El Año de la fe toca a su finMons. Casimiro López Llorente      Queridos diocesanos:

Dentro de tres semanas clausuraremos el Año de la Fe que Benedicto XVI inauguraba el 11 de octubre del pasado año. Nuestra Iglesia lo ha vivido de manera muy intensa. Ha sido sin duda un Año de Gracia en el que hemos tenido la oportunidad de volver nuestra mirada a Dios, de renovar nuestra fe y nuestra vida cristiana, de experimentar una sincera y autentica conversión a Dios y a Jesucristo, de descubrir que sólo Cristo es capaz de colmar el vacío que produce vivir alejados de Dios. La increencia e indiferencia religiosa, el relativismo, el agnosticismo y el nihilismo han provocado en nuestro tiempo un tremendo vacío existencial. Pero, como dijo Benedicto XVI, “a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir”.

Durante este Año de la Fe hemos podido palpar una vez más en nuestras parroquias y comunidades eclesiales y en nuestros movimientos signos de la sed de Dios y del sentido último de la vida que, aunque a veces sea de una forma velada o implícita, se esconde en el corazón de todo hombre, especialmente de los jóvenes: sed de verdad, sed de belleza, sed de amor, sed de felicidad. La respuesta del Señor no es otra sino una fe total en él y su seguimiento. Antes de nada es necesario abrirse a Dios, a su gracia y a su amor, que nos transforma y renueva, que nos llama a la conversión y a una vida nueva y renovada. Para seguir a Cristo Jesús es necesario creer en Él, fiarse de Él y confiar plenamente en Él. La fe es esa puerta (cf. Hch 14, 27), que nos introduce en la vida eterna, en la felicidad, en la vida de comunión con Dios; a la vez que nos permite la entrada en su Iglesia. Y esta puerta está siempre abierta.

Hemos de dejarnos amar y abrazar por el Señor que sale diariamente a nuestro encuentro en su Palabra y en sus Sacramentos, en cada persona y acontecimiento. En esto consiste precisamente la fe cristiana: en el encuentro personal con Jesucristo, el Hijo de Dios vivo y presente en medio de nosotros, en el seno de la comunidad de los creyentes. Cristo es el centro de nuestra fe, que es, ante todo, la adhesión plena de mente y de corazón a Cristo y a su Evangelio; una adhesión gozosa y total que cambia y orienta la vida, que mueve al seguimiento radical de Cristo, dejando falsas seguridades. Así lo decía el Papa Francisco: “Quien ama al Señor Jesús, acoge en sí a Él y al Padre, y gracias al Espíritu Santo acoge en su corazón y en su propia vida el Evangelio. Aquí se indica el centro del que todo debe iniciar, y al que todo debe conducir: amar a Dios, ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio”. De esta forma los cristianos nos convertiremos en la “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5,13-16) que, en medio del vacío y del desierto, indicarán el camino hacia la Tierra prometida y mantendrán viva la esperanza. Hoy más que nunca evangelizar en nuestro mundo significa dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino.

Pidamos a nuestra Madre, la Virgen María, que nos enseñe a abrir nuestra mente y nuestro corazón al Señor, que nos quiere enseñar nuevamente el ‘arte de vivir’, que se surge de una intensa relación con Él, para redescubrir todos los días de nuestra vida la alegría de creer y volver así a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
Con mi afecto y bendición,

Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente:: Mons. Casimiro López Lorente

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garcia_burilloMons. Jesús García Burillo   Queridos diocesanos:

Celebramos hoy la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que se celebra en la Iglesia desde el siglo VII, cuando el Panteón romano se dedicó a la Virgen y a todos los Santos. Con frecuencia confundimos su significado con la fiesta de los Fieles Difuntos, que conmemoramos justo un día después. Sin embargo, son celebraciones distintas. El 1 de noviembre volvemos nuestra mirada hacia el cielo, donde habitan los santos, canonizados o anónimos. El culto a los santos comenzó con el recuerdo de los mártires y luego la Iglesia veneró a santos
obispos, doctores, santas vírgenes, monjes… La Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a celebrar la gloria de todos los santos, a pedir su ayuda y su intercesión. Éste es su más alto servicio al plan de Dios: honrar a Dios Padre, el todo Santo. Nosotros podemos rogarles que intercedan
por nosotros y por el mundo entero. Ellos son nuestros modelos y nuestros intercesores.

Es un día también para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad, por medio del Bautismo: “sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo” (Lv19,2). Es frecuente encontrar quien piensa que la santidad es una meta solo alcanzable por algunos elegidos, por personas heroicas en el ejercicio de la virtud, entre las cuales no nos encontramos los cristianos de a pie. Nada más lejos de la realidad. Santos son todos aquellos que participan del ser de Dios, de la santidad de Dios. Y eso tiene lugar en la Iglesia mediante la
recepción del Bautismo y de los demás sacramentos. S. Pablo se dirige con frecuencia a los cristianos de sus comunidades llamándoles “santos”.

Mediante el compromiso consecuente con nuestra fe, materializándola en obras concretas, estamos en la senda de la santidad. Porque ser santo no consiste en hacer grandes penitencias o en hacer milagros, sino sencillamente, en hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Somos santos si nos dejamos amar por Dios. La santidad, en cierta forma, es también la consecución de la felicidad: una felicidad que obtenemos en la vida de pobreza, de sencillez, de sufrimiento, unidos a Dios de corazón. El
cristiano se santifica con el ejercicio de las virtudes cristianas: fe, esperanza y caridad.

Por tanto, seamos conscientes de que la santidad no es una utopía, un objetivo inalcanzable; por el contrario, está al alcance de todos los cristianos que aspiran a la perfección, tomándolo como objetivo de vida. La fiesta de Todos los Santos se convierte así en un día de júbilo, de dicha y esperanza, pero también un día de
estímulo: nosotros sabemos que podemos alcanzar la meta de la santidad, y los santos nos ayudan con su intercesión para conseguirlo. A lo largo de la historia son muchos los que lo han conseguido. El libro del Apocalipsis habla de 144.000, un número simbólico que indica la totalidad de todos los seres humanos salvados.

En este día conmemoramos la gloria de cuantos alcanzaron la santidad, aunque no hayan sido reconocidos oficialmente por la Iglesia, esto es, aunque no hayan sido canonizados.

Queridos diocesanos, en esta fiesta de Todos los Santos compartimos la felicidad de quienes han obtenido ya la gloria de Jesucristo. Especialmente, recordamos a los mártires beatificados recientemente, nuestros cinco sacerdotes mártires: José Máximo, Damián, Agustín, José y Juan, que interceden por todos nosotros, dejándonos su ejemplo de entrega y fe como estímulo para que sigamos su estela en el camino que nos lleve a alcanzar la promesa de santidad que hicimos mediante el Bautismo. También nosotros podemos vivir el
Evangelio de Cristo como ellos lo hicieron.

Con mi bendición para todos.

+ Jesús García Burillo
Obispo de Ávila

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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Mons. YanguasMons. José María Yanguas    Queridos diocesanos:

El mes de noviembre es el tiempo en que se hace más vivo el recuerdo de nuestros difuntos. Con la solemnidad de Todos los Santos, con la que comienza dicho mes, la Iglesia venera la memoria de todos aquellos fieles que nos han precedido y que gozan ya de la visión bienaventurada de Dios. Es la gran fiesta de la santidad “encarnada” en las infinitas formas y modalidades que representa la pléyade de hombres y mujeres justos que han existido desde el comienzo de la historia. Ven a Dios cara a cara, lo alaban y gozan de su presencia. Ellos constituyen la parte del Pueblo santo de Dios que ha alcanzado ya la meta y ha recibido la corona de gloria que no se marchita  (cf. 1 Co 9, 25): ellos son la Iglesia triunfante.

Pero también en este mes de noviembre el pueblo cristiano, la Iglesia aquí en la tierra, eleva al cielo su plegaria de intercesión por aquellos hermanos que, habiendo llegado ya a la meta, todavía no pueden ver a Dios cara a cara: necesitan aún ser purificados de lo que resta de sus pecados, para poder entrar en el banquete del Reino con el vestido nupcial. Como afirma elCatecismo de la Iglesia Católica, ésta tiene viva conciencia de que “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del reino (n. 1030).

Dios no abandona a los hombres. A lo largo de la historia, historia de salvación, ha realizado obras grandes, verdaderas maravillas de gracia, en su favor. Nos guía, nos protege, nos cuida como a su rebaño. El amor de Dios se hizo especialmente visible y encontró su expresión más genuina en la Cruz en la que el Hijo de Dios hecho hombre entregó su vida por nosotros; es un amor el suyo que no se detiene ante la frontera de la muerte. No interrumpe su relación salvadora con nosotros. Sigue atrayendo al hombre a Sí, continúa cuidando de nosotros. Su infinito afecto por el hombre que muere en su amistad se hace fuego devorador que purifica, limpia, depura y acrisola su corazón hasta que no queda nada en él que se oponga o resista, que sea refractario al amor de Dios. Decía el Papa Benedicto XVI en su encíclica Spe salvi: “Su mirada (la mirada de Dios), el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, ‘como a través del fuego’. Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra con una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios” (n. 47).

La Iglesia, como decíamos antes, no abandona a sus hijos necesitados de purificación tras la muerte. No los entrega a su suerte. Los acompaña con su oración, con los sufragios que ofrece por ellos a Dios. Su amor, en efecto llega hasta el más allá (cf. ibidem, n. 48). Intercede por ellos ante su Señor. Es el mismo Dios quien lo ha querido así. Ha querido la mediación de la Iglesia, porque sigue salvando a través suyo. Este es el sentido de nuestras oraciones por los difuntos. Es cosa “piadosa y santa”, dice la Escritura, orar por los difuntos (2 M 12, 45). Se trata de una verdadera obra de misericordia, del amor que se piada ante el sufrimiento o las necesidades de los demás.

Os invito, pues, a todos en este mes de noviembre a rezar por los difuntos, de manera especial por aquellos con quienes nos ligan lazos de parentesco o amistad. La oración por excelencia es la Sta. Misa, cuyo valor es infinito. Nuestras oraciones por los difuntos son, a la vez, manifestación de fe en la misericordia de Dios y en la inmortalidad del hombre, y una muestra inequívoca de amor por nuestros queridos difuntos.

+ José María Yanguas Sanz

Obispo de Cuenca

Fuente:: Mons. José María Yanguas

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ReigplaMons. Juan Antonio Reig Pla    Querido hermano:

Con ilusión hemos comenzado el curso pastoral en el que, como en otros años, se han puesto en marcha distintas iniciativas. Como buena noticia quiero compartir contigo la alegría de ver como crecen nuestros Seminarios. Son ocho los seminaristas nuevos que han ingresado en el Seminario Mayor y tres en el Seminario Menor, a los que se suman el grupo del preseminario. Todo lo que hagamos por suscitar vocaciones sacerdotales redundará en el bien de nuestra querida Diócesis. Te recuerdo que el próximo día 9 de noviembre a las 11 horas serán ordenados diáconos Samuel, Jaime, Vicente y Emmanuel. Demos gracias a Dios.

El martes, 5 de noviembre, estamos convocados en el Palacio Arzobispal para celebrar el primer retiro del curso. Ángel Castaño nos prestará el servicio de ofrecernos dos meditaciones sobre la esperanza cristiana y los novísimos. A las 13.30 horas nos reuniremos en el Salón de Actos para entregaros y explicar una consulta que desde la Secretaría del Sínodo de los Obispos han mandado para todas las parroquias. La consulta, preparatoria del próximo Sínodo, se refiere a los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización.

Los servicios formativos de la Diócesis ya han comenzado su andadura. La Escuela de Evangelización cuenta con 120 hermanos dispuestos a colaborar en las semanas de misión durante la Cuaresma. El Pontificio Instituto Juan Pablo II ha recibido 30 nuevos alumnos que se suman a los 31 del curso anterior. Otras 40 hermanos están siguiendo un curso sobre la encíclica Lumen fidei y 20 están matriculados en un curso de espiritualidad que imparte Arturo, párroco de Ntra. Sra. del Val. Miguel Ángel Pardo continúa ofreciendo los retiros diocesanos para laicos con el fin de promover entre ellos el encuentro con Dios y la santidad. El Instituto Diocesano de Teología ha tenido menos respuesta en este curso y ello nos obliga a replantear la oferta ya que la formación de los laicos, como os recuero en la Carta Pastoral, La esperanza no defrauda, es una prioridad en nuestra Diócesis. También el Aula Cultural Civitas Dei comenzó el programa presentando las claves para la lectura de la encíclica Lumen fidei.

Durante este mes dará inicio la Escuela de Familias (Escuela de Padres). Contamos con 10 matrimonios y necesitamos llegar a 20. Os ruego que toméis interés y mandéis otros matrimonios para esta iniciativa que dará sus frutos más adelante. Debemos invertir en formación. Como Jesús, queremos formar un  grupo  de  discípulos que después sean misioneros en sus parroquias, movimientos y ambientes. En la página WEB de la Diócesis encontraréis más información sobre la Escuela de Familias. En la Secretaría General del Obispado, Charo es la encargada de las matrículas. Del mismo modo, con el fin de promover la Evangelización de la piedad popular, los días 15 y 16 de noviembre tendrá lugar en el Obispado elCongreso Diocesano de Cofradías y Hermandades. Conviene que acompañemos a nuestros hermanos y que haya participación de todas las Cofradías y Hermandades de la Diócesis. Este es un modo de proporcionar el encuentro del Evangelio con la cultura de nuestros pueblos.

Debemos estar contentos de todo lo que nos ha regalado el Año de la Fe. Podemos decir que el Señor nos precede en todo y no nos abandona. Ahora os ruego que cuidéis con esmero la Clausura del Año de la Fe en las parroquias. Pronto os llegarán las sugerencias para esta celebración.

Como el año pasado, el próximo sábado 30 de noviembre celebraremos la Apertura del Año de la Esperanza. Conviene anunciar con antelación a los fieles esta celebración que tiene como objetivo acrecentar el conocimiento y la comunión entre las distintas parroquias de la Diócesis. Cada arciprestazgo deberá facilitar los medios para que puedan acudir los fieles de todos los pueblos de la Diócesis (coches, autobuses, la cruz de la misión, el Icono de la Virgen, etc.). Pronto recibiréis también instrucciones para las celebraciones previas en los monasterios de Alcalá de Henares. Los arciprestes, en la reunión previa que tendrá lugar el día 19 de noviembre en el Obispado, acabarán de concretar todos los detalles de la celebración. Confío en vuestra colaboración para que sea, como la apertura del Año de la Fe, una jornada histórica que marque una huella en el corazón de nuestros fieles. En la Catedral tendremos una ocasión espléndida para revitalizar nuestra esperanza en Cristo y ser enviados a la misión evangelizadora.

Se están preparando los carteles (lonas) anunciadoras del Año de la Esperanza que tendrán las mismas medidas que las anteriores. Del mismo modo se está diseñando la maqueta de los Boletines del Año de la Esperanza que nos ayudarán a profundizar en las Bienaventuranzas y el Padrenuestro. Es este un instrumento que está pensado para ayudar a la misión, llevándolo a las casas y entregándolo personalmente a las personas con las que convivimos.

Finalmente, la Comisión encargada de recabar el 1% para la Casa de Acogida a pobres, lanzará de nuevo una campaña con la que confiamos completar lo necesario para iniciar las obras.

Parecen muchas cosas; pero todo lo que hagamos para difundir la fe será poco comparado con lo que nos regala el Señor todos los días y lo que tiene preparado para nosotros.

Un fuerte abrazo y que el Señor te bendiga.

+ Juan Antonio Reig Pla

Obispo Complutense

Fuente:: Mons. Juan Antonio Reig

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Por nuestros difuntosMons. Demetrio Fernández    La fe cristiana nos enseña que hemos nacido para vivir eternamente, primero en la etapa de la vida terrena, después en la etapa eterna con Dios y con los hermanos. Y que nuestra suerte depende del amor de Dios misericordioso y de nuestras obras en correspondencia a ese amor. Dios nos ha creado para la vida, y para la vida feliz en la eternidad del cielo. Ahora bien, no nos llevará con El forzadamente, sino por la colaboración libre de nuestra voluntad y nuestros actos. La fe nos habla de “otra vida” más allá de la muerte, pues no acaba todo con la muerte, sino que seguiremos viviendo para siempre.

El culto a los difuntos se basa en esta certeza. Si no creyéramos en la otra vida, a qué viene la veneración y el culto a los difuntos. Pues no se trata simplemente de un recuerdo nostálgico de aquellos con los que hemos compartido una etapa –más o menos larga- de nuestra vida pasada, sino de la certeza de que están vivos, a la espera de una plenitud, que llegará en el último día de la historia de la humanidad. Los difuntos nos hablan, por tanto, no sólo de pasado, sino de futuro. Allí donde ellos han llegado, llegaremos cada uno de nosotros, no sabemos cuándo.

La vida del hombre sobre la tierra reviste ese tono de dramatismo, por el hecho de estar sometido a fuerzas contrapuestas, que le llevan a la lucha entre el bien y el mal en su propio corazón y en el escenario de la historia de la humanidad. Nacidos para el cielo, nacidos para Dios, el hombre experimenta la tentación constante de apartarse de Dios, porque lo considera su rival, corriendo el riesgo de perderse eternamente. En esta lucha dramática, la más importante de nuestras tareas, nuestra preocupación estriba en aprender a amar de verdad, para saciarnos plenamente de Dios, que nos llama al amor eterno. Pero también constatamos que muchas veces nos invade el egoísmo, el desamor, todos los vicios capitales, que nos apartan de Dios y de los hermanos.

De nuestros hermanos, que han cruzado el umbral de la muerte, tenemos la certeza de que algunos ya están con Dios, han llegado a la meta con éxito pleno. Son los santos, muchos de los cuales han sido canonizados por la Iglesia, otros muchos más sin canonizar, pero que han recorrido el camino de su vida terrena con éxito, aprendiendo a amar hasta el extremo. Por estos no rezamos, sino que ellos son nuestros referentes, nuestros hermanos mayores que nos ayudan en esa lucha dramática de la vida terrena.

Otros, sin embargo, están en fase de purificación hasta llegar a la plenitud del amor. Habiendo muerto en la amistad de Dios, hay cicatrices de pecados anteriores que han de ser restauradas, hay egoísmos recónditos que han de ser transformados en amor, hay deudas de amor que sólo se curan en el sufrimiento. Estas son las almas de nuestros hermanos difuntos, que todavía no han llegado al cielo, pero que sin embargo ya han alcanzado la salvación eterna. Por estos rezamos, porque nuestra oración les llega y les hace bien. Por ellos participamos de la cruz de Cristo, en el ayuno y la penitencia, para reparar lo que hicieron mal, y nosotros podemos resarcirlo en solidaridad fraterna.

Cabe la suerte de los que libremente se han apartado de Dios para siempre en el infierno. Por esos no podemos rezar, porque la condenación es eterna, y en el infierno es imposible poder amar. No nos consta de nadie, que viva esta situación. Solamente los ángeles caídos, los demonios, que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados al infierno, sin posibilidad de redención. Jesús nos avisa en su evangelio de este peligro en nuestra vida, no para asustarnos, sino para mostrarnos que sería una terrible desgracia vivir sin el amor de Dios para siempre, siempre.

En estos días traemos a nuestra memoria a todos los difuntos, para vivir la comunión con ellos en el amor. Visitamos nuestros cementerios, ofrecemos sufragios en favor de sus almas, y de paso caemos en la cuenta de nuestra suerte eterna, para desear el cielo, para purificarnos ya aquí en la tierra, participando de la cruz de Cristo, para acrecentar la esperanza en Dios que nos llama a vivir con él.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández,

Obispo de Córdoba

 

Fuente:: Mons. Demetrio Fernández

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8571758972_a729b4cebbA inicios del pasado mes de octubre, con ocasión de la reunión del Consejo de cardenales (del 1 al 3 de octubre) y de la del Consejo del Sínodo de los obispos (7 y 8 de octubre), el Papa Francisco informó a los participantes sobre su intención de convocar un consistorio para la creación de nuevos cardenales con ocasión de la fiesta de la Cátedra de San Pedro (22 de febrero).

El Papa quiso comunicar con tiempo su decisión de convocar un consistorio para facilitar la programación de otras reuniones en las que deben participar cardenales de diversas partes del mundo. Se puede prever, de hecho, que el Papa Francisco desee que el consistorio esté precedido, como otras veces hicieron sus predecesores, por una reunión del Colegio cardenalicio.

Antes de esta reunión –prevista para el 17 y 18 de febrero– tendrá lugar también la tercera reunión del Consejo de cardenales, mientras que inmediatamente después del consistorio, el 24 y 25, se reunirá el Consejo del Sínodo de los obispos. Y se puede prever que, como en otros años, también la reunión del Consejo de cardenales para los asuntos económicos y organizativos de la Santa Sede, se tendrá también en febrero, probablemente en la semana anterior al consistorio.

(L’Obsservatore Romano)

 

Fuente:: SIC

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Seminarios menoresEsta quinta edición del Encuentro de Seminarios menores de Andalucía tuvo lugar en Sevilla entre los días 31 de cotubre y 1 de noviembre y en él participaron unos setenta alumnos de los Seminarios Menores de las Provincias Eclesiásticas de Granada y Sevilla, junto con sus formadores. Han sido dos días de convivencia, oración, testimonio, y sobre todo de aliento vocacional.

El encuentro comenzó el jueves 31 de octubre con la celebración de la Eucaristía en la Parroquia de los Sagrados Corazones de San Juan de Aznalfarache, a las ocho de la tarde, presidida por el obispo de Cádiz, Mons. Rafael Zornoza. Posteriormente, tuvo lugar una cena y velada lúdica en la sede del Seminario Menor de Sevilla, concluyendo la jornada con el rezo de Completas.

El viernes 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, el obispo auxiliar de Sevilla, Mons. Gómez Sierra, presidió la Eucaristía ante la Virgen de los Reyes, en la Capilla Real de la Catedral, a las once de la mañana, tras la cual los seminaristas menores visitaron la Seo, la Giralda y la Iglesia Colegial del Salvador. En el colegio de las Esclavas del Divino Corazón se acercaron a la figura del beato Marcelo Spínola, y por la tarde visitaron la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz, finalizando el encuentro con el rezo de vísperas.

 

(Archidiócesis de Sevilla)

Fuente:: SIC

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clausura osioEl Congreso Internacional El siglo de Osio de Córdoba, celebrado del 28 al 31 de octubre, fue clausurado litúrgicamente con una eucaristía celebrada en la Catedral de Córdoba que ha estado presidida por el Cardenal Antonio María Rouco Varela y concelebrada por el Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González, y el Delegado del Pontificio Consejo para la Cultura, Carlos Alberto de Pinho Moreira, junto a una veintena de sacerdotes.

Al comienzo de la misa el Obispo de Córdoba agradeció a Mons. Rouco Varela su asistencia a la Clausura del Congreso y también a los profesores y a los organizadores por el trabajo realizado.

Por su parte Mons. Rouco en la homilía valoró lo que ha sido el Congreso desde “la perspectiva de la gracia de la fe y del amor de Dios que permite hacer ciencia humana, aplicar la razón a las fuentes y a los criterios de la fe”. De igual modo, destacó que este Congreso ha tratado de “volver al origen de las fuentes mismas de la trasmisión de la fe” en un tiempo “en el que las dudas y las controversias dentro de la Iglesia se dirigen al misterio central de Cristo” y frente a lo que Osio se mantiene como “un testigo apostólico y valiente del Evangelio”.

De otro lado, incidió  en la importancia de la publicación del Edicto de Milán, del cual se celebra el 1700 aniversario, que supone “el cese de las persecuciones de los cristianos y un paso decisivo a vivir la verdad religiosa como un derecho”, aunque esto no se hará realidad, según ha puntualizado el cardenal, hasta siglos posteriores. Finalmente, invitó a la asamblea a tener la valentía de Osio para ser testigos de Cristo en este tercer milenio de la historia de la cristiandad.

Fuente:: SIC

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semana religiosidad popularEsta primera semana, organizada con motivo del Año de la fe, en la capital vallisoletana, se desarrollará entre los días 12 y 16 de Noviembre de 2013. Centrada en la importancia de las hermandades y cofradías en la transmisión de la Fe en nuestro país, esta I semana de religiosidad popular contará con una serie de conferencias y charlas, que tendrán lugar en la Sede de Acción Católica, ( C/ Simón Aranda, 13) y que abordarán temas como  la liturgia y Espiritualidad Cofrade, la estética en pasos y procesiones o el papel de la juventud cofrade.

El Arzobispo de Valladolid, Mons, Ricardo Blázquez, será el encargado de abrir esta I semana de religiosidad popular con una charla dirigida a las Juntas de Gobierno de las Cofradías.

Programa I semana de Religiosidad popular en Valladolid

Martes 12 de NoviembreCharla a las Juntas de Gobierno de las Cofradías, impartida por el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid.

 

Miércoles 13 de Noviembre, Charla sobre liturgia y Espiritualidad Cofrade, Impartida por el Rvdo. Sr. D. Aurelio García, Delegado de liturgia del Arzobispado de Valladolid.

Jueves 14 de Noviembre, Mesa redonda sobre la estética en los pasos y procesiones.

Ilmo. Sr. D. Jose Andrés Cabrerizo, Vicario judicial de la Archidiócesis de Valladolid

D. Leopoldo Adiego, empresario florista

D. Jose Ignacio Hernández, Conservador del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Viernes 15 de Noviembre,Charla y diálogo con los jóvenes cofrades.

Dirigido por el Rvdo. Sr. D. Jorge Fernández Bastardo, Delegado de Juventud del Arzobispado de Valladolid.

Sábado 16 de Noviembre, 17 horas, Pasacalles de las bandas de las Cofradías de Valladolid y Profesión de Fe.

Desde la Pza Mayor hasta la Iglesia de San Andrés, Templo estacional del Año de la Fe.

Fuente:: SIC

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VirgenAngustias2013La ciudad de Guadix comenzó ayer los cultos previos a la celebración de la Virgen de las Angustias, Patrona de la ciudad. Los actos se desarrollarán hasta el próximo domingo, 10 de noviembre, en el que se celebrará Misa Pontifical en la catedral y la procesión por las calles de la ciudad con la imagen de la Virgen.

Los cultos comenzaron con el traslado matutino de la imagen desde su templo, en San Diego, hasta la catedral. La septena en honor de la Virgen, comienza  cada tarde a las 19:00 h. con el rezo del Rosario, el ejercicio de la septena y la celebración de la Eucaristía.El canónigo magistral de la catedral accitana,  José Francisco Serrano, es el encargado de la predicación de la Septena en este año.

El domingo 10 de noviembre,  tendrá lugar la Misa Pontifical en la catedral, a las 12:oo h. presidida por el obispo de Guadix, Mons. Ginés García, en la que concelebrarán el cabildo y los sacerdotes de la ciudad. La festividad culminará, por la tarde, con la solemne procesión de la patrona de la ciudad hasta su templo de San Diego.

(Diócesis de Guadix Baza)

Fuente:: SIC

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