Fortaleza (Lunes, 25-11-2013, Gaudium Press) El Año de la Fe concluyó en el mundo este domingo 24, Solemnidad de la Fiesta de Cristo Rey. Pero en la Arquidiócesis de Fortaleza, en Brasil, será apenas el inicio del «Año de la Esperanza».

Este viernes 22, en la Catedral Metropolitana de Fortaleza se celebró una Misa por el cierre del Año de la Fe, así como por la apertura del «Año de la Esperanza» arquidiocesano, presidida por el Arzobispo Mons. José Antonio Aparecido Tosi Marques.

Para la ocasión, se reunieron obispos, padres y laicos comprometidos en la evangelización de la Arquidiócesis.

«Convocamos a todos los sacerdotes diocesanos y religiosos en nuestra Arquidiócesis, con los fieles religiosos y laicos representantes de las comunidades, para participar de este momento tan significativo en que reunimos como la Iglesia Particular a todas las Iglesias en la comunión con el Papa Francisco en las conmemoraciones del Jubileo de 50 años del Concilio Vaticano II», escribió el Arzobispo, en una Carta Circular sobre el evento. (LMI)

De la redacción, con informaciones de la Arquidiócesis de Fortaleza

Fuente:: Gaudium Press

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La esperanza de María Santísima es nuestra salvación, afirmó el Papa Francisco

Ciudad del Vaticano (Lunes, 25-11-2013, Gaudium Press) El Monasterio de San Antonio Abad, de las Monjas Beneditinas Camaldulenses, localizado en Aventino, Italia, recibió en la tarde del pasado jueves 21, la ilustre visita del Papa Francisco.
En el «Día por la vida contemplativa», instituido en el año 1953 por el Papa Pío XII como Jornada Pro Orantibus, la visita del Santo Padre también se incluyó en la conclusión del Año de la Fe.

En la ocasión, las 21 monjas de la comunidad aguardaban al Pontífice, que fue acogido por la Abadesa Hermana Michela Porcellato.
El Papa presidió la Celebración de las Vísperas según la regla camaldulense, seguida de un momento de Adoración.

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Foto: Radio Vaticano

A partir del Evangelio leído en la oración de las Vísperas, el Santo Padre reflexionó sobre la imagen de María Santísima como la mujer de la esperanza. «La palabra ‘hágase’ (usada por María en la expresión ‘Hágase en mi según tu Palabra’) no es solamente una aceptación, sino también una apertura confiante al futuro. Este ‘hágase’ significa esperanza», explicó.

Después de recordar que «María es la madre de la esperanza, el ícono más expresivo de la esperanza cristiana», el Papa Francisco destacó que «delante de todas estas dificultades y sorpresas del proyecto de Dios, la esperanza de la Virgen nunca vaciló. Mujer de esperanza. Esto nos dice que la esperanza se nutre de la escucha, de la contemplación, de la paciencia, para que los tiempos de Dios maduren».

Según el Pontífice, «la única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre», que «es la esperanza de toda la humanidad».

«Me pregunto y también a ustedes: ¿En los Monasterios esta lámpara todavía está encendida? ¿En los monasterios se espera el mañana de Dios?», indagó.

Al concluir su reflexión, el Papa afirmó que «debemos mucho a esta Madre», pues «Ella está presente en cada momento en la historia de la salvación», como «un testimonio sólido de esperanza».

«Que ella, Madre de la esperanza, nos sustente en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desconsuelo, de aparente derrota y en las verdaderas derrotas humanas». (LMI)

De la redacción, con informaciones Radio Vaticano

Fuente:: Gaudium Press

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«El Templo es el punto de referencia de la comunidad del pueblo de Dios», dice el Papa

Ciudad del Vaticano (Lunes, 25-11-2013, Gaudium Press) En la Misa celebrada en la mañana de este viernes 22, en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco afirmó que el Templo es un lugar sagrado donde lo que es más importante no es el rito, sino la «adoración al Señor», resaltando que el ser humano, como «templo del Espíritu Santo», es llamado a oír a Dios dentro de sí, a pedirle perdón y a seguirlo.

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Inspirado en el trecho litúrgico del Antiguo Testamento, en que Judas Macabeo re-consagra el Templo destruido por las guerras, el Santo Padre profirió su homilía diciendo que «el Templo es el punto de referencia de la comunidad del pueblo de Dios», donde vamos a rezar, alabar al Señor, dar gracias, pero sobretodo a adorar», pues «en el Templo se adora al Señor».

Para el Pontífice, «lo más importante es la adoración», pues «toda la comunidad reunida mira hacia el altar, donde se celebra el sacrificio y se adora».

Al subrayar el Evangelio del día (Lc 19, 45-48), el Papa Francisco recordó que Jesús expulsaba a los vendedores que usaban el Templo como un local de negocios, más que para la adoración.

«San Pablo nos dice que nosotros somos templos del Espíritu Santo. Yo soy un templo. El Espíritu de Dios está en mí. En este caso, tal vez no podemos hablar de adoración como antes, sino de una especie de adoración que es el corazón que busca el Espírito del Señor dentro de sí, y sabe que Dios está allí y que el Espíritu Santo está dentro de si. Él lo oye y lo sigue», completó.

Concluyendo, cuando se habla de alegría en el Templo, significa «toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracias, en alabanza». Yo en la oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo'».

«Que el Señor nos conceda este verdadero sentido de Templo, para poder proseguir en nuestra vida de adoración y de escucha de la Palabra de Dios». (LMI)

Fuente:: Gaudium Press

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Mons. Pérez GonzálezMons. Francisco Pérez     B) COMUNIÓN ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA. Creemos también que hay una comunión entre los que se han salvado y están gozando el amor de Dios y los que caminamos en la tierra hacia la casa del Padre. En esta comunión aparecen como protagonistas, Jesucristo, la Virgen María y los santos canonizados; pero no sólo ellos sino todos los salvados a quienes podemos llamar santos.

Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, pero los santos ejercen la doble función de ser modelos de seguimiento de Cristo y vida cristiana e intercesores ante Dios. Dice el Concilio Vaticano II: “Por el hecho de que los bienaventurados están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más eficazmente a toda la Iglesia en la santidad…. no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra. Su solicitud fraterna contribuye, pues, mucho a remediar nuestra debilidad” (LG, 49)

En el proceso de canonización de los santos se pide que de alguna manera se manifieste la  intercesión del candidato en beneficio de los que se han encomendado a él. Suelen presentarse muchos favores recibidos. Entre ellos las curaciones, científicamente inexplicables, representan la prueba de su santidad. La tierra y el cielo se unen en estas oraciones y especialmente al celebrar sus fiestas. Éstos pueden ser titulares especiales de la iglesia universal, de la diócesis, de la parroquia, de las comunidades religiosas.

Al celebrar sus méritos se realiza la actualización de su ejemplaridad y su patrocinio. Anima contemplar que están salvados, en el cielo, paisanos nuestros que han tenido luchas, dificultades y problemas mayores que las nuestras y en todo momento han sabido ser fieles a Dios y a los hermanos. Los hay de todas las edades, pueblos, razas, culturas, oficios y niveles de vida, que han vivido todas las situaciones que se puedan imaginar. Son muy diversos pero todos coinciden en el seguimiento ejemplar de Cristo y su Evangelio.

Cada cristiano suele tener un santo de su especial devoción que es su prototipo, el guía, el intercesor, aquel que con más confianza y más fácilmente le acerca a Dios. Con toda razón en el prefacio de los santos los aclamamos dando gracias a Dios por ellos: “Nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de todos los santos, fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión”

C) COMUNION CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO. La Eucaristía es el momento en el que se produce de manera especial la comunión de los santos. Siempre existe la oración por los difuntos a quienes les denominamos con la expresión entrañable de “nuestros queridos fieles difuntos”. Al recordarles pasan por nuestra mente los mejores recuerdos de haber compartido con ellos el amor, sus sacrificios, su vida. Suele producir el memento de difuntos una experiencia de emoción religiosa que nos recorre todo nuestro ser. Realmente sentimos cómo estamos unidos a ellos. Rezamos a los que ya que están en el cielo para que intercedan por nosotros. También al mismo tiempo ofrecemos nuestra oración por los que están en camino hacia el cielo y pertenecen a la iglesia purgante para que Dios les conceda el cielo. “Es una obra santa y piadosa orar por los difuntos, para que sean absueltos de sus pecados (2Mac 12, 46).

Es conveniente que en este año de la fe, cuando profesamos este artículo del credo, se explique la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Se basa en la Sagrada Escritura, en el Evangelio, en la tradición de los santos padres y en las definiciones conciliares. Las referencias más claras están en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium (la Luz de las gentes). La referencia más reciente está en el Catecismo de la Iglesia Católica, que resume todas las demás, para afirmar la fe de que existe una etapa en el camino al cielo que es el purgatorio para quienes “mueren en la gracia y amistad de Dios, pero imperfectamente purificados,aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (1030).

La constitución dogmática “Lumen gentium” (Luz de las gentes) explican la comunión entre los tres estados de la Iglesia triunfante, purgante y militante (LG 49-51). Afirma que “unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente gozan de la gloria”. La comunicación de los peregrinos con quienes llegaron ya a la meta o están cerca de ella no se interrumpe, antes bien se robustecen. El Concilio le llama “consorcio vital con nuestros hermanos”. Por esta perfecta continuidad ya desde los primeros tiempos del cristianismo se guardó con gran piedad la memoria de los difuntos. Por ellos la Iglesia ofrece sufragios “por los que aún están purificándose después de la muerte” (LG 51). La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos, en particular el sacrificio eucarístico para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. Dice San Juan Crisóstomo: “¿Por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (Hom. in 1 Cor 41,5).

Estas explicaciones seguramente serán muy útiles al pueblo cristiano cuando profese “creo en la comunión de los santos”. Todos entenderemos lo que decimos y desearemos entrar  en esa comunión que nos llevará a aspirar cada vez más para encontrarnos felices  un día en el amor de Dios, la Iglesia militante, la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante, en la patria Celestial.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Tudela

 ?@arzobispofperez

Fuente:: Mons. Francisco Pérez

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Tiempo que nos ha hecho descubrir la belleza de ser hijos de Dios y hermanos en la Iglesia, el Papa clausura el Año de la fe
(RV).- (Con audio) Tiempo que nos ha hecho descubrir la belleza de ser hijos de Dios y hermanos en la Iglesia, el Papa clausura el Año de la fe Ante una Plaza de San Pedro repleta de fieles, el Papa Francisco celebra la Santa Misa con motivo de la clausura del Año de la fe. Hoy, 24 de noviembre, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Participan 1.200 entre cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias orientales, arzobispos, obispos y sacerdotes. En efecto, en esta solemne ceremonia también están presentes los Jefes y los Padres de las Iglesias Orientales Católicas participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales. Al lado del altar se exponen las reliquias del apóstol Pedro: una caja de bronce con algunos fragmentos óseos. Antes de la misa se realizó una colecta para la población de Filipinas.
Homilía del Santo Padre: (de la crónica radial del evento)
La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, señala también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordamos ahora con afecto y reconocimiento. Con esa iniciativa providencial, nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón.
Dirijo también un saludo cordial a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, aquí presentes. El saludo de paz que nos intercambiaremos quiere expresar sobre todo el reconocimiento del Obispo de Roma a estas Comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio.
Del mismo modo, y por su medio, deseo dirigirme a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, para que todos obtengan el don de la paz y la concordia.
Las lecturas bíblicas que se han proclamado tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia.
1. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta como el Primogénito de toda la creación: en él, por medio de él y en vista de él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en él todas las cosas sean reconciliadas (cf. 1,12-20).
Esta imagen nos ayuda a entender que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. La pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo.
2. Además de ser centro de la creación, y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla del día en que las tribus de Israel se acercaron a David y ante el Señor lo ungieron rey sobre todo Israel (cf. 2S 5,1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.
Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; unidos a él, participamos de un solo camino, un solo destino.Solamente en él como centro tenemos la identidad como pueblo.
3. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad y de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.
Mientras todos los otros se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43). Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja jamás de atender una petición como esa. Hoy todos nosotros podemos pensar en nuestro camino.Este día nos hará bien pensar en nuestra historia. Acuérdate de mí Señor, tú que estás al centro, tú que estás en tu Reino.
La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino.

Fuente:: News.va

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Palabras del Papa antes del Ángelus
(RV).- «Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos, venidos de tantos Países. Saludo a los participantes en el Congreso nacional de la Misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80° aniversario del Holodomor, la “gran hambruna” provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas. En esta jornada, nuestro pensamiento reconocido va a los misioneros que, en el transcurso de los siglos, han anunciado el Evangelio y esparcido la semilla de la fe en tantas partes del mundo; entre estos el Beato Junípero Serra, misionero franciscano español, del que se conmemora el tercer centenario del nacimiento.No quiero acabar sin un pensamiento a todos aquellos que han trabajado para llevar adelante este Año de la Fe. A Mons. Rino Fisichella, que ha guiado este camino. Le doy las gracias de corazón a él y a todos sus colaboradores. Muchas gracias. Ahora rezamos juntos el Ángelus. Con esta oración invoquemos la protección de María especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son perseguidos por motivo de su fe…¡que son muchos!»
Angelus Domini…

Fuente:: News.va

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Tenemos en común una cosa: el deseo de Dios, el Papa a los catecúmenos
(RV).- En la tarde de este sábado en la Basílica Vaticana el Papa Francisco presidió el Rito de admisión al Catecumenado. Participaron en el encuentro 500 catecúmenos de 47 nacionalidades de los cinco continentes con sus catequistas. El evento de esta tarde se insertó de manera muy especial en el ámbito del Año de la Fe, que será clausurado solemnemente por Francisco el domingo 24, y que quiere ser un signo que esta iniciativa convocada por Benedicto XVI termina, pero continúa si bien debe proseguir el empeño para cada cristiano de responder cotidianamente al Señor Jesús que invita a ser sus discípulos, envía al mundo a anunciar el Evangelio y a testimoniar con la vida la alegría de la fe. Esta tarde el Obispo de Roma pronunció una catequesis sobre el significado de la vida nueva en Cristo y sobre el discipulado.
Catequesis completa del Papa a los catecúmenos

Queridos catecúmenos,
Este momento conclusivo del Año de la Fe, los encuentra aquí reunidos, con sus catequistas y familiares, en representación de tantos otros hombres y mujeres que están cumpliendo, en diversas partes del mundo, su mismo camino de fe. Vienen de muchos países diferentes, de tradiciones culturales y experiencias diferentes. Y sin embargo, esta tarde sentimos de tener entre nosotros tantas cosas en común. Sobretodo tenemos una: el deseo de Dios. Este deseo es evocado por las palabras del salmista: “Como la cierva busca los cursos de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré el rostro de Dios?” ¡Cuánto es importante mantener vivo este deseo, este anhelo de encontrar al Señor y hacer experiencia de Él, de su amor, de su misericordia! Si viene a faltar la sed del Dios viviente, la fe corre el riesgo de convertirse en rutinaria, amenaza de apagarse, como un fuego que no es reavivado.
El pasaje del Evangelio, cfr Jn 1,35-42, nos ha mostrado Juan Bautista que a sus discípulos indica a Jesús como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al Maestro, y luego, a su vez, se convierten en “mediadores” que permiten a otros encontrar al Señor, conocerlo y seguirlo. Hay tres momentos en este pasaje que llaman a la experiencia del catecumenado. En primer lugar, está la escucha. Los dos discípulos han escuchado el testimonio del Bautista. También ustedes, queridos catecúmenos, han escuchado a los que les han hablado de Jesús y les han propuesto seguirlo, convirtiéndose en sus discípulos a través del Bautismo. En el tumulto de tantas voces que resuenan alrededor y dentro de nosotros, ustedes han escuchado y acogido la voz que les indicaba a Jesús el único que puede dar sentido pleno a su vida.
El segundo momento es el encuentro. Los dos discípulos encuentran al Maestro y permanecen con Él. Después de haberlo encontrado, advierten inmediatamente algo nuevo en su corazón: la exigencia de transmitir su alegría también a los otros, para que también ellos puedan encontrarlo a Él. Andrés, en efecto, encuentra su hermano Simón y lo conduce a Jesús. ¡Cuánto nos hace bien contemplar esta escena! Nos recuerda que Dios no nos ha creado para estar solos, cerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarlo y para abrirnos al encuentro con los otros. Dios primero viene hacia cada uno de nosotros; ¡y esto es maravilloso! En el Biblia Dios aparece siempre como aquel que toma la iniciativa del encuentro con el hombre: es Él quien busca al hombre, y generalmente lo busca justo mientras el hombre hace la experiencia amarga y trágica de traicionar a Dios y huir de Él. Dios no espera a buscarlo: lo busca enseguida. ¡Es un buscador paciente nuestro Padre! Él nos precede y nos espera siempre. No se aleja de nosotros, sino que tiene la paciencia de esperar el momento favorable del encuentro con cada uno de nosotros. Y cuando ocurre el encuentro, no es nunca un encuentro apresurado, porque Dios desea permanecer por mucho tiempo con nosotros para sostenernos, para consolarnos, para donarnos su alegría. Como nosotros anhelamos a Él y lo deseamos, así también Él tiene deseo de estar con nosotros, porque nosotros le pertenecemos a Él, somos “cosa” suya, somos sus criaturas. También Él, podemos decir, tiene sed de nosotros, de encontrarnos.
La última parte del pasaje es caminar. Los dos discípulos caminan hacia Jesús y luego hacen un trecho de camino junto a Él. Es una enseñanza importante para todos nosotros. La fe es un camino con Jesús… y que dura toda la vida. Al fin estará. Ciertamente, en algunos momentos de este camino nos sentimos cansados y confundidos. Pero la fe nos da la certeza de la presencia constante de Jesús en cada situación, también la más dolorosa o difícil de entender. Estamos llamados a caminar para entrar siempre más dentro al misterio del amor de Dios, que nos domina (sobrepasa) y nos permite vivir con serenidad y esperanza.

Queridos catecúmenos, hoy ustedes inician el camino del catecumenado. Les deseo recorrerlo con alegría, seguros del sostén de toda la Iglesia, que los mira con mucha confianza. María, la discípula perfecta, los acompaña: ¡es bello sentirla como nuestra Madre en la fe! Los invito a custodiar el entusiasmo del primer momento que les hizo abrir los ojos a la luz de la fe; a recordar, como el discípulo amado, el día, la hora en la cual por primera vez permanecieron con Jesús, sintieron su mirada sobre ustedes. Y así estarán siempre seguros del amor fiel del Señor ¡Él no los traicionará jamás!

(Traducción del italiano: Griselda Mutual – RV)

Fuente:: News.va

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El Papa exhorta a una asistencia sanitaria para la gente mayor de dignidad y de libertad, lejos de la cerrazón y la tortura del silencio
(RV).- (audio) El Papa exhorta a una asistencia sanitaria para la gente mayor de dignidad y de libertad, lejos de la cerrazón y la tortura del silencio “Las personas mayores siempre han sido protagonistas en la Iglesia, y todavía lo son. Y hoy, más que nunca, la Iglesia debe dar ejemplo a toda la sociedad del hecho de que los ancianos, a pesar de los «achaques» inevitables, a veces graves, son siempre importantes, es más, son de hecho indispensables”.
Son las palabras del Papa recibiendo este sábado a los participantes a la Conferencia Internacional, promovida por el Pontificio Consejo para los Agentes sanitarios que ha tenido lugar del 21 al 23 de noviembre en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano bajo el título: “Iglesia al servicio de los enfermos de edad avanzada: la atención a las personas que padecen enfermedades neurodegenerativas».
Más allá de cualquier “visión discriminante”, a dicho el Papa, “la vida humana conserva siempre su valor a los ojos de Dios. Por ello la gente mayor “participa plenamente en la misión de la Iglesia” porque ellos llevan consigo “la memoria y la sabiduría de la vida, para transmitirla a los demás”.
El aumento de la esperanza de vida señaló el Obispo de Roma comporta también un número creciente de personas que sufre enfermedades neurodegenerativas, que a menudo va acompañado por un deterioro de las capacidades cognitivas. Estas enfermedades afectan el mundo socio-sanitario tanto en términos de investigación, como de asistencia en centros de atención social y en la familia, que sigue siendo el lugar privilegiado de acogida y cercanía.
“Es importante el apoyo de ayudas y de servicios adecuados, con el objetivo de respetar la dignidad, la identidad y las necesidades del paciente, pero también de los que asisten al enfermo, familiares y agentes profesionales. Esto sólo es posible en un ambiente de confianza y como parte de una relación de respeto mutuo. Vivida así, la atención al enfermo se vuelve una experiencia muy rica, tanto profesional como humanamente; de lo contrario, se vuelve mucho más similar a la simple y fría «protección física».

El Papa ha subrayado que los “ancianos enfermos” son también destinatarios del mensaje evangélico, a pleno título, gracia a la fuerza del sacramento del bautismo”.
“Se hace necesario, por tanto, comprometerse para una asistencia que, junto con el modelo biomédico tradicional, se enriquezca de espacios de dignidad y de libertad, lejos de la cerrazón y silencios…aquella tortura de los silencios. El silencio muchas veces se transforma en una tortura. Esta cerrazón y silencios que, demasiado a menudo, rodea a las personas en el campo de la atención sanitaria. En esta perspectiva, quisiera destacar la importancia del aspecto religioso y espiritual. De hecho, se trata de una dimensión que sigue siendo viable aún cuando las capacidades cognitivas se reducen o se pierden. Se trata de poner en práctica una pastoral especial para acompañar la vida religiosa de las personas mayores con enfermedades degenerativas graves, con formas y contenidos diversificados, para que, a pesar de ello, sus mentes y sus corazones no interrumpan el diálogo y la relación con Dios”.
ER RV

Fuente:: News.va

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Mons. Carlos EscribanoMons. Carlos Escribano     El final del año litúrgico, en el que celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, tiene en esta ocasión una connotación especial: la clausura de Año de la Fe, al que nos convocó en su momento el Papa Benedicto XVI. Ha sido un año de gracia y una oportunidad de conversión para cada uno en particular y para la Iglesia en general (cfr. Porta Fidei nº 6), también para nuestra comunidad diocesana.

El final del Año de la Fe, enlaza, cronológicamente, con el arranque del tiempo litúrgico del Adviento y, pastoralmente, con el reto de seguir desarrollando nuestra tarea ordinaria, pero sintiéndonos renovados por el entusiasmo de una fe reverdecida. Dentro de ese trabajo ordinario, destaca de un modo especial el Plan Diocesano de Pastoral que, en este curso, nos invita a profundizar en dos objetivos: la pastoral de los pueblos pequeños y la pastoral juvenil.

Cuando nos asomamos al modo de concretar nuestro apoyo a los más jóvenes de nuestra Iglesia, nos encontramos, entre los objetivos marcados, con la propuesta de acompañar a los jóvenes de nuestras comunidades y parroquias para que descubran su vocación en la Iglesia (objetivo operativo 2.1.1). La delegación diocesana de Pastoral Vocacional se propone animar a toda la comunidad diocesana a desarrollar este objetivo. Todos, sacerdotes, religiosos y seglares, fieles de la ciudad y de los pueblos, somos conscientes de que este empeño es, en este momento de nuestra diócesis, absolutamente prioritario.

Las vocaciones sacerdotales del futuro serán el fruto de una confianza eclesial que se apoya en la promesa de Dios, como su fundamento. Nuestra Iglesia confía en las mediaciones en las que el Señor actúa y que deben ir surgiendo como respuesta a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades. Mediaciones que exigen mucho trabajo en las parroquias, mucha implicación en los párrocos, en las familias y en las comunidades cristianas y una esperanzada y confiada creatividad en nuestras acciones y en nuestro acompañamiento a los jóvenes.

La plegaria por las vocaciones sacerdotales, que nunca debe faltar, es una manera inequívoca de expresar que no somos nosotros, sino Dios, la fuente de las vocaciones. Pero la iniciativa de Dios no excluye, sino que postula, la intervención de la comunidad eclesial. Ella es la mediación fundamental de Dios para toda vocación presbiteral. Por ello el deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la comunidad cristiana y no puede, por tanto,  concebirse exclusivamente como una actividad específica de algunos organismos o presbíteros “encargados”. Del mismo modo la pastoral vocacional no es separable de la pastoral general de la Iglesia, sino una dimensión ineludible y central de toda actividad pastoral.

Estamos ante una tarea inexcusable, que sentimos que nos supera y que en ocasiones nos frustra. Pero estoy convencido de que con el vigor creativo surgido del Año de la Fe, seguro que encontramos caminos y modos que nos permitan acompañar a nuestros jóvenes para que descubran la llamada de Dios. Se lo pedimos de un modo especial a nuestros mártires, testigos valientes del evangelio, recientemente beatificados en Tarragona.

+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín

Fuente:: Mons. Carlos Escribano Subías

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La dimensión eclesial de la feMons. Lluís Martínez Sistach     Este domingo, fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, acaba el Año de la Fe que promulgó e inició Benedicto XVI el día 11 de octubre de 2012, recordando el inicio del Concilio Vaticano II, y que se clausura con el papa Francisco. Termina el Año de la Fe pero continúa el compromiso de la fe, el compromiso de vivir como cristianos en medio del mundo de hoy.

Como continuación de la carta pastoral titulada Hombres y mujeres de fe, que publiqué al comienzo del curso pasado, este año he dedicado una nueva carta al tema de la fe, pero con una relación especial con la Iglesia y con la comunidad cristiana. Lleva como título Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana.

Hoy más que nunca, para vivir la fe, es imprescindible el apoyo y el clima que puede aportar una verdadera comunidad cristiana. Y la primera y más grande comunidad cristiana es la Iglesia. Ella es la madre de nuestra fe.

¿Qué significa creer eclesialmente? Creer eclesialmente quiere decir que el creo es, de hecho, un creemos: el yo de la confesión de fe cristiana no es el yo aislado de la persona, sino el yo comunitario de la Iglesia. Cuando digo yo creo, esto quiere decir que supero las fronteras de mi subjetividad aislada y me integro en el sujeto común que es la Iglesia.

El acto de fe cristiana es siempre un acto que hago en Iglesia y que me sitúa en la comunión de la Iglesia. Por eso el acto de fe implica un estar en la Iglesia, un vivir en ella y, en definitiva, un sintonizar o sentir con ella.

Hay un texto muy claro en este sentido. Es de Benedicto XVI en la carta en la que proponía la celebración del Año de la Fe. Dice así: “Creer no es un hecho privado. Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar que creer es un hecho privado…, la misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, que es el signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación”.

La encíclica del papa Francisco publicada con motivo del Año de la Fe, titulada Lumen fideiLa luz de la fe–, afirma claramente que la vida de fe se da en un ámbito comunitario y tiene un fundamento comunitario. Así se puede comprender la gran importancia de edificar hoy y de poder disponer de unas comunidades cristianas que lo sean verdaderamente.

Esta visión nos puede ayudar mucho a vivir más conscientemente nuestra fe. Hoy predomina, también en el ámbito de la creencia, una visión individualista. Pero este planteamiento nos cierra a la riqueza e incluso al consuelo de la visión más comunitaria, en la que alcanzan su verdadero sentido la liturgia y los sacramentos, sobre todo el bautismo y la eucaristía.

Una sentencia clásica en teología dice que lex orandi , lex credendi , es decir, la ley o la norma de la oración es la ley o la norma recta de la fe. De hecho, vivimos así nuestra condición de creyentes, confesando la fe y orando con los hermanos y las hermanas en la comunión de la Iglesia. En la liturgia de la misa, encontramos una oración bellísima dirigida al Señor que dice así: “No mires nuestros pecados, sino la fe de la Iglesia”. La Iglesia se propone ser una comunidad que acoge, dialoga y acompaña a los que confían encontrar a Jesucristo. No se considera una comunidad de selectos o de perfectos, sino de pecadores redimidos y perdonados por Cristo. Por eso –como nos dice con frecuencia el papa Francisco– debe ser siempre y ante todo una comunidad de perdón y de misericordia.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

@sistachcardenal

Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach

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