Ver siempre en el otro la imagen de Dios, el Papa el viernes en Santa Marta
(RV).- No es fácil construir el diálogo con los demás, especialmente si nos divide el rencor. Pero el cristiano busca siempre el camino de escucha y reconciliación, con humildad y docilidad, porque eso es lo que nos ha enseñado Jesús. Fue en síntesis el pensamiento del Papa Francisco en su homilía durante la Misa de la mañana en la Casa de Santa Marta.
Me rompo, pero no me doblego, afirma un cierto dicho popular. Me doblego para no romperme, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, fácilmente destinado a levantar muros de incomunicación entre las personas, hasta la degeneración del odio. El segundo proclive a tender puentes de comprensión, también después de un altercado, una discusión. Pero, advirtió Francisco, a condición de buscar y practicar “la humildad”. La homilía en Santa Marta continuó a aquella de ayer. Al centro de la lectura litúrgica, y de la reflexión del Papa, nuevamente el enfrentamiento entre el Rey Saúl y David. El segundo, en un arranque, tiene ocasión de matar al primero pero, observó el Santo Padre, escoge “otro camino: el camino de acercarse, de esclarecer la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz”:
“Para dialogar es necesaria la docilidad, sin gritar. Es necesario pensar que también la otra persona tiene más que yo, y David lo pensaba: ‘Él es el ungido del Señor, es más importante que yo’. La humildad, la docilidad… Para dialogar, es necesario hacer lo que hoy hemos pedido en la oración, al inicio de la Misa: darse todo a todos. Humildad, docilidad, darse todo a todos y también – pero no está escrito en la Biblia – todos sabemos que para hacer esto es necesario tragarse tantas cosas. Pero, debemos hacerlo, porque la paz se consigue así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el otro la imagen de Dios”.
“Dialogar es difícil”, reconoció el Obispo de Roma. Pero peor del tentar construir un puente con un adversario es dejar crecer en el corazón el rencor hacia él. De esta manera, afirmó, nos quedamos “aislados en este caldo amargo de nuestro resentimiento”. Un cristiano, en cambio, tiene como modelo a David, que vence el odio con “un acto de humildad”:
“Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo hizo: se humilló hasta el final, nos hizo ver el camino. Y es necesario que no pase tanto tiempo: cuando existe el problema, lo más pronto posible, en el momento en el que se pueda hacer, después que la tormenta ha pasado, acercarse al diálogo, porque el tiempo hace crecer el muro, así como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación: ¡es muy difícil!”.
No es un problema si “alguna vez los platos vuelan” – “en familia, en las comunidades, entre los vecinos” – repitió el Papa. Lo importante es “buscar la paz lo más pronto posible”, con una palabra, un gesto. Un puente antes que un muro, como aquel que por tantos años dividió Berlín. Porque “también, en nuestro corazón – dice Papa Francesco – hay la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con los demás”:
“Yo tengo miedo de estos muros, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos. También el odio. Pensemos en este joven David: habría perfectamente podido vengarse, habría podido echar al rey y eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre, la dulzura. Hoy, podemos pedir a San Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los demás, jamás muros”.
(RC-RV)

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Serenidad de juicio, imparcialidad, doctrina jurídica y dimensión pastoral: el Papa traza el perfil del juez del Tribunal Apostólico de la Rota Romana
(RV).- (audio) Con motivo de la inauguración del año judicial, el Papa Francisco ha recibido, por primera vez, pasado el mediodía, a los auditores, oficiales y colaboradores del Tribunal Apostólico de la Rota Romana.
En su discurso, el Pontífice ha subrayado que “la dimensión jurídica y la dimensión pastoral del ministerio eclesial, no están en oposición, porque ambas contribuyen a la consecución de la finalidad y la unidad de acción propia de la Iglesia. La actividad judicial eclesial, que se configura como un servicio a la verdad, en la justicia, tiene una connotación profundamente pastoral, porque busca el bien de los fieles y la edificación de la comunidad cristiana, y por lo tanto, se inserta plenamente en el camino y en la misión de la Iglesia.
«Ahora quisiera trazar un breve perfil del juez eclesiástico. En primer lugar, el perfil humano: al juez se le pide una madurez humana que sea expresión de serenidad de juicio y de desapego de puntos de vista personales. También forma parte de su madurez humana la capacidad de sumergirse en la mentalidad y en las aspiraciones legítimas de la comunidad en la que lleva a cabo su servicio. Así se hará intérprete de aquel ‘animus communitatis’ que caracteriza a la porción del Pueblo de Dios a la que dirige su trabajo y podrá practicar una justicia no legalista ni abstracta».

El segundo aspecto, destacado por el Papa, fue el judicial. Además de los requisitos de doctrina jurídica y teológica, el juez en el ejercicio de su ministerio -ha señalado Francisco- se caracteriza por la pericia en el Derecho, la objetividad y la imparcialidad del juicio, juzgando con imparcialidad y con equidistancia imperturbable. Tutelando la verdad, en el respeto de la ley, sin olvidar la delicadeza y la humanidad propias del pastor de almas.
«El tercer aspecto es el pastoral. Como expresión de la solicitud pastoral del Papa y de los obispos, al juez se le requiere no sólo una probada experiencia, sino también verdadero espíritu de servicio. Él es el servidor de la justicia, llamado a tratar y juzgar la condición de los fieles, que con confianza se dirigen a él, imitando al Buen Pastor que cuida de la oveja herida. Por ello está animado por la caridad pastoral, “aquel amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.

Un ministerio ha dicho finalmente el Papa a los representantes del Tribunal Apostólico de la Rota Romana, “vivido en el gozo y la paz que vienen del trabajar allí donde el Señor nos ha puesto”, sin olvidar que es “un servicio único al Dios Amor”, y sin olvidar tampoco que “detrás de cada práctica, de cada posición, de cada causa, hay personas que están esperando justicia”.
(ER RV)

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Ciudad del Vaticano, 24 enero 2014 (VIS).- Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre ha recibido en audiencia a François Hollande, presidente de la República Francesa, que a continuación se ha encontrado con el arzobispo Pietro Parolin, Secretario de Estado y con el arzobispo Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados.
 
En el transcurso de los coloquios, desarrollados en un clima de cordialidad, se ha mencionado la contribución de la religión para el bien común. Tras tomar nota de las buenas relaciones existentes entre la Santa Sede y la República Francesa, se ha reafirmado el compromiso mutuo de mantener un diálogo permanente entre el Estado y la Iglesia católica y de cooperar de manera constructiva en los asuntos de interés común.
 
En el contexto de la defensa y la promoción de la dignidad de la persona humana, se han abordado algunas cuestiones de actualidad, como la familia, la bioética, el respeto de las comunidades religiosas y la protección de los lugares de culto.
 
La conversación ha continuado con temas de carácter internacional, como la pobreza y el desarrollo, la migración y el medio ambiente. Por último, se ha hablado en particular los conflictos de Oriente Medio y algunas partes de África, con la esperanza de que en los distintos países, la pacífica convivencia social se pueda restaurar por medio del diálogo y la participación de todos los componentes de la sociedad, respetando los derechos de todos, en especial de las minorías étnicas y religiosas.

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Os juízes eclesiásticos são «essencialmente pastores». E como tais não devem esquecer que «por detrás de qualquer prática, posição e causa, há pessoas que esperam a justiça». Eis quanto afirmou o Papa Francisco aos membros do tribunal da Rota Romana recebidos em audiência na manhã de sexta-feira 24 de Janeiro, na Sala Clementina, por ocasião da inauguração do ano judiciário.

​Juízes mas sobretudo pastores

No seu discurso o Pontífice insistiu sobre a necessidade de não contrapor «dimensão jurídica» e «dimensão pastoral do ministério eclesial», porque ambas «concorrem para a realização das finalidades e da unidade de acção próprias da Igreja». Por isso, realçou «a conotação profundamente pastoral» da «actividade judiciária eclesial», que «se configura – explicou o Papa – como serviço à verdade na justiça» e, ao mesmo tempo, como «serviço ao povo de Deus em vista da consolidação da comunhão plena entre todos os fiéis, e entre eles e a assembleia eclesial».

A partir desta premissa, o bispo de Roma descreveu a figura do juiz eclesiástico, identificando três perfis essenciais. Em primeiro lugar, o «humano» que exige «serenidade de julgamento e desapego das opiniões pessoais», mas também «capacidade de entrar na mentalidade e nas aspirações legítimas da comunidade na qual desempenha o serviço». Dotes que lhe permitem – acrescentou – «praticar uma justiça não legalista nem abstracta, mas apropriada às exigências da realidade concreta» e capaz de «entrar em profundidade na situação das partes em causa».

Além disso, do juiz exige-se – e este é o perfil mais estritamente «judiciário» do seu ofício – «a perícia no direito, a objectividade de julgamento e a equidade». Às quais deve acrescentar-se «o genuíno espírito de serviço», como demonstração da dimensão «pastoral» que integra e completa a fisionomia do seu ministério. «Ele é o servidor da justiça», disse o Pontífice, reafirmando que a «caridade pastoral» constitui «a alma da função do juiz eclesiástico».

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Antonio Mª Rouco VarelaMons. Antonio Mª Rouco      Mis queridos niños y niñas:

Infancia Misionera es una de las cuatro grandes obras que la Iglesia tiene para ayudar a los misioneros, y para mí, que soy el arzobispo de la Iglesia en Madrid, la celebración de la Jornada Mundial de la Infancia Misionera, el próximo domingo 26 de enero, es una preciosa oportunidad para dirigirme a todos vosotros, los niños de nuestra archidiócesis, y recordaros que no dejéis de rezar por los niños que viven en tierras de misión, en países lejanos, y también por tantos niños que están cerca de vosotros y que no conocen a Jesús, o se han olvidado de Él, para que todos le conozcan, cada día más y mejor, y sobre todo le quieran.

Sé que, en muchos colegios y parroquias, se os explica bien que hay todavía muchos niños en el mundo que no saben nada de Jesús, de la Virgen María, o de la Iglesia. Y muchos de los que lo conocen no tienen la posibilidad de ir a Misa cada semana, o no tienen Catecismos o Biblias para poder ir a catequesis y aprender bien a ser cristianos. Infancia Misionera tiene el encargo del Papa de ayudar a todos esos niños, a través de los misioneros, para que ellos también puedan amar a Jesús y seguirle con alegría. Esta Obra Pontificia sabe que vosotros, los niños y niñas cristianos que tenéis facilidad para vivir vuestra fe en las familias, los colegios y las parroquias, podéis hacer mucho por todos ellos, lo cual está muy bien resumido en el lema elegido por Infancia Misionera para la Jornada de este año 2014: “Los niños ayudan a los niños”. Sí, todos vosotros podéis ser una grandísima ayuda para todos esos niños que no conocen todavía a Jesús, o tienen dificultades para vivir como buenos cristianos. Y podéis empezar por algo muy sencillo, y muy eficaz, como es la oración. Si cada uno de vosotros se compromete a rezar un Avemaría o un Padrenuestro cada día por ellos, estaréis siendo un gran apoyo para los misioneros que están extendidos por todo el mundo para llevarles a Jesús. Más aún, estaréis siendo ya vosotros mismos verdaderos misioneros. ¡Fíjate qué fácil! Una breve y sencilla oración, hecha con perseverancia, puede ser una gran ayuda.

Es verdad que también se os pide una limosna, aunque sea pequeña, pero siendo siempre grande el amor con que lo hacéis: ser capaces de renunciar a un capricho pensando que así podréis ayudar a que los misioneros mantengan tantas obras de caridad, de educación, de sanidad, de formación para todos esos niños, y sus familias. Alguno puede pensar que es una minucia, pero cuando todos ponemos un poquito, ¡hacemos grandes cosas!

“Los niños ayudan a los niños”. Así tiene que ser, y el primero que nos lo enseña es el mismo Jesús. Él es el primero que ayuda, y lo hace de tal modo que no hay ni un instante en que no nos ayude, a todos y a cada uno, con nuestro propio nombre. ¡Él siempre está con nosotros! Así se lo dijo el Papa Francisco a los niños de las escuelas de los jesuitas de Italia y Albania, que se encontraron con él en Roma, el pasado de junio: “¡Amad cada vez más a Jesucristo! Él está cerca de cada uno de vosotros como compañero, como amigo, que os sabe ayudar y comprender, os alienta en los momentos difíciles y nunca os abandona”. Jesús, sí, es el primero en ayudar, y siempre tenemos que aprender de Él. Y Él es el primer misionero. Debéis entender bien que el lema de la Jornada de la Infancia Misionera de este año es un recordatorio de que vosotros, los niños de Madrid, sois también misioneros sin necesidad de iros a países lejanos, porque en realidad estaréis allí, pues los misioneros por los que rezáis os llevan en su corazón; y los acompañaréis en todas sus ocupaciones y trabajos. Y sois misioneros también porque en Madrid, en nuestros pueblos y barrios, os preocupáis de vuestros compañeros y amigos que se han olvidado de Jesús. ¿Es así? Seguro que vais a ser una gran ayuda para que descubran la alegría de ser amigos de Jesús.

Para terminar, quiero deciros en esta oportunidad que nos da este Día de la Infancia Misionera, que me da mucha alegría que Jesús pueda contar con vosotros para ser verdaderos misioneros suyos y llevar a los demás niños la Buena Noticia de que Él es nuestro Amigo y está siempre con nosotros. Y le pido, con la intercesión la Virgen, Nuestra Señora de la Almudena, que os bendiga a todos vosotros, y también a vuestras familias, y a vuestros amigos. Y vosotros rezad también por mí al Señor.

Con un beso para todos, recibid mi bendición,

+ Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal-Arzobispo de Madrid

Fuente:: Mons. Antonio Mª Rouco Varela

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Mons. Adolfo MontesMons. Adolfo González   Queridos diocesanos:

Mediado el mes de enero vuelve la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, el tradicional Octavario que nos recuerda cada año la situación de división de la Iglesia y la meta de la unidad visible, deseada por todos los discípulos de Jesús como cumplimiento de la voluntad del Señor: “Que todos sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado” (Jn 17,23).

Nuestro nuevo plan pastoral se acoge a la propuesta de «evangelizar para que crean», pero no será posible la evangelización de nuestro mundo si los cristianos seguimos divididos y enfrentados por nuestras tradiciones culturales en algunos casos, o por nuestras posiciones dogmáticas y prácticas enfrentadas de moralidad cristiana.

El año pasado, del 30 de octubre al 8 de noviembre, se celebró en Busán (Corea del Sur) la X Asamblea Mundial del Consejo Ecuménico de las Iglesias con el lema temático «Dios de la vida, condúcenos a la justicia y a la paz». La Iglesia Católica tiene una relación ecuménica estrecha con este importante foro que agrupa a la mayoría de las Iglesias no católicas, y colabora con el Consejo Ecuménico en busca de la unidad visible de la Iglesia que haga creíble la obra evangelizadora de los cristianos.

Conviene destacar que el lema de la última asamblea mundial del Consejo Ecuménico converge de lleno con la voluntad de la Iglesia Católica de lograr una justicia que logre cotas de dignidad fundamentales para la salvaguarda de la paz y de la convivencia entre las naciones. Será imposible la paz si no se hace justicia a los pueblos que sufren los efectos devastadores de la guerra y los enfrentamientos civiles, víctimas de la manipulación ideológica y del integrismo religioso que ofende a Dios y atenta contra la dignidad y libertad de las personas.

El Papa Francisco viene recabando la necesaria e inaplazable justicia para las personas más vulnerables y desprotegidas, los emigrantes y los pobres y marginados. El Papa pide una paz justa para solucionar la contienda civil que desgarra a los pueblos que han estado sometidos a regímenes que los han privado de libertad y ahora se han de defender de integrismos de inspiración laicista o religiosa.

Los cristianos estamos llamados a ser fieles a Cristo y secundar con la conversión a Dios la oración que el Señor dirigía a su Padre en la hora del testamento: “Que sean uno. Como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (Jn 17,21). El lema del Octavario de este año es la pregunta de san Pablo: “¿Es que Cristo está dividido?” (1 Cor 1,13). Como el Padre y el Hijo son uno, también los cristianos formamos un solo cuerpo, y vivimos de un solo Espíritu; de suerte que tenemos “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y actúa por todos y está en todos” (Ef 4,4.5-6).

Como Cristo no está dividido, tampoco nosotros podemos estarlo, ya que estamos llamados a formar un solo cuerpo. Las oposiciones entre los cristianos restan credibilidad a la fe en la unidad de Dios, origen y fundamento del amor humano y de la fraternidad. Por esto, la Comisión Teológica Internacional ha sacado a la luz pública un documento sobre el monoteísmo cristiano como fuente de la unidad del género humano, titulado «Dios Trinidad, unidad de los hombres». Con este documento la Comisión pretende mostrar cómo la comunión de personas en Dios es fundamento y origen de nuestra comunión, que es comunión en libertad personas que viven en amor recíproco. El monoteísmo cristiano no es imposición violenta ni sometimiento de la conciencia religiosa de los pueblos. Dios es amor en libertad de personas que participan de la esencia divina única del único Dios. El fundamentalismo integrista que alimenta sentimientos hostiles a la religión de los demás es contrario a la verdad de Dios y a la religión auténtica.

Contra el laicismo beligerante que habla del monoteísmo como religión de la violencia y pretexto para expulsar la religión de la esfera pública, la comunión divina de amor es el fundamento religioso de la comunión entre los hombres y los pueblos; es el fundamento del diálogo interreligioso, de la tolerancia y generosa entrega a la causa humana. Por eso, los cristianos, que confesamos la unidad de Dios y la comunión de las divinas personas en la Trinidad, estamos ante el reto de superar nuestras divisiones haciendo unidos cuanto podemos —¡y es mucho!—, porque es más lo que nos une que lo que nos separa.

Los pasados días 5 y 6 se han cumplido los 50 años del encuentro histórico en Jerusalén e inolvidable de Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I de Constantinopla, en recíprocas visitas del Patriarca al Papa, peregrino en Tierra Santa, el día 5 de enero de 1964, y del Papa al Patriarca, al día siguiente. Un año después, el 7 de diciembre de 1965, Roma y Constantinopla levantaron las también recíprocas excomuniones de 1054. Desde que el Papa Eugenio IV y el Patriarca José II se encontraron en el marco del Concilio de Florencia en 1439, nunca más hubo encuentro alguno personal entre el Papa y el Patriarca. La caída de Constantinopla bajo la dominación turca del Imperio Otomano, el Oriente cristiano y el Occidente vivieron en mutua ignorancia. La nostalgia del Oriente se manifestaba a finales en la segunda mitad del siglo XIX de forma particular, de Pío IX y León XIII a las vísperas del Vaticano II. Hace medio siglo que el beato Juan XIII y el venerable Pablo VI dieron cauce institucional a la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia, mediante el diálogo teológico y el diálogo de la caridad entre cristianos orientales y occidentales, que conducta a la restauración de la Iglesia indivisa.

Después de la visita del Beato Juan Pablo II y de Benedicto XVI, el Papa Francisco peregrinará también a Tierra Santa, cubriendo una etapa más del camino que ha de conducir a la unidad entre la Iglesia Católica y Oriente cristiano. Juan Pablo II y el Patriarca Demetrio I de Constantinopla dieron un impulso grande al diálogo, que ha proseguido hasta el esperanzador documento de acuerdo de Ravena entre ortodoxos y católicos, pero no dejan de emerger inseguridades en el camino y recelos, que es preciso superar.

El Octavario tiene así motivación poderosa para intensificar la oración de todos por la unidad visible. Esta oración por la unidad incluye la súplica continuada por la unidad de católicos, anglicanos y protestantes. La Iglesia Católica y las grandes Comuniones eclesiales surgidas de la Reforma del siglo XVI han recorrido un largo camino en los últimos cincuenta años, etapas de superación de obstáculos y reencuentro en la caridad que constituyen un signo para que el mundo crea que Cristo, en verdad no está dividido.

Con mi afecto y bendición.

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

Fuente:: Mons. Adolfo González Montes

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Mons. Jaume PujolMons. Jaume Pujol     Hay una bella historia en el origen de la Jornada de la Infancia Misionera que se celebra este domingo 26 de enero.

Comienza en Francia y tiene como protagonista a Carlos Augusto Forbin-Janson, un joven de origen noble que lo tenía todo para triunfar en la vida. A los 21 años Napoleón le nombró auditor del Consejo de Estado, pero él antepuso a los honores su vocación de sacerdote. Fue ordenado a los 33 años y después nombrado obispo.

Desde el primer momento empleó su fortuna en ayudar a los niños pobres, pero su pasión, alimentada por noticias horrendas que le llegaban, fue la de evangelizar China y ayudar a la infancia de aquel país también en sus necesidades materiales.

Le ocurrió como a san Francisco Javier: tenía el pensamiento puesto en China, pero nunca pudo ir allí. Dios le inspiró, sin embargo, una obra de gran trascendencia: la Infancia Misionera. Comenzó pidiendo a los niños que estaban a su alrededor que rezaran una avemaría diaria y ofrecieran una limosna mensual.

La Jornada de la Infancia Misionera se celebra hoy en muchos países alrededor del mundo. Pero no se reduce a un día al año. En Tarragona los grupos de Infancia Misionera se reúnen quincenalmente en horario extraescolar. Lo forman alumnos de cuarto, quinto y sexto de primaria; tienen actividades, juegos, excursiones y participan en iniciativas como “Sembradores de Estrellas”, con repercusión ciudadana.

Se trata de que trabajen valores como la paz, la solidaridad, el cuidado de la creación, y  todo ello en el marco del crecimiento de la fe, como un don de Dios, desde la alegría que es propia de esta edad. La mentalidad misionera les ayuda a abrirse a las necesidades de otros niños que viven en países lejanos con quienes desean compartir al mejor amigo: Jesús.

Juan Pablo II llamaba a los niños de la Infancia Misionera “los pequeños grandes colaboradores de la Iglesia y del Papa”, y el actual papa Francisco les pone a la Virgen como modelo. En un mensaje, recuerda los párrafos del Evangelio en los que se narra que María acudió deprisa a ayudar a su prima Isabel cuando supo que esperaba un niño. No pensó -dice el Papa- que tendría amigas más cerca que ya cuidarían de ella. Sintió la necesidad de ir, y pronto. Con esta prontitud con que los niños hacen las cosas. La experiencia nos muestra que mientras los mayores vamos andando, los niños van corriendo.

+ Jaume Pujol Bacells

Arzobispo de Tarragona y primado

Fuente:: Mons. Jaume Pujol

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Mons. Antonio AlgoraMons. Antonio Algora    Se va haciendo ya una costumbre citar a nuestro Papa Francisco, y, en esta ocasión, nos ayuda a iluminar esta Jornada de la Infancia Misionera, dice él: «La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión “esencialmente se configura como comunión misionera”. Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: “No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10). El Apocalipsis se refiere a “una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo” (Ap 14,6) (Evangelii gaudium, 23).

Los niños de nuestras comunidades parroquiales y de los colegios y clases de religión están acostumbrados a escuchar la expresión amigos de Jesús. Incluso algún papá me ha confiado el impacto que le causó la afirmación de su hijo diciéndole: «¡Papá, tu no eres amigo de Jesús, porque no vas a la Iglesia!». Me dijo que se sintió conmovido y que se planteó su acercamiento progresivo a la amistad con Dios. Por eso, la primera consideración que os hago es que no propongamos a los niños actividades y actividades, misioneras o no, en su formación religiosa, sin antes tener como objetivo pastoral y catequético la propuesta de la intimidad de los niños con Jesús. Ellos, bastante mejor que nosotros, saben enlazar, libres de tantas preocupaciones como nos asaltan a los mayores, con nuestro Señor Jesucristo, amigo y defensor de los niños.

Claro que no se trata de explotar el imaginario mágico–fantástico de los niños fáciles a enlazar con un amigo inventado, sino de hacerles saber, con nuestro testimonio de palabras y de gestos, que es Jesucristo el que ha venido a estar con nosotros, quiere estar con nosotros, nos busca y nos regala su intimidad desde el día de nuestro bautismo. Enseñar a rezar, ha de ser enseñar a establecer esa relación íntima del que abre su corazón y su vida al Señor que viene, repito, a estar con nosotros.
De la relación íntima con Jesucristo nace la alegría de la fe, la alegría que comunica a los demás «el tesoro escondido», lo más preciado, que nos dinamiza para comunicar a otros el hallazgo y el disfrute de la riqueza encontrada. Por eso nos dice el Papa que «La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie… ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!».

Afianzados en la intimidad con el Señor, hemos de construir a la vez todo lo que supone conformar nuestra vida, y la vida de los más pequeños en edad, a la manera de ser y de comportarse Jesucristo partiendo del Mandamiento del Amor y aquí ya caben todas las actividades imaginables que vienen lanzando las campañas de la Infancia Misionera que tienen como objetivo abrirnos el horizonte de la Misión de anunciar el Evangelio ad gentes a todas las gentes, sin importarnos país, raza o región de la tierra por remota que esta sea.

Sería terrible comunicar a los niños un estilo de vida cristiana «que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión». (Evangelii gaudium, 80) La Jornada de la Infancia Misionera nos ofrece a los mayores una llamada a la verdad de nuestras vidas de fe. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Fuente:: Mons. Antonio Algora

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DemetrioMons. Demetrio Fernández      Dirigiéndose a la comunidad de Corinto, San Pablo les advierte que las distintas banderías y grupos enfrentados unos a otros, no es propio de la Iglesia del Señor.”Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo… que tengáis un mismo pensar y un mismo sentir, pues me he enterado de que hay discordias entre vosotros. Algunos dicen: «yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?” (1Co 1,10-13).

Resulta dramático para aquella comunidad incipiente que las pocas fuerzas que tenían pudieran irse en las tensiones y mutuas disensiones de unos contra otros, además del escándalo ante los demás por estas divisiones. Pues, lo mismo sucede en nuestros días. Se repiten los problemas, porque se repite el pecado y los defectos de las personas y las comunidades. Constatar la falta de unidad en la Iglesia es un dolor para san Pablo y lo es también para nosotros hoy, después de siglos de división. Además de ser un escándalo y un obstáculo para la nueva evangelización.

Por eso, oramos continuamente por la unidad de los cristianos. Y lo hacemos especialmente durante este Octavario de oración por la unidad de los cristianos, cada año, del 18 al 25 de enero, concluyendo con la fiesta de la conversión de San Pablo, el apóstol que ha sido añadido al grupo de los Doce de manera excepcional, por medio de su conversión de perseguidor en apóstol de Cristo.

La Iglesia de Cristo es una, y nunca ha dejado de serlo. Así la confesamos en el Credo, y por eso nos duele que haya disensiones entre los bautizados, que impiden que podamos comulgar el cuerpo del Señor en la misma Eucaristía. Dos heridas siguen sangrando en el cuerpo de la Iglesia: la que se produjo en el año 1050, cuando el patriarca de Constantinopla rompió con el sucesor del apóstol Pedro, el Papa de Roma. Y la segunda, peor todavía, cuando Lutero rompió con Roma hacia el año 1520. De cada una de esas dos rupturas han ido naciendo grupos distintos, que perduran hasta el día de hoy.

Lo que nos une a todos es el mismo bautismo, la fe en Jesucristo como Dios y como hombre, la Palabra de Dios, el Espíritu Santo que nos impulsa a la santidad y a la caridad. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, repetía Juan XXIII. Podemos llamarnos realmente hermanos, aunque hay todavía desavenencias entre nosotros. Teniendo tantos elementos en común, podemos aspirar con fundamento a la unidad visible en la única Iglesia de Cristo. Pero hemos de seguir orando al Señor, porque el don de la unidad plena es un don de Dios, un don del Espíritu Santo.

La unidad no consistirá en el consenso, ni en la suma de todas las partes, a manera de sincretismo entre todos. Ni tampoco en la eliminación de las riquezas que cada uno posee y ha desarrollado en su historia de santidad, que se ha hecho cultura. La unidad vendrá por el camino del mutuo respeto y del mutuo reconocimiento de todo lo que hay de bueno en cada grupo cristiano, y por la obediencia a la Palabra del Señor y la docilidad al Espíritu Santo.

Entre los elementos esenciales de esta única Iglesia se encuentra el reconocimiento del primado de Pedro y del sucesor de Pedro, el Papa, tal como lo estableció Jesús. Los primeros que tenemos que hacer caso al Papa somos los católicos, en actitud de fe y de comunión plena con lo que el Papa nos enseña y nos va indicando. Muchos cristianos no católicos se extrañan de que entre los católicos a veces no haya esa sintonía de fe y de disciplina con el Papa de Roma. En torno al Sucesor de Pedro vendrá la unidad de la Iglesia. Y en torno a María, la madre de la Iglesia, la madre común que nos reunirá a todos en la misma comunidad. Sigamos rezando en estos días y durante todo el año, para que la deseada unidad de la Iglesia llegue a feliz puerto.

Estamos en la preparación de dos grandes acontecimientos en el camino hacia la unidad: la peregrinación conjunta del papa Francisco y del patriarca Bartolomé (ortodoxo) al Calvario y al sepulcro vacío del Señor resucitado en Jerusalén, recordando otro encuentro parecido entre Pablo VI y Atenágoras, hace ya 50 años. Y el encuentro todavía sin fecha entre el papa Francisco y el patriarca Cirilo de Moscú. Oremos por la unidad de los cristianos, y trabajemos por la unidad en el seno de nuestra diócesis, de nuestras parroquias, de nuestras familias. Todo ello contribuye a la unidad querida por el Señor.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández,

Obispo de Córdoba

Fuente:: Mons. Demetrio Fernández

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Mons. Francesc Pardo i ArtigasMons. Francesc Pardo i Artigas      Cuando un sacerdote llega a una parroquia como párroco, especialmente si es joven, y apunta algún cambio, alguna sugerencia o propuesta, casi siempre se escuchan voces que con buena fe y una “supuesta experiencia” se oponen con la frase: “En esta parroquia siempre se ha hecho así”. A partir de tal afirmación el nuevo párroco o bien queda angustiado y paralizado o sigue adelante. Transcurrido un cierto tiempo descubres que este “siempre se ha hecho así” quiere decir que durante algunos años se ha hecho de esa manera, pero no siempre. 

Precisamente, leyendo la exhortación  del Papa, he encontrado la siguiente afirmación: “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”. 

Por lo tanto, debemos valorar si el “siempre se ha hecho así” contribuye a una verdadera pastoral de la evangelización o si por el contrario deben proponerse nuevos caminos. El Papa habla de una pastoral en conversión y de una inaplazable renovación eclesial. 

¿Qué entiende por una inaplazable renovación eclesial? 

El papa Francisco sueña con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que  las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial sea un camino adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación. Lareforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: “Procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta,  que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes  Jesús convoca a su amistad”. Como decía Juan Pablo II a los obispos de Oceanía, “toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo, para no caer presa de una especie de introversión eclesial”. 

Después hace referencia a aquello que considera que es una parroquia evangelizadora. Ofrece una reflexión especialmente dirigida a otras instituciones eclesiales, tales como movimientos, comunidades pequeñas, asociaciones, de las que valora su estilo evangelizador, al tiempo que les pide que no pierdan la comunicación/comunión con la parroquia y se integren en la pastoral de la Iglesia particular o diócesis. 

Ofrece al mismo tiempo pautas para la “conversión” de la Iglesia diocesana y del propio “Papado”. 

Nos conviene estar muy atentos para hacer de todo ello vida.

Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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