Fiesta de la Natividad de María: Celebran en España 25º aniversario de la Coronación de la Virgen de la Cueva Santa

Segorbe-Castellón (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) Con gran devoción, y retomando una tradición que ocurre desde el Siglo XVI, centenas de personas se reunieron el 7 y 8 de septiembre en el Santuario de la Cueva Santa, para rendir un homenaje a la patrona de la diócesis de Sergobe-Castellón con motivo de la Festividad de la Natividad de María, evento que este 2013 tiene un tinte especial por el 25º aniversario de su Coronación Canónica, acontecimiento que se celebró el pasado junio.

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Virgen de la Cueva Santa / Foto: M. Sebatián.

Con motivo de esta efeméride, que es de gran importancia para la Iglesia particular de Sergobe-Castellón, su Obispo, Mons. Casimiro López Llorente, dirigió un mensaje a los fieles de su diócesis.

«¿Qué significa haber coronado a la Virgen de la Cueva Santa? Con este gesto proclamamos a la Virgen María como nuestra Reina. Y lo hacemos porque reconocemos en ella a la Madre del Rey mesiánico, Jesús, el Hijo de Dios, cuyo reino no tendrá fin. A María la llamados Reina, porque, ella, la llena de gracia de Dios, fue unida íntimamente a Cristo y asociada a la obra redentora de su Hijo, y así nos lleva a la fuente de la Gracia», resalta el prelado en su misiva.

Asimismo, Mons. López Llorente recuerda que al proclamar reina a la Virgen de la Cueva Santa, Nuestra Señora invita «a volver la mirada a Dios, a Jesucristo, al Redentor y Salvador de todos los hombres».

Dice también que quien se acerca a María se acerca igualmente al Salvador: «Es preciso que cada uno de los cristianos demos un gran paso y por medio de María nos encontremos con Jesucristo, lo conozcamos, lo acojamos en nuestra vida, lo amemos, lo sigamos y demos testimonio de Él».

Finalmente dice que la Virgen de la Cueva Santa «será de verdad Reina nuestra si con ella nuestro pensar, sentir y actuar es según Dios». E invita a volver la mirada «a Aquella que nos entregó como regalo a su propio Hijo. A ella le decimos: Virgen de la Cueva Santa, guárdanos siempre en el camino de la fe».

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Momento de la Coronación Canónica de la Virgen de la Cueva Santa el 12 de junio de 1988.

La conmemoración de Nuestra Señora de la Cueva comenzó a las 22:30 horas del pasado sábado 7 de septiembre con el rezo del Santo Rosario de antorchas, evento que ocurrió en el santuario mariano. La conmemoración continuó el domingo 8 con una solemne Eucaristía que presidió en el lugar Mons. López Llorente a las 11:30, y continuó con una solemne procesión de acción de gracias en el lugar donde hace 25 años ocurrió la Coronación Canónica.

Virgen de la Cueva Santa

La historia de la Virgen de la Cueva Santa gira en torno a una leyenda. Esta relata que un pastor que se refugiaba en una gruta dejó en ella una imagen de Nuestra Señora, que era atribuida a Fray Bonifacio Ferrer, hermano de San Vicente Ferrer. Se dice que un siglo más tarde, la Virgen se le apareció a otro pastor le indicó dónde se hallaba la imagen.

La Virgen de la Cueva es una talla en bajorrelieve de yeso con 20 centímetros de alto y 10 de ancho. En ella se ve la imagen de la Madre de Dios anciana con un traje de viuda.

Esta imagen es ampliamente venerada en varias localidades valencianas. Su Coronación Canónica ocurrió el 12 de junio de 1988.

Con información de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

 

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9 de Septiembre de 2013 / 0 Comentarios

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Con reflexión sobre la familia como escuela de fe, terminó en Perú Semana Nacional de la Familia

Lima (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) Con el objeto de brindar a las familias, y comunidad en general, un espacio de reflexión sobre la importancia de la familia para la sociedad y sobre la defensa de la vida, especialmente desde la concepción, concluyó en Perú la Semana Nacional de la Familia.

El evento, que transcurrió del 1º al 8 de septiembre en unión con la Jornada por la Vida, es promovido cada año por la Comisión Episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), y este 2013, en sintonía con el Año de la Fe, tuvo como lema: «Familia, Escuela de Fe».

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La iniciativa, como destaca el Episcopado Peruano en una nota de prensa emitida por su Servicio Informativo Semanal, tuvo el propósito de «fortalecer la conciencia sobre la importancia de la Familia como ámbito natural y propicio para el inicio y la transmisión de la fe cristiana y la vivencia de los Sacramentos».

Para ello, la Comisión de Familia y Vida de la CEP puso a disposición de diócesis, parroquias y comunidades de fe diversos materiales para favorecer la reflexión en torno a la célula base de la sociedad, entre ellos un folleto titulado «La Familia, el trabajo y la fiesta: tres dones de Dios».

Familia, Fuente de Vida

Adicionalmente, la Comisión de Familia y Vida, dirigió un mensaje a todos los fieles peruanos, donde hace un llamado a defender la vida desde el vientre materno.

En el mensaje titulado «Familia, Fuente de Vida», la Comisión alerta: «vivimos una cultura de desprecio a la vida, incluso dentro de la misma relación conyugal de los esposos. Cuando la anticoncepción y el aborto toman morada en la relación de marido y mujer es algo sumamente grave, ya que se están envenenando las mismas fuentes de la vida humana que es sagrada. Más grave aún es el hecho de que, en gran medida, -estos atentados a la vida- se produzcan dentro y por obra de la familia, que constitutivamente está llamada a ser, el santuario de la vida».

En este sentido, haciendo eco de palabras pronunciadas por el Papa Francisco, la Comisión de Familia y Vida hace una especial exhortación a los padres de familia: «frente a la cultura del deshecho, que relativiza el valor de la vida humana, los padres están llamados a transmitir a sus hijos la conciencia de que siempre debe ser defendida, desde el vientre materno, reconociendo en ella un don de Dios y una garantía del futuro de la humanidad, pero también en el cuidado de los ancianos, especialmente de los abuelos, que son la memoria viva de un pueblo y transmiten la sabiduría de la vida».

Con información del Servicio Informativo Semanal de la CEP.

 

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Redacción (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) Decía Plinio Corrêa de Oliveira que el problema no es el placer en sí, sino que el placer obstaculice el camino hacia el Absoluto, y se constituya él en falso absoluto. Expliquemos un tanto la importante afirmación anterior.

Afirmemos primero que el placer no puede ser malo, pues fue también creado por Dios: placer se define en filosofía cristiana como el resultado de la realización de las tendencias, de las apetencias, sean estas sensibles o racionales. De tal manera que si la persona tiene el deseo de comer un helado de pistacho, y satisface esa apetencia, sobreviene el placer. Sin embargo, si se trasforma el ‘placer del helado de pistacho’ en un ‘absoluto’, pues se trunca el camino normal que debe recorrer el espíritu humano y es el de ver en el helado de pistacho lo que tiene de reflejo de Dios. El placer no es el término final del correcto proceso humano sino que es Dios, presente en un color, en un sabor, en una textura, algo que solo puede ser alcanzado cuando la persona no se deja inebriar por el mero placer.

Es claro también que la experiencia de un intenso placer (particularmente los placeres meramente sensibles) es un mayor riesgo de truncar el camino hacia el absoluto, máxime en una naturaleza decaída como la nuestra; es por ello que la moral cristiana hace de la prédica de la templanza una de sus principales labores. El vicioso es llanamente aquel que dejó que el placer se trasformase en su absoluto y lo esclavizase.

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Amando a Dios, en un atardecer – Foto: josemiguelmartinez.es

Entretanto el placer, en sus justos límites, sí puede servir de incentivo para buscar al Absoluto. Hay también en el hombre (en unos más, en otros menos) una tendencia a encerrarse en sí, en su mero egoísmo, siguiendo el camino de Satanás que de no ver la maravilla de Dios presente a su alrededor, y de tanto contemplarse exclusivamente a sí, hizo de él si dios. Verdaderamente el placer legítimo que se experimenta en contacto con el Universo, nos puede servir de incentivo a abrirnos a la presencia de Dios, que se manifiesta también en el Orden creado.

Lo cierto es que desde que inicia su recorrido en esta tierra, el ser humano forzosamente se va haciendo cada vez más consciente de su contingencia, de sus carencias, de su necesidad de ser ‘completado’. Su necesidad de alimento, de abrigo, de ayuda de todo tipo no son sino manifestaciones de su contingencia. Pero no sólo eso. Aún cuando satisfechas las necesidades de subsistencia física, normalmente el hombre sigue buscando otras cosas, sigue deseando algo más, quiere conocer una y otra realidad, otros hombres, en lo que se revela la tendencia del ser humano hacia el Absoluto: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti», decía San Agustín al constatar una de las más importantes realidades psicológicas del hombre.

Ese necesario caminar hacia el Absoluto pasa forzosamente por el Universo material. El hombre conoce y abstrae a partir de las realidades sensibles y las realidades sensibles son causa del despertar las apetencias del hombre. Es decir, a partir de las realidades sensibles se desarrolla todo el psiquismo humano. San Simón el estilita -admirable arriba de su columna de 17 metros, alejado de todo convivio humano en su contemplación directa de Dios- no es sino una maravillosa excepción, de esas que Dios suscita para el asombro encantado del género humano.

¿Tendremos pues que entrar en contacto con los bienes sensibles, teniendo siempre en el consciente o en el subconsciente que ellos son nuestros enemigos, que nos pueden llevar al vicio, transformarse en falsos absolutos y obstaculizar el camino hacia el Creador? La vigilancia es una de las cualidades del buen cristiano, ya lo dijo el Salvador: «Vigilad y orad para no caer en tentación». Entretanto, ¿si Dios manifiesta de una u otra manera su existencia en el Universo, y fue Dios quien nos puso en el Universo, y fue Él mismo quien quiso que nos ‘completáramos’ en el Universo, no habrá una forma de que este Universo sea también camino para llegar a Dios? Evidentemente que sí.

«El Universo es una catedral», decía también Plinio Corrêa de Oliveira, en el sentido de que podemos usar la obra de Dios para trascender hacia Él, así como quien va a una bella Catedral y encuentra en una bonita y piadosa imagen, o frente a un bello altar, la ocasión para adorar al Hacedor del Mundo.

Admirar las muchas cosas admirables que hay en la creación, es así un acto de ‘buena educación’ con Dios. Como cuando una gran dama nos invita con especial gusto a una recepción, en un elegante y decorado salón, donde se ofrecen viandas exquisitas. ¿Tendríamos allí el mal gesto de pasar sin degustar, contemplar, admirar y agradecer? Bien probablemente no. Pues no hagamos eso con Dios.

Por Saúl Castiblanco

 

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Procesión acuática marca festejos por 500 años de la primera diócesis en tierra firme de América

Ciudad de Panamá (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) Las costas de la Bahía de Panamá fueron este domingo 8 de septiembre escenario de la procesión acuática con la imagen peregrina de Santa María de la Antigua, Patrona de Panamá. La procesión marcó el inicio de los festejos por los 500 años de la primera diócesis en tierra firme de América, aniversario que conmemora hoy, 9 de septiembre, la Iglesia panameña.

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Procesión acuática con Santa María La Antigua / Foto: Conferencia Episcopal de Panamá.

La imagen peregrina de la patrona del país centroamericano fue recibida por la Arquidiócesis de Panamá el pasado sábado 7 luego de peregrinar por las diócesis locales, un recorrido que tuvo lugar precisamente con motivo del 5º centenario de la Diócesis de Santa María La Antigua que pasó por las jurisdicciones de Darién, Colón-Kuna Yala, Bocas del Toro, David, Santiago y Chitré.

La procesión acuática transcurrió cerca de la Cinta Costera en la capital panameña, continuó por varias de las vías principales de Ciudad de Panamá hasta llegar a la Catedral, donde tuvo lugar una solemne celebración Eucarística a la que asistieron miles de fieles.

Durante la Santa Misa, que fue presidida por Mons. José D. Ulloa Mendieta, Arzobispo Metropolitano de Panamá y Presidente de la Conferencia Episcopal Panameña, el prelado resaltó: «Con gozo hemos llegado hasta el atrio de la Catedral Metropolitana, luego de participar de la procesión acuática, que nos ha recordado cómo nos llegó la fe bajo la advocación de Santa María la Antigua, a través del mar (…) Hemos caminado por la Cinta Costera rezando y alabando a nuestra Madre Celestial, como peregrinos que caminan hacia el encuentro del Señor».

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Foto: Conferencia Episcopal de Panamá.

Luego continuó: «Ahora aquí nos congregamos entorno a la mesa eucarística (…) que este año se reviste de una particularidad muy especial: Hace 500 años -el 9 de septiembre de 1513- la fe cristiana católica llegó oficialmente a este pequeño Istmo Panameño, mediante un acto jurídico de la Suprema autoridad de la Iglesia Católica en la persona de Su Santidad el Papa León Décimo, quien firmó la Bula Pontificia, con la que creó la Diócesis de Santa María la Antigua del Darién, la primera en tierra firme».

En otro momento Mons. Ulloa Mendieta recordó cómo la Virgen María es parte importante de la identidad panameña: «Sin saberlo, la primera advocación que llegó a América, Santa María la Antigua, fue penetrando en la cultura panameña en su esencia misma, de allí ese amor a la Virgen María, que se ha convertido en parte fundamental de nuestra identidad religiosa y católica».

Los festejos por la primera diócesis en tierra firme de América han continuado hoy con la serenata a la Virgen, que se celebró en el atrio de la Catedral a las 5:00 horas, luego con el rezo del Santo Rosario y una solemne celebración Eucarística, también en la Catedral, que inició a las 10:30 horas.

Con información de la Conferencia Episcopal Panameña.

 

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9 de Septiembre de 2013 / 0 Comentarios

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Ciudad del Vaticano (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) El Ángelus de este domingo 08 de septiembre, fue rezado aún dentro del espíritu con que se realizó la Vigilia de oración y ayuno del sábado anterior, también en la Plaza de San Pedro. Decenas de millares de peregrinos oyeron al Papa Francisco decir: «No al odio fratricida y a las mentiras de que se sirve».

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El Papa enfatizo: «¿Para qué sirve hacer guerras, tantas guerras, si no se es capaz de hacer esa guerra profunda contra el mal? ¡No sirve para nada! No está bien… Eso comporta, entre otras cosas, esa guerra contra el mal comporta decir no al odio fratricida y a las mentiras de que se sirve. Decir no a la violencia en todas sus formas. ¡Decir no a la proliferación de armas y a su comercio ilegal!»

El Santo Padre apelo nuevamente a la consciencia de los cristianos y pueblos de todo el mundo a fin de que asuman la opción de la «lógica del servicio», «no siguiendo otros interesses sino los de la paz y del bien común» y afirmó: «¡Continuemos con la oración y con las obras de paz! Os invito a continuar rezando para que cese inmediatamente la violencia y la devastación en Siria y se trabaje en un esfuerzo renovado por una justa solución del conflicto fratricida».

Antes de despedirse de los millares de fieles y peregrinos reunidos em la Plaza de San Pedro, el Pontífice recordó la Beatificación de Maria Golognesi, ocurrida en este sa´bado enla localidad italiana de Rovigo. «Vivió toda su vida al servicio de los demás, especialmente de los pobres y enfermos, soportando grandes sufrimientos en profunda unión con la pasión de Cristo. Demos gracias a Dios por este testimonio del Evangelio».

En la alocución que precedió el Ángelus, el Papa recordó que «seguir a Jesús ¡no significa participar de un cortejo triunfal! Significa compartir su amor misericordiosos, entrar en su gran obra de misericordia por cada hombre y por todos los hombres». (JSG)

 

 

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9 de Septiembre de 2013 / 0 Comentarios

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Belén (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) El Arzobispo de Belén de Pará, Mons. Alberto Taveira Corrêa, en reciente artículo, escribió sobre las elecciones que debemos hacer en nuestras vidas, al mismo tiempo agradando la voluntad de Nuestro Señor y siendo felices consigo mismos.

Mons. Alberto explicó que «desde toda la eternidad, fuimos amados y escogidos por Dios para ser felices y santos (Cf. Ef 1,4). Su plan de amor está descrito en las primeras páginas del Libro del Génesis (Cf. Gn 1,1-2,25) de forma magnífica, llegando a la conclusión cargada de optimismo, de que ‘Dios vio todo lo que había hecho, y era muy bueno’ (Gn 1,31)».

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Según el prelado, el hombre y la mujer no fueron pensados por Dios como automáticos, «a ser controlados por cualquier tipo de control remoto», pero sí, «para ser participantes y socios en la construcción de la propia aventura de felicidad».

Ilustrando un poco más su artículo, Mons. Alberto contó sobre la experiencia que tuvo cuando conoció a un joven interno que formaba parte del proyecto de rehabilitación de la Hacienda de la Esperanza [centro de rehabilitación de farmacodependientes]. Él narró el momento en que el joven le mostraba que deseaba vivir la libertad, y entonces, «escogió recorrer la estrada más exigente, tornándose después una persona integrada en la Iglesia y la Sociedad».

«De la misma forma, todos los discípulos y discípulas de Jesucristo, sin excepción, deben enfrentarse, más temprano o más tarde, con el Señor que les pregunta respecto a sus opciones más profundas, cuyas consecuencias condicionan las decisiones cotidianas a ser tomadas. Lo mejor es decidirse en seguida, aprender a usar el magnífico don de la libertad para buscar lo que es digno de los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios», resaltó.

El Arzobispo de Belén afirmó que el testimonio de San Lucas le llamaba mucho la atención debido a la exigencia del Evangelista dirigida a muchas personas, incentivándolas a buscar a Dios y a renunciar a todo lo que tenían para seguir el camino del Padre.

«Todos serán puestos delante de la elección a ser hecha, como respuesta de amor a quien nos escogió, nos concedió el regalo de la vida, de la libertad y del camino de realización y felicidad», explicó.

Luego, indagó a los lectores si «es posible pasar la vida entera en esta tierra sin hacer esta opción fundamental de la existencia, escogiendo migajas, cuando fuimos hechos para la plenitud de Dios y con Dios, que no excluye la convivencia con las otras personas y el valor a ser atribuido a todo lo que Dios hizo».

La respuesta para esta pregunta, Mons. Alberto reveló: «Cuando no se hace esta elección, la vida parecerá una construcción mal planeada y realizada. Las frustraciones no son necesariamente resultados de las eventuales fallas en el proceso de edificación de la existencia, sino de la falta de claridad en los objetivos a ser alcanzados. La burla puede venir de dentro o de afuera. La nota baja dada por la propia persona acostumbra a tornarse un espectro que acompaña años y años de una vida».

Al hacer una pequeña comparación, usando el ejemplo de la parábola de la sal contenida en el Evangelio de San Lucas, el prelado afirmó: «La sal es buena. ¿Pero si hasta la sal pierde el sabor, con qué se ha de salar? No sirve ni para la tierra, ni para el estiércol, sino solo para ser arrojada afuera. Quien tiene oídos para oír, que oiga» (Lc 14,35)».

«¡O somos aquello que corresponde a nuestra vocación, o entonces no serviremos para nada, ni para abono! Que la pequeña parábola nos ponga en una crisis fecunda, para que no falte al mundo la presencia de quien fue llamado a ser sal, luz y fermento del Reino de Dios», exhortó.

De acuerdo con Mons. Alberto, la edificación de la existencia llevará en cuenta a las otras personas, pero también, llevará a buscar el bien de los otros. «Si Dios es amado por encima de todas las cosas, estas tendrán su importancia, ¡sin exageraciones! Los bienes materiales serán buscados y al mismo tiempo compartidos. Quien haga la opción por Dios no temerá a los desafíos, las crisis o persecuciones».

De esta forma, como explicó el Arzobispo, sabiendo lo que fue escogido para nuestra propia vida, podemos madurar, teniendo «la necesaria serenidad para buscar nuevos caminos», buscando orientación y apoyo en quien pueda oírnos, aconsejarnos y acompañarnos, pues «esta es una forma para entender los llamados ‘consejos evangélicos’ de la castidad, pobreza y obediencia, proclamados por Jesús para todos sus discípulos».

Finalizando su artículo, Mons. Alberto enfatizó: «Quien tenga el coraje de rehacer, a la luz del Evangelio, sus opciones de vida, experimentará que un mundo diferente y nuevo es posible. Solo que precisa comenzar aquí, dentro de lo más íntimo del corazón y de las elecciones de cada hombre y cada mujer, discípulos de Jesucristo, que aguarda a todos como misioneros del Reino de Dios». (LMI)

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Redacción (Lunes, 09-09-2013, Gaudium Press) Para nadie se presenta como novedad el calificativo de esta Tierra como un valle de lágrimas. La vida con sus repeticiones y rutinas – noche y día, sol y lluvia, frío y calor, trabajo y descanso, salud y enfermedad, alegrías y tristezas – nunca constituirá un paraíso solo de delicias.

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Todo en esta Tierra es pasajero, «la vida del hombre no es más que un soplo» (Sl 61,10), cantaba el salmista. Siendo así, el hombre que coloca demasiada esperanza en sí mismo y en las cosas de este mundo, todas perecibles, fácilmente cae en la desilusión.

Es lo que nos dice Cecília Meirelles en su poema: «Anda el sol por las praderas/ y pasea la mano dorada/ por las aguas, por las hojas…/ ¡Ah! todo burbujas/ que vienen de hondas piscinas/ de ilusionismo… – más nada. […] Porque la vida, la vida, la vida,/ la vida solo es posible/ reinventada» 1.

La escritora no fue la primera en describir el desencanto de las cosas terrenas. Hace más de tres mil años ya describía esa situación el más poderoso y más sabio de los monarcas que Israel conoció, el Rey Salomón, en el libro del Eclesiastés.

¡Vanidad de vanidades, dice el Eclesiastés, vanidad de vanidades! Todo es vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con que se cansa debajo del sol? Una generación pasa, otra viene; pero la tierra siempre subsiste. El sol se levanta, el sol se pone; se apura a volver a su lugar; en seguida, se levanta de nuevo. El viento va en dirección al sur, va en dirección al norte, voltea y gira en los mismos circuitos. Todos los ríos se dirigen al mar, y el mar no transborda. En dirección al mar, adonde corren los ríos, ellos continúan corriendo. Todas las cosas se cansan, más de lo que se puede decir. La vista no se cansa de ver, el oído nunca se sacia de oír. Lo que fue es lo que será: lo que sucede es lo que ha de suceder. No hay nada de nuevo debajo del sol. Si es encontrada alguna cosa de la cual se dice: Vea: esto es nuevo, ella ya existía en los tiempos pasados. No hay memoria de lo que es antiguo, y nuestros descendientes no dejarán memoria junto a aquellos que vendrán después de ellos.

Yo, el Eclesiastés, fui rey de Israel en Jerusalén. Apliqué mi espíritu a un estudio atencioso y a la sabia observación de todo lo que pasa debajo de los cielos: Dios impuso a los hombres esta ocupación ingrata. Vi todo lo que se hace debajo del sol, y es: todo vanidad, y viento que pasa (Ecle 1, 2-14).

Entretanto, hay una solución para ese sinsabor de la vida. La propia autora del poema nos la describe al decir: «La vida solo es posible reinventada».

¿En qué consiste, entonces, esa reinvención de la vida? En reinventar su concepto. Veamos los diversos modos de verla.

Si consideramos que el fin último del ser humano se cumple en esta Tierra y que todo acaba con la muerte, que no existe una realidad superior más allá de la que constatamos con nuestros sentidos, entonces realmente todo es vanidad, ¡todo es ilusión!

Pero otra es la certeza que nos da la fe católica: el hombre está en esta Tierra apenas como peregrino, su existencia aquí es una preparación para la verdadera vida que se inicia después de su muerte, y que es eterna. Siendo así, todo lo que el hombre hace, siente y quiere tiene una repercusión en la eternidad y nada constituye una repetición tediosa y sin sentido, sino en un mérito o desmérito conquistado para la vida futura.

Además, Dios, Padre providente, está siempre orientando y actuando en la Historia de la humanidad. Es esa una bella reinvención de la vida: contemplar el actuar de Dios, sea en la naturaleza – como una bella puesta de sol o una suave nevada -, sea en el alma de nuestros semejantes, como, por ejemplo, el candor de un niño inocente o el desvelo cariñoso de una madre. Atentos a esas maravillas proporcionadas por el Altísimo, nos abstraemos de lo material y cotidiano de la vida y desvendamos, así, su verdadero sentido.

Reinventada de este modo, la vida se tornará no solo posible, sino también bella y atrayente.

Por la Hna. Maria Teresa Ribeiro Matos, EP

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1MEIRELES, Cecília. Flor de poemas. Rio de Janeiro: José Aguilar, 1972, p. 94.

 

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