Ciudad del Vaticano, 18 noviembre 2013 (VIS).-La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha emitido el siguiente comunicado concerniente al Motu Proprio del Papa Francisco sobre el nuevo Estatuto de la Autoridad de Información Financiera (A.I.F.).
 
«Con fecha de hoy -dice el texto- se publica la Carta Apostólica con forma de Motu Proprio del 15 de noviembre de 2013, con la que el Papa Francisco ha aprobado el nuevo Estatuto de la Autoridad de Información Financieras (A.I.F.). Esta disposición pontificia entrará en vigor el 21 del corriente mes.»
 
«Como es sabido, con el Motu Proprio del 8 de agosto de 2013 y con la Ley N. XVIII del 8 de octubre de 2013, sobre normas en materia de transparencia, vigilancia e información financiera, Papa Francisco reforzó el cuadro institucional de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano (S.C.V.) con el fin de prevenir y luchar contra potenciales actividades ilícitas en materia financiera, dando al A.I.F., además de las funciones que ya tenía en base al Motu Proprio de Benedicto XVI del 30 de diciembre del 2010, la función de vigilancia prudencial sobre las instituciones que desarrollan profesionalmente actividades de naturaleza financiera. El actual Estatuto adecua ahora la estructura interna del A.I.F. a las funciones que está llamada a desarrollar.»
 
«En especial, el nuevo Estatuto diferencia las competencias y las responsabilidades del Presidente, del Consejo directivo y de la Dirección, para garantizar que la A.I.F. pueda desempeñar más eficazmente sus cometidos, con plena autonomía e independencia, y coherentemente con el marco institucional y jurídico de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Además, instituye una oficina para la vigilancia prudencial y la dota de los recursos profesionales necesarios.»
 
El texto completo del Motu Proprio se puede consultar en inglés e italiano en:
 
http://www.vatican.va/holy_father/francesco/motu_proprio/index_it.htm

Fuente:: News.va

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Bajo el lema “No os dejéis robar la esperanza” se han celebrado, en Ávila, los días 16 y 17 de noviembre, las decimonovenas Jornadas Generales de Pastoral Obrera, que organiza el Departamento de Pastoral Obrera de la CEAS, presidido por Mons. Antonio Algora Hernando, Obispo prior de Ciudad Real, con asistencia de delegaciones y secretariados diocesanos de pastoral obrera de 40 diócesis, y participación de los Movimientos Apostólicos Obreros. Hemos contado con la presencia y las palabras de ánimo de Mons. Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.

Constatamos que el desempleo, las condiciones indignas de trabajo, y la falta de esperanza asociada a esta larga crisis, generan precariedad y vulnerabilidad no solo laboral, sino precariedad vital. Nuestra sociedad es una sociedad fracturada, que genera exclusión, que deshumaniza, porque ha puesto al dinero en el centro de la vida económica, social y política. Nuestra sociedad ha olvidado que la persona es siempre lo primero, y que sólo el servicio al bien común de toda la persona y de todas las personas legitima la acción política y el dinamismo económico.[1] Y constatamos que esta situación es fruto de la acción interesada de poderes financieros, económicos y políticos, cuya acción inhumana hemos de seguir denunciando, por ser contraria al Evangelio.

Constatamos que la precariedad afecta no solo a las personas individualmente consideradas, sino a las familias enteras, a los niños y jóvenes, a los mayores, y a la misma estructura de la convivencia social. El deterioro humano que el desempleo creciente y la precariedad constante van generando clama ante el Dios de la Vida. Donde no hay trabajo, falta la dignidad. No podemos seguir recorriendo esos caminos. En nombre de Dios pedimos, como clamaba recientemente el Papa Francisco: ¡trabajo, trabajo, trabajo![2]

Como miembros de la Iglesia somos conscientes de la necesidad de seguir reivindicando un trabajo decente para todos que sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.[3] (CV 63) Nuestra sociedad debe buscar caminos para hacer posible un trabajo humano digno para todas las personas.

Queremos reconocer, valorar, y agradecer cuantos esfuerzos de solidaridad y humanización, y en pro de estructuras políticas y económicas más justas van surgiendo en nuestro mundo, y a cuantas personas –creyentes o no- hacen de la solidaridad con los últimos y de la lucha por la justicia, su camino de vida.

Por eso:

-Reafirmamos la dignidad inalienable de todas las personas. El trabajo humano es digno porque son los hombres y las mujeres quienes lo realizan.

-Queremos abrir horizontes más allá de la precariedad. En Cristo Resucitado, vencedor de la muerte, podemos avanzar en nuevas posibilidades de vida para todos. Hemos de seguir alumbrando, nuevas formas de organización social, económica y política, más justas y humanas.

-Hemos de sostener la utopía del Reino, y fomentar el discernimiento cristiano que nos ayude a articular lo utópico, lo posible, y lo concreto.

-Queremos ayudar a que las personas descubran y activen sus fortalezas y se abran a la esperanza; queremos suscitar la esperanza en los demás.

-Queremos potenciar espacios y experiencias de encuentro y acompañamiento de quienes sufren. Solo desde la solidaridad demostrada seremos capaces de suscitar esperanza.

A esta tarea invitamos de corazón a los militantes obreros cristianos, a los miembros de los movimientos apostólicos obreros, de las congregaciones religiosas, de las comunidades parroquiales, de nuestras diócesis, para seguir haciendo “una pastoral obrera de toda la Iglesia”.

Ávila, 17 de noviembre de 2013



[1] Cfr. CDSI 398. Cfr. Papa Francisco, Viaje pastoral a Cagliari, Encuentro con el mundo del trabajo 22.09.2013; Discurso 03.10.2013 en el aniversario de Pacem in Terri;, y Discurso 25.05.2013 a la Fundación Centessimus Annus.

[2] Papa Francisco. Viaje pastoral a Cagliari. Encuentro con el mundo del trabajo 22.09.2013

[3]ritas in Veritate 63

Fuente:: SIC

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Zaragoza Pilar Año de la FeEl amor a la Virgen y la necesidad de profesar, celebrar y vivir la fe dentro de la comunión eclesial fueron las razones por las que más de 1700 personas peregrinaron a la catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar el pasado sábado 16 de noviembre. En encuentro fue promovido por los Obispos de las seis diócesis aragonesas con motivo del Año de la Fe, que comenzó el 11 de octubre de 2012 y culminará el próximo 24 de noviembre.

La jornada se organizó en torno a tres actos. Después de la recepción, brindada por el equipo de voluntarios en la Casa de la Iglesia, la Seo del Salvador fue el marco de la profesión de fe. Las palabras de acogida del arzobispo metropolitano, Mons. Ureña, dieron paso al canto del himno del Año de la Fe. Tras él, Mons. Milián, Obispo de Barbastro-Monzón, recordó el valor de los mártires; Mons. Escribano, Obispo de Teruel-Albarracín, invitó a recuperar “con María, la alegría de la fe”; Mons. Ruíz, obispo de Huesca y de Jaca, señaló que la “puerta de la fe siempre está abierta”; por último, Mons. Hernández, Obispo de Tarazona, invitó a mirar a María, “la mujer que supo vivir la fe y transmitirla”.

Tras la proclamación del Credo, los peregrinos se trasladaron al Pilar, donde a las 12 del mediodía comenzó la celebración del misterio de la fe: la sagrada eucaristía. Mons. Manuel Ureña, en su homilía, mostró cómo, pese a los intentos contemporáneos de aniquilar la fe, esta sigue siendo constitutiva de la persona humana, que en su trascendental apertura a Dios encuentra la salvación que se le da en Cristo.

Muchos de los peregrinos compartieron la comida en las dependencias de la Casa de la Iglesia, en la zaragozana plaza de La Seo. La jornada concluyó con un concierto en la catedral del Pilar. Cuerda, metal, órgano y voces, bajo la dirección del maestro Berdejo Marín, hicieron que la alegría fuera el signo definitivo de cómo la fe profesada y celebrada transforma la vida.

Fuente:: SIC

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Terrassa peregrnación a RomaLos días 15, 16 y 17 de noviembre ha tenido lugar la peregrinación diocesana de Terrassa en Roma con motivo del Año de la Fe. Han participado personas procedentes de Terrassa, Sabadell, Sant Quirze del Vallés, Sant Cugat del Vallés, Granollers y Caldes de Montbui. En esta ocasión ha sido presidida por Mons. Salvador Cristau, Obispo Auxiliar, acompañado por cuatro sacerdotes.

Durante los tres días se ha peregrinado a los lugares principales de la ciudad de Roma. Se ha celebrado la Eucaristía profesando y renovando la fe en las Basílicas de San Pedro del Vaticano y San Pablo Extramuros. Se ha visitado y se ha rezado por la diócesis y los diocesanos en las Basílicas de San Juan de Letrán y Santa María La Mayor así como también en las Catacumbas de San Sebastián. El domingo se participó en la oración del Ángelus, recibiendo la bendición del Santo Padre.

En medio de todo, hubo momentos para la convivencia y la fraternidad, así como también para la visita a lugares significativos de la ciudad de Roma. Se trata de la primera peregrinación diocesana que se ha realizado en Roma.

Fuente:: SIC

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Evangelii Gaudium: primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco
(RV).- Evangelii Gaudium: primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco (con audio) El Año de la Fe se encamina a su conclusión. Termina un año dedicado completamente a reavivar la fe de los creyentes, pero ahora prosigue el anhelo de mantener viva la enseñanza recibida, dijo el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, presentando los últimos momentos de este Año, inaugurado por Benedicto XVI, que va clausurar el Papa Francisco, el domingo 24 de noviembre, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Día en el que el Santo Padre entregará su Exhortación Apostólica ‘Evangelii Gaudium’. En este contexto, Mons. Fisichella explicó también que en la solemne clausura de este Año de la Fe, se expondrán por primera vez las reliquias de San Pedro y que las ofertas en la Eucaristía serán para los damnificados en Filipinas, reiterándoles así la cercanía del Papa Francisco.
El Pueblo de Dios difundido en el mundo entero ha vivido con gran intensidad este momento, destacó Mons. Fisichella, subrayando luego que el número de más de ocho millones y medio de peregrinos que rezaron ante la Tumba de Pedro, profesando la fe, es sólo un signo entre los más pequeños, aunque significativos, que quedarán en nuestro recuerdo.
Tras señalar que es imposible describir en su plenitud lo que se vivió en ámbito local, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización se refirió a micro iniciativas que en todo el mundo evidenciaron cuán viva permanece la fe de los fieles, como testimonio de la piedad y del profundo sentido religioso. El magisterio Concilio Vaticano II, catequesis sobre la fe, celebraciones, testimonios de caridad, actividades culturales. Todo queda como signo que atestigua el compromiso de los cristianos en el mundo. Este Año ha sido realmente una experiencia de gracia y de gratitud al Señor, que quedará en los corazones. Hemos recibido testimonios conmovedores de fe también en los lugares más escondidos, de pobreza, de sufrimiento, donde los cristianos son una pequeña minoría. La fe ha unido y permitido recordar a todos el fundamento de nuestro creer: Jesús Resucitado esperanza para una vida nueva.
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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martorell7Mons. Julián Ruiz Martorell     Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

Damos gracias al Señor porque nos ha concedido celebrar con intensidad el Año de la Fe que clausuramos este domingo, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.

El Año de la Fe comenzó el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y fecha en la que se celebraban los veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.  El Papa Benedicto XVI, en la Carta apostólica “Porta fidei”, presentó el Año de la Fe como una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Nos exhortaba a redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. Presentaba el Año de la Fe como un tiempo de gracia para rememorar el don precioso de la fe, como una ayuda para que la adhesión al Evangelio de todos los creyentes en Cristo sea más consciente y vigorosa. Deseaba que el Año suscitase en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza.

El Año de la Fe ha sido una ocasión propicia para celebrar la fe en la liturgia, y de modo especial en la Eucaristía. El testimonio de vida de los creyentes se ha hecho más creíble y se han redescubierto los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada.

“La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él” (Porta fidei 10), nos recordaba Benedicto XVI. Y también que la profesión de la fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario.

A lo largo de este tiempo hemos profundizado en el conocimiento de los contenidos de la fe, como parte esencial que propicia nuestro propio asentimiento, con la inteligencia y la voluntad, a lo que propone la Iglesia.

Hemos descubierto a muchas personas que buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo, en una búsqueda que es un auténtico “preámbulo” de la fe.

Hemos recorrido la historia de nuestra fe, como misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.

Hemos fijado nuestra mirada en Jesucristo y hemos contemplado a la Virgen María, a los Apóstoles, a los discípulos de la primera comunidad, a los mártires, a los hombres y mujeres que consagraron su vida a Cristo, a quienes confesaron a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús, y hemos reconocido a Jesucristo, presente en nuestras vidas y en la historia.

Hemos tenido oportunidad de intensificar el testimonio de la caridad. Y, a través de la experiencia de la alegría y el sufrimiento, de la soledad y del silencio de Dios, nos hemos introducido en el misterio de la Cruz y hemos participado en los sufrimientos de Cristo, como preludio del gozo y de la esperanza a los que conduce la fe.

El Papa Francisco, en su Carta encíclica “Lumen fidei” nos ha dicho: “Quien cree ve” (nº 1) y ha destacado que “es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe” (nº 4). También ha escrito: “Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia” (nº 13). Y nos ha invitado a considerar: “La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos; es una participación  en su modo de ver” (nº 18).

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell

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Pecado de ignoranciaMons. Juan José Omella     Un monje eremita del Líbano recibió la visita del Abad de un monasterio muy importante. Acudía en busca de consejo porque estaba desolado. Su monasterio durante un tiempo estuvo lleno de monjes jóvenes y generosos, ahora estaba casi vacío y la tristeza llenaba el corazón de los monjes. Antes acudía mucha gente a los oficios y ahora casi nadie acudía. La angustia y la desazón llenaban el corazón del abad que no sabía qué hacer y cuál era la causa de esa situación. Le preguntaba al eremita: “¿Qué hemos hecho mal o qué pecado hemos cometido para que estemos ahora en esta situación?”

El monje eremita le contestó: “habéis cometido el pecado de ignorancia”.

– Y eso ¿qué es, qué significa?, le preguntó el abad

– Pues que uno de los monjes de vuestro monasterio es el Mesías disfrazado y vosotros lo ignoráis, le respondió el eremita.

El abad regresó a su monasterio e iba pensando todo el tiempo que cómo había sido posible que Dios hubiese regresado a la tierra, hubiese ido a su monasterio y él ni nadie lo hubiese reconocido. Y empezó a pensar: ¿será el cocinero?, ¿será el prior?, ¿el portero?, ¿el sacristán?, ¿el novicio?, ¿quién será? Y seguía pensando: ¿no será el disfraz los propios defectos que tiene cada uno de los monjes? Sí, todos los monjes del monasterio tenían sus defectos y sin embargo parece ser que uno de ellos es el Mesías.

Una vez en el monasterio el abad reunió a los monjes y les dijo lo que le había dicho el eremita, es decir que el Mesías era uno de ellos. Todos se miraron con incredulidad y pensaban que era imposible que el Mesías estuviese entre ellos. Pero poco a poco empezaron a darle vueltas a sus cabezas y se decían: ¿y si fuese tal o tal hermano? Y ¿no podría ser tal otro hermano? Y se decían: si está disfrazado no podremos reconocerlo con lo cual lo que tenemos que hacer es tratar de respetar a todos porque cualquiera puede ser el Mesías.

Fe a partir del momento en el que cada uno optó por respetar y querer a cada hermano, por si se tratase del Mesías, cuando empezó a reinar otro aire en el monasterio. Había más alegría, más bondad, más generosidad, más ilusión por todo lo que hacían. La alegría inundó en el corazón de los monjes y llenó el monasterio. Poco a poco esa alegría se iba contagiando y al poco tiempo muchos jóvenes entraron en el monasterio volviendo a ser una comunidad floreciente y a la que acudía mucha gente a rezar, a consultar, a participar sencillamente de los oficios religiosos porque allí encontraba paz y recuperaban las fuerzas para seguir sirviendo al Señor.

Preciosa historia que podríamos aplicar a nuestras vidas de familia, de comunidad, de presbiterio, de vecinos, de compañeros de trabajo… El Mesías está entre nosotros. Se ha disfrazado. ¿Sabemos acogerlo y tratarlo como se merece? Pero podemos preguntarnos, ¿y quién es? ¿qué disfraz ha elegido? Él ya nos lo dejó dicho en el evangelio: “Lo que hagáis a uno de mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis”.

Que sepamos respetar, amar y ayudar a todos las personas que encontremos en nuestro camino porque en ellos está presente el mismo Señor y Dios nuestro.

Con mi afecto y bendición,

+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Fuente:: Mons. Juan José Omella

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Mons. Gerardo MelgarMons. Gerardo Melgar   Queridos diocesanos:

Este Domingo 17 de noviembre celebramos un día importante para todos nosotros, miembros de nuestra Diócesis de Osma-Soria: la Jornada de la Iglesia diocesana; lo hacemos unidos al resto de las Iglesias particulares que peregrinan en España.

Este día no tiene como objetivo único ni siquiera como objetivo más importante la recaudación de dinero para la Diócesis (aspecto importante pero no central). El objetivo principal de esta Jornada es ayudar a los cristianos de cada Iglesia diocesana aconcienciarse de su condición de miembros vivos de la Iglesia, de su ser Iglesia por la pertenencia a una Diócesis concreta. Al servicio de esta concienciación debemos situar incluso la aportación económica que se nos pide en este día pues, para desarrollar todas sus actividades al servicio de la misión que el Señor le ha encomendado, nuestra Diócesis necesita recursos económicos. Nuestra aportación económica debe ser reflejo de que somos conscientes de nuestra corresponsabilidad y de nuestra pertenencia a la Iglesia diocesana; nunca podemos perder de vista que la Diócesis es cosa y casa de todos, es algo nuestro que nos compromete a ofrecer nuestra aportación para su sostenimiento.

Pero un donativo económico no agota, de ninguna manera, el sentido de esta Jornada: ser miembros vivos y responsables en la Iglesia y en este momento de nuestra historia nos está pidiendo un compromiso serio y auténtico con nuestra identidad de seguidores de Jesús así como con la misión que el Señor nos ha confiado de ser testigos suyos donde quiera que nos encontremos y con quien quiera que vivamos.

Todo bautizado, por el hecho de serlo, debe ser fiel a un doble compromisoser discípulo y ser misioneroSer discípulo significa encarnar en nuestra vida el estilo de vida que Jesús nos propone en el Evangelio, exigencia que nos viene reclamada por nuestra condición de bautizados. Hoy, además, este mundo increyente, que ha desechado a Dios de su vida, está reclamando de nosotros una coherencia y una autenticidad de vida según la cual vivamos lo que decimos que somos.

La celebración de la Jornada de la Iglesia diocesana nos urge a revisar nuestra identidad de discípulos y seguidores de Jesús pues, a veces, podemos dar la impresión de que teóricamente queremos vivir como discípulos de Jesús pero, en la vida de cada día, no dejamos de seguir las llamadas del mundo; no podemos querer ser cristianos y, al mismo tiempo, ser uno más del mundo llegando a no distinguirnos de los que no creen. Esta Jornada nos recuerda nuestra identidad de bautizados y nos llama a renovar cada día más auténticamente dicha condición de seguidores de Jesús.

Del mismo modo, nos llama a actualizar la conciencia de que somos misioneros:misioneros no sólo en tierras lejanas como los que han dejado patria y familia para anunciar el Evangelio; a nosotros se nos pide que seamos misioneros en nuestros propios ambientes, en nuestra comunidad cristiana, en nuestro pueblo, en nuestra familia, en todos los momentos de nuestra vida. Todos, por el hecho de ser bautizados, debemos sentirnos responsables de la evangelización del mundo; un mundo que, para cada uno de nosotros, es el ámbito en el que nos movemos y al que pertenecemos: nuestra ciudad o nuestro pueblo, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo, nuestra familia. Es a ellos a los que debemos llevar el mensaje del Señor, haciendo brillar ante ellos la luz del Evangelio a través de nuestro testimonio de vida para que “viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está el cielo” (Mt 5, 16).

La misión que el Señor ha confiado a su Iglesia (por medio de nuestra Diócesis y de cada uno de nosotros) es ser sus testigos y llevar el mensaje salvador de Cristo al corazón del mundocomo insistía el beato Juan Pablo II. Ser, por tanto, auténticos discípulos de Cristo y alegres misioneros entre nuestras gentes son las dos llamadas que recibimos al celebrar la Jornada de la Iglesia diocesana.

Colaboremos con nuestra limosna para que la Diócesis pueda disponer de los medios necesarios para ayudarnos a todos a cumplir con nuestra misión pero no nos conformemos sólo con ello: sintamos la llamada del Señor que nos invita a renovar nuestra fe y a tomar en serio la misión de llevar a la humanidad a Dios y a Dios al corazón de la humanidad. Que el Señor nos ayude con su gracia a lograrlo. ¡Feliz Jornada de la Iglesia diocesana!

Vuestro Obispo,

+ Gerardo Melgar

Obispo de Osma-Soria

 

Fuente:: Mons. Gerardo Melgar

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Osma-Soria Seminario Sto. Domingo de GuzmánMons. Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria, inauguraba en la tarde del domingo 17 de noviembre las obras de rehabilitación del claustro del Seminario diocesano “Santo Domingo de Guzmán”.

Decenas de amigos del Seminario, sacerdotes, religiosos, familias y seminaristas, etc. se reunieron para poder asistir al acto con el que culminaban cuatro meses de reformas costeadas por el Centro vocacional (con fondos propios) en un 80% y en las que el Obispado ha aportado el restante 20%.

El Rector del Seminario, Gabriel-Ángel Rodríguez Millán; la arquitecta diocesana, María de la O del Santo Mora; y el prelado oxomense-soriano, Mons. Melgar Viciosa, fueron los encargados, en un primer momento, de presentar detalladamente la reforma efectuada, dando las gracias a los amigos del Seminario “que han hecho posible esta obra”. En un segundo momento, Mons. Melgar Viciosa presidió una sencilla celebración de la Palabra al final de la cual bendijo las obras; concluido el acto de inauguración y bendición, los asistentes compartieron un vino español en los comedores del Centro diocesano.

Los trabajos en el claustro (llevados a cabo por la empresa Alfredo Llorente Romera) han permitido recuperar la imagen de este espacio tal y como lo concibió su fundador, el Obispo Fr. Joaquín de Eleta y Piedra, quién concibió su intención de edificar el Seminario en 1779; así expresó este pensamiento en la carta que escribió, en 1779, al alcalde mayor de El Burgo: “Muy Sr. Mío: Deseando el bien de esta Villa y de esa Diócesis, he resuelto fabricar a mis expensas un Colegio para colegiales porcionistas, hijos de este Obispado; el terreno más proporcionado para los fines que intento es el que hay a la mano derecha contiguo a la muralla saliendo por la puerta de la Villa llamada la Puerta Nueva hasta la tapia del corral del Colegio de Santo Domingo…”. Según apuntó el Rector del Seminario, “hemos querido que esta obra felizmente concluida sea un homenaje a la memoria de este Obispo que, también desde el punto de vista arquitectónico, tanto hizo por la Diócesis y por esta Villa burgense que le vio nacer”.

Con la obra de rehabilitación inaugurada se ha permitido mejorar el eje central del Seminario y un mejor aprovechamiento del sistema de calefacción (pues se han encastrado los climatizadores en el suelo funcionando como una cortina de aire entre las pilastras). Se han colocado grandes cristaleras que devuelven la luz natural al corazón del edificio; además, la composición de estos vidrios permite la retención del calor en el interior en invierno y durante el verano impide su entrada. La uniformidad del plano del vidrio permite realzar las pilastras del patio, recuperando la ilusión de la imagen original del claustro abierto. Así mismo, se ha restaurado la vidriera de Santo Domingo y se ha decorado el claustro con cuatro grandes serigrafías de otras tantas escenas de la vida del patrón del Seminario, Santo Domingo de Guzmán; tres de estas ilustraciones son reproducciones de los frescos originales que se encuentran en el convento de san Marcos de Florencia y son obra de Fray Angélico, beatificado por Juan Pablo II en el 3 de octubre de 1982 (la cuarta es de un discípulo de Fray Angélico). Se ha restaurado la fuente del patio central y la imagen del Sagrado Corazón que, con la nueva disposición del interior del Claustro, queda realzada, y se ha colocado a los pies de la vidriera de Santo Domingo una réplica del escudo del Obispo Eleta como homenaje al gran Obispo que concibió y mandó ejecutar la construcción del Seminario.

Según el Rector del Seminario, “en estos momentos tenemos unas instalaciones acordes con estos tiempos, útiles, funcionales y de una sobria belleza”. En sus palabras de saludo, Rodríguez Millán agradeció “el apoyo que siempre nos manifiesta el Sr. Obispo, nuestro presbiterio diocesano, así como las comunidades religiosas particularmente las de vida contemplativa y las muchas personas que forman el llamado grupo de Amigos del Seminario”.

 Breve retazo histórico

La construcción del edificio, que hoy es la sede del Seminario, se debe al Arzobispo Joaquín de Eleta, franciscano, confesor del rey Carlos III y Obispo de Osma entre los años 1786 y 1788 (el próximo 4 de diciembre se cumple el 225º aniversario de su fallecimiento). Él fue quien, llevado de su preocupación por los jóvenes seminaristas, quiso un espacio de nueva planta en el que los estudiantes se sintieran a gusto. Y levantó el Seminario, un edificio de planta cuadrada con un patio central. La planta baja se destinó a capilla, refectorio, cocina y despensa; en la primera se situaron las aulas en torno al claustro, y en la segunda las habitaciones de los alumnos. Tradicionalmente se ha considerado que el Seminario fue construido según los planos trazados por Francisco Sabatini, aprovechando su estancia en El Burgo de Osma con motivo de las obras de la capilla de Palafox; pero hay estudiosos que prueban más bien que los planos del Seminario fueron realizados por Luis Bernasconi. El aire sabatinesco del edificio se explica por la estrecha colaboración que éste, como ayudante de toda confianza, mantuvo con el arquitecto palermitano.

El Obispo Eleta llevó adelante la obra del Seminario para que los alumnos pudiesen gozar de un sitio cómodo y saludable, con lugares de sol y distracción; y, por encima de todo, quiso revitalizar la vida religiosa de los futuros sacerdotes diocesanos.

Se desconocen las intervenciones que en el Claustro se llevaron a cabo desde su construcción hasta el S. XX. Posiblemente no hubo ninguna en sentido integral. Es en los años cuarenta cuando se afronta la primera de la que tenemos noticia según el recuerdo de quienes en esos años eran seminaristas. En efecto, en 1942 se colocaron las cristaleras para aislar, en la medida de lo posible, las aulas en los duros días del invierno. En 1949 se colocó el suelo y el zócalo. Aquella obra de los años 40 cambió radicalmente la fisonomía del claustro que hasta ese momento se encontraba abierto, con el suelo de guijarros y un discreto zócalo de piedra manteniendo, posiblemente, la estética de los orígenes.

(Rubén Tejedor Montón)

Fuente:: SIC

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Audiencia_noviembreEl Papa Francisco publicará su primera exhortación apostólica con motivo del cierre del año de la fe el próximo martes. Mons. Rino Fisichella , presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización  ha anunciado la publicación de la exhortación Apostólica ‘Evangelii Gaudium‘.

Una publicación con la  que el Santo Padre pone broche de oro al Año de la Fe y que entregará simbólicamente, al término de la Misa de Clausura, a un obispo, un sacerdote y un diácono procedentes de Letonia , Tanzania y Australia respectivamente. Posteriormente hará lo mismo con representantes  de familias religiosas y de todos los ‘protagonistas’ de este año de la fe: confirmandos, seminarista, familias, jóvenes, … Así como una persona ciega – a la que el Papa entregará su carta en CD sonoro.

Fuente:: SIC

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