Jesús ha venido al mundo con una misión precisa: liberarlo del pecado, cargándose las culpas de la humanidad, el Papa durante el Ángelus
(RV).- ¿Qué cosa significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el lugar de la malicia la inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en el lugar de la soberbia la humildad, en el lugar del prestigio el servicio, lo dijo Francisco este mediodía durante el rezo del Ángelus.
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con la fiesta del Bautismo del Señor, celebrada el pasado domingo, hemos entrado en el tiempo litúrgico llamado “ordinario”. En este segundo domingo, el Evangelio nos presenta la escena del encuentro entre Jesús y Juan el Bautista, cerca del rio Jordán. Quien la describe es el testigo ocular, Juan Evangelista, que antes de ser discípulo de Jesús era discípulo del Bautista, junto con el hermano Santiago, con Simón y Andrés, todos de Galilea, todos pescadores. El Bautista ve a Jesús que avanza entre la multitud e, inspirado del alto, reconoce en Èl al enviado de Dios, por esto lo indica con estas palabras: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! » (Jn 1,29).
El verbo que viene traducido con “quitar”, significa literalmente “levantar”, “tomar sobre sí”. Jesús ha venido al mundo con una misión precisa: liberarlo de la esclavitud del pecado, cargándose las culpas de la humanidad. ¿De qué manera? Amando. No hay otro modo de vencer el mal y el pecado que con el amor que empuja al don de la propia vida por los demás. En el testimonio de Juan el Bautista, Jesús tiene las características del Siervo del Señor, que «soportó nuestros sufrimientos, y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4), hasta morir sobre la cruz. Él es el verdadero cordero pascual, que se sumerge en el rio de nuestro pecado, para purificarnos.
El Bautista ve ante sí a un hombre que se pone en fila con los pecadores para hacerse bautizar, si bien no teniendo necesidad. Un hombre que Dios ha enviado al mundo como cordero inmolado. En el Nuevo Testamento la palabra “cordero” se repite varias veces y siempre en referencia a Jesús. Esta imagen del cordero podría sorprender; de hecho, es un animal que no se caracteriza ciertamente por su fuerza y robustez y se carga un peso tan oprimente. La enorme masa del mal viene quitada y llevada por una creatura débil y frágil, símbolo de obediencia, docilidad y de amor indefenso, que llega hasta el sacrificio de sí misma. El cordero no es dominador, sino dócil; no es agresivo, sino pacifico; no muestra las garras o los dientes frente a cualquier ataque, sino soporta y es remisivo.
¿Qué cosa significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el lugar de la malicia la inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en el lugar de la soberbia la humildad, en el lugar del prestigio el servicio. Ser discípulos del Cordero significa no vivir como una “ciudadela asediada”, sino como una ciudad colocada sobre el monte, abierta, acogedora y solidaria. Quiere decir no asumir actitudes de cerrazón, sino proponer el Evangelio a todos, testimoniando con nuestra vida que seguir a Jesús nos hace más libres y más alegres.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera -Radio Vaticano)

Fuente:: News.va

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El Papa a la RAI: un servicio a la verdad, un servicio a la bondad, un servicio a la belleza
(RV).- (audio) El Papa a la RAI: un servicio a la verdad, un servicio a la bondad, un servicio a la belleza A mediodía el Santo Padre Francisco ha recibido e audiencia en el Aula Pablo VI del Vaticano a un nutrido grupo de ejecutivos y empleados de la RAI, (Radio Televisión Italiana) en el marco del 90° aniversario del inicio de las transmisiones radiofónicas y el 60° de las televisivas. Dos aniversarios que han ofrecido al Papa la ocasión para reflexionar sobre la relación que ha habido en estas décadas entre la RAI y la Santa Sede, y sobre el valor y las exigencias del servicio público.
«La palabra-clave que quisiera poner enseguida en evidencia es colaboración. Sea a través de la radio o de la televisión, el pueblo italiano siempre ha podido acceder a las palabras y, sucesivamente, a las imágenes del Papa y a los acontecimientos de la Iglesia, en Italia, a través del servicio público de la RAI. Esta colaboración se realiza con los dos entes vaticanos: Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano».

Repasando la historia de la RAI, el Obispo de Roma ha resaltado los años 50 y 60, una época de gran desarrollo y crecimiento para esta empresa estatal, que aumentó sus transmisiones y producciones, entre las cuales también las de carácter religioso. Y ha recordado: la película Francesco de Liliana Cavani, de1966 y los Hechos de los Apóstoles de Roberto Rossellini, en el 1969, esta última con la colaboración del Padre Carlo Maria Martini.
«La RAI ha ofrecido y ofrece aún hoy a los usuarios de su servicio público, la posibilidad de seguir los grandes eventos de la Iglesia. Como el Concilio Vaticano II, las elecciones de los Pontífices, el funeral del beato Juan Pablo II; pero también pensemos los muchos acontecimientos del Jubileo del 2000, o las diversas celebraciones, como también las visitas pastorales del Papa en Italia».

También la RAI, ha señalado el Papa. Ha sido testigo de los procesos de cambio de la sociedad italiana en sus rápidas transformaciones, contribuyendo de modo especial al proceso de unificación lingüístico-cultural de Italia.
«Les recuerdo que su profesión además de informativa, es formativa, es un servicio público, es decir un servicio al bien común. Un servicio a la verdad, un servicio a la bondad, un servicio a la belleza. Todos los profesionales que forman parte de la RAI, dirigentes, periodistas, artistas, empleados, técnicos y trabajadores cualificados saben que pertenecen a una empresa que produce cultura y educación, que ofrece información y espectáculo, y que llegan en cada momento del día a una gran parte de italianos. Una responsabilidad de la que no puede abdicar, quien es titular del servicio público».
“La calidad ética de la comunicación es fruto, en última instancia, -ha finalizado diciendo Francisco- de conciencias atentas, no superficiales, siempre respetuosas de las personas, sea de las que son objeto de información, sea de los destinatarios del mensaje. Cada uno, en su propio papel y responsabilidad, está llamado a vigilar para tener alto el nivel ético de la comunicación.
(ER RV)

Texto completo del discurso del Papa Francisco a la RAI


Gentil Señora Presidente,
queridos Ejecutivos y Empleados de la RAI,

¡Doy mi bienvenida a todos ustedes! Gracias por haber venido así en tantos; ¡es una familia numerosa ésta! Y gracias a la Presidenta por sus palabras, que he apreciado mucho.
Este encuentro se introduce en el marco del 90° aniversario del inicio de las transmisiones radiofónicas de la RAI y el 60° de aquellas televisivas; es significativo que estén presentes también los representantes de algunas Redes radio-televisivas públicas, y de las Asociaciones del sector de otros Países. Los dos aniversarios ofrecen la ocasión de reflexionar sobre la relación que ha habido en estas décadas entre la RAI y la Santa Sede, y sobre el valor y las exigencias del servicio público.
La palabra-clave que quisiera poner enseguida en evidencia es colaboración. Sea a través de la radio o de la televisión, el pueblo italiano siempre ha podido acceder a las palabras y, sucesivamente, a las imágenes del Papa y a los acontecimientos de la Iglesia, en Italia, a través del servicio público de la RAI. Esta colaboración se realiza con los dos entes vaticanos: la Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano.

De este modo la RAI ha ofrecido y ofrece aún hoy a los usuarios de su servicio público la posibilidad de seguir sea los eventos extraordinarios sea aquellos ordinarios. Pensemos al Concilio Vaticano II, a las elecciones de los Pontífices, o al funeral del beato Juan Pablo II; pero también pensemos a los muchos acontecimientos del Jubileo del 2000, a las diversas celebraciones, como también las visitas pastorales del Papa en Italia.

Los años Cincuenta y Sesenta han sido una época de gran desarrollo y crecimiento para la RAI. Es bueno recordar algunos pasos: en aquellas décadas la RAI cubre con sus transmisiones todo el País; además, la empresa de Estado se compromete en la formación de los propios ejecutivos también en el exterior; por último aumenta las producciones, entre las cuales también aquellas de carácter religioso: recordamos, por ejemplo, la película Francesco de Liliana Cavani, en el 1966 y Hechos de los Apóstoles de Roberto Rossellini, en el 1969, esta última con la colaboración del Padre Carlo Maria Martini.
La RAI pues, también con muchas otras iniciativas, ha sido testigo de los procesos de cambio de la sociedad italiana en sus rápidas transformaciones, y ha contribuido de modo especial al proceso de unificación lingüístico-cultural de Italia.
Por lo tanto, damos gracias al Señor por todo esto y llevamos adelante el estilo de la colaboración. Pero el hacer memoria de un pasado rico en conquistas nos llama a un renovado sentido de responsabilidad para el hoy y para el mañana. El pasado es la raíz, la Historia se convierte en raíz de nuevos impulsos, raíz de los desafíos presentes, y raíz de un futuro: ¡de ir hacia adelante! No que el futuro nos encuentre sin la responsabilidad de nuestra identidad: no. Que nos encuentre con la raíz de nuestra Historia y yendo siempre hacia adelante. A todos ustedes aquí presentes, y a quienes por diferentes motivos no pudieron tomar parte de éste, nuestro encuentro, les recuerdo que su profesión además de informativa, es formativa, es un servicio público, es decir un servicio al bien común. Un servicio a la verdad, un servicio a la bondad, y un servicio a la belleza. Todos los profesionales que forman parte de la RAI, dirigentes, periodistas, artistas, empleados, técnicos y trabajadores calificados saben de pertenecer a una empresa que produce cultura y educación, que ofrece información y espectáculo, alcanzando en cada momento del día una gran parte de italianos. Es una responsabilidad a la cual, quien es titular del servicio público, no puede por ningún motivo abdicar.
La calidad ética de la comunicación es fruto, en último análisis, de conciencias atentas, no superficiales, siempre respetuosas de las personas, sea de aquellas que son objeto de información, sea de los destinatarios del mensaje. Cada uno, en su propio rol y con la propia responsabilidad, está llamado a vigilar para tener alto el nivel ético de la comunicación, y evitar las cosas que hacen tanto mal: la desinformación, la difamación y la calumnia. Mantener el nivel ético.
A ustedes ejecutivos y dependientes de la RAI, y a sus familias, como incluso a los gentiles huéspedes de este encuentro, va mi más cordial augurio para el año que ha apenas iniciado. Les auguro trabajar bien, y poner confianza y esperanza en su trabajo, para también poderla transmitir: ¡hay mucha necesidad!
A la RAI, y a las otras Redes y Asociaciones aquí representadas, dirijo el auspicio que, persiguiendo con determinación y constancia sus finalidades, sepan siempre ponerse al servicio del crecimiento humano, cultural y civil de la sociedad. Gracias.
Traducción del italiano: Griselda Mutual, RV

Fuente:: News.va

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La alegría del Evangelio (I)Mons. Francesc Pardo i Artigas      He leído y meditado durante días la carta – exhortación apostólica- que el Papa Francisco nos ha enviado a todos bajo el título “La alegría del Evangelio”. 

Algunos lectores del Full tal vez la hayáis leído –por lo menos algún capítulo-, o me habréis escuchado comentarla, pero muchos no la leeréis, y es muy importante conocer la reflexión y la opción del Papa de proponer algunas líneas “que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo. Dentro de este marco, y en base a la doctrina  de la Constitución dogmática Lumen gentium, decidí, entre otros temas, detenerme largamente en las siguientes cuestiones: 

a)       La reforma de la Iglesia en salida misionera.

b)       Las tentaciones de los agentes  pastorales.

c)       La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.

d)        La homilía y su preparación.

e)         La inclusión social de los pobres.

f)         La paz y el diálogo social.

g)         Las motivaciones espirituales para la tarea  misionera. 

Me extendí en esos temas con un desarrollo que quizá podrá pareceros excesivo. Pero no lo hice con la intención de ofrecer un tratado, sino sólo  para mostrar la importante incidencia práctica de esos asuntos en la tarea actual de la Iglesia. Todos ellos ayudan a perfilar un determinado estilo evangelizador que invito a asumir en cualquier actividad que se realice. Y así, de esta manera, podamos acoger, en medio de nuestro compromiso diario, la exhortación de la Palabra de Dios: “Alegraos siempre en el Señor. Os lo repito: ¡alegraos!” (Flp 4,4). 

He recordado la homilía de la fiesta de san Narciso, en la que manifestaba la necesidad de testimonios de Jesús, pero testimonios alegres porque han descubierto la alegría de la fe y la comunican con convencimiento y alegría. 

Presentaba como ejemplo la envidia que experimento con frecuencia, cuando escucho a los aficionados de los clubs de futbol hablar de su equipo con entusiasmo, con convencimiento… Ciertamente, cualquiera que les escuche pensará que “sienten los colores”. El Papa Francisco lo ha expresado diciendo que hacemos más cara de cuaresma que de pascua. 

Os animo ha leer la exhortación del Papa, o al menos algunos de sus capítulos. Está editada por Claret en catalán , y la encontraréis en la Librería Diocesana y con toda seguridad también en otras.

 

De todas formas intentaré, durante algunas semanas, ofreceros un resumen de algunos capítulos para que vivamos en verdad la alegría del Evangelio, asumiendo un estilo más evangélico en cualquiera de nuestras actividades pastorales. 

+ Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     Al querer profundizar sobre la alegría cristiana nos venían a la mente dos obras de sendos autores: uno, el ya mencionado, C. S. Lewis y el otro, Georges Bernanos. La asociación de ambos autores se debía, no sólo a que coincidieron en penetrar los secretos de la alegría cristiana, sino también a la discordancia que hay entre uno y otro, sus acentos y sus estilos. Podemos decir que aquél, Lewis, realmente “fue sorprendido por la alegría de la fe”, mientras que éste, Bernanos, “trabajó” duramente en su vida, en su pensamiento y en su literatura, esa misma alegría.

Nos interesa especialmente Bernanos para nuestro objetivo. ¿Cómo es posible que escribiera aquella novela, La alegría, que, según algunos, es “el libro más negro de los que escribió, donde se describe la agonía más espantosa de Chantal de Clergerie, una niña inocente, la pequeña santa, a quien se le ha robado todo, incluso su muerte?” (Ch. Moeller). He aquí la paradoja de la verdadera alegría, que Bernanos desarrolló hasta un radicalismo extremo. En ello es para nosotros hoy un maestro.

No intentemos explicar todo lo que vivió Bernanos, pues eso sería tanto como explicar el misterio del mismo Evangelio. Pero al menos demos razón de su experiencia. Ante todo él era un radical, es decir, alguien que iba a la raíz de todo y que no se contentaba con medias tintas o con falsos adornos. Así, sentía profundamente, dentro y fuera de sí, el enfrentamiento entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la justicia y la injusticia. Toda su vida fue en este sentido una lucha constante, una agonía de estas dos fuerzas antagónicas, que se disputan el mundo. Un combate que desgraciadamente venía a finalizar tantas veces con el triunfo del mal. El mundo estaba plagado de víctimas inocentes y, correspondientemente, de victorias injustas. Frente a la bondad y la inocencia de Chantal aparecerá la perversa y sin embargo “bien pensante”, Mouchette y frente al cura Cénabre, correcto, formalmente cumplidor, pero en el fondo con criterios mundanos y seculares, presentará el cura Chevance, mediocre y pobre, pero capaz de dar y recibir esperanza.

Que nadie piense que la alegría propugnada por Bernanos proviene de la victoria del bien sobre el mal, a la manera del final feliz de las novelas al uso. No hay héroes ni en la ficción ni en la vida. Los santos, incluidos los mártires, no lo son. Una de las características de la bondad evangélica, vivida por los personajes de Bernanos, es la impotencia. Impotencia también para la virtud perfecta. Los protagonistas no dejan de tener miedo a morir y vienen a ser un ejemplo de antihéroes.

El secreto de la alegría es talmente el misterio de la dicha en las Bienaventuranzas evangélicas. Primero, “para encontrar la esperanza hay que ir más allá de la desesperación; cuando llegamos más allá de la noche, del llanto, de la persecución, de la pobreza, encontramos la aurora”.

Hay un acto previo, que consiste en renunciar a la alegría, como gesto de pobreza y abandono total. Después, aquello a lo que uno ha renunciado, se convierte en ofrenda a Dios y don para los demás. Es en la alegría que uno es capaz de dar al hermano, donde se encuentra su verdad. De ahí que, Bernanos formulará el secreto evangélico:

“La vida me ha enseñado que nadie es consolado aquí, hasta que uno ha consolado a otros; nada recibimos sin haberlo dado antes”.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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Reformar la Iglesia para evangelizarMons. Lluís Martínez Sistach     Estamos celebrando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, como muchas iglesias y confesiones cristianas de todo el mundo. Es una semana de oración, es decir, es todo un acontecimiento espiritual. Se celebra cada año del 18 al 25 de enero. Este día tiene lugar la fiesta de la Conversión de san Pablo, lo que nos recuerda que en el movimiento ecuménico tiene una gran importancia el llamado ecumenismo espiritual, que ha estado siempre presente en los esfuerzos de aproximación y de aprecio entre los cristianos desde el inicio mismo del movimiento ecuménico.

Este año la Semana de Oración tiene un lema muy interpelador. Es una breve pregunta que, precisamente, hace san Pablo en su primera carta a los Corintios: “¿Es que Cristo está dividido?” En la comunidad cristiana de Corinto había divisiones y Pablo les invita a todos a vivir la comunión y la fraternidad, diciéndoles que las divisiones dificultan la propuesta de Cristo, es decir, el testimonio cristiano y la evangelización, que no se debe confundir con el proselitismo. Juan Pablo II, hablando a los jóvenes, les dijo una frase muy recordada: “La fe en Cristo se propaga, pero no se impone”.

El papa Francisco, en su reciente Exhortación apostólica La alegría de la fe, que recoge y propone a toda la Iglesia los trabajos del Sínodo del año 2012 sobre la evangelización, nos lo dice muy claramente: “La Iglesia, hoy, debe tener un espíritu misionero. La Iglesia ha de salir”. ¿Y qué quiere decir esto? Significa que debe ser misionera, y ésta es para ella una exigencia desde su inicio porque la Iglesia existe para evangelizar.

Ya lo dijo un documento todavía muy actual, la Evangelii nuntiandi, de Pablo VI. La Iglesia ha de servir para evangelizar, si no no sirve para nada, porque ha sido fundada por Jesucristo con la misión de anunciar al Mesías.

En la exhortación apostólica del papa Francisco también está muy presente esta dimensión de la reforma de la Iglesia, que debe estar presente en todos los estamentos; el Papa dice, incluso, que reformará lo necesario en el modo de ejercer su servicio de obispo de Roma y primado de la Iglesia católica. Ya lo dijo Juan Pablo II con estas palabras: “Ayudadme a hacer aquellas reformas que sean necesarias, manteniendo lo más sustancial y esencial del pontificado y del primado”.

Todos debemos estar abiertos a esta reforma necesaria: los obispos, las diócesis, las parroquias, los movimientos, los religiosos y los laicos también nos tenemos que ir reformando. Y reformarse significa convertirse. Por eso he mencionado la importancia que tiene la espiritualidad en el camino ecuménico. Si somos más fieles a Jesucristo y a las mociones del Espíritu Santo, daremos un testimonio más creíble ante el mundo de hoy.

El papa Francisco nos dice que el objetivo de la reforma eclesial es la misión porque, insisto, la Iglesia existe para evangelizar. Debemos estar dispuestos a reformar lo que sea necesario de la Iglesia para que ésta pueda cumplir su misión esencial.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach

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Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

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Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

Leer mas http://www.agenciasic.com/2014/01/18/la-cultura-del-encuentro-es-la-unica-capaz-de-construir-un-mundo-mas-justo-y-fraterno-recuerdan-los-obispos/

Migraciones Cartel 2014“Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiiado

Domingo, 19 de enero de 2014

“Ha100do un mundo mejor”

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

1. Cien años al servicio de las migraciones

En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebraba la primera Jornada Mundial de Migraciones. El papa Francisco, al igual que sus predecesores, nos alumbra y estimula para la Jornada de este año 2014, que hace el número cien, con un mensaje de aliento y de esperanza titulado: «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». En España hemos querido resaltar dicha efemérides y el servicio que ha prestado y sigue prestando al respecto nuestra Iglesia con la frase: «Con los emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor». Con ellos y al servicio de ellos ha estado nuestra Iglesia durante estos cien años. Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.

El papa Francisco va delante y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino con el testimonio de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fuera para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos emigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos. A la vez que elevaba su oración por los fallecidos, quiso, con su palabra y sus gestos, tan significativos, sacudir la conciencia de Europa y de toda la humanidad.

Las costas del sur de España saben también de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. No es extraño que la compasión y la misericordia se convierta, con frecuencia, en gritos de indignación y vergüenza ante tales tragedias. En un mundo rico, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión. «Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”».

2. La emigración, realidad global y dinámica

La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que ser la manifestación más elocuente del avance de los pueblos en camino para constituir, más allá de sus múltiples identidades y riquezas culturales, la gran familia de los hijos de Dios: «Todos unidos formando un solo pueblo, el pueblo que en la Pascua nació», dice la canción. Pero para ello nuestro mundo tendría que estructurarse en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. Sin embargo, las cosas no discurren así. A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses. Da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa en Lampedusa?

No estamos por una inmigración incontrolada. Pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja. Permítasenos abogar por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes.

3. Las migraciones y las nuevas formas de esclavitud

Es un hecho evidente la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones. El santo padre, al hacerse eco de esta realidad, manifiesta la relación con las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. La emigración no tendría por qué discurrir en ningún caso por estos derroteros, pero la pobreza y los engaños de quienes aprovechan la pobreza para traficar con las personas son hoy, como dice el papa, «moneda corriente». Es este otro frente ante el que ha de sensibilizarse la sociedad. Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz , etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas e invita a sus fieles y a sus organizaciones a seguir trabajando en este empeño y denunciando estas lamentables situaciones. Publicaciones como la reciente guía pedagógica para la educación y prevención de esta esclavitud el siglo XXI que es la prostitución pueden ser un buen medio para sensibilizar y prevenir.

4. Del recelo a la acogida

Se ha avanzado mucho en las actitudes de los ciudadanos ante la inmigración. Cada vez son más numerosas las personas conscientes de la aportación que los inmigrantes han supuesto y siguen suponiendo para nuestro país. Bastaría fijarse en quiénes son los cuidadores de muchos de nuestros ancianos. Sin embargo, en situaciones como la actual, de un paro tan fuerte, no es raro que haya ciudadanos que vean a los inmigrantes como un problema, «los que nos quitan el trabajo», y que ello pueda dar lugar a que afloren actitudes racistas o xenófobas. La misma denominación de “ilegales” no favorece una actitud positiva hacia los inmigrantes . La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. «Se necesita —en palabras del papa—, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”— a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

5. La emigración, ocasión para la nueva evangelización

«Las migraciones —dice el papa Francisco—, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». Este año, de nuevo, un buen número de agentes pastorales, religiosos y obispos pudimos hacer una “Peregrinación entre las dos orillas del Estrecho”. En Marruecos pudimos comprobar el ejemplar trabajo de la Iglesia con muchos de los hermanos migrantes que sueñan con venir a España a pesar de nuestra crisis. El testimonio de estas Iglesias fortalece nuestros empeños y nuestras esperanzas para —como quiere el papa— «ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no solo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio».

Lo mejor que puede ofrecer nuestra Iglesia a los hombres es Jesucristo y su Evangelio. En unas ocasiones lo hará con un lenguaje explícito. En otras, tendrá que dejar que hable el amor, que, cuando es verdadero, habla siempre de Dios, y, por eso, es evangelizador.

El plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión. Deseamos que palabras como integración o comunión no sean unas palabras más. Ofrecemos, por eso, algunas sugerencias para avanzar por este surco prometedor.

6. Vías de comunión

• – Que nuestras parroquias procuren la existencia de grupos interculturales para que el que viene de fuera pueda ser acompañado respetuosamente en su proceso de adaptación, primero, y de comunión e integración, después. Una comunidad identificada con Cristo, misionera y creativa, no excluye a nadie; es más cercana a los que tienen más difícil la integración. Los espacios comunes como la escuela, el barrio o las asociaciones son unos ámbitos cotidianos que ningún cristiano debe desaprovechar.

• – El ámbito parroquial, el de la vida religiosa, el de los movimientos y cofradías son ámbitos muy adecuados para la acogida de personas —incluso dentro de sus propios espacios— y para la integración armónica no solo de expresiones devocionales nuevas, sino sobre todo para la fraternidad. El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es un medio muy importante para afinar la sensibilidad, promover la corresponsabilidad y velar por la protección de los derechos de las personas (trabajo, sanidad, vivienda , etc.), así como para denunciar, si fuera necesario, la violación de los mismos. Como dijo el beato Juan Pablo II: «La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables» ( Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 1999 -2 de febrero de 1999-, 6)

• Que la sociedad española contribuya con el Gobierno a la promoción de acciones de cooperación y desarrollo, de paz y de democracia, en los países de donde provienen muchos de nuestros inmigrantes. La solidaridad de Europa puede ser decisiva para la mejora social y política en los países de origen de los inmigrantes.

• Construir una sociedad mejor en nuestro territorio es solo una parte de la solución. Se ha de trabajar por un orden económico internacional que no genere pobreza sobre pobreza, sino que ayude a superarla. Ello implica invertir con sentido social en el sur, especialmente en África, para crear medios de vida allí, y no solo para lograr beneficios a su costa aquí.

• Seguir abogando para que no se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de peligro para la vida,  para que no se llegue a penalizar la asistencia humanitaria a los mismos, para que sean tratados siempre con el debido respeto, para que nunca se den detenciones arbitrarias, para que se busquen alternativas más dignas a los Centros de Internamiento, y para que los internos gocen de la atención social y religiosa necesaria.

• Que aquellos españoles, que ahora se ven obligados a emigrar por la falta de trabajo, sepan que encontrarán siempre abiertas las puertas de nuestras misiones católicas en Europa, como lo hicieron en otros momentos.

6. Con María, nuestra Madre

Reconozcamos en los emigrantes, aunque hablen otro idioma, sean de otro color o tengan otros rasgos faciales, el rostro de Cristo, el rostro de un hermano. Que la pluralidad de sus identidades culturales no sea motivo de división, sino de enriquecimiento para nuestra sociedad y para nuestra Iglesia, que deseamos que sea, cada vez más, lugar de acogida y comunión para los mil rostros de Cristo. Y que María, emigrante forzosa en Egipto, nos ayude a hacerlo realidad e interceda por nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones

Fuente:: SIC

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