Ciudad del Vaticano, 20 enero 2014 (VIS).- El Santo Padre visitó, el domingo por la tarde, a las 16.00 horas, la parroquia romana del Sagrado Corazón de Jesús en la zona central de Castro Pretorio. Francisco a su llegada saludó a los fieles de la parroquia, a niños bautizados en los últimos meses junto a sus padres, parejas de recién casados y jóvenes familias.
 
Además el Papa pudo conocer la realidad de la zona al encontrar a algunos vagabundos y personas sin domicilio fijo que viven en las proximidades de la Estación Términi y a un grupo de refugiados a los que reconoció sentirse como en casa.
 
Ulteriormente confesó a cinco penitentes y a las 18 horas celebró una Eucaristía en la basílica. El Papa centró su homilía en el pasaje del Evangelio en el que Juan bautiza a Jesús diciendo: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».
 
Jesús es llamado el Cordero: es el Cordero que quita el pecado del mundo. Uno puede pensar, -dijo-: ¿cómo puede un cordero débil quitar todos los pecados, tantos males? Con amor. Con suavidad. Jesús nunca ha dejado de ser un cordero: suave, amable, lleno de amor, cerca de los pequeños, cerca de los pobres… Ha tenido la fuerza necesaria para tomar sobre sí todos nuestros pecados”.
 
Alguno podría decir -ha improvisado el Papa- Pero, Padre, usted no conoce mi vida: tengo uno que…, ni siquiera con un camión se puede levantar. Muchas veces, cuando miramos nuestra conciencia, encontramos algunos que son grandes. Pero Él los carga. Él ha venido para esto: para perdonar, para dar paz al mundo, pero en primer lugar al corazón. Tal vez alguno de nosotros tiene un dolor en su corazón , tal vez tiene un corazón oscuro, tal vez se sienta un poco triste por un fallo… Él ha venido a quitar todo esto, Él nos da la paz, perdona todo”.
 
Muchas veces confiamos en un médico: está bien hacerlo, porque el médico está allí para curar; tenemos confianza en una persona: hermanos, hermanas, que nos pueden ayudar. Está bien tener esta confianza humana entre nosotros. Pero nos olvidamos de la confianza en el Señor: ésta es la clave del éxito en la vida. ¡La confianza en el Señor, encomendémonos al Señor!…Y esta -ha concluido-, es una apuesta que tenemos que hacer: confiar en Él, porque nunca decepciona. ¡Nunca, nunca! Escuchad bien, chicos y chicas, que iniciáis la vida: Jesús nunca decepciona”.
 
Al finalizar, el Papa encontró a la comunidad salesiana, que se encarga de la parroquia, al párroco Valerio Baresi, S.D.B., y a las hermanas Misioneras de Cristo Resucitado. Por último, y antes de volver al Vaticano, Francisco se detuvo para hablar con los jóvenes de la parroquia.

Fuente:: News.va

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Ciudad del Vaticano, 20 enero 2014 (VIS).-El Papa ha recibido esta mañana , por primera vez en su pontificado, a los funcionarios y agentes de la Inspección de Seguridad Pública Vaticana. Se trata de un organismo de la Policía de Estado italiana que se ocupa de la protección del pontífice durante sus visitas en territorio italiano y de la vigilancia de la Plaza de San Pedro, de acuerdo con las autoridades de la Santa Sede.
 
Francisco les ha dado las gracias por su tarea, especialmente por la que desempeñan en la Plaza de San Pedro. “Todos somos conscientes -ha afirmado- de la necesidad de que se tutele la peculiaridad de este lugar singular, preservando su carácter de espacio sagrado y universal. Y para eso hace falta una vigilancia discreta pero atenta. Y efectivamente, en la Plaza de San Pedro, la gente se ve serena, se mueve con tranquilidad y hay un sentido de paz.”
 
También se ha referido al trabajo de los agentes durante los acontecimientos en que participan más fieles, que vienen de todo el mundo para ver al Papa o para rezar ante la tumba de San Pedro y las de sus sucesores, “especialmente en las de Juan XXIII y Juan Pablo II“. Es un trabajo que requiere “preparación técnica y profesional, unida a una vigilancia atenta, amabilidad y dedicación”. De ese modo “los peregrinos y turistas, así como los que trabajan en la Santa Sede, saben que pueden contar con vuestra asistencia cordial”.
 
El Obispo de Roma no ha dejado de recordar la eficaz actividad de los agentes durante los días que precedieron al Cónclave tras la renuncia de Benedicto XVI y ha aprovechado el encuentro de hoy para renovar su agradecimiento y el de sus colaboradores a todos los que en aquellas circunstancias “brindaron su aportación para que todo se desarrollase con orden y tranquilidad”.
 
Por último ha deseado a los miembros de la Inspección que el período transcurrido al servicio del Vaticano represente “una oportunidad para crecer en la fe. La fe es el tesoro más precioso que vuestras familias os han confiado y que estáis llamados a transmitir a vuestros hijos. Es importante volver a descubrir el mensaje del Evangelio y acogerlo con profundidad en la conciencia propia y en las cosas concretas de la vida diaria, atestiguando con valor el amor de Dios en todos los ambientes, incluido el trabajo”.
 
 
 
 

Fuente:: News.va

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Infancia2014Con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera, que se celebra el próximo domingo, día 26 de enero, la Hoja Diocesana Iglesia en Soria ha entrevistado a la delegada episcopal de Misiones en la diócesis, la Hna. nazarena María Lourdes del Pozo.

-¿Qué es la Infancia Misionera y cuál es su finalidad?

-La Infancia Misionera fue una intuición de un Obispo francés, Mons. Carlos-Augusto Forbin-Janson, quien a través de misioneros franceses tuvo noticia de que en China había muchos niños que tenían enormes dificultades para poder sobrevivir y que muchos morían sin el Bautismo; así, el acudió a los niños y niñas diciéndoles “¿queréis ayudarme a salvar a los niños y niñas de China?”. Entonces se comprometieron a ayudarle con un Avemaría diaria y una limosna; así nació la que hoy llamamos Obra Pontifica de la Infancia Misionera.

-Es un signo de la importancia que tiene para la Iglesia la infancia…

-Jesús, ante un grupo de niños, pidió: “Dejad que los niños vengan a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”. Son los niños los que con su sencillez nos recuerdan cómo acercarnos a Jesús; son ellos los que nos invitan a vivir la fe.

 -¿Cómo se adapta a un niño el compromiso cristiano que es un compromiso serio?

-También los niños entienden de compromiso cuando se les presenta adaptado a su edad. Es asombroso cómo son capaces de ser solidarios y ofrecer de lo que tienen para ayudar a otros niños; si desde pequeños se les enseña a compartir y lo ven en los mayores, ellos responderán con la generosidad propia de su edad.

-¿Cuál es el lema y el significado de la campaña de Infancia Misionera para este año?

-El lema de este año es muy sugerente: surgió a partir de un concurso de dibujo que se hizo el año pasado con motivo de los 170 años de la fundación de la Infancia Misionera y es “Los niños ayudan a los niños”. Y ¿cómo pueden hacerlo? En primer lugar con la oración, con los pequeños sacrificios y su aportación económica privándose de algunos caprichos.

 -¿Cómo es la colaboración de los diocesanos con las misiones? ¿y con esta campaña?

-Esta campaña nos tiene que hacer a todos recapacitar y poner nuestro grano de arena para ayudar a tantísimos niños que en la actualidad viven en condiciones infrahumanas a consecuencia del egoísmo de los mayores.

En general, los diocesanos son generosos con las misiones y más cuando saben el destino concreto; también es verdad que el año pasado disminuyó. algo lo recogido en esta campaña con respecto al año anterior pues pudimos recolectar alrededor de 7.000 euros. Es bueno recordar que, junto con los donativos concretos en campañas concretas como esta, hay muchas personas que dan donativos directamente o que dejan en su testamento parte o toda su herencia para las misiones.

A quienes colaboran de otros modos también les agradecemos su aportación pues todo se distribuye en esta campaña exclusivamente para proyectos de la infancia en distintos países del mundo entero.

(Iglesia en Soria)

Fuente:: SIC

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Fondo Nueva Evangelización1.350.000 euros es la cantidad que ha destinado el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal española (CEE) en concepto de ayuda para la realización fuera de nuestro país de182 proyectos pastorales. En concreto, se trata de 74 proyectos que se efectúan en África hasta donde se enviarán 534.000 euros de la Iglesia católica española; otros 537.000 euros se destinarán a Asia para el desarrollo de 21 proyectos; mientras que a los otros 74 proyectos desplegados en América se les asigna 129.500 euros y los 13 proyectos radicados en países europeos podrán disponer de 30.000 euros.

Estos proyectos han sido financiados con la ayuda de la CEE, diócesis, congregaciones religiosas, otras instituciones eclesiales, donantes particulares, etc. Desde su fundación en 1997 el Fondo Nueva Evangelización ha subvencionado más de 2.300 proyectos pastorales con más de 22 millones de euros.

Las obras de construcción y equipamiento, junto con actividades relacionadas con la catequesis y formación, además de la dotación a monasterios e institutos religiosos son los conceptos principales de la mayoría de estos nuevos proyectos pastorales, en cocreto 141. Las ayudas a sacerdotes y seminarios, y la financiación, mantenimiento y reparación de vehículos, son las necesidades que cubren las 36 solicitudes para los proyectos restantes.

Se puede conocer la relación completa de los proyectos pastorales que han recibido una dotación económica, aprobada durante la 382 reunión del Comite Ejecutivo que se celebró el pasado 12 de diciembre, visitando la página web del Fondo de Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal.

 

 

 

Fuente:: SIC

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Mons. VivesMons. Joan E. Vives    El Papa Francisco en su mensaje televisado para los fieles reunidos en Barcelona, en la Basílica de la Sda. Familia el pasado día 29, y hablando para las familias, nos dio tres palabras clave para vivir en familia y amarse a imagen de la Santa Familia de Jesús, María y José, y dijo con fuerza: hay que saber pedir permiso, dar gracias, y pedir perdón. Son los tres pilares que se sitúan en el centro de una familia que viva en paz y alegría. Las podríamos hacer nuestras y vivirlas como objetivos prioritarios en la familia, y más allá, haciéndoles palabras orientadoras para la vida de fe y la vida social en general.

La primera de las tres palabras, permiso, remarca que en la familia y en el conjunto de nuestra vida social, uno no debe interferirse, inoportunamente, en la vida e intimidad del otro, sin su permiso. Hay que saber ser delicado, generoso, oportuno, callado cuando convenga y dialogante siempre… Preguntar en el momento adecuado, sostener y saber esperar para cuando el otro se querrá abrir y nos comunicará sus secretos o confidencias. Nunca agresivos sino saber entrar en la confianza hacia el otro, con delicadeza, y escuchar con paciencia y amor…

También hay que saber dar gracias, sin ser egoísta, sin pensar que yo soy el centro del mundo, o que todo debe pasar por mí… Amar es agradecer, ser reconocido a lo que los otros nos han dado y nos dan en la vida. Empezando por rememorar de vez en cuando cuán pobres y desvalidos seríamos sin la ayuda de los que nos aman, y nos han aguantado y mantenido. Saber agradecer los apoyos materiales y las ayudas espirituales. Y educar en el agradecimiento. Porque un corazón agradecido buscará la fe y la verdad…

Y la tercera palabra, perdón, es también muy fecunda para nuestra vida. Cuando hacemos las cosas mal y lo reconocemos humildemente, sin orgullo, y otros nos toleran, lo olvidan, no nos lo restriegan constantemente, entonces experimentamos el gozo de ser aceptados y queridos. Perdón y amor van muy unidos, sobre todo si aceptamos que siempre tendremos debilidades, más o menos visibles, y que será necesario que los más cercanos no nos las echen en cara, o nos hundan con nuestros errores. Perdonar es olvidar y reconciliar. Y forma parte del dinamismo familiar y social del vivir.

También en ese día, desde Roma, el Papa ofreció una oración a la Sda. Familia que podemos hacer nuestra, encomendando el Sínodo para la familia:

“Jesús, María y José, en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, y a vosotros, confiados nos dirigimos.
Sagrada Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugares de comunión y cenáculos de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.
Sagrada Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias experiencias de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Sagrada Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos pueda despertar en todos la conciencia del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.”

+ Joan E. Vives Sicilia

Arzobispo de Urgell

Fuente:: Mons. Joan E. Vives

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Mons. Santiago García AracilMons. Santiago García Aracil     A vosotros, queridos inmigrantes

Por todas partes oímos hablar de globalización. La verdad es que los distintos medios de comunicación han adquirido una capacidad y una expansión hasta hace poco tiempo insospechada.

Hoy nos hacen llegar la noticia de  acontecimientos de todo orden al mismo tiempo que están ocurriendo. Con toda facilidad podemos desplazarnos rápidamente desde cualquier lugar de la tierra a otro, por lejano que parezca. Las mismas relaciones comerciales, laborales y culturales están motivando el traslado temporal, breve o indefinido, de ciudadanos e incluso de familias enteras de uno a otro continente y de uno a otro país; realidad esta que contribuye a la globalización.

El encuentro con gentes de distintas razas, idiomas, culturas, costumbres y creencias ha dejado de parecer extraordinario. Todo esto nos lleva a considerar la facilidad con que podemos llegar a  relacionarnos todos como si viviéramos en un mismo lugar.

La tierra entera se está convirtiendo en lo que algunos han comenzado a llamar “aldea global”.

Sin embargo, la relación entre unos pueblos y otros e incluso entre grupos distintos de un mismo continente o país, es todavía muy distante; y en ocasiones muy tensa o muy adversa en lo que se refiere a las relaciones personales, en la colaboración ciudadana, en la ayuda recíproca, y en la superación de las diferencias conflictivas.

La paz está muy lejos de ser el ambiente en que puedan vivir las familias y desarrollarse los niños y los jóvenes. Estamos comunicados y muy cerca los unos de los otros en lo material, en lo espacial, en lo noticiable. Nos relacionan el comercio,  la ciencia y la técnica informática, aeronáutica, ferroviaria y  vial. Pero esta comunicación, que abre fronteras diversas, no llega todavía a abrir verdaderamente el alma de las gentes a una relación pacífica, dialogante, de mutua comprensión y de enriquecedora colaboración. Al menos estamos bastante lejos de ella.

Ante esta realidad sabemos que no son suficientes las estructuras políticas, ni las necesidades de mercado que  provocan abundantes relaciones entre los Estados. Tampoco basta la programación de actividades esporádicas que provocan la presencia y la acción científica, artística o folclórica, siempre ocasional o puntual,  de las representaciones de un  país en otro.

Aunque todo ello pueda ayudar al verdadero acercamiento entre los pueblos, lo que más contribuye a la cercanía y a la deseada vinculación propia de un mundo globalizado es la relación directa entre las personas en  el acontecer diario. Y esto ocurre cuando se comparten los quehaceres domésticos, cuando se participa en las tareas educativas y de investigación, en las delicadas atenciones sanitarias, en  los trabajos de la agricultura, en las industrias, en la atención a los que sufren limitaciones a causa de la edad o de otra deficiencia, etc. Y a ello contribuye, de modo muy destacado el fenómeno de la migración.

Es, pues, el momento de reconocer los grandes valores que la migración aporta a la construcción de un mundo mejor.

Este reconocimiento, ha de impulsar la apertura del alma hacia la realidad de otros pueblos, de otras culturas y de otras personas, hasta lograr que avancemos en la conciencia de esa fraternidad universal que nos une a todos en una misma familia global.

Es cierto que  semejante proyecto, por las dificultades que encierra, puede parecer irrealizable y solamente alentador de una vana esperanza. Pero no podemos pensar que los ideales no tienen valor hasta que se han  conseguido plenamente.

Cada paso es positivo y necesario para avanzar en el camino emprendido. Camino que todos debemos tener en cuenta al elaborar los proyectos personales, políticos, comerciales, científicos, culturales, etc. Sólo se alcanzan los grandes horizontes dando a cada paso el valor que le es propio, y no pretendiendo lograr la meta con un  solo paso, o moviendo solamente una parte del cuerpo social.

En el camino de la migración todos estamos unidos y, por tanto, seriamente implicados.

Las diversas circunstancias que confluyen en la vida de cada pueblo, de cada familia y de cada persona según  la situación de cada país, motiva la emigración, la inmigración y la necesaria acogida. Lo más importante es que descubramos que somos necesarios unos para otros; que nadie es superior ni inferior; que  nadie molesta; que todos contribuimos o debemos contribuir al desarrollo de las personas y de los pueblos en los diversos ámbitos de que hemos hablado.

Teniendo en cuenta lo que hemos ido exponiendo, es necesario concluir que debemos acogernos unos a otros con verdadero espíritu solidario, fraterno y agradecido.

Todos estamos llamados a dar lo que tenemos, y a  agradecer la suerte de recibir de quienes caminan junto a nosotros.

Cuando este espíritu de apertura, de acogida y de cercanía ilusionada está iluminado y estimulado por la Palabra y por la gracia de Dios, adquiere un realismo y una fuerza tal que nos impulsa a vivirlo con esperanza.

Por eso los cristianos debemos considerar como un verdadero regalo del Señor el poder integrarnos en una comunidad de fe, de oración y de acercamiento a Jesucristo en los Sacramentos. Solo uniéndonos cada uno a Él podremos avanzar en la unión entre nosotros, fuente de la estima personal y de la colaboración social y apostólica.

Queridos hermanos inmigrantes: sentíos en vuestra propia casa al vincularos a la gran familia de los hijos de Dios que se hace presente en la Iglesia, y que se acerca a todos nosotros mediante la pertenencia a la comunidad diocesana cuyo signo y proximidad se nos brinda en la comunidad parroquial.

Que el Divino Niño os bendiga a todos. Él sembró la fraternidad y la caridad que nos capacita para toda colaboración. Y lo hizo entrando a formar parte de la humanidad, viniendo del Cielo a participar de lo que somos, ofreciéndonos la inmensa riqueza de lo que significa ser hijos de Dios con  la esperanza de la salvación eterna.

+ Santiago García Aracil

Arzobispo de Mérida-Badajoz

Fuente:: Mons. Santiago García Aracil

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Mons. Adolfo MontesMons. Adolfo González      Partimos, en efecto,  del hecho objetivo de los flujos migratorios han constituido en la historia de la humanidad una constante. Hoy, como dijera Benedicto XVI, las migraciones son un signo de los tiempos, y el papa Francisco lo reitera. A las personas que por razones laborales se ven obligadas a dejar su país, familia y ambiente cultural propio, se han añadido, de manera masiva en muchos casos, la huida hacia zonas de seguridad de los pueblos en conflicto y guerra. Recordemos el conflicto de la zona de los grandes lagos de África y el escenario del Oriente cercano, sobre todo Siria, al que ha venido a añadirse los flujos de huida en el Sudán del Sur. Los refugiados son quienes se han visto en la necesidad de abandonar su propia casa amenazados de muerte, o huyendo del peligro de verse privados de libertad y de expresión o reducidos a la cárcel, si no privados de sus derechos ciudadanos y de su propia conciencia religiosa en tantísimos casos.

Entre las personas que emigran la mayoría buscan honradamente la promoción que cabe esperar de mayor número de oportunidades y un mejor régimen laboral, acompañado de unos beneficios sociales protegidos por la ley. Muchos que los que emigran pretenden dejar atrás situaciones de pobreza, carencia de recursos y cultura e incluso de miseria, arriesgando a veces su propia vida, al caer en manos de traficantes de personas sin escrúpulos.

¿Qué sucede cuando llegan a los países receptores de migrantes como el nuestro? Sería del todo injusto no reconocer cuánto han contribuido a la promoción económica, social y cultural de los inmigrantes y de sus familias los países del mundo más desarrollado, entre los que nos encontramos por fortuna a pesar de nuestras dificultades reales. En este sentido es de justicia reconocer la labor realizada por la Unión Europea durante las últimas décadas, con el cambio del ordenamiento jurídico de los beneficios sociales, sanitarios y culturales de los inmigrantes. La reagrupación familiar que ha contribuido positivamente a la reunificación de los esposos y la escolarización de los hijos son signos positivos de un fenómeno social complejo y abierto, que ha hecho posible una cierta normalización de lo heterogeneidad de la población extranjera en la misma medida que se va integrando social y culturalmente.

No todo, sin embargo, es positivo. Costosa está siendo la integración de contingentes de inmigrantes, muchos de ellos acosados por la ilegalidad de su propia situación en un país extranjero, viéndose tentados a encerrarse en el gueto de un barrio mayoritariamente poblado de connacionales, o procedentes del mismo continente, o de la misma confesión religiosa. Hay situaciones en las que los inmigrantes han ocupado barriadas del casco antiguo de ciudades, cuyos domicilios han sido abandonados por los nacionales promocionados a urbanizaciones de más moderna y cómoda habitabilidad. Aun cuando se han emprendido rehabilitaciones meritorias de tipo urbano en muchos cascos antiguos de nuestras ciudades, persisten hacinamientos domiciliares, con alquileres abusivos, que a veces unos inmigrantes  subalquilan a otros, que ceden a una explotación sin escrúpulo de quienes deberían sentirse solidarios, muchos de ellos víctimas de traficantes sin escrúpulos; y así acaban enquistándose en el cuerpo social como personas reacias a la integración y a la legalidad.

No todo lo que se hace por parte de los países receptores se corresponde con el reto que las migraciones les plantean. Se han producido abusos, explotación económica y rechazo de los inmigrantes, vistos tantas veces con sospecha, como señala el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada. La complicidad de las redes de delincuencia que operan en territorio nacional con las mafias de traficantes ilegales de seres humanos, la explotación sexual mediante inducción con engaño y presión de mujeres, víctimas de su propia condición de migrantes, han dado como resultado situaciones de moderno esclavismo y vejación de la dignidad de las personas.

Los hacinamientos en los albergues de recepción han acabado con la esperanza de muchos ilegales, o su lanzamiento a la marginación a penas se ven en libertad, en espera de mejor fortuna. Los recientes escándalos de la isla de Lampedusa no deben hacernos olvidar las lacras propias. Es cierto que no es posible dejar de regular los flujos migratorios, pero la búsqueda de la justicia alimentada por la caridad nos ha de ayudar a responder a un reto que pone a prueba nuestra tradición cristiana y de acogida. La Jornada de las Migraciones viene a ayudarnos a reflexionar sobre cuanto hacemos y lo que dejamos de hacer, si es que hemos de responder como cristianos al reto.

No depende todo de nosotros, porque la solución ajustada a verdad, ética y derecho pasa por  la colaboración en la propia promoción tanto de los emigrantes como de los estados y sociedades de los que proceden. Los países del primer mundo están obligados a la ayuda para la promoción de los países de origen de los emigrantes, para que no tengan en la emigración la única salida al buscar justicia y bienestar. La solución a la emigración pasas también por el combate contra la corrupción de los regímenes políticos de los países del Tercer Mundo, que se aprovechan incluso de la ayuda al desarrollo de muchos de los países de origen de los migrantes. Desde Pablo VI la doctrina social de la Iglesia viene insistiendo en la responsabilidad de todos en el orden internacional, recordando que la solución al problema del subdesarrollo de las naciones pobres pasa, ciertamente, por la búsqueda sincera del equilibrio democrático en la carrera por el poder político y el control de los recursos económicos, pero en ello ha de cumplir una función de primer orden la reforma del comercio internacional.

La orientación que propicia la Iglesia es la búsqueda del entendimiento y la mejora de las personas, llamadas a integrarse en un cuerpo social, abierto a los grandes desafíos de nuestro tiempo, donde la acogida no suponga la capitulación de la propia identidad o la negación de la identidad de los inmigrantes, sino el enriquecimiento humano de todos, resultado del recíproco enriquecimiento de quienes se necesitan mutuamente para ir hacia una sociedad y un mundo mucho mejores.

Estoy convencido de que la fe de Cristo, que nos ha desvelado el misterio de amor de Dios como Padre de los hombres y ha puesto de manifiesto la común vocación de fraternidad y la meta trascendente de nuestra vida, nos ayudará afrontar los muchos desafíos de las migraciones.

Con afecto y bendición.

Almería, 19 de enero de 2014

Jornada de las Migraciones

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

Fuente:: Mons. Adolfo González Montes

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ZornozaBoyRafaelMons. Rafael Zornoza     Queridos responsables de la pastoral con inmigrantes y refugiados, queridos sacerdotes y fieles laicos y sobre todo muy queridos hermanos inmigrantes y refugiados.

La campaña de este año “Haciendo un mundo mejor” nos invita a poner la mirada en nuestra misión como cristianos en medio de una situación social marcada por  la “globalización de la indiferencia”.

Tenemos algo precioso que ofrecer al mundo: a Jesucristo. Él es el único capaz de transformar al hombre, de hacer un mundo verdaderamente mejor, porque su cambio viene desde dentro, de la conversión de nuestros corazones de la tristeza individualista al gozo de la solidaridad.

Todavía están recientes en nuestra memoria los tristes acontecimientos sucedidos en la isla de Lampedusa el año pasado. Esta isla, testigo de la muerte de miles de inmigrantes desesperados por salir de la miseria y la violencia, lo fue también de la visita del Santo Padre, como todos recordamos. Lleno de fuerza profética, el papa Francisco habló de “la cultura que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en burbujas de jabón, que son hermosas, pero no son nada, son la ilusión de la vanidad, lo temporal, la indiferencia hacia los demás” (Homilía en la isla de Lampedusa, 8 de julio de 2013).

Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los demás que no nos concierne, o no nos importa. Esta “globalización de la indiferencia” es una auténtica lacra de nuestro tiempo que ha perdido la capacidad de “sufrir con”, es decir de la auténtica “com-pasión”.

El Santo Padre, en su mensaje para esta campaña lo vuelve a repetir. No hace sólo un llamamiento más a la solidaridad sino que juzga nuestra forma de mirar la vida, denunciando el concepto actual de desarrollo que está produciendo millones de excluidos en todos los aspectos. No basta hablar de “un mundo mejor” sino comprender que ese “algo más” que nuestro corazón desea y en busca del cual vamos todos -también los que se ven forzados a emigrar- no puede consistir simplemente en tener más o saber más sino en ser más.

Dice el Santo Padre: “El mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona, si la promoción de la persona es integral, en todas las dimensiones, también la espiritual, si somos capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro y la acogida” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada del Emigrante y del Refugiado 2014).

Abramos ahora los ojos con él ante los emigrantes, porque es una realidad que muchas veces llega a nuestras vidas a través de números y estadísticas, noticias continuas que ya no nos inmutan. Bajo el nombre de “inmigrante ilegal” se esconde una indiferencia terrible, como si no fuese con nosotros, como si en realidad su situación legal les hiciese menos dignos que cualquiera de nosotros. Es muy importante que  se incrementen las políticas de ayuda a los países de origen para que puedan darse las condiciones de justicia y paz que les permita vivir sin tener que huir de sus casas abandonando familia, hogar y patria. Pero, de modo más próximo se extiende una mentalidad por la que la situación de los indocumentados se convierte en una excusa que permite admitir un trato de desigualdad con respecto a los inmigrantes. Me refiero a los contratos “ilegales” en el campo, en el servicio doméstico, etc. que consideran “normal” un trato vejatorio y discriminador de estas personas. La lacra del “trabajo esclavo” no puede persistir más en nuestra sociedad. Los cristianos tenemos una misión insoslayable en este campo.

Una sociedad civilizada debe ser sensible y buscar soluciones justas, que respeten la dignidad y la igualdad de todos. Nuestra comunidad cristiana, comenzando por la parroquial, debe asumir la mirada de los ojos de Dios para acogerles e integrarles en la vida parroquial ordinaria, hasta que se sientan parte de la comunidad. Es un reto para el que nos estamos disponiendo con dedicación creciente.

El Paso del Estrecho es nuestro Lampedusa. Lo sabéis muy bien en Algeciras, en Tarifa, en Bolonia, en Barbate y en toda la costa fronteriza, sin olvidar la ciudad de Ceuta. No podemos mirar hacia otro lado. Con el papa Francisco tenemos que pedir a Dios  “la gracia de llorar por nuestra indiferencia, la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, incluso aquellos que desde  el  anonimato pueden tomar decisiones con las condiciones socio-económicas para allanar el camino de dramas como éste” (Ibídem).

La responsabilidad no es de otros, es de cada uno de nosotros. Las fuerzas que cambian el corazón de una persona son las que pueden cambiar el mundo entero. Examinemos nuestra conciencia y pongámonos manos a la obra.

En nuestra diócesis de Cádiz existe en Algeciras uno de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs), de los poco repartidos por toda España, con una ampliación de sus instalaciones en Tarifa. Allí se encuentran estos inmigrantes, pobres supervivientes sin nada más que su vida rescatada de mil desdichas. Son indocumentados, no delincuentes, pero la gente no distingue tanto, porque están “presos”, en una situación jurídica extraña, que pide a voces una solución. La Iglesia lucha para regular la presencia de capellanes y agentes de pastoral en estos Centros para poder atenderles con cercanía y cuidado. Porque, además, nuestra misión continúa cuando salen de allí, si es que no son repatriados.

La caridad de los voluntarios, sacerdotes y fieles que se les acercan, es anónima para nosotros, pero ellos nunca olvidarán  que en sus rostros encontraron la ternura de Dios y la respuesta a sus angustiadas oraciones.

Ciertamente hay también una globalización silenciosa de la caridad y hay miles de personas que se preocupan de la suerte de sus hermanos. Porque, junto a las trágicas muertes en el mar, conviven con nosotros quienes acogen a los vivos y entierran a los muertos y rezan por ellos, cuantos comparten su aflicción y les ayudan con sus bienes.

Queridos hermanos inmigrantes que convivís con nosotros: quiero deciros que sois un regalo para nosotros, no lo dudéis. Todos somos forasteros y peregrinos en esta vida (1 Pe 2, 11). Nos ayudáis con vuestra fortaleza y vuestra fe. Aportáis a nuestras celebraciones calor y alegría, la vida espiritual que traéis de vuestras tierras y que os ha dado fuerza para superar tantas adversidades.

Vosotros, como la Sagrada Familia, al emigrar lleváis escondido en vuestra indigencia al Señor de la historia y quien os acoge recibe al mismo Cristo, aún sin saberlo (Mt 25, 31-46).

“Haciendo un mundo mejor” realizamos el mandato de Cristo Resucitado: “Id y haced discípulo de todos los pueblos” (Mt 28, 19). Un Pueblo de Dios formado por muchos pueblos “de toda raza, pueblo y nación, tantos que no los podía contar” (Ap 7, 9) en camino, todos, hacia la patria eterna, hagamos un mundo mejor.

Os bendigo de corazón,

+Rafael Zornoza Boy,

Obispo de Cádiz y Ceuta

Fuente:: Mons. Rafael Zornoza

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 Mons. Salvador Gimenez VallsMons. Salvador Giménez   Sería muy significativo que durante este fin de semana todos los cristianos de Menorca tomaran conciencia de dos asuntos que interpelan a lo más hondo de nuestro corazón: el trato a los emigrantes y refugiados y la unidad de todos los que confesamos que Jesús es el Señor. Os pido vuestras oraciones y el compromiso de presencia y participación en las distintas actividades que las parroquias y comunidades organicen para tal fin.

Son dos ámbitos pastorales cuya preocupación es permanente pero en este momento los recordamos con mayor intensidad, así lo harán todas las comunidades de nuestra Iglesia. En cualquier parte del mundo habrá un especial acento en las celebraciones eucarísticas porque este domingo se conmemora el Centenario de la Jornada del Emigrante y del Refugiado y coincide, además, con la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Son dos realidades complementarias: se nos invita a poner nuestra mirada en el exterior, reconociendo a todos los distintos como hermanos y otra mirada simultánea al interior de la comunidad eclesial para preguntarnos y reconocer, arrepentidos, la falta de unidad de todos los creyentes en Cristo.

Respecto a la Jornada de este año, el lema propuesto es el siguiente: Emigrantes y Refugiados: hacia un mundo mejor. El mensaje del Papa para esta ocasión es claro y tiene los siguientes acentos:

– los fenómenos migratorios son una realidad muy actual y su conjunto es como un “signo de los tiempos”.

– como todo fenómeno humano se verifica la tensión entre la belleza de la creación y el misterio del pecado.

– la creación de un mundo mejor orienta a buscar un desarrollo auténtico e integral, a trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos.

– el mundo solo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona.

– emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad; comparten el deseo de ser “algo más”.

– trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables.

– en el rostro de cada persona a la que tenemos que evangelizar ya está el rostro de Cristo.

También los obispos españoles –la Comisión Episcopal respectiva– publican un mensaje que concreta en nuestra realidad nacional esta gran problemática. Al final del mismo proponen unas vías de comunión para que todos las podamos transitar.

La Semana de la Oración por la Unidad propone el siguiente lema ¿Es que Cristo está dividido? (I Cor 1, 13). Se ha distribuido a todas las parroquias un sencillo material pastoral que desarrolla este lema con diversos aspectos para los ocho días de la celebración.

Es muy interesante que todos lo conozcan, participen y recen para que el Señor nos conceda pronto la ansiada unidad.

Salvador Giménez Valls,

Obispo de Menorca

Fuente:: Mons. Salvador Giménez Valls

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resized__MG_0095La diócesis guipuzcoana celebra hoy a su patrón, San Sebastián. Mons. Jose Ignacio Munilla ha presidido la Misa en la Basílica de Santa María, a las 10:30 horas con presencia de las autoridades. 

En su homilía, tras recordar la historia del santo, el prelado donostiarra ha destacado que”en esta vida todos tenemos que optar entre dos metas: o el bien común de la sociedad, o nuestro exclusivo interés. Quienes persiguen el bien común por encima de todo, necesitan ejercitarse en las virtudes de la justicia y de la prudencia, para conjugar los intereses personales, en el contexto de una perspectiva social. Por el contrario, quienes no persiguen otra cosa que su propio interés, suelen hacer gala de imprudencia, obstinación y hasta de crueldad”.

Dirigiéndose a los fieles congregados, Mons. Munilla ha señalado que “la fe cristiana aporta elementos decisivos para el bien común. Entre otras cosas, la propia creencia en la existencia del bien común. Y es que, ¿existe el bien común?… No parece una casualidad que en nuestra cultura secularizada y laicista, prácticamente se haya dejado de utilizar este término: “bien común””.  Aludiendo a la actualidad política y social del país, Mons. Munilla ha puntualizado que “el drama consiste en que la política —siendo muy necesaria— ha llegado a convertirse en el único principio rector de la existencia humana. En efecto, la política pretende decidir el bien y el mal; la política pretende redefinir la naturaleza humana y la propia familia; la política pretende determinar el principio y el fin de la vida humana; la política pretende ser la única responsable del sistema de enseñanza, etc”  y ha puesto como ejemplos la indefensión de la vida humana desde su concepción.

El prelado ha animado a los presentes a renovar la llamada a la santidad recibida en el Bautismo antes de continuar con la celebración en el día del patrón diocesano.

Fuente:: SIC

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