Mons. VivesMons. Joan E. Vives    Durante la Guerra civil española, y especialmente en sus inicios, hubo una terrible persecución religiosa contra los católicos y contra todos los signos de la religión cristiana. Los mártires cristianos lo testimonian, y todas las víctimas inocentes de cualquier bando, con sus familiares, reclaman justicia, arrepentimiento y amor. ¡Para todos descanso y paz! Las imágenes de María y de los santos eran sospechosas, y o bien eran materialmente destruidas o el pueblo creyente las tenía que ocultar, a veces con la misma complicidad de quienes ya veían que las medidas que tomaban eran una barbarie, como mínimo culturalmente hablando, además de una persecución religiosa que no tenía en cuenta el derecho fundamental a la libertad de culto y la libertad de creencias.

El pasado septiembre presentábamos en Nuria un libro, “El exilio de la Virgen de Nuria” que tiene mucho interés para nuestra querida Virgen de Nuria. Su autor, el Dr. Manuel Castellet i Solanas (Barcelona, 1943), es un gran amante de las montañas y del Santuario de Nuria, y durante un tiempo fue comisionado para el Patrimonio Documental del Centro Excursionista de Cataluña (CEC) , desde donde investigó los hechos que nos narra y que muy documentadamente nos ofrece. Él es también Catedrático de matemáticas y fue Secretario y Presidente del Institut d’Estudis Catalans (1995-2002). En el libro narra ampliamente las vicisitudes del exilio y del escondite durante aquella guerra entre hermanos de la sagrada imagen de la Virgen de Nuria, una talla románica de María entregándonos a su Hijo (siglos XII-XIII), patrona de los pastores y venerada desde muchos siglos a 2.000 m. de altitud, y que siempre ha atraído a los devotos de ambas vertientes de los Pirineos. El suyo es hoy el segundo santuario mariano de Cataluña y un paraje único en la geografía catalana.

Ahora tenemos los detalles de un viaje excepcional de la Sagrada Imagen desde Nuria el 22 de julio de 1936, saliendo por el Coll de Finestrelles en una mochila, hasta La Guingueta d’Ix (Bourg-Madame), pasando por Perpinyà y la abadía de Hautecombe, en la Saboya francesa, hasta llegar a Suiza donde permaneció en Ginebra, Lugano y finalmente en el palacio episcopal de Friburgo, desde donde regresó en marzo de 1941 a Nuria, tras hacer una breve parada en Barcelona. Ahora podemos rendir un merecido homenaje a todos aquellos que intervinieron en la salvaguarda de esta querida imagen. En especial y por citar sólo los dos principales, Mn. Bonaventura Carrera i Fillet –el entonces Capellán del Santuario– y Manuel Carreras i Martí, que fueron los planificadores y ejecutores de aquel viaje salvador. Devotos y patriotas salvaron la imagen de María de la destrucción, y ofrecieron así un testimonio del valor y el coraje que debemos saber poner en las cosas que se refieren a la fe y a los símbolos que la hacen viva y presente.

La Virgen de Nuria, declarada Patrona de toda la Diócesis de Urgell por el Papa Pío XII en 1956, puede continuar llamándonos a vivir la fe con la cruz, la olla y la campana. Las vicisitudes de la imagen que el libro del Dr. Castellet nos describe de forma exquisita, no deberían nunca volver a ocurrir, ya que el respeto y la libertad religiosa, la paz y la fraternidad entre todos los ciudadanos, siempre deben ser firmes en Cataluña. Roguemos que la Virgen María vele por la concordia y la reconciliación de todos los catalanes. Todos perdieron en aquella contienda entre hermanos, y todos ganamos cuando nos perdonamos de verdad y empezamos un camino de reconciliación, de respeto y de búsqueda de lo que nos une, que siempre es más que todo lo que nos podría separar.

+ Joan E. Vives

Arzobispo de Urgell

Fuente:: Mons. Joan E. Vives

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Mons. Jesus Sanz MontesMons. Jesús Sanz      Si tuviera una paleta de colores acaso acertaría a describir con pinceles el ambiente de esta época tan nuestra. Si tuviera un pentagrama virgen, tal vez lo llenaría con las notas propias de la magia serena. Lo haré con mi pluma sobre el papel de esta carta semanal a vuelatecla. Tiene color malva noviembre, y su tono pastel pinta de morado el recuerdo que hacemos de quienes nos han precedido en la vida y en la fe. El camposanto cristiano es un cementerio, no una necrópolis. Los clásicos llamaban al lugar donde enterraban a sus difuntos precisamente así: necrópolis, ciudad de la muerte. Los cristianos tuvieron desde el principio este gesto piadoso no sólo de enterrar con toda dignidad a quienes morían, sino de venerar su memoria con las flores, las lágrimas y la oración.

Por este motivo, no vamos a los cementerios a recordar la derrota final que nos ha impuesto implacable la muerte ganándonos la decisiva última partida al llevarse por delante de tantos modos a quienes quisimos sinceramente. Vamos allí para recordarles, sin duda alguna; se nos escaparán las lágrimas sin amargura sino agradecidas por tanto recibido de ellos; pondremos con afecto unas flores como homenaje penúltimo con nuestro mejor gracias por tanto como en ellos y por ellos se nos dio; y tras todo ese sentido ritual verdadero cargado de afecto, elevamos nuestra plegaria rezando por ellos.

¿Qué recordamos, qué agradecemos, qué oramos cuando vamos al cementerio en memoria de nuestros seres queridos muertos? Recordamos que somos una familia que camina hacia el cielo: unos seguimos la marcha por nuestros senderos y vericuetos, entre las luces y las sombras, las dudas y las certezas, los aplausos y los desprecios; otros han llegado ya a la antesala de ese cielo dando comienzo a la espera a que vuelva el Señor, cuando con delicadeza les llame mientras los halla durmiendo, pues esto es lo que significa la palabra cementerio: ciudad de los que duermen mientras esperan que vuelva Jesús eternamente despierto.

Agradecemos en nuestros seres queridos lo que con sus labios Dios nos dijo, y lo que con sus manos nos bendijo de tantas maneras; ellos nos acompañaron en los caminos variopintos que pinta la existencia; fueron pañuelo de nuestras lágrimas, sabios que nos dieron consejos, que supieron brindar con nuestras alegrías y quisieron para nosotros el bien más sincero. No acertaron a dárnoslo todo porque quizás no todo lo tenían, pero a su modo nos dieron la propia vida en la tierra con anticipado sabor de cielo.

Por este motivo no únicamente queremos acercarnos con las flores de nuestro recuerdo y la sonrisa de nuestro agradecimiento, sino que también esta visita de noviembre a nuestros cementerios se conjuga en tiempo futuro cuando ponemos sobre sus nombres y sus años compartidos nuestra plegaria rezando por ellos. Pedimos lo que el mismo Cristo prometió, lo que nos dio cuando resucitando venció su muerte y la nuestra, dejando Él como el primero su sepulcro vacío como también creemos que quedará el nuestro.

Tiene noviembre este aire de noble nostalgia, tiene este color humilde malva y ceniciento, huele al olor de castañas asadas y es sabroso como la sidra en su sorbo dulcero. Esto en Asturias lo llamamos “amagüestu”, en donde con la tradición de nuestros mayores y la ilusión de los más pequeños, seguimos viviendo con gozo sereno el sentido que tienen los días otoñales cuando llama a nuestra puerta este bendito y mágico tiempo. Descansen en paz nuestros difuntos durmientes, vivamos con dignidad y verdad los que existimos aún con los ojos abiertos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

?@jesussanzmontes

Fuente:: Mons. Jesús Sanz

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Mons. Gerardo MelgarMons. Gerardo Melgar    Queridos diocesanos:

Nuestro mundo actual se caracteriza por mirar excesivamente al suelo y tener dificultad para elevar los ojos al Cielo. El hombre actual está centrado en esta vida y en este mundo sin interesarse por lo que le espera después de la muerte. Se resiste a pensar y hablar de esta realidad segura, que es la muerte, que a todos nos llegará; tiene alergia a todo lo que sea pensar en lo que le espera en la otra vida, que es real.

Por mucho que el hombre actual se empeñe en olvidarse de la muerte y de la vida después de la muerte, el devenir diario nos lo recuerda frecuentemente: la muerte de una persona que queremos, enfermedades terminales, la muerte de amigos entrañables, etc. La muerte convive con nosotros y nos marca de manera contundente la existencia por lo que no podemos prescindir de pensar en ella si bien no como un contrasentido de la vida.

La Iglesia dedica este mes de noviembre a reflexionar sobre las postrimerías (la muerte, el juicio particular, la resurrección, el purgatorio, el infierno); por eso, se le conoce también a este mes como el de los difuntos. Estos días ponen ante los ojos del corazón humano tres verdades fundamentales a considerar:

1. La muerte de los buenos seguidores de Cristo: muerte de quienes en esta vida encarnaron e hicieron realidad el estilo de vida de Jesús, de quienes (con la gracia de Dios y su colaboración positiva) se hicieron merecedores del gozo y de la recompensa de la visión eterna de Dios. A ellos los celebramos en la Solemnidad de todos los santos, la fiesta de todos aquellos declarados como tales por la Iglesia y de muchos más que no han sido declarados oficialmente santos pero que viven ya junto a Dios y gozan de su eterna compañía. En ellos tenemos que pensar en este mes para darle gracias a Dios por su vida, por su testimonio y por lo mucho que nos ayudaron y nos ayudan a seguir en el camino de la salvación que Cristo nos ofrece; también deberemos acogernos a su protección e intercesión sabiendo que ellos constituyen un número incalculable de intercesores que ruegan por nosotros ante el trono de Dios.

2. La festividad del día de los difuntos y todo el espíritu que se respira especialmente en noviembre nos habla de todas esas personas que compartieron nuestra vida terrena y que ya no pueden hacerlo porque su vida aquí en la tierra se terminó; por ellos también hemos de darle gracias a Dios. Además, ellos pueden estar necesitando purificación por los fallos cometidos mientras vivían como personas pobres y débiles que fueron; ellos personalmente ya no pueden merecer pero nuestra oración es muy importante para que les alcance la misericordia de Dios, sean perdonados sus pecados y sean llevados a gozar para siempre de la compañía divina y la de todos los santos en el Cielo. Seguro que todos expresamos nuestro cariño a todos nuestros seres queridos fallecidos haciendo una visita al cementerio y poniendo unas flores en su sepultura; estos detalles son una prueba de nuestro recuerdo y nuestro sincero afecto pero no podemos olvidarnos que son, sobre todo, nuestra oración y nuestros sacrificios los que realmente les ayudarán en esa purificación que necesitan.

3. Noviembre pone ante nuestra vida para que reflexionemos el hecho de que la muerte es una realidad de la que no podemos olvidarnos y a la que no debemos temer. A todos nos llegará el día, sabemos con certeza que llegará pero no sabemos cuándo será el momento en el que tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios y Él nos pedirá cuentas de cómo hayamos aprovechado nuestra vida terrena, cómo hayamos administrado la multitud de gracias recibidas, cómo hayamos aprovechado las oportunidades de llegar a ser unos buenos hijos suyos. Ojala ese día Dios nos pueda dar la bienvenida diciéndonos: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25, 35).

No podemos olvidar que somos ciudadanos de otro mundo y peregrinos hacia la Vida; nuestro destino no es un destino fatal en el que todo acaba con la muerte sino la Vida sin fin en la que seremos absolutamente felices para siempre; Dios nos tiene preparado algo tan hermoso que, como dice la Escritura, no acertamos a comprender ni a explicar esta verdad pues “ni el ojo vio ni el oído oyó ni el corazón del hombre pudo comprender lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1 Co 6, 9).

Pensar en la Vida tras la muerte no tiene que entristecernos, ni paralizarnos, ni producirnos alergia o hacernos vivir en la tierra sin compromiso con un mundo mejor sino todo lo contrario. La vida aquí en la tierra adquiere auténtico sentido si sabemos que la vida no termina sino que se transforma en otra mejor en la que ya no es posible ni el dolor ni el sufrimiento sino la felicidad para siempre. Aprovechemos este mes de reflexión sobre las postrimerías y ajustemos nuestra vida al Evangelio para que, cuando nos llame el Señor, estemos preparados y con las lámparas de la fe encendidas; así el Rey eterno nos encontrará en vela y nos abrirá la puerta de su Reino.

Vuestro Obispo,

+ Gerardo Melgar

Obispo de Osma-Soria

Fuente:: Mons. Gerardo Melgar

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Dios de vivos, no de muertosMons. Demetrio Fernández     El origen de la vida está en Dios. La vida no ha brotado por azar ni por casualidad, sino por una decisión libre de Dios, que quiere hacer partícipes a los seres creados de su vida. Y especialmente a los seres humanos, a los que ha dotado de alma inmortal y espiritual. En esa transmisión de la vida colabora la misma naturaleza, dotada de capacidad de transmitirse. Y en la especie humana colaboran los padres con la acción creadora de Dios. Dios pone la parte más importante, el alma, creada de la nada. Los padres aportan el soporte corporal. Y el resultado es una nueva persona humana.

En este mes de noviembre, mes de los difuntos, muchos vuelven a preguntarse por el más allá. Hay quienes piensan que todo termina con la tumba, qué triste. Hay quienes piensan que sobrevivimos en nuevas reencarnaciones, qué complicado. La fe cristiana, sin embargo, nos dice que hemos sido creados para vivir siempre, siempre, qué alegría. Nuestra alma es inmortal y vive una sola vez la etapa terrena, no se reencarna en nadie más. Y acabada la etapa terrena llega a la eternidad para alcanzar el premio o castigo por sus obras. Esa misma alma tira de nuestro cuerpo, que resucitará en el último día de la historia.

El misterio de la muerte ha sido iluminado con la luz de Cristo, el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que ha pasado por el trance de la muerte y ha resucitado, venciendo a la muerte. Podemos decir que hasta Jesucristo la muerte vencía al hombre, ante la muerte el hombre se veía envuelto en un misterio que no sabía resolver. Pero a partir de Jesucristo el hombre ha vencido la muerte, “la muerte ya no tiene dominio sobre él”. “Si hemos muerto con Cristo [en el bautismo], creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rm 6,8-9). No es indiferente afrontar la vida y la muerte con esta certeza o no. Llegadas estas fechas de difuntos, la liturgia cristiana en todas sus expresiones es una liturgia serena y llena de esperanza, es incluso una invitación a exultar de estremecimiento ante la certeza de una vida feliz que Dios nos tiene preparada. La Misa de réquiem, celebrada en la Catedral de Córdoba por todos nuestros difuntos, y acompañada por el “Requiem” de Mozart, es un canto exultante en perspectiva católica ante el misterio de la muerte humana, vencida por Cristo con una victoria prometida para todos nosotros.

Por el contrario, se ha puesto de moda en nuestros días acercarse a otras culturas paganas para revivir el misterio de la muerte. Se trata de una regresión, de un volver atrás, incluso desde el punto de vista cultural. Es como si en el mundo de las comunicaciones, habiendo conocido el teléfono y el internet, ahora regresáramos a la comunicación por señales de humo (propia de la edad de piedra) o por palomas mensajeras. Abundan en distintos municipios –con gastos del erario público- fiestas de la muerte pagana, tomadas de la antigüedad, antes de Cristo, o fiestas de tipo medieval, sacando a relucir el más absurdo oscurantismo, o fiesta de halloween, donde en torno a la muerte reinan las brujas y los demonios, y se proyectan todo tipo de pasiones desordenadas y de culto a Satán.

¿Qué se pretende con todo esto? Bajo el pretexto de otras culturas, lo que se pretende es ocultar la verdad de la vida cristiana, a ver si borramos las raíces cristianas de nuestro pueblo. Con el pretexto del pluralismo, nos hacen comulgar con ruedas de molino, con prácticas que chirrían a la conciencia cristiana en algo tan sagrado como son nuestros difuntos o el destino de nuestra vida más allá de la muerte. En definitiva, se trata de paganizar la cultura, como si Cristo no hubiera vencido la muerte. Se prohíben manifestaciones cristianas en la escuela, como el Belén o la Semana Santa, y se promueven por todos los medios brujas y demonios en torno a la muerte, contradiciendo la conciencia cristiana de unos niños y jóvenes, cuyos padres quieren la formación cristiana para sus hijos y han elegido clase de religión católica en la escuela. La intencionalidad está clara.

Por eso, queridos sacerdotes, catequistas, profesores de religión, venzamos el mal a fuerza de bien. Anunciemos sin miedo la victoria de Cristo sobre la muerte, que nos lleva a vivir la vida terrena con la esperanza del cielo. No permitamos que las prácticas paganas borren la conciencia cristiana del alma de nuestro pueblo. Lo más avanzado que ha conocido la historia de la humanidad es la victoria de Cristo sobre la muerte. No la silenciemos. Es el preludio de nuestra propia victoria, que nos hace vivir la vida presente de otra manera.

El Evangelio de este domingo nos proclama: “Dios es un Dios de vivos, no de muertos”, porque en él todos estamos llamados a la vida y a la resurrección después de la muerte.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández,

Obispo de Córdoba

Fuente:: Mons. Demetrio Fernández

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Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña    El día 17 de noviembre, XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, celebraremos en España la jornada anual de oración y de colecta en favor de la Iglesia diocesana: esa porción del Pueblo de Dios confiada, como dice el Concilio, a un obispo para que éste la apaciente con la colaboración del  presbiterio, de forma que, unida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y de la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que en verdad está y obra eficazmente la Iglesia de Cristo.

La Campaña de comunicación para el sostenimiento económico de la Iglesia, que con tanto acierto lleva a cabo anualmente nuestra Conferencia Episcopal, presenta este año el lema “La Iglesia con todos, al servicio de todos”. El lema en cuestión es, sin duda, sugerente, pero es, sobre todo, verdadero, pues expresa una gran verdad del ser de la Iglesia: el haber sido ésta creada por el Padre en Cristo mediante la acción del Espíritu para estar y permanecer siempre con todos los hombres y al servicio de todos los hombres.

Por tanto, si tal es la condición de la Iglesia de Cristo, entonces la diócesis, que, como iglesia particular, es una expresión sacramental y visible de la Iglesia del Señor, habrá de ser también y necesariamente una Iglesia con todos y al servicio de todos.

Ahora bien, estando la Iglesia diocesana con todos y siendo para todos, ¿quiénes son y cómo son aquellos con los que la Iglesia diocesana está? ¿Qué servicio les ofrece? ¿Es necesaria para los hombres la ayuda que la Iglesia les presta?

Aquellos con los que la Iglesia está son los hombres, que tienen todos la misma naturaleza, una naturaleza ontológica y cualitativamente distinta de la de los restantes seres de la creación visible. Y una naturaleza que es superior a la de éstos, pues sólo los hombres, que participan del ser espiritual de los ángeles, tienen esculpidas en su naturaleza psicofísica la imagen y la semejanza de Dios.

La condición ontológicamente superior de los humanos se manifiesta en que sólo éstos son seres dotados de razón y de voluntad libre, esto es, personas y, por tanto, orientados en su naturaleza hacia Dios. Dicho lacónicamente, el hombre es un ser naturalmente religioso. La religión no es una superestructura advenida al hombre desde fuera de él mismo, sino una determinación inmanente a su ser.

Sin embargo, la grandeza del hombre no significa en modo alguno que la persona humana sea un ser absoluto y totalmente autónomo, pues su autonomía es una autonomía creada y, por ende, relativa. Más todavía: el hombre lleva consigo las huellas, las cicatrices de la herida del pecado, una herida que sigue sangrante y que hace de aquél un ser especialmente débil y necesitado.

Pues bien, la Iglesia diocesana, que vive entre los hombres y comparte con éstos gozos y esperanzas, tristezas y angustias, particularmente con los pobres y con cuantos sufren (cf LG 1), dice de sí misma y verifica con su acción multiforme no haber en el mundo nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón de madre. Y, por ello, aun reconociendo la grandeza del hombre y aceptando su legítima autonomía, ella sale al encuentro del hombre para brindarle su ayuda, para curarle sus heridas y para otorgarle la plenitud a la que aquél aspira y que en modo alguno puede colmar mediante sus propias fuerzas.

Finalmente, respondiendo a la tercera pregunta, a la pregunta sobre si existe una correspondencia directa y necesaria entre el don que la Iglesia ofrece a los hombres y lo que éstos realmente necesitan, fácilmente se advierte que tal correspondencia se da, y se da a priori, pues los hombres de todos los tiempos y de todas las geografías viven hambrientos, sedientos, intrínsecamente necesitados de una salvación y de una redención que Dios, por pura gracia, les ha otorgado en Cristo-Jesús. Y éste muestra su rostro a los hombres desde la faz misma de la Iglesia, que es sacramento, signo visible del Redentor.

Dicho en síntesis, la Iglesia diocesana, que se percibe a sí misma como íntima y realmente solidaria del género humano, está con todos y ha sido instituida por Dios al servicio de todos. Este servicio, esta misión, consiste en el anuncio del Evangelio a los hombres. Y el núcleo del Evangelio, de la Buena Nueva, es justo la persona del  mismo Cristo, el cual, con su muerte en la cruz y con su resurrección gloriosa, destruyó el poder del demonio, obtuvo nuestra reconciliación con el Padre y nos hizo partícipes de la vida divina por la acción del Espíritu.

Toda la actividad de la Iglesia, incluida, por supuesto, la gestión económica, tiende a este fin.

Oremos, pues, por la Iglesia diocesana. Y ayudémosla en sus necesidades materiales. Ayudémosla a que ella pueda ayudarnos, servirnos, manifestarnos al Señor. Como María, muéstranos tú también, Madre Iglesia, en tu palabra, en tus sacramentos, en tus ministerios y en tu oración, el rostro del Señor, el Hijo bendito de María y del Espíritu Santo, el Salvador de todos. Él es el gran tesoro de la Iglesia, la perla preciosa, de incalculable valor, que ella ofrece a todo hombre que viene a este mundo.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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roucomisaEste viernes, día 8 de noviembre, el Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, presidirá la tradicional Vigilia de oración con jóvenes que se celebrará en la Catedral de la Almudena a partir de las 20:30 horas. 

El Delegado Episcopal de Infancia y Juventud, Jesús Vidal, anima “a todos los jóvenes de Madrid a que vengan este viernes a la Vigilia de la Almudena. Allí, presididos por nuestro Arzobispo, escucharemos al Señor y le adoraremos. Estamos empezando el segundo año de la Misión Madrid, y hay muchos jóvenes que no conocen a Jesucristo y lo que Él ha hecho por ellos. El encuentro con la Virgen nos fortalecerá para que demos testimonio de su Hijo a tantos que no le conocen”. 

Además, desea que “esta Vigilia sea un lugar de comunión para todos los jóvenes de parroquias, comunidades religiosas, movimientos y colegios de la diócesis de Madrid”.

Fuente:: SIC

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serjesuita3La nueva web de Pastoral Vocacional de la Compañía de Jesús “Ser Jesuita”  quiere ser “un lugar donde un chico pueda encontrar respuestas a preguntas que tiene sobre su vida”.

Un primer vídeo, al que seguirán otros, nos acerca la vocación del jesuita. En él, siete miembros de esta orden religiosa, con diferentes dedicaciones -estudiantes, profesores, trabajadores de ONG y el propio provincial de España- comparten cómo fue su llamada vocacional. Entre otras, responden a cuestiones relativas a la opción personal que tomaron. ¿Cómo decidiste hacerte jesuita?¿cómo supiste que la llamada era de Dios? o Define la llamada de Dios en pocas palabras son algunas de las claves que encontrarás en este vídeo.

La página echa a andar con cuatro secciones. La primera, “A la escucha”, tiene formato blog y periodicidad quincenal y en ella se volcarán reflexiones en torno a la llamada vocacional, fruto del seguimiento a Jesús. La segunda, llamada “Abriendo Ventanas”, acogerá videos en los que varios jesuitas intentan dar respuesta a grandes interrogantes sobre su vida. En la sección “Nos han inspirado”, explica Puiggròs “iremos repasando los distintos personajes (mayormente jesuitas) que nos han inspirado, a través de una serie de dibujos de un mismo autor, que irán alimentando una serie de nueva iconografía jesuítica”. Finalmente “Sabes qué” irá reflejando algunas de las noticias y vivencias actuales de los jesuitas.

Como deseo de reflejar la realidad rica y plural de la nueva Provincia que los jesuitas estamos construyendo ahora mismo en España, la página nace en español, euskera y catalán.

(Compañía de Jesús)

Fuente:: SIC

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El-día-del-Señor“España: razones para la esperanza”. Así se presenta el espacio católico Últimas preguntasque se emite este domingo 10 de noviembre en La 2 de TVE. El programa, que dirige y presenta la periodista María Ángeles Fernández y comienza a las diez de la mañana, plantea si en la situación actual de crisis y desconfianza, ¿hay razones para la esperanza en España? Es la misma cuestión que se va a abordar en el próximo Congreso Católicos y Vida Pública, que se celebra del 15 al 17 de noviembre en Madrid, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas(ACdP) y la Universidad San Pablo –CEU.

A las 10:25 comienza el programa que dirige Isidro Catela. En esta ocasión Testimonio se anuncia con “Misioneros de África, Padres Blanco”. En este microespacio, el P. José Morales Maldonado, Provincial de los Misioneros de África, conocidos popularmente como Padres Blancos, cuenta su experiencia misionera en el Malí y el carisma de su Congregación, fundada por el Cardenal Lavigerie, el año 1868 en Argel.

Hasta la diócesis de Palenciase traslada el equipo técnico del programa El Día del Señor, que comienza a las 10:30 horas y dirige el sacerdote y periodista Juan Carlos Ramos, para retransmitir en directo la Santa Misa desde la parroquia Colegiata San Miguel, que se encuentra en la población de Aguilar de Campó.

También en Palencia se ha rodado el documental del programa Pueblo de Diosde este domingo (11:30 horas), que dirige el sacerdote Julián del Olmo. “La ciudad de los sueños” es su título. En esta nueva entrega conoceremos el Centro Asistencial de San Juan de Dios de Palencia, una “ciudad” donde viven y trabajan más de mil personas. Esta “ciudad de los sueños” dispone de 720 camas y cuenta con 420 profesionales, una comunidad de ocho hermanos de San Juan de Dios y más de 40 voluntarios. El Centro presta servicios psiquiátricos de carácter socio-sanitario a los enfermos mentales a los que da una atención integral de calidad.

 

Fuente:: SIC

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sesmaleonMás de 30 años anunciando el Evangelio en las cárceles y en entornos ligados al ámbito penitenciario es lo que lleva José Sesma León, director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española.  Natural de Corella (Navarra), este sacerdote y religioso mercedario dirige desde 1992 este departamento que coordina la labor de miles de personas que, en nuestro país, conforman el voluntariado de Pastoral Penitenciaria. Una tarea evangelizadora que se desarrolla dentro y fuera de los centros penitenciarios y que integra tanto a reclusos como sus familias.

P.- En los próximos días tendrá lugar el XIII encuentro nacional de voluntarios pastoral penitenciaria ¿Cuáles es el objetivo de este encuentro?

El voluntario de Pastoral Penitenciaria no se mueve por sentimentalismo o por simple altruismo, tiene una motivación especial, saber que movido por la fe va a atender esta misión en la cárcel

R.- Cada año se organiza un encuentro nacional de voluntario de Instituciones Penitenciarias. No es que vengan todos los voluntarios, ya que en España son casi 3000 las personas que realizan este voluntariado de Pastoral Penitenciaria sino de una muestra representativa de ellos. Hay que puntualizar que el voluntariado de Pastoral Penitenciaria es el voluntariado adscrito  a la capellanía.Su finalidad tiene una doble vertiente:

Formación permanente en lo que es ser voluntario de Pastoral Penitenciaria y ser voluntario de Pastoral Penitenciaria en la cárcel. El voluntario tiene que conocer, por ejemplo, las características de las personas internadas, y por ser internadas cuáles pueden ser sus condiciones y reacciones. Conocer el medio, funcionariado, régimen, personas

Motivación, vertiente espiritual: el voluntario de Pastoral Penitenciaria no se mueve por sentimentalismo o por simple altruismo, tiene una motivación especial, saber que movido por la fe va a atender esta misión en la cárcel.

 

P.- Su tarea tiene tres ámbitos (prevención, atención en el internamiento y reinserción, en este último aspecto ¿cómo conjugar el aspecto de atención al recluso (o ex recluso) y su entorno? ¿Cuál es el papel de las comunidades parroquiales?

R.- La Pastoral es la acción de la Iglesia en general; la Pastoral Penitenciaria es la acción de la Iglesia en el ámbito Penitenciario.

Este ámbito penitenciario es amplio, no es sólo la cárcel, es también la prevención,  ya que muchas veces conocemos de dónde vienen esas personas: familias desestructuradas, grandes carencias afectivas… esta el ámbito de la pastoral familiar que habría que trabajar más en determinados sitios, ambientes, etc…  para evitar un ingreso el día de mañana- problemas de falta de formación, de educación, de normas de convivencia… con un trabajo previo podría evitarse ese ingreso…  personas sin cualificación laboral ninguna… también se realiza un trabajo previo en formación … y enfermos, enfermos mentales.

La Pastoral Penitenciaria debe actuar no simplemente como el cuidado espiritual de los internos sino que ese cuidado y atención pastoral ayude a preparar la salida para no volver.

Hoy en las cárceles españolas hay muchas ayudas y programas pero hay que complementarla también con nuestra ayuda. Una de las tareas más importantes es la integración o reintegración de esta persona en su entorno familiar. Consolidar, cuando salga, la integración familiar. Si al salir no se ha arreglado esa situación están los recursos de acogida que tiene la Iglesia y trabajar para que termine integrándose en su entorno familiar.  Estoy pensando en un caso concreto en el que esta persona afirmaba que sus hermanas no le querían,  le dimos la vuelta al argumento: comenzó a trabajar, a tener una economía estable, un hogar y luego, invitó a su familia a su propia casa… Se trata de llevar a cabo este tipo de procesos.

 Se puede hacer mucha labor desde las parroquias, en el campo de la prevención y en el ámbito de la inserción.[/pullquote]

En el momento de la inserción hay personas que no tienen nada, y hay que procurar que, cuando salgan, tengan algún recurso para no caer en manos de mafias… facilitando una estancia hasta que pueda cobrar el paro, atendiéndoles hasta que rehagan un poco sus vidas. Normalmente el trabajo es el mejor medio que hay, pero  si no hay trabajo hay que buscar medios y nunca abandonar a la persona, si no lo tendrás que atender otra vez en la cárcel.

Un punto importante. Muchos no están evangelizados, no han tenido contacto con su comunidad parroquial de origen. Hay que integrarlos en sus comunidades, ahí encuentran amigos, círculos de recreo, culturales, otro mundo que sea mucho más que el alcohol o la droga. En esto el papel de las parroquias es muy importante. Se puede hacer mucha labor desde las parroquias, en el campo de la prevención y en el ámbito de la inserción.

Si un preso es visitado por su párroco la autoestima de esta persona sube, no lo va a condicionar religiosamente, pero puede facilitar al salir la integración en la sociedad eclesial, por lo menos habrá un entorno que lo va a coger, porque ya lo conocen, le han ayudado.. etc. Es más fácil integrarse después en la sociedad civil.

P.- Una parte importante de la inserción es la acogida del entorno al ex recluso… ¿Cómo educar, preparar a estos entornos para la acogida?

R.- Este punto hay trabajarlo antes, si no se hace así, el interno cae como en paracaídas… Si además tenemos en cuenta que ha hecho daño a personas de su entorno… es muy difícil.

En el ámbito de la inserción en España, las diócesis están muy sensibilizadas con esta pastoral y la muestra es que está implantada en todas las diócesis, con mayor o menor desarrollo. Cada vez hay una coordinación mejor, nosotros hemos dividido esta acción en ocho zonas de pastoral que integra a los coordinadores de la Pastoral Penitenciaria interdiocesana que, a su vez, coordina a los delegados de cada diócesis. Procuramos que haya una coordinación, comunicación entre nosotros, para que cualquier capellán pueda pedir un acompañamiento a una persona para facilitar la salida, y sobre todo, acompañar a las familias, que es clave. Buscar soluciones muchas veces requiere poner la cabeza y hacer un ejercicio de dominio de los sentimientos. Hay que ser objetivos y ayudar a las familias en este sentido.

P.- ¿Cómo se realiza la labor pastoral, en un ámbito que, a primeras luces, puede parecer claramente hostil?

R.- La cárcel es, al final, un ambiente muy humano, todos somos personas. Yo he estado de capellán 30 años en cárceles españolas. Nunca he sentido miedo o se me ha ocurrido pensar que hay algún riesgo, y si lo hay, lo asumes, no pasa nada. En España no hay problemas… en otras latitudes sí, no es lo mismo,… hay armas, la vida vale muy poco. Aquí en España yo no he vivido eso, hay una relación normal: con el funcionariado, con las instituciones, otras asociaciones u otras confesiones religiosas. Lo único que es un ámbito cerrado, tienes que tener en cuenta que hay un reglamento.

P.- Sin embargo el encuentro con Cristo también se da en las cárceles ¿Es más complicado que en otro tipo de ambiente?

R.- Cuando vamos allí anunciamos el  Evangelio: Pablo VI decía que hacen falta más testigos que predicadores. Ellos, los internos,  saben a lo que vas, saben quién eres, qué ofreces, qué anuncias. En general, el  que es cristiano, si vivía descuidando su fe tiene muchas horas de soledad, para pensar… el reencuentro con Cristo se hace con normalidad, sin cosas raras.

Nunca le pregunto a un recluso por qué está interno, si me lo comunica hablamos de ello, pero no es tema mío. Mi tema es que salga y que salga en condiciones y que supere la razón que le ha llevado allí

Administramos los sacramentos: se administran más sacramentos en la cárcel que en la calle, por ejemplo,  la Penitencia … ¿Es que son más pecadores que los libres? No, ellos vienen de la calle, eso pasa en la calle.  Se reciben los sacramentos con mucho agradecimiento, yo he visto protestas en la cárcel porque no tenían la Misa. Me acuerdo de una vez que fui, en los años 80, a una cárcel a decir Misa, hacía mucho tiempo que no tenían la celebración eucarística. Tras comulgar, un recluso se levanto y ¡me echó un sermón! ¡Decía verdades como puños!, se sentían abandonados por la Iglesia… les escuché, me dijeron de todo; una vez que terminó les pregunté “es la primera vez que vengo aquí ¿no quieren que vuelva? Porque me han dicho tantas cosas…” respondieron “no, claro que si queremos… “, normalizamos aquella situación, eran unas circunstancias difíciles,.. pero lo estaban pagando  los internos.

Ellos están muy agradecidos de que estés con ellos, que los aprecies. Nunca pienso que estoy con delincuentes, sino con personas que han cometido un delito. Por lo tanto me preocupa la persona, del delito se encarga el juez. Saludas a personas, hablas con personas, atiendes a personas,… nunca se me ha ocurrido pensar otra cosa. Nunca le pregunto a un recluso por qué está interno, si me lo comunica hablamos de ello, pero no es tema mío. Mi tema es que salga y que salga en condiciones y que supere la razón que le ha llevado allí.

 

P.-Dios perdona siempre, el Papa lo ha dicho además recientemente en el ángelus, pero ¿perdona la sociedad?

R.-Hablemos de personas no de sociedad. El perdón es netamente cristiano. El que perdona no es débil, un débil no creo que perdone porque siempre tiene miedo. El que perdona es fuerte, su fortaleza está en la fe.

El perdón es netamente cristiano. El que perdona no es débil, un débil no creo que perdone porque siempre tiene miedo. El que perdona es fuerte, su fortaleza está en la fe.

Estadísticamente, si no cambian, un 10% de un colectivo muy preciso acaba en la cárcel, entonces, el 90% sigue en la calle… ¿son peores los 10 que los 90? Esto me ha hecho pensar mucho.

La sociedad actual no es cristiana, es una sociedad en la que hay cristianos, por lo que hay quién perdona y hay quien no perdona. Pienso en los antecedentes penales, que, legalmente continúan un tiempo pero se pueden cancelar, sin embargo, ¿se cancela en la memoria de las personas?

Yo he vivido en una comunidad de Mercedarios de Barcelona, he visto cómo a un muchacho, gran ebanista, tenía un buen trabajo en una empresa, estaba en la puerta con su jefe y pasó otro chico. El jefe conocía a aquel chico, un ex recluso y despidió a este muchacho sin más argumento… y como éste conozco otros casos, como el de un chico, muy buen cocinero que contrataron en un hospital, a la semana siguiente lo echaron… lo ayudamos a establecerse por cuenta propia y sigue trabajando estupendamente.

Nadie puede obligar a perdonar, eso sale del corazón. A todo el mundo le gusta que le perdonen, eso sí. Cuesta mucho perdonar. Hay una vía, la justicia restaurativa y de reparación; Pero no es fácil llevar a cabo esta ‘restauración’ o reparación.

Argentine Cardinal Jorge Mario Bergoglio washes feet of shelter residents during 2008 Mass at church in Buenos Aires

P.- El Papa Francisco ha mostrado una especial cercanía a los reclusos y a la tarea de los capellanes en instituciones penitenciarias. Su gesto del lavatorio de los pies el pasado Jueves Santo se tradujo en toda una ola de interpretaciones y comentarios ¿Qué supone esta atención del Santo Padre para la labor de este ámbito pastoral? ¿Qué se espera de ello?

R.– Antes de ser Papa, como Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio ha vivido muy de cerca el mundo de la cárcel y ha vivido muy de cerca la ‘cantera’ de donde proceden muchos reclusos allí: las Villa Miseria  de Argentina o las favelas de Brasil.

Con el gesto del lavatorio de los pies a personas no cristianas el pasado Jueves Santo, el Papa Francisco ha puesto sobre el tapete la dimensión misionera de la pastoral penitenciaria 

Al ser elegido Papa, se pregunta qué puede aportar pastoralmente ante la situación de la privación de libertad. Y la primera aportación es ser noticia, “El papa visita a los reclusos de tal centro”. La segunda aportación es un ejercicio pastoral: ¿qué hace? Lava los pies.  Lavar los pies en la Iglesia, como actitud de vida, es muy importante. ¿Y a quién lava los pies? A mujeres, a personas no cristianas… con esto ha dado una gran lección, a la Iglesia y desde la Iglesia… sin hacer ruido. Ha mostrado la dimensión misionera de esta pastoral. El Evangelio se anuncia al no cristiano y, desde ese Evangelio de lavatorio de los pies, el Papa evangeliza a mujeres y hombres no cristianos. Algunos se escandalizaron de esto y me pregunto ¿Por qué? ¿No saben leer los signos de los tiempos? ¿No saben leer la gran lección que nos está dando el papa?

Personalmente creo que ha abierto un gran capítulo. En las cárceles sabemos que somos misioneros, porque se anuncia la presencia de Cristo a personas no cristianas. Francisco lo ha hecho como Pastor de la Iglesia Universal.

La presencia de lo religioso en la cárcel, la pastoral penitenciaria, crea espacios y tiempos de libertad, viene el que quiere y no viene el que no quiere… pero toma decisiones, lo hace libremente.

Ya Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan XXII, Pio XII… abrieron caminos en esta pastoral. Del Papa Francisco espero que algún día se cree un servicio en la Santa Sede que coordine, oriente, anime la pastoral penitenciaria que las Conferencias Episcopales están promoviendo, animando e impulsando en sus países. ¿Quién anima a los animadores? Tiene que ser la Santa Sede. Son muchos millones las personas privadas de libertad en todo el mundo. Esta situación afecta a lo profundo de la dignidad humana de la persona,  puesto que sin libertad nadie puede realizarse como un proyecto de Dios. Benedicto XVI en la Spe Salvi decía “Un mundo sin libertad no puede ser bueno”. La presencia de lo religioso en la cárcel, la pastoral penitenciaria, crea espacios y tiempos de libertad, viene el que quiere y no viene el que no quiere… pero toma decisiones, lo hace libremente.

(Mª José Atienza / Agencia SIC)

Fuente:: SIC

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munilla_unavEl Obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla, ha sido profesor, por un día, de los estudiantes de la facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Durante esta clase, el prelado, miembro de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal Española y presidente de la Comisión de Comunicación del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, destacó el valor comunicativo de los gestos del Papa Francisco y abordó algunos aspectos relacionados con la Iglesia y su papel en este ámbito comunicativo.

Reproducimos a continuación la entrevista realizada a Mons. Jose Ignacio Munilla con motivo de esta clase:

Aprovechando que estamos en una facultad de Comunicación, ¿qué pueden aprender los alumnos que se están formando de la figura del Papa Francisco como comunicador?

Lo que tenemos que aprender principalmente del Papa Francisco es la autenticidad, entender que primero es el ser y luego es el comunicar. No pretendamos que la comunicación nazca de una técnica, que sea algo artificial. Nos tenemos que preocupar mucho más por el contenido que por la expresión del contenido y la clave para eso reside en que estemos enamorados del mensaje que queremos transmitir. Quien está enamorado del mensaje que va a transmitir recibe un cierto carisma, como el Papa Francisco lo ha recibido, para poder comunicar. Yo me quedaría con una palabra: autenticidad.

¿Cómo puede la Iglesia transmitir la fe a unos jóvenes cada vez más alejados? ¿La fe depende de cómo se comunique el mensaje?

Como te puedes imaginar, este es el gran rompecabezas de un obispo y os agradecería muchísimo si en esta Facultad de Comunicación pudieseis ayudar a la Iglesia en este deseo de comunicar. Para  poder comunicar a los jóvenes, en primer lugar hay que buscar la fórmula de que puedan conocer la realidad del mensaje cristiano y no el estereotipo o la caricatura que hayan podido recibir. Nosotros no partimos de una comunicación con alguien que no tiene una imagen previa sino que desgraciadamente las imágenes previas de la Iglesia y de su mensaje están muy distorsionadas. Volvamos de nuevo al Papa Francisco: él ha conseguido que el mensaje evangélico más esencial sea noticia y de primera página cuando eso hasta ahora era imposible en la Iglesia; únicamente los temas polémicos han conseguido los titulares. La clave es definir la fórmula para que el evangelio sea noticia.

¿Qué papel tiene la comunicación en la Iglesia del siglo XXI?

Tiene un papel muy importante por dos motivos. En primer lugar porque hay una gran sinergia entre el concepto comunicación y el de comunión. La comunión de los santos, la comunión interna en la Iglesia se potencia mucho con una buena comunicación. No puede haber comunión sin comunicación. Por lo tanto, es un concepto teológico que se integra plenamente en la comunicación. Y además, por otra parte, la razón de ser de la Iglesia no es autorreferencial. Como dice el Papa Francisco, la razón de ser de la Iglesia no es hablar de sí misma, sino que es hablar de Jesucristo. Por lo tanto, no estamos para que los ojos se fijen en nosotros sino que para buscar la fórmula de que los ojos se fijen en Jesús. Alguien dijo que, cuando la mano apunta al cielo, el necio se queda mirando el dedo. Este es nuestro reto.

¿Cómo ve a la Iglesia dentro del universo 2.0?

Yo creo que la Iglesia no ha llegado tarde ni a internet ni a la comunicación digital. Pero aunque hay una presencia abundante de católicos en la red, todavía faltan calidad, coordinación y preparación. Por eso la Iglesia mira a las facultades de Comunicación con esperanza. Hemos llegado a tiempo pero no tenemos la capacitación técnica que deberíamos tener. Y por eso os miramos a vosotros.

El Papa Francisco tiene más de diez millones de seguidores en Twitter, usted es un usuario muy activo… ¿Se pueden condensar más de 2000 años de historia en 140 caracteres?

La forma que tuvo Jesús de comunicar es un ejemplo claro de cómo un gran mensaje puede decirse de manera muy sencilla. Incluso la capacidad de ser expresado de forma sencilla es un signo de la autenticidad del mensaje. Porque cuando un mensaje necesita de una gran complejidad para explicarse, puede que no sea cristiano. Si nos fijamos en el evangelio, podemos ver que tiene versículos bien breves que, si no caben todos en los 140 caracteres, se pueden concatenar de manera muy sencilla.

(Universidad de Navarra)

Fuente:: SIC

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