de marzo de 2014 y se cerrará el 1 de mayo de 2014, para permitir realizar la tramitación específica de la visa requerida para viajar a Rusia.

Hace diez años  SIGNIS organizó su primer seminario de productores de televisión católica con el fin de crear una red de ayuda mutua, capaz de crear co-producciones y desarrollar una comunidad profesional. Desde entonces similares seminarios se han llevado a cabo en Estrasburgo (2004), Praga (2005), Lyon (2005), Madrid (2006), Bucarest (2007), Buenos Aires (2008), Chiang Mai (2009), Luxemburgo (2010), Costa Rica (2011), La Rochelle (2012) y Nairobi (2013).

Fuente:: SIC

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manos-unidas-granadaEl Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, ha nombrado a Inmaculada Martín Gallardo como presidenta de la Delegación de Manos Unidas en Granada.

Inmaculada Martín, que sustituye en el cargo a Mercedes Rodríguez, lleva colaborando cuatro años con la ONG católica y ha estado presente en varios de los proyectos que se han llevado a cabo desde esta delegación, en distintos lugares del mundo, durante los últimos años.

Además, la nueva presidenta delegada ha colaborado con otros voluntariados y se muestra con una gran “alegría” por el nombramiento, a la vez que una gran responsabilidad. “Es una forma de poder servir a los más necesitados”, explica Inmaculada Martín.

Para el próximo año, la nueva presidenta espera que Manos Unidas “funcione y que todos los proyectos se cumplan, como se ha hecho este año”. Son proyectos dirigidos a ayudar en distintos lugares del mundo como Perú, Kenia, El Congo, Uganda o la India, entre otros. “Manos Unidas tiene mucha importancia para los cristianos y sus proyectos son muy fiables; todo el dinero llega y se dedica a lo que va destinado, no se queda nada en el camino”, señala.

Una de las iniciativas que quiere poner en marcha a partir de ahora es crear delegaciones comarcales en los pueblos más grandes de Granada, grupos de voluntarios para que desde toda la Diócesis se puedan apoyar estos proyectos dirigidos a todo el mundo.
(Archidiócesis de Granada)

Fuente:: SIC

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