Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña      Mañana lunes, 6 de enero del nuevo año de gracia de 2014, celebramos en toda la Iglesia la solemnidad de la Epifanía del Señor. Como tan sabiamente nos dice el Martirologio Romano (cf pp 96 y 43), la Iglesia recuerda en esta fecha tres manifestaciones del gran Dios y Señor Nuestro Jesucristo: la de Belén, cuando Jesús niño es adorado allí por los Magos (cf Mt 2, 1-12); la del río Jordán, cuando Jesús, poniendo fin a su vida oculta, es bautizado por Juan, recibe la unción del Espíritu Santo, es llamado hijo por Dios Padre y da inicio a su actividad mesiánica (cf Lc 3, 15-16. 21-22); y la manifestación en Caná de Galilea, cuando, durante la celebración allí de unas bodas a las que Jesús había asistido con su madre María y con sus discípulos, mostró su gloria al transformar el agua en vino (cf Jn 2, 1-12).

Hoy nos ocuparemos de la manifestación de Cristo a los Magos. La manifestación de la identidad de Jesús a los Magos sabios se pudo producir en Belén porque éstos se habían revelado como buscadores incansables del único y verdadero Dios, como buscadores de la verdad, como hombres de corazón sincero y de razón abierta, ayuna de toda ideología y autoconsciente de sus límites internos. Aquellos hombres sabían que, aun siendo en principio la filosofía y las religiones fuerzas poderosas que ponen a los hombres en el camino conducente a Dios, tales fuerzas, la filosofía y las religiones, contienen, sin duda, semina Verbi Dei, pero no nos pueden otorgar nunca a Dios mismo, pues éste, que es la verdad, la vida y el amor absoluto, se encuentra cualitativamente a una distancia infinita de todo cuanto puede alcanzar el hombre en virtud del lumen naturalis rationis que registra su ser.

Como afirmaba hace un año Benedicto XVI, los Magos que acuden a Belén guiados por la estrella representan el dinamismo inherente a las religiones de tener que verse éstas interiormente obligadas a autotrascenderse, a tener que ir más allá de sí mismas y a no poder hacerlo por sí mismas. Es un dinamismo que consiste en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda del verdadero Dios y, por ende, en la esencia misma de la filosofía, entendida ésta en su sentido más genuino. Dicho más explícitamente, los Magos representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como también la autosuperación de la ciencia con vistas a Él. Ellos están siguiendo de algún modo a Abraham, quien se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y al hecho de su interrogarse acerca de la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.

Los sabios de oriente contemplados por Mateo son, en suma, un inicio; representan a la humanidad cuando ésta emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro del verdadero salvador. No identifican, pues, la racionalidad con el mero saber, sino que tratan de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más altas posibilidades.

Finalmente, si es cierto que la luz de la razón natural guía hacia Cristo (filosofía cristológica), no lo es menos que la luz de la fe ilumina también el camino de todos los que buscan a Dios,  y constituye la aportación propia del cristianismo al diálogo con los seguidores de las diversas religiones (cristología filosófica). Bien lo ha señalado el papa Francisco en la carta-encíclica Lumen fidei, 35.

No quiero terminar esta pequeña carta pastoral con motivo de la fiesta de la Epifanía del Señor a los Reyes sabios sin hacer una referencia bien explícita a la Jornada de oración y de colecta imperada en favor del Catequista nativo y del Instituto Español de Misiones Extranjeras (=IEME) que celebramos año tras año precisamente en este día. El lema de la Jornada de 2014 reza así: Catequistas nativos, testigos de la fe y de la caridad.

Los misioneros del IEME conocen por experiencia el gran valor de estos catequistas, sobre todo y fundamentalmente como humildes servidores de la Palabra revelada. Por otra parte, es de sobra sabido que en no pocos rincones de la Tierra se hace imposible para el misionero extranjero llegar a lugares o a ambientes específicos si no es a través de cristianos nativos que conocen bien la cultura, particularmente la lengua, el territorio y, en suma, la realidad concreta del lugar en donde se evangeliza. ¡Cuán admirablemente cumplen este cometido los catequistas nativos! Finalmente, además de catequistas en sentido estricto y de compañeros de penas y de alegrías de los misioneros, los catequistas nativos constituyen la primera familia que acoge en su seno a los ministros del Evangelio. Los catequistas nativos son, así, una verdadera estrella de la fe y de la caridad.

Ayudémosles material y espiritualmente a ellos y al IEME. Bien sabéis que, como os recordé el año pasado en La Voz del Prelado de este semanario (cf Iglesia en Zaragoza, número 1656, 6/1/2013, pág. 5, col b), el producto de la colecta del día de la Epifanía se distribuye en partes iguales entre la Congregación para la Evangelización de los Pueblos yel Instituto Español de Misiones Extranjeras, que es el que organiza la colecta por expresa designación de la Santa Sede desde hace ya muchos años.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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Somos GPS con destino a JesúsMons. Francesc Pardo i Artigas     Hoy día, la mayoría de los conductores, si podemos, utilizamos el GPS, especialmente si nos dirigimos a un lugar desconocido. Marcamos destino, —ciudad o pueblo, calle o plaza, número… — y adelante, hasta llegar al lugar deseado. 

Dado que estamos en vísperas de la fiesta de los Reyes Magos, hagamos servir la imaginación. A los cristianos nos han dejado un sobre cerrado, adornado con sumo cuidado, con la indicación “urgente”. Abrimos el sobre y encontramos una carta de los Reyes. Dice así: 

“Nosotros, para conseguir llegar hasta Jesús, fuimos siguiendo una estrella. Fue nuestro GPS. Hemos de reconocer que, en algunos momentos la señal que nos guiaba desapareció, situación que provocó un cierto desconcierto y preocupación. Fue entonces cuando acudimos a los escritos, a la Palabra de Dios, y al consejo de aquellos que mejor nos podían orientar para continuar el camino. Finalmente logramos hallar a Jesús, el rey de los judíos. Su pequeñez y pobreza no nos hicieron dudar, le ofrecimos nuestros presentes: oro, incienso y mirra. 

Ahora, hoy, tú eres el GPS que puede conducir a Jesús. ¿Cómo? 

Has de estar dispuesto a que de formas diversas, incluso sin  pronunciar su nombre, te pregunten por él; que, viendo tu talante, tu forma de vida, se atrevan a preguntarte por tu forma de ser y de actuar. 

Puede que, de entrada, no escuches la expresión  JESÚS, pero si  que te pidan dónde pueden hallar amor, vida, sentido, felicidad, fuerza, perdón, amabilidad, alegría… tal como tu lo vives. Has de saber interpretar que a quien de verdad buscan es a JESÚS y todo lo que él ofrece. Es entonces cuando has de estar dispuesto a guiarles hasta él. 

Una última reflexión: ¿Cuál o cuáles satélites harán posible que seas un GPS operativo y fiel para iniciar el camino? ¿Qué fuente de energía te alimentará para convertirte en un guía eficaz? 

Tus satélites son la Palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento. Leerla, meditarla, orar, buscar quien puede ayudarte a saborearla… es fundamental. 

También es imprescindible que te alimentes con la Eucaristía y te rehagas con el sacramento de la Penitencia. Y si es necesario también con el de la Unción de los Enfermos. 

Con frecuencia has de conectar con el Señor por medio de la plegaria, y dejarte ayudar por otros hermanos y hermanas que también han hallado a Jesús. 

Entonces, a aquellos a los que has de guiar, ponlos en comunicación con los que tienen experiencia por su misión, pues puede que tu señal se apague o sea insuficiente. 

En algún momento, contemplarás con alegría como aquellos a los que has guiado hasta Jesús ya no le ofrecen oro, incienso y mirra, sino su propia vida. 

¡Ah! Y no olvides que debes ser GPS desde los primeros años de todo niño o niña y a lo largo de todas las etapas de la vida. 

Respuesta: gracias, queridos Reyes. He comprendido que hoy en día somos nosotros los que hemos de indicar el camino hacia Jesús.

+Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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Sagrada FamiliaMons. Ángel Rubio     En el corazón de la Navidad, la Iglesia quiere que celebremos esta fiesta de la Sagrada Familia. Los pastores y los magos descubrieron al Niño Jesús con María su Madre y con San José su padre; es decir, lo encontraron en seno de una familia constituida por un padre y una madre, enteramente como las otras familias de su tiempo. Para el Hijo de Dios hecho hombre su familia tuvo una importancia idéntica a la que tiene la nuestra para nosotros. Fue el marco más idóneo para nacer, crecer y desarrollarse como persona. Por eso, Jesús, como hombre, fue lo que fue su familia porque la familia nos marca. La familia  —lo queramos o no— deja su impronta en las personas, y somos, normalmente, lo que hemos aprendido y vivido en su seno.

Son bien conocidos los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y a la institución familiar, debido a una cierta mentalidad ambiental hedonista, permisiva e insolidaria. La familia atraviesa dificultades importantes por las presiones que sufre, particularmente con la plaga del divorcio, que cobra especialmente sus víctimas en los hijos; con la mentalidad “antivida”, con la impregnación de una cultura de muerte y de miedo al futuro que reduce el sentido de acogida de la vida, impide su concepción o la elimina antes de nacer; y con la insuficiente protección en los aspectos económico, social y de vivienda o con el injusto tratamiento que en estos campos muchas familias se ven sometidas. Especial dificultad en estos momentos son algunas legislaciones en favor de ciertas uniones, que atentan contra el matrimonio y la familia, vulneran la más elemental dignidad y verdad del ser humano, conducen a la quiebra de humanidad o a ahondar en ella, y ponen en peligro, en consecuencia, la estabilidad de la misma sociedad.

Por eso es tan sumamente necesario y apremiante presentar con autenticidad el ideal de la familia según el designio de Dios, basado en la unidad y fidelidad del matrimonio, abierto a la fecundidad, guiado por el amor. Son estos aspectos los que corresponden mejor a las exigencias del corazón humano, aunque contrasten con las propuestas del mundo.

Todos, sin excepción, estamos obligados a promover y fortalecer los valores y exigencias de la familia. Esta debe ser ayudada y defendida mediante medidas sociales apropiadas. La sociedad tiene la grave responsabilidad de apoyar y vigorizar la familia, y su fundamento que es el matrimonio único e indisoluble. La misma sociedad tiene el inexorable deber de proteger y defender la vida, cuyo santuario es la familia, así como dotar a ésta de los medios necesarios —económicos, jurídicos, educativos, de vivienda y trabajo— para que pueda cumplir con los fines que le corresponden a su propia verdad o naturaleza y asegurar la prosperidad doméstica en dignidad y justicia. No ayudar debidamente a la familia constituye una actitud irresponsable y suicida que conduce a la humanidad por derroteros de crisis, deterioro y destrucción de incalculables consecuencias. La actual legislación, que ni siquiera reconoce la realidad humana del matrimonio en su especificidad con una institución o figura jurídica adecuada, debe ser corregida y mejorada porque compromete seriamente el bien común. (cf. Conferencia Episcopal Española, La verdad del amor humano, 2012).

Pero el egoísmo, que triunfa en la vida matrimonial y familiar de España, tal vez como en ningún otro campo de las relaciones sociales, debe ser combatido también en el ámbito de la educación en general y, por supuesto, de la formación católica y de la atención pastoral matrimonial y familiar. El Papa Francisco ha puesto de relieve la trascendencia del problema al convocar, de modo casi urgente, nada menos que dos Sínodos de los Obispos consecutivos, en dos años, sobre la familia y su evangelización. Recientemente, en el encuentro con las familias en Roma, con motivo del Año de la fe, el Papa ha exhortado a los esposos a: «ponerse en marcha y caminar juntos. ¡Y esto es el matrimonio! Ponerse en marcha y caminar juntos, tomados de la mano, encomendándose a la gran mano del Señor. ¡Tomados de la mano siempre y para toda la vida! ¡Y haciendo caso omiso de esa cultura de la provisionalidad, que nos hace trizas la vida!».

+ Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

 

 

 

 

 

Fuente:: Mons. Ángel Rubio Castro

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Mons. Julian LópezMons. Julián López    Queridos diocesanos:

Escribo esta carta cuando está a punto de concluir el año 2013 del Señor. La cuenta de los años en nuestra cultura occidental, cristiana en su origen y hoy prácticamente universal hace en referencia al Nacimiento de N. S. Jesucristo. Bajo esta luz debemos situar los pequeños y grandes acontecimientos de nuestra vida.   Estoy pensando en el fenómeno de inculturación del cristianismo que supuso la fijación de la fiesta de Navidad (siglos III-IV) en el solsticio de invierno -la Pascua ya estaba ligada a la primavera desde el Antiguo Testamento- apoyándose en el fenómeno que advertimos a partir del día natalicio de Cristo, que la noche empieza a acortarse mientras los días van creciendo lentamente como dice el dicho popular, “lo que la patita de la gallina”.

El tiempo huye, el tiempo nos devora, solemos decir. En realidad el tiempo nos hace tomar conciencia de que nuestra vida transcurre no sólo de forma matemática según el calendario sino, lo que es más importante, psicológicamente entre un pasado conocido que se aleja y un futuro incierto, de manera que tenemos la percepción, a medida que transcurren los años y vamos cumpliéndolos en nuestra vida, que el tiempo pasa más veloz. ¿Qué miden, por tanto, los calendarios o los relojes? Ciertamente, el tiempo, pero no nuestra existencia que se resiste a ser encasillada en años, meses, días, horas…  Por eso tendemos a “apurar” al máximo el presente, pretendiendo estirarlo lo más posible, cuando en realidad lo estamos quemando muchas veces, es decir, perdiéndolo o desaprovechándolo. Nuestro pensamiento se confunde, además, cuando tratamos de imaginar la eternidad, el más allá del tiempo. Pero incluso este es para muchos sabios, como Albert Einstein, una ilusión persistente de manera que no existe diferencia entre el pasado, el presente y el futuro.

 

En efecto, el tiempo es más que una referencia de la duración de las cosas. El hombre es el único ser de la creación que tiene conciencia del paso del tiempo y del devenir de su existencia. Por eso el tiempo posee dimensiones difer­en­tes, teniendo cada instante su propio significado. Lo mismo puede decirse de cada una de las divisiones del tiempo, los días, los meses, las estaciones, los años. No todos son iguales, aunque tengan la misma duración cronométrica. Por eso son tan importantes para nuestra vida las fiestas, los aniversarios, las conmemoraciones tanto religiosas como de otro orden. Esto lo sabemos gracias a la memoria y a la liturgia, que nos permiten abarcar el tiempo pasado y de alguna manera preparar el futuro sobre la base del recuerdo-actualización de unos hechos y de su celebración. “La Iglesia, escribía el futuro santo Juan Pablo II en vísperas del Gran Jubileo del año 2000, respeta las medidas del tiempo: horas, días, años, siglos. De esta forma camina al paso de cada hombre, haciendo que todos comprendan cómo cada una de estas medidas está impregnada de la presencia de Dios y de su acción salvífica” (TMA 16).

Por eso es importante que celebremos no sólo el Año litúrgico sino también los acontecimientos de nuestra historia como Iglesia local, como acabamos de hacer con el 950 aniversario de la traslación del cuerpo de San Isidoro y el 1100 de la dedicación de la iglesia, hoy parroquial, del desaparecido Monasterio de S. Miguel de Escalada, y como haremos, Dios mediante, en 2014, del 50 aniversario del Congreso Eucarístico Nacional de León (1964). La memoria del pasado nos estimula en el presente y nos ayuda a avanzar sin temor hacia el futuro. Feliz, santo y provechoso espiritual y pastoralmente Año 2014. Con mi saludo y bendición:

+ Julián López

Obispo de León

Fuente:: Mons. Julián López

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Papa Francisco en oración ante la Madre de Dios, en Santa María la Mayor
(RV).- El primer día del 2014, Solemnidad de la Madre de Dios, Francisco fue de forma privada, por la tarde, a la Basílica papal de Santa María la Mayor, donde se detuvo en silencio orante, durante unos veinte minutos ante la imagen de la Madre de Dios, venerada con el título de la ‘Salus populi romani’. A ella se había referido pocas horas antes, el Papa Bergoglio en su homilía de la Santa Misa, alentando a encomendar «nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz y de Dios». E invitando a María todos juntos tres veces: «¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios!». La nueva visita del Obispo de Roma a la Basílica de Santa María la Mayor reitera su profunda devoción y fue recibida con mucha alegría y sorpresa por numerosos fieles, entre ellos muchos jóvenes, contentos de poder ver al Papa, respetando sin enmbargo su recogimiento en la oración.
(CdM – RV)

Fuente:: News.va

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restauracincompaa-recortEl 7 de agosto de 1814, Pío VII restauraba la Compañia de Jesús que, unos 40 años antes había sido suprimida por el papa Clemente XIVen 1773 cediendo a presiones externas. La Compañía no desapareció del todo y, pocos decenios más tarde, Pio VII la restauraba dando lugar a un nuevo florecer de la Compañía. 

Este aniversario marca el año 2014 para la familia jesuita que “Hoy, 200 años después los jesuitas deseamos “aprender de las luces y sombras de nuestro pasado, con el fin de percibir con mayor claridad y entregarnos con más generosidad a lo que el Señor pide de nosotros en el momento presente” (Adolfo Nicolás, Superior General de la Compañía de Jesús). En todo el mundo, este resurgimiento se recuerda con el lema Ite inflammate omnia, que apunta a llevar la luz de Cristo a todos los sitios y personas.

Así lo explicaban los jesuitas en 2008: “Cuentan las crónicas que, cuando San Ignacio envió a San Francisco Javier al Oriente, le dijo:

‘Id, inflamad todas las cosas’

Con el nacimiento de la Compañía de Jesús, un fuego nuevo se encendió en un mundo en transformación. Se inició una forma novedosa de vida religiosa, no por industria humana sino como una iniciativa divina. El fuego que entonces se prendió continúa ardiendo hoy en nuestra vida de jesuitas, ‘un fuego que enciende otros fuegos’, como se dice sobre San Alberto Hurtado. Con ese fuego, somos llamados a inflamar todas las cosas con el amor de Dios (cf. Lc 12,49)” (Congregación General 35, decreto 2, nº 25).

En español añadimos: “Contagiad la vida”, esto es, comunicad y transmitid la vida recibida para que ella engendre más vida a su alrededor. Así, los más de 1.200 jesuitas en España en 2014 se organizan de nuevo, simplificando sus estructuras, seleccionando sus lugares de presencia, trabajando unidos a otras personas en los terrenos donde esa luz y amor de Dios se desea que llegue. Y que de este modo alcance y permanezca con los hombres y mujeres que más lo necesiten.

Fuente:: SIC

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papa eneroEl Pontífice presidió en la mañana de ayer la Eucaristía del primero del año en la Basílica de San Pedro en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en la 47ª Jornada Mundial de la Paz.

La primera homilía de 2014, el Santo Padre centró su atención en la Madre de Dios “el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un papel, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial”.

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco

La primera lectura que hemos escuchado nos propone una vez más las antiguas palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Es muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al comienzo del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que ahora nos espera.

Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.

El deseo contenido en esta bendición se ha realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura.
Madre de Dios. Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un papel, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial.

Recordemos aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen. La verdad sobre la divina maternidad de María encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de Santa María «la Mayor», primer santuario mariano de Roma y de todo occidente, y en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios —la Theotokos— con el título de Salus populi romani. Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura.

Pero es más, es el sensus fidei del santo pueblo de Dios que jamás, en su unidad, jamás se equivoca, el santo Pueblo de Dios.

María está desde siempre presente en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. «La Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino – deseo destacarlo – procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (Juan Pablo II, Enc. Redentoris Mater, 2), y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la peregrinación de la fe» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58).

Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, todos, y los ama como los ama Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.

La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María.

A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia, de paz y de Dios; y la invocamos todos juntos, imitando a nuestros hermanos de Éfeso. Digamos juntos por tres veces: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! Amén.

(RV/Agencia SIC)

Fuente:: SIC

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Zaragoza Virgen del PilarLa celebración de la Conmemoración de la Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza comenzará esta medianoche con la popular Misa de Medianoche o Misa de la Venida.

Ya ayer, en la víspera de la festividad, a las 19.45 horas, tuvo lugar Claustro y Salve Solemne.

Asimismo las misas de 12.00 -Misa Conventual- y la de 19.00 horas. jueves 2 se solemnizarán particularmente en el día de hoy.

 

(Archidiócesis de Zaragoza)

Fuente:: SIC

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Jornada de pastoral JuveniEl pasado, vienes 27 de Diciembre, tuvo lugar en Huéscar una Jornada de pastoral Juvenil organizada por el Secretariado de Infancia y Juventud de la Diócesis de Guadix. Colaboraron la Federación de Hermandades y Cofradías de Huéscar y la parroquia de dicha localidad.

Los jóvenes disfrutaron de una jornada deportiva por la mañana y, ya por la tarde  asistieron a una mesa redonda en torno a la juventud en la que participaron José Antonio Martínez, Director del Secretariado de Infancia y Juventud, que habló sobre la forma de llevar a cabo hoy en día el anuncio del Evangelio a los jóvenes; Luis Torrecillas, componente de la  Agrupación Musical de Nuestra Señora de la Soledad Coronada, de Huéscar,  quién desarrolló la evangelización a través de la música; José Fernando Titos,  Delegado de Vocaciones y formador del Seminario, que abordó el tema de la vocación en los jóvenes; Alba Granada, componente del grupo joven de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Inspiración, de Huéscar, quién dedicó su intervención a la forma de hacer pastoral con los jóvenes en una Cofradía; y Antonio Jesús Soto, colaborador del Secretariado de Juventud, que  explicó las funciones del Secretariado y las distintas actividades que realiza a lo largo del curso pastoral.

Después, a las 19.30 horas, los jóvenes asistieron  a la celebración de la  Eucaristía, en la parroquia de Santa María, de Huéscar.

Terminó el encuentro con la preparación del Proyecto Centinelas que, por primera vez, se hacía fuera de la ciudad de Guadix. Éste fue el momento más importante de la jornada. Todos los jóvenes, participaron primero en el adorno de la parroquia y de los exteriores y, después, en la oración ante el Santísimo,  que se tiene antes de salir a la calle a evangelizar. Un grupo grande de feligreses de Huéscar también acompañó a los jóvenes durante la oración, quedándose después rezando ante el Santísimo, mientras los jóvenes invitaban a otros a pasar al templo y rezar.

(Diócesis de Guadix Baza)

Fuente:: SIC

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actos_clausura_almodovarEl Jubileo de San Juan de Ávila en la localidad natal del Doctor de la Iglesia, Almodóvar del campo, concluirá el próximo sábado 11 de enero.

Durante este tiempo, más de 20.ooo peregrinos han visitado Almodóvar del Campo tras los pasos del maestro Ávila. Actos jubilares como los destinados a los jóvenes o los sacerdotes de las diócesis manchegas han sido algunos de los puntos fuertes del año jubilar en Almodóvar.

Con motivo de la clausura de este Año jubilar, el viernes 3 de enero tendrá lugar una Vigilia de Oración en el templo Jubilar en Almodóvar del Campo, a las 22,00 h. 

Al día siguiente, Mons. Antonio Angel Algora Hernando, obispo de Ciudad Real presidirá la Santa Misa en la Catedral de Ciudad Real a las 10,30 h.

El sábado 11 de enero tendrá lugar el Acto de conmemoración del Año Jubilar en el Teatro Municipal de Almodóvar del Campo, a las 18,00 h. y la Eucaristía de Acción de Gracias por el Año Jubilar, presidida por el obispo en el templo parroquial de Almodóvar del Campo, a las 20,00 h..

Fuente:: SIC

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