Comunicación al servicio de la persona
Mons. Joan E. Vives El día 24 hemos celebrado la fiesta de San Francisco de Sales (1567-1622), gran obispo de Ginebra, divulgador de la fe de forma popular, periodística, y por eso es patrón de los comunicadores. Esto me lleva a hablaros de la comunicación al servicio de los valores humanos y cristianos, y siempre en favor de la persona. De hecho, la transformación de las tecnologías de la información y de la comunicación que está experimentando nuestro mundo tiene efectos decisivos en la vida de las personas, en su modo de relacionarse, de trabajar, de desarrollar sus actividades básicas. De hecho, se está configurando un nuevo mundo, una nueva tierra de misión, un espacio que no puede ser indiferente a la transmisión de la fe. Las nuevas tecnologías abren horizontes nuevos, nuevas posibilidades que hay que explorar con detenimiento y que son una ocasión idónea para establecer lazos de fraternidad y entendimiento entre culturas, pueblos y naciones geográficamente alejadas. Nos permiten acceder a mundos muy distintos y a establecer conexiones con personas con mucha facilidad y accesibilidad. Esta interacción entre identidades diferentes puede hacer posible el surgimiento de un mundo más fraterno y solidario. Vivimos en lo que los expertos han llamado el pueblo global (the global village), pero para vivir dignamente, hace falta una globalización de la solidaridad, de los derechos de todos los ciudadanos de la tierra.
Como todo fenómeno nuevo, hay que discernir, atentamente, las luces y las sombras que van asociadas a esta novedad. El ser humano es, por definición, un ser social, está llamado, por su misma naturaleza, creada a imagen y semejanza del Dios trinitario, a establecer vínculos, a construir redes, a salir de sí mismo, como señala el Papa Francisco, para ir al encuentro del otro y forjar una comunidad de amor. No somos islas, no somos seres autárquicos. Nos necesitamos unos a otros y no podemos crecer al margen de la comunidad. “Somos don y estamos hechos para el don”, decía Benedicto XVI en “Caritas in veritate“. Esta salida de sí mismo o éxodo del yo, requiere audacia, porque hay que superar el miedo, pero es la única manera de poder expresar los propios dones en el mundo y embellecerlo con la propia presencia.
Las tecnologías de la información y de la comunicación nos permiten establecer puentes, crear sinergias, compartir experiencias y conocimientos, y eso hace aumentar nuestra visión de la realidad y el sentido de cosmopolitismo. Nunca como ahora en la historia nos habíamos sentido tan ciudadanos del mismo mundo, de un mundo global, interdependiente y frágil, y en el que todos estamos llamados a entendernos y a buscar la paz. El fenómeno de la globalización de las comunicaciones es un fenómeno ambiguo y complejo, pero representa un salto cualitativo en la historia de la humanidad. No podemos caer en la indiferencia. El conocimiento de las realidades y los sufrimientos de los demás debe ser un estímulo para luchar contra el mal. Y para ello, hay que vencer la caída en lo que el Papa Francisco ha llamado la globalización de la indiferencia. La red nos permite tener conocimiento de lo que ocurre en las periferias de la existencia y esto nos obliga a ser más responsables socialmente. Hay que explorar el nuevo universo comunicativo de la mano de estudiosos y profesionales que lo conozcan desde dentro, para reflexionar sobre el nuevo marco y averiguar de qué manera puede favorecer el pleno desarrollo de la persona y el progreso integral de los pueblos, que no sólo exige su desarrollo económico, material, sino también su dimensión social y espiritual. Que Dios nos ayude a discernir los signos de los tiempos y utilizar el nuevo marco de las comunicaciones siempre al servicio de las personas.
+ Joan E. Vives
Arzobispor de Urgell
Fuente:: Mons. Joan E. Vives
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