Ad Caeli Reginam, la Encíclica de Pío XII que instituyó la fiesta de Santa María, Reina

Redacción (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) En el día en que la Iglesia Católica celebra el glorioso título de la Santísima Virgen como Reina, de acuerdo a la muy arraigada tradición y devoción popular, Gaudium Press comparte con sus lectores el texto completo de la Carta Encíclica Ad Caeli Reginam, de Su Santidad Pío XII. Este excepcional texto pontificio escrito en 1954 recorre las fuentes del culto a la Santísima Virgen como Reina en la tradición, la liturgia y la teología e instituye la fiesta que celebramos actualmente.

Nos unimos a la intención del Papa Pío XII de «renovar las alabanzas de nuestra celestial Madre y para hacer más viva la devoción en las almas, con ventajas espirituales» y deseamos a nuestros lectores una fructífera lectura.

CARTA ENCÍCLICA
AD CAELI REGINAM
DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR
PÍO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
PAPA XII

A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y DEMÁS ORDINARIOS LOCALES
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA

SOBRE LA REALEZA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Y LA INSTITUCIÓN DE SU FIESTA

VENERABLES HERMANOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA

A la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.

Y ahora, después de las grandes ruinas que aun ante Nuestra vista han destruido florecientes ciudades, villas y aldeas; ante el doloroso espectáculo de tales y tantos males morales que amenazadores avanzan en cenagosas oleadas, a la par que vemos resquebrajarse las bases mismas de la justicia y triunfar la corrupción, en este incierto y pavoroso estado de cosas Nos vemos profundamente angustiados, pero recurrimos confiados a nuestra Reina María, poniendo a sus pies, junto con el Nuestro, los sentimientos de devoción de todos los fieles que se glorían del nombre de cristianos.

INTRODUCCIÓN

2. Place y es útil recordar que Nos mismo, en el primer día de noviembre del Año Santo, 1950, ante una gran multitud de Eminentísimos Cardenales, de venerables Obispos, de Sacerdotes y de cristianos, llegados de las partes todas del mundo – decretamos el dogma de la Asunción de la Beatísima Virgen María al Cielo[1], donde, presente en alma y en cuerpo, reina entre los coros de los Ángeles y de los Santos, a una con su unigénito Hijo. Además, al cumplirse el centenario de la definición dogmática -hecha por Nuestro Predecesor, Pío IX, de ilustre memoria- de la Concepción de la Madre de Dios sin mancha alguna de pecado original, promulgamos[2] el Año Mariano, durante el cual vemos con suma alegría que no sólo en esta alma Ciudad -singularmente en la Basílica Liberiana, donde innumerables muchedumbres acuden a manifestar públicamente su fe y su ardiente amor a la Madre celestial- sino también en toda las partes del mundo vuelve a florecer cada vez más la devoción hacia la Virgen Madre de Dios, mientras los principales Santuarios de María han acogido y acogen todavía imponentes peregrinaciones de fieles devotos.

Y todos saben cómo Nos, siempre que se Nos ha ofrecido la posibilidad, esto es, cuando hemos podido dirigir la palabra a Nuestros hijos, que han llegado a visitarnos, y cuando por medio de las ondas radiofónicas hemos dirigido mensajes aun a pueblos alejados, jamás hemos cesado de exhortar a todos aquellos, a quienes hemos podido dirigirnos, a amar a nuestra benignísima y poderosísima Madre con un amor tierno y vivo, cual cumple a los hijos.

Recordamos a este propósito particularmente el Radiomensaje que hemos dirigido al pueblo de Portugal, al ser coronada la milagrosa Virgen de Fátima[3], Radiomensaje que Nos mismo hemos llamado de la «Realeza» de María[4].

3. Por todo ello, y como para coronar estos testimonios todos de Nuestra piedad mariana, a los que con tanto entusiasmo ha respondido el pueblo cristiano, para concluir útil y felizmente el Año Mariano que ya está terminando, así como para acceder a las insistentes peticiones que de todas partes Nos han llegado, hemos determinado instituir la fiesta litúrgica de la «Bienaventurada María Virgen Reina».

Cierto que no se trata de una nueva verdad propuesta al pueblo cristiano, porque el fundamento y las razones de la dignidad real de María, abundantemente expresadas en todo tiempo, se encuentran en los antiguos documentos de la Iglesia y en los libros de la sagrada liturgia.

Mas queremos recordarlos ahora en la presente Encíclica para renovar las alabanzas de nuestra celestial Madre y para hacer más viva la devoción en las almas, con ventajas espirituales.

I. TRADICIÓN

4. Con razón ha creído siempre el pueblo cristiano, aun en los siglos pasados, que Aquélla, de la que nació el Hijo del Altísimo, que «reinará eternamente en la casa de Jacob»[5] y [será] «Príncipe de la Paz»[6], «Rey de los reyes y Señor de los señores»[7], por encima de todas las demás criaturas recibió de Dios singularísimos privilegios de gracia. Y considerando luego las íntimas relaciones que unen a la madre con el hijo, reconoció fácilmente en la Madre de Dios una regia preeminencia sobre todos los seres.

Por ello se comprende fácilmente cómo ya los antiguos escritores de la Iglesia, fundados en las palabras del arcángel San Gabriel que predijo el reinado eterno del Hijo de María[8], y en las de Isabel que se inclinó reverente ante ella, llamándola «Madre de mi Señor»[9], al denominar a María «Madre del Rey» y «Madre del Señor», querían claramente significar que de la realeza del Hijo se había de derivar a su Madre una singular elevación y preeminencia.

5. Por esta razón San Efrén, con férvida inspiración poética, hace hablar así a María: «Manténgame el cielo con su abrazo, porque se me debe más honor que a él; pues el cielo fue tan sólo tu trono, pero no tu madre. ¡Cuánto más no habrá de honrarse y venerarse a la Madre del Rey que a su trono!»[10]. Y en otro lugar ora él así a María: «… virgen augusta y dueña, Reina, Señora, protégeme bajo tus alas, guárdame, para que no se gloríe contra mí Satanás, que siembra ruinas, ni triunfe contra mí el malvado enemigo»[11].

San Gregorio Nacianceno llama a María «Madre del Rey de todo el universo», «Madre Virgen, que dio a luz al Rey de todo el mundo»[12]. Prudencio, a su vez, afirma que la Madre se maravilló «de haber engendrado a Dios como hombre sí, pero también como Sumo Rey»[13].

Esta dignidad real de María se halla, además, claramente afirmada por quienes la llaman «Señora», «Dominadora» y «Reina».

Ya en una homilía atribuida a Orígenes, Isabel saluda a María «Madre de mi Señor», y aun la dice también: «Tú eres mi señora»[14].

Lo mismo se deduce de San Jerónimo, cuando expone su pensamiento sobre las varias «interpretaciones» del nombre de «María»: «Sépase que María en la lengua siriaca significa Señora»[15]. E igualmente se expresa, después de él, San Pedro Crisólogo: «El nombre hebreo María se traduce Domina en latín; por lo tanto, el ángel la saluda Señora para que se vea libre del temor servil la Madre del Dominador, pues éste, como hijo, quiso que ella naciera y fuera llamada Señora»[16].

San Epifanio, obispo de Constantinopla, escribe al Sumo Pontífice Hormidas, que se ha de implorar la unidad de la Iglesia «por la gracia de la santa y consubstancial Trinidad y por la intercesión de nuestra santa Señora, gloriosa Virgen y Madre de Dios, María»[17].

Un autor del mismo tiempo saluda solemnemente con estas palabras a la Bienaventurada Virgen sentada a la diestra de Dios, para que pida por nosotros: «Señora de los mortales, santísima Madre de Dios»[18].

San Andrés de Creta atribuye frecuentemente la dignidad de reina a la Virgen, y así escribe: «(Jesucristo) lleva en este día como Reina del género humano, desde la morada terrenal (a los cielos) a su Madre siempre Virgen, en cuyo seno, aun permaneciendo Dios, tomó la carne humana«[19]. Y en otra parte: «Reina de todos los hombres, porque, fiel de hecho al significado de su nombre, se encuentra por encima de todos, si sólo a Dios se exceptúa»[20].

También San Germán se dirige así a la humilde Virgen: «Siéntate, Señora: eres Reina y más eminente que los reyes todos, y así te corresponde sentarte en el puesto más alto»[21]; y la llama «Señora de todos los que en la tierra habitan»[22].

San Juan Damasceno la proclama «Reina, Dueña, Señora»[23] y también «Señora de todas las criaturas»[24]; y un antiguo escritor de la Iglesia occidental la llama «Reina feliz», «Reina eterna, junto al Hijo Rey, cuya nívea cabeza está adornada con áurea corona»[25].

Finalmente, San Ildefonso de Toledo resume casi todos los títulos de honor en este saludo: «¡Oh Señora mía!, ¡oh Dominadora mía!: tú mandas en mí, Madre de mi Señor…, Señora entre las esclavas, Reina entre las hermanas»[26].

6. Los Teólogos de la Iglesia, extrayendo su doctrina de estos y otros muchos testimonios de la antigua tradición, han llamado a la Beatísima Madre Virgen Reina de todas las cosas creadas, Reina del mundo, Señora del universo.

7. Los Sumos Pastores de la Iglesia creyeron deber suyo el aprobar y excitar con exhortaciones y alabanzas la devoción del pueblo cristiano hacia la celestial Madre y Reina.

Dejando aparte documentos de los Papas recientes, recordaremos que ya en el siglo séptimo Nuestro Predecesor San Martín llamó a María «nuestra Señora gloriosa, siempre Virgen»[27]; San Agatón, en la carta sinodal, enviada a los Padres del Sexto Concilio Ecuménico, la llamó «Señora nuestra, verdadera y propiamente Madre de Dios»[28]; y en el siglo octavo, Gregorio II en una carta enviada al patriarca San Germán, leída entre aclamaciones de los Padres del Séptimo Concilio Ecuménico, proclamaba a María «Señora de todos y verdadera Madre de Dios y Señora de todos los cristianos»[29].

Recordaremos igualmente que Nuestro Predecesor, de ilustre memoria, Sixto IV, en la bula Cum praexcelsa[30], al referirse favorablemente a la doctrina de la inmaculada concepción de la Bienaventurada Virgen, comienza con estas palabras: «Reina, que siempre vigilante intercede junto al Rey que ha engendrado». E igualmente Benedicto XIV, en la bula Gloriosae Dominae[31] llama a María «Reina del Cielo y de la tierra», afirmando que «el Sumo Rey le ha confiado a ella, en cierto modo, su propio imperio».

Por ello San Alfonso de Ligorio, resumiendo toda la tradición de los siglos anteriores, escribió con suma devoción: «Porque la Virgen María fue exaltada a ser la Madre del Rey de los reyes, con justa razón la Iglesia la honra con el título de Reina»[32].

II. LITURGIA

8. La sagrada Liturgia, fiel espejo de la enseñanza comunicada por los Padres y creída por el pueblo cristiano, ha cantado en el correr de los siglos y canta de continuo, así en Oriente como en Occidente, las glorias de la celestial Reina.

9. Férvidos resuenan los acentos en el Oriente: «Oh Madre de Dios, hoy eres trasladada al cielo sobre los carros de los querubines, y los serafines se honran con estar a tus órdenes, mientras los ejércitos de la celestial milicia se postran ante Ti»[33].

Y también: «Oh justo, beatísimo [José], por tu real origen has sido escogido entre todos como Esposo de la Reina Inmaculada, que de modo inefable dará a luz al Rey Jesús»[34]. Y además: «Himno cantaré a la Madre Reina, a la cual me vuelvo gozoso, para celebrar con alegría sus glorias… Oh Señora, nuestra lengua no te puede celebrar dignamente, porque Tú, que has dado a la luz a Cristo Rey, has sido exaltada por encima de los serafines. … Salve, Reina del mundo, salve, María, Señora de todos nosotros»[35].

En el Misal Etiópico se lee: «Oh María, centro del mundo entero…, Tú eres más grande que los querubines plurividentes y que los serafines multialados. … El cielo y la tierra están llenos de la santidad de tu gloria»[36].

10. Canta la Iglesia Latina la antigua y dulcísima plegaria «Salve Regina», las alegres antífonas «Ave Regina caelorum», «Regina caeli laetare alleluia» y otras recitadas en las varias fiestas de la Bienaventurada Virgen María: «Estuvo a tu diestra como Reina, vestida de brocado de oro»[37]; «La tierra y el cielo te cantan cual Reina poderosa»[38]; «Hoy la Virgen María asciende al cielo; alegraos, porque con Cristo reina para siempre»[39].

A tales cantos han de añadirse las Letanías Lauretanas que invitan al pueblo católico diariamente a invocar como Reina a María; y hace ya varios siglos que, en el quinto misterio glorioso del Santo Rosario, los fieles con piadosa meditación contemplan el reino de María que abarca cielo y tierra.

11. Finalmente, el arte, al inspirarse en los principios de la fe cristiana, y como fiel intérprete de la espontánea y auténtica devoción del pueblo, ya desde el Concilio de Éfeso, ha acostumbrado a representar a María como Reina y Emperatriz que, sentada en regio trono y adornada con enseñas reales, ceñida la cabeza con corona, y rodeada por los ejércitos de ángeles y de santos, manda no sólo en las fuerzas de la naturaleza, sino también sobre los malvados asaltos de Satanás. La iconografía, también en lo que se refiere a la regia dignidad de María, se ha enriquecido en todo tiempo con obras de valor artístico, llegando hasta representar al Divino Redentor en el acto de ceñir la cabeza de su Madre con fúlgida corona.

12. Los Romanos Pontífices, favoreciendo a esta devoción del pueblo cristiano, coronaron frecuentemente con la diadema, ya por sus propias manos, ya por medio de Legados pontificios, las imágenes de la Virgen Madre de Dios, insignes tradicionalmente en la pública devoción.

III. RAZONES TEOLÓGICAS

13. Como ya hemos señalado más arriba, Venerables Hermanos, el argumento principal, en que se funda la dignidad real de María, evidente ya en los textos de la tradición antigua y en la sagrada Liturgia, es indudablemente su divina maternidad. De hecho, en las Sagradas Escrituras se afirma del Hijo que la Virgen dará a luz: «Será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin»[40]; y, además, María es proclamada «Madre del Señor»[41]. Síguese de ello lógicamente que Ella misma es Reina, pues ha dado vida a un Hijo que, ya en el instante mismo de su concepción, aun como hombre, era Rey y Señor de todas las cosas, por la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo.

San Juan Damasceno escribe, por lo tanto, con todo derecho: «Verdaderamente se convirtió en Señora de toda la creación, desde que llegó a ser Madre del Creador»[42]; e igualmente puede afirmarse que fue el mismo arcángel Gabriel el primero que anunció con palabras celestiales la dignidad regia de María.

14. Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación.

«¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave -como escribía Nuestro Predecesor, de feliz memoria, Pío XI- que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista adquirido a costa de la Redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador; «Fuisteis rescatados, no con oro o plata, … sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un Cordero inmaculado»[43]. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo «por precio grande»[44] nos ha comprado»[45].

Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo; y por ello justamente canta la Sagrada Liturgia: «Dolorida junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo estaba Santa María, Reina del cielo y de la tierra»[46].

Y la razón es que, como ya en la Edad Media escribió un piadosísimo discípulo de San Anselmo: «Así como… Dios, al crear todas las cosas con su poder, es Padre y Señor de todo, así María, al reparar con sus méritos las cosas todas, es Madre y Señor de todo: Dios es el Señor de todas las cosas, porque las ha constituido en su propia naturaleza con su mandato, y María es la Señora de todas las cosas, al devolverlas a su original dignidad mediante la gracia que Ella mereció»[47]. La razón es que, «así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen [es nuestra Señora y Reina] por su singular concurso prestado a nuestra redención, ya suministrando su sustancia, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación»[48].

15. Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán, principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se cumplió según una cierta «recapitulación»[49], por la que el género humano, sometido a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si, además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo precisamente «para estar asociada a El en la redención del género humano»[50] «y si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado»[51]; se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán.

Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo Jesucristo -Dios y hombre- es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios, ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél, siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión junto al Hijo y junto al Padre.

No hay, por lo tanto, duda alguna de que María Santísima supera en dignidad a todas las criaturas, y que, después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas. «Tú finalmente -canta San Sofronio- has superado en mucho a toda criatura… ¿Qué puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?»[52]. Alabanza, en la que aún va más allá San Germán: «Tu honrosa dignidad te coloca por encima de toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles»[53]. Y San Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: «Infinita es la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre»[54].

16. Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.

Por ello -como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de f. m., en su Bula- «Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino sólo Dios, jamás llegará a comprender»[55].

17. Además, la Bienaventurada Virgen no tan sólo ha tenido, después de Cristo, el supremo grado de la excelencia y de la perfección, sino también una participación de aquel influjo por el que su Hijo y Redentor nuestro se dice justamente que reina en la mente y en la voluntad de los hombres. Si, de hecho, el Verbo opera milagros e infunde la gracia por medio de la humanidad que ha asumido, si se sirve de los sacramentos, y de sus Santos, como de instrumentos para salvar las almas, ¿cómo no servirse del oficio y de la obra de su santísima Madre para distribuirnos los frutos de la Redención?

«Con ánimo verdaderamente maternal -así dice el mismo Predecesor Nuestro, Pío IX, de ilustre memoria- al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Ángeles y sobre los grados todos de los Santos en el cielo, estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficacísimamente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada»[56].

A este propósito, otro Predecesor Nuestro, de feliz memoria, León XIII, declaró que a la Bienaventurada Virgen María le ha sido concedido un poder «casi inmenso en la distribución de las gracias»[57]; y San Pío X añade que María cumple este oficio suyo «como por derecho materno»[58].

18. Gloríense, por lo tanto, todos los cristianos de estar sometidos al imperio de la Virgen Madre de Dios, la cual, a la par que goza de regio poder, arde en amor maternal.

Mas, en estas y en otras cuestiones tocantes a la Bienaventurada Virgen, tanto los Teólogos como los predicadores de la divina palabra tengan buen cuidado de evitar ciertas desviaciones, para no caer en un doble error; esto es, guárdense de las opiniones faltas de fundamento y que con expresiones exageradas sobrepasan los límites de la verdad; mas, de otra parte, eviten también cierta excesiva estrechez de mente al considerar esta singular, sublime y -más aún- casi divina dignidad de la Madre de Dios, que el Doctor Angélico nos enseña que se ha de ponderar «en razón del bien infinito, que es Dios»[59].

Por lo demás, en este como en otros puntos de la doctrina católica, la «norma próxima y universal de la verdad» es para todos el Magisterio, vivo, que Cristo ha constituido «también para declarar lo que en el depósito de la fe no se contiene sino oscura y como implícitamente»[60].

19. De los monumentos de la antigüedad cristiana, de las plegarias de la liturgia, de la innata devoción del pueblo cristiano, de las obras de arte, de todas partes hemos recogido expresiones y acentos, según los cuales la Virgen Madre de Dios sobresale por su dignidad real; y también hemos mostrado cómo las razones, que la Sagrada Teología ha deducido del tesoro de la fe divina, confirman plenamente esta verdad. De tantos testimonios reunidos se forma un concierto, cuyos ecos resuenan en la máxima amplitud, para celebrar la alta excelencia de la dignidad real de la Madre de Dios y de los hombres, que «ha sido exaltada a los reinos celestiales, por encima de los coros angélicos»[61].

IV. INSTITUCIÓN DE LA FIESTA

20. Y ante Nuestra convicción, luego de maduras y ponderadas reflexiones, de que seguirán grandes ventajas para la Iglesia si esta verdad sólidamente demostrada resplandece más evidente ante todos, como lucerna más brillante en lo alto de su candelabro, con Nuestra Autoridad Apostólica decretamos e instituimos la fiesta de María Reina, que deberá celebrarse cada año en todo el mundo el día 31 de mayo. Y mandamos que en dicho día se renueve la consagración del género humano al Inmaculado Corazón de la bienaventurada Virgen María. En ello, de hecho, está colocada la gran esperanza de que pueda surgir una nueva era tranquilizada por la paz cristiana y por el triunfo de la religión.

Procuren, pues, todos acercarse ahora con mayor confianza que antes, todos cuantos recurren al trono de la gracia y de la misericordia de nuestra Reina y Madre, para pedir socorro en la adversidad, luz en las tinieblas, consuelo en el dolor y en el llanto, y, lo que más interesa, procuren liberarse de la esclavitud del pecado, a fin de poder presentar un homenaje insustituible, saturado de encendida devoción filial, al cetro real de tan grande Madre. Sean frecuentados sus templos por las multitudes de los fieles, para en ellos celebrar sus fiestas; en las manos de todos esté la corona del Rosario para reunir juntos, en iglesias, en casas, en hospitales, en cárceles, tanto los grupos pequeños como las grandes asociaciones de fieles, a fin de celebrar sus glorias. En sumo honor sea el nombre de María más dulce que el néctar, más precioso que toda joya; nadie ose pronunciar impías blasfemias, señal de corrompido ánimo, contra este nombre, adornado con tanta majestad y venerable por la gracia maternal; ni siquiera se ose faltar en modo alguno de respeto al mismo. Se empeñen todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y nuestra Madre amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz. Que nadie, por lo tanto, se juzgue hijo de María, digno de ser acogido bajo su poderosísima tutela si no se mostrare, siguiendo el ejemplo de ella, dulce, casto y justo, contribuyendo con amor a la verdadera fraternidad, no dañando ni perjudicando, sino ayudando y consolando.

21. En muchos países de la tierra hay personas injustamente perseguidas a causa de su profesión cristiana y privadas de los derechos humanos y divinos de la libertad: para alejar estos males de nada sirven hasta ahora las justificadas peticiones ni las repetidas protestas. A estos hijos inocentes y afligidos vuelva sus ojos de misericordia, que con su luz llevan la serenidad, alejando tormentas y tempestades, la poderosa Señora de las cosas y de los tiempos, que sabe aplacar las violencias con su planta virginal; y que también les conceda el que pronto puedan gozar la debida libertad para la práctica de sus deberes religiosos, de tal suerte que, sirviendo a la causa del Evangelio con trabajo concorde, con egregias virtudes, que brillan ejemplares en medio de las asperezas, contribuyan también a la solidez y a la prosperidad de la patria terrenal.

22. Pensamos también que la fiesta instituida por esta Carta encíclica, para que todos más claramente reconozcan y con mayor cuidado honren el clemente y maternal imperio de la Madre de Dios, pueda muy bien contribuir a que se conserve, se consolide y se haga perenne la paz de los pueblos, amenazada casi cada día por acontecimientos llenos de ansiedad. ¿Acaso no es Ella el arco iris puesto por Dios sobre las nubes, cual signo de pacífica alianza?[62]. «Mira al arco, y bendice a quien lo ha hecho; es muy bello en su resplandor; abraza el cielo con su cerco radiante y las Manos del Excelso lo han extendido»[63]. Por lo tanto, todo el que honra a la Señora de los celestiales y de los mortales -y que nadie se crea libre de este tributo de reconocimiento y de amor- la invoque como Reina muy presente, mediadora de la paz; respete y defienda la paz, que no es la injusticia inmune ni la licencia desenfrenada, sino que, por lo contrario, es la concordia bien ordenada bajo el signo y el mandato de la voluntad de Dios: a fomentar y aumentar concordia tal impulsan las maternales exhortaciones y los mandatos de María Virgen.

Deseando muy de veras que la Reina y Madre del pueblo cristiano acoja estos Nuestros deseos y que con su paz alegre a los pueblos sacudidos por el odio, y que a todos nosotros nos muestre, después de este destierro, a Jesús que será para siempre nuestra paz y nuestra alegría, a Vosotros, Venerables Hermanos, y a vuestros fieles, impartimos de corazón la Bendición Apostólica, como auspicio de la ayuda de Dios omnipotente y en testimonio de Nuestro amor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de la Maternidad de la Virgen María, el día 11 de octubre de 1954, decimosexto de Nuestro Pontificado.

PÍO PAPA XII

 

[1] Cf. const. apost. Munificentissimus Deus: A.A.S. 32 (1950), 753 ss.

[2] Cf. enc. Fulgens corona: A.A.S. 35 (1953) 577 ss.

[3] Cf. A.A.S. 38 (1946) 264 ss.

[4] Cf. Osservat. Rom., 19 de mayo de 1946.

[5] Luc. 1, 32.

[6] Is. 9, 6.

[7] Apoc. 19, 16.

[8] Cf. Luc. 1, 32. 33.

[9] Luc. 1, 43.

[10] S. Ephraem Hymni de B. María (ed. Th. J. Lamy t. II, Mechliniae, 1886) hymn. XIX, p. 624.

[11] Idem Orat. ad Ssmam. Dei Matrem: Opera omnia (ed. Assemani t. III [graece] Romae, 1747, p. 546).

[12] S. Greg. Naz. Poemata dogmatica XVIII v. 58 PG 37, 485.

[13] Prudent. Dittochaeum XXVII PL 60, 102 A.

[14] Hom. in S. Luc. hom. VII (ed. Rauer Origines’ Werke t. IX, 48 [ex «catena» Macarii Chrysocephali]). Cf. PG 13, 1902 D.

[15] S. Hier. Liber de nominibus hebraeis: PL 23, 886.

[16] S. Petrus Chrysol., Sermo 142 De Annuntiatione B.M.V.: PL 52, 579 C; cf. etiam 582 B; 584 A: «Regina totius exstitit castitatis».

[17] Relatio Epiphani ep. Constantin. PL 63, 498 D.

[18] Encomium in Dormitionem Ssmae. Deiparae [inter opera S. Modesti] PG 86, 3306 B.

[19] S. Andreas Cret., Hom. II in Dormitionem Ssmae. Deiparae: PG 97, 1079 B.

[20] Id., Hom. III in Dormit. Ssmae. Deip.: PG 97, 1099 A.

[21] S. Germanus, In Praesentationem Sanctissimae Deiparae 1 PG 98, 303 A.

[22] Id., ibid. 2 PG 98, 315 C.

[23] S. Ioannes Damasc., Hom. I In Dormitionem B.M.V.: PG 96, 719 A.

[24] Id. De fide orthodoxa 4, 14 PG 44, 1158 B.

[25] De laudibus Mariae (inter opera Venantii Fortunati) PL 88, 282 B. 283 A.

[26] Ildefonsus Tolet. De virginitate perpetua B.M.V.: 96, 58 A.D.

[27] S. Martinus I, Epist. 14 PL 87, 199-200 A.

[28] S. Agatho PL 87, 1221 A.

[29] Hardouin, Acta Conc. 4, 234.238 PL 89, 508 B.

[30] Syxtus IV, bulla Cum praeexcelsa d. d. 28 febr. 1476.

[31] Benedictus XIV, bulla Gloriosae Dominae d. d. 27 sept. 1748.

[32] S. Alfonso Le glorie di Maria, p.I, c.I, §1.

[33] Ex liturgia Armenorum: in festo Assumpt., hym. ad Mat.

[34] Ex Menaeo (byzant.): Dominica post Natalem, in Canone, ad Mat.

[35] Officium hymni, Akathistós (in ritu byzant.).

[36] Missale Aethiopicum: Anaphora Dominae nostrae Mariae, Matris Dei.

[37] Brev. Rom.: Versic. sexti Resp.

[38] Festum Assumpt., hymn. Laud.

[39] Ibid., ad Magnificat II Vesp.

[40] Luc. 1, 32. 33.

[41] Ibid. 1, 43.

[42] S. Ioannes Damasc. De fide orthodoxa 4, 14 PG 94, 1158 B.

[43] 1 Pet. 1, 18. 19.

[44] 1 Cor. 6, 20.

[45] Pius XI, enc. Quas primas: A.A.S. 17 (1925), 599.

[46] Festum septem dolorum B. M. V., tractus.

[47] Eadmerus, De excellentia V. M., 11 PL 159, 508 A.B.

[48] F. Suárez, De mysteriis vitae Christi disp. 22, sect. 2 (ed. Vives 19, 327).

[49] S. Iren., Adv. haer. 4, 9, 1 PG 7, 1175 B.

[50] Pius XI, epist. Auspicatus profecto: A.A.S. 25 (1933), 80.

[51] Pius XII, enc. Mystici Corporis: A.A.S. 35 (1943), 247.

[52] S. Sophronius, In Annuntiationem B. M. V.: PG 87, 3238 D. 3242 A.

[53] S. Germanus, Hom. II in Dormitionem B. M. V.: PG 98, 354 B.

[54] S. Ioannes Damasc., Hom. I in Dormitionem B. M. V.: PG 96, 715 A.

[55] Pius IX, bulla Ineffabilis Deus: Acta Pii IX 1, 597. 598.

[56] Ibid., 618.

[57] Leo XIII, enc. Adiutricem populi: A.A.S. 28 (1895-1896), 130.

[58] Pius X, enc. Ad diem illum: A.A.S. 36 (1903-1904), 455.

[59] S. Thomas, Sum. Theol. 1, 25, 6, ad 4.

[60] Pius XII, enc. Humani generis: A.A.S. 42 (1950), 569.

[61] Brev. Rom.: Festum Assumpt. B. M. V.

[62] Cf. Gen. 9, 13.

[63] Eccli. 43, 12-13.

Fuente: www.vatican.va

 

Fuente:: Gaudium Press

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Reliquia misionera de Santa Laura Montoya peregrina por parroquias de la Arquidiócesis de Medellín

Medellín (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Desde el pasado 12 de agosto la reliquia misionera de Santa Laura Montoya, primera santa colombiana, se encuentra peregrinando por las parroquias, comunidades e instituciones educativas de la Arquidiócesis de Medellín.

El peregrinaje ha sido ocasión para que los fieles de la ciudad colombiana se acerquen a pedir la intercesión de la santa y a conocer un poco más sobre la vida y legado de la fundadora de la Congregación Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, religiosas conocidas como las Misioneras de la Madre Laura.

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La reiquia misionera de la Madre Laura peregrinará por la Vicaría Sur de la Arquidiócesis de Medellín hasta el 31 de agosto / Foto: Madrelaura.org

«Ella, la misionera andariega, va a caminar por la Arquidiócesis, pidámosle que potencie nuestra fe, anime nuestros planes pastorales y ayude a que como Iglesia demos respuesta a la Nueva Evangelización que el mundo necesita y que parte de una profunda experiencia de fe», destacan las Misioneras de la Madre Laura en nota de prensa difundida desde su página web.

El recorrido inició el lunes 12 de agosto en la Pontificia Universidad Bolivariana, donde la santa fue recibida para aprender de ella «la pedagogía del amor». La reliquia continuó su peregrinaje el 14 en el Colegio San Marcos de Envigado, el 15 en el Colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá de Bello y el 16 en la Institución Educativa Salazar y Herrera.

Ya desde el pasado 18 de agosto la reliquia misionera de la primera santa colombiana se encuentra recorriendo las parroquias de la Vicaría Episcopal Sur de la Arquidiócesis de Medellín. Allí permanecerá hasta el 31 de agosto.

En este itinerario, el relicario pasará por las parroquias Santa Gertrudis, Santa Ana, San José de Envigado, Nuestra Señora del Rosario de Itagüi, San Pío X, Nuestra Señora de Chiquinquirá, San Juan Eudes, San Antonio de Prado, Santa María de los Dolores y San José del Poblado.

De acuerdo con las Misioneras de la Madre Laura, la santa colombiana sigue siendo «modelo de vida y compromiso cristiano para niños, jóvenes y adultos», y continúa enseñando «que es posible ponerse en Dios para que Él nos levante y alece nuestro ser, para que seamos felices».

Santa Laura Montoya fue canonizada por el Papa Francisco el pasado 12 de mayo en una ceremonia que ocurrió en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. En la ocasión también fueron canonizados los mártires italianos de Otranto y la religiosa mexicana Madre Guadalupe García Zabala.

Con información de la Arquidiócesis de Medellín y Madrelaura.org.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Roma (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) Entre los días 12 y 13 de octubre será realizada en Roma, Italia, la Jornada Mariana. El programa del evento fue divulgado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

La Jornada contará con la presencia de la imagen Nuestra Señora de Fátima que es venerada en la Capillita de las Apariciones, atendiendo así al pedido del Papa Francisco.

Incluida en el programa del Año de la Fe, la Jornada Mariana celebrará un día mariano con la presencia de todas las asociaciones marianas.

El evento, que es organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, seguirá el tema «¡Feliz eres Tú que creíste!».

Vea abajo la programación:

Sábado, 12 de octubre

8:00 – 12:00 horas – Peregrinación a la Tumba del Apóstol Pedro

9:00 – 12:00 horas – Adoración y celebración del Sacramento de la Penitencia en iglesias próximas a la Plaza de San Pedro

17:00 horas – Plaza de San Pedro: recepción a la Imagen de Nuestra Señora de Fátima, en presencia del Papa
Catequesis Mariana

A partir de las 19:00 horas – Llegada de la Imagen de Nuestra Señora de Fátima al Santuario de la Divina Misericordia y comienzo del tiempo de oración titulado «Con María durante la noche», evento organizado por la Vicaria de Roma y patrocinado por el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, que incluye: Oración del Rosario con todos los que, por todo el mundo, acompañan el evento (19:00 horas) y Vigilia de oración (a partir de las 22:00 horas)

Domingo, 13 de octubre

8:00 horas – Llegada a la Plaza de San Pedro

10:00 horas – Oración del Rosario

10:30 horas – Santa Misa celebrada por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. (EPC)

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad del Vaticano (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) De acuerdo con informaciones del prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, el Papa Francisco anunciará la fecha de la Canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II el próximo día 30 de septiembre, cuando presidirá el Consistorio sobre los Santos.

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«El Pontífice dará una data precisa el 30 de septiembre próximo, cuando sucederá el Consistorio por él presidido, el Consistorio sobre los Santos, justamente sobre esas dos Canonizaciones. En la ocasión, el Santo Padre anunciará la fecha oficial, que solamente él conoce», confirmó.

Al evaluar el camino de los dos papas, el Cardenal destacó a Juan XXIII como un gran poeta y convocador del Concilio del Vaticano II. Y recordó varias de las menciones que el Beato Juan Pablo II hizo del Papa Roncalli.

«Son verdaderamente dos columnas, no solo de cultura cristiana, sino también de santidad cristiana», agregó el Cardenal Amato.

El Cardenal está presente en la ciudad de Rimini, situada en la región italiana de la Emilia-Romagna, donde participará de la presentación de una exposición sobre San Juan Bautista Piamarta.

Este «es un Santo que tiene un aspecto social importante, que dice respecto a los jóvenes, sobre todo, a los pobres, iletrados, a los cuales él dio una profesión. Fue un Santo que contribuyó mucho a la ascensión social de los jóvenes; jóvenes pobres, muchas veces marginados sin perspectivas sociales porque no tenían una cultura adecuada», resaltó.

Para Angelo Amato, la situación encontrada en los tiempos actuales muestra que «ahora, nuestros jóvenes tienen una buena educación desde el punto de vista de la instrucción, sin embargo falta trabajo. Es eso que, de cierto modo, los responsables por la sociedad deberían facilitar.» (LMI)

Con informaciones de la Radio Vaticana.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad de México (Jueves, 22-08-2013, Gaudium Press) El 28 y 29 de septiembre ocurrirá en Ciudad de México la 3ª Exposición de los Santos Mexicanos, un evento organizado por la Comisión para la Causa de los Santos de México que busca promover la vida de los santos entre los fieles del país latinoamericano.

Con motivo de esta muestra, que ocurrirá en la sede del Seminario Menor Casa Huipulco, tuvo lugar recientemente una reunión de la Comisión para ultimar los detalles de esta exposición. De acuerdo con el padre Gerardo Sánchez, responsable de la Comisión para la Causa de los Santos -quien fue citado por el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (Siame)- el propósito del evento será «mostrar que la santidad está al alcance de todos».

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San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

El sacerdote también dijo que la exposición será una forma de decir que la santidad «es una respuesta de la Iglesia a la problemática que se vive en México, y también es un camino a seguir, así como «un modelo de vida para hacer frente a los retos que impone el presente».

Del mismo modo, como continuó el Padre Sánchez, será una manera de resaltar el valor que tiene para la Iglesia la labor de los misioneros y de ofrecer una luz de esperanza, especialmente para los jóvenes. «Como Iglesia, debemos ser una esperanza para que todos, especialmente los jóvenes, vivan con más entusiasmo el Evangelio», comentó.

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María Guadalupe García Zavala, Santa canonizada por el Papa Francisco el pasado 12 de mayo.

Según precisó el sacerdote, entre los atractivos de la exposición estará la presencia de las reliquias de los santos quienes «fueron testigos de la fe en diferentes épocas, lugares y sectores sociales de México», así como la presentación de 20 causas de canonización que se adelantan en el país latinoamericano.

Actualmente son 31 los santos con los que cuenta México, entre ellos la Madre María Guadalupe García Zavala, quien fue canonizada por el Papa Francisco el pasado 12 de mayo en el Vaticano.

Otros santos mexicanos son: Felipe de Jesús, Agustín Caloca Cortés, Cristóbal Magallanes Jara, David Roldán Lara, José María Robles Hurtado, Margarito Flores García, Sabas Reyes Salazar, Juan Diego Cuauhtlatoatzin, María de Jesús Sacramentado y Toribio Romo González.

Con información de Siame.

 

Fuente:: Gaudium Press

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La Congregación para las Iglesias orientales «sigue con viva preocupación la terrible situación de Egipto, compartiendo la oración del Santo Padre Francisco por las víctimas y por cuantos siguen sufriendo las duras consecuencias de los desarrollos sangrientos del conflicto que continúa en el seno de la sociedad egipcia». Lo afirma el cardenal Sandri, prefecto Que Egipto vuelva a encontrar el camino de la convivencia
del dicasterio, en una declaración a nuestro periódico del miércoles 21 de agosto. «En unión con el Papa» el purpurado desea para el país el inicio y la consolidación de «ese diálogo y esa reconciliación que conduzcan al restablecimiento de la paz civil, a la reanudación de la vida social y a la reconstrucción de las zonas tan golpeadas por los acontecimientos».

Al expresar «cercanía fraterna» al patriarca copto ortodoxo Tawadros II y a su comunidad, el cardenal dirige «un pensamiento especial» a los coptos católicos, guiados por el patriarca Ibrahim Sidrak, con su predecesor, el cardenal Antonios Naguib, y a los obispos, sacerdotes y fieles de todas las Iglesias orientales católicas y de la Iglesia latina presentes en Egipto: «El Señor —dijo— los sostenga en la prueba tan dura para toda la nación, confortando a quienes sufren en el cuerpo y en el espíritu, especialmente a los inocentes, y acogiendo en su paz a las numerosas víctimas. Sus lágrimas son las lágrimas de todas las Iglesias orientales diseminadas por el mundo».

El purpurado invita sobre todo a mantener viva la esperanza de que «Egipto pueda experimentar una fecunda primavera de humanidad y de libertad, especialmente religiosa, viviendo en la justicia y en la solidaridad, gracias a la contribución responsable de todos sus habitantes». De aquí el llamamiento a fin de que «se proteja la dignidad de cada persona y de las comunidades, que lo enriquecen en un entramado admirable de religiones, cultura e historia, y la mutua comprensión entre cristianos y musulmanes. Que todos los egipcios, indistintamente, sean ayudados por la comunidad internacional a encontrar los caminos de la convivencia pacífica. Que a cada uno se garantice serenidad, educación, salud, casa y cuanto sea necesario para una vida humana digna de tal nombre».

Retomando la exhortación del Papa Francisco, «quien reza y sufre por Egipto», el cardenal Sandri se une a su «súplica confiada por la amada tierra egipcia», confiando a «Egipto y a todos sus habitantes a la Sagrada Familia, que fue  desterrada en esa tierra, considerada a lo largo de los siglos bendita y santa, precisamente por la hospitalidad recibida del Redentor».

 

Fuente:: News.va

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El diálogo hace la Paz , el Papa a estudiantes japoneses
(RV).- (Audio) El diálogo hace la Paz , el Papa a estudiantes japoneses Este miércoles por la mañana el Papa Francisco recibió a un grupo de estudiantes y profesores del colegio japonés Seibu Gauken Bunri Junior High School, de Tokyo. 200 estudiantes de 15 años y 15 profesores. En este breve encuentro informal en el patio de San Dámaso, el Santo Padre invitó a los jóvenes a salir a encontrar a otras personas otras culturas. Crecer, no aislarse, dialogar. “No puede haber paz sin diálogo”, reiteró.
Palabras del Papa a los estudiantes japoneses:¡Buenos días!
Se ve que entienden el italiano… ¡Los saludo!
Es un gusto para mí esta visita. Espero que para ustedes este viaje sea muy fructífero porque conocer a otras personas, a otras culturas nos hace siempre mucho bien: Nos hace crecer. Y esto, ¿por qué? Porque si estamos aislados en nosotros mismos, tenemos sólo aquello que tenemos, no podemos crecer culturalmente. En cambio, si vamos a encontrar a otras personas, a otras culturas, otras formas de pensar, otras religiones, salimos de nosotros mismos y comenzamos aquella aventura tan bella que se llama “diálogo”. El diálogo es muy importante para la propia madurez, porque en el confrontarse con la otra persona, con las otras culturas, también en el confronto sano con las otras religiones uno crece: crece, madura. Cierto, existe un riesgo: que si en el diálogo uno se cierra y se molesta, puede pelear y el peligro es el de pelear. Y aquello no está bien, porque nosotros dialogamos para encontrarnos, no para pelear. Y ¿cuál es la actitud más profunda que debemos tener para dialogar y no pelear? La mansedumbre. La capacidad de encontrar a las personas, de encontrar a las culturas con paz. La capacidad de hacer preguntas inteligentes: “¿Por qué tú piensas así? ¿Por qué esta cultura es así?”. Escuchar a los otros, y luego hablar. Primero escuchar, luego hablar. Esto es mansedumbre. Y si tú no piensas como yo … “pero, sabes, yo pienso diferente, tú a mí no me convences, pero igual somos amigos; he escuchado como piensas y tú has escuchado como pienso”. Y ¿saben una cosa?, ¿una cosa importante? Este diálogo es aquel que hace la paz. No puede haber paz sin diálogo. Todas las guerras, todas las luchas, todos los problemas que no se resuelven, que se encuentran, existen por falta de diálogo. Cuando hay un problema, diálogo: aquello hace la paz. Y esto es lo que deseo a ustedes en este viaje de dialogo, que sepan dialogar… “ah, cómo piensa esta cultura, que bello esto, esto no me gusta”, pero dialogando. Y así se crece. Les deseo esto y un buen viaje a Roma. Les deseo lo mejor a ustedes, a su escuela, a sus familias: Dios bendiga a todos. Gracias. (RC-RV)

Fuente:: News.va

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«La caridad no debe ser un acto ocasional, sino debe tornarse permanente», afirma Obispo nicaraguense

Managua (Miércoles, 21-08-2013, Gaudium Press) Como parte de los eventos promovidos en el Año de la Fe, se inició en Nicaragua la Semana de la Caridad, promovida por la agencia Cáritas del país.

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Por ocasión del evento y de los 50 años de la Cáritas Nicaragüense, el Obispo de Juigalpa, Mons. Sócrates René Sándigo Jirón, presidente de ese organismo católico escribió un mensaje en el cual resalta que «la caridad no debe ser un acto ocasional, sino debe tornarse permanente».

Utilizando el slogan «La Cáritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo», el prelado exhorta a los fieles a reflexionar sobre el nivel de pobreza en Nicaragua, identificando las raíces del problema.

Al final de su mensaje, el Obispo incentiva a los fieles de corazón generoso a hacer lo posible para que la Iglesia continúe ‘cariciando’ con obras concretas a los pobres nicaragüenses.

El próximo jueves 22, será realizada una colecta nacional con la intención de recaudar fondos para varios proyectos sociales en las parroquias y diócesis del país. (EPC)

Con informaciones de la Radio Vaticana.

Fuente:: Gaudium Press

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Shillong (Miércoles, 21-08-2013, Gaudium Press) El Mes de las Vocaciones es considerado un momento de autoanálisis y reflexión sobre los caminos de Dios, particularmente para aquellos que creen sentir el llamado de Dios a la vida religiosa.

Pensando en la preparación de sus misioneros, el «Mathias Institute», localizado en Shillong, capital de Meghalaya, en la India, inició el último día 04 de agosto un curso direccionado a los agentes de misión que trabajan en las regiones del Asia Sur y Asia Este.

Entre los participantes del evento están misioneros Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y las Hermanas Misioneras de María Auxiliadora.

Varios oradores ya participaron del curso presentando estudios referentes a los núcleos antropológicos, misiológicos, de carisma salesiano y escriturísticos. La vida de Jesús en Tierra Santa será uno de los próximos asuntos a ser tratados en el encuentro.

La intención del «Mathias Institute» es proporcionar a los participantes una experiencia de reflexión y renovación de sus vocaciones misioneras salesianas, a través de una actualización de las reflexiones actuales sobre la misión, respondiendo a los diversos desafíos y renovando su ardor misionero y profundización por las Escrituras, como fuente de alimento para la vida espiritual.

El curso es organizado a través de la colaboración con el Instituto Teológico Salesiano «Sagrado Corazón» y liderado por los Padres José Anikuzhikattil y Alfred Maravilla, del Dicasterio para las Misiones. (LMI)

Con informaciones ANS.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Obispo chileno sostiene que el aborto siempre responde a un «mismo patrón moral», consistente en atribuirse el derecho de poder quitar la vida a otro

Santiago (Miércoles, 21-08-2013, Gaudium Press) En el contexto del lanzamiento de la VII Encuesta Nacional de la Juventud, confeccionada por el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), monseñor Juan Ignacio González, Obispo de la Diócesis de San Bernardo en Chile, se refirió a los datos evidenciados por el instrumento que muestran que una gran cantidad de jóvenes chilenos se acercan a visiones más liberales que las de sus antecesores en los llamados «temas valóricos».

A este respecto, el sondeo reveló que solo el 12 por ciento de los jóvenes está a favor del aborto pero el 49 por ciento lo apoyaría cuando lo denominan «terapéutico».

Monseñor González afirmó que tanto el llamado «aborto terapéutico» como el «aborto a secas» responden, en el fondo, a un «mismo patrón moral», el cual consiste en pensar que se tiene el derecho de «quitar la vida a otra persona».

«Ambos conceptos responden a la misma lógica mental. Me siento en el derecho de terminar la vida del ser que viene, que ya está concebido», agregó el prelado.

El obispo chileno cree además que buena parte de la mentalidad abortista que predomina en la actual cultura tiene su explicación en la falta de formación e información más intensa.

Asimismo, precisó que el mal llamado «aborto terapéutico» es un contrasentido y que, en la práctica y evidencia comparada, ha resultado ser un camino para despenalizar el aborto directo. «La campaña en favor del aborto terapéutico es una vieja estrategia ya probada en muchas naciones. Aquí se está aplicando y por desgracia, la sostienen también muchos que son cristianos. Esperemos que haya una reacción, porque iniciado este camino no se ve razón para no transitar al aborto directo y más adelante asomarse a la eutanasia», finalizó.

La encuesta, que se realiza cada tres años, se hizo entre más de 8 mil jóvenes de todos los niveles socioeconómicos y de las 15 regiones del país. Algunos de los principales temas analizados por el instrumento fueron: la participación política, conductas de riesgo y nuevas tecnologías, la postura de los jóvenes sobre los llamados temas valóricos, la sexualidad, violencia y el consumo de drogas.

Fuente:: Gaudium Press

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